Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
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Edward prácticamente podía oír la voz de su hermano en su cabeza. Esta era exactamente la razón por la que existía el sexo de rebote, pero una relación de rebote no debería existir.
Era complicado. La mayoría de las veces, cuando te enamorabas de alguien, era algo embriagador y absorbente. Debieron haber tenido ojos solo el uno para el otro; como sucedió en sus citas. Incluso ella admitió que lo deseaba y sus ojos habían respondido a la mayoría de sus preguntas sobre qué significaba exactamente eso. Debería haberla tomado de la mano y sacado de ese lugar; en algún lugar podrían tener ese primer beso que él se había estado negando a sí mismo.
Pero entonces apareció el perro de su ex. Edward no podía imaginar un movimiento más grosero y sin clase, aunque ¿quién podría esperar algo de respeto de alguien que actuó como él lo hizo? Supuso que podría ser una cuestión de respeto por Bella versus respeto por la mujer por la que la había dejado. Era el primer gran evento al que Lizzie podía asistir como la novia oficial; ella fue la otra mujer durante años, probablemente demasiado consciente cada vez que Jacob y Bella asistían a eventos como este. Estuvo sola durante años mientras Jacob vivía con otra mujer la vida que ella quería.
Qué absoluto idiota.
En esos primeros momentos, cuando Bella estaba claramente en shock —quién no lo estaría—, Edward puso una mano en la parte baja de su espalda, impulsándola por el pasillo hasta el salón de baile reservado para esta fiesta en particular. Había un camarero en una mesa llena de copas de champán justo al otro lado de la puerta. Le entregó a Bella una copa, escondiendo una pequeña sonrisa mientras ella se lo bebía todo, luego le entregó la copa que tenía para él y agarró otra copa nueva.
Y entonces, el espectáculo dio inicio. Por una vez, Edward no tuvo problemas en hacer alarde del poco poder que tenía. El extraño hechizo que Hollywood lanzaba era fuerte. Incluso alguien tangencialmente relacionado con toda la ostentación y el glamur resultaba instantáneamente intrigante para algunos. Lo exaltó, mencionando nombres casualmente a medida que el círculo a su alrededor crecía. Mantuvo su mano sobre Bella, frotando su espalda de arriba abajo en una sutil muestra de posesividad.
Esperaba que el maldito perro estuviera mirando.
Cuando el CEO de la compañía, un hombre que le habían presentado a Edward como Aro Scarpinato, se excusó, le apretó el hombro a Bella antes de alejarse.
―Para adelante y sin mirar atrás, ¿eh, Bella? Es mejor dejar al mecánico en el taller. ―Él se rio entre dientes y se fue a hacer su ronda.
Misión cumplida. Por otro lado...
―Bueno, esa fue una muestra estelar de estupidez esnob ―masculló, inclinándose cerca de la oreja de Bella―. No es que tu bastardo ex merezca ningún tipo de amabilidad.
―Pero el hecho de que sea mecánico no tiene nada que ver con el hecho de que sea un bastardo ―indicó Bella―. Te dije que eran insoportables.
Él tarareó, sus ojos devorándola de nuevo ahora que estaban solos.
―Sé mejor que la mayoría que gran parte del mundo empresarial es un juego de imagen. ―Extendió la mano, tomando la de ella y la empujó para que se parara frente a él―. Para que conste, Bella, si la situación fuera al revés, habrías hecho cosas increíbles por mi imagen. ¿Sabes lo insoportablemente impresionante que estás esta noche?
Ella optó por un vestido azul profundo, con una parte superior elegante que se convirtió en un material reluciente y resplandeciente. La falda le llegaba hasta las rodillas, mostrando sus torneadas piernas. Su cabello estaba recogido en un elegante moño. Su piel era perfecta, especialmente con el tinte rosado que tenía en ese momento. Ella soltó un suave resoplido.
―Claro. Encajaría con todas las superestrellas y modelos.
Edward pasó la punta de su dedo por la parte inferior de su mandíbula.
―¿Crees que no? Si te llevara a una de esas fiestas, apostaría mucho dinero a que los agentes y publicistas te estarían rondando en una hora. ―Él meneó las cejas―. Así que, si estás buscando un cambio de carrera...
―Ah, no. ―Ella se rio y se acercó a él para poder hablar en voz baja―. Puede que no me gusten mis jefes y hablar con Billy cuando lo necesite será incómodo, pero en realidad me gusta lo que hago.
―Hollywood nunca sabrá lo que se perdió.
En la cena, se sentaron con algunos de los amigos del trabajo de Bella y sus compañeros. Sus amigas estaban encantadas con su lindo encuentro, y él pasó una cantidad considerable de tiempo deleitando a la mesa con historias sobre cómo la flor de pascua llegó a asociarse con la Navidad y contándoles lo que su compañía realmente pensaba sobre ellos basándose en la elección de flores de los centros de mesa.
―Estos ―comenzó, señalando los ramos de pequeñas y delicadas flores blancas―, son caramelos. Indiferencia.
Una de las otras mujeres resopló.
―¿No es esa la verdad?
―Pero simbolizan poder y riqueza ―agregó, señalando las flores de color rojo intenso que constituían la mayoría de los centros de mesa―. Tantos mensajes contradictorios.
Los demás se rieron, y cuando miró a Bella, quedó muy satisfecho al ver que ella también estaba encantada con él.
Intentó no mirar fijamente cuando Bella arrancó la fresa, bañada en franjas alternas de chocolate rojo y blanco, de la parte superior de su postre y mordió delicadamente la punta. Lo intentó y fracasó cuando la lengua de ella salió disparada para lamer el poco de glaseado de su labio inferior. A pesar de que estaba satisfecho con la deliciosa cena, Edward de repente sintió hambre.
Como si sintiera sus ojos hambrientos sobre ella, Bella se alejó del compañero de trabajo con el que había estado hablando y lo enfrentó. Él se echó hacia atrás, dándose cuenta demasiado tarde de que estaba muy cerca de ella, pero debió haber visto el deseo en sus ojos. Su mano volvió a caer sobre la mesa, apoyando la fresa a medio comer en el plato, y sus labios se abrieron con un suspiro entrecortado.
―¿Quieres…? ―Ella apretó los labios como si no estuviera segura de cómo terminar esa frase.
¿Salir de aquí? Oh sí. Edward quería eso. Tenía muchos pensamientos sobre las cosas que quería hacer con esta mujer lejos de los ojos de sus colegas.
Pero él era un hombre paciente y ella merecía un poco de delicadeza en este baile incómodo que estaban haciendo.
Él inclinó la cabeza, mirándola y sonriéndole de esa manera. Mantuvo su tono bajo y tranquilo mientras hablaba cerca de su oído.
―¿Sabes qué quiero?
―¿Mmm? ―Su respuesta fue poco más que un chillido. Estaba claramente afectada por su cercanía.
―Quiero… ―No pudo resistirse a bromear.
Ella inclinó su cuerpo hacia él.
―...ir a esa cabina de fotos. ―Él se puso de pie y le ofreció una mano, tratando de no sonreír ante la expresión de desconcierto en su rostro. Ella le tomó la mano y dejó que la guiara.
La "cabina" era en realidad una mesa llena de accesorios frente a una cortina dorada. Mientras esperaban su turno, curiosearon. Ella era divertida; lamentando su elección de llevar el pelo recogido ya que le impedía ponerse el sombrero de pirata y el parche en el ojo. En cambio, optó por una combinación de cabello y barba con un hacha de plástico para completar el estilo de leñador. Edward eligió un monóculo y un bigote tipo manillar. Antes de que pudiera alejarse, Bella le hizo una seña para que se acercara. Cuando él se inclinó —para escucharla mejor—, ella le colocó un sombrero de copa en la cabeza.
―Va con el traje ―comentó con una sonrisa tímida.
―¿Sabes cuánto tiempo me llevó conseguir ese peinado perfecto? ―exclamó con falso horror, mostrándole una sonrisa cuando ella se rio.
Cuando llegó su turno, se pararon cerca, pero sin tocarse; ambas manos estaban ocupadas empuñando sus accesorios. Hicieron muecas tontas, las luces brillantes los cegaban efectivamente al resto de la habitación.
―Está bien, ahora les tomaremos una formal ―dijo el asistente mientras tomaba sus accesorios.
―Sí, vamos a ponernos cara a cara ―pidió el camarógrafo, haciéndoles un gesto.
Edward se giró hacia Bella, con un "no, gracias" en sus labios. Parecía presuntuoso y muy íntimo. Y, sin embargo, descubrió que no quería decir que no.
Ella tampoco; podía ver la misma batalla en sus ojos. Esto era confuso y fuera de lugar. Los amigos podrían tomarse fotos tontas juntos, pero ¿esto?
―Vamos. Como si se gustaran ―animó el camarógrafo.
Edward curvó una mano alrededor de su cintura, acercándola, observando su expresión, listo para dejarla ir si parecía incluso un poco incómoda.
Ella no lo parecía. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, y fue lo más fácil del mundo para él extender la mano y acariciarle ligeramente la mejilla como si lo hubiera hecho mil veces.
Y en ese instante, Edward supo que había cometido un error. Sosteniéndola así, con su cuerpo presionado contra cada línea del suyo y sus profundos ojos marrones hablándole directamente a su alma; todo lo que estuvo tratando de no sentir subió el volumen al máximo. A él le gustaba ella; le gustaba su humor, su fuerza y la forma en que se sentía delicada en sus brazos. La ternura que sentía por ella lo dejó sin aliento por un momento.
Quería las cosas suaves; dejar que todos los pequeños detalles de ella lo consumieran: sus gustos, aversiones e idiosincrasias. Quería envolverla en la calidez que sentía hacia ella; para demostrarle que era querida. No entendía cómo podía sentir eso hacia ella en tan poco tiempo. Se sentía surrealista. Mágico.
Se sentía exactamente como Navidad; un poco mítico y, sin embargo, la emoción era tan real como cualquier otra cosa. Como el aroma de las especias y el azúcar, y el primer bocado de las galletas navideñas recién horneadas. Como volver a casa, a un lugar donde encajaba perfectamente. Como la alegría de las flores de color rojo brillante y los pinos de color verde intenso, y el brillo de las luces que aportaban belleza a la escena.
Y sí, deseo. Cuando ella inclinó la cabeza hacia arriba y le puso la mano en el cuello, necesitó toda su fuerza de voluntad para no acortar la escasa distancia que los separaba. La había llevado a esta cabina en un intento de disipar la poderosa fuerza de su atracción, para frenar en lugar de lanzarlos a ambos a este torbellino que sentía mordisqueándoles los talones. Pero allí estaban, atrapados en una tormenta de fuego y electricidad.
Necesitaba más de ella.
―Eso es genial. Hermoso. Sus fotografías estarán listas en un momento ―informó el camarógrafo.
Edward no tenía idea si respondió. Sus ojos todavía estaban en Bella. Su mano se deslizó desde su mejilla para tomar la de ella y le pasó el pulgar por la piel. Escuchó su rápida inhalación de aire, y eso...
Sí. Su efecto sobre él sería claro para que cualquiera pudiera ver si no llegaban a algún lado rápidamente.
Le tomó toda su fuerza de voluntad tomar las fotos del asistente con calma.
Bella parecía estar en la misma página que él. Su andar fue tan rápido cuando regresaron a su mesa.
―Ahora lo entiendo.
―¿Entender qué? ―preguntó, recogiendo su chaqueta y guardando las dos tiras fotográficas en el bolsillo interior antes de ponérsela sobre el brazo.
Ella mostró una sonrisa frenética.
―El armario. Tener sexo en un armario parecía una locura, pero ahora lo entiendo. Por qué no querrías esperar.
Se mordió el interior del labio, con la boca ligeramente abierta mientras intentaba analizar y procesar eso. Ciertamente, una gran parte de él no se oponía al sexo de ninguna manera que ella planeara ofrecerlo, pero…
―¿Qué? ―cuestionó.
Ella rio.
―No importa.
Sin querer insistir en el tema, le tendió la chaqueta para que ella se la pusiera. Ella la agarró, se la puso en el brazo y volvió a tomar su mano. Parecía tan sonrojada como él se sentía, sobrecalentada, en todo caso.
Caminaron, de la mano, hasta la puerta.
Luchó por moderar la sonrisa que amenazaba con apoderarse de él. Tuvo la extraña necesidad de reírse. Siguieron mirándose el uno al otro, y casi en el momento en que salieron por la puerta del salón de baile, hacia el pasillo del lugar, se volvieron el uno hacia el otro. Logró jalarla hacia un lado, a una distancia respetable, antes de que perdiera el control.
Le tomó la cara con ambas manos, casi con brusquedad, pero no del todo. Sus manos estaban sobre él, presionadas contra su espalda. Ella inclinó la cabeza hacia arriba y él la inclinó hacia abajo. Se contuvo, deteniéndose justo antes de ceder ante el impulso de devorarla.
No. Ya habría tiempo para besos voraces más tarde. Fue una locura que el conocimiento de ello —todos los besos, las caricias y el tiempo que tenían por delante— se asentara en su ser en ese momento. Respiró por la nariz, su pecho se llenó, no de aire, sino de la infinita posibilidad de hacerlo.
Él respiró de nuevo, captando el calor de su aliento en sus labios. Él susurró su nombre una vez y finalmente presionó su boca contra la de ella.
Al principio fue un beso dulce y rápido. Presionó y se retiró, saboreando la sensación embriagadora, respirando su piel y el toque de perfume. Presionó sus labios contra los de ella nuevamente y se demoró. Ella hizo un pequeño ruido, su boca moviéndose contra la de él, sus manos contra su espalda.
Había algunas personas en el pasillo. Edward solo era vagamente consciente de ellos, pero no le importaba. No estaban siendo vulgares, y el ambiente de la fiesta en ese momento era un poco borracho y alegre. La música del interior estaba a todo volumen y la última vez que vieron, la pista de baile estaba repleta de cuerpos que se agitaban.
Besó a Bella. Besos serios y profundos. Se deleitaba con el hecho de poder tocarla, saborearla. Bebió la sensación de sus manos en su espalda, su cuello, su cara. Memorizó el sonido de sus suaves suspiros y pequeños gemidos.
―Jodidamente elegantes.
Edward no estaba preocupado ni avergonzado, pero levantó la cabeza. No era otro que Jacob Black quien estaba allí, solo, con el ceño fruncido.
Había muchas cosas que Edward podría haber dicho en ese momento, pero luego Bella se rio.
Fue una risita que se convirtió en una carcajada total. Una mirada hacia ella hizo que Edward también se riera. Al principio se rio entre dientes, pero luego se rio abiertamente.
Absurda. Toda la situación era absolutamente absurda. Ese hombre ridículo era absurdo, y Jacob no merecía nada más que el escarnio de ninguno de los dos.
No le dijeron una palabra a Jacob Black. Edward tomó la mano de Bella y se alejaron, todavía riendo un poco. Para cuando llegaron al auto y Bella lo empujó contra él, empujándose sobre las puntas de sus pies para poder besarlo otra vez, Edward se había olvidado de que el hombre existía.
