Era un hermoso día soleado, la ocasión pintaba para cualquier actividad: picnic al aire libre, nadar en la piscina, pasear en bicicleta por el parque, ir por un helado. O quizás algo un poco más sencillo como ver una película o ir a relajarte a un spa.
Después de conducir durante varios minutos, el deportivo rojo se detuvo en una calle cercana a su destino. Sasha tomó su iPhone en la manos y tras rodar sus ojos contestó la video llamada que le estaban haciendo.
—Ve de lo que te estás perdiendo, amiga. —comentó una linda pelirroja al otro lado de la pantalla mientras enfocaba al gran Coliseo Romano.
—Es una verdadera lástima que no pudieras venir con nosotros, Sash. —dijo un joven a medida que se quitaba las gafas de sol a pesar de que allá era de noche.
—Les dije que cancelé porque tenía que hacer algo importante, ya habrá más ocasiones en las que podamos salir. —
—Sí, sí, sí. Lo sabemos, algo importante, ¿Qué es más importante que divertirse con tus amigos? —recriminó la pelirroja.
Waybright ladeó su mirada y colocó un semblante pensativo al escucharla. Definitivamente su familia no. Y una relación formal con algún chico o chica no estaba en sus planes por el momento.
—¿Esa es Sasha? —cuestionó una castaña, sosteniendo un vaso de cerveza. —Dile que venga acá y me bese el trasero. ¡Woooooa! —gritó, tambaleándose de un lado a otro.
—¡Jha! Sigue con tus comentarios, Jenedith, y te enviaré directo al psiquiátrico. —sonrió con el entrecejo hundido.
—En fin, nos veremos en una semana, amiga. Besitos. —mencionó la pelirroja besando su cámara.
—Te traeré un recuerdo de Roma, amiga. Hasta entonces. —dijo el varón.
—Adiós, Edward, y dile a Jenedith que ya no beba tanto. —negó seriamente.
Al cortar la llamada recargó su frente en el volante, pensativa en lo que pudo haber sido si hubiera decidido ir con sus amigos de la facultad a Roma. Resopló al recordar cómo tuvo que vender su boleto al cancelar para acomodar sus planes. Todo había sido tan repentino y esperaba haber tomado la decisión correcta.
Su mente empezó a disociar. Era cierto que los años habían pasado volando, 10 para ser exacto, pero ninguna emoción o salida a cualquier país se podrían comparar con lo que tiempo atrás había vivido. Es decir ¿Dirigir un ejército con tan solo 13 años? ¿Pelear contra garzas gigantes en un conflicto bélico? ¿Vencer a un guardián de una gema solo valiéndose de su fuerza? ¿Recuperar un martillo de guerra legendario ella sola, enfrentando a un titán en forma de serpiente? ¿Proteger a un pueblo como muestra de redención de robots asesinos? Y la más importante y la que había marcado su vida; obtener asombrosos poderes de anime y pelear contra un ser oscuro que intentaba apoderarse de un mundo. Eso… era mucho más emocionante que cualquier cosa que los demás podían vivir ¿No?
La chica sonrió para sí misma. Cada vez que se encontraba en un dilema personal esos recuerdos siempre le traían una sonrisa en los labios. Pese a que la relación con sus padres no era ni de cerca algo que recordara con cariño, pensó en la vez en la que había regresado a la Tierra, a su dimensión normal. Recordaba que en su enorme casa había varias patrullas estacionadas alrededor y que sus padres hablaban desesperadamente con las autoridades. Sí, podían tener problemas entre ellos pero a pesar de todo ella seguía siendo su hija. Volvió a sonreír, reviviendo el momento a cuando sus padres corrieron a abrazarla sin importarles el estado en que se encontraba, ni que portara peligrosas dagas, o que recientemente había peleado por la supervivencia de una raza, solo querían abrazarla, fundirse con ella en un abrazo. Ese recuerdo era hermoso sin duda alguna.
Pasados un par de minutos su celular volvió a sonar. La rubia se limpió una lágrima y resopló con fastidio al ver quien marcaba.
—¿Waybright? Sé que quedamos en que no te molestaríamos más pero la persona que nos enviaste no es lo que prometiste, necesitamos a alguien más atractiva. —
—¿Qué? Pero ustedes estuvieron de acuerdo. Lo siento pero tengo algo importante que hacer, estaré ocupada todo este día. —frunció el ceño.
—No te hagas la difícil, jovencita, llevas poco menos de medio año trabajando con nosotros. Necesitamos una cara bonita para esta tarde. Así que mejor coopera con tu presencia. —
—Coloquen relleno en su brasier, pongan su boca en una aspiradora para que sus labios se hinchen, qué sé yo. Déjenme en paz, por hoy no quiero saber nada. —
—¿Sabes qué? Está bien. Si lo que tienes que hacer es más importante que modelar para una revista de prestigio entonces esta ok, Darling. Considérate desechada. —comentó la mujer con arrogancia.
—¡Bien por mí! ¡Jódanse entonces! —gritó a la bocina.
—¡¿Qué?! Really?! ¡Espera Darling, está bien, creo que me precipité un poco! Rebobinemos. —se apresuró a decir con nerviosismo. —¿Qué tal si… —
No pudo terminar la frase ya que la rubia colgó inmediatamente mientras le levantaba el dedo medio al celular; de ninguna manera iba a permitir que la chantajearan de esa forma. Ella no estaba para rogarle a nada ni a nadie.
La joven tardó un poco en reacomodar sus emociones, ser psicóloga tenía sus ventajas, podía ayudarse a sí misma cuando más lo necesitaba y analizar bien las situaciones para no caer en la desesperación cuando la ocasión ameritaba una rabieta. Pero sin lugar a dudas no existía mejor terapia que pasar un día entero con sus chicas, sus amigas, sus confidentes, sus musas.
Al llegar a su destino tomó la caja de pizza que tenía en el asiento del copiloto y bajó, yendo hasta la puerta. Al tocar el timbre esperó a ser atendida. Mientras esperaba no pudo evitar imaginar cómo hubiera sido estar en Italia con sus otros amigos o modelar toda esa ropa para la revista con la que recién empezaba a trabajar de medio tiempo. Sasha volvió a resoplar, preguntándose si en realidad valía la pena haber dejado pasar esas oportunidades para estar donde se encontraba en esos momentos.
Al abrir la puerta fue recibida por un fuerte abrazo por parte de Anne, esa acción la sacó de sus pensamientos.
—¡Sasha! ¡Me alegra que hayas llegado sana y salva! —gritó la joven Boonchuy, estrujándola más.
Waybright apenas pudo corresponder el abrazo con su mano disponible; no es que fuera a desaparecer a otra dimensión solo porque sí.
—Pasa, amiga. Tenemos casi todo listo. Mar-Mar, Sasha llegó. —
La nombrada miró desde las escaleras y esbozó una gran sonrisa al ver a su amiga, unas estrellas se le dibujaron en los ojos a medida que sacudía su mano en forma de saludo. Cuando estaba a punto de bajar pisó una de sus agujetas, provocando que cayera, rodando por estas. La cara de preocupación de sus amigas desapareció tan rápido como surgieron al ver cómo la joven Wu se colocaba de pie con una sonrisa mientras se sacudía el polvo y apagaba la flama que surgió de la nada de su chaqueta.
—Estoy bien, no pasó nada. —sonrió con nerviosismo.
La rubia tuvo que reprimir una carcajada al ver la escena ante sus ojos. Tantos años y Marcy seguía siendo la misma chica despistada de siempre. Un abrazo de parte de ella la conmovió por completo, además debía admitir que le encantaba su aroma, una combinación a dulces y fruta; ella era su nerd favorita.
Anne hizo acto de presencia con tres vasos de vidrio, acercándole uno a cada una. Sus amigas lo tomaron en mano.
—Sé que no es un Starbucks, Sash. Pero tratamos de hacerlo lo más parecido. —sonrió.
—Se ve asombroso, amiga. Muchas gracias por la molestia. —imitó la acción.
—¡Yeiii! Por la amistad. —Wu alzó su vaso, siendo imitada por las otras dos.
Al beber un poco el trío escupió el contenido inmediatamente. El sabor había resultado un tanto peculiar.
—¿Qué fue lo que le pusiste Mar-Mar? —decía Boonchuy.
—S-solo jarabe de maple y chispas. —
La tailandesa tomó el bote de jarabe de maple y abrió los ojos con sorpresa al notar cómo el producto había caducado hacía dos años.
—Jejejejejeje. Lo siento tanto, amigas. Ahora entiendo por qué se encontraba en el sótano de la casa de mis padres. —sudó una gotita.
Las tres se echaron a reír por lo acontecido; una extraña sensación viajó como destello por los pensamientos de Sasha, una sensación… agradable y reconfortante.
Anne tomó la caja que la rubia había traído y se la llevó a la sala. Mitad de pizza sin piña para Anne y mitad de Champiñones con peperoni para Marcy.
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—Espero que estén preparadas para continuar con la segunda temporada de "Tormenta de espadas", serie basada en la novela de "Canción de hielo y Fuego" de G. R. R. Martin. —hablaba la pelinegro con gran ímpetu, parada enfrente de la pantalla plana de la sala.
Sin más Anne le puso play y la serie comenzó. A pesar de que no era muy de su agrado, Sasha estuvo de acuerdo en ver la continuación de la serie solo para complacer a su amiga.
—¿Esto realmente valió la pena? —se preguntó a sí misma mientras no podía evitar imaginar cómo sería estar en Roma en esos momentos o en la sesión de fotos.
De pronto, Anne y Marcy se le acurrucaron, una en cada lado mientras entrelazaban un brazo con el de ella y con el otro procedían a comer pizza y palomitas. Sasha sonrió con ternura al sentir el calor de cada una. Ellas eran sus chicas después de todo. Y nada en el mundo podría ser mejor que ese momento, ni siquiera lo que había vivió hace 10 años.
—Sí, valió totalmente la pena. —musitó con una media sonrisa. Permitiéndose disfrutar la serie.
