EL INMENSO SIGNIFICADO DE LA PALABRA INFINITO
Las montañas nevadas fueron testigos del quiebre del grupo. Los soldados, incrédulos, miraron a su compañero al detalle. La creencia que el valeroso joven terminó siendo solo una chica fue una conmoción por todo su ser.
- Lo hice para salvar a mi padre – La chica se defendió, en búsqueda del perdón, no de quienes la discriminaron, sino del único hombre que le brindó algo de valor.
- Alta traición.
- No quise llegar tan lejos – La chica replicó, sin poder aceptar por completo la situación en la que fue envuelta.
Cubierta entre nieve y polvo, la impotente chica deseó que las acciones hablaran más que las tradiciones. Sin embargo, la mente traicionó las intenciones de su anfitrión y las preguntas llenaron su mente mientras permaneció acostada en espera de un juicio.
Pero no fue la única con preguntas.
¿Por qué rayos la sociedad de este mundo pareció más similar a los salvajes de la tribu agua que a la nación del fuego? Con tanta tecnología, no pudo creer que tantas películas dejasen a las princesas como burdas muñecas que solo funcionan para verse bonitas y cantar sin razón aparente. Azula tuvo que cubrir su rostro con su mano libre, no precisamente por su impresión anterior.
Azula no pudo creer que llegó al punto de prestar atención a una de las películas que le dio Gojo. La noción del tiempo empezó a perderse, con el único recuento a partir de la cantidad de filmes que se reprodujeron. Uno tras otro, la mesa se fue vaciando de películas sin terminar. Algunas obras fueron buenas, otras mediocres. Aun así, Azula nunca imaginó que perdería tanto tiempo solo observando un recuadro de electricidad que producía obras de teatro infantiles animadas.
Con algo de resignación, Azula se inclinó para tomar una de las palomitas que Gojo dejó a su gusto. No fue como si ella en realidad disfrutara las películas, ni tampoco le gustara el dulce sabor del aperitivo, solo que su mente llegó a un grado de aburrimiento que nunca pensó experimentar. Ella se sintió irritada, con la esperanza de hacer más, de progresar más, pero desde hace más de dos horas que el muñeco dejó de actuar.
- ¡Máxima deshonra! – el asesor exclamó, una predominante declaración para finiquitar cualquier discusión, pero la chica no permitió que su voz fuese acallada.
- ¡Era la única forma! – Ella replicó -. Por favor, tienes que creerme.
- ¿Capitán? – el asesor preguntó, en espera de la sentencia del hombre quien, imperturbable, contempló la escena sin intervención alguna, solo una mirada atenta y el conflicto al que fue sometido.
Y Azula no pudo evitar soltar un pequeño bufido por el desarrollo de todo.
Honor. Qué palabra tan absurda. El honor fue tan maleable. ¿Qué era el honor en primer lugar?, ¿la amabilidad?, ¿la valentía? No eran más que rasgos superfluos definidos por cobardes e ignorantes, una idealización de los sacrificios que uno debe hacer en la guerra. Patético, absurdo.
La guerra, los conflictos, no fueron más que juegos de poder. La pieza más valiosa siempre fue la que tuvo el mayor poder. ¿Hubo honor en acabar con los nómadas aires? No. ¿Hubo honor al hacer estallar bombas en ciudades indefensas? No. En el momento en que la duda llega a los corazones de los dirigentes y soldados, la derrota yació cimentada en sus destinos. Azula, más que nadie, fue prueba vivaz de la sensación.
El muñeco fue ridículo, la película no fue más que ridícula, todo el tiempo que estuvo sentada frente a ese televisor fue nada más que una ridiculez. Sin embargo, no tuvo ni una pizca de duda del progreso detrás. Las llamas de su interior cada vez más a su merced y control, de nuevo la única sensación que siempre le fue leal poco a poco recobraba su dominio.
No volvería a dudar. En ella recayó la responsabilidad de volver a traer verdadera gloria y triunfo a una nación manchada con debilidad y amor. No fue la sombra de su padre, ni la cobarde de su madre, ni el inepto de su hermano. Fue ella, nadie más que ella la que tuvo que destruir y reconstruir toda una nación. Solo de esa forma el voto vinculante obtuvo algún significado, el estar sentada por incontables horas lo tuvo, y ver el rostro de aquellos que intentaron oponerse a su destino sería la joya de una corona trazada en su cabeza.
Casi pareció un mantra que su mente repitió una y otra vez.
Azula dejó el muñeco a un lado. Para ella fue más que claro que después de los días que pasó encerrada logró alcanzar la maestría necesaria para continuar con el siguiente punto de su entrenamiento.
Con el ruido de la película de fondo, Azula calentó su interior y dejó que la energía maldita fluyera a través de su palma. Con los ojos cerrados, levantó su palma hasta su pecho para comprobar el resultado. Sus dientes se apretaron al observar el resultado final: rojo.
Las llamas, ahora en calma total, permanecieron del mismo color. No importó qué tanto concentró su intensidad o control, las llamas permanecieron iguales. Aún peor, el dominio todavía no fue perfecto. Unas katas básicas fueron suficientes para corroborar ese hecho. Decir que Azula quedó insatisfecha fue una subestimación, sus ojos quedaron clavados al fuego de su palma y lo único que pudo describirlos es con odio.
- No deberías dilatar tu nariz, hace que tu apariencia pierda todo su atractivo – Gojo opinó, recostándose en la silla en la que estuvo hace un segundo Azula -. Oye, esa es una buena elección. Es de las mejores de Disney.
Las apariciones repentinas de Gojo ya no fueron ninguna sorpresa. Al menos tuvo la mínima decencia de traer alimentos (que por lo regular no parecieron de excelente calidad, aunque lo compensaron con un sabor particularmente bueno) para que no dependiese de ella el buscarlos, pero más allá de eso no la instruyó en algo más que continuar jugando con el muñeco.
Cuando realizó el voto vinculante, ella esperó que algo cambiase de la actitud de su maestro, pero fue más un método de mantenerla atada de manos. No se arrepintió en sí, tres años eran suficientes para perfeccionar todas las técnicas que ese mundo pudo ofrecer, aunque no eliminó el enorme malestar de estar atado a un hombre como él y sus enseñanzas poco ortodoxas.
- Veo que llegaste a tu límite.
- ¿Cuál límite? – cuestionó Azula con burla -. Lo único que he hecho es perder el tiempo con ese pedazo de trapo.
- Si Yaga te escuchara te daría suspensión inmediata – Gojo lamentó, con una mayor empatía por el peluche que por cualquier cosa que haya sido comentada hasta el momento -. Aun así, puedes sentir la diferencia ahora, ¿no?
- Si por diferencia te refieres a un control imperfecto.
- No lo creas – Satoru, quien retiró un segundo su venda para mostrar sus ojos cerúleos por un par de segundos, juzgó el cuerpo de Azula con leve interés -. Puedo verlo por mí mismo, ya no desbordas tanta energía como antes. Era fundamental que pudieses producir energía maldita de leves emociones.
Azula no tuvo más remedio que aceptar sus palabras. Aunque aún no entendía por completo el funcionamiento de los seis ojos, si pudo deducir que le proveyó al usuario un manejo y visualización de la energía maldita de él y sus adversarios. También ayudó el hecho que la diferencia fue bestial en comparación a hace unos días. ¿Eso la dejó satisfecha o feliz? En lo absoluto.
- En fin, ¿te parece si lo probamos?
- ¿Probar? – Azula preguntó, agarrada con la guardia baja -. Quieres enfrentarme.
- Por supuesto, ¿de qué otra forma podría evaluar el progreso? – Gojo comentó, mientras guardó algunos de los discos que estuvieron esparcidos por la mesa junto al peluche que lo retuvo en su mano -. Además, no te gustaría estirar un poco las piernas. Llevas encerrada tres días, no te parece que es suficiente.
Aunque parte de Azula creyó que Gojo solo le tomó más el pelo, tampoco pudo negar sus afirmaciones. Por si fuese poco, la técnica de Gojo fue algo que le generó una gran curiosidad desde que entendió el significado de las técnicas y la energía maldita. Con esa mejor comprensión, los conceptos dejaron de ser algo instructivo y deseó llegar a un punto más experimental y de exploración.
Azula volvió a producir una pequeña llama en su mano, acostumbrándose de nuevo a las sensaciones y su nuevo dominio. Con sus reveses y sus ventajas, comprendió a un nivel superficial sus capacidades actuales. Ella no supo en qué nivel se encontró Gojo sobre la mayoría, ni qué tan extenso es la diferencia de un hechicero ordinario con uno de grado especial, pero tampoco ignoraría el hecho de que Gojo sería más fuerte que Maki, al menos el doble de fuerte.
- Tomaré tu palabra.
- Bien – con un leve conteo, Gojo se reincorporó de guardar las películas para dirigirse a la puerta de la habitación -. Y no seas condescendiente, utiliza todo lo que tengas en nuestro combate – Gojo se detuvo un segundo para observar a Azula a través de sus vendas -. Significa que usa tu fuego para matar, yo tampoco seré especialmente dulce.
Azula observó unos segundos de más a Gojo. Ir a matar no es un concepto extraño para ella, la guerra se trató de someter a tus oponentes con la intención de acabar con todo. Al contrario de lo que muchas personas creen, ella nunca fue aficionada a acabar con la vida de alguien. Si pudo cumplir un objetivo sin matar a alguien lo haría, a menos que la oportunidad fuese imperdible para dar un golpe letal.
Aun así, lo que más inquietó a Azula fue el hecho del por qué esa intención. No solo en sus palabras, la piel de ella se erizó de inmediato Gojo pronunció esas palabras. Incluso en su tono jovial, la seriedad detrás fue evidente. Es por eso por lo que, incluso con todos sus prejuicios contra su maestro, ella no subestimó sus palabras en lo más mínimo.
De lo contrario, ella estuvo segura de que terminaría el amistoso enfrentamiento peor que cualquier batalla a muerte que alguna vez hubiese tenido.
XXX
Sentir el aire fresco de la noche fue más placentero de lo que Azula anticipó. Aunque no permitió que sus pensamientos internos se materializaran, no quitó que el soplo de viento fuese algo que no esperó necesitar tan pronto como su maestro abrió las puertas del cobertizo. Hablando del rey de roma, Gojo no pareció ubicarse en ningún lugar. Tan pronto como la puerta del cobertizo fue abierta y Azula realizó un parpadeo, la figura de su maestro desapareció a quién sabe dónde.
Eso hizo que se mantuviese alerta. Con paso cauteloso, Azula avanzó a través de los árboles. Parte de la zona fue reconocida por ella, tuvo la suficiente memoria como para reconocer algunos caminos que tomó en el incidente del voto vinculante hace unos días. Cualquier atisbo de peligro pasó por el ojo crítico de la princesa. Cada hoja, cada tronco, cada rama fue inspeccionada como una recolección apropiada.
El viento nocturno pareció crecer por cada segundo que permaneció afuera, sus instintos alarmados por mínimas señales. El claro del bosque se sintió inseguro, y lo peor es que ella supo que esconderse o escapar fue en vano. El efecto generado en el área fue envolvente, unos ojos que observaron todo a su alrededor y nada escapó de su vigilancia. Gotas de sudor corrieron por la nuca de Azula, demasiado incómoda para ocultar ese hecho.
Ella no recordó la última vez que sintió una opresión semejante, casi incomparable. Ni siquiera el Avatar en las catacumbas de Ba Sing Se pudieron competir con la creciente idea que mantenerse en ese lugar. ¿Todo eso fue generado por Gojo?, ¿o su propia mente la llevó a un camino de locura sin sentido? Aunque su emoción continuó sellada en su interior, eso no evitó que cada segundo pequeños rastros de su confianza se desdoblaran para mostrar sus juicios.
Con una respiración profunda, Azula recuperó la mayor parte de la compostura. Su postura se relajó y se mantuvo lista ante cualquier cosa que el hechicero más fuerte del mundo tuvo que ofrecer. Fallar no iba a ser una opción, el miedo no sería un impedimento. Y tal como se fue, en un parpadeo, el sonriente Gojo posó justo frente a ella.
- ¿Empezamos?
Sin esperar una segunda llamada, Azula se impulsó con un chorro de fuego a una gran velocidad, la hierba fresca fue consumida de inmediato en una línea carbonizada en fracción de segundos. Gojo, quien previó el movimiento, solo se apartó de su posición. Esto fue previsto por Azula que, con el mismo impulso, realizó un salto para ejecutar una patada descendente para conectar a Gojo mientras se encontró en una posición difícil de contraatacar.
La patada terminó en árboles consumidos por el fuego. La velocidad de Gojo fue suficiente para eludir el ataque entrante con poco esfuerzo. Aunque fue más rápido de lo que Azula anticipó, no salió de sus estándares. Después de todo, sería decepcionante si un hombre como él no pudiese manejar algo como eso.
Aun así, sintió que algo estuvo mal en todo eso.
Con reservas, continuó su ofensiva con golpes circulatorios para generar bolas de fuego. La veloz ráfaga fue esquivada con un ágil juego de pies. Satoru realizó los movimientos a tal velocidad que pareció desaparecer por fragmentos de la visión de Azula. Esto no pasó desapercibido por ella, su primera teoría de lo que se trató la técnica de Gojo fue la teletransportación, o algún cambio en la posición actual con la anterior.
Escaneando su alrededor, Azula tazó una línea de eventos que pudo ejecutar para salir del enredo que sería conectar un golpe a Gojo. Con eficiencia, Azula saltó entre los árboles, escalándolos poco a poco hasta llegar a ramas fuertes que soportaran su peso. Su maestro no pareció muy interesado en su acción, solo siguiendo su paso a través de su venda. El interés de Gojo solo creció al observar el calor corporal de Azula llegar a un nuevo límite.
Con algo de concentración, Azula consumió el claro en el que estuvo Gojo en un mar de llamas. La potencia del ataque siguió sorprendiéndola en sus resultados, la energía maldita fue un conductor tan volátil que dejarlo libre solo llevó a lo que sus ojos observaron: un infierno venido a tierra. El pasto se consumió y los árboles empezaron a caer mientras el humo y las cenizas empezaron a tomar un mayor protagonismo.
Sin embargo, lo que más importó no fue el daño causado, sino el resultado del ataque. Era imposible predecir el siguiente movimiento de Gojo si su poder fue la teletransportación, por lo que Azula optó en un ataque en área que abarcara una gran zona. Esto con dos propósitos: ver el alcance de la teletransportación y el tiempo que requirió su uso, o más bien, las condiciones de uso.
A pesar de que fue su principal enfoque, ella no obtuvo nada. Gojo no solo se fue del ataque antes que le pudiese generar alguna herida, sino que se apoyó desde uno de los árboles adyacentes a ella, intacto y con una sonrisa condescendiente en su rostro, como si todo el combate no fuese más que un juego de niños para él.
- ¿Terminaste? – preguntó Gojo, sus brillantes dientes blancos brindando una sonrisa que fue tentada a ser golpeada con un puñetazo.
¿Acaso la tomó en broma? La mandíbula de Azula se apretó ante la sola idea.
Desde la rama, Azula saltó para entrar en un combate directo con su maestro. Aunque su técnica no pareció muy alejada del hombre, la diferencia en el tiempo de reacción y rapidez fue como el cielo y la tierra. La velocidad natural de Gojo se elevó a algo sin precedentes, incluso superó a Maki en ese aspecto. Aun así, ella continuó su asalto hasta que obtuvo lo que deseó.
Sin percatarlo, Gojo chocó con uno de los árboles. La leve sorpresa fue todo lo que Azula necesitó para que una precisa llama lanzada de la punta de sus dedos conectara con el pecho de Satoru. Al menos ese fue la ejecución en su mente, pero Gojo pareció bloquearlo con la mano con poco esfuerzo. Los ojos de Azula se abrieron un poco ante esa reacción, sus manos ni siquiera parecieron afectadas por el calor del fuego, ¿acaso juzgó mal la habilidad del hombre?
Al intentar retroceder y adquirir más información, Azula se detuvo al notar que, después de un sencillo parpadeo, Gojo desapareció de su vista. De inmediato, su cabeza giró en busca de una pista en el área que delatara la nueva posición del hombre. Su espalda, el cielo, los lados, Gojo pareció desaparecer y esta vez no hubo una señal en su espalda que marcase el nuevo rumbo que tomó.
Sin dilación, Azula pareció chocar ella misma con uno de los árboles. No, no fue un árbol, fue el propio Satoru que, de repente, golpeó la frente de Azula con sus dedos, como si fuese una niña pequeña siendo molestada por un bravucón.
Aunque desconcertó el hecho de que la presencia de Satoru desapareciera y reapareciera de un segundo a otro fue algo remarcable, la sola idea de confirmar que todo lo que hizo hasta el momento no fue más que un chiste para él. Si antes tuvo furia en contra del hombre, Azula irradio una ira casi asesina en su contra por el solo acto de menospreciarla de esa forma.
¿Ese hombre quería una muerte prematura? Bien. No le importó si él se consideró un hechicero poderoso o un rango especial, nadie fue invulnerable en este mundo. El flujo de energía maldita circuló por todo su cuerpo, la fluctuación no dejó posibilidad alguna de predecir el siguiente punto de su llamarada. Azula descubrió en su entrenamiento que el enfoque de la prueba fue el traslado de la energía a través del cuerpo, no solo enfocarlo en el muñeco para lograr una mayor eficiencia en su gasto.
Los resultados tan abruptos parecieron tomar a Gojo con un poco de sorpresa, improvisto que la princesa tomase un concepto avanzado del manejo de la energía maldita en tan poco tiempo. Solo por esa leve sorpresa es que el fuego que nació de los pies de Azula en una patada de arco contra el rostro de Satoru pudo conectar.
La carga de energía maldita y un poco el desbalance de esta ocasionó que el fuego saliese más descontrolado. A diferencia de Maki, este descontrol encontró un punto común con la cabeza de Satoru, lo que liberó una de las corrientes de fuego más poderosas que alguna vez ejecutó en su vida. La propia Azula quedó algo impresionada de la magnitud del impacto, sin esperar una potencia que fulminó con la vida de múltiples árboles en represalia y volvió el rostro de Gojo en un volcán activo, al menos no con una carga debatiblemente baja.
Ella se alejó, absorta en la imagen del caos causado por ella. ¿Ese fue el poder que liberó con tan solo unos días de entrenamiento? Se sintió fantástico. No obstante, esa celebración se percibió algo vacía al ver el torrente de fuego que se volvió Satoru. A pesar de sus palabras, ella en realidad no deseó matarlo.
- No está mal – Los ojos de Azula se abrieron de la impresión.
Con lentitud, Azula volvió a mirar a Gojo. No solo el fuego desapareció, sino que el cuerpo de Satoru salió completamente ileso de la poderosa llamarada. Toda esa destrucción, y el hombre ni siquiera se inmutó por el daño.
- ¿Q-Qué? – La reprensión se volvió en incredulidad. Nadie, ni el Avatar, ni su padre, ni nadie podría salir ileso de un ataque como ese -. Es imposible.
- Debo admitir que eres más talentosa de lo que pensé, aunque eso debió ser un error. Después de todo, con esas reservas de energía maldita deberías ser bastante a fin a esta.
- ¿Cómo? – Azula preguntó.
¿Cómo pudo permanecer de pie?, ¿cómo pudo hablar con ella con la mayor de las casualidades?, ¿cómo ninguno de sus golpes pareció surtir un efecto duradero en ese hombre? Satoru solo dibujó una sonrisa más pronunciada como respuesta a todas esas dudas, regocijándose de la extraña expresión de negación de la maestra fuego.
- Supongo que aún no conoces mi técnica maldita – Satoru se acercó, su cuerpo quedó a centímetros de una dubitativa Azula que todavía proceso lo observado -. Si quieres saber la respuesta, solo acerca tu mano a mi pecho.
Azula estuvo al borde de la burla. Fue una trampa evidente, incluso si no hubo malicia detrás de sus palabras, no fue ninguna ingenua para creer que no intentaría algo. Aun así, el pecho del hombre pareció un elemento hipnótico. No, no el pecho, su propia curiosidad. ¿Qué hizo del hombre el más fuerte de todos?, ¿qué evitó que sus llamas no surtiesen efecto?
En lugar de usar su mano, Azula pateó una piedra de los escombros. Su plan fue simple: recabar información por medio de elementos externos para tener una mejor visualización de la técnica. Ese plan apenas duró un segundo antes que Azula observase el efecto resultante de la primera piedra. El objeto quedó inanimado en el aire, a unos pocos centímetros de tocar el pecho de Satoru.
- Que desconfiada – Gojo comentó con casualidad, apenas prestándole atención a la piedra -. Pero veo que te generó interés, y supongo que a las buenas no podré convencerte.
Azula estrechó la mirada mientras Gojo se acercó, con unos cuantos pasos atrás sin desear caer en su trampa. Sus sentidos se mantuvieron alerta a la espera del siguiente movimiento que realizaría su maestro. Solo un momento después, Satoru desapareció de nuevo de la vista de Azula, y pese a no detectarlo, el instinto y el modo de combatir de su maestro fue suficiente para saber dónde llegaría. Con la espera de tres segundos, Azula lanzó una patada giratoria al rostro de Gojo que apareció a un costado suyo. La intuición fue correcta. Lo que ella no esperó fue la interacción de su pierna.
Su pierna, rápida y contundente, impregnada con una pequeña llama que se curvó para arremeter en contra de Gojo, perdió su fuerza y velocidad de inmediato. No, decir que lo perdió no fue del todo correcto, sino que el tiempo se prolongó más de lo debido. La pierna de Azula avanzó más y más, aproximándose más cerca de Gojo. Sin embargo, la insufrible sensación de observar que no importó qué tanto se estiró o duró el golpe, nunca llegó a su destino. Todo lo contrario, la patada acortó su curso a tal punto que pareció estática al igual que la piedra.
Azula no supo cómo describir el sentimiento. Un muro que en primeras no pareció impenetrable, pero mientras más lo escaló solo dejó más en claro el vasto espacio que ocupó. No importó cuánto esfuerzo golpeó, o la forma en que las llamas se generaron, ella supo que nada superaría esa muralla. Ahí fue que entendió todo el ritual de Satoru, y su mente solo pudo negar ante la posibilidad que semejante poder existiese en ese mundo.
- Veo que estás sacando tus propias conclusiones, pero lo dejaré aún más claro – Gojo habló, lo que ganó la absoluta atención de Azula que permaneció con la pierna alzada -. Lo que golpeas no es más que el infinito que existe entre tú y yo, ese es mi ritual. Intenta dividir un número a la mitad, no importa qué tantas veces lo hagas, solo reducirás el resultado – Gojo acercó su rostro, agachándose para quedar al nivel de Azula y pudiese observar su rostro, desprovisto de cualquier alegría -. El número nunca llegará a cero. No importa el ataque que lances, el fuego que prendas o la forma en que lo hagas, no podrás atravesar el infinito.
Inconscientemente, Azula trató de recobrar su patada, pero la ralentización de su retorno fue demasiado, una insufrible cámara lenta que pareció rodear su tobillo.
- Aun así, te invito a intentarlo. Siempre es interesante ver el ingenio de las personas – las manos de Gojo se juntaron y el espeluznante ruido de tronarse los dedos apenas se percibió por el intenso incendio que empezó a propagarse -. Por supuesto, creo que debería tomarme las cosas un poco más en serio.
Antes de que Azula pudiese reaccionar, un poderoso golpe conectó sobre su hígado. El cuerpo de la princesa fue lanzado al aire, un retroceso violento que llevó consigo el humo y las llamas que se consumieron por la potencia del viento, y las flamas que sobrevivieron solo avivaron su chispa para expandir la destrucción aún más en el bosque.
Todo, mientras Azula no pudo describir en palabras el golpe que acabó de recibir.
El dolor más intenso que alguna vez sintió en su vida nubló cualquier pensamiento. Con lentitud, Azula tocó el costado donde fue golpeado. Tocó sólido, su cuerpo siguió entero. Era imposible, ella estuvo segura de que el impacto abrió todo el costado de su cuerpo, succionado por el golpe hasta no quedar nada. Sus movimientos fluidos se volvieron mecánicos al observar con sus propios ojos su región lumbar para volver a corroborar que aún permaneció entera.
No pudo creer el impacto del golpe. Azula tuvo que tocar su costado una y otra vez que no hubo cambios en su interior y todo quedó en una horripilante imaginación. Eso no fue un golpe destinado a inhabilitar a alguien, fue un golpe destinado a acabar con su oponente a toda costa; un golpe destinado a matar.
Gojo se acercó con lentitud, sin necesidad de apresurarse a su objetivo. Azula sintió todo este tiempo que su maestro fue algo más de lo que dejaba entrever. Entre las bromas y burlas, un hombre de inmenso poder ocultó su peligrosidad en favor de la confianza excesiva. Por fin lo entendió, en el momento en que el sudor dejó de ser de motivación y pasó a ser helado, en el segundo en que pequeños escalofríos pudieron ser detectados desde sus antebrazos, y la turbulenta respiración hizo ápice a través de sus labios.
Ella no enfrentó a un doblador, ni un soldado, ni un maestro, ni un humano. Ella estuvo frente al poder de un Dios.
- No – Azula negó con la cabeza, su temblorosa mano se cerró en un puño.
Una nueva llamarada salió disparada en contra de Gojo. Ahora fue claro el efecto del infinito al ver las llamas quedar paralizadas en el aire hasta consumirse. Satoru pareció no reaccionar, a la espera del siguiente movimiento de Azula, o tal vez el fútil intento de sobrepasar la impenetrable barrera espacial.
En lugar de un combate de frente, Azula decidió alejarse a través de los árboles. La mente de la princesa trabajó horas extra con tan solo idear algo para penetrar el infinito de su maestro. Aterrada fue el menor de sus emociones, la adrenalina la impulsó a seguir adelante entre las ramas mientras trató de ganar distancia. Sin embargo, ella supo que no serviría de mucho, la mirada de los ojos azules a través de esa venda fue demasiado profunda, imposible de ignorar y escalofriante al ser usada en su contra. Después de todo, ella fue la presa de un depredador que solo jugó con su comida.
Azula concentró sus llamas a través de diversas patadas que cortaron no solo a donde creyó que estuvo Gojo, sino los árboles que le hicieron ganar algo de tiempo mientras ideó algo plausible con la limitada información obtenida. Obviamente, eso no redujo el ritmo de Gojo quien se distanció lo suficiente para no perder el rastro y lo bastante cerca para que su presencia siguiera circulando en el área.
Por si fuese poco, las llamas empezaron a opacar su camino. Su inconsciente control de la nueva energía en su cuerpo más los mínimos, pero significantes estragos causados por Gojo fueron suficientes para que un fuego controlado empezara a salirse de las manos. Eran enemigos por todos los frentes.
Con una leve tos, Azula se apresuró hasta las llamas. Su resistencia como maestra fuego le dotó de permanecer en ese tipo de ambientes un tiempo más prolongado que el humano promedio. Por si fuese poco, también pudo ayudar a debilitarlo. Todo no pudo ser ignorado por el infinito, en caso contrario Gojo no podría respirar, y en caso de que siga siendo humano, aún requirió un espacio libre de humo para despejarse.
Su suposición fue algo correcta, Gojo pareció molestarse un poco por el fuego si es que el leve ceño fruncido de molestia fue algún indicativo, pero nada que le impidiese seguir el ritmo de su persecución. De hecho, eso fue motivante suficiente para acortar la distancia con Azula y encararla en un combate directo.
Los ojos de la princesa se abrieron de golpe al tener que reaccionar en milisegundos a la serie de golpes que Gojo desató. El ritmo frenético de los golpes secos directo a su cuello fue un desafío en toda norma, y en contra de admitirlo, la técnica de Gojo pudo equipararse a su propia técnica marcial del fuego control.
Aun así, ella pudo sentir que en ese enfrentamiento que la barrera se desactivó. Al parecer, para conectar golpes tuvo que desactivar su barrera. Tuvo sentido; un hombre intocable tampoco debería tener la capacidad de tocar a los demás.
Pese a ser presionada, Azula se las ingenió para liberar un pequeño fuego a los pies de Gojo, en creencia de que toda la barrera fue cortada. Resulta que Gojo no solo tuvo dominio absoluto del espacio a su alrededor, sino de fracciones pequeñas. La llama volvió a consumirse sin generar ningún daño.
Aunque Azula trató de maldecir mentalmente, la carga de eludir y bloquear los golpes de Gojo empezó a ser demasiado pesada. Cada golpe fue como piedras lanzadas por maestros tierra e incluso si pudo mantener el ritmo durante esos eternos segundos, ella empezó a sentir la mella en sus músculos y huesos que trabajaron horas extra en al menos seguir el ritmo, ni hablar de contraatacar o planear.
Para su infortunio, Azula no pudo bloquear correctamente un golpe directo a su rostro con el dorso de su mano. El golpe volvió a hacerla volar y rodar unas cuantas veces en el suelo, la sangre escurrió por la nariz y su tabique fue fracturado.
Por si fuese poco, el poco oxígeno en el área empezó a afectarla, su tos se volvió más prominente. Ella supo que Gojo no fue inmune a las toxinas generadas por el humo, él tampoco estuvo en la posición más cómoda, pero ella supo que tuvo los recursos para salir del fuego en cualquier momento.
Frustración, impotencia, desprecio.
Azula apretó los puños ante su situación. Ella por fin entendió a lo que enfrentó, comprendió un poco el alcance del poder de ese hombre, lo que significa ser un hechicero de grado especial y, sobre todo, el poder del más grande de los hechiceros de ese mundo. Aun así, aún con el conocimiento de todo eso, el no poder hacer prácticamente nada que pudiese tornar las riendas del encuentro regurgitó su estómago con mayor fuerza que cualquier golpe que Gojo le hubiese dado hasta el punto.
Ella supo que lamentarse no le serviría de nada. La queja solo fue una excusa del débil que no tuvo la voluntad de llevar a cabo sus ambiciones. Sin embargo, fue difícil no hacerlo cuando todo en su vida pareció ir en contra de sus deseos. Nada pareció corresponder a sus ideas, e incluso si recuperó algo de control en su vida, algo intervino y le hizo dar un baño de realidad una y otra vez. Siempre una piedra en el zapato, desleales imprudentes, gente que no conoció su lugar, personas con el único objetivo de verla caer en una espiral de desesperación hasta que no quedara nada de la persona que alguna vez fue.
Todo pareció arremolinarse en la mente de Azula. El combate no fue más que un baile de lento descenso hasta la oscuridad de una oscura cárcel que se llamó muerte. Sí, ella lo supo. Si no pudo corresponder a la expectativa, su vida terminaría en ese mismo lugar. La nueva percepción de energía maldita fue extrañamente esclarecedora en ese punto. Ella no quiso eso, intentó maquinar algo que pudiese superar aunque sea una vez la extraña barrera para al menos deslumbrar un camino a seguir. Nada, no apareció nada en su mente que aún intentó acomodarse del golpe propinado.
Al menos, hasta que ella se percató de algo.
Mientras se reincorporó del suelo, observó algo curioso. Aunque no fue raro el generar fuego desde la planta de los pies, el rastro de cenizas no fue común. Incluso si su control no fue el mejor, eso fue algo que ningún maestro fuego sufriría a menos que fuese demasiado incompetente. Reacia a creer que su fuego control siguió en un estado tan lamentable, pasó a la siguiente hipótesis: fue un nuevo fenómeno causado por ella misma.
Con algo más de aire al ser empujada por fuera del cúmulo de niebla, las ideas volvieron a ser más claras. Pronto, una epifanía llegó a su cabeza. Por primera vez, sintió que hubo algo que pudo hacer. Con desenfreno, las ideas volvieron a su cabeza y una pequeña sonrisa satisfecha empezó a fluir.
Solo para ser borrada enseguida al ser cegada por un pequeño resplandor. La oscuridad de la noche pronto se envolvió en un tono carmesí. Azula volteó para observar el origen. Satoru, con una confiada sonrisa, empezó a envolver uno de sus dedos en una esfera roja que se fue compactando.
- Técnica de maldición inversa – Satoru recitó, mientras la luz del faro con destino a Azula se asomó más y más -. Rojo.
La luz se liberó, dejando atrás un sendero de destrucción, y el reflejo de algo que la princesa nunca anticipó: la luz de su vida evaporizada por la técnica.
Del puro pánico, la energía maldita de Azula reaccionó. Inconscientemente, o tal vez con el último atisbo de consciencia, Azula esquivó la mayor parte de la trayectoria del poder que arrasó con todo a su paso. El daño causado fue mínimo por fortuna de agni, pero incluso si ese fue el caso, el daño fue suficiente como para destrozar varios huesos de su hombro que fue rozado por la técnica.
La técnica avanzó a través del bosque. La onda expansiva del paso de la esfera causó una deformación en el ambiente, las llamas que fueron acumuladas a lo largo del encuentro se desvanecieron para solo dejar restos de troncos y cenizas. Si esa técnica hubiese impactado de lleno, Azula se preguntó con completa honestidad si sobreviviría al impacto.
Y aún sin que la técnica conectara del todo, el daño acumulado a lo largo del combate empezó a pasar factura. El cuerpo de Azula se sintió entumecido, sin obtener respuestas correctas de los más sencillos movimientos. Aun así, ella forzó su cuerpo al límite. Su mente cantó lo fácil que fue el seguir. Su padre tampoco fue misericordioso en sus entrenamientos. Si ella alcanzó un límite, solo debía superarlo y continuar, sin importar si sus músculos se desgarraban o sus huesos se partían en pedazos. La deshonra de la derrota fue un castigo peor que cualquier fractura o herida.
Además, ella aún deseó aplicar su idea en el enfrentamiento.
Azula generó un gentil fuego de la palma de su mano, pasándolo por el hombro magullado. No es como si se curara, esto solo alivió algo del dolor, uno de los pocos trucos útiles que aprendió de los tutores que tuvo a lo largo de su infancia.
El tiempo que le tomó el aliviar parte de sus heridas fue el justo para ver a Gojo teletransportarse frente a ella. Desde una posición agachada, Azula observó con ferocidad a su maestro, sin dejarse titubear pese a lo que sucedió hace unos segundos.
- Sigues de pie. Debo reconocerlo, has durado más de lo que esperé – elogió Gojo.
- Si crees que unos cuantos golpes son suficientes para acabar conmigo, entonces no tienes idea de lo que soy capaz. Aunque debo decir que para un combate de práctica esto se está saliendo de control.
- ¿Qué puedo decir? Solo estoy complaciendo tus deseos.
Azula se burló, rodando los ojos sin creer en sus palabras.
- En ese caso – Azula alzó sus dedos, su sonrisa maliciosa empezó a profundizar sus rasgos -. Compláceme este deseo.
La figura de Gojo fue consumida en llamas. Fue un acto instantáneo, Gojo ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de ser envuelto en un tornado de llamas que escaló hasta los cielos.
Probó desde todos los ángulos para rodear el infinito, pero cada intento que Azula realizó solo fue detenido por la barrera invisible. Aun así, ella no abandonó la idea que hubo una pequeña oportunidad si el ataque fue desde los pies de Gojo. El suelo no pareció afectado por sus pies, además que no hubo elevación alguna. También estimó que el infinito no fue infalible en todos los aspectos, de lo contrario los sentidos hubiesen sido bloqueados, o cualquier efecto del exterior como el viento que corrió su cabello no se hubiesen movido. En conclusión, no fue un espacio aislado, solo un muro, y cualquier muro tuvo una debilidad.
Azula no le gustó probar nuevos trucos bajo la marcha, pero este fue un recurso que tuvo una extraña certeza que funcionaría. Su energía maldita desbordó una extraña sensación por las quemaduras residuales que dejó a su paso. Ahí conectó la idea: las marcas fueron productos de su propia energía maldita, y todo lo conectado a esta pudo controlarlo como fuego control. Fue un truco que no supo si funcionaría, además que consumió una gran cantidad de energía maldita para producir esa bomba a distancia improvisada, pero la recompensa lo valió.
Al menos lo valió hasta que empezó a cesar y Gojo caminó por fuera de este.
Ileso.
Parte de la sonrisa de Azula se desvaneció. El resultado no la frustró, solo la dejó vacía. Ella sospechó que el infinito también se evidenció en un espacio tan limitado como la suela de los zapatos y el suelo, un tamaño tan ínfimo que fue imperceptible para su vista.
Fue el golpe definitivo, la barrera no pudo ser atravesada. En realidad, ella supo que su intento solo fue un golpe desesperado para negar la realidad. Ni siquiera se sintió tan mal por la derrota, casi fue tomado como un chiste del peor gusto.
No. Ella se rehusó a pensar de esa manera. El combate solo existió el fracaso y el éxito, nada más. Si ella no logró la victoria solo fue por su propia incompetencia, otro fracaso más a un historial cada vez más manchado. A pesar de aún mantener su sonrisa imperturbable, su interior ardió en negación y cólera. Una nueva llama surgió de Azula, disparada al frente de Gojo. A pesar de las intensas y dolorosas protestas de su cuerpo, ella trató de ganar distancia y atacar.
Hasta que de nuevo la noche presenció por segunda vez la luz roja.
Azula se detuvo en seco, la esfera tomó por sorpresa sus sentidos, y la producción de la energía almacenada fue el doble de rápido que el anterior. En cuestión de parpadeos, el ataque estuvo cargado para ser lanzado en su contra. Con un mayor resplandor, Azula abrió los ojos al ver que el ataque no se detuvo. Su cuerpo se congeló, y la expresión se volvió de terror al comprender que esta vez no hubo absolutamente nada que pudiese hacer para evitarlo.
Apretando los dientes y cerrando los ojos, Azula no tuvo más remedio que esperar las consecuencias del ataque. Sin embargo, este nunca llegó.
- Bang – en su lugar, Gojo plantó sus dedos en la frente de la princesa.
Azula abrió los ojos, algo dubitativa de lo que pudiese ver. La figura de Gojo eclipsó su cuerpo, su sonrisa complacida fue todo lo que necesitó para saber que todo había finalizado. Tan pronto como esa idea llegó a su mente, el miedo dejó paso a la más profunda indignación.
- ¿Hablas en serio? – Azula solo miró a Gojo, sin creer que se le haya ocurrido hacer algo como eso -. Después de todo eso, ¿de verdad tienes el nervio de hacer algo como eso?
- ¡Por supuesto!
- Así que no tendrás la dignidad suficiente para explicarte a ti mismo. Tenemos un trato, ¿o acaso quieres deshacerte de mí para no cumplir tus falsas promesas?
- ¿No te han hablado de amor duro? – Gojo respondió, sin una pizca de culpa en su voz -. Solo fue un pequeño entrenamiento.
- Sé lo que es ser sometida a entrenamientos infernales. Sé lo que significa llevarte al límite. Esto, esto solo fue un despliegue de poder desmedido y con clara falta de control. ¿Acaso usted, como nuestro "maestro", no tiene la capacidad de controlar su propia habilidad divina para medir el correcto proceso que requiere un estudiante? De ser el caso, veo que tu incompetencia es más grande de lo que anticipé.
- Por supuesto que la tengo – Gojo se defendió, levantando sus brazos en una vana señal de derrota -. Si no fuese así, te hubiese matado.
- El resplandor fue una clara señal de que lo tenías bajo control.
- Rojo es poderoso, pero manejable. Con tu manejo actual de energía maldita, hubieses sobrevivido… 9 de cada 10 casos – Gojo contempló, lo que ganó la burla de Azula.
- Excelente, esto puede ser celebrado como un potencial regicidio, eso es para estar orgulloso de tus capacidades.
- No es que tenga muchas opciones, tú eres la que desea avanzar tan pronto como sea posible.
Azula recordó que en el combate escuchó algo similar. En un principio lo consideró solo una burla del enemigo, pero ahora pareció que cargó con más importancia de la que le dio en un principio.
- Dime Azula, ¿le temes a la muerte?
- ¿Qué clase de pregunta es esa?
- Solo responde.
Azula trató de encontrar el ángulo, el juego detrás de la mente de su maestro. No era idiota, al menos no en el sentido intelectual. Gojo presentó su lado despreocupado como una muestra de afabilidad para conectar con aliados y enemigos, una fachada más accesible a su alrededor. Además, en su propia consciencia de su propio poder, delimita incluso los límites que no puede superar con un poder tan magnífico como lo fue el infinito. Por si fuese poco, cualquier mentira o engaño no pareció funcionar, dándole una estocada a su línea de pensamiento, como si pudiese leer su mente o ver a través de cualquier truco que ella tuviese.
Pero, por alguna razón, parte de ella le dijo que esa pregunta fue en serio, lo suficiente para saber que su proceso se determinaría por la respuesta dada.
De buenas a primeras, no habría duda de su resolución fue un sí. Sin embargo, Azula supo que eso no correspondió por completo a lo que creyó. Ella nunca sería una cobarde que no arriesgaría su integridad por sus propios objetivos, eso es ir más allá de ser débil, era directamente ser alguien sin valor. A pesar de ello, siempre existió ese pequeño estremecimiento que recorrió su cuerpo cada vez que sintió el peligro. En mayor o menor medida, su alerta no solo nació de una cautela combativa, sino de una extraña incomodidad que no supo determinar en su pecho, o al menos no deseó concluir qué fue.
- No lo sé – confesó, sin tener claro que esa fuese la respuesta correcta.
- Creo que le temes, o la respetas lo suficiente para luchar por tu vida – Gojo opinó, casi como si hubiese querido que Azula se confesara a sí misma, sin importar la respuesta que hubiese dado.
Decir que Azula no le complació la respuesta fue minimizarlo. La tentación de lanzar otra bola de fuego al rostro del sujeto se escuchó de nuevo bastante poderoso, incluso si ella supo el resultado final de ese caso.
- Oye, eso es algo bueno, eso te ayudará a mejorar más de lo que crees – Gojo aseguró, aunque fue difícil determinar lo serio que fue en su declaración por la eterna sonrisa alegre y enigmática que siempre mantuvo -. Dime, ¿nunca habías experimentado tu propia muerte?
Azula enarcó una ceja por la pregunta, lo que supero parte de su enojo anterior. ¿Acaso no lo vio en su combate?, ¿qué persona vería tal poder y no se postraría a sus pies y le lamería los dedos solo para pedir clemencia? Ella consideró que miles de personas que entabló conversación en su vida lo harían. Si no hubiese pasado por eso, le hubiese sido imposible siquiera plantar un pie frente a Satoru de un modo desatado.
- No sé a lo que te refieres – Azula dijo, levantando los hombros mientras su confianza volvió a alzarse -. No es la primera vez que pongo mi vida en la línea de fuego. Luché en una guerra, cacé al mejor doblador de todo el mundo, brindé honor a mi nación con hazañas que nunca se hicieron en el pasado, ¿y crees que nunca me enfrenté a la muerte?
- No te pregunté por lo que hiciste – Gojo habló, un poco más de acero en su voz para dejar las cosas claras -. Vuelvo a repetir, ¿esta es la primera vez que te piensas que en verdad puedes llegar a morir?
Azula lo meditó un segundo. En realidad, no lo fue: la ocasión que casi cae a su muerte en el templo del aire, o en la que sus sirvientes se rebelaron en su contra y debió contraatacar antes de que acabaran con ella, o el agni kai que, sin importar lo que Zuzu diga, esas llamas fueron lanzadas para matarla.
Aunque, ella también reconoció que este caso fue excepcional, y decir que alguna vez experimentó algo parecido fue una falsedad. En ninguna ocasión pudo escuchar su corazón bombear con tanto ímpetu que ensordeció los ruidos del exterior.
Eso no fue algo que Azula quisiese compartir. Cualquier arma usada en su contra debió ser obtenida por otros medios, no por su propia boca. Con naturalidad, ella mantuvo su expresión neutra, sin denotar en lo absoluto sus emociones.
- ¿Qué quieres obtener con todo esto?, ¿un análisis psicológico?, ¿desvelar mis debilidades? Créeme que mis enemigos lo han intentado en el pasado y no han terminado bien.
- Azula, voy a ser claro – Gojo suspiró, mientras se quitó la venda de sus ojos, ahora sin la chispa amenazante que parecieron emitir debajo en el combate -. No dudo de tu potencial. Creo genuinamente que en poco tiempo puedes unirte a mi como una hechicera de grado especial, no pongas en duda eso. Es por eso por lo que quiero acelerar el progreso.
A este punto, Azula se cansó de lo repetitivo que llegó a ser su maestro con el tema. Pese a ello, no dejó pasar su insistencia de algún modo. Además, ella no olvidó el voto vinculante ni un segundo. ¿Gojo buscó algo de que ella se fortaleciera?, ¿un paso más allá que solo reemplazar las cabezas de mando de la hechicería?
- Imagina este caso: una madre deja prendida una estufa y se incendia su casa de madera. Ella trata de salir, pero se da cuenta que su hijo está atrapado alrededor de los escombros. ¿qué crees que pase?
- Lo abandona – respondió ella con contundencia, sin pensarlo ni un segundo y enfocando toda su mente en la respuesta, como un mecanismo automático -. Sus posibilidades de rescatar a su hijo superan sus aptitudes, su fuerza no es suficiente para cargar con una viga de madera. Su hijo está condenado.
- Que fría – Gojo se estremeció, aunque su voz permaneció igual de molesta -. Pero desafortunadamente, no siempre es el caso. Las personas de mayor voluntad logran proezas que nadie espera de ellas. Te puedo asegurar que al menos la mitad de los casos la madre salva al niño… o muere en el intento.
Aunque Azula trató de replicar el ejemplo, descubrió que su boca quedó sin respuesta alguna. El pequeño y molesto escozor en su pecho lo superó. Ese insignificante quemadura que no dejó de arder y golpeó directo para dejarla inmóvil sin que ella pudiese reaccionar al impacto.
Satoru lo tomó de otra forma, como si el silencio fuese una señal de que podía continuar.
- Ya lo he dicho, Azula, ¡Ser un hechicero es un infierno divertido!, pero no deja de ser el infierno – aunque no la tocó, la intención de Gojo fue que ella se concentrara en sus ojos, que a pesar de lo risueño que mantuvo su actitud, tomase de verdad sus palabras y no como sencillos disparates -. Si quieres progresar, tendrás que poner tu vida en riesgo una y otra vez, tantas veces que puede que te pierdas la esperanza, tantas veces que puede que pierdas la cordura.
Azula no necesitó que fuese tan directo para saber eso. Ella asumió desde un principio que el trabajo para controlar una energía tan oscura y maligna no fue algo que los débiles pudieron someterse. Aún permaneció callada, recuperando poco a poco los pensamientos más mordaces en lugar de enfurruñar su mente en pesares.
- Al menos más de lo que te queda.
La princesa entrecerró los ojos ante eso. Aunque antes tuvo sus sospechas, ahora pudo confirmarlas. No lo confrontaría, eso sería un mal movimiento de su parte hacerlo en su estado actual. Sin embargo, la idea de que Gojo supo algo más de ella de lo que ella permitió fue un hecho. ¿Cómo obtuvo información externa? Esa fue una valiosa pregunta que debió ser respondida. Aun así, lo guardó en su mente, hubo otros elementos de mayor prioridad que eso.
- Acostúmbrate. En el momento en que decidas seguir con esto, no creas que las maldiciones serán más amables que yo.
Azula respiró, un poco más fuerte de lo que anticipó mientras se levantó. Ella odió la sensación de debilidad al que su fatigado cuerpo se sometió, pero se obligó a moverse, sin querer continuar escuchando consejos sin sentidos de suicidas sin mente.
- No me creas una niña ingenua. Tengo claro la crueldad que se necesita para seguir viva.
Azula trató de caminar, solo para encontrar la imposibilidad de hacerlo con propiedad. De hacerlo, lo único que quedaría fue un deshonroso arrastre de piernas como una mendiga hambrienta. Ya fue un horror el que la vieran en un estado tan lastimado, pero verla tan débil al punto en que no pudo caminar fue algo que no entró en su cabeza ni un segundo.
- Je, puedo confiar en eso. Solo recuerda esto: el loco cree que es loco hasta que conoce otro loco más loco que él, ahí se da cuenta de que siempre fue un hombre cuerdo. Todos dicen que tienen lo que necesita hasta que experimentan el abismo por sí mismos – por alguna razón, la brillante sonrisa de Gojo se tornó algo triste por las palabras en su cabeza -. Puede llevar a los mejores hombres a la locura.
Azula suavizó su ceño a uno más intrigante.
No ignoró el primer indicio de dolor en la voz de su maestro, una vulnerabilidad. ¿Una experiencia pasada? Muy probablemente, en especial relacionado con alguien cercano. Azula tuvo casi la absoluta certeza que fue el caso, pero tampoco demostró una gran afección por ello, por lo que llamarlo un agujero todavía fue precipitado.
- Muy bien.
Con unos cuantos estiramientos en sus brazos, Gojo empezó a movilizarse hacia Azula. Ella dudó, sin saber las intenciones de su maestro al acercarse de esa forma.
Lo que nunca esperó es que los brazos de Satoru fuesen rápidamente dirigidos a su espalda y piernas para ser cargados en un agarre igual al mostrado en esas películas de fantasía y el viejo y aburrido cuento del príncipe carga a la princesa.
- ¡¿Qué estás haciendo?! – Azula clamó, intentando quitarse del agarre sin éxito, una cantidad mínima de fuerza del infinito pareció atraerla a su lugar sin ningún esfuerzo.
- No creo que estés en condiciones para llegar a donde Shoko, y así es más rápido – Gojo argumentó, pero ninguno ignoró la picardía malicia detrás de sus acciones, solo para mostrar lo orgulloso que estuvo de hacer una ridiculez como esa -. Relájate, solo cierra los ojos y actúa como la princesa perfecta que eres.
- ¡No me creas como esas patéticas malcriadas!
- Ah, así que les has prestado atención. Lo sabía, siempre acierto con el gusto de otros.
Azula no tuvo tiempo de replicar antes de desaparecer del bosque medio destruido por los estragos de un simple entrenamiento.
XXX
Díganme que no soy el único que sabe qué va a hacer, cómo lo va a hacer y qué va a presentar, pero no sabe cómo llevarlo a cabo con precisión. Bueno, eso fue este capítulo.
Fue bastante insufrible durante un buen rato idearme cómo sería una parte en específico.
Aun así, disculpen la tardanza. Más allá de lo anterior, también fue para buscar beta en la versión inglesa del fic para corregir ortografía (Spoiler, no lo conseguí), y se fueron acumulando semanas. Les aseguro que el siguiente no tendrá un tiempo de espera tan largo.
En fin, espero que les haya gustado. Si tienen algún crítica, retroalimentación, cosas que les han gustado o no, las acciones de los personajes, etc. no se olviden de dejar un comentario, que eso motiva bastante a continuar con este proyecto.
Tampoco olviden darles follow y fav si es que les ha gustado la historia.
Y sin nada más, hasta el próximo capítulo. ¡BYE!
