Mil gracias a Mileya por betear este capítulo =)
Dedicado a mi marida, porque la quiero mucho.
Los hijos del basilisco
Capítulo XV
—¿Tu qué? —Malfoy, que no se caracterizaba por ser una persona muy expresiva, lucía en esos momentos una mueca en la que se mezclaban la sorpresa y el desagrado de manera bastante evidente.
—Su escolta y protector —replicó Chadburn, irguiéndose todo lo que pudo. Era unos centímetros más bajo que Malfoy y parecía intentar disimularlo.
Tenía dos o tres años más que Hermione y era de una promoción de aurores anterior de la de Harry y Ron. Harry y él habían trabajado juntos en varias misiones y lo consideraba un hombre eficiente y muy íntegro, por eso lo había propuesto para la misión de protegerla. Era un joven corpulento, de pelo castaño, ojos oscuros y un tupido bigote que se alargaba a ambos lados de su boca.
Hermione todavía estaba formándose una opinión sobre él, pues acababa de conocerlo hacía poco más de un par de horas, aunque ese día parecía haber durado varios meses por todos los acontecimientos que habían tenido lugar desde que se había levantado.
Lo de acabar con guardaespaldas era algo a lo que Hermione se había resignado desde el momento en que Ron y Harry se presentaron en su ático la noche anterior, pero todo el protocolo de seguridad que habían montado en connivencia con Shacklebolt le parecía desmedido. Por poco acababa con más protección que el propio Primer Ministro.
El resultado después de una larga y dura negociación fue que el Ministerio ordenó la reubicación y desmemorización de la anciana señora Rasool, que llevaba más de veinte años viviendo en el ático que había frente al de Hermione, para convertir su apartamento en un piso franco. El objetivo era tener un lugar cercano desde donde su escolta podría vigilarla y, también, un sitio donde instalar una chimenea conectada mediante Red Flú con el vestíbulo del Ministerio por la que Hermione se desplazaría hacia y desde su lugar de trabajo (ponerla en su propio ático parecía arriesgado, por si realmente había Hijos infiltrados en el edificio gubernamental). Como era obvio, eso significaba que se había acabado usar el autobús muggle o volver a casa paseando.
Hermione estaba dispuesta a sacrificar sus pequeños placeres y ciertas libertades, pero se negó en redondo a perturbar la vida de la señora Rasool. Importaron poco todas sus objeciones y la apelación a la humanidad de sus amigos y su jefe: todos hicieron piña en torno a esa cuestión. Trataron de animarla diciéndole que el nuevo apartamento de la señora Rasool tendría ascensor, lo que iba a mejorar mucho su calidad de vida. Pero lo que acabó de silenciar a Hermione fue el comentario de Harry acerca de que también era más seguro para su vecina, pues podría resultar un daño colateral si los Hijos intentaban secuestrarla en su casa.
También se le asignaron dos personas para su constante vigilancia ("protección" como Harry prefería llamarlo). Lo máximo que consiguió Hermione fue evitar que Ron dejase su trabajo en Sortilegios Weasley para volver a ser auror de modo que pudiese encargarse personalmente de su seguridad. A cambio, Harry propuso a su compañero Chadburn y Shacklebolt a una de sus brujas guardianas, una tal Odessa Elliot.
Se estableció que si Hermione quería salir a la calle, debía comunicarlo con una hora de antelación para que los dos pudieran escoltarla. El resto del tiempo se turnarían para hacer de sus guardaespaldas, usando como base el ático de la señora Rasool.
El único espacio donde podría estar sola y sin vigilancia, además del interior del Ministerio, era su propio piso. Sin embargo, Alan Chadburn había insistido en acompañarla esa tarde por si Malfoy regresaba. Quería conocerlo en persona y asegurarse de que los Hijos no lo usarían de cebo para entrar en su casa.
Hermione había accedido a regañadientes dado que lo que más le apetecía en el mundo era estar sola, lamiéndose las heridas por todos los cambios que se estaban produciendo en su vida, y preocupándose por el bienestar de Malfoy sin tener que hacer de anfitriona.
Por fortuna, Chadburn no le había dado mucho trabajo en ese sentido. Rechazó la taza de té que Hermione le había ofrecido por mera cortesía y se dedicó a inspeccionar todas las ventanas y "puntos débiles" de su ático.
Ella le dejó hacer, mientras daba vueltas de un lado a otro mirando sin parar su reloj de pared. Por su parte, Crookshanks observaba al recién llegado desde la barra americana de su cocina con curiosidad.
Solo habían pasado un par de horas así, pero a Hermione se le hicieron años. El nudo de ansiedad en su pecho solo empezaba a deshacerse ahora que tenía a Malfoy ante sus ojos.
—Pasa—lo invitó, incómoda por la tensión que se palpaba en el ambiente.
Él no parecía haberla escuchado; estaba ocupado observando a Chadburn como si fuese una cucaracha intentando treparle por los zapatos.
—Un momento, señorita Granger, no tan rápido —el auror dio un paso más hacia la puerta, apartando a Hermione. Miró al recién llegado con sospecha, como pretendiendo determinar si escondía media docena de asesinos bajo el abrigo —¿Has venido solo?
Malfoy puso los ojos en blanco y elevó una ceja, dirigiendo su mirada a Hermione e ignorando por completo a Chadburn en el proceso.
—Veo que el Ministerio anda tan escaso de personal que te han endosado a su trabajador más incompetente —dijo —Mis condolencias, Granger.
—No te permitiré la entrada hasta saberlo —replicó Chadburn con tono tranquilo pero firme.
—Escucha, Chadwick…
—Chadburn —le corrigió el aludido.
—...¿de verdad crees que si viniese aquí con malas intenciones y acompañado de algún Hijo del Basilisco te lo iba a decir? En serio, Granger, ¿esto es todo lo que puede ofrecerte el Ministerio?
Hermione decidió intervenir antes de que la situación se tensase más.
—Solo está haciendo su trabajo. Haz el favor de colaborar y todo esto acabará más rápido —le pidió.
Él negó con la cabeza, más a modo de protesta que de resistencia real, y lanzó un teatral suspiro antes de contestar.
—Está bien. Sí, he venido solo, como siempre —aclaró Malfoy. Después miró a Hermione a los ojos y le dedicó una sonrisa torcida —Si es necesario cachearme, prefiero que se encargue Granger.
Ella ahogó un sonido que hubiese sonado parecido a una risa nerviosa. Sabía que solo estaba intentando provocar a Chadburn con su comentario, pero a juzgar por la expresión impertérrita de este lo único que había logrado era estimular la imaginación de Hermione.
—Hágase a un lado, señor Malfoy —solicitó el auror, con voz fría y eficiente. Antes de darle al joven la ocasión de hacer caso de sus palabras, salió al rellano obligándolo a apartarse para no chocar con él. Una vez fuera revisó con la mirada el perímetro y se asomó a las escaleras, varita en mano, sin dar la espalda al espía.
—Todo despejado —anunció tras unos segundos —Señor Malfoy, acepte la invitación de la señorita Granger. Hay asuntos que debemos tratar en privado.
Malfoy apretó las mandíbulas y sus labios se juntaron en una mueca de disgusto, pero obedeció y entró en el ático. Chadburn le siguió y cerró la puerta, de manera que Hermione se vio obligada a retroceder hasta el sofá para dejar espacio a los dos hombres presentes en su reducido salón.
—¿Y bien? ¿Qué asuntos debemos tratar en privado, Chard? —la voz de Malfoy arrastró las palabras repleta de veneno. Hermione estaba segura de que confundía el apellido de Chadburn a propósito, probablemente para intentar sacarlo de quicio. Sin embargo, el auror no parecía dispuesto a entrar al trapo.
—El protocolo de seguridad de la señorita Granger requiere que antes de cada visita que le realice se persone en el ático de enfrente, donde nos encontraremos los aurores encargados de su vigilancia. Deberá llamar a nuestra puerta siguiendo este patrón —Chadburn alargó una mano cerrada hacia la puerta y la golpeó dos veces con los nudillos, tras un par de segundos de pausa volvió a llamar otras dos veces —Después, yo o cualquiera de sus escoltas, comprobaremos que todo está en orden y le acompañaremos al apartamento de la señorita Granger una vez nos haya hecho entrega de su varita, que permanecerá custodiada por nosotros hasta el momento en que decida abandonar el edifico. Para comunicárnoslo, deberá seguir los mismos pasos que a su llegada. Repito, llame a la puerta como le he enseñado. Dos toques, dos segundos de pausa, dos toques. ¿Lo ha entendido, señor Malfoy?
—Perfectamente —replicó este con voz vacía. A Hermione le sorprendió que hubiese acogido las nuevas normas con tanta indiferencia; Malfoy no era el tipo de persona que toleraba que le dijesen lo que debía hacer. Pero entonces percibió un matiz especial en su mirada y supo que estaba tramando algo —Comprendo que cualquier precaución es poca cuando se trata de Granger, por eso ahora es mi turno de hacer las preguntas. Me consta que Herpa tiene espías en el Ministerio, ¿cómo sé que no eres uno de ellos?
Aquello sí pareció tocar a Chadburn, que por primera vez desde que Hermione lo conocía abandonó su semblante profesional, y frunció el ceño con fiereza.
—¿Está usted, un criminal por doble partida, dudando de mi honorabilidad?
Malfoy usó su altura para mirar a Chadburn desde arriba y ladeó la cabeza antes de responder.
—Este criminal por doble partida se ha jugado la vida por salvar la de Granger no hace ni veinticuatro horas, así que sí, me permito el lujo de dudar tu honorabilidad dado que lo único que has hecho por ella hasta el momento es importunar a la persona que más ha hecho por su seguridad.
Chardburn contuvo la mirada acerada de Malfoy sin parpadear, pese a tenerlo a solo unos centímetros de su cara. Hermione los observaba, sin saber muy bien qué hacer. El comentario de Malfoy, el recordatorio de lo que había pasado el día anterior y el riesgo al que se había expuesto, le produjo una sensación muy desagradable en la boca del estómago. Quería interpretar su presencia como una señal de que todo había sido una falsa alarma y de que los Hijos no lo habían descubierto, pero hasta que le explicase lo que había sucedido, no las tenía todas consigo. Estaba deseando que se quedasen a solas para poder interrogarlo, pero Chadburn no se iría hasta que las cosas quedasen claras entre ellos dos.
—Respondiendo a tu pregunta, mi madre es muggle —declaró el auror —Según la información que tú mismo has proporcionado al Ministerio, Herpa solo acepta a sangre limpia de buen linaje como tú en su organización clandestina, así que supongo que esto aclarará tus dudas.
Malfoy mantuvo el contacto visual con Chadburn durante unos segundos, pero al final retrocedió un paso. Quizás daba por buenas las explicaciones del escolta, o tal vez no se le ocurría qué contestar a eso. Hermione sabía que sus orígenes mestizos eran una de las razones por las que Harry lo había escogido para ese cometido: no había duda de que no podía ser un traidor al servicio de Herpa.
—Bien, si ya hemos terminado, le dejaré a solas con la señorita Granger. Pero antes debe entregarme su varita —Chadburn tendió la mano izquierda con la palma hacia arriba. En la diestra sostenía su propia varita, con una evidente intención disuasoria.
Malfoy frunció el ceño con gesto malhumorado. Miró a Hermione, como buscando refuerzos, pero ella se limitó a animarlo con un leve asentimiento de cabeza. Por mucho que se quejase, eran órdenes de Shacklebolt y cuanto antes obedeciera, antes podrían quedarse a solas. Por suerte, Malfoy se metió la mano en el bolsillo del abrigo y entregó su varita con un movimiento rápido, como si quisiese acabar con aquella molesta escena cuanto antes.
Chadburn la guardó en su bolsillo y se despidió de los dos con la cabeza, antes de salir del ático y cerrar la puerta tras él. Hermione llevaba una noche en vela pensando en Malfoy y un terrible día en el ministerio deseando que el tiempo pasase a toda velocidad para volver a verlo, pero ahora que por fin estaba a solas, no le salían las palabras.
—Un tipo realmente encantador —declaró Malfoy con ironía tras unos segundos de tenso silencio. Parecía malhumorado por lo que acababa de suceder, pero aparte de eso, tenía buen aspecto. Bueno, el mismo aspecto de siempre, mejor dicho. Las mismas ojeras y las mejillas hundidas.
—Supongo que los dos tendremos que acostumbrarnos a la nueva situación —murmuró ella —Pero antes de nada, ¿qué ha pasado? ¿Los Hijos sospechan algo? ¿Los has visto?
Malfoy se tomó su tiempo antes de responder. Se desabrochó el abrigo mientras avanzaba hacia el sofá con la naturalidad de quien se encuentra en su propia casa; después se dejó caer en el él y se puso a rascar la cabeza de Crookshanks, que había acudido a su lado, con parsimonia.
Hermione, que empezaba a conocerlo más de lo que nunca hubiese imaginado, interpretó su pausa dramática como una buena señal: si algo grave hubiese pasado de verdad, no estaría perdiendo el tiempo para crear expectación.
—Los he visto —declaró finalmente —He estado en la base y he presentado mi informe. He dicho que te perdí en el Callejón Knockturn. No he mencionado nada del incidente y nadie me ha preguntado, así que todo parece apuntar a que no sospechan nada.
Hermione no pudo evitar soltar un suspiro de alivio, al tiempo que dejaba caer las manos a ambos lados de su cuerpo. Solo entonces se dio cuenta de que había estado retorciéndoselas de nervios.
—No cantes victoria tan pronto, Granger —murmuró Malfoy con tono lúgubre —Con lo maquiavélica que es Herpa, no podemos estar seguros de que no sospeche nada.
No podía negar que esa posibilidad también se le había pasado por la cabeza. Con un revoltijo de emociones y preocupaciones describiendo círculos en su interior, Hermione se dejó caer en el sofá al lado de Malfoy.
Se dio cuenta de que se había colocado más cerca de él de lo habitual porque la cola de Crookshanks se acomodó rápidamente sobre su regazo y sus rodillas casi se rozaban, pero no tuvo fuerzas para apartarse. O quizás lo que no tuvo fueron ganas; una parte de ella todavía no se creía que lo tuviese sano y salvo a su lado.
—Es cierto que no podemos descartarlo —coincidió —Por eso sigo pensando que deberías replantearte la oferta que te hice ayer.
Sabía que era un esfuerzo baldío, pero su sentido de la responsabilidad la obligaba a insistir. La única manera de poner a Malfoy a salvo era ocultarlo de los Hijos del Basilisco con los recursos del Ministerio de Magia.
—Es una gran idea, Granger —ironizó él —así podría compartir piso con el bueno de Chadburg o tal vez contigo y Crookshanks.
—¿Podrías aparcar el sarcasmo durante unos minutos para que mantengamos una conversación como adultos, por favor?
—Lo digo de verdad. No creo que encajásemos como compañeros de piso. Crookshanks no está mal pero tú tienes un genio terrible y el café que preparas está asqueroso.
Las manos de Hermione se crisparon de frustración, a punto de cerrarse en dos puños. Realmente nadie sabía sacarla de sus casillas tan bien como Draco Malfoy. Ahí estaba ella, enferma de preocupación, mientras él era incapaz de hablar en serio.
No sabía si quería chillarle, estamparle un cojín en la cara o mandarlo paseo. Incapaz de decidirse, lanzó un bufido y se levantó del sofá como impulsada por un resorte, dispuesta a poner distancia entre los dos. Sin embargo, la mano de Malfoy rodeando su muñeca la paralizó como si le hubiesen lanzado un Petrificus. No le hizo falta ejercer mucha presión para volver a sentarla junto a él.
De pronto, Hermione se sintió absorbida por su sofá y encajada junto al espía, hombro con hombro y rodilla con rodilla. Buscó sus ojos, sorprendida, tanto por lo cerca que estaba la cara de Malfoy de repente como por el hecho de que no había soltado su muñeca. Sus dedos largos y gélidos se posaban sobre la franja de piel descubierta entre la manga de su jersey y su mano.
Él la miraba. Sus ojos grises parecían tener una profundidad enorme, como si mirase a un abismo que desease tragarla. Ahora se le antojaba absurdo que alguna vez los hubiese encontrado fríos, casi inertes. Esa mirada parecía querer decirle muchas cosas, solo que ella no era capaz de entenderlas.
—Ahora en serio, Granger —dijo él; su voz sonó más grave que de costumbre —Agradezco tu preocupación, pero no puedo esconderme. Ya sé que no crees que tenga principios, y tal vez sea cierto, pero esto… esto es algo que debo hacer. Lo entiendes, ¿verdad?
Hermione asintió, más como acto reflejo que como una confirmación sincera. No porque no le creyese, sino porque estaban tan cerca que no podía pensar con claridad. Sentía que su cerebro funcionaba mucho más lento que de costumbre y el corazón le latía a mil por hora.
No ayudó que Malfoy no la soltase de inmediato, sino que se quedó mirándola a los ojos durante un tiempo que ella fue incapaz de cuantificar. Parecía querer escrutar su mente, entrar dentro de ella y descubrir cada uno de sus rincones. Si ella fuese un libro, estaba segura de que en ese momento hubiese leído todas sus páginas.
Cuando al fin la soltó y fue como si todo volviese a la normalidad dentro de la cabeza de Hermione. Respiró hondo y recuperó la distancia de seguridad entre los dos de manera instintiva, con la piel del brazo que él había tocado erizada por completo.
Tal vez porque intuía el efecto que su proximidad y su tacto habían tenido sobre ella, o quizás porque deseaba cambiar de tema, Malfoy le regaló una sonrisa torcida y preguntó:
—Y bien, ¿qué hay de cena?
Cuando Pansy le soltó, Draco se encontró en la estancia del castillo donde siempre se aparecían. Gregory y ella retrocedieron con premura hacia el fondo de la habitación, con la espalda contra la pared y la mirada fija en el suelo, en un gesto de respeto hacia Herpa. Aquello extrañó a Draco: normalmente se marchaban en cuanto llegaban a la base de los Hijos, dejándolo a solas con su líder.
Herpa estaba sentada en una silla de madera lacada y respaldo alto en el centro de la habitación, como una reina en su trono, envuelta en su capa verde botella. Sylas aguardaba un paso por detrás de ella con expresión huraña. Resultaba difícil decir si ese día estaba de peor humor que de costumbre porque era su cara habitual.
—Malfoy —lo saludó Herpa con un asentimiento. Tenía los ojos ligeramente entrecerrados y el rostro ladeado. Eso, sumado a la presencia de sus antiguos amigos, le hizo saber que aquello no era una más de las reuniones periódicas donde Draco la ponía al día sobre su misión. Sin poder evitarlo, sintió cómo cada centímetro de su cuerpo se tensaba lleno de intranquilidad —¿Y bien? ¿Qué novedades me traes?
—El Ministerio ha aumentado la seguridad en torno a Granger. Le han puesto una escolta de dos aurores y ha dejado de ir al trabajo por los medios habituales —explicó él. Hizo un gran esfuerzo para mantener su fachada de indiferencia habitual, aunque el corazón le latía más rápido de lo debido.
En contra de lo esperado, Herpa sonrió.
—Bien.
—¿Cómo que bien? Eso complicará su secuestro —barbotó Sylas, dando un paso hacia delante para inclinarse sobre la mujer.
Aunque Draco tampoco comprendía lo que estaba sucediendo, sí tenía claro que no era prudente hablarle en esos términos a Herpa. Ella le dirigió una mirada gélida al muchacho, que retrocedió de manera automática.
—No esperaba que lo entendieras —replicó, su voz cargada de desprecio. Después, se puso de pie e ignorando la presencia de Sylas se aproximó a Draco. Él se tensó sin poder evitarlo, sintiendo cómo el corazón se le acelerará.
¿Por qué se alegraba Herpa de algo que entorpecería de manera evidente sus planes? Draco no tenía ningún interés en que secuestrasen a Granger pero la actitud de líder de los Hijos del Basilisco le desconcertaba y le ponía alerta. ¿Qué estaba tramando? ¿Acaso había descubierto su doble juego…?
—Recuerda bien esto, querido —dijo ella, parándose junto a su oído —Cuando más segura se sienta tu presa, más vulnerable será.
Draco notó como un escalofrío le recorría la espalda. Intuía que las palabras de Herpa no se referían solo a Granger, si no también a él. ¿Era su sutil manera de recordarle el precio que pagaría si se atrevía a tracionarla?
—Debo admitir que estás haciendo un buen trabajo, Draco —la voz de la bruja tenía una nota dulce que no le había escuchado jamás. Le puso una mano en el hombro y le dedicó una mirada que hubiese parecido afectuosa a un observador que no les conociese —Siempre has tenido mucho potencial, solo necesitabas a alguien que supiese verlo y… guiarte en la dirección correcta para poder desarrollarlo. ¿Acaso no es ese el deber de una madre?
Aquella nueva actitud de Herpa le resultaba a Draco mucho más escalofriante que sus amenazas directas. ¿A qué estaba jugando? ¿Pretendía reírse de él? ¿Insultar a su madre al tratar de usurparla?
—Tú no eres mi madre —masculló con frialdad.
Al oír su réplica, la mano que Herpa se cerró sobre el hombro de Draco como una garra. Tenía unas uñas largas y duras que se le clavaron sobre la clavícula y el omóplato derecho.
—Si yo fuera tu madre, tu vida sería muy diferente ahora mismo. Serías un triunfador, en lugar de un marginado que se conforma con lamerse las heridas en su vieja mansión viendo como la juventud y las oportunidades se le escapan entre los dedos. Deberías darme las gracias, Draco, te he dado un propósito. Uno muy noble. Y también, si sigues sirviéndome como hasta ahora, te daré el lugar que te mereces en la sociedad mágica que estoy creando.
Herpa le soltó y retrocedió un par de pasos para poder mirarlo a la cara.
—Las madres a veces tenemos que ser estrictas… pero todo lo hacemos por el bien de nuestros hijos —explicó, con una breve sonrisa. No era una sonrisa irónica ni maliciosa, de hecho en otra persona hubiese resultado un gesto amable, pero en el rostro de Herpa parecía una mueca incómoda, como si no estuviese acostumbrada a hacerla.
Después, extendió una mano apuntando hacia Pansy y Gregory.
—Ahora Sylas te mostrará tu recompensa… pero antes, deberías darle las gracias a tus amigos, Draco. Esto es en gran parte debido a ellos.
Draco no entendía qué estaba sucediendo, pero sí tenía claro que no iba a agradecerles nada a esos dos. Los miró con indiferencia, tratando de ocultar su confusión.
¿De qué iba todo aquello? ¿A qué recompensa se refería Herpa?
—Gregory no ha dejado de abogar por ti desde el primer día —explicó ella, poniendo una mano sobre el hombro del corpulento joven con una expresión que podría definirse como afectuosa —Pero ha sido Pansy quien me ha convencido con su razonamiento.
La aludida alzó la barbilla, sosteniendo la mirada de Draco con expresión altiva, como si esperase algún sarcasmo por su parte. Pero aunque se moría de curiosidad y las preguntas se agolpaban contra sus labios, el orgullo le impedía manifestarlo. Sobre todo porque no quería dar a entender que, de algún modo, estaba abriéndose a una posible reconciliación con sus antiguos amigos. El gesto de Pansy era de todo menos conciliador, sin embargo, Gregory lo miraba de reojo cada pocos segundos, con los labios apretados y las mejillas coloradas, como un niño tímido.
—Pero no alarguemos más la espera —continuó Herpa tras una larga pausa —Ahora entenderás todo. Sylas, acompáñalo.
El muchacho frunció el ceño y arrugó los labios, afrentado. Fuese lo que fuese lo que tramaba Herpa, él parecía estar en profundo desacuerdo. Durante unos segundos no se movió de su sitio, junto a la silla de madera que había en el centro de la habitación, y Herpa y él se sostuvieron la mirada en un duelo silencioso. Finalmente, Sylas agachó la cabeza y se dirigió a la puerta con paso furioso. Draco, con un nudo de anticipación y nervios anudándose con fuerza en la boca de su estómago, le siguió.
No estaba seguro de querer saber qué le esperaba.
Podría ser una trampa. A lo mejor su recompensa era una noche gratis en una cámara de tortura. Quizás lo metiesen en un calabozo.
La intervención de Gregory y Pansy en su "recompensa" no le daba precisamente tranquilidad. A fin de cuentas, estaba hablando de dos personas que habían secuestrado y encerrado a sus padres sin ningún miramiento, a pesar de haber pasado parte de su infancia y adolescencia en Malfoy Manor. En cuanto a Herpa, se caracterizaba por ser retorcida y carecer de escrúpulos.
Lo único que le hacía dudar era la actitud de Sylas. No se opondría a que ninguno de los miedos de Draco se hiciesen realidad. Si todo aquello le fastidiaba, tal vez sí se tratase de algo bueno.
Cuando ya estaba saliendo por la puerta, Herpa habló, haciendo que Draco se parase en seco.
—Tengo grandes planes para ti, Draco. No lo olvides.
Un escalofrío le recorrió la espalda al escucharla. Era tanto una promesa como una amenaza. Y Draco tenía claro era que fuesen cuales fuesen esos planes, no serían de su agrado.
En cualquier caso, no se recreó en esa sensación porque Sylas siguió caminando a toda prisa, casi como si quisiese perderle. Draco se apresuró a seguirle. Cruzaron un montón de pasillos, subieron y bajaron escaleras y atravesaron salas de piedra durante unos diez minutos. A Draco le llamó la atención que no le vendasen los ojos. Nunca había visto tantas partes del interior de la base de los Hijos. Que le permitiesen ver todo aquello podía ser tanto una buena señal (pues significaba que confiaban en él) como una terrible (no importaba lo que presenciase porque nunca saldría de allí).
Si hubiese tenido su varita, la hubiese apretado hasta que los nudillos se le blanqueasen, buscando una suerte de confort y seguridad, pero no era el caso, así que no le quedaba más remedio que seguir a su huraño guía, en silencio absoluto.
Cuando ya se encontraba completamente desorientado y casi le faltaba el aire de seguir el ritmo a Sylas, este se detuvo de golpe frente a una puerta de madera, haciendo que Draco casi chocase contra él. Este le lanzó una mirada cargada de odio y rencor, mucho más del que hubiese podido ganarse en sus escasas interacciones, y señaló la hoja de madera con un seco movimiento de barbilla.
Le estaba invitando a entrar.
Con el corazón latiéndole a mil por hora, Draco empujó la puerta sin perder un segundo. Fuese lo que fuese lo que le esperaba, no aguantaba más la expectación. Quería averiguar de qué iba todo aquello ya.
Sin embargo, nada de lo que se le había pasado por la mente en su largo recorrido hasta allí le había preparado para lo que iba a encontrarse al otro lado de ese panel de roble.
Sus padres.
Sus padres sentados en lo que parecía la salita de té de Malfoy Mannor, donde les gustaba leer la prensa mientras tomaban un refrigerio. Tenían buen aspecto: estaban aseados y llevaban túnicas limpias. De no ser por las ojeras grises bajo sus ojos y los rostros delgados y extenuados, nadie diría que llevaban semanas de cautiverio en un lúgubre calabozo.
Ambos se levantaron de golpe al verlo, con expresión ansiosa. Sin perder un segundo, Draco entró en la habitación como una exhalación pero cuando estaba a un solo metro de sus padres, una fuerza invisible lo detuvo. Desconcertado, tardó unos segundos en comprender que una barrera de un tenue azul translúcido lo separaba de su familia.
—¿Estáis bien?
—¡Hijo mío!
—¿Cómo estás?
Sus palabras se cruzaron en el aire, formando una madeja de nervios, emoción y preocupación que los silenció durante unos segundos, mientras se observaban con ansia de un lado a otro de la barrera.
—Estamos bien — fue Narcissa la que se recuperó antes. Ante la mirada de Draco pareció pensar un poco más su respuesta y matizó —Estamos mejor. ¿Y tú, Draco?
—Estoy bien —respondió de manera automática. No era cierto, por supuesto, pero no quería empeorar la situación de sus padres preocupándoles. Después de todo, no podían hacer nada para ayudarle.
—Bien, bien —murmuró su padre por lo bajo, su cara sacudida por un tic nervioso cada pocos segundos —¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos han movido aquí? No es que me esté quejando pero…
—...pero nos preocupa lo que eso pueda significar —terminó su madre.
Ambos lo observaban con expresión preocupada y Draco leyó en sus gestos sombríos lo que sus palabras solo insinuaban. Su pregunta estaba clara: ¿qué precio había pagado para conseguir que las condiciones del cautiverio de sus padres mejorasen?
—No lo sé —confesó —Yo tampoco lo sé.
Los tres intercambiaron miradas llenas de inquietud, y Draco tuvo la certeza de que esa noche dormiría peor que cuando sus padres estaban en un oscuro calabozo.
¡Hola!
Sé que dije que intentaría actualizar una vez la mes y no he cumplido, así que lo siento. En mi descargo, no he dejado de pensar en el fic pero para cuando encontraba un momento para escribir estaba demasiado agotada para hacerlo, y además me quedé muy atascada con la primera escena y no sabía cómo salir. Hace un par de noches me vino una inspiración repentina y aquí estamos.
Llevaba demasiado tiempo con la trama entre Draco y los Hijos aparcada (siempre es más estimulante escribir sus escenas con Hermione) peeeero esto va a tener mucha importancia en el porvenir de esta historia, así que era hora de volver a ella. Por lo pronto, Herpa no solo no le ha hecho nada a Draco sino que encima ha movido a sus padres a un hotel de 5 estrellas... ¿qué estará tramando? ¿Cuáles creéis que son esos planes que tiene respecto a él?
Tenía la ilusión de poder publicar un capítulo navideño en Navidad peeeero me he retrasado con todo así que no creo (tengo grandes planes para la Navidad de Draco y Hermione :P). ¿Qué os parece Chad? Quiero decir, Chadwick. No, espera, era... ¡Chadburn! Eso ;)
En fin, espero que el capítulo os haya gustado y haya merecido la espera. Os agradecería que compartierais vuestra opinión en forma de review.
Como no creo que me dé tiempo a actualizar antes, ¡feliz navidad!
Con cariño, Dry
PD: Deja un review para acurrucarte con Draco en un sofá mullidito...
