Los personajes de Saint Seiya son propiedad de Masami Kurumada y toda su banda.
Diciembre finalmente había llegado. Faltaban solo treinta días para que el año terminara. Vaya año de mierda.
Mei tachó el primer día del mes del calendario que estaba en la cocina, y regresó al comedor, donde su padre y hermano charlaban animadamente.
Al ver a Deathmask perfectamente peinado Mei insultó al año una vez más. A principios del mismo, el joven había visto a su hermano cambiar prácticamente de un día para el otro, sin anunciar y sin pasar desapercibido. A principios de año, Deathmask se había reunido con Manigoldo, y ambos se habían encerrado en la habitación de la planta baja, sin invitarlo a él, para hablar largo y tendido de su relación padre e hijo. Al terminar de hablar, Manigoldo salió en silencio, de la habitación y de la casa, mientras que Deathmask se paró a su lado, con una sonrisa deslumbrante, de esas que Mei nunca había visto en su hermano, y le dijo que a partir de ese momento todo estaría bien.
Y todo estuvo bien. Estuvo bastante bien, fue perfecto en realidad.
Pero Mei lo odió.
Deathmask había cambiado de un momento a otro, sin anuncios o advertencias. Era amable, servicial, cariñoso, y un montón de cosas positivas que le provocaba caos a Mei.
En ese desayuno, como en todos los anteriores, Deathmask les sirvió el desayuno y charló animadamente con su padre sobre sus actividades del día.
Deathmask sonreía, reía y hablaba en un tono bajo, suave, que le recordaba a Mei al legendario Michael Jackson y sus tonos agudos. No le gustaba; en realidad comenzaba a detestar ver y escuchar a su hermano con tanta tranquilidad, siendo una persona completamente diferente a la que él conocía y admiraba. Mei detestaban, pero como todas las mañanas de los últimos días, no dijo nada y comió en silencio, observando cómo su padre y hermano parecían llevarse bien.
Y a pesar de que parecía que para Manigoldo todo estaba bien, en realidad este no sabía cómo sentirse con respecto al cambio de su hijo, ni tampoco tenía a quién contactar. Ya llevaba casi un año de haber regresado a Atenas, y en todo ese tiempo las únicas personas con las que había convivido eran sus hijos, los sujetos de la ferretería que le vendían herramientas para reparar la casa y la señora de la tienda de la esquina, en la calle contigua a su casa. Durante ese tiempo había intentado contactar a algunos de sus antiguos amigos, pero ninguno pareció muy dispuesto a responder, y los que parecían más dispuestos eran arrastrados por los que no, como Asmita; sin embargo, las cosas habían cambiado en los últimos días, puesto que Deathmask personalmente había hablado con los adultos y les había dicho, de la manera más clara, que él había perdonado a su padre, y si él podía entonces los demás no tenían excusas.
Y gracias a la intervención divina de su ahora amable y bondadoso hijo, Manigoldo sentía que podía acercarse a los demás sin temer por su vida.
Posterior al desayuno, el mayor dejó a su hijos lavando los trastes y salió rumbo al centro comercial, dónde tuvo la fortuna (o desfortuna dirían otros) de ver a Albafica en las mismas tareas. Estaban cerca del fin de semana, demasiado cerca, así que no lo sorprendía, puesto que Albafica siempre dedicaba sus fines de semana a hacer cosas para su hogar; y aprovechando que había un parcial pacto de no agresión, Manigoldo se acercó, haciendo todo el ruido posible moviendo las cosas de lo estantes para llamar la atención de Albafica, quien no pareció reaccionar hasta que se paró a su lado.
—¿Qué quieres, Ravasio? —cuestionó Albafica con hastío, sin dejar de ver su detergente olor a rosas frescas como si fuera lo más interesante del mundo.
—¿Por qué parece que Deathmask fue suplantado por una copia más agradable de él?
—Vaya, después de un año parece que al fin te das cuenta.
—No es que no me hubiera percatado, es malditamente obvio —Manigoldo se apoyó contra el exhibidor con tanta naturalidad que Albafica sintió ganas de recurrir a su nulo instinto físico agresivo—. Pero está empezando a incomodarme.
—Eres una persona horrible —Albafica puso el limpiador en su carrito de compras y sin decir nada más se dió la vuelta.
—Eso no es nada nuevo —Manigoldo no tardó en comenzar a seguir a su viejo amigo, mientras continuaba hablando—. Al principio creí que estaba usando drogas, y aunque no soy nadie para juzgar, creo que…
—Manigoldo —molesto, Albafica se dió la vuelta y miró al mencionado a los ojos por primera vez en más de diez años, o más—. No me interesan tus ideas, lo que opines o lo que sea. No somos amigos, dejamos de serlo hace mucho, y mucho menos somos conocidos. Lo único que me importa de ti es Deathmask, y para mí desgracia él decidió que te quería como padre, pero eso no significa que deba hablarte.
Manigoldo observó a Albafica dar elegantemente la vuelta y salir del pasillo, probablemente rumbo a los productos de higiene personal. Molesto consigo mismo, se dió la vuelta y caminó hacia el lado contrario; no quería que sus palabras se malinterpretan, simplemente quería terminar de comprender el extraño fenómeno que había atacado a su hijo mayor, convirtiéndolo en un suave y bondadoso sujeto que estuvo dispuesto a darle una oportunidad. Manigoldo no podía quejarse, Deathmask incluso se había sentado a charlar con él en varios ocasiones, pero su conciencia lo obligaba a preguntarse si era correcto aprovecharse de un fenómeno extraño en su hijo para crear un vínculo con él.
Y mientras pensaba en esos escabrosos temas, Mei estaba sentado en las escaleras de su actual hogar, viendo como su hermano recibía a sus amigos uno por uno, abrazándolos a todos. Mei tampoco entendía nada, pero no le gustaba, no le gustaba nada.
—Milo, me alegra mucho verte —Deathmask le regaló una gran sonrisa a su amigo—. ¿Cómo está tu cabeza? Estuviste en cama por mucho tiempo y comenzaba a preocuparme.
Milo parpadeó varias veces, aún con la mano derecha de Deathmask sobre su hombro.
—Tenías razón —le susurró a Shura, qué estaba detrás de él—. Da miedo.
—Te lo dije —murmuró el pelinegro antes de adelantarse y pasar un brazo sobre los hombros de Deathmask, alejándose del grueso—. ¡Deathmask! ¡Me alegra verte!
—¡Shura, te dije que no le gusta que me llames de esa forma!
Viendo como Deathmask cubría su rostro con las manos, Aioria sintió un leve escalofrío, por ver un actuar tan extraño; sin embargo, pronto lo olvidó en favor de mirar a su alrededor, notando cada uno de los detalles del viejo hogar de sus amigos.
—Creí que jamás volveríamos —le comentó a Aioros, que estaba a su lado—. ¿Este lugar siempre fue tan feo?
—Sí —respondieron a coro Aioros y Afrodita.
En la sala, Kanon, Saga y Shaka miraban también el lugar, notando todas las cosas nuevas y todo lo que había cambiado de lugar.
—¿Alguien quiere decirme qué estamos haciendo aquí? —murmuró Saga después de varios segundos en un pesado silencio; la paciencia se había eliminado de él después del ataque contra su persona.
—Deathmask dijo la palabra mágica —explicó Shaka mientras sacaba los libros del estante frente a la ventana, leyendo todos los títulos.
—¿Quién diría que después de veinte años Deathmask finalmente aprendería a utilizar el "por favor" de manera no sarcástica?
Kanon se paró a un lado de Shaka y comenzó a revisar los libros mientras esperaban a que llegaran todos, y cuando hablaban de todos se referían a todos.
Mei observaba en silencio, y algo juzgador, como uno a uno iban llegando los amigos de Deathmask. En los últimos meses no los había visto tanto como pensó que los vería, pero al verlos ahí sólo se preguntó qué tanto sabían ellos, cómo podían actuar con tanta normalidad, cómo podía no importarles que Deathmask estuviera actuando de una forma tan extraña. También se preguntaba qué estaba ocurriendo y por qué todos estaban en su casa, interviniendo en su privacidad, en su santuario.
Molesto, se mantuvo en su lugar, observando a los invasores moverse de un lugar a otro, hablando entre sí, en voz baja. Justo cuando parecía que ya todos habían llegado, Celintha, Lithos y Regulus aparecieron, para sorpresa de Deathmask, quien no los había invitado pero los recibió con una sonrisa y vasos de jugo para todos. Aprovechando que Deathmask se entretenía con las dos jóvenes, Mei se acercó a Regulus y le preguntó por la presencia de tantos extraños en su hogar.
—Lithos dijo que iba a venir —dijo Regulus metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones.
—Pero…
—No sé cómo se enteró o cómo lo planearon todo —continuó—. Sólo sé que Lithos dijo que iba a venir.
Al escucharlo, Mei suspiró por lo bajo y se quedó a un lado de Regulus, persiguiéndolo como su sombra mientras revoloteaba por su casa como si él viviera ahí. Todos parecían conocer su casa tan bien que Mei sólo podía mirarlos en silencio, analizando cada una de sus palabras y actos, en especial cuando encontró a Celintha, Kanon y Aioria en la cocina, robándose su comida.
—... entonces… ¿todos estan aquí por hacerlo? ¿lo golpearán? ¿por la espalda como a Milo?
—Oye, oye, oye, no atacamos por la espalda a Milo, él debió saber y prevenir que eso iba a ocurrir, era un genio después de todo —se defendió Aioria, sosteniendo una caja de cereales que estaba comiendo sin ninguna consideración por el dueño de la misma—. Y no lo vamos a hacer.
—¿Qué? ¿No? ¿Por qué?
—Es una buena persona, Celintha —Kanon dejó de revisar los gabinetes cuando encontró un paquete con galletas Oreo escondidas hasta el fondo del mismo—. No le haríamos eso a una buena persona; y es mejor de tratar ahora, un punto para nosotros.
Curioso por las palabras de todos, Mei dió un paso hacia el frente, con la intención de averiguar de qué estaban hablando, pero no tardó en ser interrumpido por Deathmask, quien se acercó a él con un sonrisa y entró a la cocina para indicarle a los demás que los esperaba en la sala.
Una vez que todo se reunieron, Deathmask les comentó la razón por la que los había mandado a llamar: quería que lo ayudaran a adornar su casa con motivo de las próximas fiestas. Quería que su hogar fuera la máxima expresión de las fiestas navideñas en su localidad, el país entero si era posible, un rincón para la paz, amor, la positividad y todas las cosas buenas del mundo.
Nadie dijo nada cuando él expuso sus ideas, pero todos se levantaron cuando terminó y se pusieron manos a la obra. Movieron muebles, sacaron los adornos, comenzaron a desenredar las luces y comenzaron a organizarse.
Mientras se ocupaban de todo eso, Deathmask caminó de un lado al otro, feliz de ver a sus amigos de nuevo juntos, trabajando por un bien común en lugar de estar haciendo cosas sin sentido o razón.
—Este lugar está demasiado silencioso, voy a poner algo de música para amenizar el ambiente.
Después de escucharlo, Kanon le dio un codazo a Milo, llamando su atención casi de inmediato junto con Mū y Shaka, quienes estaban ocupados con algunas esferas aún discutiendo sobre como adornarían el árbol.
—Les apuesto veinte a que pondrá villancicos —dijo, alzando una ceja.
—¿Villancicos? —Mū miró con confusión a Deathmask, que estaba concentrado en su teléfono, probablemente buscando la música que iba a poner— Apenas está iniciando diciembre, ¿no es algo pronto?
—Mū tiene razón. —Milo bufó, aprovechando que Mū estaba distraído para poner sobre su cabeza un par de adornos— Te apuesto otros veinte a que pondrá el clásico de George Michael, Last Christmas.
—En realidad esa canción es de Wham! —observó Shaka, mirando a Milo brevementes antes de mirar a Kanon—. Otros veinte a que va a ser All I Want For Christmas Is You.
—Si son canciones navideñas en inglés me gusta más el disco navideño de los Jackson 5 —sentada algo cerca de ellos, Dysnomia continuó intentando desenredar una serie de luces que la rodeaba por completo—. Pero estoy de acuerdo, Deathmask pondrá a Carey.
Kanon estuvo a punto de refutar las palabras de sus cuatro amigos, pero entonces la poderosa voz de Mariah Carey llenó el semi presente silencio, acompañada de la algo rasposa voz de Deathmask, quien se ganó miradas de desconcierto y cierta diversión por igual.
—Te detesto —le dijeron Kanon y Milo a Shaka, mientras sacaban sus respectivas billeteras.
Ajeno a las apuestas sobre él, Deathmask continuó paseándose por todo su hogar con una gran sonrisa y dando órdenes firmes pero amables sobre cómo quería las cosas.
Imaginaba que para todos era algo chocante verlo actuar de esa forma, a fin de cuentas era el único que continuaba con el cambio, y que en realidad quería mantenerlo. Después de enterarse, por palabras de Afrodita, de que Milo había sido atacado, golpeado y regresado a la normalidad, él mismo se había encargado de decirle a todos sus amigos, uno por uno, que era feliz así, que no quería cambiar, les pidió, casi rogando, que no lo golpearan para regresarlo a ser el viejo él.
A diferencia de los demás, Deathmask había aprendido suficiente del viejo él como para avergonzarse de sí mismo. Con un historial de peleas callejeras, vandalismo, actitudes rebeldes y un largo etcétera, el nuevo él pensó que ese era un momento adecuado para mantener el cambio. No le interesaba regresar a ser el sujeto rencoroso y siempre enojado que fue, quería ser algo nuevo, alguien de bien, responsable, respetuoso, un sujeto agradable.
Esa faceta de él había sido la que logró reconectarse con su padre, escucharlo, en realidad, y saber la verdad detrás de su tragedia. Esa faceta había comprendido y perdonado, porque supo identificar que el rencor que lo recorrió en el pasado también tenía mucho, mucho dolor, y no quería continuar guiándose por sus malos sentimientos, esos que lo habían hecho cometer errores tras errores.
El nuevo él confiaba en que existían las segundas oportunidades, y él podía darlas además de recibirlas. Con una expresión relajada, se acercó a Helena que estaba colgando muérdagos debajo de todas las puertas o entradas a alguna habitación y la ayudó sosteniendo la silla para evitar algún accidente.
Ella le había dado una segunda oportunidad, ¿cómo él no iba a hacer lo mismo con su padre?
—¿Ya le dijiste a los demás? —preguntó Helena después de un breve silencio, puesto que no tardaron en escuchar a Milo y Aioria comenzar a lanzarse retos entre sí.
—Cuando terminemos, todos estarán agotados y probablemente molestos, es el mejor momento para darles una buena noticia —respondió con una sonrisa ladeada. El nuevo él estaba dispuesto a recibir e iniciar el nuevo año de la mejor manera, en buenos términos con todos.
—¿Y Mei? —volvió a cuestionar Helena, bajando de la silla— ¿Has hablado bien con él?
Cuando escuchó el nombre de su hermano, Deathmask borró su sonrisa y suspiró por lo bajo. Hablar con Mei era como intentar hablar con el antiguo él, solo que con menos malas palabras y violencia física. Sabía que Mei todavía no terminaba de entender lo que había ocurrido, pero eso no le importaba tanto como que Mei aceptara su nuevo cambio. Antes de poder decir algo, Helena le dijo que debía aprovechar ese pequeño tiempo libre que tenía para aclarar las cosas con Mei, puesto que en realidad Deathmask se había convertido en una persona muy ocupada.
Luego de que Aioros se convirtiera en un sujeto oscuro, Deathmask había aparecido para reemplazarlo; se unió a grupos de estudio para chicos de bajos recursos, donó sangre cada dos meses, cada fin de semana iba a comedores comunitarios a servir o preparar, se unió a un grupo de actores principiantes que se dedicaba a recaudar recursos para diferentes causas ambientales y varias cosas más, pequeñas, pero que lo mantenían de un lado al otro, buscando gente a la cual ayudar.
Mei, como lo supuso, estaba en el patio trasero, negándose a participar en esas absurdas celebraciones escuchaba a Marilyn Manson a todo volumen, acostado en la silla playera y usando lentes de Sol. Al verlo, Deathmask se acercó con paso decidido y se detuvo a su lado, deteniendo la música que salía del teléfonos el chico que estaba en la mesita entre ellos.
—Regulus, ya te dije que no voy a ir al karaoke contigo de nuevo, no me impronta que ahora sí… —Mei detuvo su palabrería cuando se levantó a medias y se retiró los lentes lentamente— Ah, eres tú.
—Mei, me gustaría hablar contigo.
—¿Vas a intentar lavarme el cerebro de nuevo con tus ideas de cuidar el mundo y ayudar las personas? —con evidente fastidio, Mei volvió a ponerse los lentes y recostarse en la silla, poniendo sus manos detrás de la cabeza.
—No —Deathmask negó con la cabeza mientras movía los pies de su hermano para sentarse en la silla, a una distancia prudente—. Sólo quería decirte que yo soy muy feliz con cómo están las cosas ahora. Y me gusta que sean así.
Mei volvió a quitarse los lentes y se sentó recto.
—¿Qué te pasó, hermano? —dijo, negando con la cabeza— Puedo aceptar los villancicos de cualquier parte del mundo, me gustan los de aquí, por cierto, ¿pero Mariah Carey? ¿te volviste gay?
—Mei, ese es un comentario muy desatinado —sorprendido, el italiano volteó hacia todos lados, esperando que nadie hubiera escuchado las palabras del más joven—. No quiero volverte a escuchar decir algo así.
—Ya, sí, sí, pero me entiendes, ¿no? Estás actuando muy raro y aunque me hace feliz verte a papá y a ti hablando, no puedo creerte ¿Te estás drogando?
—¡¿Qué?! ¡No!
—¿Entonces qué te pasó?
—Nada —Deathmask sonrió de lado. Un golpe en la cabeza había sido el precio, pero no podía quejarse o juzgar a Milo—. Sólo maduré.
—Pues es extraño —razonó Mei—. La gente no cambia así de repente, ¿este de verdad eres tú?
Mei miró a su hermano expectante, sin entender nada de nada, excepto que por primera vez veía a Deathmask tranquilo, en paz, algo alegre incluso.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, creo que la gente no cambia de un momento a otro, sino que son cosas que van evolucionando. ¿Un cambio de golpe es algo real? Porque no hay evolución, simplemente estamos en el punto A y pasamos al B… ¿Me entiendes?
Posterior a escuchar a su hermano, Deathmask se mantuvo en silencio. No había pensado en eso, en el obvio hecho de que su mejora estaba fundamentada en un golpe que él no había pedido o deseado. ¿Y si Mei tenía razón y todo su avance se fundamentaba en la nada? La absoluta y real nada.
Era cierto que todos parecían muy contentos con su nuevo él, los chicos incluso le habían asegurado que no le harían nada, Milo en especial, después de regresar a ser él, alegando que estaba demasiado ocupado tratando de averiguar cómo había configurando su computadora como para planear atacarlo.
—Además —le había dicho con el dichoso aparato sobre las piernas y una bolsa de hielo en la cabeza—. Ahora tú eres el santo, no golpearía a un santo. Por si no lo recuerdas, yo no golpee a Aioros.
—Me alegra saberlo —le había respondido esa tarde de finales de noviembre—. Aunque en realidad no deberías golpear a cualquiera.
—Sólo no ataco a los santos, aún quiero irme al cielo, ¿sabes?
La charla no pudo terminar correctamente, la risa de Aiacos al otro lado de la habitación los habían interrumpido (había escuchado a su hermano menor y le habían causado gracia sus palabras), y Deathmask había olvidado casi por completo esa charla, al menos hasta ese momento. Mei no había tardado en dejarlo, en especial cuando Regulus comenzó a llamarlo desde la ventana de la cocina, aludiendo a que gritaría tan fuerte como fuera posible hasta que su amigo se acercara; así que Deathmask se quedó en el patio trasero, meditando cada una de las palabras de Mei.
Nadie lo atacaría, eso era seguro, pero, ¿no debería sentirse molesto precisamente por eso? Todos parecían tan cómodos con su nuevo carácter, ¿acaso nadie extrañaba al antiguo él? Clara a excepción de Mei, pero eso era porque tenía una percepción de él completamente extraña, por no decir errada.
Sumido en sus nuevos pensamientos, no se percató de que Milo y Aioria se acercaban, cargando varias cosas pesadas y absurdas que Aioros y Erda los habían obligado a poner. Poniendo una escalera, ambos subieron y comenzaron a planear cómo iban a colgar las cosas, antes de poner las sogas. Tan concentrados estaban que olvidaron completamente que no estaba la soga, por lo que ambos soltaron una bola disco (que sólo ellos sabían de dónde habían sacado y su conexión con la Navidad) que cayó directo y sin detenerse contra la cabeza de Deathmask.
Al verlo desmayado, los griegos intercambiaron una mirada y salieron corriendo directo a la casa. Su expresión fue suficiente para llamar la atención de todos los que se encontraron en el camino y preguntarse qué estaba ocurriendo. Ambos llegaron de nuevo a la sala, donde estaba Shaka, y se acercaron con un tenue rayo de esperanza cruzando su mirada.
—Shaka —inició Milo—, eres asquerosamente rico, ¿cierto?
—Eso supongo, aunque no utilizaría ese adjetivo.
—Tan asquerosamente rico como para ocultar un delito grave, ¿no? —dijo Aioria, casi sin parpadear— Hipotéticamente hablando.
Shaka frunció levemente el ceño y miró de reojo a Mū, quien estaba su lado con una expresión de extrañeza.
—Eso depende de a quien mataron.
—¡A Deathmask! —declararon ambos, llamando aún más la atención de los demás, mientras se señalaban mutuamente— ¡Pero fue culpa de él!
—¡¿Qué?!
Shura, sosteniendo un recipiente hondo en el que preparaba una masa, se acercó a ellos. Los culpables, sintiendo la mirada de todos, no tardaron en contar lo ocurrido; al terminar Kanon quiso abordarlos, en especial cuando especificaron un rotundo y preciso golpe en la cabeza.
—Apreciando la velocidad del aire, el peso de la bola disco y la distancia hacia su cabeza calculé la velocidad y fuerza del golpe. Si no está muerto probablemente quede con secuelas mentales —explicó rápidamente Milo, con un tono sabiondo que le hizo arrugar la nariz—. ¿Cómo sé todo eso?
Nadie se molestó en explicar, el viejo Milo les había dicho lo que ocurriría. El Deathmask buena onda había muerto a manos de un par de brutos.
Sin embargo, y a pesar de lamentarse, interiormente todos entendieron una cosa: todos estaban de regreso. Y aún no sabían si eso era bueno o malo.
Comentarios:
¡Gracias por leer!
Después de años ya sabemos el apellido de otro de nuestros héroes: Ravasio. Este apellido es de origen italiano y según encontré deriva del nombre medieval Ravaxious o Ravasius, que está basado en el término germánico rawa (que a su vez significa paz o descanso). Lo elegí, naturalmente, por la relación de Cáncer con la muerte (mi propia interpretación del apellido).
Pasando a otras cosas, esta es mi última publicación del año. Este año no fue muy fructífero pero espero poder mejorar eso el próximo. Ya tengo varias cosas hechas y preparadas para publicarse, después de enero, puesto que ese mes es el mes de Ese Momento, tercera edición ;)
Gracias por haber pasado otro año conmigo, o atreverse a internarse en este largo y extraño mundo, jamás dejaré de agradecerles por tomar algo de su valioso tiempo para mis historias. Felices fiestas, si celebran algo, disfruten de lo mejor que trae esta época si no lo hacen, cuídense del frío, yo ya me enfermé y se siente horrible.
Hasta el próximo año!
P.D. Hay un extra.
