Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 18
― ¿Qué me pasó? ―atiné a preguntar.
Murmullos se oían por doquier y también pasos presurosos. Estaba confundida y también postrada en una camilla de hospital con una intravenosa conectada a mi muñeca. Me removí, tenía la boca seca y la cabeza me dolía.
― Pookie, ¿cómo te sientes? ―Edward pasó sus fríos dedos por mi frente―. Me preocupé mucho cuando tuve tu cuerpo vuelto flácido entre mis brazos.
No quería que lo dijera. Era vergonzoso saber que me había desmayado y seguramente me había dado un buen golpe porque sentía adolorida la frente.
― ¿Por qué me trajiste al hospital? Creo que no era necesario ―mascullé―. ¿Dónde está Tanya?
La mirada de Edward era incomprensible, pero como buen ogro, gruñó.
― De ninguna manera podía quedarme así, me asusté pensando que algo te había pasado, el doctor ya me explicó que tu tensión se fue al suelo. El alimentarte mal te está generando consecuencias, Pookie.
Mordí mis labios. No podía mentir, me sentía sumamente cansada. Sin embargo mi duda por saber qué había pasado con Tanya persistía.
― ¿Y tu amiga? ―insistí con el tema. Y no descansaría hasta obtener la verdad.
― ¿Qué tiene que ver Tanya? Ella se fue apenas supo que estabas bien. No me acompañó hacia aquí, solo espero pacientemente un mensaje mio diciéndole que estabas bien.
Fruncí los labios y empecé a jugar con la sábana entre mis dedos.
― Quiero irme ―rezongué.
― Lo harás en unas horas e irás directo a mi casa.
― No. No puedo dejar a Lu tanto tiempo sola ―argumenté.
Edward rodó los ojos. Esa mueca de enfado ya había sobresalido en su semblante, era un hombre de poca paciencia,
― Iremos antes a por ella. Pero esta noche dormirás en mi casa, no pretendas que te deje convaleciente, eso no haría un buen novio.
― Edward no es…
Sus labios silenciaron los míos. Su boca avasallando la mía sin darme mucha oportunidad para respirar.
Él ganó, pasaría la noche en su casa, pero le dejaría claro que solo sería por hoy. No me quedaría más de una noche con él.
XX
No quería decir que estábamos viviendo juntos. Solo que pensándolo bien, no sabía cómo responder al hecho que llevábamos cuatro días compartiendo el mismo lecho.
Salíamos juntos hacia la agencia donde yo entraba primero. ¡Aleluya! Ya no llegaba tarde, lo que me hacía sentir orgullosa de mí misma, entre mis propósitos de año estaba ser más puntual.
Volviendo al tema. Por la tarde me quedaba más tiempo en la oficina, casualmente hasta que Edward terminaba sus pendientes, así ambos volvíamos nuevamente juntos. Llegábamos al penthouse y entré lo dos preparábamos nuestra cena, nuestros bebés siguen odiándose, sin embargo creíamos que era parte de su nueva convivencia habitual.
Ellos también sabían que mientras estábamos en la habitación no podían entrar. Era una regla, una que a Lu le costaba acatar, en cambio Sultán lo hacía a la perfección. Era un gran chico.
De reojo miré a Edward.
Reí al sentir cómo las puntas de sus dedos se arrastraban por mis tetas.
― Déjame en paz ―gruñí molesta―. No volveré a contarte nada.
Su risotada hizo eco en la habitación entera. Sin importar su peso subió una pierna encima del protector de calor que cubría mi vientre. Los cólicos menstruales me habían jodido gran parte del día.
Debería seguir enojada. ¿Pero qué va? Era placentero sentir su pierna peluda encima de mí. Jugué con sus vellos y los estiré causándole dolor.
Apenas se quejó. Sus dedos seguían arrastrándose por mi cuerpo, provocando que se erizara mi piel por su toque.
― No puedo creer que hayas sentido celos de Tanya ―se burló―. ¿Sabías que eres ridicula?
Suspiré. Él podría decir muchas cosas, sin embargo, sentirme celosa significaba que mis sentimientos por él estaban cambiando.
No solo me gustaba sino que empezaba a sentirlo mío.
― Yo también soy celosa y posesiva ―revelé viendo el blanco techo. Algo tenía el penthouse de Edward que podía pasar horas solo mirando las paredes y techos como si fuesen una obra de arte.
Exhaló en mi oído haciéndome reír.
― Así que vas a comenzar a armar dramas cada vez que me veas compartiendo con una mujer. ―Podía escuchar el deje de burla en sus palabras.
Lo miré fijamente. Lanzándole una mirada amenazante y llevé mi mano a su rostro. Su barba siempre era suave y me provocaba acariciarla todo el tiempo.
― Parece que saber cómo me siento hacia ti, te causa felicidad.
Sonrió petulante, engreído. Tal y como era.
― Estoy pensando que será muy divertido provocarte.
― Ni lo intentes ―apreté mis dedos en sus mejillas― te aseguro que no querrás verme de malas.
― Te das cuenta que nos convertiremos en una pareja tóxica ―reflexionó―. Ahora tendré que revisar tu celular, ¿dónde demonios está?
Tan desnudo como estaba se arrodilló en la cama y empezó a buscar debajo de las mantas hasta que tuvo mi iPhone en sus manos. Arqueó sus cejas lanzándome una mirada, jaló de mi mano hacia la pantalla donde fácilmente lo desbloqueo con mi huella.
»¿Por qué tienes mi número guardado como ogro?
Me cubrí por completo con la sábana. No le daría explicaciones del porqué de mis acciones.
― Dormiré un rato ―logré decir cuando sentí sus dedos encajarse en mis costados―. Edward… ―me quejé en medio de risas ahogadas que amenazaban con hacerme toser.
No podía contra sus cosquillas, me revolqué sobre la suave superficie. Fue que la sábana cedió y pude ver su rostro alegre y su pelo cobrizo hecho un desastre.
Me retorcí nuevamente hasta que logró inmovilizar mi cuerpo con el suyo.
Nuestros ojos mirándose fijamente.
― Quiero un apodo más bonito ―exigió fingiendo una mueca de disgusto―, no sé algo así como papichulo o rey y una berenjena como emoji.
Reí fuertemente que mi estómago se estremeció desde mi vientre bajo hasta mi pecho.
― Edward, tú eres tan gracioso ―exhalé sin aliento y sin parar de reír.
― Yo tengo tu número registrado como Pookie y una calabaza de emoji, junto a un corazón rojo. Eso significa que eres más importante de lo que creí.
Mi sonrisa se fue desvaneciendo. Podía discernir sus palabras y comprender lo que mi mente ya se estaba imaginando. Edward me quería, pero en lugar de entablar una conversación normal, como dos personas normales harían, mis palabras fueron otras.
― ¿Por qué una calabaza?
― Creo que por la temporada, llegaste a mí en otoño y bueno, a parte las calabazas son bonitas ¿no?
Encaje mis dedos en su suave pelo y comencé a peinar sus hebras alborotadas. Su pelo desprendía un delicioso olor a champú.
― Las calabazas son hermosas, Edward.
― Pero no me cambies de tema ―gruñó, dejándome sentir su peso y su gran berenjena entre mis piernas― quiero que cambies mi nombre, anda ―me dio mi celular.
Elegí su nombre en la pantalla.
― No podré una berenjena ―discutí.
― ¿Por qué no? Soy quién te da mantenimiento así que exijo mis derechos con ese emoji.
Para que dejara de exigir. Puse: Ogro. Berenjena y también un emoji de corazón rojo.
― ¿Estás contento? ―Pregunté al mostrar la pantalla.
Pude apreciar su sonrisa fanfarrona extenderse en sus labios. Resopló un poco y el pelo que cubría sus ojos se movió hacia arriba quedando más despeinado de lo que estaba.
Quizá él no sé daba cuenta que se estaba convirtiendo en la persona más importante de mi vida.
― Lo estoy. Aunque realmente lo estaré si me dices que sí a mi siguiente pregunta.
― ¡Oh no! Eso es trampa Mister Berenjena.
― ¿¡Qué!? Solo quiero pedirte que pases conmigo Navidad. ¿Aceptas?
Estreché los ojos hasta volverlos rendijas. Algo me decía que no sería su única petición por esta noche.
Hola. Espero que el capítulo sea de su agrado, nos leemos muy pronto. ¿Cómo ven a señor berenjena? Les agradezco mucho sus favoritos, follows y reviews, esta historia se nos acaba.
Para imágenes puedes unirte a mi grupo de Facebook.
Gracias totales por leer 🍂
