Capitulo X
"Cómo si fuera un sueño"
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"La ausencia hace que el corazón se encariñe… o se olvide."
Peter pan
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Bebió un sorbo de su taza de café, mientras observaba por la ventana de aquel bar. Ella se había demorado. No era su costumbre llegar tarde a sus citas. Su llamada lo había tomado por sorpresa, hacía tiempo que no hablaban. Aunque siempre se miraban los estados y se ponían "me gusta" en sus publicaciones de Instagram. Recordó la primera vez que habló con ella, fue después de la desaparición de Hikaru. Fue ella quien lo llamó, porque estaba segura de que ellas habían huido juntas. En aquel entonces, jamás hubiera imaginado las idas y venidas que iba a tener su relación de ¿Amistad? ¿Amor? ¿Sexo? Ya ni siquiera estaba seguro. La habían pasado bien en el pasado, solían sentirse diferente cuando estaban juntos, seguros, acompañados. Y es que cada uno conocía los sentimientos del otro. Por aquel entonces, sentían que nadie más que ellos podían saber lo que el otro estaba sintiendo, sufriendo. Compartieron sus penas, sus miedos, sus angustias. Pero, aun las cosas más bonitas tienen su lado oscuro. Su relación clandestina dañaba a terceros. Después de todo, esa relación acabó por terminarse, por su culpa. Él, que parecía que no sabía tener una relación sana, sin dañar a nadie. Fue cuando se dio cuenta que debía cambiar, dejar todo atrás y mirar hacia adelante. Olvidarse de esa loca idea de que Hikaru seguía con vida. Enterrarla de una vez por todas. Pero ella nunca logró dejarlo atrás. Ella siguió obsesionada con la idea de que Fuu y Himeko seguían con vida. Ella siguió esperando.
Ahora, sólo les quedaba una relación de fraternidad, de vez en cuando se hablaban, de vez en cuando se veían. Nada más que eso. Por eso le había sorprendido su llamada. Por eso le había sorprendido que le había pedido verlo en aquel bar. Aquel bar donde nació esa relación clandestina. Esa relación que hizo que ambos pierdan a su pareja estable. Un suspiro escapó de sus labios. Volvió a beber un sorbo de café, mientras los recuerdos se agolpaban en su cabeza.
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Corrió a levantar el teléfono, que llevaba varios minutos sonando. Acababa de salir de una clase, estaba sudado. Respondió con la amabilidad de siempre, mientras intentaba tomar el aliento perdido después de la corrida.
-Escuela de Kendo Shidou.
-¿Aló? ¿Es la casa de Hikaru?- dijo una suave voz al otro lado del teléfono. Satoru se sorprendió.
-Bueno, Hikaru hace años que no vive más aquí… Soy su hermano mayor, Satoru.
-Ah, hola, Satoru, un gusto… Mi nombre es Chika… Lo siento, sé que Hikaru ya no vive ahí… Sólo me preguntaba…- Satoru notó cierto nerviosismo en la joven. Ella no se atrevió a continuar.
-¿Ocurre algo? - preguntó, comenzaba a asustarse.
-Bueno… es que… desde que Hikaru viajó a Tokio no he sabido nada de ella… No ha contestado mis llamadas ni mis mensajes…
-¿Dices que Hikaru viajó a Tokio?
-¿No lo sabías? - la joven titubeó. Saturó pudo notar su nerviosismo. - ¡Lo siento! Es que ella... dijo que iría a visitarlos…
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Hasta el presente, se seguía reprochando el haberse molestado con ella. Cuando menos, hubiera podido disfrutarla el último tiempo. O quizás, hubiera evitado que pase lo que pasó. ¡Vaya hermano! Tener que enterarse de su desaparición por su compañera de la facultad.
-Satoru…- la dulce voz de la mujer lo sacó de sus pensamientos. - ¿Cómo has estado? - preguntó, mientras se sentaba en la mesa, enfrente suyo.
-Sobrevivo. ¿Tú?
-Bien, supongo…- Kuu hizo señas al mozo, para pedirle un café.
-Me llamó la atención tu llamada… Hace tiempo que no hablamos.
-Tengo algo muy importante que decirte.
-¿Pasó algo?
-¿Has sabido algo de ella? - Satoru se encogió de hombros.
-Kuu… por Dios, creí que ya lo habías olvidado…
-Satoru… él me llamo…
-¿Él?
-Brandon… ¿Lo recuerdas?
-¿El novio de Umi?- Kuu sacó su celular, buscó entre sus chats. Entonces, le mostró una foto en la pantalla.
-Mira esto…- Satoru observó la pantalla, pero no comprendió. Era un registro que indicaba fechas y horas.
-¿Qué es eso?
-Antes de desaparecer, Umi compró un departamento en el centro de Tokio. Un departamento que nunca llegó a utilizar. Para evitar que alguien, quien sea, haga uso de él, decidió instalar una cerradura con huella digital, configurada sólo para ella. Esta captura es de una página que registra las activaciones de esa cerradura. – Después de la explicación, Satoru volvió a mirar el celular.
-20 de octubre de 2023.- Abrió los ojos con sorpresa.
-¿Entiendes que es lo que significa?
-No puede ser…
-Ella sigue viva, Satoru…- Satoru tragó saliva. Eso no podía ser posible. - Si Umi está en Tokio, quizás ellas también…
-¿Por qué me dices todo esto?
-Hay algo más… Himeko está en mí casa. - Saturó abrió los ojos, sorprendido. ¿Himeko? ¿Por qué demonios no había comenzado por allí?
-¿Qué?
-Hace un par de días apareció en la puerta de mi casa… Aún no logro comprender cómo. Ella… se ve confundida, extraña… como si algo malo le hubiera pasado y estuviera en shock… le he hecho cientos de preguntas, pero, simplemente, no quiere responder… Sólo me ha dicho que Fuu está viva y a salvo…
-Kuu, todo esto que me dices… de verdad, no… no puede ser cierto. - titubeó Satoru, tratando de procesar toda esa información. ¿Acaso Kuu, finalmente, había enloquecido?
-Entonces, ¿Cómo explicas esto? - dijo, volviendo a mostrarle el teléfono. - Él vendrá… está seguro de que fue ella. Reservó un vuelo, estará aquí mañana. Además...me pasó la dirección del departamento… pero… me asusta ir allá…- Kuu bajó la mirada, apenada, tantos años buscando pistas, ¿Cómo podía dudar ahora? - Satoru, ven conmigo…
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Caminaba por las callecitas de la ciudad. Era agradable sentir un poco de libertad. No sería el mundo que algún día gobernaría, el mundo que amaba y deseaba conocer, pero, aun así, se sentía muy bien. El calor del sol sobre su piel era agradable, aunque se sentía tan diferente al astro cefiriano. Hacía un poco de frío, era una sensación que había olvidado. Por suerte había llevado consigo algo de abrigo. En su espalda tenía la mochila que había llevado desde Céfiro. Adentro, Mokona la acompañaba, oculta de los terrícolas.
Iba observando cada cosa a su camino, cual campesino que visita la gran ciudad por primera vez. Los autos que recorrían las calles llamaban su atención. Los recordaba, claro que sí. Pero habían cambiado, se habían hecho más pequeños y menos ruidosos. La gente que transitaba las calles, a esas horas de la mañana, no era mucha. Claro, era día de semana, la mayoría de los japoneses estaban en su trabajo o en la escuela. Le llamaba la atención que todos iban mirando esos aparatos. Celular. Así lo había llamado su tía. Claro. Recordó que su madre tenía uno, lo tuvo guardado en el cajón de su mesa de noche durante mucho tiempo. Pero esos aparatos eran mucho más grandes y finitos. Todo el mundo tenía uno. E iban por la calle mirando su pantalla o escribiendo en ella. Nadie se detenía a apreciar el hermoso día que hacía, ni a tomar un poco de aire fresco. Los que no iban mirando su celular, llevaban demasiada prisa.
Se detuvo al llegar a un parque. Sonrió al recordar las veces en que iba con su madre y él a un lugar similar, en Pekín. Observó los juegos infantiles con cierta nostalgia. El lugar estaba vacío. Colocó su mochila en el suelo y se sentó en un columpio. Entonces, Mokona se asomó.
-¡Mokona! Pueden verte. - dijo, al notar que salía de la mochila.
-Pupuuuuuuu.- de un salto, la criatura salió de la mochila y comenzó a caminar a su alrededor.
-Es cierto, no hay nadie aquí… pero, aun así…- Himeko sonrió al verla cantar esa peculiar canción mientras caminaba. - ¿Cómo crees que estarán las cosas en Céfiro?
-Pupupuruu.
-Es cierto… pero tengo una sensación extraña… como si algo llegará a pasar de un momento a otro… Mis padres… ¿Crees que ellos sepan…?
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-Esto es inútil, Fuu… es como buscar una aguja en un pajar. - protestó Umi, mientras seguía caminando por las calles de la metrópoli. Debe haber un lugar al que ella haya podido ir… ¿Qué tal la casa de Kuu?
-¡Tenía 5 años, Umi! Ni siquiera sabía dónde quedaba su casa. Sólo vinimos a Tokio un par de veces… ¿Cómo sabría?
-¿Ascot? - Umi volteó a ver a su amigo, con sólo su mirada, él supo que quería decirle.
-No puedo Umi… de verdad no siento nada…- Umi suspiró.
-Tal vez… deberíamos ir con la policía… Una niña sola, perdida… ¿Adónde puede ir?
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-Tokio es muy bonito. - Himeko observó los edificios que se alzaban detrás de los árboles de aquel parque. - Pero no es Céfiro… no tiene comparación… ¿Acaso sabes porque no he podido volver a atravesar el portal?
-Puuu
-¿Acaso soy yo? ¿Yo… que, en el fondo, no quiero volver? ¿Yo que… tengo dudas?… Mokona... Me siento muy triste… estoy muy confundida…- Himeko miró al cielo. En ese momento, la gema en la frente de Mokona se iluminó.
De pronto, el viento comenzó a soplar con más intensidad, al mismo tiempo que nubarrones negros comenzaban a agolparse en el cielo. Entonces, las aves que había en aquel parque, en su mayoría palomas, comenzaron a alborotarse. Volaron a toda velocidad de un lado para el otro, atacando a las personas que se encontraban por los alrededores. La niña se puso de pie, los vientos giraban a su alrededor, haciendo danzar a sus rizos dorados. Su mirada perdió brillo, quedó enfocando un punto fijo, en el cual no había nada particular que ver.
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Una ráfaga de viento llego hasta ellos, moviendo sus cabellos con delicadeza.
-Fuu… eso es…- la rubia abrió los ojos con sorpresa, al reconocer la energía de Windom en aquel viento.
-No puede ser…- susurró, incrédula. -Himeko…- sin decir más, corrió en dirección al lugar del cual provenía aquella energía, sólo guiada por su corazón. Umi y Ascot corrieron tras ella.
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-"Tu eres especial, eres fuerte… tú puedes cambiar este mundo y también al otro"- repetía una voz en su cabeza. A medida que más la escuchaba, su mirada se perdía más y más.
Detrás de ella, un hombre observaba con atención. Era alto y de un físico imponente, sus cabellos azabaches danzaban con el viento, sus ojos azules enfocaban a la niña, una sonrisa se dibujaba en sus labios. Una luz dorada lo envolvía, como si brillará con luz propia, como si tuviera un aura especial.
-El momento está próximo… pronto… cuando suenen las trompetas…
Fue cuando los vientos comenzaron a soplar aún con más fuerzas, arremolinándose alrededor de la niña. Enseguida, los fuertes vientos se convirtieron en un potente tornado, que comenzó a hacer estragos a su paso. La gente comenzó a huir, buscando algún refugio que les permita estar a salvo de la furia de Windom.
Fuu llegó a tiempo para ver aquella demostración de poder. Se detuvo en seco al verla, en medio de la tormenta de viento que ella misma había creado, y que había podido sentir a varias cuadras de distancia. No daba crédito a lo que sus ojos veían. Sabía que sus poderes podían llegar a ser destructivos, que su hija era aún más poderosa que ella, pero ¿En Mundo Místico? ¿Cómo podía ella tener todo ese poder allí?
Umi y Ascot llegaron minutos después de ella, deteniéndose por detrás.
-No puede ser…- dijo Ascot, al ver a la niña.
Umi sintió que se le helaba la sangre. Recordó las palabras de su esposo. Después de todo, estaba en lo cierto, ella podía llegar a ocasionar una catástrofe, aún en Mundo Místico. Debían sacarla de allí lo más pronto posible. Observó su rostro, su mirada parecía pedida, sin brillo, como si se encontrará bajo un hechizo, un hechizo como los que hacía Kasumi.
-Fuu… ¡Debemos detenerla! - gritó, pero no recibió respuesta de su amiga, la rubia estaba paralizada. Con cierto esfuerzo, Umi comenzó a acercarse a la niña.
-¡Espera, Umi!- Ascot intentó detenerla, pero ella no le prestó atención. Ya una vez había logrado detenerla, ¿Por qué está vez sería diferente?
El hombre que se encontraba detrás de Himeko sonrió. Hizo un rápido movimiento con su mano derecha, como si quisiera apartar algo. Segundos después, Himeko realizó el mismo movimiento con su mano derecha, como si de su marioneta se tratara. De ese modo, una ráfaga de viento golpeó a Umi, lanzándola contra un árbol que estaba a varios metros de allí.
-¡Umi!- Ascot corrió hacia ella. Entonces, Fuu reaccionó. Miró a su amiga, al parecer el golpe que había recibido había sido fuerte. Volvió a mirar a su hija. Algo no estaba bien en ella, estaba en una especie de trance, como no sabiendo lo que hacía. ¿De qué otro modo podía hacerles daño?
-¡Himeko!- gritó, intentando hacerla reaccionar. - ¡Himeko, ¿Puedes oírme?! Sé que si… sé que estás ahí… por favor, ¡Detente! - Algunas lágrimas cayeron de sus ojos. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Luchar contra su propia hija? Levantó su mano derecha, bien alto. - ¡Viento protector! - gritó, convencida de que sus poderes no le faltarían, aunque ya no estuviera en Céfiro. Después de todo, si su hija podía, ¿Por qué ella no?
Y así fue. El viento protector de Windom la rodeó, entonces, pudo acercarse a ella sin riesgo de correr la misma suerte que su amiga.
-Hime, por favor, reacciona…- dijo, mientras lloraba amargamente. - ¡Debes detenerte! Mira a tu alrededor, yo sé que tu no quieres hacer esto… que no quieres dañar a nadie… Tú eres… eres incapaz de hacerle daño a alguien… sólo recuerda, princesa… recuerda cuánto amas a Mundo Místico, y a las personas que aquí viven… recuerda cuánto soñaste con que el portal se vuelva a abrir…
Una lágrima cayó de los ojos de Himeko, al mismo tiempo que sus ojos comenzaban a recuperar el brillo perdido y la intensidad de los vientos comenzaba a disminuir. Entonces, aquel hombre decidió que era momento de la retirada.
-¿Mamá? - los ojos de Himeko de llenaron de lágrimas al ver a su madre frente a ella. Fuu no dijo nada, solo la abrazo con fuerza.
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Al cesar los vientos, la gente comenzó a salir a las calles. Los destrozos eran evidentes, ramas y árboles caídos habían causado el destrozo de cientos de autos, toldos y carteles se habían desprendido, incluso algún que otro techo había caído.
Aun temblaba. Jamás en su vida había presenciado vientos de semejantes velocidades. Tokio era zona de terremotos. De vez en cuando, alguna tormenta con vientos intensos. Pero los tornados no eran un fenómeno común en las grandes ciudades. Llamó a la escuela de sus hijos, asustada. Saber que estaban a salvo la dejo un poco más tranquila. Luego llamó a su casa, necesitaba saber cómo estaba Himeko. Pero allí nadie contestaba.
-Ya cálmate… quizás el viento cortó las líneas telefónicas…- dijo Satoru, tratando de calmarla. Pero sus nervios estaban de punta.
-Debo asegurarme de que está bien…
-Creí que querías ir a ese departamento…
-Eso puede esperar. Satoru, llévame a mí casa, necesito ver a Himeko
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-¡De verdad no entiendo en que estabas pensando! - Ferio caminaba, molesto, de un lado al otro de la sala. Himeko estaba sentada sobre el sofá, abrazando a Mokona, quien estaba sobe sus rodillas.
El rey y Hikaru habían llegado a aquel parque, guiados por la energía de Windom, después de que Fuu había logrado hacer reaccionar a la niña. Los demás guardaban silencio ante los regaños reales.
-¡Cruzar el portal y traer a Mokona contigo! - suspiró, haciendo una pausa como para tomar aliento, como para entender. - Dime ¿Cómo? ¿Cómo lo has hecho? ¡Está vez si has ido demasiado lejos!
-Hermano…- Ascot se acercó a él, colocó la mano sobre su hombro. – Ya es suficiente…- Ascot miró a Himeko, como indicándole que él haga lo mismo. Fue entonces que reparo en la niña. Los ojos llorosos, la miraba enfocando algún punto del suelo, abrazaba a la criatura como si tuviera miedo. El corazón se le estrujó. Quizás estaba siendo demasiado duro con ella. Hikaru y Umi permanecían a un costado de la sala, al margen de la conversación.
-Yo… lo siento…- dijo, la niña. Pero en ningún momento levantó la vista del suelo. Estaba realmente avergonzada. - No sé qué fue lo que pasó… ni siquiera sé cómo… como…
-Lo único que me importa ahora, Hime, es saber que estás bien…- continuó Ferio. - Nos preocupamos mucho por ti…- de repente, Himeko se sintió mucho más culpable. – Pero… todo ese desastre que ocasionaste… puede traer consecuencias…
-Lo siento, Himeko…- intervino Fuu.- Sé cuánto deseabas que el portal se vuelva abrir, cuánto deseabas venir a Mundo Místico… pero debemos volver…- Himeko abrió los ojos. Volver. Era lo que había deseado desde el primer día, quizás, su madre si pudiera abrir el portal. Pero, ahora que ella estaba ahí…
-Mamá… creí que tú también deseabas volver…- Fuu suspiró… hacía 10 años hubiera dado lo que sea por volver, pero ahora… A decir verdad, prefería seguir así, sin saber de Mundo Místico, sin saber de aquellos a los que había llamado familia.
-Hime, no podemos permanecer aquí… es peligroso… más aún después de lo que pasó… si alguien llegara a reconocerte
-¿Cómo podrían?
-Las cosas aquí no son como en Céfiro… de seguro la noticia ya salió en todos los medios…
-Pero mamá…
-Ya basta, Himeko, tu madre tiene razón… en cuanto anochezca volveremos…
-Mamá… por lo menos podrías ver a la tía Kuu… ella se preocupó mucho por ti. – Fuu abrió los ojos hasta que casi se salieron de sus órbitas.
-¿Has visto a Kuu?- preguntó, con sorpresa. - Tú… has estado con ella…- Fuu se puso nerviosa, comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación.
-Fuu, cálmate. - dijo Hikaru, acercándose a ella.
-Es que no puede ser, Himeko… tú no puedes…
-¿Qué tiene de malo, mamá?
-¡¿Es que no lo entiendes?!- Fuu se detuvo delante de su hija.
-Ella sólo quiere saber que estás bien
-¿Y qué se supone que voy a decirle? Me invadiría con preguntas… ¿Cómo se supone que voy a justificar estos 10 años de ausencia?
-Pero…
-¿Cómo? ¿Cómo fue que llegaste con ella? ¿Qué fue lo que le dijiste?
-Sólo… le dije que estabas bien…- Fuu se tomó la cabeza, y volvió a caminar hacia el otro lado de la habitación. - No puedo desaparecer así nada más…
-Himeko…- Hikaru se agachó frente a la niña. - Es que no es tan sencillo… ¿Quién sabe qué cosas han pasado en estos 10 años? Lo más probable es que nos hayan dado por muertas… no podemos, simplemente, regresar… - Himeko abrazó a Mokona con más fuerza, mientras se ponía de pie, molesta.
-¡Lo que pasa es que ustedes nunca quisieron regresar!
-Himeko…
-¡De seguro el portal nunca estuvo cerrado! ¡Sólo fue lo que ustedes inventaron para ya no volver a la Tierra! - Himeko salió corriendo y se encerró en el cuarto.
-¡Ven aquí, Himeko! ¡No hemos terminado! - gritó Fuu. Pero, antes de que pudiera ir tras ella, un fuerte temblor se sintió en el departamento. Los vidrios vibraron, los adornos y los cuadros cayeron de su lugar.
El temblor duro sólo un par de minutos, minutos que parecieron eternos.
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Tenía esa extraña sensación desde el terremoto, ya no podía sentir la energía del portal, lo único que podía sentir era esa energía oscura. Suspiró. ¿Qué pasaría si sus sospechas eran ciertas? ¿Y si el portal estaba cerrado? ¿Qué iban a hacer en Mundo Místico, sin dinero y sin trabajo? ¿Qué pasaría si quedarán atrapados allí por otros 10 años? Todos sus temores aparecieron de repente. Moriría con la sola idea de no volver a ver a su amado comandante y a sus adoradas hijas.
-¿Te encuentras bien, Karu?- preguntó la rubia, sentándose a su lado. Himeko seguía encerrada en el cuarto. Ferio estaba en el balcón. Umi y Ascot habían salido por algo de comida. Apenas habían llegado, habían vendido algunos objetos de valor que había en el departamento, de ese modo se habían hecho de algo de dinero, para alimentarse mientras estaban ahí. Por suerte, Caldina siempre solía confeccionar ropa muy del estilo terrícola, a pedido de ellas, claro. Así que el tema vestimenta lo tenían resuelto antes de volver.
-Estoy bien… sólo un poco preocupada… no sé qué tan bien se las esté arreglando Latis con las niñas.
-A mí no puedes engañarme, Hikaru… lo has sentido también, ¿Cierto?
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-El portal… ya no siento su energía. - confesó Umi a su amigo. Llevaba un par de bolsas con algunos vegetales, mientras que Ascot llevaba otras con bebidas, algunas carnes, y productos de higiene. Ascot se sorprendió.
- ¿Quieres decir que…?
- Lo único que puedo sentir es esa energía oscura… ¿puedes sentirla?
-El portal… creo que no tengo la capacidad de sentir su energía, no como ustedes. Pero… esa energía… puedo sentirla, es similar a la que sentimos en Céfiro… pero, aquí es más intensa…
-Algo va a pasar, puedo sentirlo...
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-Esta vez no es Céfiro...- Fuu abrió los ojos, sorprendida. ¿Se refería su amiga a que era la Tierra la que estaba en peligro? ¿Cómo podía ella saberlo? ¿Qué pasaría si fuera cierto?
-Pero...
-He tenido esa sensación desde la noche de la fiesta de Himeko... pero, ahora que estamos aquí, estoy segura... Pensé que algo malo iba a pasar en Céfiro... pero...- Hikaru se detuvo al oír que alguien llamaba a la puerta. Ambas se pusieron de pie. Se miraron, con sorpresa, para luego concluir que debían ser Umi y Ascot, ¿Quién más, sino? Después de todo, nadie sabía de su estancia en la Tierra, nadie sabía de la existencia de ese departamento.
-¡Umi!- gritó Fuu, abriendo la puerta. - ¡Creí que tú podías! -- La rubia se detuvo en seco al encontrarse con aquellos que llamaban a la puerta.
La mujer, de cabellos castaños ondulados, llevó sus manos a la boca, tratando de ocultar su sorpresa. La observó de arriba abajo, observó cada detalle. Era ella, tal y como la recordaba, exactamente igual que a sus 24 años, como si el tiempo se hubiera detenido para ella. Fuu dio un par de pasos hacia atrás, sin poder pronunciar palabra. Lo último que hubiera esperado (y que hubiera deseado), era encontrarse con ella en esa "visita inesperada" a Mundo Místico. Observó su rostro sorprendido, observó que tenía alguna que otra pata de gallo alrededor de sus ojos y una que otra cana que había escapado a las tinturas. Su rostro, cansado, con cierta melancolía. Detrás de ella, ese hombre. Creía haberlo visto alguna vez. Cabello castaño, ojos achinados, algunas arrugas alrededor de sus ojos y en su frente. Su físico era imponente.
-Fuu… - la mujer se abalanzó sobre ella y la abrazó, antes de que pudiera reaccionar. -No puedo creerlo, Fuu… después de tantos años, ¿acaso estoy soñando? - dijo, mientras las lágrimas caían de sus ojos.
-¿Satoru?- Hikaru se acercó, sorprendida de ver a su hermano. Sorprendida de verlo allí, de verlo con ella. ¿Desde cuándo se conocían? ¿Por qué estaban juntos? Las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, mientras que su voz se quedó atorada en su garganta.
Satoru se acercó ella, con sus ojos llenos de lágrimas. Lo observó en detalle. Esas pequeñas arrugas en su rostro, canas en su cabello, algo de panza asomando. Satoru siempre había sido el fuerte de la familia, nunca lo había visto llorar, ni siquiera cuando sus padres habían muerto. Y sin embargo…
Después de unos segundos, eternos segundos, de silencio, él la abrazó con fuerza. Ella correspondió el abrazo. Lo escuchó llorar, por primera vez en toda su vida.
Después de años y años de búsquedas fallidas, después de perder las esperanzas y recuperarlas mil veces, aquel encuentro no parecía más que un sueño. Un hermoso sueño. Pero, sólo eso, un sueño, del que, en algún momento, habría que despertar….
