Nota: Fanfic beteado por 23_Juliet. Muchas gracias, Betasategui :) No sé si alguien va a leer esta historia, jajaja, pero si por casualidad estás leyendo esto y te gusta el universo de The Leyend of Zelda, pásate por su perfil para descubrir fics maravillosos.
El salón del hotel ocupaba gran parte de la planta baja del edificio. Desde la entrada ni siquiera podía adivinarse el fondo de la habitación, y los techos eran tan altos que las lámparas parecían flotar en un cielo blanco inmaculado. Era una estancia inmensa, pero había tanta gente concentrada allí dentro que para Owen resultaba casi claustrofóbico.
Era la tercera vez que le invitaban a otra de aquellas aburridas fiestas que la corporación Masrani organizaba un par de veces al año. De esa forma homenajeaban a los inversores, al mismo tiempo que forjaban nuevas alianzas económicas con los representantes de las grandes fortunas que acudían atraídos por la promesa de un negocio seguro y lucrativo. Las dos veces anteriores había sido fácil eludir el compromiso de tener que hacer acto de presencia (cuatro velocirraptores recién nacidos primero y cuatro velocirraptores adolescentes después fueron dos buenas razones para permanecer en su puesto de trabajo), pero cuando un par de semanas antes llegaron las invitaciones reservadas a los miembros de InGen, Hoskins dejó muy claro que tanto él como Barry tendrían que asistir a la fiesta. Después de todo, InGen también necesitaba despertar el interés de los inversores, y nadie mejor que ellos para convencer a los empresarios de la capacidad potencial de esos animales para convertirse en un negocio rentable.
Owen aceptó ponerse traje y corbata, pero se prometió a sí mismo que no diría nada que pudiera poner en riesgo el bienestar de sus velocirraptores, que hasta el momento estaban muy lejos de convertirse en otra atracción del parque.
Resignado, dio un sorbo a su copa de champán antes de coger otro de los canapés ridículamente pequeños que alguien había considerado apropiado servir a modo de cena durante aquella velada.
–Vamos, tío, no está tan mal.
Barry debía haberse dado cuenta de su mueca de desagrado mientras masticaba, porque se había acercado a la mesa del buffet para burlarse de él al mismo tiempo que se llevaba a la boca otro de aquellos aperitivos diminutos.
–¿Qué hacemos aquí?
–Socializar, ¿no lo ves? –Dijo, sonriendo con sorna mientras señalaba con la mirada a todas las personas que les rodeaban, que charlaban entre ellas como si ni siquiera hubieran reparado en su presencia.
–Esto es ridículo.
Owen apuró la copa para luego dejarla encima de la mesa, sin detenerse a pensar en ninguna clase de protocolo.
–Al menos hay barra libre.
–Si Hoskins piensa que va a conseguir algún cheque hablando con esta gente es que ha perdido la cabeza.
–Todos los dinosaurios necesitan sus inversores. Y nuestras chicas ni siquiera venden entradas.
–No están listas para ser una atracción.
–A Hoskins no va a preocuparle eso cuando decida que la investigación de InGen no tiene aplicaciones de las que se pueda sacar alguna rentabilidad.
–Hoskins es militar. No le interesa el dinero.
–A todo el mundo le interesa el dinero.
Owen se quedó pensativo un momento, reflexionando sobre las palabras de su amigo. Incluso Hoskins trabajaba para alguien, alguien que pagaba su sueldo y el de todos los que, de un modo u otro, conformaban el proyecto que había dado vida a sus animales.
–¿Dónde se ha metido, por cierto? –Preguntó, buscándole con la mirada entre la multitud.
–No lo sé. Y no me importa, francamente –Contestó Barry, que había devuelto su atención a la mesa de la comida.
–Ah, ahí está, hablando con… –Owen se interrumpió en cuanto se fijó en la acompañante de su superior– ¿Quién es esa?
Después de escoger cuidadosamente varios canapés, Barry se dio la vuelta y buscó a Hoskins siguiendo la mirada de Owen. Enseguida le localizó varios metros por delante de ellos.
–¿No sabes quién es? –Le preguntó, extrañado, con la boca llena.
–No.
–No me puedo creer que no sepas quién es.
–No lo sé.
–Es Claire Dearing. Uno de los altos cargos de Masrani.
–¿Claire Dearing? ¿Esa es Claire Dearing? –Preguntó, algo aturdido mientras trataba de encajar la imagen de la mujer que estaba viendo con el nombre que tantas veces había escuchado durante los casi dos años que llevaba trabajando en la isla.
–En carne y hueso.
–¿Tú la conocías?
–Todo el mundo la conoce. Si bajaras al parque alguna vez la habrías visto.
Owen pensó que su amigo tenía razón, porque si se dejara ver más por el parque le hubiera resultado imposible no haber reparado en ella: pelirroja, alta, elegante, increíblemente atractiva y con un aura de seguridad propia de una persona que no se deja intimidar por nada ni por nadie.
Había oído muchas cosas acerca de ella, la mayoría no demasiado buenas. Los trabajadores la describían como una mujer implacable y exigente, y la acusaban de ajustar los presupuestos de los animales como si el dinero saliera de su propio bolsillo. Lo más amable que había escuchado era que gracias a ella la directiva había cerrado múltiples acuerdos que, directa o indirectamente, habían terminado beneficiando a todos los sectores de parque. Owen siempre se la había imaginado como una especie de robot, sin rostro ni personalidad. Una máquina de hacer de dinero que, por suerte, no tenía nada que ver con el proyecto para el que él trabajaba.
Sin darse cuenta, se encontró a sí mismo observándola casi fascinado, y tenía que admitir que era la clase de mujer que, en otras circunstancias, habría llamado su atención.
–¿Miras a Hoskins o la miras a ella? –Barry se había dado cuenta de que no podía apartar los ojos del lugar en el que se encontraban, y ahora se burlaba de él con una sonrisa socarrona en su cara.
–Creo que la está molestando, ¿no te parece?
Owen no quería reconocer ante su amigo que efectivamente aquella mujer había despertado su interés, pero también había reparado en que, a pesar de su saber estar, era evidente que la conversación con su jefe no la estaba haciendo sentir demasiado cómoda. La forma en la que cruzaba los brazos sobre su pecho, su manera de desviar la mirada y cómo retrocedía discretamente cada vez que Hoskins trataba de acortar la distancia entre ambos, todo eran señales de desinterés que Owen podía identificar con facilidad.
–Hoskins molesta a todo el mundo.
–¿Crees que debería ir y librarla de él? –Se preguntó, sin poder dejar de mirarla.
–No te lo aconsejo.
–¿Por qué no?
–No es una buena idea, créeme.
–Voy a acercarme.
–Les cabrearás a los dos.
–A Hoskins tal vez.
–Tú mismo, pero no digas que no te lo advertí.
Sin darse tiempo para arrepentirse e intentando que las palabras de Barry no le afectaran demasiado, Owen caminó a través del salón hasta llegar junto a ellos. Claire fue la primera en verle, y le observó apenas un segundo antes de devolver la mirada a su interlocutor, que también reparó en su presencia rápidamente.
–Lamento interrumpir –Dijo Owen sin rodeos en cuanto tuvo la atención de su jefe– Señor, alguien pregunta por usted.
–¿Qué? ¿Quién? –Hoskins reaccionó con interés, y Owen contuvo la sonrisa.
–No lo sé, pero parecían muy interesados en encontrarle.
–Demonios. Gracias, Grady. Un placer, señorita Dearing.
Claire sonrió brevemente, y Owen notó que no era una sonrisa real, sino pura cortesía. Una parte de él se sintió satisfecho consigo mismo, seguro de haber acertado. Ambos observaron cómo Hoskins se alejaba y, una vez solos, el silencio comenzó a hacerse palpable rápidamente. Owen la miró a los ojos por primera vez, pensando que era todavía más guapa de lo que había creído mientras la observaba desde la distancia. Sonrió antes de dirigirse a ella por fin.
–Supongo que ya ha tenido suficientes historias sobre el ejército por esta noche.
Ella se limitó a mirarle sin decir nada, pero Owen reaccionó ágilmente para no perder la oportunidad de hablar con ella.
–Owen Grady –Se presentó, tendiéndole una mano.
–Claire Dearing –Le dijo por fin, vacilando un momento antes de aceptar el saludo y permitir que él le estrechara la mano– ¿Qué le hace pensar que no estaba disfrutando de la compañía?
–Bueno, es Hoskins –Rio– Y soy bueno leyendo el lenguaje corporal.
–De modo que me estaba observando.
–Parecía incómoda.
–¿Y pensó que era buena idea venir e interrumpir una conversación?
–Soy un caballero.
–Un caballero de modales cuestionables. No necesito que nadie me rescate, señor Grady –Le recriminó, sin poder ocultar del todo una pequeña sonrisa, y Owen se dio cuenta de que no parecía realmente molesta. En realidad, lo único que le transmitía su actitud era que, de alguna manera, se estaba divirtiendo.
–Estoy seguro de eso –Le contestó, sonriendo también.
Después de aquello, Claire volvió a observarle atentamente. Y por un segundo Owen creyó que iba a dar por finalizada la conversación, pero entonces le sorprendió iniciando de nuevo el diálogo.
–No recuerdo haberle visto nunca por el parque.
–No trabajo en el parque.
–¿Y qué hace aquí?
–Trabajo para InGen.
–Entonces trabaja con Hoskins.
–Me temo que sí.
–¿Y qué piensa hacer cuándo descubra que en realidad no hay nadie buscándole?
–Oh, estoy seguro de que acabará encontrado a alguien que le busque. Y mientras tanto, usted puede seguir disfrutando de la fiesta.
–Y supongo que esperará que le dé las gracias –Dijo, sonriendo de la misma forma contenida, como si no quisiera que él diera nada por supuesto.
–Nah, me basta con esa sonrisa.
Claire entornó los ojos, pero por un segundo fue incapaz de disimular una sonrisa real.
–¿Qué hace exactamente para InGen? –Preguntó, y Owen no pudo ocultar su satisfacción, no sólo porque aquella mujer quisiera seguir hablando con él, sino porque le había hecho la pregunta exacta para poder impresionarla.
–Trabajo con los velocirraptores.
Entonces hubo un momento de silencio, y Owen advirtió de pronto un cambio en la expresión de Claire, cuyas facciones se tensaron involuntariamente. No tuvo tiempo de hacer nada al respecto, porque ella pareció recomponerse enseguida.
–¿Es biólogo, genetista...?
–Soy su entrenador.
–No sabía que los velocirraptores pudieran entrenarse.
–Es lo que intentamos averiguar.
–Les deseo suerte.
Claire hizo el amago de retirarse y su última frase empezó a sonar como una despedida. Aunque no entendía el motivo, Owen podía darse cuenta de que ella había empezado a marcar las distancias, y trató de recuperar terreno antes de perderla definitivamente.
–Debería pasarse a verlas alguna vez.
–¿A quién?
–A las chicas. Los raptores –Aclaró– Son impresionantes.
–No lo dudo, pero me temo que Masrani no tiene nada que ver con ese proyecto.
–Puede pasar cuando quiera, no hace falta que sea en nombre de la compañía.
Y a pesar de que en ese momento Owen le ofreció su mejor sonrisa, Claire volvió a reaccionar con cierta frialdad, utilizando la misma sonrisa cortés que había empleado con Hoskins tan sólo unos momentos antes.
–Estoy muy ocupada, señor Grady. Ahora, si me disculpa, todavía hay mucha gente con la que tengo que hablar esta noche.
–Por supuesto –Owen conocía el valor de una retirada a tiempo, y se movió para dejarla pasar– Ha sido un placer, Claire –Añadió, utilizando su nombre de pila deliberadamente.
Ella se giró lo suficiente para mirarle una última vez, y Owen pudo ver perfectamente esa pequeña sonrisa contenida asomando nuevamente en su cara. Fue entonces cuando tuvo la absoluta certeza de que a pesar de todo seguía teniendo una oportunidad, aunque no sería esa noche.
La observó mientras se alejaba, sin perderla de vista hasta que finalmente se confundió con el resto de los invitados. Y se dijo a sí mismo que, de una forma o de otra, se las arreglaría para volver a verla.
