Odiaba admitir que había cometido un grave error.
Hades se lamentaba haber regresado a ese maldito lugar, al mismo que había jurado no volver a pisar; mientras tanto se acercaba a la gran puerta de la cámara de Zeus, sentía como su aroma iba brotando de su cuerpo, como si de esa maldita manera, su hermano, un alfa dominante, se doblegara ante él. Sin embargo, debía salir de ahí, tenía que pensar la posibilidad de vengar el honor, que sentía que Atheno le había arrebatado, así como de limpiar la ofensa de haber mancillado su cuerpo.
Colocando sus blanquecinas palmas en la pesada puerta, reunía toda su fuerza en las mismas; y casi inmediatamente, jalaba atrayéndola hacia él, produciendo un golpe sonoro que debía haberse escuchado en cada rincón del Olimpo; para que instantáneamente, apareciera en medio de su camino, la figura alta de un dios de largos cabellos violetas volvía su cabeza directamente en su dirección.
Sus pulmones subían y bajaban, en un exigente esfuerzo por mantener la compostura, sin embargo, no podía apartar la mirada de aquella melosa escena; donde los brazos del joven dios comenzaban a rodear la delgada cintura de Artemisa, a la vez que, un ya conocido aroma a flores silvestres iba llenando el lugar, junto con su aroma que ya estaba intentando repeler la dulce esencia de su sobrina.
Su pecho comenzaba a llenar el agobiante vacío, con una extraordinariamente molesta sensación que amargaba todo su ser; junto con la ardiente y desbordante rabia que lo consumían gracias a tan ridícula escena.
El deseo de destruir cada muro de ese lugar aumentaba a cada segundo; y, sin inmutarse, comenzaba a inhalar profundamente; sin dejar de mirar absorto, la manera embelesada en que Artemisa en la que miraba a ese bastardo. Intentando mantener un semblante inexpresivo, sentía la rabia crecía, con sólo verlos.
Atheno en un movimiento extrañamente rápido, volvía la cabeza hacia su dirección, con su par de ojos abiertos de par en par, y su cuerpo completamente rígido, al mismo tiempo que su propio cuerpo, comenzaba a traicionarlo.
Un ligero aroma a olivo se mezclaba con el fresco ambiente del lugar, provocando una descarga electrificante, sacudiendo desde su columna, hasta los más escondidos rincones de su cuerpo.
Con un semblante completamente frío e indescifrable, colocaba su mirada en el desconcertado rostro de su sobrino. Casi de inmediato Atheno acortaba la distancia entre ambos, dejando a Artemisa con los ojos abiertos como platos, mirándolo fijamente, y en su mente, casi de instantáneamente, el breve encuentro de ambos dioses.
Ignorando la presencia de ambos, comenzaba a retomar su camino, con sus ansias de abandonar aquel maldito lugar y refugiarse en las pacificas penumbras de su amado Inframundo.
—¿Qué haces aquí? —Con un tono extrañamente impaciente, unas suplicantes palabras salían de sus labios, convertidas en casi inaudibles susurros, pudiendo mirar de reojo, muy a su pesar, como un largo brazo se alzaba intentando tocar su hombro—. Deberías estar descansando...
Repentinamente, lanzando una mirada gélida hacia ese despreciable dios, tenía el descaro de lanzarle zalamerías llenas con una falsa ternura y preocupación, mezclada en esa asquerosa expresión; y si su cinismo no fuera suficiente, hablando abiertamente enfrente de su pareja destinada, que conmocionada, solamente mantenía su mirada observándolo, aparentemente, temblando.
De un solo golpe, alejaba la mano que parecía dirigirse a su rostro, irritándose aún más; recordándole porque razón odiaba a cada alfa con el que se encontraba; y así por una frágil fracción de segundo, sentía una notable y sincera lastima por Artemisa.
Y a su vez, sabía que no se había equivocado en juzgarlo, al igual cada alfa con el que se encontraba, los omegas no eran nada más que un objeto de diversión para ellos; Zeus se lo había dejado claro siglos atrás, con las constantes ocasiones en que le había sido infiel a Hera, a pesar de que la había marcado.
—¡No te me acerques! —Dando un inconsciente paso hacia atrás, dibujaba una agresiva mueca que mostraba sus dientes, su cuerpo tenso, esperaba una provocación de su parte, algo que le diera el placer de atacarlo.
En su interior podía sentir como la furia hervía intentando de buscar el más ligero hueco por el cual escapar, y provocar una peligrosa explosión, a la vez que causaba en su ser, un temblor incontrolable.
—Dios Atheno, dios Hades —El ángel iba incorporándose lentamente, para únicamente mantener la cabeza agachada, mantenido una postura completamente erguida—. Les recuerdo que el dios Zeus no permite ningún conflicto en este lugar sagrado...
—Lo sé —contestando al formal recordatorio del ángel, mantenía su mirada sobre de él—, lleva a Artemisa con mi padre. Dile que pronto estaré con él.
—A sus órdenes, dios Atheno —Casi de inmediato, el ángel sin decir ni una sola palabra, se incorporaba, colocando su mirada en el rostro pálidamente molesto de la diosa—. Diosa Artemisa, acompáñeme...
A regañadientes, Artemisa se había detenido mirando al joven dios, para con pasos dudosos seguía a Ganimedes de cerca, sin antes mirar una mirada con el ceño fruncido sobre su ser.
Con un claro eco que iba perdiendo fuerza, a diferencia de la tensión que aumentaba notoriamente. La mirada de Atheno no mostraba señales de desviar su mirada de él; mientras tanto, cada poro de su cuerpo temblaba entre la extraña mezcla de sensaciones.
Atheno acortaba la distancia entre ambos con pasos extremadamente lentos, el entrecejo arrugado y la seriedad estampada en su pálido rostro. Alzando las manos con una cautela completamente exagerada, abría sus labios, sin dejar que ningún sonido saliera de ellos. En sus ojos azules, miraban brillantes, y a su vez opacados por la inevitable incomodidad del lugar.
—¡No te atrevas a acercarte! —Hades por un segundo sentía una ligera satisfacción; disfrutando cada momento de incomodidad que Atheno parecía padecer—. ¡No quiero ver tu estúpida cara en mi vida!
—¡Hades escucha...!
—¡No me interesa tus malditas explicaciones Atheno! —Gritando con una voz que retumbaba entre las gruesas paredes del pasillo, Hades llevaba con una peligrosa proximidad al rostro desconcertado del joven dios—. ¡Tuviste el valor de burlarte de mí, dejando a esa basura humana cerca!
Atheno abría los ojos de par en par, casi de inmediato al escupir sus venenosas palabras; palideciendo cada vez más.
Aun con la colera invadiendo su ser, mirar su rostro desconcertado, comenzando a caminar por el lugar, empujando con fuerza su hombro, siguiendo su camino. Esa pequeña parte de él, que se regocijaba por su sufrimiento, se removía ligeramente junto con aquel pequeño rastro de aflicción, iba lentamente creciendo, junto con sus ansias de girarse y mirarlo, nuevamente a los ojos.
—¡Hades! —El dios lo había llamado, el tono suplicante era evidente, y, aun así, había optado por ignorarlo.
—¡Déjame en paz!
—¡De acuerdo! ¡¿Qué quieres que haga para que me escuches?!
Un inesperado "clic" se había detonado en su mente, deteniendo su caminar, para volverse lentamente para mirar seriamente con un brillo triunfal en sus ojos. sin dejar de observar la expresión del joven dio.
—Algo muy simple, que dudo que puedas cumplir.
No había rincón de la obscura habitación, que no se viera invadido por las dulces y seductoras notas, que vibraban con una inigualable majestuosidad.
Los labios de Hypnos pegados a su flauta dorada, tocando delicadamente a la vez que los melodiosos cantos de la lira plateada, en manos de su hermano, acompañándolo en lo que perecía ser una composición infinita. Con sus ojos dorados, cegados por con la delicada oscuridad de sus parpados cerrados, exhalando aire, y centrándose en los delicados movimientos de sus delgados dedos, que se movían habilidosamente, sobre su peculiar instrumento.
Una tras otra, las notas iban arrastrando consigo mismas, la inquietud que aun zumbaba en su interior; cuando una presencia, que gritaba con fuerza su llegada.
El dios del sueño dejaba de exhalar su aliento en su instrumento, para abrir con tranquilidad, centrando su mirada a la nada, seguido de su hermano, inundando esos lúgubres rincones con un silencio insoportable.
—Está de regreso —Thanatos rompía la paz del silencio —, y está furioso.
—Es de esperarse. Su encuentro con Atheno lo alteró demasiado.
—Veo que por fin te atreves a leer sus pensamientos —los pasos de Thanatos se acercaban lentos a él, sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda—; de haberlo hecho hace unos siglos, ya lo hubieras marcado.
—A diferencia tuya, espero el momento preciso para actuar —Hypnos seguía mirando la nada frunciendo el ceño —. Por otro lado, ha estado un tanto extraño, desde que Artemisa se encontró con él.
—Estás pensándolo demasiado, ¿qué pudo suceder? Sabes que Hades no se dejaría alterar fácilmente.
—A menos que haya sucedido algo, que no sabemos —Afirmando, Hypnos fijaba su mirada hacia la dirección donde la presencia de su señor había hecho su aparición—. Necesitamos esa averiguarlo rápidamente.
Hypnos giraba la mirada hacia los examinadores ojos negros de su hermano, que no podían dejar mirarlo con una molesta cautela. Incorporándose, dejando el ornamentado instrumento en su asiento, comenzando a caminar, alejándose de la mirada de Thanatos.
—Sabes que hay formas de hurgar en la mente de Hades... y, como tú mismo lo has dicho, necesitamos averiguarlo...
De repente, comenzaba a sentir los inquietos brazos de su gemelo, se enredaban a su alrededor de su delgada cintura, sintiendo con más fuerza la proximidad de su cuerpo detrás suyo; percibiendo la proximidad de su entrepierna como lascivamente, se restregaba en ese lugar intimo entre sus nalgas.
A la vez que las inquietas manos iban manoseando con urgencia su cuerpo, llegando a sus sensibles pezones, de un momento a otro, iba pellizcándolos por encima de los oscuros ropajes, así como la fría punta de su nariz rozaba con malicia la curvatura de cuello.
—¡Thanatos! —Un grito oportuno había logrado detener las acaricias lascivas del gemelo, que, levantando su rostro a regañadientes, alejándose lentamente de su cuello—. ¡Hypnos!
En un movimiento ágil, Hypnos colocaba sus manos en las de su hermano, y en un segundo, ambos brazos se abrían casi de inmediato, liberándolo con verdadera desgana.
Sin mirar atrás, los pasos apresurados del dios comenzaban a caminar con notable rapidez, al mismo tiempo que sus pasos sonoros iban llenando el vacío lúgubre de los largos y oscuros pasillos del templo, cruzando sus brazos sobre su pecho, sintiendo a su vez, la lujuriosa mirada de su hermano sobre su inmortal ser; intentando enfocarse en las torrenciales ráfagas de nieve y hielo del Cocito, al chocar con las gruesas paredes de piedra arenisca oscura del templo de Hades.
Leer los pensamientos de Hades a sus expensas, era arriesgado, un riesgo que Hypnos conocía perfectamente.
Así como también conocía el legendario odio que Hades tenía hacia cada alfa existente, fuera humano, espectro o dios, que, gracias a Cronos, y su conocido desprecio por los de su género; habían plantado, lo que realmente era, la semilla del desprecio a sus iguales. Del mismo modo en que la condescendencia de sus hermanos y hermanas alfas, provocando en él un claro resentimiento por su género.
Siempre se había mantenido al margen de sus pensamientos, ya que tantos siglos de lealtad incuestionable, de una ciega obediencia, y de un casi abnegado servicio, serían desperdiciados, en un acto tan descuidado; no podía permitirse que le odiase más.
Hades había mostrado cuán bondadoso podía ser, empero, no había olvidado cuantas veces, Hades mostraba su innata crueldad hacia aquellos que habían intentado ofenderlo, traicionarlo o manipulado.
Ésa fuerza era lo que más admiraba de su amo, sentía como se habían vuelto indispensables para sus planes en contra de Atheno, lo hacía sentir que ya era irremplazable para él, después de todo, no había más grande placer, que ayudar a destruir a uno de los dioses, con el que compartía el interés por su señor.
Sentado en su trono, Hades miraba con soberbia como ambos dioses entraban en la cámara con una tranquilidad desesperante.
A varios metros de distancia de los primeros escalones que lo separaba, más allá del delicado dosel, ambas figuras que se veían casi borrosas.
Dentro de la oscuridad de la estancia, los dioses gemelos se adentraban, para detenerse por completo silencio, al mismo tiempo, Thanatos acortaba la distancia hacia su hermano, hasta llegar a su lado; a varios metros de las escaleras, deteniéndose y en un movimiento sincronizado, iban arrodillándose al mismo tiempo que agachaban sus cabezas en un gesto enteramente solemne.
—Mi señor, nos alegra que este de regreso —Hypnos perturbaba el silencio de la cámara, levantando ligeramente su mirada hacia él—. Creo que deberíamos ponerlo al tanto de lo sucedido en su ausencia.
—Estoy al tanto —De manera cortante, Hades respondía al tono desagradable de la voz del consejero, que se había quedado en silencio repentinamente—. Además de haber recibido ayuda de Zeus, no entiendo que más pudo haber sucedido, durante mi ausencia.
El silencio que iba llenando rápidamente en la cámara era infernal, y en un movimiento elegante y discreto.
—Está en lo correcto, mi señor —Continuando la voz de Thanatos comenzaba a rasgar el silencio abrumador dentro de la cámara, alzando la mirada con una extraña emoción en sus ojos negros—. De ser así, lo mejor sería comenzar con los preparativos para la siguiente Guerra Santa.
—Es cierto, mi señor —continuando con las palabras de su hermano, que también alzaba su mirada—; aunque la Guerra Santa comenzará dentro de doscientos años; debemos estar prevenidos...
—No será necesario —Respondiendo con una voz fuerte que retumbaba en cada rincón de la espaciosa y sepulcral sala, podía mirar como ambos dioses se habían quedado congelados en su lugar con la mirada aún sobre su figura—. En unos instantes, Atheno vendrá por voluntad propia. Y eso nos ayudará a terminar definitivamente con él.
La tensión se podía sentirse la pesadez en el ambiente, mientras tanto las antorchas de la estancia tambaleaban con la vivida amenazaba de extinguirse, acentuando aún más a la densa oscuridad.
—Sin embargo, necesitamos estar listos —Repentinamente Hypnos respondía a una petición que se había formulado en completo silencio; mientras Hades solamente miraba fijamente como los dioses mantenían sus posturas completamente tensas—. No podemos permitir que se repita lo sucedido.
En sus pensamientos la oscuridad de sus ojos y la notoria sensación de sus manos maniatadas, y un piso molestamente frío, que, junto con la falta de su poder, la impotencia que alimentaba su vulnerabilidad; lo dejaba a su merced.
—No le daré la libertad de hacer lo que le plazca en mi reino —Hades contestaba sin mirar realmente delante de él, dejando escapar cada recuerdo con sensaciones claramente aún vividas.
Hades únicamente seguía repasando una y otra vez esos vergonzosos recuerdos en su cabeza.
Como lo había mantenido con sus movimientos restringidos, como lo había atado y despojado de todo su poder, para hacer lo que quisiera; como había besado y acariciado cada centímetro de su querido cuerpo, solamente para mofarse a costa suya...
—Señor Hades, si me permite —la voz de Thanatos interrumpía sus pensamientos, dirigiendo su mirada al gemelo de largos cabellos negros—, tengo algo que puede servirle.
—Muéstramelo.
Thanatos erguía su cuerpo, quedando de pie completamente; caminando con lentitud, hacia los primeros peldaños, y poco a poco, deteniéndose a escasos pasos de ellas. En unos cuantos pasos, el delicado dosel que colgaba majestuosamente de las alas demoniacas, de las colosales y feroces dragones de piedra; se dividía abriéndose de lado a lado.
Los pasos del gemelo mayor mantenían su caminar, a un ritmo dejando ver a su vez, como el otro dios se acercaba a pocos pasos de su hermano.
—Lo recuperamos poco después de su desaparición —Thanatos acortaba más la distancia hasta detenerse por completo a unos cuantos escalones por debajo de su estrado, arrodillándose y abriendo sus manos frente a su vista con el curioso objeto colgante entre ellas—. Pandora lo entregó a uno de los caballeros de Atheno, para acceder a los Campos Elíseos.
En sus manos podía mirar un sencillo collar de oscuras, sin embargo, las relucientes cuentas oscuras, que se alternaban perfectamente con colmillos dorados; dando a su vez, una apariencia única y elegantemente aterradora.
Hades entrecerraba los ojos al mirar el peculiar collar; le había sido otorgado el mismo collar a una mujer que estaba destinada a servirle.
Ella había sido la única humana que podía permanecer a su lado, era tras era, tenía la misión de buscar al humano con el alma más pura en toda la Tierra, para albergar su alma y proteger su cuerpo. Sobre todo, gracias a su género, proporcionándole los tés de hierbas que suprimían sus celos, además de que estaría a salvo de cualquier ataque, si este llegase en medio de la cruda guerra; pues de ninguna manera, se expondría nuevamente a otro ataque de un alfa.
Pandora la única humana beta que, con vida, podía viajar entre la Tierra y el Inframundo, a placer; y así había decido pagar su generosidad.
No obstante, quizás, había dado a su vez, la clave de su perverso plan.
—Tráelo...
Con un aire de seguridad, Hades se erguía manteniendo su postura recta acercándose con cuidado hacia el par de dioses. Las delicadas vestiduras negras de Hades ondeaban con un ritmo sincronizado. En un distinguido movimiento, su mano diestra se extendía hacia el dios desde su posición.
Una de las largas y colgantes túnicas comenzaba a moverse por cuenta propia, y en un fugaz movimiento, atravesando con una velocidad mayor a la de un rayo, una delgada y superficial herida, que, sin hacerse esperar, se llenaba del líquido caliente, que comenzaba a salir; cubriendo el pálido dorso de su mano, tiñéndolo completamente de rojo.
Thanatos colocando con sumo cuidado el collar de la antigua comandante, para que él sin previo aviso lo tomara y dejándolo colgar, a un costado con indiferencia; a la vez, que su cálida sangre resbalaba empapándola casi por completo.
Regresando su mirada hacia los consejeros, con una mirada completamente fría y cruel, dibujaba débilmente una malévola sonrisa.
—Busquen la manera de sacar a Atheno del Olimpo —Hablando con fuerza, Hades presionaba en su puño sangriento, las cuentas del collar, salpicando ligeramente con su sangre divina—. Díganle, que es hora de que cumpla con su palabra.
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¡Holis! (*-*)
Advertencia:
Biblia...
*¿Qué les pareció el capítulo de hoy?
Intenso, ¿no?
Bueno se pondrá mejor.
*Bueno he tenido la intención de poder publicar dos capítulos seguidos,
sin embargo, no he podido lograrlo (﹏) creo que son máslas ganas de publicarlo.
*Cualquier comentario, se los agradecería, así como si pueden compartir este trabajo, a quién sepan le gustará, se los agradecería aúnmás.
*Les pido ayuda con este capítulo, pues lo edité rápido y ya es muy tarde y estoy
temiendo que haya errores. :3
*Se vienen muchas cosas, que contestarán algunas preguntas que imagino se estarán haciendo.
*Con el personaje de Hades, me pasó algo muy curioso.Anteriormente, he leído varios mangas omegaverse, donde el omega es muy apegado al estereotipo
de ser delicado y sumiso; sin embargo, muy recientemente (antes de
convertir este fic en un omegaverse, incluso mucho antes de decirme a publicarlo), hay unos mangas, es una serie...
Aborenbo Honey, Amaenbo Honey
y Kakurebo Honey
dondemandarona volar el moldeel omega sumiso y delicado, al punto que dos omegas de estos mangas se agarran
a golpes con sus alfas...
(Si no los han leído, háganlo), así como unos cuantos fics de una novela danmei que por cierto amo la novela original y un fic en particular
Me siento feliz de ver que lo logré (*)
*Bueno es todo por hoy, espero les haya gustado.
Nos vemos en el siguientecapitulo,
Bye, bye 。‿。
