Hola ha pasado mucho tiempo desde que traje el último capítulo y mucho más desde que tengo la escena del boggart guardada en mí mente, ya han pasado tranquilamente cinco años, desde que la escena vino a mí en una clase de química, pero bueno por fin ha sido escrita.
Muchas gracias por seguir leyendo está historia, espero volver para febrero porque lo que me queda de diciembre y enero lo tengo cubierto de exámenes. Raras fechas escojo yo para volver a escribir.
Bueno Feliz Navidad y Feliz año nuevo adelantado. De verdad muchas gracias por a pesar del tiempo seguir leyendo esta historia.
N.A: No soy dueña de Harry Potter, toda su autoría a J. K. Rowling.
Emmerline: Muchas gracias por tu comentario lo agradezco mucho. La verdad que me gustó explorar el contraste entre ambos.
Moonlight: Muchas gracias por comentarme siempre. Espero que este capítulo también sea de tu agrado.
Fio Gonzlz: Muchas gracias por tu comentario. A pesar de este capítulo, yo también espero que lo solucionen.
El boggart en el baúl:
Durante las primeras semanas de septiembre había llegado al castillo un aluvión de cartas que con el paso del tiempo había decrecido.
Había pensado que hablarían sobre él hasta que comenzó a interceptar algunas.
Casi le había dado un infarto al ver a quién estaban dirigidas. Ya no le había importado lo más mínimo el contenido de las cartas y había dedicado el tiempo a leer y releer el nombre del destinatario.
Remus John Lupin.
Lunático estaba en Hogwarts. El descubrimiento lo había hecho terriblemente feliz. No había visto a Remus desde...
Desde aquella reunión improvisada en la que habían estado por última vez los cuatro merodeadores juntos. Después habían dejado de reunirse con Remus porque no era de confianza. Los hombres lobos habían resultado ser una de las alianzas más fuertes de Voldemort.
" — Dime que no te parece bien todo lo que le han prometido a Greyback." — le había recriminado la última vez que se habían visto.
No había sido capaz de decírselo, lo único que le había respondido había sido:
"— Yo jamás os traicionaría. Ni por todos los galeones del mundo."
Había sido el mismo Sirius Black quién lo había vetado.
Ahora se reía de la situación. Había echado a Remus y había dejado a Pettigrew. No solo eso, sino que había dejado que fuese Pettigrew quien finalmente fuese el guardián de James.
La había jodido tanto. No era de extrañar que desde que había sido encarcelado en Azkaban Remus no lo hubiese ido a visitar ni una sola vez. Ni siquiera para recriminarle porqué los había traicionado.
No podía ir a pedirle ayuda. No podía volver a contactar con Remus hasta que hubiese capturado a Pettigrew y hubiese limpiado su nombre.
Después lo haría y sacaría a Remus del pozo dónde intuía que se había metido. No podía ser coincidencia que en Hogwarts estuvieran Lunático, Quejicus y un crío al que le gustaban los lobos.
Sintió ganas de devolver.
En cuanto se vengase de Pettigrew se encargaría de salvar a Lunático. A él y al niño pequeño si era hijo de Remus.
(...)
Observó como el grindylow en la gran pecera devoraba los peces que Remus acababa de echarle. Tenía una mirada de odio en su rostro, pero por como tenía que sujetar a Teddy del brazo parecía que a este no le importaba.
— Ten cuidado, te puede arrancar los dedos si tratas de tocarlo. — dijo Remus causando que Teddy diese un chillido y se agarrase con su mano libre a la túnica de Snape.
Pero el miedo no le duró mucho tiempo porque en seguida preguntó:
— ¿Y tiene nombre?
— ¿Nombre? — preguntó Remus mientras se quitaba los guantes. —Todavía no le he puesto ninguno...
— Tiene cara de Herbert... Bert con cariño Herbert.
Remus se masajeó la frente con ambas manos. Se notaba que esa noche después de la reunión con Dumbledore no había dormido nada. Él tampoco había podido hacerlo.
Mañana comenzaría noviembre y con él una pequeña cuenta atrás hasta la luna llena que sería el veinticuatro.
Y después inscribirían a Teddy en el Registro de Hombres Lobos.
— Lo llamaré así entonces.
Teddy dio un fuerte tirón tratando de liberarse de su agarre.
— ¿Y el boggart? ¿Dónde está el boggart? — preguntó mientras inspeccionaba con la mirada todos los rincones del despacho de su padre.
— Hemos dicho que el boggart no. — dijo Snape de mal humor a la vez que Teddy daba otro tirón. — O esta noche no saldrás con tus abuelos a pedir caramelos.
— ¿Vosotros no vais venir?
Estaba a punto de decir algo para excusarse, pero Remus se le adelantó.
— Yo no puedo ir, tengo que cuidar del grindylow.
La respuesta de Remus lo tomó por sorpresa. Claro, como ese bicho necesitaba tantos cuidados.
Una expresión de decepción se formó en el rostro de Teddy.
— Pai, tú si que vas venir... ¿Verdad?
Se le formó un nudo en la garganta y fue incapaz de decirle que no.
Tal vez Hope y Lyall podrían convencerlo sin romperle el corazón y en el peor de los casos tenía un poco de poción multijugos guardada con la que podría tomar el aspecto de Remus. Lo que menos quería era causarles problemas en el barrio muggle de Londres. Quién sabía lo que harían sus vecinos si se comenzase a rumorear que su hijo era gay y que estaba en una relación con un hombre.
Pero cuando aquella misma tarde se lo comentó a Hope, la mujer estaba más que encantada de que la acompañase.
— No es necesario, puedes venir así como estás. Hace ya años que conté por el barrio como mi nuera perdió la vida en un horrible accidente automovilismo y como su maravilloso hermano se volcó con su familia al grado de que mi nieto lo quiere como un segundo padre y al que queremos como si fuese nuestro hijo. — dijo Hope. — Y por el momento no me han vandalizado ni el coche ni la casa.
La mirada de Snape recayó en Lyall que se encontraba duplicando una gran bolsa de caramelos sobre la mesa del comedor. Si no lo estuviese viendo con sus propios ojos, le costaría creer que la reunión con Dumbledore le había dejado a Lyall peor que a Remus y a él.
— No ha sido cosa mía, yo no he hecho ningún encantamiento antimuggles.
— Si los muggles vamos progresando. — dijo Hope con un brillo en su mirada. — Hace ya unos años que la OMS dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental. Estoy segura de que pronto habrá gobiernos muggles que permitan que se casen y que tengan hijos.
Guardó silencio, no quería desilusionarla comentando que era muy probable que se muriesen sin ver tal avance.
A decir verdad habría preferido quedarse en casa como Lyall repartiendo caramelos a los niños que llamasen a la puerta.
La calle estaba atestada de grupos de niños disfrazados y de padres vigilándolos. Tampoco le ayudaba que tuviese que sujetar a Teddy para que no fuese detrás del primer perro o gato que viese para tratar de acariciarlo, si es que no se detenía de repente para recoger alguna piedra que le había gustado o para buscar tréboles de cuatro hojas en los céspedes de las casas que visitaban. Aunque no esperó que eso último se convirtiese en una ventaja cuando Hope se detuvo en un porche para hablar con una vecina, aquello lo que los mantuvo sutilmente alejados de la conversación.
Vio un trébol de cuatro hojas antes de que Teddy lo hiciese y allí se lo indicó a su hijo para que lo agarrase.
— Pai, tienes que tomarlo tú. La abuela dice que si das un trébol de cuatro hojas a alguien ya no vas volver a encontrar uno.
— Correré el riesgo.
Tuvo que llevar a Teddy en brazos todo el camino de vuelta a casa. Había chillado y se había sentado en el suelo amenazando con no moverse si no lo hacía. Casi al minuto de cargarlo se había quedado dormido. Solo estaba cansado.
Hope llevaba agarrado el sombrero de pico y la bolsa de caramelos de Teddy. La había llenado hasta la mitad, pero no le había importado porque su abuelo le había prometido que se la llenaría por completo con sus caramelos favoritos.
— Sé que últimamente mi hijo no te ha tratado nada bien, pero él te quiere mucho... Solo es igual a su padre. — soltó Hope cuando estaban a punto de llegar a casa.— Hubo un tiempo poco después de que mordiesen a Remus que me suplicó que me separase de él, que él se encargaría de cuidar de Remus y que yo no me merecía la vida miserable que me iba a dar. Qué buscase a otro hombre y que fuese feliz.
— Yo no estoy dispuesto a aguantarle todo a tu hijo. Lo que menos quiero es acabar como mi madre en una relación abusiva.
Y para ser sincero tampoco quería acabar como su padre por eso se alejaba del alcohol, como mucho bebía dos copas de vino y si se trataba de licores más fuertes un único chupito.
— Está bien... Por supuesto lo entiendo, pero pase lo que pase entre vosotros dos, quiero que sepas que Teddy sigue siendo nuestro nieto y que puedes seguir contando con nuestro apoyo.
La noche tenía una última sorpresa desagradable que darle. Lyall los esperaba en la puerta de entrada.
— Ha pasado algo horrible en Hogwarts. Sirius Black ha entrado en el colegio.
A prisa dejó a Teddy con sus abuelos, se vistió con su túnica negra y uso los polvos flu para viajar a Hogwarts.
Se encontró con Dumbledore en la puerta del Gran Comedor, habían evacuado a todos los alumnos allí.
— ¿Potter? ... ¿Remus? — jadeó casi sin aliento.
— Harry está bien, Black solo llegó a romper a cuchilladas el retrato de la señora gorda. Y Remus lo vi hace un rato, ahora estará como los demás profesores patrullando los pasillos tratando de hallar a Black.
Snape estaba seguro de en donde encontraría a Remus, salió fuera del castillo y allí lo encontró en la entrada del sauce boxeador.
Se vieron y Lupin lo apuntó con su varita.
— ¿Cuál es tu flor favorita?
— Los lirios.
Remus bajó la varita. Snape solo tuvo que mirarle la mano izquierda todavía llevaba su amuleto.
— No esperé nunca que Black estuviese tan desesperado como para irrumpir en el castillo. — Se llevó las manos a la cabeza. — Creí que Harry solo correría en las visitas a Hogsmeade y dado que sus familiares no habían firmado el permiso... Me confié...
— Nadie se esperaba que Black estuviese tan loco como para entrar en Hogwarts. — sentenció Snape.
— Entrá en el castillo, revisaré el bosque por si se está escondiendo ahí en su forma de animago.
— Claro, como separarte de nosotros no va a funcionar, mejor busca la muerte. Es mejor idea. — se burló Snape.
— ¡No seas hipócrita! — le gritó Remus enfadado, nunca antes lo había visto así. —¡¿Cuándo pensabas decirme que tu maravilloso amuleto me protegía a causa de hacerte daño?! ¡¿Qué pensabas dar tu vida por la mía?! ¡Cómo si la tuya no valiese nada! Si me lo sigo poniendo es porque se lo di a Dumbledore para que cambiase su función.
Una rabia profunda e intensa creció dentro de Snape fruto de un sentimiento de traición.
— Él mismo que te ofreció el puesto de profesor de defensa contra las artes oscuras sabiendo que está maldito por el mismísimo señor Tenebroso, él mismo que estoy seguro que sabe de dónde salió tu hijo y él mismo que te ha dado ese puesto para que atraigas a Greyback o sabe dios quién.
No gritó, no le hizo falta. Remus se quedó perplejo ante sus palabras.
— Lo nuestro se terminó, puedes hacer lo que te plazca con ese anillo hasta tirarlo al fondo del lago. No va a funcionará más.
Se dio media vuelta y entró en el castillo. Lupin ni lo siguió.
Se permitió derrumbarse cuando llegó al tercer piso en un cuarto de escobas y durante muy poco tiempo. Tenía una noche muy larga tratando de hallar a Black.
Cuando pasó la noche y estaba próxima la hora del desayuno, se fue a su habitación de Hogwarts y recogió todas y cada una de las cosas de Lupin. Tomó la precaución de comprobar si Teddy seguía en la casa de Londres con sus abuelos o si había regresado a la de Gales. Seguía en Londres.
No podía lidiar también con comunicarle a su hijo que se iban a separar. No en ese momento.
Dejó las cosas de Lupin sobre su cama y recogió parte de las suyas y algunas más de Teddy.
Dumbledore a mediados de la tarde les entregó horarios de patrullaje nocturnos a los profesores donde no se sorprendió al encontrar que le había puesto los miércoles junto con Lupin.
Se sintió tentado de pedirle a McGonagall que se lo cambiase, pero deshecho esa idea en cuanto se acordó de que Marcus Flint, el líder del equipo de quidditch de Slytherin, le había pedido que le comunicase a la profesora Hooch que Slytherin no podía jugar el sábado porque su buscador Draco Malfoy seguía lesionado, aunque en realidad era porque el día del partido haría un temporal horrible.
Y él pensaba comunicarlo, por supuesto, con tres días de antelación a que se jugase el partido, el tiempo límite en el que se permitía hacerlo con razón justificada.
Añadió un encantamiento de alarma a su habitación de Hogwarts por si Black lograba hacerse con una varita y atacaba a Lupin. No quería exponer a Teddy a que le pasase algo y por el estado en el que lo vio el miércoles sería fácil hacerlo hasta sin varita.
Lupin no estaba durmiendo y si lo estaba haciendo era muy pocas horas. No se estaba afeitando ni cuidando.
Hasta escuchó a estudiantes de Slytherin bromear por los pasillos que Remus pronto sin darse cuenta se convertiría en un fantasma más de Hogwarts.
La sola idea le dio escalofríos.
El jueves por la noche le lanzó un encantamiento de sueño y lo dejó durmiendo en la habitación que tenía como profesor de defensa contra las artes oscuras.
Se peleó por un momento consigo mismo por sí le dejaba un despertador puesto o no para no perderse las clases. Al final cedió y se lo puso porque a pesar de todo todavía lo quería.
Y el sábado a las tres de la mañana lo despertó el encantamiento de alarma que había puesto en su habitación. Teddy se echó a llorar y él agarró lo más rápido que pudo la varita de la almohada que antes había sido ocupada por Remus, saltó de la cama y lanzó un encantamiento de encarcelamiento contra quién estaba en la puerta abierta de su habitación.
Una cuerdas lo apresaron haciéndolo caer y golpeándolo contra el suelo. El sujeto soltó un alarido de dolor que hizo que los músculos de Snape se relajasen.
— Lo mato. — dijo mientras arrastraba a Remus hacia dentro de la habitación con magia.
Silenció la alarma, cerró la puerta y encendió las velas de la lampara con un solo movimiento de varita.
— ¿Qué es mi Patronus?
— Es una cierva por Lily.
Lo desató. Teddy saltó de la cama con dosel al escuchar la voz de su padre.
— Papá, asustasteme. — dijo el pequeño mientras se secaba las lágrimas.
Teddy se lanzó a abrazarlo y Lupin comenzó a llenarlo de besos.
— ¡¿En qué demonios estabas pensando?! Podría haberte matado. — dijo Snape.
Lupin lo miró con cariño.
— Yo... Solo os echaba de menos.
Le dieron ganas de reírse, había querido abandonarlos y resulta que no podía aguantar más de una semana sin verlos.
— La próxima vez si quieres venir avísame. No aparezcas de la nada de noche.
Teddy le llevó las manos a la cara.
— ¡Hala! Papá se está dejando barba.
— ¿Te gusta?
— No, no te queda bien.
— ¿Ah no?
— No. — confirmó Snape.
— ¿Te quedas a dormir con nosotros? — le preguntó Teddy.
— Yo... — Lupin titubeó mirando hacia Snape.
Teddy también dirigió su atención hacia él.
— ¿Se puede quedar papá a dormir?
— Sí. — la pregunta dirigida hacia él lo incómodo.
— ¿Ya se lo has dicho?
Quiso estrangularlo en aquel momento. Negó con la cabeza.
— ¿El qué?
— Qué papá es muy tonto.
Dejó que Lupin se quedase a dormir en la cama pequeña mientras Teddy y él volvían a dormir en la cama grande.
Si Lupin no hubiera estado allí ese sábado por la mañana, no habría llevado a Teddy al partido de quidditch. El niño ya no se acordaba de aquella promesa que le hizo, a diferencia de la de poder ir a acariciar el perro de Hagrid si hacía bien su caligrafía por las tardes o la existencia del boggart en el despacho de su padre.
— Deberías llevarlo, quién sabe si en el futuro lo dejarán volver a pisar Hogwarts o si nosotros podremos permitirnos pagar las entradas para los partidos de los equipos profesionales. Además no es lo mismo escucharlo por la radio. — le dijo, se había afeitado y se veía algo mejor que la noche anterior.
Sus palabras lo hicieron sentirse culpable.
— Está bien, pero si se enferma tú te harás responsable de cuidarlo.
Abrigó a Teddy lo mejor que pudo y se fueron al estadio de quidditch. Hacía un tiempo tormentoso y no se veía gran cosa desde las gradas.
— ¿Lo has traído para ver a Gryffindor ganar a pesar de tus jugadas sucias? — Le comentó Minerva en cuanto lo vio.
— No es culpa mía que pensarás que podríamos jugar el partido con mi buscador lesionado.
— Tu buscador lleva casi dos meses lesionado.
— Cicatriza con calma, no podemos forzarlo. Si lo hiciésemos podría pasarse otros dos meses con el brazo lesionado o no sanar nunca bien.
Se arrepintió con ganas de haberlo llevado cuando en medio del partido apareció un dementor.
La frialdad le penetró hasta los huesos y pudo verse en frente del señor Tenebroso. Le estaba contando sobre aquella profecía que había escuchado a medias.
Aquella escena se esfumó ante sus ojos en cuanto el patronus de fénix de Dumbledore apareció y espantó al dementor.
Lo siguiente que vio fue a Potter tirado en medio del campo.
Teddy había escondido la cara contra su túnica y le estaba agarrado con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Por un momento temió que hubiese visto a Potter caer de la escoba.
— Escuché... un aullido muy feo.
— ¿Un aullido?
Teddy asintió.
¿El dementor lo habría llevado al momento en el que lo habían mordido? Sí, así fuese podría recuperar lo que quedase de ese recuerdo y entonces…
Entonces tal vez atraería de nuevo las pesadillas para Teddy con el único fin de conseguir una prueba que restregarle a Dumbledore y tratar de que le contase todo lo que sabía.
Lupin ya no estaba en la habitación cuando regresaron, pero no tardó mucho en aparecer al enterarse del incidente con el dementor.
— ¿Estáis bien? ¿Habéis tomado chocolate?
Ante la negativa a su última pregunta, salió corriendo hacia la cocina de Hogwarts y volvió con dos tazas de chocolate caliente.
Esa noche también lo dejó quedarse y le tranquilizó que esa noche Teddy no se despertase asustado por alguna pesadilla. Fuese lo que fuese lo que le hubiese devuelto el dementor no se lo había devuelto completo.
(...)
Tan solo un día antes de que Snape comenzase la elaboración del Wolfsbane Dumbledore los citó en su despacho por la tarde.
Habló de como ya le había pedido a Hagrid buscar un lobo de los que había en el bosque prohibido, de que ya tenía un auror seleccionado para encargarse del caso y como lo ejecutarían al amanecer para que Teddy pudiese ser atendido en San Mungo.
Aquella era la única solución, por mucho que se hubiese negado a verlo.
— ¿Y Yaxley? ¿Qué tiene que ver? — preguntó Snape.
— Yaxley es la pieza clave para que todo esto funcione. Estoy seguro de que este mes tratará de sabotear de alguna forma tu poción. Solo tenemos que seguir el orden natural de los acontecimientos.
— Sí eso pasa me encarcelarán en Azkaban…
— Hasta después de la luna llena, haciendo imposible que te culpen de morder a Teddy. Y la culpa del incidente podríamos echársela a algún hombre lobo que buscase venganza de lo acontecido contra Snape o un ataque por envidia ante el buen puesto de Lupin.
— Tendré que hablar con Teddy está será la primera luna llena que pasará sin tenerme cerca…
— Tendremos que explicarle muchas más cosas aparte de esa.
No dijeron mucho más hasta salir de su despacho.
— Llevas puesto el anillo. — le señaló Snape cuando estaban bajando las estrechas escaleras. — ¿Todavía crees que vamos a volver?
Lupin se detuvo causando que Snape se detuviese justo detrás de él.
— Por ahora no. — Confirmó Lupin con seguridad. — Black, la entrada de Teddy en el registro y… A ti te dolió que recurriese a Dumbledore para cambiar la función de tu amuleto, pero a mi también me dolió que despreciases tu vida como si no valiese nada.
No se había dado cuenta de lo mucho que lo había carcomido aquello hasta que se lo había soltado en Halloween. Por supuesto que le había dolido que Snape lo dejase, pero también le había aliviado por fin confesárselo.
— Además debo admitir que me gusta mucho más lo que ha hecho Dumbledore con él.
Una sonrisa se formó en su rostro al recordarlo, mientras una horrible mueca se formó en el de Snape.
— ¿Y qué le ha hecho?
—¿De verdad piensas que sería capaz de irrumpir en tu habitación a las tres de la mañana sin haberte avisado antes?
Snape lo miró con sorpresa y solo tardó unos segundos en responder:
— Es un traslador.
— Hacia ti. — comentó mientras continuaba bajando las escaleras y salía del pasadizo que daba al despacho de Dumbledore.
Dumbledore tampoco le había comentado nada sobre el nuevo uso del amuleto, solo le había asegurado que le gustaría y no se había equivocado.
Desde que Black había aparecido se había tratado de pasarse todas y cada una de las noches buscándolo en la casa de los gritos y en el bosque prohibido. Estaba seguro que tenía que estar escondiéndose en alguno de esos lugares con su forma de animago.
Concentrarse en él le había ayudado a no pensar ni en la reciente ruptura con Snape ni en como le iban a arruinar la vida a Teddy.
Pero el día que había funcionado el amuleto aquello no estaba funcionando, ya fuera porque la noche anterior había dormido bien o porque la búsqueda de Black estaba resultando infructífera, lo cierto es que aquella noche no podía dejar de pensar en lo mucho que extrañaba a su familia.
Había estado en medio del bosque prohibido cuando había sentido un tirón en el ombligo y de pronto enfrente de él había una pequeña llama. Tardó unos segundos en darse cuenta que estaba en frente de una chimenea. En cuanto alumbró con el encantamiento Lumus el suelo cubierto de alfombras de colores y las paredes llenas de estanterías se dio cuenta de que estaba en la habitación de Snape. Podía escucharlos dormir detrás del dosel de la cama.
Había tratado de salir lo más sigiloso que pudo por la puerta, pero en cuanto la había abierto saltó el encantamiento de alarma y antes de que le hubiese dado tiempo a reaccionar Snape ya lo había atado y se había golpeado contra el suelo.
Un día después de que comenzará la elaboración de la poción, Snape se presentó de tarde en su despacho junto a Teddy que llevaba su mochila roja.
Snape lanzó un rápido encantamiento Muffliato sobre ellos dos.
— Esta semana te toca a ti hacerte cargo de él, deja de escaquearte. Después trataremos de repartirnos de lunes a viernes me encargaré yo y los fines de semana será todo tuyo. Y en cuanto pase todo lo de la luna llena buscaremos el mejor momento para decirle que nos separamos.
Lupin asintió, mientras Teddy buscaba nervioso con la mirada por todas las esquinas de su despacho.
— ¿Dónde está Herbert?
— Lo he liberado, ya he terminado de enseñarlo en mis clases, pero ahora tengo un Hinkypunk. — dijo agarrando de su escritorio una caja de cristal pequeña que contenía en su interior una diminuta criatura con una sola pierna que parecía estar hecha de un humo azul.
— ¡Qué bonita!
— Ya, pero… — Lupin golpeó con uno de los dedos contra el cristal haciendo que la criatura lanzase un horrible grito.
— Encantador. — dijo Snape. — Ahora si me disculpas tengo que marcharme.
— ¡Espera! — le gritó Teddy. — Tengo un regalo para los dos.
Snape lo soltó para que pudiese buscar en su mochila un regalo cuadrangular mal envuelto que resultó ser el cuento de Susie squib. El libro que menos le gustaba a Teddy.
— ¡Qué detalle! — dijo Snape mientras agarraba el cuento de malas formas por el lomo causando que de sus páginas cayesen como veinte tréboles de cuatro hojas.
Snape se quedó congelado mientras Teddy se apuraba a recoger los tréboles que habían caído. Pronto los tres estuvieron recogiéndolos para volver a guardarlos en el libro.
— Gracias. — dijo Snape, esta vez sin sonar irónico.
Le dio un beso en la mejilla antes de marcharse.
Esos días solo dedicó una hora a la búsqueda de Black y se dedicaba a recorrer la casa de los gritos y las proximidades del bosque prohibido. Después volvía a la habitación que tenía como profesor de defensa contra las artes oscuras en la que había dejado a Teddy durmiendo.
No había olvidado las palabras de Snape sobre Dumbledore: en como le había ofrecido un puesto maldito, en como estaba buscando que alguien lo captase y en como estaba seguro de que sabía de dónde venía Teddy.
Lo último a decir verdad no le importaba y el resto, aunque le dolía que Dumbledore lo hubiese hecho sin comunicárselo, se lo debía.
Se había jugado el puesto de director y una condena en Azkaban por aceptarlo como alumno en Hogwarts cuando tenía once años.
Un puesto maldito, no lo dudaba, nunca había tenido tan mal año como aquel.
Lo que le preocupada más era que lo estuviese utilizando para acercarse a Greyback. Por el momento en ninguna de sus salidas de Hogsmeade se había acercado a él ningún hombre lobo. Si ese era el plan de Dumbledore no estaba resultando.
¿Tendría que acercarse él a alguno?
Teddy descubrió donde estaba el boggart en su despacho un domingo por la tarde cuando al acercarse a un baúl este dio un fuerte bote.
Dio un chillido de emoción y le pidió que lo dejase verlo.
— Está bien. — cedió Lupin. — Pero nada de decírselo a pai, este será nuestro secreto y si quieres que lo liberé tienes que estar pegado a la puerta. — dijo mandándolo a la esquina más alejada del baúl.
Teddy aceptó encantado y él liberó a la criatura que rápidamente tomó la forma de una luna llena.
Teddy se rió.
— La luna llena no da miedo.
— Es terrorífica. — difirió Lupin.
— Claro que no. — Y Teddy se acercó a él corriendo.
La oscuridad lo tomó por sorpresa. ¿Aquel era el mayor miedo de Teddy? No podía ser, a diferencia de él que cuando era pequeño había necesitado dormir con una luz encendida, Teddy nunca lo había hecho.
Y entonces escuchó un horrible aullido que le erizó todo los pelos y el olor por el que había aullado aquel lobo por fin le llegó. Era el de la muerte y su pestilente olor era tan fuerte que resultaba insoportable.
Hubo un primer rayo verde y después una sucesión de ellos, seguido de varios rojos.
Tenía que detener aquello ya, si el miedo de Teddy seguía creciendo no podría pararlo, así que comenzó a pensar en la luna llena. En lo horrible que era, en el monstruo sin conciencia en que lo convertía y en como devoraría y mutilaría a sus seres queridos sin quererlo.
Por fin el boggart volvió a captar su miedo y se transformó en una luna llena.
— Riddikulus. — gritó apuntando hacia él. La luna se convirtió en un globo que Lupin empujó de vuelta al fondo del baúl y lo encerró.
Pudo escuchar por fin a Teddy, estaba contra una esquina de su despacho, llamando por él y llorando desconsoladamente.
Corrió a abrazarlo y a tratar de tranquilizarlo.
