Capítulo VII

"Coqueteando con Satan"

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"Todos llevamos dentro el cielo y el infierno."
OSCAR WILDE

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Es Astro Rey apenas había comenzado a asomarse cuando había salido a dar una vuelta por el bosque, cómo todas las mañanas. Era su momento de relax antes de arrancar con su ajetreado día como representante de la corona.

Iba apenas a mitad de camino cuando una criatura corriendo a toda velocidad pasó cerca suyo. Con esfuerzo, logró alcanzarlo y retenerlo, sólo para darse cuenta de que se trataba de uno de los caballos del palacio. El caballo de Himeko, para ser más precisos. Eso lo alarmó, ¿Qué podía estar haciendo el caballo de Himeko fuera, si ni él ni la princesa salían nunca del palacio?

-¿Mistral? ¿Qué haces aquí? - preguntó cómo si pudiera comunicarse con el cómo se comunicaba con sus criaturas. Desafortunadamente no era así, el entendía el lenguaje de las bestias, no de los animales comunes y corrientes. Debía llevarlo nuevamente al palacio y ver si todo estaba bien por allá.

Para cuando llegó, todos andaban alborotados. Eso fue suficiente para que supiera que sus sospechas eran ciertas, algo había pasado con la joven, ¿acaso había vuelto a escapar? Pero, si así había sido, ¿por qué su caballo estaba sólo? Quizás algo grave le había pasado. Después de todo, Himeko amaba a Mistral, jamás lo dejaría a la deriva en un mundo que no conocía.

Hikaru y Umi se encontraban cerca de la entrada al salón del trono, cuando él llegó hasta allá. Se acercó a sus amigas. Ambas se sorprendieron al verlo. Bueno, a decir verdad, no era extraño que él estuviera en el palacio, después de todo, pasaba gran parte de su vida allí. Pero, a esas horas de la mañana...

-¿Ascot? - preguntó Umi, extrañada. Él la miró a los ojos y enseguida sintió su preocupación.

-¿Qué ha pasado, Umi?... Himeko...- Hikaru y Umi se sorprendieron aún más, ¿cómo podía Ascot saber?

-Ella... ha vuelto a desaparecer...- continuó Hikaru.

-Pero... tú... ¿cómo pudiste saber que se trataba de Himeko? - Ascot suspiró. Cierto era que, en los últimos tiempos, cada vez que algo pasaba, cada vez que la guardia real salía a los pueblos, era porque Himeko había hecho una de las suyas. Pero esta vez, era diferente. Algo le decía que esta no era otra de sus inocentes escapadas.

-Bueno…

-Fuu está desesperada, después de lo del otro día…

-¿Ustedes creen que pudo pasarle algo? - Hikaru y Umi no respondieron. De todos modos, Ascot supo lo que ellas pensaban. Después de todo, él también lo pensaba. - Hay... Hay algo que debo decirles…

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Para cuando pudo reflexionar sobre lo que había pasado, ya era demasiado tarde, se encontraba en tierras que ya no le pertenecían. Y, aunque había sido plenamente consciente de lo que había hecho, no se había detenido a pensar en las consecuencias. ¿Qué iba a pasar cuando sus padres noten su ausencia? De seguro se metería en muchos problemas. Pero no era sólo eso, también los preocuparía demasiado. ¿Qué iba a hacer en ese mundo? El mundo del cual era originaria, un mundo al que extrañaba, pero en el que, al mismo tiempo, era una extraña. Pensó en que lo mejor era volver, quizás aun no hayan notado su ausencia y podía hacer como que nada pasó. Detuvo su paso, levantó la vista hacia el cielo. El sol se asomaba por entre los edificios. No dejaba de sorprenderla lo altos que eran. Por supuesto que tenía recuerdos de la Tierra, vagos recuerdos, pero ahí estaban, escondidos en algún rincón de su mente y enterrados en lo más profundo de su corazón. Recordaba los altos edificios, los atardeceres anaranjados, el ruido de los autos, el olor a cemento mojado. Recordaba los helados aires de Pekín y la sensación de la nieve derretirse en sus manos. Así como recordaba aquella torre y la sensación en su estómago al viajar a través del portal. Una lágrima corrió por su mejilla. ¿Por qué las cosas tenían que ser así? ¿Por qué su corazón tenía que estar dividido entre dos mundos? Volteó a ver el camino que había recorrido. Desde allí aun podía ver la cima de la Torre Tokio. Tenía que regresar. No importaba cuanto extrañara la Tierra, cuanto deseara volver a ver a Yie o su tía Kuu, Céfiro era su mundo, ella pertenecía allí.

Estaba a punto de emprender el camino de regreso, cuando un fuerte viento comenzó a soplar, volando todo a su paso. Se alarmó al pensar que, quizás, ella lo había provocado, después de todo, lo había hecho en Céfiro, ¿acaso en Mundo Místico también tenía esa habilidad? De repente, escuchó su nombre prenunciado en un susurro. Al mismo tiempo, se dio cuenta de lo sola que estaba en aquella avenida que era una de las más transitadas de la metrópoli.

-Himeko...Himeko...- escuchaba una y otra vez. Estaba segura de que estaba enloqueciendo. Después de todo, nadie la conocía allí, nadie sabía su nombre.

Entonces, una parvada de cuervos apareció de la nada y comenzó a estrellarse contra los edificios, llegando a romper, incluso, los vidrios de algunas ventanas. Un frio inusitado corrió por sus venas. Por un momento, creyó que no era más que su imaginación, hasta que vio el vapor salir de su boca. Quizás sólo se había acostumbrado al clima perfecto de Céfiro, con sus 25 grados Celsius durante la mayor parte del día. Sabía que en Mundo Místico las cosas no eran tan perfectas, que solía hacer mucho frío. O mucho calor. Pero ¿Así de repente?

El temor comenzó a invadirla. Todo aquello no parecía ser normal… Más bien… El recuerdo de aquel último encuentro con Yasir llegó a su mente. Una sensación extraña la invadió. Volteó su mirada hacia adelante y se encontró con una silueta extraña a unos cuantos metros de ella. Era la silueta de un hombre alto, muy alto. Parecía llevar una larga capa, hasta los pies, y unos extraños... ¿cuernos? en la cabeza. Su instinto la llevó a acercarse. Dio unos cuantos pasos antes de que la extraña silueta tomara una forma conocida. Abrió los ojos con sorpresa.

-¿Yie?- sus deseos de verlo, de abrazarlo, eran tantos que ni siquiera se detuvo a pensar en cómo era posible que estuviera allí. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Él le sonrió, tal como lo había hecho en su sueño. Pero esta vez no era un sueño, era real.

-¿Qué es lo que deseas, princesa? ¿Adónde quieres ir? – Himeko se acercó, quería abrazarlo, hacía tanto que soñaba con ese abrazo. Pero, al dar unos pasos al frente, él se dio media vuelta y salió corriendo. Se detuvo en seco, sin poder entender lo que estaba pasando. De pronto cayó en la cuenta de que algo no estaba bien, sentía una poderosa energía oscura que la rodeaba. Pero a la vez sentía tanta paz en su corazón. Él se detuvo también y volteó a verla, con esa sonrisa que siempre tenía para ella. Entonces, entendió que pretendía que la siga. Una vez más, entró en una especie de trance que le impidió pensar por sí misma. Necesitaba seguirlo. Él la hacía sentir segura. Caminó tras él, confiada de que era lo correcto.

El sol había sido cubierto por una enorme nube negra, haciendo que la mañana, de repente, parezca noche. La joven caminaba errante por las calles, con la mirada perdida y sin ninguna expresión en su rostro. Tal como si hubiera sido hipnotizada por algún ente oscuro.

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Fyula se detuvo justo a la entrada a la aldea. Sus tres tripulantes descendieron rápidamente. La mujer de cabellos celestes se acercó a la criatura y acarició su trompa.

-Hasta aquí, preciosa, ya puedes volver a tu dimensión. Gracias por el viaje. - le dijo, con dulzura, levantando su mano con el anillo que una vez Clef le había obsequiado. El amuleto brillo y la criatura desapareció de inmediato. - ¿Y bien? ¿Puedes sentir algo? - preguntó a su amigo, sin voltear a verlo.

-Esto es una locura Umi.- Ella volteó a verlo. La expresión en su rostro daba cuenta de su preocupación. Eso lo hizo sentir culpable. Suspiró. – Ya te he dicho que no puedo sentir su presencia. - bajó la mirada. Su fleco caoba tapó sus ojos verde esmeralda. - Yo… no soy Clef…

-Pero eres el único que tiene su confianza para reemplazarlo… Yo sé que tú puedes hacerlo.

-¿Por qué estás tan segura de que es aquí?

-Tu dijiste que el caballo venía en la dirección de Neo Cizeta.

-Eso no significa nada… Muchas aldeas quedan en la dirección de Neo Cizeta desde Zerof.

-Fue aquí donde paso… algo me dice que hay una razón por la que está aldea es especial.

-Umi…- interrumpió la pelirroja. -Mira a tu alrededor… ¿Puedes sentirlo? - Umi se detuvo a observar a su alrededor, a escuchar a Céfiro cómo sólo ellas sabían hacerlo.

-No puede ser… ¿Tú crees que es...?

-¿Qué? ¿Qué es lo que sienten? - preguntó Ascot, preocupado.

-Es el portal…- dijo Hikaru.- Pero... se siente muy débil…

-Pero está aquí… Hikaru, es aquí…

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De repente, y sin tener noción del tiempo que había pasado, se encontró frente a una casona de paredes rosa pálido. Una imagen de su infancia se dibujó en su mente. Fue una imagen fugaz, pero suficiente para que sepa que esa era la casa, era su casa. ¿Cómo era posible? Recordó quien la había llevado hasta allí. O quien creía que la había llevado. Volteó hacia los lados, buscando a aquel hombre que había llamado padre en su niñez. Pero no había nadie allí. Nadie más que ella misma. Y esa energía tan poderosa y ¿oscura? Ya no estaba segura de lo que pasaba a su alrededor. De lo que si estaba segura era de que esa energía la seguía, que estaba a su lado hacía tiempo ya, en Céfiro. Volvió a mirar la vieja casona. Cientos de recuerdos llegaron a su mente. Comenzó a llorar en silencio, mientras permanecía inmóvil, sin saber que hacer. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué se suponía que haría? Simplemente golpear y saludarla como si llegara a visitarla de un pueblo vecino. Después de todo, ellas llevaban 10 años en Céfiro. ¿Quién sabe que pudo pasar en esos 10 años? Quizás las creyeron muertas. Quizás las olvidaron. Quizás ella ya no vivía más ahí.

Estaba a punto de dar media vuelta y salir de allí, cuando la puerta de entrada se abrió, dando paso a una niña, de unos 8 años. Llevaba su uniforme escolar y una mochila en su espalda. Tenía el cabello castaño claro, largo hasta la cintura y con ondas. ¡Claro, era día escolar! Himeko se puso nerviosa. Detrás de la niña salió un chico, quizás un par de años menor que ella, (¿12 ó 13 años?) de ojos verdes y cabello azabache. También llevaba uniforme escolar. El niño se detuvo en seco al verla. Cruzaron miradas, se sintió algo incómodo.

-Mamá, hay una chica aquí en la puerta. - gritó el niño. - ¿Quién eres? ¿Buscas a mí madre? - Himeko tragó saliva, pero no pudo contestar. Algo en su interior le decía que no estaba en la casa equivocada.

- ¡Ya voy! - se escuchó decir desde adentro. A Himeko se le heló la sangre. Esa voz, aún podía reconocerla.

-Ya vámonos Katsu… ya es tarde. - dijo la niña. Mientras abría la puerta. El corazón de Himeko comenzó a latir con fuerza. Katsu era el nombre de su primo, eso sólo podía significar una cosa. El niño salió a la vereda y se acercó a ella.

-Mi madre ya viene. - le dijo, con una dulce sonrisa en su rostro. -La esperas a ella, ¿Verdad?

-Bueno, yo…- titubeó, sin saber que responder. El niño se apresuró a seguir a su hermana. ¿Su madre? Eso significaba que… pensó en alejarse de allí. Pero antes de que pudiera reaccionar, una mujer salió de la casa.

-¿Quién me busca? - dijo, antes de reparar en la joven de cabellos dorados. La mujer, de abundante cabellera castaño claro, se detuvo en la expresiva mirada miel de la joven. Llevaba su cabello suelto, lo tenía por los hombros, y un viejo delantal sobre su atuendo. Ella casi no había cambiado. Claro, su rostro comenzaba a demostrar algunos signos de la edad: unas pequeñas patas de gallo en sus ojos, una que otra marca en su frente. Himeko notó como la expresión en su rostro cambio por completo. La mujer se puso sería de repente, al mismo tiempo que empalideció.Era ella, realmente era ella, jamás olvidaría su rostro. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Sin embargo, pareció no reconocerla. Se acercó a ella, en silencio, como queriendo verla más de cerca. Su rostro demostraba cierta sorpresa.

- ¿Sí? – preguntó, mientras Himeko permanecía inmóvil. Ella la miró con más detalle, de arriba a abajo. Observó sus ojos color miel, su cabello dorado, ese rostro angelical que le resultaba tan familiar, tan parecido al de... Fuu. Sus ojos se llenaron de lágrimas. - Tú…- dijo casi en un susurro, mientras llevaba ambos manos a su boca, cómo intentando tapar su expresión de sorpresa. - No puede ser…. Tú eres…- Las lágrimas que Himeko había estado intentando retener, cayeron de sus ojos. Ella lo notó. -¿Himeko?

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Llevaban largo rato dando vueltas por la aldea. Habían pasado por las mismas calles una y otra vez. Pero nada era diferente. Esa energía extraña, ajena, que habían podido sentir aún estaba allí, pero se sentía de la misma manera en cada rincón, de modo que no podían determinar de dónde provenía.

-Esto es en vano…- se animó a decir, al fin, Ascot, que se había mantenido callado por miedo a desatar la furia de sus amigas. - ¿Hasta cuándo vamos a estar dando vueltas?

-Tiene que estar por aquí, estoy segura de que es por aquí… Pero, es muy débil, no puedo precisar dónde…

-No… no es eso, Hikaru… Hay una energía diferente, oscura… Una energía que parece estar ocultando la energía del portal. - Hikaru detuvo su paso de repente. Umi y Ascot hicieron lo mismo, segundos después. Claro que ella también lo había sentido, pero no se había animado a mencionarlo. La sola idea de que la paz, que reinaba en Céfiro desde hacía ya 10 años, se termine, le causaba pavor. No quería tener que volver a luchar, realmente deseaba que Céfiro siguiera siendo así de perfecto por siempre: sin maldad, sin temores, sin crímenes, sin enfermedades. - ¿Estás bien, Hikaru?

-Es que... no es posible...- dijo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. - No es posible que esto esté pasando... No después de todo lo que hemos luchado para que todo sea perfecto.

-Hikaru...

-No debemos adelantarnos a los hechos. – dijo Ascot intentando poner paños fríos a la situación. - Aun no sabemos que es lo que está pasando... Ustedes siempre han hecho un gran trabajo haciendo que Céfiro resplandeciera.

-Gracias, Ascot.

-Eres un gran amigo, Ascot... Pero, no tienes por qué mentirnos, sé que tú también lo has sentido...

-Bueno...- Ascot pensó en una buena respuesta para darle a su gran amiga, pero la realidad era que había sido atrapado nuevamente.

-Disculpen...- un joven interrumpió la conversación, de repente. - Ustedes son de palacio ¿verdad? ¿Son las Guerreras Mágicas?

-Así es muchacho... dime ¿quieres un autógrafo? - se apresuró a preguntar Umi, recordando los tiempos en que era una estrella de Hollywood. Una gota de sudor resbaló por la cabeza de Hikaru, mientras el joven sonreía incómodo. Ni siquiera tenía idea de lo que era eso.

-No le hagas caso... suele ser un poco narcisista. - interrumpió Hikaru, como si su amiga no estuviera presente, ganándose así una mirada fulminante de la guerrera de Seres. - Dime, ¿qué es lo que quieres decirnos?

-Bueno… yo solo quería saber si conocen a la princesa. - Hikaru y Umi se miraron entre sí, como si de ese modo intercambiarán miles de pensamientos.

-Claro que si… ¿Por qué? ¿Qué pasa con ella?

-Bueno… es que supe que estuvo perdida hace unos días… y escuché que de nuevo…

-Oye… ¿Es que tú sabes algo al respecto? - se apresuró a preguntar Umi, tratando de adivinar lo que el joven estaba tratando de contar.

-Bueno…

-¿Cuál es tu nombre? - Hikaru intentó lucir lo más amistosa que pudo, al notar que el joven estaba nervioso.

-Yasir.

-Yasir… no tengas miedo, puedes decirnos lo que sea...

-Es que… no es exactamente que sepa dónde está Hime... digo, la princesa… Pero, quisiera contarles algo que, quizás, pueda ayudar…

-Cualquier información, por pequeña que sea, puede ser de ayuda… Cuéntanos…

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Un silencio sepulcral invadía aquella sala. Tenía su mirada clavada en el líquido humeante, mientras sostenía la taza de porcelana con ambas manos. Se sentía incómoda, pero, a la vez, cómo en casa. La mujer estaba parada enfrente suyo, apoyada sobre la mesada. No dejaba de mirarla, con sus ojos llenos de lágrimas. ¿Estaba soñando, cómo tantas veces lo había hecho? Sentía un nudo en la garganta. Tantas preguntas cruzaban por su mente. Quería saber cada detalle de lo sucedido en los últimos diez años, pero no quería incomodarla. Ella parecía asustada, aturdida. ¿Quién sabe qué cosas habrá pasado en todo ese tiempo?

Después de un largo tiempo observándola, se sentó en la mesa, justo enfrente de ella. Tomó su mano, la acarició con delicadeza. Himeko levantó la vista de su taza de té, para mirarla a los ojos. La mujer comenzó a llorar.

-¿Es esto real? - dijo, por fin - ¿Realmente eres tú? ¿No estoy soñando? - Himeko quiso contestar, pero el nudo que tenía en su garganta se lo impidió. En lugar de hacerlo, colocó su otra mano sobre las de ella, y presionó con fuerza. - ¿Y… Fuu? ¿Qué pasó con ella? - se animó a preguntar. Himeko volvió a enfocar su mirada en la taza de té. ¿Qué decir? ¿Cómo explicarle? Kuu se incomodó. La reacción de la joven le hizo suponer lo peor. - ¿Ella… ella está…?

-¡No!… Ella está bien… pero…

-Pero… ¿qué? - Himeko retiró sus manos, colocándolas sobre sus piernas.

-Por favor, no me hagas preguntas…-Kuu se puso de pie, le dio la espalda, cómo intentando esconder sus lágrimas.

-Fueron muchos años… No tienes idea… Las buscamos por todos lados, la noticia fue internacional. Pero, de a poco, los medios se fueron olvidando, la policía dejó de buscar, ya no había razones… Tanto tiempo, sin ningún dato certero… las dieron por muertas. Fue como si se las hubiera tragado la tierra. Pero yo nunca perdí las esperanzas. Yo sentía, en mí corazón, que ustedes estaban vivas… - Volteó a ver a la joven. Himeko mantenía su mirada en su taza de té, cómo no queriendo hacer contacto visual con ella. -Hikaru y Umi… ellas…- Himeko abrió los ojos, con sorpresa. - Están juntas, ¿No es así?

-Pues...- Himeko desvió la mirada. - Ellas no lo hicieron apropósito. - Kuu suspiró. Siempre habían pensado que habían escapado juntas. Las tres desaparecidas, el último lugar donde habían sido vistas era la dichosa Torreo Tokio. No podía ser casualidad. Pero, confirmar sus sospechas, dolía. Después de todo lo que había pasado, después de todo lo que había sufrido pensando que algo malo le había pasado, no era del todo agradable pensar que ellas lo habían planeado todo.

-Aquella vez, Hikaru me pidió de favor que le pida a Fuu que viniera a Japón. Dijo que tenía deseos de verla... A las dos. Quería aprovechar que Umi estaría grabando en Japón para organizar un reencuentro... Si hubiera sabido lo que estaba planeando...- Himeko se sorprendió con aquellas palabras. Jamás había sabido los pormenores de su improvisado viaje a Japón. - Entonces, fue su idea... Pero ¿por qué? ¿Por qué Fuu haría algo así? Pudo haberme contado, yo la hubiera apoyado... Pero desaparecer de ese modo, preocuparnos a todos...

-Yo...- Kuu secó sus lágrimas con el dorso de su mano.

-Aun así... me alegra mucho saber que ella está bien... Me gustaría tanto verla... ¿Por qué no vino contigo? ¿Por qué no se ha comunicado todo este tiempo? Por lo menos una llamada, un mensaje, para decirme que estaba bien...

-No es tan simple.

-Es que no querían ser encontradas... Pero... si me lo hubiera dicho, yo jamás hubiera tratado de hacerlo... - Kuu guardó silencio uno segundos. Luego dejó escapar un suspiró. - Claro, realmente, ella nunca confió en mi... Ni siquiera para contarme de su embarazo...

-No... no es así... Es que... a veces hay cosas que son difíciles de explicar...- Kuu volvió a sentarse frente a ella. Enfocó su mirada en la de la niña. Se le estremeció la piel al reconocer en ella la misma tristeza que solía ver reflejada en su hermana. ¿Por qué una jovencita de tan solo 15 años, de repente, tenía respuestas tan maduras? ¿Por qué lucía tan seria? ¿A qué se debía esa tristeza en su mirada?

- Te pareces tanto a tu madre que hasta podría jurar que estoy hablando con ella cuando tenía tu edad… Fuu tenía más o menos tu edad cuando dejó de confiar a mí. De repente, parecía que ya no me tenía confianza, se volvió callada y reservada, parecía otra persona, mucho más madura y con cientos de secretos. Y, entonces, sus ojos siempre tenían esa expresión de tristeza… justo como los tuyos ahora… Dime, Himeko… ¿Qué es lo que te entristece? - los ojos de Himeko se llenaron de lágrimas. Su madre, jamás había pensado en lo que pudo significar para ella no poder volver a Céfiro, no volver a ver a su padre. 14 años tenía cuando había visitado Céfiro por primera vez. Creía entender cuál era la razón de ese cambio tan repentino en su madre.

-Quisiera poder contártelo… pero no lo entenderías…- Kuu sonrió. ¿Qué misterios podían ocultar estás dos? Si esa era justamente la frase que Fuu repetía una y otra vez.

-Podrías intentarlo

- Bueno…- en ese momento, algo se estrelló contra la ventana de la cocina, haciendo que ambas se sobresalten del susto.

-¿Qué fue eso? - alarmada, Kuu se levantó de prisa y salió al patio, para ver qué era lo que había impactado contra su ventana. Himeko salió tras ella. Se sorprendieron al ver un cuervo tirado sobre el césped. Tenía su cabeza ensangrentada. Kuu miró el vidrio, en él se apreciaba la marca del impacto del ave. -¿Qué demonios? Jamás había visto un cuervo por aquí. - el corazón de Himeko comenzó a latir con fuerza. Un cuervo. Cómo los que habían aparecido de repente, en el centro. ¿Qué estaba pasando? Sabía que llevaba años fuera de la Tierra, pero eso no podía ser normal. De repente, empezó a escuchar retumbar en su mente.

-No puede ser… no otra vez- gritó, mientras tapaba sus oídos.

-Himeko… ¿Qué ocurre? ¿Himeko?

Un repentino viento se levantó, azotando con fuerza las copas de los árboles. Al mismo tiempo, nubarrones negros tapaban el sol por completo.

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El joven los guio hasta la cima de la colina, el lugar en el que había sido atacado por aquella extraña criatura. Caminó hasta el borde, dónde había una especie de acantilado. Al borde del cual había un añejo árbol. Desde allí podía verse toda la aldea.

-Es aquí… aquí fue donde paso…- Hikaru y Umi se miraron entre sí. En ese lugar, las energías que habían sentido desde que pusieron un pie en la aldea, parecían incrementarse.

-Y dices que esa criatura se apoderó de tu mente. - preguntó Ascot, extrañado. Él, que era experto en monstruos extraños, jamás había oído hablar de algo así. Umi observó al joven de arriba abajo. Era muy apuesto, cabellos negro azabache, tez blanca, ojos azules. Sin dudas, cualquier jovencita podría enamorarse perdidamente de él.

-Y Himeko llegó a ayudarte. - concluyó, llevando la mano a su mentón. - Eso significa que ustedes ya se conocían…

-Bueno…- titubeó Yasir. Realmente no sabía que decir. Sabía que Himeko había estado ocultando sus encuentros a su familia. Ahora que sabía que era la princesa, entendía mejor las razones de su romance secreto. Sin embargo, quería ser sincero con ellas. Desde aquel encuentro en esa colina, no había dejado de pensar en Himeko, estaba muy preocupado, temía que algo malo llegara a pasarle.

-¿Y eso cuando fue? - preguntó Hikaru

-La noche que desapareció...

-¿La noche que desapareció? - Umi se sorprendió al escuchar al joven. - Esa noche fue…

-Lo sé… su fiesta… el día de su cumpleaños…- Hikaru y Umi volvieron a mirarse. Esa había sido la razón por la cual Himeko había escapado de su fiesta. La pregunta ahora era ¿Cómo sabía lo que estaba pasando al otro lado del planeta?

Hikaru dio unos pasos, observando el lugar. Mientras, Umi volvía a observar al joven. Sus rasgos, era claro que él era cizetano o, al menos, hijo de cizetanos. Recordó las conjeturas que ella y Hikaru habían sacado luego de la charla con Himeko. Él bien podía ser el joven que causaba los desvelos de la niña. Era claro que ellos se conocían, bastante. No era una idea del todo descabellada, después de todo, él vivía en Nueva Cizeta. Si Himeko quisiera salir del palacio y conocer un poco del mundo que gobernaría algún día, ¿qué mejor lugar para comenzar que la aldea en la que vivía su mejor amiga? Eso explicaría las escapadas el palacio y, también, lo acontecido días atrás en esa aldea.

-Entonces... Himeko y tú son... ¿amigos?

-Bueno... no exactamente...

-¿Algo más?

-Ya basta Umi… acaba con el interrogatorio… - interrumpió Ascot, al notar el nerviosismo del joven.

-¡Oigan! - el grito de Hikaru impidió la inminente respuesta de la guerrera del agua. - Es aquí, puedo sentirlo…- Umi y Ascot corrieron hacia donde estaba Hikaru.

-Hikaru… ¿El portal? - se apresuró a decir Umi, imaginando encontrar una especie de agujero de luz dorada, como si cruzar el portal fuera tan simple como cruzar la puerta del salón del trono.

-Se siente muy débil, pero sé que es aquí…

-Mm, no lo sé… ¿estás segura? - Umi observaba a su alrededor, como buscando algo que le indicará que Hikaru estaba en lo cierto.

-¿Y qué pretendes? ¿Qué seamos transportadas con sólo pasar por al lado?

-Bueno… Sé que nunca hemos sabido a ciencia cierta como hacer la transportación… pero, entonces… ¿Cómo se supone que Himeko lo hizo? - Hikaru pensó en alguna buena respuesta, pero no se le ocurrió ninguna. A decir verdad, ella también tenía miles de preguntas. - Aunque… tú podrías… Lo hiciste hace 10 años… ¿Qué fue diferente entonces?

- Quizás… qué estábamos las tres juntas… O… qué realmente lo deseamos en nuestro corazón… Umi, ¡intentémoslo!

-¿Qué?

-Sé que realmente no lo deseas… que te aterra la sola idea de volver… Pero… tenemos que encontrarla.

-Bueno…

-Haz el esfuerzo…

-Ni siquiera sabemos cómo hacerlo…

-¿Aún crees que hace falta saber?

-De acuerdo. - Umi cerró los ojos, intentando desearlo con todas sus fuerzas. Hikaru hizo lo mismo.

Ascot observó, con asombro, como el portal comenzaba a dibujarse lentamente. Era como un agujero dorado que comenzaba a crecer, de la nada. Ellas realmente lo estaban logrando.

Entonces, un viento muy fuerte comenzó a soplar, trayendo miles de moscas con él. Eso las desconcentró, haciendo que el portal se cerrará nuevamente. Hikaru y Umi abrieron los ojos, sorprendidas.

-¡Son esos insectos de nuevo! - gritó Yasir. - Esos insectos me atacaron cuando apareció ese extraño monstruo.

-¿Moscas? - preguntó Umi, mientras intentaba alejarlas de su rostro. El viento no cesaba, al contrario, comenzaba a derribar algunas ramas de los árboles. - Ni siquiera sabía que las moscas existían también en Céfiro.

-No existen… esos insectos no pertenecen aquí…- dijo Ascot.

Entonces, la tierra bajo sus pies comenzó a temblar con fuerza y el Astro Rey se escondió tras gruesos nubarrones. Hikaru y Umi sintieron que sus energías se desvanecían. Pronto, cayeron el césped, de rodillas. Cómo pudo, Ascot corrió hacia ellas para intentar ayudarlas.

-Umi… Hikaru… ¿Están bien?

De a poco, el viento comenzó a cesar, la tierra dejó de temblar y las moscas desaparecieron de la misma y misteriosa manera en que aparecieron. Pero los nubarrones siguieron allí, oscureciendo la mañana, como un presagio de los días oscuros que se avecinaban.