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Capítulo 5

Extraordinaria

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Los rayos de sol se colaban a través de la tela de su cortina. Arrugó el entrecejo un par de veces hasta abrir los ojos. Sus largas pestañas le nublaron la vista por unos segundos hasta que se acostumbró a verlas, entrecerró los ojos unas cuántas veces molesto por la iluminación, y sin si quiera pensarlo detenidamente, con su mano derecha buscó el cuerpo de Kasumi entre sus sábanas. Salió de su ensoñación por completo al encontrar el espacio vacío a su lado. Miró la almohada y las sábanas, se sentó con movimientos perezosos y miró a su alrededor, intentando descifrar si su noche había sido un sueño o realmente había ocurrido.

Sentía el cuerpo ligeramente resentido, por la supuesta actividad física, tenía la mente calmada, libre de estrés y pensamientos fúnebres. Definitivamente había sucedido, había follado con Kasumi y no lo había soñado. Por si acaso, levantó las sábanas para comprobarlo, y se dibujó una sonrisa en sus labios cuando vio las manchas en las sábanas por los fluidos de ambos.

Se habían acostado.

Su sonrisa se amplió, recordó con satisfacción cada momento con ella. Sus caricias delicadas en su espalda y brazos, sus besos demandantes, la suavidad de su piel femenina y sus atributos que lamió y besó con urgencia. La sensación de estar dentro de ella, el recordarlo le quemó por dentro y no pudo evitar soltar una risotada cargada de triunfo. Pero su victoria pronto le supo vacía.

Tragó en seco, arrugó el ceño cuando su garganta se irritó, pero lo ignoró. Así como vino la satisfacción por cumplir sus fantasías, se fue. La culpa se instaló rápido en sus pensamientos, al verse solo en la habitación fue fácil analizar la situación. Ella se había ido temprano para que no la vieran, porque aquello no era motivo para enorgullecerse, independiente de que se tratase de su vida personal, que alguien los viera no sería fácil de explicar y el estigma que caería sobre ella sería difícil de borrar. Le daba igual lo que pensaran de él, ya todo el mundo lo tenía tachado como un tipo egoísta, no le dañaba un comentario más o uno menos. Pero sí le importaba lo que dijeran de Kasumi, porque no se lo merecía, y quizás la conocía mejor que nadie y cualquier cosa que hablaran de ella no sería cierto. Y la defendería siempre.

Independiente de lo que pudieran decir, sabía que no era correcto el haber cedido a sus encantos ¡y tan fácilmente! Su fuerza de voluntad era una mierda, se sorprendía un poco, o quizás se debía a que era débil cuando se trataba de Kasumi.

Su Kasumi.

Volvió a sonreír al espacio vacío en su cama. Se la imaginó a su lado, durmiendo con los labios entreabiertos y quizás babeando, pero relajada. Con las mejillas sonrojadas y despeinada, y la escena le llenó el pecho de calor.

"Solo por esta vez", se repitió en su cabeza con su voz. Ese había sido el acuerdo, y si lo usaba de escudo, no debería sentirse culpable por follar a una jovencita de 18 años, pero sentía en el fondo que era una excusa patética. Había caído fácilmente en sus redes, de pronto se sintió como un niño otra vez. Un niño al que le prohíben comer un postre delicioso y que ansiaba desde hace mucho tiempo, ya sea porque aún no almorzaba o porque se había portado mal, y no se lo merecía. Pero se había metido a escondidas a la cocina y se lo había devorado sin dejar rastros, y el goce había sido sublime, así como la culpa por hacer algo que estaba mal. Pero Kasumi no era ningún postre, aunque fuera la persona más dulce que conocía, y él no era un niño. Era un adulto que podía discernir de lo que estaba bien y lo que estaba mal, y sabía que había hecho algo malo.

¡Pero maldita sea que bien se había sentido!

Era más que consciente de sus debilidades ahora. Podía decir con orgullo que solo tenía una en estos momentos y era ella. Si quería respetar su propia determinación, debía evitar estar a solas con ella o crear instancias en que la situación pudiera salírsele de las manos. Porque estaba seguro que se podría repetir.

Ahora que la había probado, que había tenido la fortuna de besarla con calma, de tocarla y hacerla suya en más de una ocasión, había comprobado que Kasumi era una adicción difícil de resistir. Le era complejo entender cómo podía amarla tanto y a la vez desearla de esa manera. Sentía en cierta forma que se contradecía. Porque por amarla quería esperar a que fuera una adulta, pero le era difícil abstenerse de tocarla, la deseaba mucho, quizás más que cuando era un crío.

Se rascó la cabeza sin dejar de mirar el espacio vacío. Suspiró profundamente y vio la hora en su móvil, alzó ambas cejas e hizo una mueca al ver que eran las 7 de la mañana. Se puso de pie rápido, desnudo, y se estiró bostezando haciendo sonar sus articulaciones. Rascó su abdomen marcado y caminó perezoso hacia la ventana, no corrió la cortina, pero si abrió la ventana para ventilar, la habitación estaba impregnada con olor a sexo y no le molestaba, pero le recordaba demasiado bien lo que había hecho por la noche y se le acaloraba el cuerpo. Dejó ventilando la habitación y caminó al baño.

Se dio una ducha rápida, esta vez no necesitó quedarse más minutos bajo el agua para relajarse. Decidió mientras se enjuagaba el cabello, que no se centraría en la culpa de lo que había hecho, sino que se quedaría con lo positivo. Que definitivamente lo que sentía por Kasumi era lo más fuerte que había sentido alguna vez por alguna pareja y, es más, la veía como una pareja y quería que fuese de ese modo cuando llegara el momento. Dudaba seriamente de si en algún momento lo que sentía por ella disminuiría. Podría creer que el tiempo en que no la tuvo había provocado que la urgencia por tenerla fuera tan difícil de ignorar, pero ahora que habían estado juntos repetidas veces, y seguía pensando en ella, con una sonrisa satisfactoria en los labios y deseando que llegara el momento de repetirlo, pero sin culpas entre medio, confirmaba que Kasumi era la mujer con la que quería estar y hacer su vida en algún momento.

¿Formar una familia? El pulso se le detuvo al preguntárselo ¿Cuándo había pensado en ello? Nunca. En sus 30 años jamás pensó en casarse o tener hijos, el común dicho de "sentar cabeza". Una vida normal no estaba dentro de su lista por cosas por hacer/cumplir. Su prioridad era reformar el mundo de la hechicería, formar colegas fuertes y con pensamiento crítico propio, su vocación era lo que le animaba a levantarse cada día, hasta que Kasumi se había aparecido en su vida.

Seguía con aquel propósito en mente. Sin embargo, su futuro se veía diferente ahora y no podía evitar planteárselo, imaginar una vida con ella se hacía cada vez más nítido y le asustaba un poco. Sentía que se estaba adelantando demasiado, estaba seguro de sus sentimientos por ella, pero ¿y Kasumi? ¿qué sentía por él? Tenía claro que en estos momentos ella lo deseaba y posiblemente-estaba seguro, pero quería darle el beneficio de la duda para no ser tan pretencioso-lo amaba, pero ¿qué ocurriría en unos años más cuando dejara de ser una novedad para ella? O peor ¿qué sucedería cuando ella se aburriera de su terrible personalidad? Porque pasaría. A todos le pasaba.

Solo era un chico bonito.

No tenía mucho más para ofrecer, aparte de su gorda billetera. Pero Kasumi no tenía interés en eso; y temía que cuando a ella se le pasara la admiración y el enamoramiento, todo terminara, y sería demasiado tarde para él, porque ya estaba hundido de pies a cabeza en lo que sentía por ella.

Por eso quería esperar. Que ella madurara y pudiera pensar con claridad qué quería para su vida. Tal vez incluso era un método de defensa, para no sufrir tanto cuando ella decidiera alejarse.

Tragó incómodo al pensarlo, cerró la llave y se secó el cabello con una toalla gruesa. Cuando regresó a su dormitorio, volvió a mirar la cama vacía y frunció el ceño ¿y si ella se había ido antes de que despertara porque ya se había aburrido? El pánico le desfiguró las facciones, con una mueca en los labios se acercó a su móvil y lo desbloqueó rápido. Mordió su labio inferior y soltó un profundo suspiro, daría el primer paso, como debía ser, aun así, estaba nervioso.

—Vamos, no seas cobarde —susurró y buscó su contacto, pensó unos segundos y escribió rápido sobre la pantalla: "¿ya te fuiste?, (soy Satoru, por si acaso)", prefirió identificarse al final, por si ella desconfiaba del contacto que le había dejado cuando le devolvió su móvil, dudó unos segundos antes y releyó el mensaje varias veces, frunció el ceño y le dio enviar. Soltó otro suspiro y buscó su uniforme, pero se devolvió rápido y volvió a tomar el móvil y le envío un emoticón de una carita sonriente para no parecer tan serio. Bufó molesto consigo mismo, parecía un crío sin experiencia con el sexo opuesto.

Tomó un uniforme limpio, camisa y ropa interior. Se puso desodorante y perfume, y se vistió rápido sin dejar de mirar su móvil, esperando alguna respuesta. Una vez vestido, volvió al sanitario y se cepilló los dientes, se peinó con los dedos y se dio un último vistazo en el espejo antes de salir. Se preparó un té con mucha azúcar y abrió un paquete de galletas con relleno, alcanzó a echarse una a la boca cuando su móvil vibró y corrió a buscarlo, sosteniendo la galleta con los dientes, usó ambas manos para buscar en el celular el origen de la notificación, sonrió aliviado cuando vio que era un mensaje de ella. Lo abrió ansioso, ignorando todas las notificaciones de correos por trabajo, y leyó rápido.

"No aún. Necesito hablar con usted, ¿podemos vernos ahora?", decía el mensaje y Satoru sintió un escalofrío recorrerle el espinazo. Estaba conforme, por fin había iniciado una plática con ella y así podrían seguir en contacto, pero sus palabras las sintió algo fúnebres, y el motivo detrás de ello le inquietó ¿había hecho algo malo en la noche? ¿fue muy rudo? Quizás no le había gustado y palideció al pensarlo. Tal vez su historia de amor había terminado antes de siquiera haber iniciado, sudó frío y haciendo un puchero infantil que nadie vio, respondió: "claro, ¿dónde estás?".

Haciendo uso de su destreza en la glotonería, dio unas mascadas a la galleta sin usar sus manos, como si fuera un cocodrilo o tiburón dando un bocado y se la comió en segundos. Sacudió las migajas que cayeron en su chaqueta y tomó la taza y dio un sorbo corto. Sacó otra galleta y se la echó a la boca, iba a sacar una tercera mientras aun masticaba cuando su móvil volvió a vibrar. Decidió en ese momento que personalizaría el contacto de Kasumi para que sonara una notificación en particular para así saber cuándo era ella. Leyó rápido el mensaje, ella estaba por irse y lo esperaba en la escalera junto al torii de la entrada, "ya voy, espérame", le envió. Sacó su última galleta, le dio otro sorbo al té y lo dejó sobre el mesón de su pequeña cocina.

Caminó rápido por los pasillos del colegio, saludó a unos cuantos auxiliares en el camino, a pesar de que estaba nervioso, no podía dejar de sonreír. La noche con ella lo había dejado en un nivel de relajación que superaba con creces una estadía en un spa. Además, aunque ella fuera a decirle que lo que había pasado era un error o quisiera terminar lo que aún no iniciaba, estaba ansioso por verla. El solo recordar cómo le miraba con sus grandes ojitos azules le aceleraba el corazón.

Se estremeció cuando salió del establecimiento y la primera brisa fría le chocó en el rostro, tenía el pelo húmedo aún y la corriente de la mañana no le ayudaría a secarlo pronto. Miró a su alrededor por varios minutos, examinando si había alguien más cerca, cuando comprobó que no había nadie, caminó con calma hacia el torii de la entrada. Su sonrisa se amplió cuando vio su silueta escondida tras un tronco cerca de la entrada. Dando pasos sigilosos, rodeó el árbol y se le acercó por el costado izquierdo.

— ¿De quién nos escondemos? —dijo sonriendo agachándose a su altura y ella pegó un brinco en su sitio.

— ¡S-Satoru! —exclamó y al darse cuenta que dijo su nombre, miró a todos lados. —No lo escuché llegar.

—Lo noté —dijo soberbio, escondiendo bien lo nervioso que estaba por esa conversación. Se alejó de ella y caminó hacia el torii—ven, pareciera que nos escondemos si nos quedamos detrás del árbol —murmuró y metió sus manos en el bolsillo de su chaqueta.

—S-sí —tragó saliva, nerviosa y le siguió, pero no le miró a la cara.

Satoru alzó una ceja, no era la misma actitud con la que había llegado a su habitación ni le persuadió-no le costó trabajo-para que se acostaran. Era la actitud de una chica arrepentida y con culpa, y la idea le incomodó. Había sido ella quien le había insistido que por esa noche olvidaran todo ¿qué sentido tenía si ahora estaba sintiéndose mal por lo que habían hecho? Hizo una mueca, curvando sus labios hacia abajo y buscó su banda negra que tenía en el bolsillo de su chaqueta. Sin dejar de mirarla se la acomodó y suspiró.

— ¿Pudiste dormir algo? —preguntó mientras se acomodaba el pelo detrás de la tela. Ella se sobresaltó, y Satoru frunció el ceño. Definitivamente no era la misma Kasumi con la que se había acostado, la joven que tenía en frente estaba tímida y avergonzada, con las mejillas bien sonrojadas, como si no hubiera confianza entre ellos.

—Si… unas dos horas más o menos —susurró desviando la mirada.

Ahora que lo veía con la luz de la mañana, sentía que la determinación que la había empujado a pedirle que pasaran la noche juntos había abandonado su cuerpo. Como si con cada encuentro de la noche se hubiera agotado. Tragó saliva, sintiendo el abdomen tenso y pesado al mismo tiempo. Sentía el corazón latirle deprisa, y sabía que no eran solo los nervios por verle la cara después de lo que había hecho con el hechicero. Tenía miedo. Se había comportado-o actuado-como una adulta madura cuando en el fondo no era más que una tonta que no hacía nada bien. Se sentía más inútil que otras veces, y ahora confirmaba que no solo lo era en el ámbito de la hechicería. Su semblante se ensombreció al pensarlo. Lo cierto era que tenía ganas de salir corriendo. No quería enfrentarlo, pero al mismo tiempo se animaba a que debía ser responsable al menos al final y hacerle frente a su error.

—Qué bueno —sonrío él.

— ¿Y tú… pudiste dormir? —preguntó, le dio un vistazo rápido y se decepcionó un poco de no poder ver sus ojos.

—Mejor que nunca —dijo orgulloso, inflando el pecho—pocas horas, pero bastante reparadoras.

—Qué bueno —susurró mirando la punta de sus zapatos.

El silencio se instaló por varios minutos. Kasumi no podía levantar la vista y él la miraba atento y paciente. Ambos estaban nerviosos por distintos motivos. Satoru fue el primero en inquietarse, ver la actitud cohibida de la joven le molestó en cierta parte. Para él no tenía sentido que se comportara de ese modo después de todo lo que había pasado entre ellos, por el contrario, creía que a esas alturas Kasumi debería estar más que relajada con su presencia y no actuar como una chica que acababa de conocer. A la vez, quería saber de qué quería hablar con él, estaban allí sin hablarse y ya no aguantaba ese silencio incómodo. Le dio unos minutos más, y suspiró con disimulo.

— ¿De qué querías hablar? —preguntó y cambio su peso de pie, apoyándose en el pilar del torii.

—S-sí, lo siento… debes tener cosas que hacer —tragó con disimulo.

—Tal vez —se encogió de hombros—pero no te preocupes, tómate tu tiempo. Es solo curiosidad. Pareces preocupada.

—S-sí, perdón —Satoru frunció el ceño, observó atento su expresión tímida, sostenía sus manos delante de sus muslos, y se esforzaba tanto por juntarlas y moverlas nerviosamente que apretaba su pecho en el intento. Tragó saliva al notarlo y prefirió desviar la mirada. —Yo… lo siento —terminó diciendo y él cerró sus ojos, preparándose para lo que venía.

— ¿Lo sientes? —repitió y volteó a verla— ¿por qué te disculpas? —Kasumi relamió su labio inferior y movió nerviosa sus manos, frotándolas y Satoru se esforzó por mirar solo su rostro sonrojado— ¿te robaste las bragas? —preguntó y la joven levantó la vista rápido hacia él, su sonrojo se acentúo al mismo tiempo que balbuceaba.

— ¿Q-qué? —logró decir, era un manojo de nervios y la pregunta de Satoru la dejó peor, no lograba decir una frase coherente.

—Pero si las guardé bien… ¿revisaste mi cajón? —preguntó sorprendido y ella negó rápido moviendo ambas manos.

— ¡N-no es así! —dijo meciendo su flequillo—las dejé allí… no me las traje —se apresuró en defenderse, para segundos después darse cuenta que, aunque hubiera sido así, no habría hecho nada malo.

—Ah… menos mal —dijo aliviado—entonces… ¿estás sin ropa interior ahora? —preguntó en un tono lascivo y ella se tensó, apretando los labios hasta dejarlos blancos y Satoru medio sonrió. —Ya veo… —susurró sin dejar de sonreírle.

—S-sí —reconoció desviando la mirada.

—Entonces, yo debería disculparme —se encogió de hombros—por hacerte pasar por eso. Aun así, no te las devolveré.

—Sí… ya me rendí con mis bragas —susurró mirando hacia el cielo despejado.

—Eso es bueno —sonrió él—Oh… ahora que recuerdo. Tengo guardada la remera que te di, pero no la tengo aquí —susurró pensativo. —Te la devolveré la próxima vez. Así estaremos a mano.

— ¿En serio? —preguntó emocionada—creí que se había perdido… —se sostuvo el rostro con ambas manos para calmar el calor con sus palmas frías, con esa simple frase los nervios se habían ido dejando a la joven sonriente de siempre y Satoru la miró aliviado.

—No… después que te fuiste, esperé que no hubiera nadie en pie y me fui a tu cuarto a robarme cosas —dijo encogiéndose de hombros—te las devolveré la próxima vez, lo prometo.

—Gracias —sonrió Kasumi, el rojo en su rostro pasó a un bello rosa pastel. Satoru relamió sus labios al ver su sonrisa, dio un vistazo rápido a su alrededor y apenas se percató de porqué lo hacía, se cruzó de brazos. No podía besarla, menos en el colegio y a plena luz del día. Se había repetido esa mañana que iba a hacer las cosas bien y ya estaba pensando en tirar la toalla, definitivamente no tenía remedio cuando se trataba de Kasumi. —Ehm… pero es otra cosa por la que me disculpaba.

—Ah —soltó al oírla, y agradeció la distracción—cierto. Dime —le sonrió, intentando darle confianza. Pero su sonrisa titubeó cuando vio su actitud nerviosa otra vez—tranquila, puedes decirme lo que sea —susurró serio.

—Yo… lo siento —repitió sin mirarlo—olvidé que llevo dos semanas sin tomarme las píldoras… —terminó diciendo con un hilo de voz. Cuando no tuvo respuesta, miró temerosa al hechicero. Satoru Gojo estaba de pie, con los brazos cruzados, inmóvil y con una sonrisa boba en los labios.

— ¿Eh? —dijo después de unos minutos de silencio.

—Las píldoras —repitió insegura—las anticonceptivas… las tomaba en el pasado, pero cuando volví, lo olvidé —dijo con culpa—lo siento.

Satoru siguió mirándola sonriendo, pero era más una sonrisa de nervios que buscaba calmarlo. Varias ideas pasaron por su cabeza, pero solo una prevaleció: era un imbécil.

Observó a la joven nerviosa frente a él y se molestó consigo mismo. Kasumi no tenía por qué pasar por esa desagradable experiencia, si tan solo fuera un adulto responsable, aquello se lo habrían evitado. La culpa volvió fuerte esta vez, pues si realmente fuera responsable ni siquiera se habría acostado con ella. Pero era un imbécil, se repitió. Se sintió idiota, ver a Kasumi cohibida y temerosa le dejó un gusto amargo en la boca, ¿de qué temía? De repente sudó frío y se le secó la garganta ¿qué estaba pasando por su cabeza? Trago con dificultad y se le acercó un poco.

—No, Kasumi, no te disculpes —dijo después de salir de su ensoñación—no es tu culpa.

A pesar de que no podía ver sus ojos, en su tono de voz y expresión pudo notar que lo que decía, lo creía así. El peso de la culpa por cometer ese error fue aligerándose, de pronto sintió que había exagerado, que no debió temer a su reacción, porque él no era como otros chicos. Era Satoru Gojo. Sonrió tímida y asintió sin mirarlo.

—En parte sí —insistió sonrojada.

—Es de ambos —reconoció él rascándose la barbilla.

Kasumi volvió a asentir y le miró hacia arriba, aun nerviosa, pero ya sin miedo. Jamás pensó estar en una situación así y con él. De alguna manera se sentía como una mujer adulta; cuando estaba con Satoru en el pasado, sentía que estaba viviendo su juventud con plenitud y cometiendo estupideces, aprendiendo, pero con Satoru de su presente era otra historia. Trataba de estar a la altura de la situación y comportarse como su igual, pero le era difícil, aun así, el estar pasando por un momento así con él le dejaba en claro que ya no era una cría. Y no le entristecía aquella revelación, porque sentía que con ello estaba a un paso más cerca de él.

—Lo siento —repitió cuando el silencio se extendió.

—No —negó él frunciendo el ceño, levantando su índice derecho—ya te lo dije, no te disculpes. Ambos debimos preocuparnos de eso, y si te soy sincero… es más culpa mía que tuya —dijo rascándose la cabeza y soltó una carcajada nerviosa.

—¿Por qué lo dices? —preguntó confundida.

—Pues… yo soy el adulto aquí —murmuró avergonzado—bien ¡esto haremos! —Kasumi lo miró expectante—le preguntaremos a una adivina si esto tendrá consecuencias —susurró lo último—y si es así, quiero que se parezca a ti —sonrió con ternura y Kasumi abrió la boca por el asombro.

— ¿Qué? —soltó sin procesar lo que estaba diciéndole. Quiso enfocarse en que la idea era absurda, no en lo último porque las mejillas se le incendiaban de pensarlo.

— ¡Es broma! —exclamó ruidoso y soltó una risotada—es muy pronto para ti. Para ambos —corrigió riéndose.

— ¡No juegue con eso por favor! —sentía que el calor le estaba haciendo sudar, y se había duchado hace media hora, pero necesitaba otro baño. Estar con él le alborotaba por completo, incluso sin tocarse.

—Lo siento, lo siento —dijo entre risas—bien, iré a la farmacia y compraré una píldora de emergencia. Te la llevaré a la estación, me esperas allí ¿te parece? —preguntó sonriéndole.

Kasumi, aun avergonzada, le miró preocupada. Asintió desviando la mirada.

—Lo siento —repitió—quizás debería ir contigo… —dijo volviendo a verlo y él negó sin dejar de sonreírle— ¿por qué no? —preguntó en un susurro.

—No quiero exponerte —dijo serio—además, es lo mínimo que puedo hacer después de… bueno —se encogió de hombros y rio nervioso—no preocuparme de esto antes.

—B-bueno —asintió apenada, iba a hablar cuando se escucharon pasos ruidosos. Ambos voltearon hacia atrás al oírlo, Satoru frunció el ceño algo inquieto, sino hubiera escuchado las pisadas no se habría percatado de que alguien se acercaba, bajaba la guardia cuando estaba con ella.

Satoru alzó ambas cejas cuando vio a Kusakabe correr hacia ellos. Normalmente el hechicero siempre tenía mala actitud o perezosa.

— ¡Tú! —gritó Kusakabe apuntando con la espada hacia ellos. Satoru miró confundido, se apuntó a sí mismo, pero el hechicero le ignoró y se detuvo justo en frente de ambos, y sin darle tiempo de responder, le dio un fuerte golpe con la empuñadura de su espada en la cabeza a Kasumi— ¡Mocosa idiota!

Satoru abrió los ojos de par en par. No previó ese ataque ni en un millón de años, si lo hubiera hecho, la habría defendido. Vio mudo como la joven se agachaba mientras se acariciaba la zona dañada mientras sollozaba bajito. Balbuceó confundido, mirándola y luego al hechicero que resoplaba molesto sin soltar el palo de su paleta dulce.

— ¡Me pegaste con la parte dura! —se quejó Kasumi mirando hacia arriba con los ojos vidriosos sin dejar de sobarse.

— ¡Esa era la idea! —respondió en un grito mientras empuñaba su mano—y agradece que no te pegué con la mano ¡Mocosa idiota! —repitió.

— ¿E-estas bien, Kasumi-chan? —preguntó ayudándola a pararse, pero la joven no se apoyó en su mano y se reincorporó sola sin dejar de acariciar la zona golpeada, la sentía húmeda y latente, como si se hubiera abierto. Satoru pareció notarlo y miró con atención entre sus dedos por si había sangre.

—S-sí, estoy bien —olfateó sus fluidos nasales, avergonzada por ser humillada así frente a Satoru Gojo.

— ¡¿Cómo pudiste ser tan tonta?! —siguió Kusakabe y se cruzó de brazos.

—Lo siento —dijo apenada, agachando la mirada y Satoru frunció el ceño. Sintió de pronto que sobraba, que había un detalle importante que no conocía de la vida de Kasumi y no podía dejarlo pasar.

— ¿Ustedes… se conocen? Quiero decir… ¿son amigos o algo? —preguntó mirándolos. Pero Kusakabe lo ignoró y continuó hablando.

— ¿Con un "lo siento", recuperas un año y medio de tu vida? ¡idiota! —le regañó y ella pegó un brinco en su sitio.

—Y-ya lo sé, perdón —siguió diciendo. Satoru la miró confundido, parecía un cachorrito abandonado que suplicaba por su adopción. Frunció el ceño y miró a su colega, le tocó varias veces el hombro con la punta de su dedo índice y murmuró sonriendo.

—Oye, oye —dijo en un tono jovial— ¿Por qué tanta familiaridad? —preguntó ladeando el rostro, fingiendo curiosidad, cuando en el fondo la duda le estaba molestando bastante, pues Kasumi jamás habló de Kusakabe o él de la estudiante de Kioto.

— ¿Eh? —respondió en un tono poco amigable, Satoru no dejó de sonreír, aunque por dentro le molestó su actitud. Hizo memoria, y no recordaba haber compartido en algún momento con el hechicero, no tenía la confianza que sentía como con Shoko o Nanami—yo la recluté.

—Ah… —soltó serio y miró a la joven, que seguía acariciando su cabeza.

—Tienes que estar más alerta —le dijo frunciendo el ceño—esta mierda no es un juego. Y ahora pudiste volver, pero no habrá una segunda vez.

—Sí… lo sé —susurró Kasumi sin mirarlo—lo siento —y le reverenció avergonzada.

—Y ya vete —le ordenó apuntando hacia la escalera—es tarde ¿por qué te quedaste de todas maneras?

—S-se me hizo tarde —dijo y le dio un vistazo rápido a Satoru, que estaba atento a la conversación.

—Como sea… no gastes tu sueldo en estupideces —siguió regañándola y Kasumi suspiró— ¿Qué fue esa actitud? —preguntó amenazándola con la espada.

—N-nada, estás imaginando cosas —susurró nerviosa—ya me voy. Que tengan buen día —susurró y los reverenció a ambos.

—Bye, bye —dijo Satoru, despidiéndose con su mano derecha.

— ¡Derecho al colegio de Kioto! ¿Me escuchaste? ¡Voy a preguntarle a Utahime! ¡Miwa! —siguió gritando mientras la joven se alejaba avergonzada.

—Y-ya te oí —murmuró volteando hacia atrás, con las mejillas rojas por la vergüenza, quizás así se sentían los adolescentes normales cuando sus padres los avergonzaban delante del chico que les gustaba, pensó a medida que bajaba la escalera.

Satoru esperó perder de vista a Kasumi y miró la hora en su móvil, calculando a qué hora era prudente bajar para ir a comprar. Miró de soslayo a Kusakabe, atento para despedirse cuando se devolviera al colegio o si también debía salir para inventarse una vuelta de regreso al colegio y así no pasar más tiempo con él. Cualquiera le servía, pero dependía de lo que haría el hechicero. Lo cierto era que nunca había conversado más que un saludo o de trabajo con él. Sabía que era algo cercano al director, pero no lo conocía lo suficiente.

— ¿Y tú? —dijo frunciéndole el ceño, mirándolo con rencor y Satoru le sonrió confundido.

— ¿Yo qué? —preguntó en un tono amistoso.

— ¿Crees que no lo sé? —preguntó en un tono hostil y la sonrisa de Satoru se esfumó. Tragó con disimulo, al mismo tiempo que sentía el corazón latirle rápido, casi como si lo tuviera en la garganta, de pronto le dio sed. Intentó sonreírle, pero solo consiguió una sonrisa torcida poco agraciada, estaba visiblemente incómodo y lo único que podía pensar era que él lo sabía. Que Kusakabe lo sabía todo y no lo conocía lo suficiente como para ver si funcionaría comprar su silencio.

— ¿Qué cosa? —respondió haciéndose el tonto y el ceño de Kusakabe se frunció aún más.

— ¡Te escuché! —exclamó molesto y Satoru le miró serio— ¡Anoche, maldita sea! ¡te escuché anoche!

Satoru abrió los ojos de par en par, agradeció llevar puesta su banda negra en ese momento para no exponerse más. Abrió la boca sin saber qué decir. De repente sintió las mejillas sonrojarse, no era una persona tímida, y creía firmemente que el sexo era algo normal, pero verse así al descubierto le pilló desprevenido. Sobre todo, porque estaba seguro que era el único en ese sector de las habitaciones esa noche, por lo mismo en ningún momento se contuvo ni le pidió a Kasumi que lo hiciera. ¡Habían follado como tres veces y no fueron silenciosos! El calor le recorrió el cuerpo, sudó frío al mismo tiempo y titubeó nervioso, por primera vez en su vida se sentía completamente avergonzado. Expuesto e imbécil. Desde que se relacionaba con Kasumi se sentía a menudo un idiota ¿tendría algo que ver? Quizás el amor aparte de ser una maldición-según su teoría-era un dolor de cabeza y te volvía tonto.

— ¿E-escuchaste? —pudo decir después de unos segundos de tartamudeo—lo siento mucho, creí que no había nadie —dijo y se rascó la cabeza, visiblemente nervioso.

—Así lo noté —respondió cruzándose de brazos—debo reconocer que me costó asimilar que el gran Satoru Gojo—dijo sarcástico, y Satoru hizo una mueca—, metiera mujeres a escondidas a su cuarto. Hasta creí que eras esa cosa… que inventaron los jóvenes ¿asexual?

—Já… —soltó sin gracia, aun nervioso —de verdad lo siento, Kusakabe. No se volverá a repetir —tragó en seco, y esperó antes de tener que recurrir al soborno.

—Hmp —Kusakabe era más bajo que él, pero intimidaba bastante, quizás por su edad o actitud. Satoru tragó con dificultad y le sonrió nervioso, intentando parecer amigable—más te vale o le diré a Yaga. Por esta vez guardaré silencio.

—Oh… gracias —dijo suspirando aliviado—lo siento mucho, es primera vez que hago esto —susurró y se rascó nuevamente la cabeza, nervioso.

— ¿Eras virgen? —preguntó sorprendido.

— ¡No! quiero decir, lo de hacerlo en el colegio —mintió—lo siento. No se volverá a repetir. —Respondió serio. Kusakabe alzó una ceja y movió el dulce en su boca, cambiándolo de lado.

—Ya, relájate. Eres joven aun, es normal cometer estupideces a esta edad —fue el turno de él de rascarse la cabeza—debo reconocer que tengo curiosidad…

— ¿Qué cosa? —preguntó suspicaz, pensando qué diría si le preguntaba por la identidad de su pareja.

— ¿Qué clase de mujer consiguió que el gran Satoru Gojo no se resistiera de llevarla a un hotel y se la follara en el mismo colegio? —preguntó con sospecha.

—Una extraordinaria —sonrió Satoru y su colega soltó una carcajada. Por un momento se sintió mal de hablar de Kasumi, aunque no estuviera diciendo nada explícito, pero sobretodo porque lo estaba hablando con Kusakabe, con quien hace solo unos minutos mostró una excesiva preocupación por ella.

—Uff mas curiosidad me da —silbó negando—en fin, me debes un favor ahora.

—Por supuesto —asintió Satoru y Kusakabe le imitó conforme, le dio unas palmadas en el hombro y se regresó al colegio. — ¿Viniste solo a regañar a Kasumi-chan? —preguntó viendo su espalda mientras se alejaba.

—Sí —dijo despidiéndose—es una mocosa con suerte, pero demasiado tonta —dijo mirándolo hacia atrás—le falta astucia.

—Debiste dejarla en Tokio entonces —dijo sonriéndole, imaginando por unos segundos el que hubiera sido estudiante de ellos, pero su sonrisa se borró al instante, su relación se vería aún más afectada.

—No quería hacerme cargo —reconoció—y tú no eres adecuado para ella —Satoru se tensó en su sitio, sonrió a su colega y ladeó el rostro confundido, pero él le entendió—no hubiera podido seguirte el ritmo, y te habrías aprovechado de su inocencia.

— ¿C-cómo dices? —Satoru abrió los ojos de par en par, las manos le sudaron y las secó con disimulo dentro de los bolsillos de su chaqueta.

—Los chicos de Tokio tienen fuerte personalidad, no puedes tomarles el pelo. Kasumi habría sido víctima de tu sistema educativo —se quejó y volvió a despedirse, alejándose, perdiéndose el suspiro de alivio del hechicero más fuerte.

Satoru le miró serio, sin perderse detalle de su colega hasta que entró al establecimiento. Hizo una mueca y miró la hora en su móvil. Tenía que apresurarse, no pensó que la charla con Kusakabe se tornaría así, hablar de Kasumi con él, directa e indirectamente, jamás pasó por su cabeza, menos con él. Quizás debería intentar acercársele, de alguna manera él era parte de la vida de ella, se preocupaba por la joven y era lo más cercano a una imagen paterna o guía, y si quería estar con Kasumi, tendría que ganárselo.

Sonrió al pensarlo y bajó la escalera mientras le enviaba un mensaje a Ijichi.


(…)


Japón seguía siendo un país mojigato a su parecer. Suspiró cansado cuando salió de la farmacia, también molesto. No podía creer que en pleno siglo XXI no vendieran la píldora de emergencia sin prescripción médica. No cumplía con su funcionalidad si ponían tantas trabas para adquirirla, creía firmemente que a la larga solo era burocracia para controlar la salud reproductiva y sexual femenina, en ese momento no le pareció mala idea exponer su malestar en internet. Pero era una emergencia, por lo que llamó a su médico de cabecera del clan y le solicitó el documento, por suerte era un profesional y sabía que no divulgaría la información, en cinco minutos tenía el documento en su correo. No tardó en imprimirlo en un centro de computación y volvió a la farmacia.

—No pudo vendérsela —repitió la vendedora y Satoru frunció el ceño sacudiendo el papel.

—Pero acá está la receta médica que recién me pediste —dijo y se sacó los lentes. La señora tragó saliva, visiblemente nerviosa ante el espécimen masculino enojado que tenía frente al mostrador y tartamudeó.

—S-sí, también es necesario. Pero quién se vaya a tomar la píldora, debe hacerlo acá frente a mi —Satoru sonrió sin ganas y negó.

— ¿Es broma? —dijo molesto— ¿qué estupidez es esa?

—Lo siento, es la ley —respondió avergonzada—también lo considero una tontería…

—Entonces… ¿Yuko-san? —dijo leyendo la piocha en su pecho y la señora se ruborizó, asintiendo—hagamos lo siguiente… véndeme la píldora, y te doy el doble de su precio ahora mismo. Pásalo por otro medicamento o completa algún formulario… no lo sé, pero de verdad la necesito ahora —respondió serio— ¿por favor? —le sonrió parpadeando varias veces y la señora se rindió.

150 dólares la píldora, 300 más a la vendedora y pudo irse de la farmacia con la píldora en su bolsillo. No le molestaba gastar dinero, ni tampoco consideraba que era demasiado, sobretodo bajo su contexto, que sin aquella bendita píldora podrían estar dando incómodas explicaciones a futuro, lo que si le molestaba era la burocracia. Se sentía un aliado en la lucha femenina en ese momento y nunca se lo había planteado, pero es que no podía dejar de pensar que, si Kasumi hubiera ido a la farmacia, no se lo habrían vendido porque 1°, no tenía receta, 2° debía ir con la autorización de su pareja y 3°, era demasiado costosa para una persona normal. Negó molesto, no era el momento de preocuparse, por suerte había conseguido la pastilla y se librarían de ese problema. Pero si a futuro había alguna discusión del tema, sería el primero en apoyarlas, pensó.

Cuando llegó a la estación de Tokio, le pidió a Ijichi que lo esperara afuera. Entró rápido y mirando hacia atrás, atento a que el auxiliar no le viera. Se adentró más y gracias a su altura y al color de pelo de Kasumi, le fue fácil encontrarla.

— ¡Kasumi! —saludó levantando la mano.

—Satoru… —sonrió ruborizándose y él sonrió, amaba como se escuchaba su nombre con su voz.

—Lo siento, fue una odisea conseguirla —dijo sacando la bolsita de papel de su bolsillo—no tenía idea lo difícil que es en este país conseguir una de estas —le susurró como si cotilleara algún chisme.

— ¿Sí? —dijo recibiendo la bolsa—no lo sabía… ¿cuánto te debo?

—Tonterías —dijo restándole importancia, moviendo su mano—lee bien las instrucciones, y si tienes dudas me avisas y lo consulto con el doctor de mi clan.

—P-pero… quiero devolvérselo, al menos la mitad —dijo frunciendo el ceño, y Satoru sonrió al ver nuevamente la determinación en sus ojos.

—No te preocupes por eso —respondió y le sacudió el cabello con suavidad, tragó saliva cuando la vio cerrar sus ojos disfrutando su caricia—se te hace tarde —dijo y metió su mano en el bolsillo de su chaqueta.

—Está bien —susurró mirando la bolsa de papel—gracias.

—No hay de qué —se encogió de hombros—siento hacerte pasar por esto —dijo nervioso y se rascó la mejilla.

— ¡N-no te disculpes! También es culpa mía… de hecho… si no hubiera ido a tu cuarto… nada de esto habría pasado —susurró avergonzada y él se rio.

Ambos estaban nerviosos. Satoru relamió sus labios y miró hacia la muchedumbre que pasaba por su lado, ellos estaban cerca de la muralla para no interrumpir el paso. Miró a la joven y tragó saliva, Kasumi miraba el suelo, con las mejillas sonrojadas, los ojos vidriosos y sus manos sobre su pecho, sosteniendo la bolsa y tuvo que apretar las manos en sus bolsillos para no acariciar su propio pecho tratando de calmar los latidos de su corazón ¡era tan linda! Sonrió admirándola y se vio atrapado cuando ella levantó la vista hacia él.

—Quisiera besarte —dijo Kasumi y él se tensó, sonriendo nervioso.

—También yo —reconoció después de un minuto y ella le miró ilusionada—pero acordamos que solo sería por esa noche ¿recuerdas? —la vio hacer una mueca y se rio divertido, volvió a darle unas palmaditas suave en la cabeza revolviendo su cabello—escríbeme cuando llegues al colegio ¿sí?

—E-está bien —dijo decepcionada.

—Sigamos en contacto por mensajes ¿bueno? —Kasumi lo miró sorprendida—quiero hablar contigo… claro, si quieres —dijo rascándose la cabeza, nervioso.

— ¡Por supuesto que quiero! —sonrió entusiasmada— ¿en serio podemos mensajearnos?

—Claro, eso me haría muy feliz —sonrió Satoru—es tarde, es mejor que vayas… —Kasumi asintió y se despidió moviendo su mano, pero él le agarró la muñeca y la jaló hacia sí mismo, y besó su mejilla con suavidad—ve con cuidado.

—S-sí —logró decir.

Se fue casi flotando a tomar el metro, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa boba en los labios, igual que él, que se fue sin dejar de sonreír.

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N/A: Holis! algunas ya lo habían comentado, no usaron protección, qué harán? xDDD cuando se me ocurrió, lo anoté en el resumen muy campante y de repente me entró curiosidad si el aborto era legal en Japón y luego lo de la pastilla anticonceptiva, y recién esté año, hace unas semanas de hecho, harán una prueba para venderla sin receta! me parece troglodita! y siento que Gojo pensaría similar hahha como cuando quería subir un vídeo hablando de la iglesia para crear controversia. Así que la escena de la farmacia se me ocurrió ayer, lo de la pastilla era oficial para el fic hahha

Quería introducir a Kusakabe y qué mejor momento? xD lo de Kusakabe preguntando a Gojo si era virgen me mató de la risa, (si, me rio de mi propio fic xD literal disfruto lo que escribo), en fin, espero el cap no tenga tantos errores gramaticales ni de redacción, u ortográficos y nos estamos leyendo en otra ocasión.

Gracias por leer y comentar!