Los principales personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la historia es mía queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de la historia sin mi autorización
Capítulo 32
Sin besarte.
Si mis ojos ya te besaron, ¿qué nos hace falta? Yo lo que quiero es saber a qué sabe tu piel. Ya no me aguanto, tú me tienes la presión alta. Dame la llave del cielo y me encierro en tu ser. "Lejos conmigo" Greeicy y Alejandro Sanz.
Emmett era paciente, sabía que esperar. A veces era mejor esperar que perder los estribos, esperar evitaba que cometiera errores. Así que, pacientemente, esperó, esperó y esperó hasta que Rosalie, como un reloj, salió de la oficina de Isabella y como un alcohólico que es encerrado junto a una botella de vino acechó a Rosalie quien no lo notó. Ella no se dió cuenta, caminó hacia la sala de descanso con una taza en la mano buscando su café puesto que le avergonzaba pedírselo a Lauren, quien posiblemente podía solo llevárselo o mandar a alguien a que lo hiciera.
Ella no era Charlotte, por supuesto que no, ella no era como ninguna de las mujeres que habían ocupado una de sus noches. Sonrió abiertamente sintiéndose como un chiquillo, como si nunca hubiera sentido. Sintió su corazón, puso su mano en su pecho feliz de sentirlo latir mientras la acechaba, quien ajena a su presencia se sirvió su café y luego la vio comprar una galleta de la máquina expendedora y empezar a comérsela. Ella parecía estar bien y eso le dolió, mucho, aunque también le dió alivio. Ella no estaba rota, no como él, o al menos estaba siendo fuerte, por ambos. Él solo tenía que encontrar una forma de enviar a Charlotte lejos.
Esa mañana cuando Rosalie se había burlado de Charlotte abiertamente él deseó tomarla en sus brazos y correr. Quería llevársela lejos y besarla hasta dejarla sin respiración, quería perderse en su piel y no encontrar el camino de regreso nunca. Sin embargo también Charlotte le había dicho al oído un:
—No lo pienses o estás muerto.
Y sus ideas se habían esparcido explotando como pólvora. Rosalie se giró y vió que la mesa de la sala de descanso estaba vacía así que se sentó, luego alejó la taza y miró a la nada perdida en sus pensamientos. Tan ensimismada estaba que no notó que él se le acercó. No lo supo hasta que Emmett puso el pestillo cerrando la puerta dejándola atrapada con él. Maldijo. Él la escuchó maldecir de forma suave y dulce (porque estúpidamente creía que hasta una maldición de esa mujer se escuchaba como el canto de un ángel. Así de lleno de mierda estaba). No sabía qué era lo que hacía pero quería tocarla.
—¿Que…? —Rosalie dejó en el aire la pregunta y se encontró con sus ojos.
—Levántate —le ordenó Emmett haciéndola temblar.
Rosalie le obedeció y este caminó hacia ella despacio, tan lento que el aire empezó a faltarle y un fuego que no reconoció empezó a quemar sus venas. Emmett se acercó y ambos jadearon en busca de aire cuando él la tocó, fue un roce. Un roce en la mejilla que a Rosalie la hizo sentir viva y a él lo hizo repetir ese toque.
—Quiero… —empezó a decir Emmett susurrando y Rosalie dió un paso atrás buscando alejarse, pero él la siguió y cuando la atrapó entre el refrigerador y su pecho entonces ambos se perdieron en los ojos del otro sin tocarse, sólo demasiado cerca pero tan lejos a la vez…
—Estas tan lejos.
—Estoy aquí —le respondió Emmett en susurros —. Estoy aquí y me vuelve loco no poder solo perderme en tí. Quiero mandarlo todo a la mierda Rose. Quiero besarte y besarte y sacarme este dolor y…
—Me haces daño —susurró Rosalie y Emmett habló al mismo tiempo que ella.
—Me hago daño.
Rosalie sintió su corazón romperse cuando él dió dos pasos atrás y metió las manos en sus bolsillos.
—¿Por qué? —preguntó
—Se lo debo —contestó este suavemente antes de darse la vuelta y salir.
Rosalie salió de la sala de descanso y, sin tocar, entró en la oficina de Isabella y se sentó, frotándose la garganta porque quería gritar y sus gritos se estaban ahogando en su pecho.
—Sé lo que se siente —Isabella le llamó la atención y Rosalie entonces la miró, había algo en sus ojos que la hizo prestarle atención —. Y puedo decirte que no dejará de doler. No hay alivio, droga, bebida o analgésicos que lo curen. El amor duele y maldita sea si no somos masoquistas y buscamos sentirlo.
Rosalie miró la grabadora sobre el escritorio dándole un toque la encendió y preguntó:
—¿Quién era Amaya?
Isabella se sentó y miró a la nada dejando al pasado envolverla en una manta de recuerdos que estaban a punto de dejarla sin respiración.
—Amaya D'angelo era la venganza. Al verla, creerías que una mujer como ella era demasiado rica y hermosa para estar en ese hospital mirando a los ojos a una adolescente demasiado rota, buscando encontrar en ella algo que parecía ser un mito.
Pero ella era alguien con quién nadie jugaba y por culpa de Félix su hija había caído en las drogas. Fue impresionante saber que adicionalmente a eso ella sabía que los hombres de Félix habían asesinado a mi madre y luego me habían vendido a Malik. Era una red. Una red que ella estaba dispuesta a tirar si yo me convertía en su rostro. Ella quería a alguien dispuesto a derribar una red demasiado grande, ladrillo a ladrillo.
—¿Qué es lo que quieres?
—Lo mismo que tú. Quiero deshilar la piel de Félix y hacer desaparecer sus futuras generaciones de la tierra. Quiero quebrar su mundo a pedazos hasta hacerlo retorcerse de dolor y que arda en el infierno en la olla más grande de aceite hirviendo.
—¿Por qué me buscaste?
—Puedo darte los medios para destruirlo. A cambio quiero ser yo quien lo termine.
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.
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—¿Aceptaste? —preguntó Rosalie e Isabella negó.
—No en un principio. Odiaba a Félix pero no tenía valor. Tenía miedo, miedo de herir a Hyõ si aceptaba hacerle daño a Félix de manera deliberada así que le dije que se fuera. Y ella se fue, pero antes de hacerlo me dejó un número de teléfono y me miró a los ojos un segundo antes de decirme
—Cuando tus opciones se acaben, avísame. Te diré qué hacer.
Luego desapareció. Ella sabía que yo no estaba lista en ese momento y no me presionó.
Edward no volvió a entrar en mi habitación. Estuve una semana en ese hospital mirando a la puerta y él no entró. Cuando la puerta se abría yo la miraba fijamente esperando pero cuando pasaron cuatro días algo ardió como una maldita llaga en mi pecho. Era como tener una bestia en mi interior clamando por él, aún así no dije nada. Hyõ lo notó pero no me dijo nada, solo me observó. Era como si él también esperará que Edward volviera, pero no lo hizo y me sentí decepcionada porque quería que luchará por mi y pareciera que me había olvidado o que había respetado mis peticiones. Parecía que el sentido común lo había atrapado y había sido inteligente.
—Deberías buscarlo.
—Deberías comer menos carne —le repliqué a Hyõ quien bufó mirando su hamburguesa doble con hambre mientras comía la mía en silencio.
Entonces mi piel pico electrificada en anticipación en cuanto una flor extraña de color azul y una mano que reconocí se deslizaron frente a mí. Jadeé sin poder evitarlo y Hyõ tenía una maldita sonrisa fanfarrona en su rostro. Era una sonrisa que no había visto nunca y este parecía saber que él iba a estar allí esa tarde.
—¿Sabes? Puedo tener mi mano aquí por mucho, mucho tiempo. Pero sería mejor si solo me siento en la mesa y robo tus papás fritas —tomé la flor en mis manos y él se deslizó a mi lado de forma suave antes de robarse una papa frita de mi plato y gemir mientras la masticaba —. Vaya, hace mucho no comía una de estas —susurró y miró a Hyõ quien le preguntó:
—¿Cómo está tu padre chico?
Edward se encogió de hombros despreocupado.
—Nos dirán en unos días supongo.
—¿Qué pasa con tu padre? —pregunté y eso lo hizo sonreír en mi dirección. Quise partirle la cara. Quería reclamarle por no haber estado allí, por rendirse, por dejarme, pero entonces lo noté, noté lo desgastado que se veía pues parecía no haber dormido mucho en varios días, estaba pálido y eso me hizo fruncir el ceño. Edward deslizó sus dedos en mi frente haciéndome suavizar mi ceño.
—Cáncer. Estaba bien pero tuvo una crisis. Nos hicieron unos exámenes y soy compatible con él así que le doné parte de mi médula ósea. Dicen que eso hará que el cáncer se vaya. ¿Sabes que te encierran en un hospital por eso? —después me mostró su mano izquierda con moretones y pinchazos. Por inercia tomé su mano y tiré de él hacia mi hasta que me encerró en el asiento del restaurante y miré el pequeño moretón en dónde la aguja había estado como si este moretón fuera mi enemigo a muerte.
—Me pusieron suero allí, no me sacaron mi médula ¿Quieres ver mi espalda? Se ve más morada que eso.
—Sé dónde está la médula ósea. No seas un sabelotodo. ¿Por qué no estás en el hospital? —le pregunté sin mirarlo y luego acaricie su moretón. Edward me quitó el cabello del rostro y eso sí me hizo mirarlo.
—Estoy bien —me dijo y luego tomó mi mano entre las suyas y también acarició el moretón de la aguja —. Lamento no haber estado…
—No lo hagas. Si estás bien, no te disculpes por algo tan estúpido como eso —lo interrumpí y nuestros dedos se entrelazaron de una forma que me hizo querer sonreír abiertamente pero no lo hice. El reloj dejaba de marcar la hora cuando Edward me miraba fijamente y él parecía demasiado perdido en mí. Sentí su mano derecha tocar mi hombro y miles de sentimientos recorrieron mis venas haciendo a mi corazón volverse loco palpitando tan fuerte que si él se acercaba un poco más, estaba segura que podría oírlo. Hyõ se aclaró la garganta llamándonos la atención, Edward saltó y lo miró de soslayo sonrojándose de una forma que me hizo sonreír y a él lo hizo jadear puesto que había regresado su mirada hacia mi.
—Mierda —susurró bajito tanto que si no hubiese estado prestando atención me lo habría perdido.
—Creo que sería bueno que nos llevaras a casa. Así conoces el departamento.
Edward asintió, me besó la mano luego sonrió abiertamente viéndose de alguna forma aliviado por algo y luego me guío hasta su auto. Me detuve al verlo, era el mismo auto que había visto meses atrás.
—Tengo licencia —me dijo abriendo la puerta del copiloto para mí. Hyõ se subió al auto en la parte de atrás y se acomodó, así que no me quedó de otra que subirme y sentarme al lado de Edward quien manejó hacia un edificio que no reconocí. Era un lugar más limpio, más lujoso. Casi parecía un fuerte pues se veía seguro, no había gente rara en la calle. Solo unos cuantos ancianos jugando damas chinas.
—Esta no es mi casa —dije a la nada, pero Hyõ replicó rápidamente
—Es nuestro edificio parqueate muchacho.
Me bajé y noté al guardia mirándonos fijamente con aprensión. Había un maldito guardia en la entrada. No teníamos dinero para eso y los nervios me atacaron.
—Hyõ —susurré sintiéndome molesta.
Recuerdo mucho la mirada que me dirigió cuando se giró y me enfrentó. Di dos pasos atrás porque era como si estuviera molesto porque lo estaba llamando. No podías de ninguna forma joder con Hyõ y el me estaba dando esa mirada de no me jodas y no me repliques.
—Esta será nuestra casa de hoy en adelante.
—No tenemos di…
—Pagué un tiempo de renta por adelantado, Isabella. Podemos y lo haremos —me calló y se giró enseñándole al guardia una llave, luego se giró señalandonos mientras hablaba con él un poco antes de entrar.
—Él solo quiere protegerte —dijo Edward suavemente.
—Vivíamos en la calle ¿sabes? Crecí en un maldito callejón en una casa de cartón y nunca quise… —cerré la boca porque las emociones eran muchas pero moví mis manos abarcando el edificio demasiado abrumada mientras pensaba en que mi padre se estaba gastando todo su dinero en mí. Edward se recostó en su coche y metió las manos en su bolsillos, dejándome hablar —. Me siento como una maldita presa por culpa de ese estúpido Félix, es como que él sea el gato y yo el ratón.
—Le doy gracias a Dios que él no haya llegado a ti Bella— susurró antes de inclinarse cerca de mi sacando sus manos de sus bolsillos, quitando mi cabello de mi rostro recogiéndolo con sus manos. Él no sabía que tanto Félix había llegado a mí y no iba a decírselo porque le haría daño y quería evitar dañar a Edward de alguna forma —. Deja que tu padre te proteja, déjanos cuidarte.
—Tú no puedes querer cuidarme —lo contradije y él se rió. Tenía una risa ronca, suave, fresca que lo hacía ver joven y me abrazó. Edward se abrazó a mi cintura y me acercó a su pecho haciendo a mi corazón enloquecer. Toque su pecho por inercia entonces lo sentí, su pecho, y el mío, ambos latiendo al mismo tiempo
—Bella, tú no tienes idea —replicó y le fruncí el ceño cuando me soltó —. No quería irme. Me obligaste a hacerlo y me sentí miserable. Era solo un niño pero pensé en ti a diario desde entonces.
Abrí la boca para hablar y él negó girándome, atrapandome en su auto. Edward era alto así que tuve inclinar mi rostro para verlo, él sonrió de una forma que me hizo jadear puesto que sus ojos brillaban con malicia, una picardía que me hizo enloquecer. Quería besarlo, quería ser una adolescente intrépida, atrevida ponerme sobre mis puntillas y alcanzar su boca. Por el contrario me congelé perdida en la belleza de su mirada, llena de sentimientos que me recorrieron como descargas eléctricas llevando vida a mi corazón.
—Estoy aquí, te encontré y maldición Bella, no pienso dejarte. No esta vez. No voy a dejar que me alejes de tí.
El pánico de todo el amor que estaba sintiendo por Edward me hizo querer alejarme pero no lo hice. Como una estatua me quedé allí sin decir nada y él dió un paso atrás metiendo las manos en sus bolsillos de nuevo
—Creo que deberíamos subir —se giró para alejarse.
—Creo que deberías besarme.
Estático se giró con las mejillas rojas y yo sentí mi piel picar de ansias por su toque. Él era todo. Edward lo es todo. Esperé a que se acercarse y me besara, esperé pero él no se movió, solo me sonrió abiertamente viéndose acalorado y susurró persuasivo como si me estuviese contando un secreto prohibido
—Voy a besarte.
Llevó una de sus manos a su boca y tocó su labio. Quise ser esa mano con desesperación. No sabía de amor o de sexo lo suficiente para describir lo que sentía y lo poco que sabía del sexo era feo y daba miedo, pero Edward hacia parecer cualquier cosa inocente y me obligaba impulsivamente a desear cualquier toque. Pero solo su toque.
—Pero Isabella —susurró llamando mi atención a sus ojos —, cuando me dejes besarte, abrazarte, fuerte porque vas a dejarme hacerlo, el reloj se detendrá para nosotros y no voy a detenerme. Vamos a amarnos. Y tú estarás lista para mí.
Sonrió abiertamente viéndose excitado. Y yo asentí una vez sin saber qué responder. Él tenía razón en algo, no estaba lista. Era una chiquilla jugando con fuego y él un hombre que se giró sin saber que yo ya lo amaba. Lo había amado desde siempre.
Emmett y Edward son unos intensos jajaja yo digo, que suerte la de las chicas. Aquí vemos un poco más de la adolescencia de Isabella, vemos a Amaya queriendo que alguien más haga venganza y Isabella negándose porque ama más a su familia pero ¿Será así para siempre? Cómo siempre, Jo gracias por subir la historia, por editarla y estar conmigo siempre, eres mi mejor amiga. Chicas gracias por cada uno de sus reviews, los leo todos!
¿Reviews? Hasta el próximo capítulo chicas!!
