Hola de nuevo mis queridos lectores.

Primero que nada, pido una disculpa por la larga espera, como sabrán, la vida de adulto se ensaña a veces con uno jajaja, estuve un poco ocupada con el trabajo, y después me enfermé. Pero finalmente ya estoy aquí con el capítulo 10 de esta historia.

Quiero agradecer infinitamente a Cbt1996, Karii Taisho, Rosa Taisho, Joiscar, Shikon de Oz, Rocio K. Echeverria, por seguir y amar esta historia. Y debo dar la bienvenida a Nelsy Fernández, gracias por unirte a este barco y espero que siga siendo de tu agrado.

Y como lo prometido es deuda, aquí está el tan ansiado capitulo con lemon incluido. Espero no decepcionarlos.

Quienes gusten, pueden buscar la canción "Manual de lo prohibido" del trovador Raúl Ornelas para darle más romance a este capítulo.


CAPITULO 10: MANUAL DE LOS PROHIBIDO

"Piérdete conmigo, que te enseñaré amor mío

Un manual de lo prohibido

Un amor sin final

El amor que siempre has querido."

Raúl Ornelas

Narra Inuyasha

Durante todo este tiempo que Kagome y yo hemos compartido, me he dado cuenta de que me he enamorado perdidamente de ella. Este sentimiento resultó ser algo nuevo para mí. La forma en que su sonrisa ilumina incluso los días más oscuros y la manera en que su presencia llena de calidez cada rincón de mi ser, me hace comprender la profundidad de lo que siento. Además, pudo cambiar mi forma de pensar y mi estilo de vida, logrando que hiciera caso a mis sentimientos y que abriera mi corazón de maneras que nunca imaginé, muy a pesar de la forma en que viví antes, siendo un mujeriego, durmiendo con una mujer distinta cada noche; y a pesar de mi naturaleza algo testaruda y mi negación a querer entregar mi corazón.

Por supuesto que quería pasar la noche con ella, sentir la calidez de su cuerpo junto al mío, recorrer cada rincón de su suave piel, hacerla mía en cada oportunidad y escucharla gritar mi nombre. Sin embargo, no quería que creyera que solo me interesaba llevarla a la cama; necesitaba que olvidara todas sus inseguridades de una vez por todas; hacerle saber que lo que quiero con ella es mucho más que un deseo físico. Por esa razón es que me he resistido a ir más allá de besos y unas cuantas caricias.

Después de salir de su departamento, caminé por el pasillo del edificio tratando de poner en orden mis pensamientos. Sentía una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. Mi mente estaba totalmente nublada por el deseo de poseerla, y cada momento a su lado intensificaba esa conexión. Me apoyé de espalda en la pared mientras esperaba el elevador; estaba seguro de que, si me quedaba más tiempo, Kagome se sentiría presionada a hacer algo que probablemente para ella sería muy precipitado. El sonido de las puerta del elevador abriéndose me hicieron volver a la realidad. Estaba a punto de entrar, pero mis ganas por volver a besarla y acariciarla eran más fuerte que mi razón, así que regresé y llamé a su puerta. La espera se me hizo eterna, pero finalmente abrió. Su expresión mostraba sorpresa, algo muy obvio pues no esperaba que volviera cuando prácticamente salí corriendo de ahí. La miré directamente a los ojos, tratando de expresar con la mirada lo que sentía en mi corazón.

-Inuyasha, ¿pasa algo? -preguntó con curiosidad.

Ignoré su pregunta, la tomé de la cintura y la besé apasionadamente, como si mi vida dependiera de ello. Kagome se asustó, lo sé porque sentí su cuerpo tensarse, pero, aun así, me correspondió con la misma intensidad. La apoyé contra la pared, y pasé mi mano por su cuello para profundizar más aquel beso intenso. Sentí sus manos enredarse en mi cabello, cómo si no quisiera que me alejara de ella, algo que en verdad no haría. Pronto el aire comenzó a hacernos falta y tuvimos que separarnos. Nuestras respiraciones eran agitadas y nuestros corazones latían aceleradamente creando una melodía que solamente ella y yo podíamos escuchar..

-Kag… Perdóname- susurré mientras juntaba nuestras frente- Intenté controlarme pero no puedo resistir más…

En ese momento, sentí sus labios sobre los míos en un beso con una pasión aún mayor; colocó sus manos alrededor de mi cuello mientras yo la tomaba de la cintura, pegándola más a mi cuerpo. La intensidad que había emergido entre ambos crecía cada vez más, ya no era suficiente los besos y las caricias, nuestros cuerpos pedían a gritos encontrarse piel con piel. Poco a poco, caminamos hacia la habitación sin dejar de besarnos; bajé mis manos hasta su cadera y la alcé haciendo que rodeara mi cintura con sus piernas. El deseo entre nosotros crecía con cada paso y con cada caricia. Al entrar en la habitación, el mundo exterior desapareció, dejando solo el calor compartido y el palpitar apresurado de nuestros corazones. La conexión física que se estaba forjando era más que un encuentro casual; era la fusión de dos almas que anhelaban perderse la una con la otra.

Me senté en la cama con ella sobre mi regazo; nuestras miradas se encontraron, pude ver en sus ojos un brillo especial acompañado de deseo. Acaricié suavemente su rostro, su piel reflejaba una suavidad que me embriagaba, como si estuviera tocando la esencia misma de la ternura. Cada caricia era un eco de la conexión profunda que compartíamos, y en ese momento, la habitación se llenó de una intimidad palpable mientras nuestros corazones latían al unísono. Continuamos besándonos con una pasión arrolladora fluyendo entre nosotros; mis labios exploraban su cuello, dejando una estela de deseo en cada centímetro de su piel. Cada beso era un susurro ardiente que narraba la historia apasionada que compartíamos en ese momento íntimo. Un pequeño gemido se escapó de sus labios, lo que la hizo tensar su cuerpo. Me detuve y busqué su mirada, que ahora mostraba nerviosismo y miedo.

-¿Estás segura que quieres continuar? -pregunté un poco preocupado-. Te deseo Kag, pero si sientes que debemos detenernos, lo haremos.

Kagome sujetó fuertemente mi camisa y me besó con desesperación, para luego esconder su rostro en mi hombro. Acaricié su espalda y entonces susurró

-Quiero… -su nerviosismo se hizo más evidente. Acercó sus labios a mi oído-. Quiero que seas el primero y el único en mi vida. -dio un suave mordisco en el lóbulo de mi oreja.

Suspiré y sonreí ante su confesión y acerqué mi frente a la de ella, depositando suavemente besos en su rostro hasta llegar nuevamente a sus labios. El fuego se reavivó en un beso apasionado, sellando nuestra conexión y dando paso a un momento íntimo lleno de amor y deseo compartido. Ambos comenzamos a explorar los cuerpos del otro, acariciando con suavidad y anhelando el contacto más íntimo. Con una mezcla de ternura y pasión, desabroché lentamente su blusa, revelando su piel suave y delicada. Las ganas de ser uno solo con ella me consumían, pero debía ser paciente y hacer de nuestro primer encuentro un momento perfecto y especial para Kagome. Seguí acariciando cada centímetro expuesto de su sedosa piel; con cada roce, el deseo que sentíamos se intensificaba más y más.

Con manos temblorosas, comenzó a desabotonar mi camisa; el roce de sus dedos en mi piel provocó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo; cada contacto de sus manos despertaba sensaciones intensas. El deseo entre nosotros crecía con cada botón liberado, y mientras nuestras pieles se encontraban, la conexión se intensificaba, creando un momento cargado de adrenalina y pasión.

-Estás temblando -murmuré mientras besaba su cuello con ternura.

-Estoy bien… -un ligero gemido que escapó de sus labios- Sólo me siento nerviosa

-Tranquila -dije cerca de su oído, lo que la estremeció aún más- Voy a cuidarte.

La abracé con más fuerza, sintiendo cómo el latido de su corazón se aceleraba. Me sentía conectado a ella de una manera especial, sabiendo que este momento era único e inolvidable para ambos; si bien había tenido sexo con un sinfín de mujeres, está era la primera vez que realmente haría el amor con una mujer especial, con mi hermosa Kagome Higurashi. Seguí besándola hasta bajar a su cuello y ella deslizó sus manos por mi torso, explorando con suavidad, y sin apartar mis labios de su cuello, acaricié suavemente su espalda, dejando un sendero de fuego a su paso, creando así una danza apasionada que sellaba nuestro deseo mutuo. El deseo y la pasión nos estaba consumiendo en demasía, así que me recosté en la cama y Kagome se posicionó sobre mi a horcajadas; nuestras respiraciones agitadas se entrelazaban en el aire, lleno de una tensión palpable. En ese momento, el tiempo parecía detenerse, y éramos solo ella y yo, perdidos en la intensidad de la pasión compartida; la excitación de ambos era delatada con cada jadeo y cada gemido que salía de nuestra garganta.

Kagome bajó sus manos hasta mi cinturón y lo desabrochó lentamente. Nuestra miradas se encontraron, comunicando un deseo mutuo que ardía en lo más profundo de nuestro ser. La ayudé a deslizar sus manos por la cremallera de mi pantalón, liberando así mi erección contenida. El aire se cargó de electricidad mientras nos deshacíamos del resto de ropa que separaban nuestras pieles ardientes. Giré suavemente para quedar sobre su cuerpo, dejando que se entrelazara con el mío en una danza de pasión y deseo. Las caricias se volvían mucho más intensas y los besos más profundos. Sus nervios se fueron disipando, permitiéndole entregarse por completo al éxtasis que nos envolvía. Fui bajando hasta sus suaves y redondos pechos; soltó un gemido de placer y arqueó la espalda al sentir mi lengua jugar con su duro pezón mientras con mi mano le daba atención al otro pecho. Cada suspiro que resonaba, creaba una sinfonía de pasión compartida mientras nos entregábamos al momento, sin restricciones ni pensamientos que nos perturbaran.

La respiración entrecortada y los gemidos suaves escapaban de sus labios mientras seguía explorando cada centímetro de su piel. Lentamente fui descendiendo hasta sus piernas dejando una hilera de besos, las manos de Kagome se aferraron a las sábanas por la intensidad del momento. Me arrodillé frente a ella para observar a ese ser perfecto que tenía frente a mí. Su mirada reflejaba un deseo intenso, y sus labios entreabiertos pedían más. Sin embargo, al verse expuesta, totalmente desnuda, le provocó cierta vergüenza; lo supe en el momento en que sus ojos reflejaron sorpresa y trató de cubrirse con sus manos.

-Tranquila pequeña. -tomé sus manos por las muñecas y besé su frente mojada por el sudor

-No quiero decepcionarte -exclamó entre jadeos- debes estar acostumbrado a ver cuerpos más… -La callé con un beso.

-Tienes un cuerpo de diosa, nena. -acaricié su rostro- Me encantas. Eres perfecta

Sonrío ante mis palabras. A pesar de la excitación en que estaba envuelto, no pude evitar sentir coraje por el daño que cierto imbécil había provocado en el autoestima de Kagome; pero yo me encargaría de volverla más segura y que aprendiera a amarse como es.

Un pequeño grito escapó de su garganta cuando sintió mi lengua pasar lentamente desde su entrada hasta su clítoris, mientras con mis manos apretaba suavemente sus pechos. Arqueó su espalda y se aferró a mis cabellos cuando introduje dos de mis dedos; estaba totalmente húmeda, lo que facilitó el desliz dentro de ella; los moví rápido mientras mi lengua se encargaba de su botón de placer.

-Inu… yasha- gritó mi nombre entre jadeos.

Su cuerpo temblaba por la excitación que estaba experimentando, sus manos volvieron a arrugar las sábanas y arqueó la espalda. Comenzó a mover su cadera al ritmo del vaivén de mis dedos hasta que se derramó sobre mis dedos; los llevé hasta mi boca y lamí sin apartar la mirada de sus ojos chocolate.

-Mmm, eres extremadamente deliciosa. -dije con la voz enronquecida.

Sonrío y se mordió el labio inferior. Subí nuevamente hasta la altura de su rostro y la besé con ternura mientras ella pasaba sus brazos por mi cuello profundizando más el beso. Me acomodé entre sus piernas, y mi miembro rozó con su entrada, arrancando un sonoro gemido de sus labios. Enmarqué su rostro con mis manos, besé su nariz y traté de transmitirle calma y seguridad. Con delicadeza fui introduciéndome en ella de forma lenta, era demasiado estrecha, sus paredes abrazaron con fuerza mi miembro, su estrechez me hizo gemir incontrolablemente, hasta que logré entrar completamente, quise moverme, pero, un quejido de dolor de la voz de Kagome, me hizo detenerme, y me preocupé cuando vi su rostro con una mezcla de dolor y placer.

-¿Estás bien? ¿Te hice daño? -pregunté mientras besaba su frente aperlado por las gotas de sudor.

-No, tranquilo… -jadeó- solo espera que me acostumbre- la besé dulcemente.

Nos quedamos, ahí, abrazados, siendo uno solo, hasta que ella se movió lento y soltó ligeros gemidos, indicando que el dolor había cedido para darle paso al placer. Comencé a penetrarla, primero lento para no lastimarla, y poco a poco fui aumentando la velocidad. Kagome se dejó llevar por la marea de emociones y me permitió llevarla al borde del éxtasis, arqueando su espalda, ofreciéndome mayor acceso, mientras arañaba mi espalda, producto del placer. Nuestros cuerpos se fusionaron en un ritmo perfecto, bailando al compás de los latidos acelerados. El placer que nos envolvía nos elevó a nuevas alturas de pasión y éxtasis. Conforme aumentaba el ritmo, los gemidos de Kagome se hacían más fuertes, lo que me excitaba sobremanera. La habitación se llenó de susurros entrecortados y gemidos de placer. Nuestras caderas chocaban cada vez más rápido, ella enterraba sus uñas en mis hombros con cada embestida. Volví a su boca para besarla apasionadamente aun penetrándola y entrelacé nuestras manos. Me extasiaba verla disfrutar el momento, nos olvidamos del tiempo y nuestros cuerpos quemaban por el placer que estábamos sintiendo.

Nos entregamos a una pasión desbordante, descubriendo los secretos más profundos de nuestros cuerpos en un baile sin restricciones. Cada encuentro se convertía en una sinfonía de éxtasis y plenitud. La noche fue testigo de nuestro amor desenfrenado, una conexión intensa que trascendía los límites del deseo físico, encontrando un refugio en el otro, un lugar donde perdernos y encontrarnos al mismo tiempo. Los movimientos se aceleraron, y los gemidos se intensificaron, indicando que estábamos a punto de llegar al éxtasis.

-Te amo, pequeña

-Te amo más, cariño

Kagome rodeó sus brazos sobre mi cuello mientras la abrazaba con fuerza, culminando en un intenso orgasmo compartido.

Después de ese momento de intensa pasión y éxtasis, caí rendido sobre su cuerpo, y acomodé mi cabeza en su pecho, escuchando sus latidos acelerados combinados con nuestras respiraciones que poco a poco se iban regulando. Kagome acariciaba mi cabello, la abracé y giré para acomodarla sobre mi cuerpo; nos miramos a los ojos con complicidad, transmitiéndole el amor verdadero que sentía por ella.

Una vez recuperado el aliento, besé cariñosamente la raíz de sus cabellos y ella se acurrucó más contra mi pecho, tratando de relajar más nuestras respiraciones. El silencio que se había formado entre nosotros no era nada incómodo, por el contrario, se sentía reconfortante, no había más palabras que decir, lo que teníamos que expresarnos lo hicimos con cada caricia ejercida por nuestros cuerpos. Kagome cayó rendida en profundo sueño reparador; segundos después, el sueño también me venció.


Narra Kagome

Desperté ligeramente fatigada; el sueño con Inuyasha había evocado sensaciones tan palpables que mi cuerpo parecía recordar sus caricias. Abrí los ojos con lentitud y observé el reloj en la pared: eran las 9:00 de la mañana. Me sorprendí al darme cuenta de lo tarde que era; aunque fuera sábado, solía levantarme temprano para atender las labores domésticas. La realidad me golpeó inesperadamente cuando quise levantarme y un brazo que rodeaba ni cintura me lo impidió; la calidez de ese cuerpo junto al mío confirmó que nada había sido un sueño, que todo formaba parte de una hermosa realidad. Me volteé con cuidado para no despertar a Inuyasha; su rostro reflejaba una tranquilidad inexplicable. Lo observé dormir plácidamente, sonreí enamorada y recordé con detalle cada una de sus caricias, lo tierno que fue conmigo y cómo con sus palabras, me hizo sentir segura.

Delinee su rostro con mi dedo, sintiendo la suavidad de su piel bajo mis yemas. A pesar del tiempo compartido, cada trazo me revelaba nuevos matices de la persona que tenía a mi lado. Acaricié sus labios con suavidad, recordando la pasión compartida en la intimidad de la noche anterior. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras seguía durmiendo, y mi corazón latía con un amor que parecía crecer con cada instante. Me acerqué para besar sus labios, cuando abrió sus ojos, ambos nos perdimos en nuestras miradas; no pude evitar sonrojarme al ver sus hermosos ojos ambarinos; él sonrío y me abrazó.

-Buenos días, hermosa -dijo con su voz aún adormecida

-Buenos días -respondí y besé sus labios. El calor de su abrazo y la dulzura de sus labios crearon un inicio de día perfecto.

-¿Dormiste bien?

-De maravilla -respondí con una amplia sonrisa en mi rostro. Inuyasha también sonrió.

-Quiero estar así todo el día -me abrazó más fuerte y aspiró el aroma de mi cabello.

-También quisiera estar así, pero tenemos que desayunar. -dije entre risas al sentir su respiración en mi cuello.

-Y si… -se subió a horcajadas sobre mi.- ¿Te desayuno a ti? -propuso con picardía

-Inuyasha -le di un suave golpe en el brazo, al mismo tiempo que el rubor de mis mejillas se hacía presente.

-¿Qué? -acarició mi rostro con su nariz- anoche no te quejabas

En ese momento, sentí el calor recorrer todo mi cuerpo, estaba segura que me había puesto completamente roja, y la risa de Inuyasha me lo confirmaba. Besó la punta de mi nariz, y se recostó junto a mí mientras yo me acurrucaba a su lado, cubriendo ni desnudez con la sábana.

-Pequeña

-Dime

-Te amo -expresó con ternura mientras me atraía aún más hacia su cuerpo.

-Gracias -respondí, dándole un tierno beso en los labios

-¿Por qué? -preguntó él, un poco confundido.

-Por amarme -le dije, dándole otro beso- por enseñarme que el verdadero amor sí existe, por sanar mi corazón. -Seguí repartiendo besos por todo su rostro-. Eres lo mejor que me puede estar pasando.

-Kag -me abrazó con fuerza, y apoyé mi cabeza en su pecho-, soy yo quien debería agradecerte por llegar a mi vida.

-Pero tú llegaste a sanar mis heridas, me enseñaste a confiar, a dejar atrás mis miedos y a entregar mi corazón aún sabiendo que esto pudiera terminar en algún momento -proseguí con un dejo de melancolía al mencionar la última frase.

-No digas eso -Inuyasha empezó a acariciar mi espalda desnuda de arriba abajo, reconfortándome con esas caricias-. Contigo he encontrado lo que siempre había buscado, además quiero disfrutar cada instante junto a ti. -Nuestras miradas se encontraron en un momento lleno de complicidad y amor- Entonces, quiero que escuches algo muy bien y que no se te olvide nunca… Te amo… pase lo que pase, nunca dudes del amor que te tengo.

Mis ojos se nublaron por las lágrimas que amenazaban por salir en cualquier instante. Nos dimos un beso largo y lleno de ternura, que terminamos cuando sentimos la necesidad de tomar aire. Esta vez, fui yo quien me subí a horcajadas sobre él, perdiendo toda vergüenza de mostrar mi cuerpo; apoyé mis manos en su pecho y una sonrisa traviesa apareció en mi rostro.

-Creo que aceptaré tu propuesta -dije mordiéndome el labio inferior

-¿Cuál? -preguntó un poco confundido. Me acomodé sobre su miembro; el simple roce de nuestros sexos provocó que se encendieran nuestros cuerpos.

-Desayunarnos mutuamente -murmuré en medio de gemido. Inuyasha sonrío

-Ven aquí, traviesa.

Los besos apasionados y las caricias demandantes no se hicieron esperar. Sentí su miembro reaccionar y rozar en mi entrada exigiendo entrar. Me separé un poco de Inuyasha y el me miró con el ceño fruncido, gesto que cambió de inmediato cuando tomé su miembro con mi mano y me posicioné sobre él para introducirlo dentro de mi. Sus gruñidos me excitaron mucho más y comencé a subir y bajar sobre él. Con una mano tomó mi rostro para besarme mientras con la otra acariciaba mi pierna; la habitación volvió a llenarse de jadeos y pequeños gruñidos de placer.

Inuyasha me atrapó entre sus brazos y me atrajo a su cuerpo en un fuerte abrazo, para después devorar mis pechos con gran habilidad. Su lengua jugaba con uno de mis pezones mientras acariciaba el otro con su mano. El placer que me provocaba era indescriptible, el sentirlo dentro de mí me hacía experimentar una conexión intensa y apasionada, generando sensaciones abrumadoras, llevándome a un éxtasis compartido que trascendía las palabras. Nuestros cuerpos se fusionaban en un vaivén rítmico, y el vínculo entre nosotros se fortalecía con cada suspiro compartido.

-Oh, si nena, sigue así -expresó entre jadeos

-¿Asi te gusta? -pregunté en medio del éxtasis.

-Me encanta

Aumenté la velocidad, llevé mi cabeza hacia atrás y me apoyé en sus piernas con mis manos. Todo el placer que estaba volviendo a experimentar estaba nublando mi razón; sentí las manos de Inuyasha acariciar nuevamente mis pechos y bajar hasta mi cintura, ayudándome a mantener el ritmo en el vaivén de nuestros cuerpos. Poco a poco aceleramos nuestros movimientos.

-Ya no… puedo más -murmuré entre los jadeos

-Solo… Un poco más, pequeña… vamos a terminar juntos

Volví a acercarme a su cuerpo y me apoyé en sus hombros. Cada estocada era más fuerte que la anterior y nuestros gemidos se convirtieron en gritos de placer.

-Inu… ya… sha

-Ka… go… me

Si estuviéramos en medio del fin del mundo, moriría feliz de haber pasado mis últimos momentos junto a Inuyasha, inmersos en la pasión y el éxtasis. Con un último grito ambos llegamos al orgasmo, nuestra respiración era acelerada y entrecortada, nuestros cuerpos temblaban debido al placer y nos quedamos así, siendo uno sólo fundiéndonos en un tierno beso. Después, giró con gran habilidad, dejándome entre la cama y su cuerpo.

-Ahora viene mi revancha, pequeña traviesa

Y nuevamente nos perdimos en un mundo donde solo existíamos nosotros, explorando los límites del deseo y la intimidad. Cada encuentro era como un lienzo en blanco donde pintábamos juntos nuestras emociones más profundas. Inuyasha, con esa chispa traviesa en sus ojos, continuaba sorprendiéndome, y anticipaba con deseo lo que seguiría. En ese abrazo íntimo, dejamos que el tiempo se desvaneciera, sumergidos en la dicha de estar juntos.

……….

Desperté por segunda ocasión ya casi iba a dar las 11:00 de la mañana. Me levanté con cuidado, pero Inuyasha me tomó por las muñecas y me atrajo hacia él.

-¿Pensabas escapar?

-Amor, ya es tarde. Preparé algo rápido para comer, ¿De acuerdo?

-Mmm no. -se quejó como niño pequeño- Mejor nos bañamos y salimos a comer a algún lado.

-Me encanta la idea. -Sonreí y él me besó-. ¿Te quieres bañar primero?

-Kag, debemos cuidar el agua. -lo miré confundida por su comentario-. Mejor nos bañamos juntos.

-Ah, no señor. Nos bañaremos por separado. -Sentencié-. Eres capaz de querer hacerlo en el baño, y así nunca saldremos de esta habitación.

-Realmente esa era mi intención. Pero podemos dejarlo para otro día.

-Inuyashaaa -me quejé entre risas.

Muy a mi pesar, salí de la cama. Nos bañamos por separado, nos vestimos y salimos a comer. En el trayecto todo era risas, la conexión que había entre nosotros creció mucho más con nuestros encuentros pasionales.

Llegamos a un pequeño restaurante muy acogedor con mesas de madera y sillas cómodas, decorado con toques rústicos y detalles florales que añadían un encanto especial. Las luces tenues creaban una atmósfera cálida, y el suave murmullo de conversaciones y el aroma tentador de la comida llenaban el aire. Nos acomodamos en un rincón privado, sumergiéndonos en la ambientación del lugar.

-¿Te gusta? -preguntó al ver mi rostro sorprendido.

-Es bellísimo -dije sin dejar de admirar cada rincón de dicho lugar

El mesero que nos atendió fue muy amable, tomó nuestros pedidos y en poco tiempo ya estábamos disfrutando de exquisitos platillos que deleitaban nuestros sentidos. La conversación fluyó entre risas y miradas cómplices, creando un momento especial en aquel acogedor restaurante. La combinación de buena compañía y sabores deliciosos hizo que la velada fuera inolvidable.

Sin embargo, una voz desconocida para mí, pero conocida para Inuyasha interrumpió aquel agradable momento.

-Al fin vuelvo a verte, Inuyasha. -dijo con un poco de resentimiento en su voz-. Y por lo que veo estás con tu nueva conquista. -Me miró despectivamente. La sangre me hirvió al escuchar la forma en que se refirió a mi.

-Kikyo, ¿Qué estás haciendo aquí?

Inuyasha la miró con seriedad, y en ese instante, una corriente de tensión llenó el aire, anticipando que este encuentro inesperado podría cambiar el rumbo de las cosas.