Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.
Corrige tus errores y sonríe al futuro.
08: Los Hombres son estúpidos. Atte.: Penélope Jackson.
(Y Atenea anda de pervertida con mi tía Atte.: Palas)
A la mañana siguiente, Chiron me trasladó a la cabaña tres.
No tenía que compartirla con nadie. Tenía toda una habitación para todas mis cosas: el cuerno del Minotauro, un set de ropa de repuesto, y una bolsa de aseo. Me sentaba en mi propia mesa, seleccionaba todas MIS actividades, mandaba apagar las luces cada vez que me daba la gana, y no escuchaba a nadie más.
La cabaña once estaba demasiado alterada y nerviosa como para tener clase de espada conmigo después de lo que le había hecho a la gente de Ares en los bosques, así que mis lecciones con Luke resultaron ser de uno-en-uno. Él me empujaba más fuerte que nunca, y no temía que me contusionara en el proceso. —Vas a necesitar todo el entrenamiento que puedas conseguir, —prometió, mientras trabajábamos con espadas y antorchas encendidas. —Ahora vamos a intentar ese golpe de decapitar a la víbora otra vez. Diez repeticiones más.
Thalía se encargaba de enseñarme a atacar y bloquear ataques con lanzas y, al igual que Luke, ella también me presionaba bastante.
Annabeth siguió enseñándome griego por la mañana, pero ella parecía distraída. Cada vez que decía algo, me fruncía el ceño, como si la hubiera atizado entre los ojos. Después de las lecciones, ella se alejaba hablando para sí misma: —Buscar... ¿Poseidón? ... ¿De nuevo?... Ella jamás me aceptará...
Ante esto, Atenea se pasaba una mano por la cara y observaba con enfado y disgusto a su hija... Para luego sonreírme, acercarse y besarme, mientras yo leía en voz alta, los pergaminos y libros en griego antiguo, bajo su supervisión directa. Pronto, comprobamos que, al igual que en la línea de tiempo pasada, el latín se me daba sin problema alguno. —Curioso que... —se quedó en silencio por un instante, mirándome de arriba abajo, una sonrisa arrogante apareció en mis labios, cuando noté que se me quedaba mirando los pechos. Cuando me miró al rostro, yo volví a mi seriedad — ¿Segura eres hija de Poseidón y no de Neptuno?
—Es lo mismo que en la línea de tiempo pasada, nena. —dije yo, encogiéndome de hombros y ella me miró fijamente, prestándome toda la atención del mundo. No sé si ella estaba viendo la lanza que yo hacía bailar en mi mano derecha, con mis agiles dedos o no. —Mamá no vio a Papá como Poseidón o Neptuno. Sino como una amalgama, como lo que él era realmente: Su esencia como dios del mar, soy... Grecorromana. El campamento me dejó entrar, no por ser una Semidiosa y ya, sino por reconocerme como hija de un dios griego, pero mi latín es estupendo.
—Veamos que puede más, mi amor. —dijo ella, colocándose en posición de batalla, con su lanza. — ¿El instinto de una diosa y de su padre divino o los años que cargo encima y mi habilidad de haber entrenado con una lanza, por más de tres mil años? —la imité, colocándome en posición de batalla y chocamos lanzas de frente.
Estocadas al frente, hacer girar la lanza, para desviar la de Atenea, mantenerme cerca de ella, bailar con la lanza en manos. No era solo cosa de lanzar estocadas al frente e intentar encajar la punta en su corazón, era mover la lanza, como si empuñara una espada. Una espada más larga, que podía incluso cortar la piel de mi enemigo o encajarle un buen golpe, cuando menos se lo esperara.
¿Estaba yo realmente, entrenando con Atenea, en lugar de Minerva?
Y lo pregunto, por la fuerza de sus golpes, cada vez que debía de protegerme con el escudo y agradecer que ella me hiciera entrenar con una pechera o en caso contrario, ya sería filete a la Penny.
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Pasaron dos semanas (y media) más y estaba aquella tarde, después del almuerzo, entrenando esgrima con Clarisse, cuando Grover trotó a vernos, se veía nervioso. —Atenea quiere verlos a ambos.
— ¡A buscar el Rayo, se ha dicho! —pronunció Clarisse sonriente. Yo le había prometido que, esta vez, ella vendría conmigo y el año que venía, se quedaría, mientras que iríamos Annabeth, Thalía y yo a buscar el Vellocino de Oro, al Mar de los Monstruos, cuando fuera el momento de salvar al Grover Travestido.
—El Rayo y el Casco del tío Hades —la corregí, los ojos de mi novia rubia y fuerte, se abrieron, al igual que su quijada.
— ¿DESAPARECIÓ TAMBIÉN?! —chilló Clarisse con incredulidad y ya no se veía tan segura de querer venir.
— ¿Crees que un Consejo Olímpico, que SABE lo que va a pasar en el futuro, permitirá que les roben de nuevo? —le pregunté yo —Hasta donde yo lo sé, el Consejo ha hecho las cosas distintas.
Clarisse y Grover asintieron y nuestro amigo cabrío contestó a eso. —Zeus realmente escucha al Consejo, tiene a todo un harén... bueno en realidad: Los dioses tienen cada uno un Harén en el Olimpo, excepto... algunas de ellas son tus...
—Mis esposas. —dije yo sonriente y una brisa cálida nos alcanzó, mientras comenzábamos a caminar, hacía la Casa Grande —Yo también estoy en el Consejo dentro de la teoría, Grover. No lo olvides.
A diferencia de la última vez, cuando era Perseo Jackson y miré al cielo, por encima de Long Island Sound, en esa ocasión, el cielo me había parecido una sopa a punto de hervir. Recuerdo haberlo comparado con: "Una cortina de lluvia venía en nuestra dirección." Todavía recordaba, las nubes negras y cargadas de agua de lluvia y relámpagos, las cuales parecían parecían estar acercándose a nuestro valle, sellándonos como una tapa de ataúd. En esta ocasión, eran solo unas pocas nubes de lluvia, pero no era necesariamente, que se nos acercaran. Me sorprendí, al ya encontrarnos junto a Quirón, quien jugaba al parqués, con la tía Hestia, Annabeth y unas sonrientes Thalía y Atenea. Esta última, se sentó y tomó la posesión de otros naipes. —Estoy asombrado, por tu control de la situación, al verte rodeada de tantos enemigos, durante el Captura la Bandera, Penny. —dijo Quirón sonriente y quise pensar, que me hubiera elogiado igual, si el idiota de Luke, no hubiera soltado el Sabueso del Infierno, en la anterior Línea de Tiempo. —He recibido un mensaje de parte del Consejo Olímpico —Y me entregó la carta, para que yo la leyera.
«Estimado Quirón.
Tanto el Rayo Maestro de Zeus, como el Casco de Oscuridad de Hades, han sido robado bajo nuestras propias narices.
Alguien ha burlado la seguridad, construido por Hefesto y diseñado por Atenea.
Es nuestro deseo, que Thalía Grace y Penélope Jackson (junto a otra persona de su elección), busquen los instrumentos y los devuelvan al Olimpo.
Atte.: Zeus, Hera, Poseidón, Anfitrite, Deméter, Atenea, Ares, Hefesto, Artemisa, Afrodita, Perséfone y Hades.
Gran Consejo Olímpico»
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—El Rayo Maestro de Zeus... ¿Y el Casco de la Invisibilidad de Hades?, ¿Me estás diciendo, que han burlado un sistema de seguridad de Hefesto y Atenea? —Pregunté, bajando los ojos de la carta y mirando a Quirón. —Malditos sean, malditos sean... —comencé a gruñir frustrada, sujetándome el cabello, a punto de arrancármelo a mechonazos — ¡¿Por qué el género masculino, tiene que tener un testículo por cerebro, en lugar de un cerebro orgánico, como nosotras las mujeres?! ¡Montón de idiotas! ¡Una pensaría, que después de LA ÚLTIMA VEZ, tendrían un mejor sistema de seguridad! No uno que da pena y risa. —Varios rayos estallaron en el cielo, el mar se alteró, la tierra se calentó y yo me crucé de brazos desafiante, mirando hacia el cielo. — ¡NIEGUENMELO! —Les reté.
Silencio y, repentinamente, las nubes de tormenta se fueron.
—Solo el Oráculo puede determinarlo. —Chiron acarició su barba erizada, mirándome fijamente. — ¿Qué mejor ofrenda de paz, puede haber, que la primera hija de Poseidón, en más de seis décadas, le devuelva las propiedades de Zeus y Hades? Supongo entonces, que irán Thalía, Grover, Clarisse y Penny. —las cuatro asentimos. —Entonces, sube a ver al Oráculo, Penny.
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En cuatro tramos de subida, la escalera terminó bajo una trampilla verde. Tiré de la cuerda. La puerta se abrió hacia bajo, y una escalera de madera ocupó su lugar estrepitosamente. El cálido aire proveniente de arriba olía a moho y a algo más… un olor que recordé de las clases de biología. Reptiles. El olor de las serpientes. Contuve la respiración y subí. La buhardilla estaba llena de porquerías de héroes griegos: la armadura estaba cubierta de telarañas; los escudos, una vez relucientes y brillantes, estaban picados de roña; viejos baúles de cuero cubiertos con etiquetas adhesivas que decían, ITHAKA, LA ISLA DEL CIRCE, y TIERRA DE LAS AMAZONAS. Una gran mesa repleta de tarros de cristal llenos de cosas encurtidas—garras peludas cortadas, enormes ojos amarillos, y otras partes diferentes de monstruos. Un trofeo montado y cubierto de polvo en la pared parecía la cabeza de una serpiente gigante. En la placa se leía: CABEZA DE HYDRA #1, WOODSTOCK, N.Y., 1969.
En la ventana, sentada en un taburete trípode de madera, estaba una bella mujer a quien reconocí: Era Mary Castellan, la madre de Luke, pero... parecía tener unos veinte años o algo así. Ella me dio una sonrisa. Y caí en la cuenta de que, en esta línea de tiempo, ella no fue maldecida, ella era el Oráculo y no la momia. Dentro de mi cabeza, escuché una voz, deslizándose por un oído y enroscándose alrededor de mi cerebro: «Soy el espíritu de Delphi, la oradora de las profecías de Phoebus Apolo, la asesina de la poderosa Python. Acércate, buscadora, y pregunta.»
— ¿Qué debo hacer, para superar la prueba que tengo delante de mí? —Pregunté con profesionalismo.
Volvió a hablar en mi mente. «Los dioses te ponen a prueba y la primera de ellas, la encontrarás en un arco en el oeste, la segunda, ante un dios sádico: Una prueba aún más dura y en la tierra de los muertos y en lo alto de los cielos, tu valía probarás.»
—Gracias: Sra. Castellan, gracias Delphi —dije y descendí por la trampilla, ella me despidió con la mano y se puso a dibujar algo. Llegué a donde estaban las diosas, Quirón y las semidiosas, esperándome. —El espíritu de Delphi dijo literalmente, que: Los dioses me ponen a prueba y la primera de ellas, la encontraremos en un arco en el oeste: El arco Gateway, también llamado: La Puerta del Oeste. La segunda, ante un dios sádico: Ares. Y que tendremos una última prueba aún más dura: Tanto en el Inframundo, como ante el Olimpo. Ella dijo literalmente: «(...) y en la tierra de los muertos y en lo alto de los cielos, tu valía probarás.»
— Muy bien, Penny. Pero debes saber esto: Nunca antes, había escuchado una profecía más clara y más lógica. —me dijo con firmeza y yo asentí —Vayan a empacar —nos miramos y fuimos cada una, a su cabaña.
O al menos, yo intenté dirigirme a la mía, porque Atenea me agarró por el cuello de la camiseta, me hizo girarme para verla y me dio el beso más candente, que jamás había recibido en años, introduciendo su lengua en mi boca, permitiéndonos que nuestras lenguas bailaran unos instantes, antes de soltarme y permitir que me fuera.
No me tomó mucho tiempo empacar. Decidí dejar el cuerno de Minotauro en mi cabaña, lo cual me dejo sólo una muda de ropa en una mochila pequeña. Mantendría mis dos armas, encima conmigo, en todo momento. La tienda del campamento me prestó cien dólares en dinero mortal y veinte dracmas de oro. Eran las monedas acostumbradas: tan grandes como las galletas de las niñas exploradoras y tenía varias imágenes de dioses griegos estampadas en un lado y el Edifico del Empire State en el otro. Sabíamos que las monedas podrían ser útiles para las transacciones no mortales y comunicación. Los Denarios daban el más grande asco, si se trataba de comunicación a distancia. Él nos dio a las tres, dos cantimploras de néctar y una bolsa Ziploc llena de Ambrosía, para ser utilizados sólo en casos de emergencia, si resultáramos gravemente heridas. Esta era comida de dioses, Quirón nos recordó. Nos curaría de casi cualquier lesión, pero era letal para los mortales. Demasiado de esto pondría a un media-sangre muy, muy caliente. Una sobredosis nos quemaría, literalmente.
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Dijimos adiós a los otros campistas, tomamos un último vistazo a los campos de fresas, el océano, y la Casa Grande, luego subimos la Colina Mestiza.
Quirón nos estaba esperando en su silla de ruedas. Junto a él estaban Argos, vestido como chofer y junto a la camioneta. Además de Atenea y Palas, quienes nos sonreían y nos deseaban ánimos. —Buena suerte chicas, que Lady Tique, las bendiga —alcanzó a decirnos Quirón, antes de que la bomba estallara y comenzara el espectáculo.
Subimos a la camioneta y escuchamos a Palas, gritarle a Atenea. — ¡¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN DESCARADA?!
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Atenea a la defensiva, dando un paso atrás, sin haberse esperado que su hermana adoptiva, le gritara (aparentemente) de la nada. Argos encendió el motor.
Argos se interesó en la conversación, pues no avanzó. — ¡NO CREAS QUE NO VI, COMO LE HAS COMIDO LA BOCA A MI TÍA Y LE MASAJEABAS EL CULO, COMO "DESPEDIDA DE BUENA SUERTE", ANTES DE QUE FUERAN A EMPACAR SUS COSAS, PERVERTIDA! —Argos negó con la cabeza y avanzó, alejándose de la Colina Mestiza, llevándonos lentamente, hacía la ciudad.
