Capítulo 5

Los organizadores del festival de fin de curso estaban desquiciados. Iban de aquí para allá, dando órdenes a todo el mundo, comprobando que todo estuviera perfecto.

Eran los estudiantes de último curso los encargados de todo, y hasta ahora, todo había salido perfecto.

La agenda del día era clara: primero la obra, a cargo del club de teatro del colegio; luego un pequeño concierto organizado por la orquesta y para terminar, un pequeño concurso de talentos. En total, serían casi tres horas para que alumnos y visitantes pudieran disfrutar del arte de los alumnos del Granville High School.

El club de fotografía había instalado un pequeño rincón junto al auditorio para el que quisiera sacarse fotos; luego las tendrían al instante para llevárselas a casa.

Aaron terminó de ponerse el sombrero y revisó su traje; sí, estaba perfecto. Esperaba que esa extraña sensación que sentía en el estómago y que estaba seguro que eran nervios, se fuera antes de comenzar. La señorita Rowe se acercó a él y le pidió que fuera a la cafetería a buscar unas cuantas botellas de agua. Salió de allí rápidamente; necesitaba unos minutos para relajarse y esa era una buena oportunidad para ello.

La gente comenzaba a llegar, y se preguntó si vería a su familia antes de que todo comenzara. Su madre le aseguró que estarían los tres (aunque no estuviera demasiado entusiasmado porque su padre fuera), para verlo.

Al pasar frente al aula de música, vio a Erin allí. Parecía concentrada: tenía los ojos cerrados y movía los dedos y el brazo derecho a la altura del hombro contrario. Estaba ensayando con un violín invisible. Se quedó embobado mirándola, hasta que alguien pasó junto a él hablando en voz más alta de lo normal y rompió toda la magia.

Llamó suavemente a la puerta, sin querer asustarla. Ella abrió los ojos y sonrió.

-¡Aaron! ¿Qué haces aquí? Creí que estarías en los últimos ensayos. O terminando de prepararte.

-Me han mandado por agua a la cafetería, pero te he visto y quería saludarte. ¿Estás nerviosa? -preguntó entrando en el aula.

-Un poco. Por eso necesito unos minutos a solas. El resto está reunido en la cafetería.

-Eso, y que no te integras mucho con el resto -se burló él.

-¡Oye! Creí que querías desearme suerte, no meterte conmigo -ella le dio un pequeño golpe en el ala del sombrero, tapándole los ojos. Ambos soltaron una risita.

-No te hace falta, eres una gran artista. Bordarás tu solo de violín, Erin.

-¡Si no me has oído tocar! -protestó ella.

-Pero lo sé. Tengo una buena intuición para esas cosas -y esbozó una ligera sonrisa.

-Gracias, Aaron -se sonrojó ligeramente y bajó la mirada al suelo.

-Tengo que irme, pero nos vemos luego ¿vale?

-¡Claro!

Volvió rápidamente al auditorio después de hacer el recado y pudo comprobar que ya estaba casi todo listo. Sus compañeros estaban con los últimos preparativos, la señorita Rowe daba los últimos retoques al vestuario o maquillaje y el público comenzaba a llenar el lugar.

-¿No estás nervioso? -preguntó una voz a su espalda. Se dio la vuelta y se sonrojó. Haley Brooks, la chica más guapa del club de teatro, le estaba hablando.

-La verdad es que no -mintió. Ella levantó una ceja-. Bueno, tal vez un poco.

Haley sonrió y se alejó. El corazón de Aaron palpitó con fuerza, y se preguntó si eso significaría algo, porque nunca le había pasado algo parecido.

La señorita Rowe dio un par de palmadas y todos se arremolinaron a su alrededor. Era la hora.


La gente se estaba levantando después de todo el espectáculo, y los alumnos se acercaban felices hacia sus padres y amigos. Aaron vislumbró a su familia, y con un suspiro hondo, se acercó a ellos. Sean se abalanzó sobre él cuando los alcanzó.

-¡Qué bien lo has hecho, Aaron! ¡Yo quiero hacer eso también! -el niño lo miró con un brillo de ilusión en los ojos.

Aaron le sonrió mientras lo abrazaba, y vislumbró la dura mirada en la cara de su padre. Su madre sonreía dulcemente.

Mientras hablaba con ellos, pudo ver a lo lejos a Erin con sus padres, que charlaban tranquilamente con otra pareja. Pudo sentir incluso en la distancia la tensión que irradiaba el cuerpo de su amiga. El doctor Strauss tenía su brazo sobre el hombro de su hija, que intentaba alejar su cuerpo lo máximo posible de su padre. El chico se dio cuenta entonces que lo que atormentaba a su amiga, tenía que ver de alguna forma con su padre. En ese momento, sus ojos se cruzaron, y Erin esbozó una sonrisa triste, que el chico le devolvió.

Un rato después, Aaron encontró a Erin sentada sola en las gradas del gimnasio. Jugaba con el dobladillo del vestido mientras su mente parecía estar muy lejos. Se sentó a su lado, sin hablar. Había descubierto la tranquilidad que le daba el silencio junto a Erin. Ambos podían pasarse horas juntos sin hablar, y sentir la paz que podía transmitir una buena conversación.

-Me ha gustado mucho la obra, y has hecho un papel increíble -dijo ella al cabo de un rato.

-Gracias. Y tú también. Sabía que lo bordarías -Aaron esbozó una media sonrisa sincera.

Ella se la devolvió y apoyó la cabeza en su brazo. Hubiera dado lo que fuera porque su padre no hubiera ido al festival, pero ya se lo había dicho esa mañana, que esperaba ver la gran actuación de su "pequeña". Se concentró lo suficiente para olvidarse de que estaba allí, pero al terminar y acercarse, su padre la abrazó, demorándose un poco de más. Le susurró al oído que más tarde le demostraría lo orgulloso que estaba de ella, y Erin sabía lo que eso significaba.

-¿Quieres dar un paseo? -preguntó Aaron.

Erin quiso decir que prefería huir sin mirar atrás, pero asintió. Pasaron junto al auditorio de nuevo, y vieron que había varias personas haciéndose fotos. Aaron cogió a Erin de la mano y se puso a la cola. Ella lo miró interrogante.

-Así tendremos un recuerdo de este día, y podremos ponerla en la pared de nuestro refugio -explicó él.

Esperaron unos cinco minutos hasta que les tocó su turno. Erin se obligó a poner una sonrisa en su rostro, mientras Aaron la agarraba de la cintura. Era unos quince centímetros más alto que ella, así que se apoyó en él. Ambos se dieron cuenta que parecían más una pareja que sólo un par de amigos, pero les daba igual.

Recogieron la foto y salieron del edificio. El calor sofocante los golpeó al instante.

-¿No tienes que estar con tus padres? -preguntó Aaron mientras comenzaban a caminar alrededor del edificio.

-Están hablando con gente conocida, conversaciones aburridas de adultos, ya sabes, y no necesito estar a su lado. Aunque no tardaremos en irnos a casa -respondió en voz baja-. ¿Y tú?

-Mi padre se ha ido, y mi madre y Sean estaban con los vecinos. Me he escapado un momento.

Se pararon bajo un árbol, y se quedaron mirando a unos chicos que jugaban al fútbol. Aaron quería preguntarle a Erin el porqué de su cambio de ánimo, pero no se atrevía. Aunque estaba seguro que tampoco se lo iba a contar. No en ese momento, al menos.

Vio que sus compañeros de teatro estaban cerca, y que Haley lo saludaba. Le devolvió el saludo, sonrojándose sin poder evitarlo. Erin le dio un codazo.

-Te has puesto colorado, ¿te gusta esa chica? -dijo con picardía

-No, qué va. Somos compañeros, nada más.

-Ya…compañeros…-el tono de Erin era de burla y el chico puso los ojos en blanco.

Un instante después, Haley se acercó a ellos.

-Hola -saludó la chica.

-Ho..hola -tartamudeó él nervioso.

-Algunos del grupo vamos a ir a tomar un refresco y un helado, y me preguntaba si te gustaría venir.

-Ya, es que estoy…-señaló a Erin, unos pasos detrás de él, que lo miraba sonriendo.

-Oh, no te preocupes por mí. Puedes ir sin problema. Además -justo en ese momento vio a sus padres caminar a lo lejos hacia ellos-. Tengo que irme ya.

Aaron notó cómo la cara y la voz de la chica cambió, y cuando sus padres se acercaron, supo porqué. Se giró hacia Haley, que seguía esperando.

-Entonces iré. Dame unos minutos -la chica asintió antes de alejarse.

-Erin, tenemos que irnos. Despídete de tu amigo -dijo la señora Strauss.

-¿Hablamos esta noche por el walkie? -susurró él. Ella asintió-. Y nos vemos mañana en el refugio.

Vio cómo Erin se alejaba entre sus padres, con la cabeza baja y los hombros hundidos. Ojalá pudiera ayudarla, que ella confiara lo suficiente en él para contarle su problema.

Escuchó que Haley lo llamaba, así que se dirigió hacia sus compañeros de teatro dispuesto a ser, al menos durante un rato, un adolescente normal.

Continuará…