Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Lily Jill, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Lily Jill, I'm just translating with the permission of the author.
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Em: ¿Estás libre para cenar?
Escuché el mensaje de Emmett en algún momento a media mañana, pero tengo que reunir energía para acercarme y responderle. Mi cabeza late con fuerza, y con un ojo veo la aspirina que Bella me dejó en mi mesa de noche junto a una botella de agua. Gimo de agradecimiento y bebo el agua y la aspirina rápidamente, termino el agua y dejo caer mi cabeza sobre las almohadas. Me siento mucho mejor que cuando me desperté brevemente durante la noche y la habitación daba vueltas a mi alrededor.
Eventualmente, después de que nuestros padres se rieron mucho sobre las escapadas de sus hijos, mientras tomaban unas copas, papá se acercó para revisarme y asegurarse de que no tuviera una conmoción cerebral ni nada grave. Por suerte, no la tengo, pero todavía me siento como una mierda, y es de esperarse después de recibir un fuerte golpe en la cara. Bella se escapó en algún momento durante la noche después de que me quedé dormido, más que exhausto por mi noche con Emmett, tanto mental como físicamente. Pasamos la noche yendo y viniendo entre atracones viendo las últimas temporadas en Netflix y curando mis heridas de batalla. Fue una noche literal de Netflix y relax, y no del tipo que esperábamos.
Independientemente de la evidencia física que actualmente tengo en mi cara, la noche terminó exactamente como queríamos. Todo está a la vista ahora y ya puedo sentir que el estrés abandona mi cuerpo en oleadas. Tal vez era sólo yo, pero tenía la impresión de que todos estaban de acuerdo con que Bella y yo estuviéramos juntos. No es que nos hubiera impedido a ninguno de los dos continuar nuestra relación, pero seguro que hace las cosas mucho más fáciles ahora.
Lentamente, levanto la cabeza de mis almohadas y alcanzo mi teléfono para responderle a Emmett.
E: Probablemente no, hombre. Estoy adolorido.
Em: Los dos lo estamos. Nada que un poco de grasa de restaurante no pueda solucionar.
E: Dame diez.
Sin necesitar mucha persuasión, diez minutos después me pongo un par de gafas de sol para ocultar mis ojos y un gorro para ocultar el nido de ratas que es mi cabello, y salgo a la luz del día. El auto de Emmett se está calentando en el camino de entrada y estoy a punto de sentarme en el asiento del pasajero cuando Bella emerge del otro lado del auto.
―Me preguntaba cómo recuperó su auto ―comento, señalándolo. Se quita un poco de nieve de las manos.
―Sí, tenía la sensación de que no ibas a querer salir a correr esta mañana, así que corrí a Kline's y lo conduje de regreso a casa.
―Sí, definitivamente no estoy listo para correr hoy.
―Sólo puedo imaginar por qué no ―ronronea, rodeando mi cintura con sus brazos y mirándome.
―Pregúntale a este tipo ―indico, señalando a Emmett mientras sale de la casa y baja por el camino de entrada para encontrarse con nosotros.
―Entonces, ¿cómo va a funcionar esto? ―pregunta, deteniéndose frente a nosotros y señalando entre Bella y yo―. ¿Tendré que llamar con anticipación y programar tiempo para relajarme con ustedes, o qué?
Bella y yo nos reímos, inclinándonos el uno hacia el otro como imanes en un abrazo.
―Supongo que sí ―dice Bella, poniéndose de puntillas para darme un pequeño beso en los labios. No es suficiente para ninguno de los dos, y como ya no hay secretos, ella me besa de nuevo y me sumerjo en el beso, acercándola más y deslizando mis manos más y más abajo por su espalda.
―Así que mientras ustedes dos hacen eso, yo me quedaré aquí sentado y moriré de hambre ―masculla Emmett, entrando por la puerta del lado del conductor de su auto. Un segundo después, la ventanilla del lado del pasajero se baja―. Y Edward, puedes mover tus manos unos quince centímetros hacia arriba mientras estás en mi presencia.
Me río y le saco el dedo medio, pero nunca intento quitar mis manos, especialmente con lo dulce que se ve debajo de ellas con sus pequeños pantalones deportivos de licra.
―¿Te llamaré cuando regrese?
Ella asiente.
―¿Qué tal esa cita?
―¿Esta noche? ¿Estás dispuesta a salir en público conmigo y con este aspecto? ―Me alejo de ella lo suficiente como para quitarme las gafas de sol de la cara. Hace una mueca al ver mi rostro y niega con la cabeza.
―Pensándolo bien, siempre podemos salir otra noche.
―Pronto ―afirmo, besándola por última vez antes de dirigirme al auto de Emmett.
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―Esa persona está mirando. También ese tipo de allí. ―Estamos sentados en una butaca del restaurante con una mesa llena de la mejor comida que el restaurante puede ofrecer. Tengo resaca a pesar de que ayer apenas bebí, y los acontecimientos del día me pasan factura.
―Por supuesto que están mirando. ¿Nos has visto? ―Emmett responde a medio bocado de su bistec con huevos.
Hacemos una pareja bastante interesante, con el labio de Emmett hinchado y cortado por la mitad y el hecho de que estoy usando gafas de sol a pesar de que estamos dentro del edificio.
―Nada de esto hubiera pasado si no me hubieras golpeado con esa maldita bola.
Emmett niega con la cabeza y me señala con el dedo.
―Nadie te dijo que corrieras hacia mí de esa manera, Usain Bolt.
―Entré en pánico. No lo sé, hombre, tenías esa expresión extraña en tu rostro. Simplemente estaba a la defensiva.
Me mira perplejo.
―¿Expresión extraña? Sí, porque pensé que habías muerto. Recibiste una bola blanca directamente en la maldita cabeza, amigo.
Nos echamos a reír y si las imágenes que tengo de nosotros rodando por el suelo en Kline's son divertidas en mi cabeza, sólo puedo imaginar cómo se vería ante un extraño. Estoy seguro de que alguien tiene un vídeo en alguna parte y pagaría una buena cantidad de dinero por verlo.
Una vez que dejamos de reír, me aclaro la garganta y me pongo serio.
―Aunque creo que me lo merecía. Debería haberte contado antes sobre Bella. Lo siento.
Sacude la cabeza, descartándome, y toma un sorbo de su café. Lo vuelve a dejar sobre la mesa.
―Está bien. De verdad. ―Se ríe con tristeza―. Probablemente les habría arruinado todo si me lo hubieran dicho antes.
―Estuve bastante cerca de arruinarlo varias veces. Nunca he estado tan fuera de mis cabales.
Procedo a contarle sobre el tiempo entre la Noche de Tarta y mi viaje de regreso a casa, contándole cómo Shelly prácticamente me mantuvo cuerdo una vez que notó que mi mundo comenzaba a desmoronarse. Eso me recuerda que probablemente debería hacerle saber que todavía estoy vivo. Ella apreciaría la historia. Terminamos nuestra comida con nuestras cómodas bromas habituales y nos dirigimos a la caja registradora para pagar una vez que nos hemos llenado hasta reventar. Definitivamente tengo que correr una o dos millas más para quemar esto.
Estamos regresando al auto para irnos a casa cuando él me tiende la mano para estrecharla.
―No es que hubiera importado de todos modos, pero tienes mi aprobación. Quiero decir, qué mejor persona para cuidar de mi hermana que mi mejor amigo, ¿verdad?
―Gracias, Em. Eso significa mucho.
―Sólo ahórrame los detalles. Todos los detalles.
―Está bien.
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Cuando entro a mi casa, escucho ruidos en la cocina y los sigo. Encuentro a mi madre, Alice y Bella, todas encorvadas sobre el teléfono de Alice en la mesa de la cocina, riéndose.
―Interrumpiendo algo, ¿verdad? ―inquiero y Alice guarda su teléfono inmediatamente.
―No. En absoluto ―replica.
―Me parece muy improbable.
―¿Cómo estuvo el desayuno? ―pregunta mi mamá, y puedo decir que a pesar de que Emmett y yo terminamos anoche en buenos términos, todavía está preocupada. Aprieto su hombro mientras paso junto a ella para sentarme junto a Bella en la mesa.
―Genial ―le digo con una sonrisa a Bella, haciéndole saber también que todo está bien entre nosotros.
―Sabíamos que así sería ―comenta mi mamá―. Ustedes son buenos chicos.
―Tal vez no todo el tiempo. ―Y con eso, me inclino y levanto a Bella de la silla y la pongo sobre mi hombro, llevándola rápidamente hacia mi habitación, sus chillidos de risa solo me impulsan más rápido a cerrar la puerta con un golpe.
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Decidimos que no importa cómo se ve mi cara y hacemos planes para nuestra cita al día siguiente. El tercer día después de Navidad significa que las cosas están volviendo relativamente a la normalidad, al menos hasta unos días antes de que celebremos el Año Nuevo. Nuestros padres han vuelto al trabajo, Emmett y Rose se van por la mañana para regresar a su casa por unos días y Alice se fue anoche por un par de días de trabajo. Finalmente somos nosotros otra vez, sin presión de nadie más ni estrés relacionado con el trabajo, solo nosotros.
Decidimos dirigirnos a Port Angeles para pasar el día sin más planes establecidos que reservar una cena a las 7:00 PM en uno de los restaurantes del muelle. Definitivamente hace frío hoy, el frío que sale del agua que nos rodea, pero la chispa entre nosotros nos mantiene con calor y felices. Apenas podemos quitarnos las manos de encima y ha sido así desde el momento en que la recogí esta tarde, la atmósfera crepitante con anticipación de lo que nos deparará nuestro futuro.
Las multitudes en los centros comerciales y otras tiendas de los alrededores no son tan malas como pensaba, y me da más tiempo para apreciar los momentos, las pequeñas cosas que nadie recordará excepto nosotros. La forma en que su padre me estrechó la mano esta tarde antes de irnos, y la forma en que por un pequeño segundo yo no era Edward Cullen, el mejor amigo de Emmett desde que tenía cinco años, sino Edward Cullen, el tipo que se enamoró perdidamente de su hija.
Hoy es un día lleno de pequeños momentos, y sé que seré viejo y canoso y todavía recordaré la forma en que su mano tomó la mía en el auto camino a Port Angeles, y la forma en que el mundo pareció encajar en ese mismo momento. Nunca olvidaré ver nuestro reflejo en los escaparates de las pequeñas tiendas que llenan las calles de aquí, y la forma en que nos miramos como si nadie más importara.
Mientras miro mi teléfono y estudio la selfie que nos tomó en el muelle con el azul oscuro de las aguas heladas debajo de nosotros, parecemos hechos el uno para el otro. Doy gracias a Dios porque está nublado, así tengo una buena razón para usar mis gafas de sol.
Ya saben lo que pasa con los moretones, que se ven peor antes de mejorar, y creo que en mi caso esa es la verdad. Alice trató de enseñarme la técnica adecuada para maquillarlo, pero la rechacé con vehemencia, sintiendo mi virilidad amenazada ante el pensamiento de que Bella y yo usáramos maquillaje en nuestra primera cita.
Ella está hermosa hoy, dejando que su cabello oscuro caiga hasta la mitad de su espalda en gruesas ondas, la parte superior de su cabeza cubierta con un gorro de punto gris invernal. Su piel brilla, algunas partes rivalizan con la blancura de la nieve que nos rodea, mientras que sus mejillas están sonrojadas de un rosa claro por el aire frío. Hago lo mejor que puedo para mantenerla abrigada, a veces olvidándome de que estamos en público mientras me rodeo de ella, de sus besos, de sus caricias.
Con tiempo libre y sin un lugar donde estar, paseamos casualmente por la pequeña ciudad, señalando las cosas que nos llaman la atención y compartiendo un pretzel suave y cálido cuando nos topamos con el centro de la ciudad y una pequeña multitud reunida cerca. Curiosos nos dirigimos a un claro y es entonces cuando vemos la pista de patinaje sobre hielo al aire libre. Está rodeada de luces claras y parpadeantes y, antes de que ella me pregunte, sé que ya ha decidido que vamos a intentarlo.
―¡Vamos, no he hecho esto en años! ―Me está llevando hacia la fila para el alquiler de patines.
―¿Dónde estuviste durante nuestros años de hockey sobre hielo? ―cuestiono, refiriéndome al par de temporadas en las que Emmett, un par de chicos más del vecindario y yo hicimos nuestra propia pista de hockey sobre hielo en uno de nuestros patios traseros. La pista en sí era patética, apenas había espacio suficiente para que más de tres de nosotros estuviéramos en ella al mismo tiempo, pero hombre, nos lo pasamos genial disparando a la portería. Cuando terminamos, todos nos volvimos patinadores relativamente decentes y, aunque parece que fue ayer, sé que también han pasado años desde que pisé el hielo.
―Lo más probable es que los estuviera observando desde la ventana ―Bella dice mientras se ata los cordones, y observo cómo los patines abrazan sus tobillos y pantorrillas, mis ojos viajan hacia arriba y admiran la vista. Me muero por recorrer con mis manos la distancia que han recorrido mis ojos.
―¿Atrápame? ―pide con temor, con un patín y luego el otro deslizándose sobre el hielo. La sigo, dejándola abrazarme lo más fuerte que pueda, sabiendo que, si ella tropieza, yo también tropiezo.
―Siempre ―respondo.
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Llegamos quince minutos antes de nuestra reserva para cenar, así que buscamos un lugar tranquilo en el bar y pedimos una ronda de bebidas para pasar el tiempo. Estamos sentados de lado en nuestros asientos, nuestras piernas se rozan de vez en cuando con el giro de las sillas. Hay una cálida chimenea encendida en la habitación, lo que crea un ambiente en el que nuestras cabezas se inclinan el uno hacia el otro. Le doy un beso o dos antes de que nos llamen, y nunca me niega lo que quiero de ella. Bella siempre está igualmente dispuesta a devolver el favor y es muy fácil quedar atrapados en nuestra magia que ha perdurado mucho después de Navidad.
El sol ha desaparecido por la noche, la tarde se oscurece como una colcha en el cielo sobre nosotros mientras salimos del restaurante, con los dedos entrelazados. Estamos de pie en el porche del restaurante, el viento le mueve el pelo delante de la cara y no sé si he visto algo tan impresionante en mi vida.
―No quiero que esta noche termine ―susurra contra mi boca, y antes de que pueda estar de acuerdo con ella, entrego mis labios a los suyos en una batalla que sé que nunca ganaré.
―Lo sé ―murmuro, mis labios abandonan los de ella y los arrastro lentamente hasta su oreja.
―Tal vez no sea necesario.
No hay dudas sobre el significado detrás de sus palabras y cuando la miro nuevamente esta vez, sus ojos están mirando a un pequeño y pintoresco bed and breakfast al otro lado de la calle.
Gimo en derrota y me froto los ojos antes de girarme para responder.
―¿Sabes lo que dirá tu papá cuando no te lleve a casa esta noche?
Ella sacude la cabeza y quita mis manos de mi cara y las vuelve a tomar entre las suyas.
―¿A quién le importa alguien más esta noche? Es casi Año Nuevo, Edward, y eso significa que regresarás a Chicago muy pronto. Esta es nuestra noche.
―Bien ―accedo, poniendo un dedo debajo de su barbilla e inclinando su rostro para que nos miremos el uno al otro, la pasión entre nosotros crepitando a la vida, hacia un precipicio que ya no puede ser ignorado―. Nuestra noche.
Y la noche sí nos pertenece, en todos los sentidos de la frase.
Nos pertenecemos el uno al otro, los sonidos que hacemos cuando nos descubrimos bajo las luces navideñas desde el balcón exterior de nuestra habitación, el fuego que arde entre nosotros cuando nuestra piel se toca y nuestros cuerpos se hunden el uno en el otro, la forma en que ella se aferra a las sábanas y tira de mi cabello cuando finalmente la pruebo. Todo ello nos pertenece y siempre lo hará.
Somos nuevas promesas y recuerdos de la infancia, resoluciones y viejos hábitos, viendo finalmente la belleza en el mundo que siempre nos ha rodeado pero que ninguno de nosotros la había visto hasta ahora.
―No puedo parar ―estoy jadeando mientras continuamos encontrándonos, mi cabeza se inclina para descansar contra su hombro mientras trato de luchar contra el inminente orgasmo. Nos mueve para que estemos uno frente al otro, sus piernas envueltas firmemente alrededor de mi cintura, su cuerpo subiendo y bajando para coincidir conmigo en el medio. Coloca besos sueltos en mi boca antes de echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos.
―Nunca lo hagas ―logra decir con voz ronca. La atraigo hacia mí y su boca se encuentra con la mía en un beso que pronto es interrumpido por uno de sus gemidos entrecortados. Cada centímetro de ella se siente increíble bajo mis dedos, mi boca, mi lengua. Hay un suave brillo de sudor en su cuerpo, y la sensación de ella deslizándose contra mí casi me hace perder la determinación.
Puedo sentirla comenzar a apretarse a mi alrededor, la forma en que sus dedos jalan frenéticamente de mi cabello y bajan por mi espalda y vuelven a subir. Pongo su rostro al nivel del mío una vez más, nuestros ojos se encuentran brevemente antes de que ella los cierre nuevamente, y cuando grita mi nombre en la oscuridad, su voz casi ronca en medio de la pasión, me deshago.
Vuelvo a bajar su cuerpo con fuerza sobre mí, mis dedos se enredan en su cabello mientras espero que mi respiración vuelva a la normalidad. Todavía nos aferramos el uno al otro, ambos congelados en el tiempo y el lugar, con las piernas pesadas como el plomo y temblorosas como gelatina al mismo tiempo.
No sé cuánto tiempo permanecemos así o cuánto tiempo permanecemos en silencio, abrazados bajo las tenues luces de la habitación, pero finalmente me giro hacia ella y le doy otro beso largo y perezoso.
―Chicago es sólo un lugar. Siempre serás mi hogar.
