Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y toda su banda.
Deathmask abrió los ojos con pesadez. Todo le daba vueltas y la cabeza le dolía horrores. Al hacerlo tardó en reconocer que estaba en su antigua habitación, con las paredes de negro y las ventanas tapadas, con sus posters de bandas de rock y sus cosas tiradas por todos lados.
Sin saber dónde estaba o lo que había ocurrido, se levantó con dificultad y salió de la habitación. Todo estaba en completo silencio, al menos dentro de la casa, pero eso no le llamó la atención tanto como ver su antiguo hogar lleno de adornos navideños. Todo estaba adornado con luces, papel con arbolitos, esferas, la cara de Santa Claus por todos lados, algunos barcos y cientos de cosas más que hicieron que el recién desperado se sintiera atrapado dentro de una tonta y ridícula película de la época.
Conforme el dolor de cabeza se iba desvaneciendo, él bajaba y se acercaba al patio trasero, desde donde alcanzaba a escuchar unos murmullos. Aún miraba su casa transformada en el hogar de Santa Claus cuando comenzó a escuchar un coro de niños viniendo del patio trasero.
Si no se equivocaba, el coro cantaba Heal the World con un tono tan angelical que lo hizo creer que en cualquier momento aparecería Michael Jackson para llevárselo al cielo, algo impensable porque Deathmask sabía que no iría hacia arriba, si eso existía.
Se acercó lentamente, siguiendo la luz del medio día del exterior. Al detenerse bajo el umbral de la puerta frente a él apareció el escenario más irreal que alguna vez presenció.
Al fondo del patio, justo al centro, había una mesa alta que tenía una foto de él, sonriendo, y al lado del marco había algunos adornos florales y veladoras. En la esquina derecha estaba el coro de niños, todos vestidos de blanco, aún entonando. De cara al altar, y el coro, había varias sillas perfectamente formadas, donde había gente vestida de negro, la mayoria sus amigos cercanos, llorando; en la primera fila, Helena, Celintha, Afrodita (con lentes oscuros) y Mei estaban sentados, todos con expresiones funestas.
Al percibir un movimiento por el rabillo del ojo derecho volteó la cabeza y miró una mesa llena de comida, rodeada por otros más de sus amigos, todos tomando algo de la mesa.
—¿De verdad esa canción es la favorita de Deathmask? —preguntó Dysnomia, agarrando uno de los muffins de chocolate de la mesa.
—Por supuesto —respondió Kanon, sosteniendo un plato con varios croissants—. De hecho Michael Jackson era su músico favorito.
Dysnomia asintió lentamente mientras le daba una mordida a su muffin. Entre ella y Kanon apareció Shura, también buscando algo para llenarse.
—¿Te gusta Michael Jackson, Dysnomia?
—El hombre fue un dios —respondió ella rápidamente—. Lo amo.
—¿Tanto así? Tú eres del más estilo rock —señaló Kanon, mirando la chaqueta negra que usaba y todas sus pulseras con los nombres de bandas.
—Ja. —Detrás de la chica, Shaka sostenía un vaso con un jugo de naranja, desviando la mirada del coro, miró a sus amigos—. Lo tiene de fondo de pantalla —explicó mientras Dysnomia asentía, orgullosa.
En ese momento Aldebarán se acercó, sosteniendo un pañuelo.
—Fue un buen detalle lo del coro —dijo mirando a su amigo rubio, que había pagado los gastos—. Deathmask lo hubiera amado.
—¿Amado? Se hubiera puesto a cantar con los niños y después hubiera dicho que debíamos viajar todos juntos para difundir el mensaje de amor y cuidado ambiental —Shura extendió los brazos y río levemente—. Voy a extrañar a ese sujeto.
Kanon puso una mano sobre el hombro de su amigo y asintió.
—Era una excelente persona —murmuró—. No puedo creer que se haya ido.
Deathmask miró toda la escena horrorizado. No podía creerlo. Él estaba ahí, vivo, no entendía nada de lo que ocurría.
Cuando el coro terminó de cantar y la gente comenzó a aplaudir, él retomó el paso, acercándose al altar aún asustado. Al llegar al frente se detuvo y agarró el marco, aún estupefacto, dándose la vuelta para ver a todo la gente detrás de él. Nadie parecía sorprendido.
—¿Qué mierda está ocurriendo? —preguntó con tono tembloroso.
Al verlo Celintha se llevó la manos al rostro, intentando detener las lágrimas, Afrodita, en cambio, negó con la cabeza.
—Murió, definitivamente murió —declaró Afrodita por lo bajo.
Deathmask miró a su familia sin palabras. Al concentrarse en Helena, esta alzó los hombros y miró a la derecha, donde estaba Hilda tratando de decirle algo; después volteó hacia su hermano, quien simplemente rodó los ojos y señaló con la cabeza la silla vacía a su lado.
—¿Estoy muerto? —le preguntó a Mei en cuanto se sentó.
—¿Qué? ¡No! Él sí —dijo señalando con la cabeza la foto en el altar. El día del accidente los chicos le habían explicado con lujo de detalles todo lo que había ocurrido desde que Milo golpeó a Deathmask buscando saber cuál era el ángulo correcto—. Tu lado bueno, por llamarlo de alguna forma.
Deathmask frunció el ceño, sin entender nada, al menos hasta que Aioros se levantó y comenzó un discurso sobre todas las obras buenas que había hecho el Deathmask bueno a lo largo de sus nueve meses de vida, desde organizar eventos benéficos hasta ayudar en comedores comunitarios. Mientras más escuchaba, más se quedaba en silencio debido a su sorpresa y la reacción de todos.
—¡¿Pero de qué mierda están hablando?!
El grito del italiano hizo que Kanon negara con la cabeza.
—Que en paz descanse el Deathmask bueno.
—Amén —dijo Shura, con una tenue sonrisa.
—Yo no me relajaría en su lugar —Camus se acercó a ellos, buscando el café—. Todavía no hemos sufrido las consecuencias de todo lo que hicimos cuando no eramos nosotros.
—¿De qué estas hablando? —preguntó con curiosidad Aldebarán.
—Anoche me llamaron para preguntarme si aún estoy buscando un baterista.
—Extraños me saludan en la calle —reflexionó Shaka, recordando todas las veces que caminando por la calle se le acercaban para preguntarle cuándo sería su próxima fiesta.
Después de escucharlos, Aldebaran y Kanon intercambiaron una mirada y comenzaron a pensar en las cosas que les habían ocurrido desde que eran ellos mismos.
—El año ya se va a acabar —comentó Shura, relajado porque no había hecho nada en su periodo de cambio—. Es un buen momento para comenzar a intentar cosas nuevas.
Mientras el simbólico funeral avanzaba, y el coro también cantaba más canciones de Michael Jackson (para el disfrute de Deathmask), todos comenzaron a charlar entre sí, relajados. Pensarían en cosas como las consecuencias después, por el momento disfrutarían de lo que faltaba del año.
