Los personajes de Twilight no son míos sino de Stephenie Meyer, yo solo me divierto un poco con ellos.
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Capítulo 20
20 de diciembre
—Ya sé que no te gusta el frío, pero no pasa nada si lo aguantas por un ratito.
Sentí a mi bebé moverse, dejándome saber que no estaba nada de acuerdo con mis palabras, mi normalmente tranquilo niño había mostrado su inconformidad desde que aterrizamos en Seattle.
A mí tampoco me gustaba el frío, debía estar de acuerdo con mi pequeño, pero era un mal necesario.
—Solo dos días más, corazón, y estaremos disfrutando del sol. —Acaricié mi barriga.
Avancé a través de la tienda de comestibles, no había cambiado en lo absoluto, era el mismo supermercado viejo con los mismos anaqueles y las mismas ofertas.
—Desde la primera vez que viniste aquí supe que serías un problema.
Me giré para ver a la vieja señora Copper mirándome mal.
—Bueno, mi propósito siempre fue ser un problema, me alegra saber que lo cumplí.
Continué con mi camino sabiendo que me seguiría.
—No puedo creer que estés lastimando a nuestra Tanya de esta manera.
—Sí, soy terrible, la peor de todas.
—Y a Edward lo has llevado por ese terrible camino.
—A la pura perdición.
—Y la niña, ¿qué clase de vida le espera? Llena de perversiones, ilegalidades, aprendiendo los peores ejemplos.
—Pobre, que alguien la salve —murmuré tomando las papitas picantes que se me habían antojado, sentí a mi pequeño moverse de nuevo, pateándome en la costilla.
—Es increíble el cinismo que tienes —dijo Alice apareciendo junto a mí, era un pueblo pequeño, no me sorprendería que en cuanto estacioné el auto ya hubieran comenzado con los chismes, ahí el porqué Alice estaba aquí.
Pueblo chico, infierno grande.
—Y eso que no lo he usado del todo —respondí apartándola de mi camino para poder tomar un bote de aderezo.
—No intentes usar ese tono condescendiente conmigo —me reclamó tomándome del brazo para llamar mi atención, al menos tenía la descendencia de tratar de ser delicada, estaba embarazada después de todo—. ¿Qué se necesita para que te alejes de Edward y Alannah?
—No creo que te alcance ni vendiendo todos los bienes Cullen —le dije encogiéndome de hombros—, ya sabes, dinero no me hace falta.
—Si tienes un poco de conciencia, te marcharás y dejarás que Edward y Alannah sean felices —dijo la señora Copper.
—Es bueno que mi conciencia haya desaparecido hace bastante tiempo.
Me alejé de ellas y seguí con mis compras, pero claro que no lo iban a permitir.
—Puedes dejar de fingir que no te interesa lo que tenemos que decir.
—No finjo, realmemte no me interesa —respondí tomando unos cuantos jugos que creí que le gustarían a mi mariposa—, pero puedes seguir hablando si es lo que quieres.
—Eres insoportable.
—Me lo han dicho.
—Eres lo peor que pudo pasarle a mi familia.
—Me alegro.
—Tú has llevado a mi hermano y sobrina a la perdición.
—Dime algo que no sepa.
—Nos vamos a quedar con la niña, tenemos todas las pruebas que necesitamos para demostrar que tú y tu familia son peligrosos para Alannah, cuando tengamos su custodia, Edward entrará en razón y regresará dejando atrás toda la porquería en la que lo has metido.
—Claro, las pruebas —rodé los ojos—, al parecer eres mejor que el FBI.
—¡Deja de burlarte!
—No creo que eso pase.
Me dirigí a la caja, en donde una adolescente parecía gratamente entretenida, quizas era lo más entretenido que había visto pasar en este pueblo olvidado.
Comenzó a pasar mis cosas por el escáner, realmente compré más cosas de las que originalmente quería, pero culpaba a mi pequeño.
Sentí otra patada y dolió como el infierno.
—¿Se encuentra bien? —me preguntó la cajera.
—Claro, solo mi chico queriendo decirme que quiere su golosina matutina —respondí—. Si me dejas darte un consejo, no te embaraces, no importa cuán enamorada estés, nadie te prepara para que te pateen desde adentro.
La cajera se rio y siguió cobrándome.
—Si así hablas estando embarazada, no me imagino…
—No lo hagas entonces —le corté, me estaban cansando sus tonterías—. ¿Qué quieres?, dímelo ya sin rodeos, soy el diablo personificado, Edward se ha condenado por mí, soy un pésimo ejemplo para Alannah, eso ya me lo han repetido hasta el cansancio, ¿realmente qué quieres? No creo que sea el que Edward regrese, no lo han buscando en todo este tiempo, ¿acaso es porque Jasper está a punto de perder la casa por no pagar la hipoteca y quieren que Edward use su sucio dinero para hacer el bien?
Vi como palideció.
»¿O quizás pagar la demanda de Carlisle por mala praxis? ¿O ayudar a Renée y su deuda con el casino ilegal que tiene Sue en la reserva?
Escuché el jadeo de la señora Copper.
»Y usted no se haga, que bien que cobraba favores para desaparecer las multas en la biblioteca del instituto, inocente usted no es.
La cajera jadeó y me giré a verla, estaba pasando mi tarjeta en la terminal para hacer el pago.
»Otro consejo, entre más puritanas se hagan y más juzguen, son peores, si no me crees pregúntale a tu tía, ¿Stanley, Jessica? —pregunté apuntando su gafete, ella asintió con los ojos muy abiertos—. Muy pura e inocente, pero se acostaba con la mitad de los profesores para asegurarse las notas que le permitían ser parte de las animadoras.
Me dirigí hacia la salida, no sin antes girarme de nuevo hacia Alice.
—Puedes decir lo que quieras, me tiene sin cuidado lo malvada que me creas o lo que tú y tu familia creyeron que podían conseguir, era más fácil simplemente pedir el dinero, apuesto a que Edward se los hubiera dado sin problemas, pero decidieron que era mejor intentar quitarnos a nuestra niña.
—Ella no…
—Hay un certificado de adopción que prueba que soy su madre, así de simple, ahora, regresa a casa e intenta encontrar otra manera de retener a Alannah, ya me dijo mi abogado que intentaron solicitar que su residencia temporal sea aquí —negué con la cabeza—. ¿En qué mundo creyeron que eso serviría?
—Ella está mucho mejor aquí.
—Claro, con un montón de narcisistas. Hazte un favor y no sigas haciendo más ridiculeces, que mi abogado limpió la suciedad de sus perros con tu ridícula demanda.
Tomé mi tarjeta y le di una propina de veinte dólares a la cajera.
—Gracias, que tenga una buena Navidad.
—La tendré, cariño, espero que tú también.
Salí de la tienda, dejando a Alice de pie tragándose su enojo.
—Pronto estaremos en casa, amorcito, solo no decidas salir en este pueblucho —le dije a mi barriga acariciándola.
Sentí un suave movimiento, era bueno tenerlo de mi lado.
¿Review?
