El peliplata tomó sus cosas y salió de la pequeña tienda, despidiéndose de Rin y seguido por la morena. Descendieron las escaleras hacia la calle, en donde se detuvieron.
- ¿Te veré mañana?
- Tengo práctica en el hospital - suspiró - Tal vez... cuando deba ir a buscar a Sota a tu clase.
-Entonces, supongo que será un buen día para enfermarme.
- Eres un tonto - ambos sonrieron.
Se acercó, abrazándola y con la intención de besarla, sin embargo, nuevamente, ella desvió su rostro, provocando que su beso desembarcara en su mejilla.
- Tuviste demasiada suerte hoy.
- Hm... - sonrió - No diré nada, sólo porque lo cobraré de otra manera - apretó el agarre en su cintura.
- Espero ansiosa ese día - respondió, pícaramente.
- Está más cerca de lo que crees - murmuró, depositando un húmedo beso en el cuello de la joven, el cual le arranco un pequeño suspiro de sus labios.
Se miraron nuevamente, mientras él comenzaba a alejarse y ella a subir las escaleras, en dirección a la tienda en donde su prima la esperaba.
- Me alegra que se hayan reconciliado - sonrió, al verla ingresar.
- Vaya, veo que alguien te comentó sobre nuestro pleito - se sentó al frente del mostrador.
- Debiste ver su carita, Kag... parecía un perrito mojado - pronunció con ternura.
- Inuyasha... es un excelente chico - sonrió.
- Te gusta mucho, ¿verdad?
- Bueno... un poco.
- Kag...
- ¡Ya! - elevó sus manos - ¿Qué hay de ti? Hace mucho no hablamos... sé que había muchas cosas que querías contarme.
La expresión de la castaña se contrajo, al mismo tiempo en que las palmas de sus manos se unían, demostrando un dejo de nerviosismo.
- Bueno... en realidad si... es que... no me he sentido muy bien.
- ¿Por qué?
- Yo... estoy sintiendo algo que no debo - la expresión de confusión aumentó en la joven - Me... siento atraída por... mi jefe.
- ¿Por Sesshomaru? - asintió - Bueno... es un hombre apuesto, supongo que es normal que lo veas atractivo.
- Es más que eso, Kag - desvió la mirada - Es... como si mi pecho fuera a estallar cuando él me mira... mis, mis mejillas comienzan a arder y debo esforzarme por contener mi respiración - hizo una pausa - Es la primera vez que me pasa.
- Vaya... eso es, intenso... pero, él esta...
- Lo sé - la miró, tratando de que sus ojos no se llenaran de lágrimas - Y eso es lo que más me molesta... porque, Kagura está sufriendo mucho y, me siento culpable por ver a su pareja de esta manera.
- Comprendo lo que dices, sin embargo, no es tu culpa que ellos estén en esa situación, es decir, Sesshomaru no se te ha insinuado, ¿verdad?
- ¡¿Qué?! ¡No! - movió su cabeza con efusión - Pero... por alguna razón, he comprobado que no puede sostenerme la mirada.
- ¿He?
- Tal vez soy yo la que ve cosas en donde no las hay, pero... - sonrió - He notado... que, siempre desvía su mirada, al verme sonreír.
- ¿Cómo si se pusiera nervioso? - sonrió, apoyando su mentón sobre su mano.
- Siento que estoy loca - suspiró - El señor Sesshomaru es tan... hermoso y su mirada dorada... es... ni siquiera puedo describirla.
- Hm... si no te conociera, diría que te estas enamorando.
- Error, mi querida Kag, para enamorarse, es necesario tener tiempo para conocerse, salir, charlar al menos y yo, sólo estoy allí para trabajar.
- Además de que él está comprometido.
- Exacto - se sentó detrás del mostrador - Aunque... ella no se ve feliz - suspiró.
- Y... ¿Qué hay de Kohaku?
- ¿Kohaku? - se sonrojó - ¿Por qué preguntas por él?
- Bueno... digamos que Sango me comentó... que lo escuchó hablar por teléfono, hace unas noches, con una chica que tiene tu mismo nombre
- Bu... bueno, so...somos amigos - acomodó su cabello
- ¿Sólo amigos?
- Kag - sonrió - No todas tenemos la misma suerte que tú - guiñó su ojo
- Oye, no quieras desviar el tema - rio - ¿Te gusta?
- No, bueno... es lindo, es decir, es un gran chico... nos hicimos amigos luego de la fiesta... hemos hablado por teléfono y nos hemos cruzado algunas veces en el trabajo, pero nada más que eso, sólo somos amigos
- Bien, ya me quedo claro - rio, poniéndose de pie - Iré a ducharme y vendré a relevarte... necesitas un descanso después de tanto trabajo
- Gracias - sonrió - Es muy considerado de tu parte
- Oye... Kohaku es un buen chico, no tengas miedo de conocerlo si lo deseas - sonrió, alejándose en dirección a la salida
Lo se... sé que es un gran chico, pero... no es lo mismo
Pensó, suspirando profundamente.
Caminaba en dirección a la estación de trenes con la intención de regresar a su casa. Tomó su celular, marcando el número de su mejor amigo y colocando el móvil en su oreja.
- Hola, coqueto, ¿Qué sucedió? ¿la señorita Kagome te dio una paliza y necesitas que te recoja del hospital?
- Keh... ya quisieras idiota, sólo quiero saber, si ya decidiste que harás para tu cumpleaños.
- Me extraña que preguntes eso mi querido cabecita blanca - rio - Por supuesto que lo sé, pero no logré decirte nada porque tu hermano y su socio mafioso interrumpieron mis planes.
- ¿Vas a hablar o seguirás diciendo tonterias?
- Hablé con Suikotsu y él está de acuerdo en que usemos su mansión para hacer una enorme fiesta de... disfraces.
- ¿He? ¿Disfraces? ¿Crees que tenemos 5 años?
- No comprendes, ¿verdad amigo? Sólo imagina a todas esas bellas mujeres, con hermosos trajes marcando sus hermosas curvas.
Por la mente del peliplata se cruzó la imagen de Kagome, con un sensual vestido y un maquillaje al natural, similar al de la fiesta de su hermano, lo que provocó que sus mejillas se encendieran ante los posibles escenarios que se podían desencadenar si la tuviera al frente, de esa manera.
- O, en tu caso, imagínate a Kagome, en un sensual vestido, lista para ser...
- Oye, ni se te ocurra terminar esa frase - entrecerró sus ojos - ¡Y muchos menos imaginarla de esa manera!
- De acuerdo, bestia albina, sólo invita a tu novia y dile que invite a sus amigas, primas, hermanas si tiene y a todas las mujeres que desee.
- ¿Qué hay de Sango? - arqueó una ceja - Estoy seguro de que te mataría si te escucha hablar así, además, supongo que los hombres podremos ingresar, ¿no? ya que sólo hablas de mujeres.
- ¿Qué crees? Ella será la reina de mi fiesta, pero... quiero que sea similar a la de esas películas que veíamos de jóvenes y no te preocupes por los hombres, Suikotsu se encargará de invitar a todos sus amigos de las diferentes universidades, incluso Koga y Naraku pueden ir.
- Genial, porque me muero de ganas de compartir una fiesta con ese sarnoso - pronunció con ironía - ¿Quieres que lleve a Sesshomaru también?- preguntó, sumando más ironía a sus comentarios
- No gracias, no deseo sustancias ilícitas en mi morada... o ser asesinado por un mafioso, amigo de su socio.
Aquel comentario provocó que una pseudo risa se escapara de sus labios, aunque fue bien disimulada.
- De acuerdo, le diré que envíe seguridad especial, no vaya a ser cosa que alguien quiera desquitarse contigo - se burló.
- Al menos, hasta que me den tiempo de declararle mi amor a mi bella Sango.
- ¿Amor? Jamás había escuchado esa palabra de tu boca.
- Sólo es una expresión, no te ilusiones coqueto, al único que puede serle fiel, es a ti.
- Eres un idiota - se bajó del tren - Te hablaré mañana y, oye Miroku...
- Dime.
- No pretenderás que te crea esa mentira, ¿verdad?
- ¿Cuál? ¿La que no estoy enamorado de Sango o que sólo puedo serte fiel a ti?
- Lo de Sango, no sé si la palabra correcta es amor, pero... esa chica es diferente para ti, se nota.
- Me asustas, hablaremos mañana, adiós.
- Hm - sonrió - Maldito imbécil, en algún momento deberás admitirlo.
Ingresó al edificio, dirigiéndose hacia su departamento y abriendo ampliamente sus ojos, al encontrarse con el hombre parado afuera de su puerta.
- ¿Qué haces aquí?
- Al menos podrías saludarme primero, soy tu padre, ¿Qué crees que hago aquí?
- No sabía que tenías la llave de este lugar.
- ¿Crees que Sesshomaru le regalaría un departamento a su hermano pequeño y no dejaría que nadie lo supervise?
- Tengo 24 años - gruñó, abriendo la puerta.
- Sigues siendo mi hijo - se encogió de hombros - Báñate y cámbiate, iremos a cenar con tu madre.
- No recuerdo que me hayas preguntado si quería...
- Tu madre me envió a recogerte, te extraña, quiere verte.
El peliplata desvió la mirada, suspirando profundamente, al mismo tiempo en que lanzaba sus cosas al sofá.
- Ella te lo agradecerá mucho - gritó, mientras el joven ingresaba al baño.
Extra: Caricias vacías
Bebió el último trago, de su pequeño vaso de Wisky, mientras fijaba sus ojos rojos en el techo. Se encontraba recostada en su gran cama, esperando a su prometido con la intención de sentirlo, al menos una última vez.
Oyó sus pasos a través del frio y desolado pasillo que separaba su habitación de las grandes escaleras que conectaba al living, segundos después, la puerta se abrió y sus miradas se encontraron, provocando su sonrisa.
- Hola... querido - se elevó, arrodillándose sobre la cama.
- ¿Estas borracha? - entrecerró sus ojos, desviando la mirada al pequeño vaso a su lado.
- ¿Crees que un trago de ese tamaño me emborracharía? ¿Tan poco me conoces?
- Hm - sonrió, cerrando la puerta detrás de si y acercándose a su prometía - ¿Qué deseas?
- A ti - murmuró.
Sólo quiero... tenerte, una última vez.
Posó sus ojos dorados en su cuerpo, observando cada detalle de el.
- ¿Recuerdas este vestido? - pronunció con un tono juguetón, pasando sus brazos por su cuello, atrayéndolo a la cama.
Él se arrodilló frente a ella, colocando sus manos en sus muslos, elevando suavemente la fina tela de seda. Ella suspiró en su oído, enterrando sus labios en su cuello.
Las manos del peliplata ascendieron rápidamente, llevándose consigo aquella prenda, dejándola en ropa interior, mientras ella desabotonada su camisa.
-Quiero que me toques - susurró contra la piel de su cuello, él obedeció, acariciando suavemente cada rincón de su piel - Hazme... tuya.
- Ya eres mía
Su voz grave resonó en su tímpano, provocando que su piel se erizara.
Lo era...
Pensó, llevando sus manos a la entrepierna del hombre, la cual estaba reaccionando favorablemente a sus caricias.
- Te necesito... en mi.
Aquella frase rompió con la tensión y, momentos después, se encontraba recibiendo completamente el calor del cuerpo de su prometido. Su rostro pegado a la almohada, sintiendo como él la llenaba por completo, mientras su espalda besaba el tonificado pecho de él.
La pasión no había cambiado, la manera en la que sus cuerpos danzaban en la cama, había permanecido intacta en todos sus años de relación, sin embargo, ya no era suficiente, no para ella.
El clímax los encontró en su posición favorita, aquella en la que sus piernas abiertas abrazaban su cadera, mientras sus pechos eran acariciados por su torso y la carrasposa voz de Sesshomaru, gruñía en su oído.
El momento terminó, el fuego se disipó y el silencio se apoderó de ellos nuevamente, sin embargo, ya no era como antes, ya no era doloroso.
Él se puso de pie, dirigiéndose a la ducha, mientras ella, aún desnuda, lo observaba, completamente satisfecha, porque había tomado una decisión, una, de la que estaba segura que jamás se arrepentiría.
