¡Muchas gracias, Rosa y Sully, por toda su ayuda!


Mil Gracias a Chrissie (purpleC305) & Maggie (NewTwilightFan) por permitirme traducir esta bonita historia.


.

Capítulo 5

—¡Saquen el culo de la cama! ¡Es Navidad, bebitos!—, gritó Emmett.

Edward se despertó con un salto, con el corazón latiéndole con fuerza. Era demasiado temprano, el cielo seguía oscuro y sólo se vislumbraba un falso amanecer en el horizonte oriental.

—¡Cállate, Em!— gritó Bella a su lado. Le sonrió somnolienta. —No ha madurado.

—Y pronto será padre—, dijo Edward y se limpió el sueño de los ojos. Se volvió hacia ella y sus dedos pasaron como fantasmas por su mejilla.

—Buenos días. — Ella se giró hacia él, un bostezo escapando de sus labios. —Has sobrevivido a mi loca y disfuncional familia.

—Tengo los ojos puestos en el premio.

Se rio suavemente. —No soy un gran premio.

Se inclinó hacia ella y sus labios rozaron los de ella. —Deberías verlo desde mi perspectiva.

La puerta se abrió y Edward gimió, lanzando una mirada fulminante a Emmett.

—¡Colega! Ponerte cachondo, foll...

Edward lanzó una almohada hacia Emmett. El muy cabrón soltó una carcajada, la recogió y se la devolvió. La puerta se cerró.

—Dije que nada de leche...— Gritó el padre de Bella desde el fondo del pasillo.

—... ¡Sin comprar la vaca! Lo sabemos, papá—, recitó Emmett.

—Deberíamos haber instalado una cerradura en esa puerta.

—Como si eso lo hubiera detenido. Se quedaría ahí aporreándola hasta que uno de nosotros la abriera—. Bella suspiró. —Supongo que será mejor que bajemos. Em no va a parar hasta que todos estemos sentados alrededor del árbol. De hecho, sólo empeorará.

—Demasiado para conseguir mi cincuenta por ciento—, dijo Edward con una sonrisa de satisfacción, pasando los dedos por la parte interior de su muslo, pero deteniéndose justo a tiempo. Se levantó de la cama y se dirigió al baño, riéndose de su gruñido de frustración cuando la puerta se cerró tras él.

Vestidos en pijama, se reunieron alrededor del árbol. Renée sacó una bandeja llena de tazas de café y le dio una a cada uno.

—¿Le echaste leche a tu café, hijo?—, preguntó Charlie, con los labios fruncidos y los ojos fulminantes.

Edward miró a Bella y ella puso los ojos en blanco, sonriendo. —Sí, papá. Está tomando mucha, mucha leche. También nata. Y mantequilla.

Edward se mordió el labio para no estallar en carcajadas ante la expresión sorprendida e irritada de Charlie.

—Charlie, déjalo ya—. Renée le tendió su taza en la que se leía Still Nifty at Fifty (4)—Son adultos. Seguro que Mike tiene planes para declararse pronto, ¿verdad? Bella no se está haciendo más joven—. Le guiñó un ojo a Edward como si compartieran un secreto.

Bella se atragantó con el café. Tosió y su cara se puso roja. —¿Qué demonios te pasa, mamá?

—¡Lenguaje!—, la regañó su madre.

—No soy tan mayor.

—Puede que no, pero sólo quiero que seas feliz. Que sientes cabeza. Que tengas una familia...

—Mamá, en serio. ¡Basta!

Renée volvió su atención hacia Edward. —Mike, planeas casarte con mi hija, ¿verdad?

—Cuando Bella esté lista para que me meta de lleno, estaré cien por ciento dentro—. Sonrió, y luego chilló cuando Bella le pellizcó el muslo.

Emmett dejó caer un regalo en el regazo de Edward. —Hora del regalo. Tú primero, Mike.

Frotándose el muslo para borrar el escozor, cogió el regalo y abrió el envoltorio. Miró con recelo la chaqueta deportiva.

—Pruébatela—, le animó Emmett, con una sonrisa de anticipación.

Parecía demasiado pequeña para la corpulencia de Edward, pero se la puso y la tela le rodeó los brazos y se extendió por el pecho y los hombros. Estaba seguro de haber oído una pequeña lágrima.

Renée frunció los labios, mientras Jasper intentaba contener la risa. Emmett hizo un mohín y Bella, junto con Rose y Alice, soltaron una risita.

—Me debes cien—, resolló Jasper, tendiendo la mano hacia Emmett, que sacó el dinero de la cartera a regañadientes.

—Creía que habías dicho que usa la talla M—. Renée tiró de las mangas demasiado cortas, intentando abrocharle el abrigo y fracasando.

—Ha estado...— Bella hizo una pausa.

—... yendo al gimnasio últimamente—, terminó Edward por ella. La misma excusa que les había dado a Alice y Rose.

—¡Oh!— Eso pareció apaciguar a Renée. —Bueno, el ejercicio es bueno para ti. La cambiaré entonces.

Jasper le guiñó un ojo a Edward, completamente divertido. Edward lo fulminó con la mirada mientras luchaba por quitarse la chaqueta.

Emmett no repartió los regalos en ningún orden en particular, pero la familia sólo abrió uno cada vez. Jasper y Alice fueron los primeros en abrir uno de sus regalos. Aunque Jasper había llevado a Edward a la tienda de impresiones y marcos de su amigo, no había visto las imágenes, sólo los marcos. La expresión de asombro y paz en su rostro fue trascendental. El beso que la pareja compartió fue aún más dulce que el que Edward había capturado junto al estanque decorado.

—Gracias, Ed... Mike—, dijo Jasper, apenas corrigiéndose a tiempo.

—No pasa nada, hijo. Yo tampoco recuerdo su nombre la mitad de las veces—, dijo Charlie, guiñándole un ojo a Edward como disculpándose por sus meteduras de pata verbales durante el primer día de su visita.

Edward le siguió la corriente riendo. Estaba bastante seguro de que aquellos «deslices» no habían sido tales.

De hecho, Rose se acercó a abrazar a Edward cuando ella y Emmett vieron la foto de ellos en el belén. Cuando volvió a tumbarse en el sofá, Emmett le acarició suavemente el vientre y luego le dio las gracias a Edward. Había un nuevo tipo de respeto en su mirada. Esperaba que eso significara que dejaría de irrumpir en su habitación antes de que Edward y Bella se hubieran levantado de la cama.

Charlie se secó la humedad de los ojos, con el bigote crispado, cuando él y Renée abrieron la gran foto con marco de roble en el que aparecían rodeados de luces. —No quería decir nada todavía, pero esto es... mierda, es maravilloso. Este era el último año. Seguiré poniendo luces, seguiré poniendo música en el lago, seguiré poniendo chocolate caliente y sidra para los niños y sus padres que pasen por aquí, pero ya no voy a participar en el concurso. Es hora de que alguien más obtenga algún reconocimiento. Así que esto... bueno, esta foto lo hace todo perfecto. Así es—. Volvió a moquear y cogió el pañuelo que le tendió Renée para sonarse la nariz.

Bella deslizó la mano entre las de Edward y apoyó la cabeza en su hombro. —No sé cómo agradecértelo—, dijo, con la voz entrecortada. —Es el regalo más perfecto. Y es imposible comprarle algo a papá. La última vez que reaccionó con la mitad de fuerza fue el año en que Emmett le compró ese extraño pez cantor.

—¡Big Mouth Billy Bass!—, gritó Emmett, riendo. —Era el mejor. ¿Qué pasó con él?

Renée lo hizo callar frenéticamente. Evidentemente, no quería que el extraño cantante volviera a aparecer.

Pero Charlie hacía oídos sordos, seguía negando con la cabeza y mirando la imagen. —Renée, cariño, mira esta foto. Estás radiante. Más hermosa que el día que te conocí. Eso es talento, hijo. Verdadero talento.

Renée se quedó callada, y Edward vio de dónde había sacado Bella su brillante rubor.

Había aprendido mucho sobre muchas de las personas que ha fotografiado a lo largo de los años, pero esto era completamente diferente. Había llegado a conocer a cada uno de ellos y estaba inmerso en sus vidas. Estaba emocionalmente ligado a esas imágenes. Seguía existiendo detrás de la cámara, pero partes de él estaban atrapadas dentro del encuadre. Sintió un tirón en el pecho. No doloroso. No del todo desagradable. Pero inquietante.

Quedaba un regalo, una pequeña caja envuelta en plateado. Edward la había escondido bajo la falda del árbol para asegurarse de ser él quien se la entregara a Bella.

Ella lo cogió vacilante. —No tenías por qué hacerlo.

—Lo sé—, murmuró Edward y la observó retirar el envoltorio.

Bella jadeó al levantar el marco en miniatura con la fotografía restaurada de sus abuelos. Recorrió delicadamente los bordes con un dedo. —Esto es... es que... ¿cómo has...?—, se encontró con su mirada, una lágrima recorriéndole la mejilla.

Edward la secó con el pulgar. —También tengo una copia digital para ti. Para que puedas añadirla a los álbumes o enmarcarla en la pared.

Ella colgó el nuevo adorno en lugar del dañado, luego se giró y lo besó en los labios. —Es increíble. Es precioso—, susurró, con la voz llena de emoción. —Gracias. Simplemente... gracias—. Bella lo besó de nuevo, con los dedos entrelazados en su pelo mientras profundizaba el beso.

Se estaba acostumbrando al olor de su pelo, al sabor de sus labios. Sus manos conocían la curva de su columna vertebral. Tenía los ojos cerrados, pero estaba seguro de saber exactamente qué expresión tenía ella. Deseo. Era una imagen que quería capturar y conservar para siempre.

Jasper carraspeó cómicamente. —Te diría que te buscaras una habitación, pero ya tienes una. ¿Quizá puedas esperar a estar en ella?

Esta vez fue Bella quien contraatacó lanzando una bola arrugada de papel de regalo a su hermano mayor. Se produjo una pelea de papeles, con Rose riéndose desde la seguridad del sofá.

Edward apartó a Bella cuando Renée finalmente pidió una tregua entre los combatientes. —Más tarde—, le prometió con un guiño. —Ahora estoy luchando por el cincuenta por ciento.

-::TimeLapse::-

Tras una deliciosa cena y una noche de descanso frente al fuego mientras la nieve cubría el suelo, Edward y Bella se despidieron de la familia y subieron al piso de arriba.

En cuanto la puerta se cerró, Bella giró sobre sus talones y le besó los labios con furia. Sorprendido, Edward se tambaleó hacia atrás y se golpeó la espalda contra la puerta.

—Bella—, consiguió decir entre besos. —Bella—, volvió a intentarlo, pero el cuerpo de ella lo distraía.

—No me importa—, murmuró ella contra su boca, deslizando las manos bajo su camisa. —Ya no me importa el acuerdo. Lo quiero todo... a ti... te quiero esta noche. Al ciento por ciento.

Le dolía el cuerpo. Quería estar con ella, pero su corazón estaba en conflicto, su mente en guerra. Todo había empezado como una farsa, unas cuantas mentiras piadosas para facilitarle las fiestas. Y él había aprovechado la oportunidad de tenerla. Edward deseaba su cuerpo, pero ahora, mientras sus ojos parpadeaban entre los de ella, se daba cuenta de que en menos de una semana -el tiempo pasado con su familia, con ella, todo aquello- la farsa se había vuelto real para él. Demasiado real.

Edward le acarició las mejillas y le besó el cuello, temiendo que ella viera el pánico en sus ojos. La realidad, la separación, estaba a dos días de distancia. Ella volvería a Nueva York, a su vida, mientras él se dirigía a Suramérica, a mundos de distancia de ella.

Tragó saliva cuando sus labios recorrieron su clavícula. Su aroma a canela y vainilla era embriagador. Esos olores solían recordarle todo lo que había perdido. A partir de ahora, siempre le recordarían a ella.

—Sigamos con nuestro acuerdo original—, susurró y cerró los ojos, las palabras le dolían.

—Pero...—, empezó a argumentar ella.

Edward retrocedió y negó con la cabeza, empujándola hacia la cama. —Cincuenta por ciento esta noche. El resto mañana.

La mentira le supo mal, pero mucho mejor mentir esta noche que aceptar lo que ella le ofrecía y aun así hacer lo que tenía que hacer. No podía hacerle daño así.

Lentamente, empezó a desnudarla. Su camisa cayó al suelo. Los dedos de ella le peinaron lentamente el pelo mientras él la besaba hasta llegar a la turgencia de sus pechos. Le desabrochó el sujetador, le quitó los tirantes de los hombros y lo dejó caer a sus pies. Edward inhaló con fuerza. Bella se mordió el labio mientras le quitaba la camisa.

—Tenía razón. Hermosa. Sexy—. Las palabras que había pronunciado en el bar del aeropuerto. Sus labios rozaron ligeramente su pezón, luego ella gritó mientras él la chupaba. El deseo se reflejaba claramente en su rostro. Las manos de Edward bajaron hasta sus caderas. —¿Confías en mí?

—Sí—, respondió ella tras una breve pausa.

Recogiendo su cámara, Edward ajustó la luz de la lámpara de su mesita de noche y abrió las cortinas, la luz parpadeante bailó por la habitación y sobre su piel.

—¿Qué estás...?

Le acarició la mejilla. —¿Me confías tu cuerpo?

Ella se inclinó hacia él. —Sí. —Un susurro.

—Esto es sólo entre tú y yo—. La besó despacio, profundamente. —Nadie más—, prometió.

La sentó en el borde de la cama, ajustando su postura hasta que la luz cayó perfectamente, su piel prácticamente resplandeciente. Ajustando la apertura y el balance de blancos, levantó la cámara...

Clic.

Bella se mordió el labio y le observó mientras él daba la vuelta hasta su otro lado. No se le ocurría otra ocasión en la que la persona que fotografiaba hubiera sido tan seductora, tan cautivadora. Tragó saliva y agarró la cámara con los dedos.

—Túmbate—, murmuró al cabo de un momento. Estaba casi paralizado por la necesidad de desnudarla, de tomarla y adorar su cuerpo. —Pon los brazos sobre la cabeza, sobre la almohada.

Clic. Clic. Clic.

—Tan jodidamente hermosa.

Ella desvió la mirada. Su cuerpo reaccionaba al timbre grave de su voz. Sus dedos se cerraron en puños y sus pezones se tensaron en punta. Los músculos de su vientre se contrajeron y los planos lisos de su vientre desaparecieron bajo la cintura de sus vaqueros. Sus pechos, sus caderas, la tensión de sus muslos... Él lo captó todo. La luz cambiante acentuaba los contornos de su cuerpo, y cada imagen resaltaba un rasgo distinto. Se sentía exultante. Adrenalínico.

Sí.

Clic.

—Necesito verte toda—, susurró, bajando la cámara.

—Edward...

Se inclinó para besarla, su cuerpo temblando de necesidad. —Te lo prometo. Sólo tú y yo.

Lentamente, Bella se llevó la mano a la cremallera de los vaqueros. La cámara enfocó sus manos, sus elegantes dedos. Edward contuvo la respiración mientras ella agarraba la tela y se retorcía un poco mientras se bajaba los vaqueros y la ropa interior, descubriendo la curva de sus caderas, los largos músculos de sus muslos, sus pantorrillas. Toda ella.

Clic.

Bella se incorporó y le cogió de los vaqueros, acercándolo para que se colocara entre sus rodillas. Edward gimió. Podía verlo todo. Tenía la boca abierta, con saliva en el labio inferior, y le dolía pensar en su boca sobre él. En lugar de eso, se concentró en sus manos, y el obturador se cerró justo cuando ella le desabrochaba el botón. Casi fue demasiado.

Dejó la cámara en la mesita de noche, le acarició la nuca, su boca encontró la de ella y la recostó. Cubrió su cuerpo con el suyo y sintió cómo sus pechos subían y bajaban al respirar. Empujó sus caderas contra ella con un siseo mientras las uñas de ella le arañaban desde el cuero cabelludo hasta el cuello y bajaban por la espalda. Ella lo estaba marcando, senderos paralelos de hielo que se convertían en fuego. Él ardía de lujuria.

Edward la besó lentamente por la garganta, le acarició el cuello y se detuvo en sus pechos. La provocó hasta que gimió y se retorció debajo de él, y su nombre salió de sus labios como una súplica desesperada.

Bajó entre sus piernas, besó el interior de sus muslos e inhaló su delicado aroma. Bella jadeó y sus dedos se enroscaron en la sábana, sus caderas giraron, invitándole a acercarse.

—Eres tan hermosa—, murmuró suavemente mientras le besaba el hueso de la cadera. Cogió la cámara y la colocó sobre su estómago, apuntando a su cara.

Con un dedo en el disparador, le besó los labios interiores. Ella jadeó y...

Clic.

Cada grito y gemido que documentaba en la película mientras la complacía con su lengua, empujándola más cerca del olvido. Se agarró los pechos con las manos, pellizcándose los pezones y arqueando la espalda.

Clic.

Él sólo podía oírla, sólo podía sentirla, sus sentidos consumidos por ella mientras finalmente caía al borde del abismo y su nombre salía de sus labios.

Lentamente, volvió a subir por su cuerpo, besando su cálida piel hasta llegar a sus labios. —Con eso cubrimos el cincuenta por ciento—, dijo con una sonrisa burlona.

—Eres incorregible—, murmuró Bella, con los ojos cerrados y una sonrisa de satisfacción en el rostro.

—No tienes ni idea —. Edward la cubrió con las mantas y le besó la frente. Le acarició la mejilla mientras ella se acurrucaba más en las mantas, reclamada ya por el sueño.

-::TimeLapse::-

Esa misma noche, con las maletas hechas y esperando junto a la puerta, Edward cogió su viejo y desgastado cuaderno y empezó a escribir:

Querida Bella,

Mi plan para esta Navidad era sentarme en mi apartamento en la ciudad, solo, editando algo, preparándome para mi próximo trabajo. Era un día o una semana más en mi calendario. Nada especial.

Estos últimos días, he vuelto a apreciar esta época del año. Las luces, las festividades e incluso las extrañas restricciones de tu padre sobre los productos lácteos. Pero nada de esto habría sido lo mismo sin ti. Me diste un sentido de pertenencia. No había sentido eso desde que murieron mis padres.

Ojalá no hubiéramos tenido que fingir. Ojalá hubiera podido presentarte a mis padres. Ojalá fuera el tipo de hombre que podría haberte dado un anillo. Deseo mucho más...

Nuestras vidas se cruzaron durante un breve lapso de tiempo, apenas un puñado de fotogramas en un vídeo en diferido. Ojalá no tuviera que acabar aquí.

Siempre pensaré en ti.

Feli...

—¿Edward?

Su pluma se congeló, flotando sobre la página. Edward se giró lentamente para mirarla, sabiendo que no podía ocultar lo que sentía. Los músculos de su rostro, tensos y temblorosos, mostraban todo el dolor y el conflicto que ardían dentro de su pecho.

Ella se acercó, desnuda, con los ojos clavados en los garabatos desordenados de él sobre la página. Él sabía que ella estaba leyendo cada palabra, pero no podía soportar mirarla, sabiendo ya que las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—¿Qué ibas a escribir al final? —, preguntó Bella, con la voz cargada de emoción.

Él negó con la cabeza y agarró el bolígrafo con más fuerza. Se sentía expuesto, en carne viva.

—Dímelo, por favor. — Ella se sentó a horcajadas sobre él, le acarició las mejillas y le besó ligeramente los labios. —Dilo.

Ella lo sabía. Claro que lo sabía.

—Feliz Navidad, Bella—. Su voz se quebró en la última sílaba. Eran palabras que no había dicho a nadie desde la muerte de sus padres, pronunciadas ahora en la tranquilidad de la habitación de ella.

Ella pareció comprender el significado, incluso sin una explicación. —Feliz Navidad, Edward—, susurró ella contra sus labios, pero lo que él sintió fue una promesa. Amor. Familia. Esperanza. Si él estaba dispuesto a aceptarla.

—Ya no me importa nuestro acuerdo... ¿Intercambio? ¿Un pago? No quiero eso—. Se contuvo cuando ella intentó besarlo de nuevo, aunque cada parte de él quería estar más cerca.

Bella le acarició el cuello y los hombros, apoyando la frente en la suya. —Sólo me interesas al ciento por ciento.

El cuaderno cayó sobre la alfombra con un ruido sordo. Bella se levantó y lo haló de las manos para que se pusiera en pie. Edward se alzaba sobre ella, vestido ante su desvergonzada desnudez. Con besos sensuales y suaves caricias, le fue quitando las defensas hasta que se quedó de pie ante ella, vulnerable y tembloroso de necesidad.

Le recorrió el pecho con los dedos y le arañó ligeramente el bajo vientre con las uñas. —Tan cerca —, siseó Edward. La agarró por las caderas y tiró de ella para acercarla a su regazo mientras se sentaba en el borde del colchón.

—Ciento por ciento—, murmuró en su cuello, con los ojos cerrados, sintiéndola cálida y húmeda contra sus muslos.

Ella se colocó encima de él y se hundió lentamente con un gemido. Él gimió y apretó los dedos contra las caderas de ella. Cada embestida le hacía subir más. Los gemidos de ella alimentaron su necesidad y, cuando empezó a gemir diciendo su nombre, él la siguió hasta el abismo.

Agotado y sin aliento, Edward cubrió sus cuerpos desnudos con las mantas y se dejó llevar por el sueño. Por primera vez en diecinueve años, miró al futuro con ilusión. Ya no parecía tan solitario.

-::TimeLapse::-

A la mañana siguiente, Edward cogió a Bella de la mano mientras bajaban las escaleras y se dirigían a la cocina. Toda la familia estaba sentada alrededor de la mesa, con tazas de café en la mano.

—Mamá. Papá—, empezó Bella. —Tengo una confesión.

—Dios mío, estás embarazada—, gritó Renée.

Las cejas de Edward dieron un respingo. Sabía que la había hecho ver estrellas, pero no había pensado más allá de ese momento. ¿El ardor de estómago se debía al terror o a la excitación? ¿Y si ella...?

—¿Qué? ¡No! Dios, mamá. He tomado la píldora durante 10 años y lo sabes.

Bueno, eso respondía a la pregunta.

Emmett y Jasper se rieron, pero una mirada de Bella los silenció a ambos. —He roto con Mike...

—¿Qué?— Charlie se levantó. —Entonces por qué sigue... —señaló a Edward, con las cejas fruncidas.

—... Y este es Edward—, terminó Bella con una sonrisa, su brazo entrelazado con el de él.

—¿Quieres decirme que ha habido un extraño durmiendo en mi casa?— Las manos de Charlie se cerraron en un puño y su rostro se dibujó en una mueca.

—No es un extraño. No para mí. Ni para ninguno de nosotros.

—Bella—, empezó Renée sacudiendo la cabeza. —¡Pensaba que Mike era el elegido!

—¿Por qué pensaste eso? Ninguno de ustedes lo conocía. Y si lo hubiera traído aquí esta semana, no tendrían esa foto colgada encima de la chimenea—, replicó Bella, cruzando los brazos sobre el pecho. No iba a echarse para atrás.

—No lo entiendo—, continuó Renée. —¿Por qué sentiste que tenías que mentirnos?

—¿Te conoces?— Preguntó Jasper en voz alta. Emmett asintió. —Es tu única hija y tienes unas expectativas muy altas con ella. Cada vez que llama o viene de visita, apenas puede hablar sin que la acoses para que «encuentre un hombre y siente cabeza». ¿Por qué crees que se mudó tan lejos, mamá?

—Pero... yo...— Renée empezó, con ojos suplicantes mientras miraba a cada uno de sus hijos. —Sólo quiero lo mejor para ustedes.

Charlie finalmente se sacudió la sorpresa y dio un paso en dirección a Edward. —Has estado tomando leche, ¿verdad? Por eso bajaste las escaleras como si...—. Su voz se apagó y pareció darse cuenta de lo cerca que estaba Bella, cómoda con las manos de Edward en la cadera y el hombro. Apoyándola. Protegiéndola. Pero permitiéndole enfrentarse a su familia en sus propios términos.

Charlie rechinó los dientes, atrapado entre sus propios instintos protectores y el reconocimiento de la evidencia de la felicidad de su hija.

Bella, buscando cualquier cosa para desviar la atención de sus padres, señaló hacia su hermano. —Papá, Emmett quiere llamar Dasher(5) al bebé.

Emmett se dio la vuelta y se quedó mirándola boquiabierto.

—Emmett, ¿por qué...? Emmett, ¿por qué...?

Todos se volvieron hacia Emmett, incluida su mujer. Él fulminó a Bella con la mirada, pero aceptó que necesitaba la distracción y empezó a argumentar su caso. Con el atletismo combinado de ambos padres, su hijo seguro que sería un corredor rápido. Y a todos les encantaba la Navidad...

Riendo, Bella tiró de Edward hacia el salón. Se apoyó en la pared y tiró de él para acercarlo. —Puede que vuelva a necesitar tu ayuda. Necesito escapar de mi familia disfuncional.

—¿Ah, sí?— Él se apretó más. —Mi tiempo vale bastante.

—Veinticinco por ciento.— Ella besó sus labios. —Treinta y cinco por ciento—. Su mano le acarició el pene. —¿El cincuenta por ciento?— Le pasó la uña por la cremallera, con una ceja levantada en señal de invitación. Inclinó la cabeza hacia las escaleras y entrelazó los dedos con los de él.

Edward soltó una risita y rozó sus labios con los suyos. —Quizá debería llevarte a mi casa. Si realmente necesitas escapar.

Ella lo miró y se pasó la lengua por el labio inferior. —Merece la pena al ciento por ciento.

—Feliz Navidad, Bella.

—Una muy Feliz Navidad, Edward.

-::TimeLapse::-

(4) Algo como Sigue siendo habilidoso a los cincuenta.
(5) Dasher es uno de los renos que hala el trineo de Papá Noel, traduce presuntuoso, brioso, entre otras.


Espero que hayan disfrutado esta hermosa historia y les agradezcamos a las autoras, Chrissie (purpleC305) y Maggie (NewTwilightFan), por permitirnos leerla en español. Si pueden pasarse por la historia original sería genial (el enlace está en este perfil y en mi grupo de Facebook), o pueden dejarlos acá que ellas han estado pendientes de sus comentarios.

Mis mejores deseos para que en estas fiestas celebren en unión a sus seres queridos y que el año entrante sea exitoso para todos. Un abrazo.