"Quiero saber si escondes alguna marca de nacimiento,

Quiero saber dónde terminan tus piernas y tu amor comienza

Quiero hacer que ruedes tus ojos hasta dentro de tu cabeza

Quiero hacerte decir mi nombre una y otra vez.

Quiero hacerte mío,

Quiero tomar un mordisco

Quiero hacerte mío

¿Es eso un crimen?

Quiero hacerte mío.

Porque estás tan bien."

• ── ◦ ◦ ── •

El cristal se encontraba congelado, Draco, ante el paisaje que se desdibujaba al frente, sintió un fuerte frío, que le hizo recordar que pronto iba a tener que volver a retomar el apretado ritmo que llevó durante todo el primer semestre de clases y, no estaba del todo seguro de si iba a poder lograrlo.

Suspiró y se colocó de pie mientras se alisaba el cuello de la camisa escolar. Hace ya veinte minutos que había regresado con Pansy de su vuelta de prefectos y ahora la chica le contaba acerca de las tendencias de moda invernales que estaba ansiosa por utilizar en el colegio.

Sin embargo, Draco no podía dejar de pensar en Harry. En lo bien que se veía con aquel polerón que le regaló en navidad y la veloz audacia con la que el chico comprendió que era lo que quería decirle Draco con una mueca altiva.

"Espérame al fondo. En media hora". Harry se limitó a asentir y volteó la cabeza mientras trataba de que una tenue sonrisa no delatara lo que acababa de imaginar.

Pensaba en ir y esperarlo apoyado contra la pared, con aquel aire misterioso que le gustaba usar cuando se encontraba en completa soledad, pero antes de poder tan siquiera moverse del asiento, Pansy cerró la boca y se puso de pie, para obstruir el paso al pasillo.
—Esta vez no vas a ningún lado —gruñó Pansy, agarrando a Draco del brazo—. Te quedas conmigo.

El chico frunció el cejo y trató de soltarse de Pansy, más no pudo, ya que esta lo empujó contra el asiento.

—¡Vamos!, no voy a demorarme más de media hora.

—¡No! Porque tus treinta minutos se convierten en una hora y aquí me dejas: sola y aburrida como una ostra —se quejó con un mohín en los labios—. Cuando lleguemos, podrás besuquearte con tu noviecito.

Draco comprobó que podía fruncir aún más el cejo. Se enderezó y advirtió en Pansy una sonrisa que no le gustó demasiado.

—No sé a lo que te refieres —bufó Draco—. Solo necesito aclarar unas cosas con Potter. No tardaré demasiado. Puede parecer imbécil, pero es rápido para comprender ciertas cosas.

La chica se relamió los labios de manera provocativa, y se inclinó sobre Draco que la miraba desde abajo con desagrado.

—¿Quién mencionó un nombre, Draco? —le preguntó Pansy en un susurro burlesco. Draco desvió la mirada, con el gesto algo afligido, casi temeroso, que hizo que la chica suavizara su manera de hablar—. Ah… Draco, no tienes que lucir tan asustado ¡por merlín! ¡Solo me gusta molestarte!

Draco observó alrededor y como el resto de los prefectos no le prestaban atención, logró relajar un poco los ánimos. La vuelta ahora la daba los estudiantes de Ravenclaw, Hermione se encontraba ofuscada en un libro; Weasley hace ya tiempo que había sido secuestrada por su novia, y los Hufflepuff, como era habitual, jugaban a las cartas con risas de por medio. Draco tomó el micropuff de encima de la mesa, le hizo un poco de cariño y lo puso en su hombro, oculto entre las hebras de fino cabello rubio.

—¿Cómo te enteraste?

—Con lo de la Amortentia me hice una idea.

—¿Amortentia? ¿De qué estás hablando?

Pansy se llevó las manos a la boca e imitó a Draco de mala manera.

—¡Oh! ¡Este lugar apesta a Potter!

—No jodas… ¿Era Amortentia?

—Si, Slughorn tenía preparada una gran cantidad en un caldero.

Chasqueó la lengua mientras un furtivo sonrojo le subía a la cabeza. Eso significaba que Pansy sabía del gusto que tenía por Potter incluso antes de que, el mismo reconociera que este le agradaba un poco más de lo normal.

Apoyó la cabeza contra la ventana y aquello logró enfriarle la vergüenza. El paisaje nevado de afuera se veía como una mancha constante de blanco, junto a un cielo nublado infinito. Siempre era extraño regresar a Hogwarts después de navidad, porque parecía como si aquel lugar se hubiera paralizado en el tiempo.

—¿Quién más lo sabe?

—Pocas…

—¿En plural? ¿Es en serio? —suspiró Draco—. Déjame adivinar… ¿Granger?

Ante la mención del apellido, Hermione por fin levantó la cabeza del libro y los miró a ambos con una brillante sonrisa. Draco la ignoró, aunque Pansy le respondió lanzándole un beso.

—Y Ginny.

—¿Por qué mierda la Weasley lo sabe?

—A Ginny también le parecieron sospechosas las largas escapadas de Potter.

Draco se hubiese cruzado de brazos de no ser porque Pansy le tomó las manos. Los dos la tenían heladas, pero tan pronto hicieron contacto, comenzaron a abrigarse el uno con el otro.

—Draco, no me importa con quién estás, de verdad, pero tú sabes que… —Pansy se inclinó cerca de la mesa y endureció el semblante. Aún traía el septum en la nariz y Draco se preguntó cuando se lo quitaría— Tú sabes cómo es el resto respecto a las relaciones que se salen del esquema; hombre-mujer.

Una sensación de déjà vu lo atacó de repente. Harry estaba al frente y lo miraba intrigado acerca del contexto que Draco le estaba contando. De las construcciones morales de la sociedad mágica en la que Draco fue criado. "Lesbiana o gay, son repudiados, porque no pueden tener hijos." Se escuchó decir a sí mismo, cosa que hizo que sus ojos le picaran un poco.

"—¿Escucharon la noticia? La hija de los Shaw la vieron de la mano con otra mujer.

—¡Qué horror! Con lo prestigiosa que es la familia en Occidente.

—Dicen que debido al rumor, muchos de los negocios que tenían con los Shaw en Asia se cancelaron."

Aquella conversación en una de las tantas reuniones con las antiguas amigas de su madre en la mansión Malfoy le hizo eco en la memoria. Su madre, que nunca había sido fanática del cotilleo, terminó por cambiar el tema de la conversación sin mayor dilación, pero Draco aún recordaba la expresiones ingratas de aquellas mujeres al hablar del tema.

Era la primera vez que se colocaba a pensar en serio acerca del tema, ahora que salía de manera oficial con Harry y eso lo puso algo nervioso.

—Lo tengo más que claro, Pansy.

—Además, estamos hablando de "El elegido" y "El rebelde heredero de la noble casa Malfoy" … ¡Que escándalo!, si esto hubiese sido una novela estaríamos ante un amor prohibido muy, muy prohibido. —susurró Pansy, que se mordió el labio, antes de que una risa se le escapara—. De seguro estaría enganchadísima a la historia, en todo caso.

Draco colocó los ojos en blanco, y no fue hasta que Pansy tiró de los brazos de él para destacar lo que se le había escapado.

—Draco ¡Es el consentido de Dumbledore!… sin duda sería una trama super loca. ¿No crees? El héroe con un gran destino y su enemigo mortal quien enrolla al inocente protagonista a un precipicio lleno de dudas, perdición y… lujuria.

—Me desagrada la equivocada percepción que tienes de mí.

—Oh… ¿Entonces fue al revés? El héroe con un gran destino, que caza a su peor enemigo y en vez de darle una muerte asegurada, decide darle una oportunidad al probar su otra mitad —imaginó Pansy a lo que Draco la miró estupefacto—. Creo que soy más afín a esta versión si te soy sincera.

Draco el soltó las mano y se sopló un mechón de pelo que le cayó en medio del rostro. Le molestaba saber que la segunda versión iba a más acorde a lo que había sucedido al final, aunque era mucho más exagerada que lo que en realidad pasó.

—En fin, si dejaste de alucinar cosas bastantes extrañas en torno a mi persona…

Draco hizo el ademán de volver a ponerse de pie, pero Pansy fue más rápida, que lo empujó hasta que quedó aprisionado contra la ventana y ella en el pasillo.

—Ya te lo dije ¡De aquí no sales!, mejor ayúdame a pintarme las uñas, porque traigo el esmalte hecho un desastre —exclamó, sacando un bolsillo lleno de esmaltes de todos los colores—. Aparte, todavía no me has contado que versión es la más acertada. ¡Quiero la historia completa! ¡Es una orden!

Esas serían unas largas dos horas.

• ── ◦ ◦ ── •

Harry sintió un fuerte tirón antes de regresar a su sala común después de la cena de bienvenida. El discurso de Dumbledore había sido tan breve y conciso como lo fue a principios de año: No hagan estupideces y van a estar bien; o al menos eso fue lo que Harry comprendió.

Y por eso mismo lo primero que Harry hizo fue seguir a Draco hasta el baño de chicos del tercer piso, donde se encerraron en el cubículo más lejano.

Al ver a Draco apoyado contra la puerta del estrecho baño, una pequeña punzada de resentimiento le hizo recordar el cómo lo había dejado plantado hace un par de horas al final del pasillo. En donde, envuelto en la expectación, lo esperó por más de media hora, para darse cuenta de que nunca llegaría. Al final, en cuanto intercambió miradas con Eddie Carmichael, decidió comprarle un par de paquetes de cigarros, para al menos volver un poco más relajado al compartimiento que compartía sus amigos.

—Bonitas uñas, Malfoy —señaló Harry con cierta ironía—. Estoy seguro de que cuando te vi hace un rato no las tenías así.

Draco se miró las manos. Las tenía suaves, con las uñas pulidas, recortadas y pintadas de un verde oscuro.

—Agh… te prometo que pretendía ir, pero Pansy no quería dejar pasar la oportunidad de molestarme.

El chico se veía arrepentido, pero de una manera muy particular, porque a pesar de mantener el gesto altivo y no pronunciar una disculpa, el aura que trasmitía era como de ruego. Parecía un gato arisco que iba a restregarse contra las piernas de su amo, después de haber rasgado las cortinas.

—Da igual… al menos pude comprar cigarros.

—Ah, genial

—La verdad es que tu piel se ve más pálida con ese color.

Harry le tomó la mano derecha y la examinó cerca de su rostro. Sin tener mucha claridad del porqué, y quizás respondiendo a un instinto más bien primitivo, Draco estiró los largos dedos hasta presionar los labios de Harry sin mayor complejidad.

Se observaron un instante, sin saber qué decir y como en silencio ya los estaba molestando más de la cuenta, Harry decidió abrir la boca para lamer el índice de Draco. Era de un gusto salado, aunque no de algo específico, como si el chico hubiese presionado el dedo contra un montículo de sal durante la cena.

Draco se sorprendió ante la reacción de Harry, ya que su dedo se tensó y pareció querer retirarlo de la boca del chico, pero luego de la sorpresa inicial, se dejó llevar. La lengua de Harry se enroscaba entre los largos dedos de Draco. El pulgar a diferencia del resto de dedos era el único que contenía un gusto dulce, a lo que Harry no pudo evitar recordar el cómo Draco se había limpiado un poco de crema de la boca durante el postre.

Draco pretendió hundirlos más adentro de la boca de Harry, pero este con una sonrisa, terminó por darle un largo beso en los nudillos. Harry soltó la mano de Draco y vio como el chico examinaba el brillo de la saliva con cierto escepticismo; no fue hasta que con la izquierda tomó a Harry por el mentón, para sentir como ahora lo que Harry presionaba contra la boca de Draco eran sus propios labios.

Al alejarse, se vieron como si quisieran decirse algo sin tener claridad de que era. Escucharon como alguien entraba a un cubículo cerca de la puerta, momento en el cual, en silencio, salieron del estrecho espacio y Harry siguió a Draco para que se lavara las manos.

En cuanto salieron, Harry miró a Draco con esos ojos suplicantes de algo, caminaron en silencio hasta un pasillo bastante recóndito que quedaba entre medio de dos pilares, y volvieron a juntar labios desesperados.

Si seguían así, no tardarían en ser descubiertos por algún profesor, o peor, algún alumno.

Un calor mareante se les subió a la cabeza, y Draco tratando de reunir la mayor fuerza de voluntad posible, tuvo que separarse un segundo del cuerpo de Harry.

—No me mires así… —suspiró Draco.

Cerró los ojos. No sabía que más hacer; quizás hacer eso evitaba algo, pero se dio cuenta de que no fue así, porque al no ver, todo las sensaciones de su alrededor se intensificaban. Draco le quitó los lentes y volvió a sentirlo en él. Sobre él, todo en él.

Tal vez era la emoción de ser pillados o la necesidad de avanzar un poco más lo que los hacía perder cada día más la poca sanidad que les quedaba.

Harry entreabrió un poco los ojos y se encontró con la mirada hambrienta de Draco. Dos puntos brillantes en un tono anaranjado a los cuales no era capaz de quitarle la vista de encima. Un fuerte tirón de cabello lo hizo abrir la boca sorprendido el cual combinaba con el tacto frío que de una forma inaudita se introdujo dentro de su camisa para acariciarle cada una de las vértebras de su espalda. Subía, bajaba, rasgaba y pellizcaba. Harry ya no sabía que más iba a hacer, le emocionó el cómo Draco, dejó sus labios un momento y pareció tener toda la intención de morderle el cuello.

Fue la sumisión de Harry, lo que hizo que Draco lo empujara con fuerza, con tal de obligar a sus propios impulsos de seguir más allá. Siempre era más. Más adentro, más fuerte, más acelerado. ¿Pero cuándo sería suficiente? Esperaba en sí mismo que aquel momento nunca llegara, que nunca dejara de sorprenderse; que cada segundo que vivía de esa forma tan apresurada fuera inigualable.

Draco tragó con fuerza, se frotó los ojos y al volverlos a abrir los tenía como hace menos de una hora. Normales, de un color gris gélido.

—Tengo que ir a ayudar a Pans

—Si, si —contestó Harry, de la misma forma aturdida—. Yo… tal vez… tengo que volver.

Se despidieron y Harry corrió a la sala común. El corazón se le estrujaba contra el cuerpo y, sin poder pensar en nada coherente, fue a las duchas en donde cerró la cortina y encendió el agua fría para ver si de esa forma podía templar los lugares que Draco había tocado.

• ── ◦ ◦ ── •

La profesora Sinistra esperaba a Draco con una taza de café y un bollo relleno de mermelada.

—Buenos días, Draco. Lamento que me hayas encontrado tomando desayuno.

Eran poco más de las diez, Draco acababa de terminar su primera lección del día, por lo que le resultó un poco sorprendente que la profesora estuviera desayunando.

—A veces suelo levantarme un poco más tarde, en especial los días en los que sé que voy a quedarme despierta hasta la madrugada—le explicó la mujer, con una sonrisa brillante—. Hoy es luna de sangre, como bien sabrás.

La mujer sonaba maravillada, por no decir extasiada. Se había arreglado bastante, iba con una túnica plateada y el pelo se definía en rizos muy marcados. Se notaba todo el esfuerzo que había invertido en que ese día, desde la mañana hasta la noche, fuera excelente.

—Y también es luna llena —suspiró Draco de manera inconsciente—. Me hubiese gustado poder verla.

La sonrisa de la mujer desapareció de poco a poco. Ahora se sentía un poco mal por romper toda la alegría que la mujer le había trasmitido.

—¿No has tomado la matalobos?

—Me olvidé tomarla el lunes —explicó mientras maldecía a Harry en su memoria. Si Harry no hubiese sido tan intenso antes de ir a la cama, él no hubiese perdido la noción del tiempo al pensar en cuan deseoso se encontraba de que los dos fueran aún más intensos todavía—. No voy a estar consciente.

Sinistra, sin saber muy bien como animar a Draco, se levantó del escritorio y fue a buscar algo en un cajón. A su regreso traía una bolsa de galletas, que colocó en un bol y extendió a Draco. Probó una y se encantó por el sabor de vainilla mezclado con zanahoria. Al comer unas cuantas recuperó el buen humor y se sintió un poco más relajado.

—¿Sabe algo? Fui a ver al señor Belby durante las vacaciones.

Sinistra abrió mucho los ojos, se enderezó y posó las manos encima del escritorio atenta a escuchar toda la historia.

Y así lo hizo, Draco le contó todo acerca de sus avances, de las teorías que le había propuesto y las nuevas investigaciones que tenía planeado llevar a cabo. Le mostró los apuntes que había hecho durante las últimas semanas con verdadero entusiasmo. Era la primera vez en todo ese tiempo que era capaz de compartir aquello con una persona que lo comprendiera por completo, lo que lo hizo sentir realizado; ya que aunque había tratado de compartir aquello con Harry en más de una ocasión, Draco sentía que le hablaba a una pared, e incluso creía que una pared era mucho más productiva que la cara de pez que Harry colocaba al no comprender ni una sola palabra de lo que decía.

Sinistra parecía maravillada ante lo que Draco le enseñó y sobre todo por el frenesí tan sincero en su forma de hablar. Tan pronto el chico terminó, la mujer sonrió de una manera tierna, casi maternal y lo tomó de la mano.

—Me siento tan orgullosa de saber que estás llevando a cabo un proyecto tan noble, Draco —admitió la mujer.

Aun a pesar del encanto detrás de la voz de Sinistra, Draco encontró en los ojos de la mujer una pena abrumadora, que hizo que no pudiera seguir alegre.

—¿Sucede algo, profesora?

Sinistra desvió la mirada, bebió un sorbo de café y negó con la cabeza.

—No es nada, Draco —negó la mujer, que se separó del agarre y sacó el libro de un cajón sellado—. En fin; creo que es hora de estudiar un poco acerca de lo que nos compete.

La mujer extendió el libro y Draco se fijó enseguida en la ilustración de una luna llena gigante teñida de color rojo. Se mordió el labio y volvió a clavar los ojos en la mujer.

—No te tengo buenas noticias, Draco —le susurró la mujer, a lo que se mordió el labio—. De haber estado consciente esta noche, no hubiese pasado nada particular, pero bajo las condiciones actuales… te tengo que advertir que esta luna será en particular dura para ti.

—¿En serio? —preguntó más bien por inercia. Maldito Potter, Maldito Potter. Si tan solo no te hubiese seguido el maldito puto juego— ¿Por qué?

Draco tragó en seco, se llevó una última galleta a la boca y la clase comenzó.

• ── ◦ ◦ ── •

Luna no podía dejar de pensar en lo bonito que se veía el colegio así de nevado, pero al mismo tiempo, una preocupación la martirizaba a diario en esas fechas. Los pobres animales que sufrían por el frío. Se alegraba por los que invernaban, sin embargo, Luna no dejaba de pensar en el resto.

Le gustaba imaginarse que los animales obligados a mantenerse conscientes durante esas fechas la pasaban los unos junto a los otros, acurrucados en sus hogares mientras veían la nieve caer.

—¿Nev, hoy tienes tiempo?

Se notaba a leguas que el chico quería decir que sí, pero se mordió el labio y contestó:

—Hoy no puedo, Luna. La profesora Sprout me pidió que la ayudara y parece que es mucho trabajo.

Algo decepcionada, Luna le aseguró que estaba bien. Ahora se lo repetía, ella podía hacerlo.

No obstante, al encontrarse con esa bolsa gigante de comida se dio cuenta de que sería más complicado. Lo usual, cuando se trataba de tales inmensas cantidades, era que Neville cargara la bolsa sin dificultad. Los más de veinte kilos de alimento no eran nada para alguien que se pasaba todo el día con sacos gigantes de fertilizante, o cargaba maceteros de cerámica con plantas de raíces pesadas.

Luna suspiró. Con sus delgadas extremidades iba a lograr completar todo el trabajo en más de tres vueltas, que acabarían por dejarla muerta del cansancio.

Se llevó un cuarto de la bolsa en dos baldes y comenzó a bordear el bosque prohibido. Las botas brillantes que llevaba puestas se hundían en la nieve y, a pesar del consistente frío, la carga de peso la hizo entrar en calor rápidamente.

Alimentó a todos los animales con los que se topó: mágicos y no mágicos. Eso era lo de menos. Se encontró con la tropilla de thestrals que, al verla llegar, vinieron a trote para recibir los alimentos y caricias de Luna. También sintió la mirada amenazante de un zorro, al cual, después de estar un rato tratando de convencer de que no era una amenaza, aceptó la ración de comida que Luna le dio.

Todo fue como lo usual. La nieve, el silencio y los animales, hasta que se encontró a una persona sentada contra un tronco.

No la reconoció al instante, debido a la larga cicatriz que le recorría el rostro, pero tan pronto lo hizo, abrió mucho los ojos. Era la niña que el año pasado se encontraba pegada a Draco.

Luna se acercó en silencio, procurando no despertarla, y no pudo evitar preguntarse qué fue lo que le ocurrió. Toda la inocencia que le atribuyó a la niña de hace un año había desaparecido, al menos en lo físico. El cabello le caía a capas largas y feroces, como si hubiesen sido cortadas con cuchillas, las cuales combinaban con el polerón repleto de parches y las botas militares que no formaban parte del uniforme escolar.

Lunática, sabes que estoy despierta ¿verdad?

La voz sonó igual que una alarma. Luna se sobresaltó al ver como la niña abría los ojos en un gesto cansado.

—Lo siento… ¿Te molesté?

Luna dejó los baldes en el suelo y se frotó la nuca nerviosa; por las uñas largas y la media sonrisa que le regaló la niña, no pudo dejar de preguntarse si esa chica era, únicamente, una bruja. Definió en ella rasgos animales. La acidez de los gatos y la insolación de los lobos.

—Está bien, solo vine a descansar un poco —aseguró la niña, estirando el cuello—. ¿Estás alimentando a los animales?

—Sí ¡Los pequeños siempre son felices de recibir un poco de comida extra! ¡Ahora ya están más contentos!

—Pequeños, eh… Yo creo que los Thestrals son el doble de grandes que tú.

Luna sonrió. Luego volvió a revisar el atuendo de la chica, la falda que dejaba al descubierto unas delgadas piernas que eran cubiertas por una pantimedia color negra, la cual se encontraba algo humedecida por el contacto directo que tenía con la nieve.

—¿No tienes frío?

—Un poco, pero está bien —contestó la chica de una forma placentera y calmada—; así no me duermo.

Por alguna razón, Luna se percató de que algo no estaba tan bien como la niña le aseguraba. Sacó la varita, derritió la nieve cercana y, sin decir demasiado, invocó un cojín que colocó al lado de la niña. Se aproximó a ella, y se quedó sentada.

—Soy Luna Lovegood, de quinto.

Ah… ya lo sé. Tú eres la que anda con esa revista rara ¿no?

—¡No es rara! ¡Es confiable! ¿Sabías que existen unas criaturas más pequeñas que las hadas, que duermen en tu cama y se meten en tus oídos? Todavía no se tiene certeza de un nombre, pero debes tener cuidado, porque roban tus recuerdos —le advirtió Luna, antes de sacar del bolsillo un par de tapones para los oídos— Será mejor que ocupes estos para dormir.

La niña la miró poco convencida y no dijo nada. Parecía tan tranquila, que por un momento Luna se lamentó el haberla molestado.

Pronto escuchó un par de brincos, la niña sonrió y se giró para encontrarse con un conejo café, que traía una carta atada en el lomo y se acurrucó encima de sus piernas.

—¿No tienes lechuza?

—No la necesito.

La niña sacó la carta y se la guardó dentro del bolsillo; se puso de pie y le dio una barrita de cereal al conejo, que luego de comerla se fue.

—Hace tiempo que no veía un conejo —admitió Luna.

—Cada vez quedan menos en este bosque; se están muriendo, pero supongo que eso ya lo sabes —le dijo la niña, que se colocó de pie de un movimiento, y con la varita que sacó dentro del polerón se secó la ropa húmeda por la nieve—. Como sea, me marcho.

Luna frunció el cejo y vio a la niña cruzar unos matorrales, casi corrió a alcanzarla.

—¿Cuál es tu nombre?

—Jessica Spooner, de cuarto. Nos vemos, Lunática.

Sin saber ni el cómo ni el porqué, Luna sintió un buen presentimiento. Volvió a tomar los baldes y caminó a alimentar a más animales, hasta que encontró al conejo café acurrucarse, esta vez, entre las raíces que sobresalían de un gran árbol.

—¡Conejito! ¡Conejito!

El conejo la miró y escapó del lugar, Luna suspiró frustrada. Aparte de estarse muriendo, por alguna razón, también parecían temerosos de algo.

Luna esperaba que solo fuera un algo y no un alguien.

• ── ◦ ◦ ── •

Harry, como era habitual, entró al despacho con la sensación de ser un intruso. Era tan extraño estar en ese lugar, en donde ya se había encontrado tantas veces y aun así notarlo tan ajeno a él, con ese nerviosismo de estar haciendo algo malo.

Dumbledore aguardaba por él, con una túnica abrigada, mientras se colocaba una bufanda. Harry no se percató durante la primera cena debido a la lejanía con el atril del director, pero el anciano no tenía buen aspecto, se veía enfermo, con más arrugas y el pelo tan fino que parecía que en cualquier momento comenzaría a caérsele.

—Harry ¿viniste abrigado? Hoy daremos un paseo.

El muchacho asintió y esperó en la puerta a que Dumbledore saliera del despacho. Le siguió los pasos calmados, que estaban al borde de ser lentos; Harry se mordió el labio al ver como salían de la torre de la administración para irse al exterior.

—¿A dónde vamos, profesor?

—A la torre de astronomía, obviamente, no pienso perderme esta luna.

Harry subió en silencio y pronto se encontró con una luna llena inmensa, que mostraba los primeros atisbos de rojez. En el piso de más arriba, se llegaba a escuchar los murmullos de la clase que dictaba la profesora Sinistra, con una voz entusiasmada.

Sin embargo, por más belleza guardara la luna, Harry pensó en Draco y Lupin. Se preguntaba si un cambio en el aspecto de la luna llena también tenía algún efecto en la transformación, pero como sabía tan poco acerca de los hombres lobo, se quedó con la duda en la cabeza.

—Las lunas de sangre son más comunes de lo que parecen, el tema es que aquí, como suelen ocurrir en invierno, no se llegan a ver porque esta nublado —le contó Dumbledore—. Veo que Sinistra no puede estar más emocionada por este evento.

Harry se apoyó en la gélida barandilla, con el pelo ondeándole al viento. Dumbledore continuaba con las manos metidas en los bolsillos y una serenidad inhabitual.

—¿Y solo vinimos para apreciar esto, Profesor?

Era una vista bonita, pero Harry reconocía que no era propio del hombre realizar actos por un deseo banal. Aun así, Dumbledore, dirigió un momento la atención al muchacho, con una sonrisa tierna.

—Hoy vine con la intención de ver, Harry, sin más. En ciertas ocasiones lo más importarte es detenerse un segundo, mirar alrededor y agradecer por estos detalles que el mundo te tiene preparado.

A Harry, a pesar del claro consejo, sintió un deje de melancolía en la voz de Dumbledore.

Sin darle demasiadas vueltas, definió Hogsmeade que se apreciaba al fondo, alumbrada por una tenue luz carmesí.

Casi pudo jurar que escuchó el melodioso canto de Draco a la distancia.

En ese momento, ahí parados apreciando el paisaje, nadie podría haber dicho que lo que se veían era un profesor y un alumno; un anciano y un adolescente.

Bajo la luz de la luna, ambos eran iguales.

• ── ◦ ◦ ── •

Notas:

1) I WANNA MAKE YOU MINE: JACKPAL.

¡Hola!

Leí la primera parte del capítulo y de la nada comenzó a sonar: "Es un escándalo" Dios mío. Como amo escribir a Pansy.

Se que la escena de las manos es algo kinky, lo asumo, pero mis chicos están en su hot era, así que este tipos de jugueteos un poco subidos de tono irán cada vez en aumento. Así que será mejor que se vayan preparando para eso.

Estas últimas partes han sido bastante tranquilas a mi parecer. Trato de meter variedad y un poquito de drama, pero siento que después de todas las issues de Remus al principio y lo que se viene para el final de esta parte, es necesario un poquito de relax.

Estoy deseando ya publicar esos últimos episodios llenos de acción.

Por el ritmo de la narración, en un par de capítulos (si no es el siguiente) (aún estoy reescribiendo y editando) será Valentín. ¡Qué rápido pasa el año!

También les hago recuerdo de que este 31 va a haber capítulo especial de fin de año. Por si quieren dejarme alguna pregunta acerca del fic o algun tema específico de la trama.

THE MACHINE