PRÓLOGO

"Incluso con todo el poder del mundo, ella siguió siendo débil"

Fue la primera noche de tranquilidad que ella tuvo desde hace más de un año. Lo real y lo irreal iban y venían a su propia conveniencia, sin ninguna forma o control alguno. En ocasiones, pudo tolerarse; otras, fue un martirio tan doloroso como el ser martillado desde el cráneo. No importa las circunstancias, o la situación, siempre hubo algo, un pequeño ruido, un ligero movimiento, una inquietante sensación que en el momento en que uno baje la guardia un castillo de arena construido con fervor se derrumbaría de nuevo.

Esa noche no. Esa noche, incluso si Azula sintió su cuerpo rígido, su espalda palpitante, sus manos contenidas y una sed insaciable, no sintió ninguna de las amargas sensaciones. En su lugar, optó por dejarse rodear de esa ligera tranquilidad que, tal vez inmerecida, consiguió.

No quiso abrir los ojos, la sola idea de su mente clara en su paisaje fue suficiente para ser llamado idílico, ¿cuándo fue la última vez que las ideas llegaron con coherencia? No lo supo, al menos ya la diferencia fue dispareja, opaca. Su padre pudo considerar su acto cobarde o infantil, pero no pudo evitarlo, el ligero temblor de sus hombros marcó una resistencia mayor que cientos de cadenas, una advertencia en confiar sus instintos y no abrir sus somnolientos ojos dorados.

Sin embargo, y en contra de su voluntad, nítidas luces empezaron a esclarecer la oscura habitación. Una por una, los pequeños destellos pintaron el sombrío lugar en uno más cálido. No importó si fue un sueño, o la realidad, la constancia de los destellos empezó a abrumar los párpados de Azula que tuvieron que esforzarse para siquiera cubrir por completo sus ojos.

Al final, tuvo que ceder. No fue extraño, desde hace tiempo que sus deseos nunca fueron escuchados. Con ligeros parpadeos, Azula inspeccionó la nueva celda de confinamiento a la que fue atrapada. Entre todos los barrotes, paredes y cárceles, la princesa tuvo que dar crédito a su hermano: este fue el más bizarro y fascinante de todos.

Una habitación pequeña, lleno de velas encerradas en faroles que apenas iluminaron la superficie. Los techos se extendieron más allá de la oscuridad, sin posibilidad de conocer si se trataba de un espacio infinito o siquiera fue un método razonable de escape. Lo más distintivo fueron las etiquetas, cientos de etiquetas pegados a la pared y formaron hileras de sellos para rituales que Azula nunca vio en su vida. Su mejor suposición fue un templo de los sabios del fuego, pero ni la silla, ni las velas, ni siquiera la arquitectura que alcanzó a ver correspondieron a la composición de los diseños de la nación del fuego, por lo que no fue una posibilidad.

- Buenas noches, bella durmiente – ante su vista, un hombre de cabello blanco con vendas alrededor de sus ojos la miró, sentado en una silla por encima de ella.

- ¿Quién eres tú?

- Que mandona, y yo que creí que recibirías mejor a tu salvador – el hombre se tocó el pecho en señal de dolor, falso incluso para los ciegos -. Satoru Gojo; o como deberías llamarme, maestro. Después de todo, me encargo de los estudiantes de primer año de Tokyo, por lo que nos juntaremos.

- ¿Hechicería? – Azula se burló, un recuerdo de su tío senil hablando de cosas como espíritus y fuerzas naturales, aunque también le llamó atención la mención del lugar -. ¿Tokyo?

Azula creyó que era una broma. No, deseaba que lo dicho por el hombre fuese una extraña broma campesina, pero hubo tantas cosas ilógicas en la declaración. En primeras, fue bien sabido que la educación en la nobleza no fue extensa; las casas nobles criaron a sus hijos en las primeras y últimas instancias de su desarrollo para ser adultos competentes y heredar su legado y riquezas después de cumplir

- Veo que necesitas que te expliquen varias cosas, pero en estos momentos no estoy para explicar asuntos así que voy directo a lo que interesa: niña, serás ejecutada.

Los ojos de Azula se abrieron en sorpresa. Pocas cosas podían sorprenderla a ese punto, pero que su hermano la ejecutara no fue una de esas, Zuko fue demasiado blando para hacer algo como eso. No, eso fue con la estimación que ella permaneció en la nación del fuego cuando no pareció ser el caso.

Pero acaso importó, ella no conectó del todo las ideas. Una parte de ella deseó mantener la compostura, pero su pequeña agitación suspirante fue suficiente para demostrar lo contrario. Ese no fue su deseó, lo sintió exagerado. No, más que eso, lo sintió atemorizante, porque sus acciones perfectamente pueden manipularse para condenarla a muerte.

- O al menos eso sería – Satoru se rio, en gran disfrute de la reacción contrastada de Azula -. Verás, los vejestorios toman cualquier cosa como una amenaza, y un traspaso dimensional que rompe todo lo establecido en las normas y conocimientos del Jujutsu es suficiente motivo para acabar con esa cosa.

- Me ven como una amenaza.

- Tal vez no a ti, sino lo que conllevas. No sé si estás familiarizado con el término "dimensión" o "universo", tal vez el término reino o mundo te funcione más a ti. Aunque debo admitir que no es cualquier cosa, antes de tu aparición solo lo creería de alguna historia de fantasía mal escrita.

La realidad es que ambos conceptos no fueron familiares para ello, pero empezó a hilar lo que trató este hombre. Aunque nunca fue muy devota, las historias de su tío y el mundo de los espíritus no le fueron ajenas. Si la amenaza fue su mera existencia, puede ser que llegara a un lugar más allá de los límites conocidos, uno que desafío la lógica de ese mundo y su sola presencia conllevó estos nuevos grilletes, no por su estatus, sino por existir. Incluso si sonó descabellado, fue lo más plausible.

Aunque en el fondo apreció la intervención (cosa que nunca reconocería), no entendió la negativa del hombre ante la orden. Si un agente externo que supuso un peligro no solo para una nación sino el mundo entero debió ser eliminado. Aun así, eso fue en primera instancia, algo cambió. Azula pensó jugar con algo más de paciencia, pero descubrió que no portaba mucha en realidad y el hombre fue demasiado abierto. No supo si fue porque la situación lo hizo sentir confiado… o hubo algo más.

- ¿Qué cambio?

- Tu potencial… y el encanto del misterio si me lo preguntas – señaló Satoru, alzando sus dedos por cada razón -. Tu energía maldita es extraordinaria, incluso si es cruda puedo sentir su poder latente, y créeme cuando digo que en ese tipo de cosas nunca fallo.

Azula anotó todos los conceptos que el hombre dijo a lo largo de la conversación y tomó la idea. En resumen, no fue ejecutada porque la vieron como un soldado valioso para sus propios fines. Un ceño fruncido pronunciado se dibujo en sus rasgos, resentidos y molestos contra lo que fuese esa extraña organización que la mantuvo retenida.

- A que es de risa. Tranquila, si te vuelves fuerte ellos no te molestarán… mucho.

- ¿Y tú lo eres? Hablas con demasiada confianza. ¿No temes la posibilidad de que los planes tuyos y los de esos que llamas "vejestorios" no se lleven a cabo? Porque no estoy de humor de volver a ser un esclavo.

- Me gusta tu actitud – Gojo apuntó con un dedo a Azula, en verdad complacido por la respuesta dada -. Desafortunadamente, debes abandonar esa idea. ¿Sabes por qué? – con una sonrisa de dientes, el doble de amplia de la que tuvo hace un momento Gojo se señaló -. Porque estás mirando al hechicero más poderoso de todos. No importa lo que trames, o intentes, no importa qué tanto descubras en esta dimensión, eso no es algo que cambiarás pronto.

Satoru se levantó, sin dejar que sus palabras escalaran más allá de la declaración. También fue el momento en que Azula se dio cuenta de lo alto e imponente que ese flaco hombre pudo ser.

- En fin, las clases empiezan en dos días. Te llevaré a tu habitación – Satoru caminó a Azula y desató las ataduras -. Y no tomes mis palabras como una amenaza. Puedes confiar que las clases serán más divertidas de lo que suenan, esto no es tu escuela corriente en que te aburres con lecciones de cálculo o gramática… al menos no todo el tiempo.

- ¿Puedo confiar en esas palabras? – Cuestionó Azula, sin llegar a comprender del todo el carácter de la persona frente a ella.

- No deberías, pero en estos momentos soy el único aliado que conoces.

Ese fue un punto irrefutable, aunque fue exasperante lo sobrio que sus palabras fueron liberadas de su boca. Su comportamiento gritó "Narcisista", tan claro que su imagen se volvió lo primero que asoció al diccionario. No obstante, desde un principio Azula sintió algo diferente en ese hombre, algo que la mantuvo en una alerta diferente a las anteriores.

Su mente llamó en un estado de alerta de peligro, uno que se lanzaría al ataque tan pronto como la más leve sombra se asomara en los pilares del palacio o en las camas de sus compañeras. Esto, esto fue casi como si anticipara algo, un objeto imposible de detener que solo fue cuestión de tiempo en aterrizar y lo con lo que pudo llegar a asimilar esta sensación fue por los temblores de sus piernas que dictaban tomar la vía contraria a la de ese hombre.

Ahí lo entendió, fue instinto de supervivencia…

¿Acaso él era tan fuerte?

¿Acaso estos autoproclamados hechiceros eran tan fuertes?

Y si en teoría ella tuvo el potencial para desarrollar un poder tan grande que la mera presencia dejaba denotar un poder mayor al del Avatar, entonces tal vez no se encontró en una situación desesperada. No, todo lo contrario, por primera vez en mucho tiempo una chispa dentro de ella despertó, una que no sintió desde el espejo, y una maliciosa sonrisa no pudo dejar de extenderse en sus labios.