¡Hola todos! Tuve otra idea para otra historia Chenry que no sigue el canon, ¡yay! este no será demasiado largo, tal vez uno o dos capítulos más, tengo el próximo capítulo a medio escribir, y sí, sé que tengo un par de fics más en proceso, pero ... ¡TENÍA QUE HACERLO! Ya se me hizo una obsesión...
Así que tengan paciencia conmigo, je.
Espero que todos lo disfruten :D
Here We Go...
–¡Char, ven rápido!
La chica mencionada resopló ruidosamente mientras rodaba los ojos, pero de todas formas se levantó de la cama donde había estado acostada mientras estudiaba para sus próximos exámenes para dirigirse hacia la pequeña sala de estar desde la que había escuchado a su compañera de cuarto llamarla.
Ella, Bianca y Chloe habían estado alquilando esa casa pequeña pero cómoda y práctica durante aproximadamente un año ya. Con el tiempo se habían convertido en buenas amigas, y ahora que asistían a la universidad, su amistad les había permitido adquirir y compartir su propio lugar para vivir por su cuenta.
Habían dividido el alquiler, las facturas de servicios y los deberes de la casa –gracias a las habilidades de organización de Charlotte–, por lo que ninguna de las chicas tenía que hacer o pagar más de lo que debían.
Aún así, Bianca todavía estaba aprendiendo a cocinar comidas más elaboradas que macarrones con queso o emparedados. Y la mayoría de las veces era la chica de piel oscura la que tenía que guiarla a través de los pasos de su libro de cocina debido a que Chloe estaba fuera la mayor parte de su tiempo libre de la universidad debido a su trabajo de actuación.
Así que allí estaba Charlotte caminando hacia la castaña, lista para ayudarla en su último intento de preparar la cena. Pero lo que encontró en la sala de estar fue a su compañera de cuarto con un ramo de rosas rojas en sus manos y una gran sonrisa plasmada en su rostro.
—¿Quién te envió esos ahora? —preguntó la mujer de cabello rizado mientras caminaba hacia ella con una expresión exasperada en su rostro.
Esta no sería la primera vez que Bianca recibía regalos como esos. Ella era hermosa, popular y soltera. Los chicos del campus solían pelear entre ellos por su atención.
Enviarle regalos a su hogar compartido no era algo nuevo.
—¿Jack? ¿Chase? —trató de adivinar en broma.
—Oh, no Char, estas no son para mí —aclaró Bianca con esa enorme y traviesa sonrisa ahora puesta en ella.
Charlotte alzó una ceja hallándose confundida.
—¿Para Chloe? —continuó, luego cerró los ojos, suspirando exasperada—, por favor, no me digas que se trata de Ashton de nuevo.
Había sido el novio de Chloe durante unos dos meses antes de que ella descubriera que la engañaba. Habían roto su relación, o mejor dicho, Chloe había terminado la relación con él y Char le había roto la muñeca.
Nadie rompía los corazones de sus amigas.
Pero de todos modos, Ashton se había pasado el último mes tratando de regresar al lado bueno de Chloe, sin ningún resultado.
—Nop, estos tampoco son para ella —sacudió la cabeza y extendió las flores a Charlotte.
Por reflejo, ella las tomó, todavía perpleja. ¿Quién los envió y a quién?
Su pregunta no redactada se debió de haber reflejado en su expresión porque Bianca le indicó con la mirada a la nota que acompañaba al ramo.
Bajando la mirada, leyó:
"Para Charlotte. Su color brillante y sus pétalos suaves me recuerdan tus hermosos labios rojos"
Sus dedos volaron a sus labios para acariciarlos en su asombro, pero al darse cuenta de lo que estaba haciendo, se los quitó como si sus labios estuvieran ardiendo. No estaban en llamas, pero sus mejillas seguramente sí.
El amistoso golpe de Bianca en su hombro la devolvió a la situación real.
—¿Quién pensaría que Henry tenía un lado tan romántico, eh? —comentó la otra mujer.
Su estómago dio un vuelco ante ese comentario. Al principio, salir con su mejor amigo mientras compartía una casa con sus ex novias se había sentido mal e incómodo, pero Bianca y Chloe no estaban enojadas con ella. Le habían asegurado que Henry había sido solo un romance fugaz de la escuela secundaria que nunca había pasado más de besos y tomarse de las manos.
Habían estado y estaban felices por ellos. Aún así, cada vez que se mencionaba el tema de Henry, ella se sentía un poco tímida e incómoda.
Entonces, lo que dijo Bianca resonó en su cabeza. ¿Henry un lado romántico? Amaba a ese dulce, inocente e ingenuo chico, pero en los seis meses de su relación (y las experiencias pasadas en el departamento romántico por su parte) Henry había demostrado no tener ninguna idea sobre el romance. Claro, él era amable y dulce con ella –y atento–, pero cursi no entraba en su repertorio.
Era más el tipo de hombre que llevaba flores para una cita, pero nunca tantas. Menos haría uso de una línea tan cursi.
El hondo suspiro de ensoñación de Bianca la sacó de sus pensamientos.
—Debe amarte mucho, eres una chica con suerte.
—Sí, lo soy —respondió ella, porque eso era verdad.
Sin embargo, la parte del envío de flores no era de Henry. Ella estaba segura.
Por lo tanto...
—Gracias, creo que iré a llamarlo —anunció, caminando de regreso a su habitación, con el ramo de rosas rojas en sus manos.
Detrás de ella, Bianca le envió una sonrisa de complicidad antes de volver a la cocina para terminar de preparar la cena.
Charlotte entró en su habitación y cerró la puerta detrás de ella para evitar ser escuchada por accidente, luego puso el ramo en la mesita de noche y se sentó en el borde de la cama, sacando su teléfono celular para llamar a su novio.
Envió miradas sospechosas al ramo mientras esperaba que Henry contestara la llamada.
—Hey, linda —respondió inmediatamente después de aceptar la llamada.
—¡Hola! ¿Cómo estás? —preguntó, tratando de mantener una conversación ligera antes de contarle sobre el misterioso ramo— ¿Cómo van las cosas en el trabajo?
—Todo va bien —respondió—. Algunos delitos menores, pero nada que no podamos manejar —agregó, sonando arrogante y confiado.
Ella sonrió ante su tono despreocupado. Siempre conseguía tranquilizarla con todo.
—¿Llamabas por algo en especial o solo me extrañabas? —agregó juguetonamente.
—Solo quería hacerte una pregunta... —respondió Charlotte, vacilando brevemente.
—Seguro, adelante.
—¿Por alguna razón enviaste algo a mi casa?
—¿Algo como qué? —preguntó, oyéndose totalmente ajeno a la situación.
Definitivamente no de Henry, entonces, o esa respuesta hubiera sido: ¿Te gustó? dicho con una voz suave, un poco tímida y esperanzada.
Ella abrió la boca para contarle sobre eso, pero se detuvo antes de decir algo, pensando mejor.
Si ella se lo decía, él se pondría celoso y llevaría las flores a Schwoz para que rastreara el ramo hasta que descubriera al remitente, lo enfrentara e interrogaría sobre por qué le estaba enviando flores a su novia. No podía ir vestido como su alter ego para no exponer su verdadera identidad, por lo que iría como él mismo.
Él podría meterse en problemas y ella no quería eso. Eran sólo un montón de flores estúpidas y una línea barata y cursi, seguramente el trabajo de algún compañero de clase esperanzado que quería llevarla a una cita o una broma tonta.
De todos modos, nada de qué preocuparlo. Como estudiante universitario/trabajador/superhéroe, Henry tenía suficiente en su plato para agregarle esto a sus deberes.
—Nada, solo otro regalo tonto para Bianca, entonces —dijo en tono de broma para aligerar las cosas.
Afortunadamente, Henry no detectó nada extraño o incorrecto, y siguió hablando como si nada.
—Bueno, ahora que llamaste, me gustaría aprovechar para invitarte a cenar esta noche, ¿qué dices?
Tenía mucho que estudiar para sus exámenes, mucho, pero una cena con su novio parecía demasiado buena para descartarla. Necesitaba relajarse un poco, solía decir Bianca.
—Me pondré algo lindo —dijo como respuesta.
—Siempre te ves bien —la alabó Henry, luego, con un tono travieso y astuto, agregó: —incluso sin usar nada.
—¡Henry! —chilló ofendida en un tono bajo para que no la escucharan, con las mejillas ardiendo de vergüenza por su elogio.
Una suave risa de su parte fue lo que ella recibió como respuesta antes de que él volviera a hablar.
—¿Qué? Es verdad... nos vemos a las ocho, amor, cuídate, te amo.
—También te amo.
Con eso, Charlotte colgó y dejó su teléfono al lado del ramo en su mesa. Sus ojos se posaron en la delgada tarjeta rectangular con la línea anónima, y decidió romperla en pedazos antes de tirarla a la basura.
Las flores, por otro lado, eran encantadoras y despedían un perfume dulce y relajante en su habitación que la hizo sentir cómoda, además no tenían la culpa de nada, por lo que no las arrojó a la basura. Buscó un jarrón para ponerlas en agua y volvió a estudiar.
Más tarde esa noche, Henry estaba estacionando su auto frente a la casa de su novia.
Su novia. Sus labios todavía se estiraban en una enorme y tonta sonrisa cada vez que pensaba en eso. Si alguien le hubiera dicho a su yo más joven que su mejor amiga se convertiría en su amada novia algún día, se habría reído y asqueado a la vez porque en ese momento la veía solo como una hermana.
Pero el tiempo pasaba, las cosas cambiaban y la gente crecía y maduraba.
Ahora, Charlotte se había convertido en una mujer hermosa, inteligente, leal y deslumbrante a la que buscaría una forma de bajarle la luna como regalo si ella se lo pidiera...o llevarla, Schwoz tenía un cohete guardado por ahí de seguro, o los planos para construir uno.
Con ese gracioso pensamiento, salió de su auto y caminó hacia la puerta.
Charlotte había estado mirando por la ventana los últimos cinco minutos, esperando la llegada de su novio. No es que ella pensara que él no vendría, le avisaría si no podía hacerlo. Lo que ella no quería era que Henry se cruzara con Bianca o Chloe, no por celos o algo así, sino porque la morena le había contado a la rubia lo que creía que había hecho Henry, enviarle flores, así que si una de ellas hablaba con él, él descubriría la verdad, pensaría que alguien estaba tratando de cortejarla y que ella estaba ocultándoselo, y eso lo pondría de mal humor.
Ella solo quería que su cita transcurriera sin problemas, no valía la pena preocuparlo por algo que tal vez no era nada. Entonces, cuando vio su auto estacionando a un lado de la calle, rápidamente tomó su bolso y abrió la puerta.
—Henry está aquí —anunció a sus amigas por encima del hombro, sin volverse hacia ellas—. No me esperen despiertas.
—¡Que te diviertas! —respondió Chloe.
—Asegúrate de agradecer a Henry adecuadamente por su dulce gesto —bromeó Bianca con una voz de cantarina.
Su cuello le dolería más tarde por el rápido giro de su cabeza ante esas palabras. Logró echar un vistazo a Bianca guiñándole un ojo sugestivamente antes de soltar una risita por la cara que hizo ante eso.
Cerró la puerta, sintiendo como su cara ardía.
—Buenas noches, Char, te ves perfecta —vino la dulce voz de Henry—. ¿Todo bien?
Ella levantó los ojos hacia él y lo encontró vistiendo con una camiseta roja de manga larga con las mangas enrolladas hasta los codos y jeans negros.
Tenía que admitirlo, tener un novio superhéroe podría ser estresante, con él saltando directamente al peligro, enfrentándose a tipos malos y lastimándose todo el tiempo, pero todo ese entrenamiento y lucha contra el crimen hicieron maravillas en su cuerpo. Definitivamente podría ser atenta con él a pesar de que él no había sido el que enviara esas rosas.
—Char, ¿estás ahí?
Parpadeó ante la mano que se agitaba frente a ella, sacudiendo la cabeza y sonriendo a su novio, quien afortunadamente no se había dado cuenta de qué tipo de pensamientos habían estado pasando por su cabeza.
Bendita sea su mente todavía inocente.
—Sí, todo bien —respondió ella con una sonrisa propia.
La sonrisa de Henry se volvió cegadora cuando extendió una sola ... ¿rosa roja? hacia ella. Charlotte tragó saliva, mirando la flor con los ojos muy abiertos.
Miró la brillante flor en la mano de su novio con cautela, pero ese brillo en sus ojos se desvaneció tan rápido como apareció, por lo que obligó a su mano a tomar el regalo ofrecido. La acercó para oler el dulce perfume que salía, pero su estómago se revolvió al recordar las otras flores en su habitación.
—Te extrañé —susurró Henry con voz más suave, sin darse cuenta de su batalla interna.
Luego envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo hacia su cuerpo, presionando sus labios contra los de ella. Ese único beso dulce y cálido derritió todas las preocupaciones que había sentido antes, y se olvidó por completo del misterioso ramo. Ella le devolvió el beso mientras le rodeaba el cuello con los brazos y se ponía de puntillas.
—También te extrañé —respondió ella en un tono cálido después de que se separaron.
Henry le sonrió más suavemente y le tomó la mano, entrelazando sus dedos.
—Bueno, entonces vamos a disfrutar de algo de tiempo de calidad juntos.
Ella dejó que la llevara a su auto y le abriera la puerta, dando un paso a un lado y señalando con un gesto de su mano como un completo caballero. Ella se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza, pero se metió en el auto y colocó la flor en su regazo.
Este era un regalo de Henry, no de una persona desconocida, ella lo atesoraría como todo lo que él le daba. Y ella iba a disfrutar esta cena juntos.
Ningún misterioso y estúpido ramo de rosas rojas arruinaría su noche.
El siguiente paquete para ella de una fuente desconocida llegó más tarde esa misma semana. Nuevamente, Bianca había sido la que recibió el paquete, por lo que perdió la oportunidad de preguntar más sobre su admirador desconocido.
Charlotte se había estado bañando después de un día especialmente agotador ayudando a su jefe y a su novio a rastrear y luchar contra otro criminal hambriento de poder a la vez que intentaba llegar a su clase a tiempo.
Ella consiguió sus dos objetivos, pero terminó fatigada.
Estaba saliendo del baño con una toalla alrededor de la cabeza y otra alrededor del cuerpo –todas eran chicas, de todos modos–, cuando Bianca la interceptó camino a su habitación.
—¡Char! —llamó, haciendo que dejara de caminar.
La mujer de piel oscura se dio la vuelta, encontrando a su amiga morena dirigiéndose en su dirección con otra sonrisa sospechosa en sus labios. Sus ojos se fijaron de inmediato en el pequeño paquete que traía con ella, y una carga pesada le aterrizó en la boca del estómago al verlo.
Pero mantuvo la calma, podría ser cualquier otra cosa.
—Esto llegó para ti —anunció, estirando sus brazos hacia ella.
Fingiendo una sonrisa agradecida, la aceptó.
—Gracias Bianca —dijo ella.
Rápidamente, se dio la vuelta otra vez para desaparecer dentro de su habitación sin intercambiar más palabras, pero su amiga confundió su nerviosismo con timidez. Así que Bianca solo sonrió suavemente cuando se retiró, volviendo a sus propios asuntos.
Una vez dentro de su habitación, Charlotte no perdió el tiempo, y con manos temblorosas más por el nerviosismo que por el entusiasmo, desgarró el papel de envoltura rojo oscuro, revelando una caja rectangular de dulces de chocolate, con otra tarjeta corta.
"Estos se ven exactamente como tus ojos. También son cálidos, dulces y atractivos. Disfrútalos".
De nuevo, sin firmar.
Abrió la caja, encontrando los dulces dentro perfectamente alineados, emanando un olor tentador, pero verlos la enfermó. Cerró la caja, se levantó de la cama y fue a tirar la caja con los bombones a la basura. Ni siquiera fuera de su mente se los comería, ni los compartiría con sus amigos.
¿Quién sabe que podían contener?
Lo siguiente que recibió fue otro ramo de flores, esta vez un ramo de jazmines. Afortunadamente, ella había estado sola en la casa esa vez, por lo que era una cosa menos para esconder de sus amigas, quienes comenzaban a molestarla con toda su cháchara sobre el increíble novio que tenía, tan dulce y atento.
Desafortunadamente, el cartero no sabía quién era el remitente ni nada sobre él.
Ella trató de rechazar el ramo, pero el hombre insistió, diciendo que tenía que entregarlo por política del trabajo. Se rindió en su intento finalmente, firmando el formulario antes de aceptar el ramo. Otra tarjeta delgada había sido puesta entre las flores.
Este había sido un poco más preocupante.
"Sé que todavía estás saliendo con ÉL, incluso cuando te quedaste con las rosas, pero soy una persona persistente y esperanzada, te darás cuenta de que soy un mejor pretendiente para ti, ya lo verás"
Eso la asustó un poco, lo suficiente como para comenzar a cerrar todas las cortinas de la casa y trabar la puerta antes de ir a tirar las flores por el inodoro.
Sin embargo, había tenido cuidado de no mencionarlo a nadie: sus compañeras de cuarto le decían lo afortunada que era de tener un novio tan romántico, todavía pensando que eran de Henry, y no se atrevió a corregirlas. Ella no le dijo a Henry en absoluto: él tenía suficiente de qué preocuparse en Swellview.
Había pensado que si lo ignoraba, iba a rendirse, pero se había equivocado mucho. Lo único que consiguió fue que las cartas solo aumentarán en cantidad y locura.
Los días se alargaban, al igual que los ramos, las tarjetas y los pequeños regalos. Pero cada día que pasaba, quienquiera que los enviaba, comenzaba a impacientarse ante su aparente indecisión. Algunos mensajes estaban destinados a alabarla por su aspecto, algo que encontraba superficial, pero aún así agradable, pero comenzó a ponerse desagradable cuando las tarjetas empezaron a traer mensajes como:
"Esa blusa blanca que usaste ayer encaja perfectamente con esos pantalones negros"
"Realmente te veías bien con ese vestido rojo de coctel... lástima que no era yo quien te llevaba del brazo"
"Me gustaría que me dedicaras esa misma tierna sonrisa, pero, por desgracia, supongo que no soy tan guapo como tu chico rubio"
"Sé que intentaste rechazar mis regalos muchas veces, ¿qué puedo hacer para que me ames?"
"¡¿Por qué lo amas ?! Te mereces más que eso, podría darte el mundo"
"Bien, ¿quieres seguir ignorando mis movimientos? Tendré que poner más esfuerzo la próxima vez, hacer algo a lo que no puedas quedar indiferente"
Las cosas se habían intensificado tanto en la locura que ella comenzó a ponerse nerviosa, inquieta y ansiosa con casi todos. Nada como la vieja Charlotte alegre, despreocupada, confiada y valiente.
Por su parte, Henry aún podía ser un poco ingenuo e inocente, pero no era estúpido ni nada de eso. Se había dado cuenta de que algo malo estaba sucediendo con Char. Ella había comenzado a alejarse de él, poniéndose nerviosa y un poco asustada de estar rodeada de personas. Últimamente, vivía mirando por encima de su hombro todo el tiempo, sus ojos recorrían su entorno como si buscara una amenaza que solo ella podía detectar, se movía por su vida como si esperara que algún monstruo horrible saltara a atacarla de un rincón oscuro.
Recordando su historia compartida, soportando juntos situaciones descabelladas, eso no se vería tan extraño.
Él había querido abordar el tema antes, ya que como su novio pensaba que era apropiado querer ayudarla, pero cada vez que le preguntaba si estaba bien, ella le daba una sonrisa tranquilizadora mientras le decía que todo estaba bien, cambiando rápidamente tema.
Al principio le dolió que le rechazara su ayuda, y se consoló con la idea de que si era algo serio, ella iría a él por fin.
Pero su preocupación e intriga por lo que la inquietaba tanto junto con su actitud paranoica aumentaron hasta un punto que finalmente decidió confrontarla sobre esto y, con suerte, ayudarla con cualquier problema que tuviera.
Le envió un mensaje de texto diciéndole que se verían en su casa durante unas horas, eligiendo un día que sabía que sus compañeras de cuarto no estarían en la casa, por lo que tendrían algo de privacidad para hablar.
Su respuesta no fue nada inusual, pero él no se permitió bajar la guardia.
Llegó a su casa unos minutos antes de la hora acordada, eligiendo no traerle nada, como flores o dulces, porque esos gestos de su parte también habían comenzado a ponerla nerviosa. Llamó a su puerta y se anunció en voz alta.
Su novia la abrió segundos después, con una pequeña sonrisa, vestida de una manera encantadora, pero las bolsas que se formaban debajo de sus ojos aún se podían ver debajo de su maquillaje. Él eligió no mencionar nada, optando por tomarla de la mano.
Ella hizo una mueca ligeramente ante su toque, lo que hizo que su corazón se apretara, pero él extinguió esa sensación rápidamente, inclinándose sobre ella para darle un beso de bienvenida.
Charlotte no lo rechazó entonces, respondiendo ansiosamente a sus avances, por lo que levantó sus esperanzas de cerrar la brecha invisible entre ellos.
Los besos seguían siendo dulces y cálidos entre ellos, al menos.
Se separaron y ella lo invitó a entrar, cerrando la puerta detrás, no sin antes dar un rápido vistazo de sospecha al vecindario.
—La cena estará lista en pocos minutos —anunció mientras se dirigían a la sala de estar.
Henry tomó asiento en el sillón mientras ella iba a la cocina. Normalmente hacia suficiente comida para dejarles algo a sus compañeras cuando regresaban, pero esa noche no era el caso, pues Bianca había salido en una cita y Chloe estaba ocupada con trabajo en la otra ciudad.
Así que esta noche tendrían la casa para ellos solos.
Algo por lo que estaba agradecida, con toda esa locura girando alrededor de su vida últimamente, obligándola a estar en alerta máxima cada momento que estaba despierta, tener un solo momento para relajarse entre los brazos de su novio era una dicha.
—¿Quieres algo en especial para beber? —preguntó desde la cocina.
—Cualquier cosa que tengas esta bien —respondió Henry.
Asintiendo para si misma, Charlotte sacó dos copas de la alacena y rebuscó entre las cosas allí por la botella de vino que Bianca había recibido de un muchacho rico que se la había regalado con la esperanza de impresionarla.
Eso debió de haber funcionado porque ese chico era su cita de esta noche.
La castaña se la había dejado para esta noche pues su chico la llevaría a un restaurante.
De cualquier modo, revisó hasta que divisó una botella similar al fondo y estiró su mano para alcanzarla.
Pero cuando su mano retrocedió sosteniéndola, notó que una nota estaba pegada a un lado. Su corazón saltó a su garganta y se ahogó, comenzando a hiperventilar cuando diferentes imagenes de notas de las pasadas semanas asaltaron su mente, pero rápidamente tomó el control sobre sí misma e igualó su respiración, tomando lentamente la nota y arrancándola de la botella.
Con cierta agitación, bajó los ojos y comenzó a leer el contenido.
"No diré cómo entré en tu casa para dejarlo, espero que te guste la sorpresa, de seguro en esta ocasion no seguiras ignorandome, Charlotte"
Su agarre de la botella se debilitó, esta cayó al suelo y se hizo añicos con un ruido estridente.
El repentino sonido de cristal quebrándose provocó que Henry saltara del sillón para correr derecho a donde se encontraba su novia, sus instintos perfeccionados por años de entrenamiento para enfrentar situaciones de riesgo despertando, haciendo que su mente clasificara inconscientemente las diferentes formas de enfrentar un ataque repentino.
Sin embargo al llegar a la cocina, no encontró a ningun criminal amenazandola, afortunadamente.
Desafortunadamente, si encontró a su chica aferrada al mostrador tras ella, su respiración irregular y agitada, sus dedos agarrando los bordes de mármol con tanta fuerza que parecía que quería romperlo con su propia fuerza.
Tenía los ojos muy abiertos, aterrorizados y llenos de lágrimas, fijos en el cristal roto que flotaba sobre el vino vertido en el suelo como si esperara que una serpiente fuera a saltar de alli en cualquier momento para morderla.
— ¡Char! ¿Qué pasó? —preguntó con preocupación, caminando con cautela hacia ella.
Sus ojos se dirigieron hacia él, y un grito de angustia escapó de su garganta que hizo que su corazón se apretara. Ella soltó el mostrador y corrió hacia él, apenas dándole tiempo suficiente para sostenerla en sus brazos cuando ella se arrojó sobre él, sus brazos envolviéndolo como a un salvavidas.
Charlotte escondió su rostro en su pecho y comenzó a derramar sus lágrimas, sollozando e hipando, mientras Henry solo podía atinar a acariciar su espalda en círculos lentos en un intento de calmarla de una amenaza que aún desconocía.
Las preguntas vendrían después. Ahora, sus energias estaban puestas en darle todo el alivio del que era capaz. Le susurró suaves y tranquilizadoras palabras en su oído, como "Está bien, estoy aquí", "Estás a salvo conmigo", "Todo está bien ahora", "No voy a ninguna parte", etc., a la vez que depositaba suaves besos en la parte superior de su cabeza, frente y mejillas.
Una vez que se aseguró de que sus sollozos, gemidos y llantos hubieran disminuido lo suficiente, se echó hacia atrás para mirarla a los ojos, ahuecando sus mejillas y limpiando suavemente las lágrimas restantes con los pulgares.
—Ven conmigo —le pidió suavemente.
Después de apagar el horno, la tomó de la mano, entrelazó sus dedos y la llevó en silencio al sofá.
Se sentaron allí, el muchacho pasó un brazo sobre sus hombros y tiró de ella suavemente contra su costado de una manera reconfortante. Ella lo abrazó por la sección media y apoyó la cabeza sobre su pecho, el suave latir de su corazón y el agradable aroma de su colonia calmando sus nervios, haciéndola suspirar en deleite. El apoyó la barbilla sobre su cabeza y se contentó con pasar los dedos por su cabello y sostenerla entre sus brazos por el momento.
Después de unos minutos de silencio, Charlotte habló.
—Creo que es hora de darte alguna explicación, ¿no? —preguntó en voz baja.
Henry quería que ella le explicara qué le había provocado tal reacción, pero aunque la preocupación y la intriga lo estaban devorando, decidió ser paciente por ella y dejar que se tomara su tiempo.
—Cuando te sientas lista, puedo esperar —le aseguró.
Charlotte enterró su cabeza más profundamente en su pecho, si eso era posible, y no pronunció una palabra por unos minutos más, pensando como explicarle todo con coherencia, hasta que se encontró capaz de hacerlo sin romperse.
—Había una nota pegada a un lado de la botella... —comenzó ella.
Y le reveló todo.
¿Quién le está enviando esos regalos y tarjetas espeluznantes a Charlotte? ¿Por qué lo está haciendo? ¿Qué va a hacer Henry para ayudarla?
Ya lo verán ;)
See Ya!
H. C.
