C'est La Vie
Prólogo
By Misako Ishida
– Oniisan… te lo ruego… ¡Por favor! – exclamó la niña arrodillada. Su voz estaba ahogada por el llanto y el dolor, sus ojos marrones estaban rojos y llenos de lágrimas. El hipo escapó de su boca, rompiendo aún más su ya agitada respiración.
El moreno simplemente le dio la espalda. – Hiciste tu elección, Hikari. Y yo hice el mío. – caminó lentamente hacia la entrada de la casa y abrió la puerta. Tomó la maleta que estaba cerca y la dejó afuera. –Toma tus cosas y desaparece de mi vida.
– Oniisan... – murmuró la niña.
– Ya no soy tu hermano. - respondió secamente. Se acercó a ella, la levantó por el brazo y la condujo hasta la puerta. – No vuelvas a aparecer frente a mí. – habiendo dicho eso, cerró la puerta.
– Oniisan... Oniisan... Por favor... – gritó Hikari mientras llamaba desesperadamente a la puerta. – No me hagas esto... Oniisan... – se deslizó por la puerta hasta caer sentada en el suelo llorando desesperadamente. – Perdóname, oniisan... Perdóname... – susurró entre lágrimas.
Hikari se quedó sentada allí. Estaba desesperada. No tenía adónde ir. Estaba indefensa. Se llevó la mano al vientre y las lágrimas cayeron ante el dolor.
Sabía que estaba siendo terca frente a su hermano. Pero no podía hacer lo que él quería. Nunca. Quería que Taichi fuera más comprensivo y entendiera lo que sentía en ese momento. Era su única esperanza. Ya había perdido a muchas personas en su vida. No podía perder outra más. Mucho menos de esa manera.
Ella se estremeció. Comenzaba el invierno y el frío se acercaba cada vez más. Necesitaba calmarse y pensar qué hacer. Había tomado la decisión más importante de su vida y no volvería. Ahora debería asumir la responsabilidad de sus acciones. Pero cuando estaba "en lo cierto", no pensó que sufriría tanto daño. Tenía solo unos 20 años. ¿Qué podría saber sobre enfrentar al mundo? Ni siquiera se había enfrentado a una sola persona en su vida.
Y ahora ella estaba sola. No completamente sola. Pero tendría que arreglárselas sola. El llanto había cesado. Necesitaba ser fuerte. Se levantó con el orgullo que había descubierto y tomó la maleta. Cuando dio los primeros pasos hacia la calle, se abrió la puerta de la casa.
Sintió que su corazón daba un vuelco y una pizca de esperanza apareció en su corazón. "Taichi".
Se volvió y la vio. Tenía una expresión fuerte y decidida, como siempre. Su andar cargado de seguridad y certeza hizo que su figura fuera aún más respetable. La esposa de su hermano se acercó a la niña y le quitó la maleta de sus manos heladas. Fue a su coche. Puso la maleta dentro del vehículo y asintió con la cabeza para que Hikari entrara.
– Arigatou, Sora-neesan… – murmuró Hikari emocionada.
