Los hechos se desarrollan 12 años después de la batalla contra Muzan, luego de la disolución del Cuerpo de Cazadores.

Para esta historia me tomé la libertad de "rescatar" a uno de los protagonistas y obviar el hecho de las consecuencias de despertar la Marca del Cazador. Fuera de eso, no hay muchas más 'libertades' creativas de mí parte.


Corrió tan rápido cómo sus pequeños pies le permitieron.

La lluvia azotaba el bosque, y hacía el camino resbaladizo e inestable, sus pies descalzos se enterraban en el barro, y las piedras filosas la lastimaban, pero tenía que correr, alejarse del monstruo.

El monstruo que se comió a papá.

Encontró un árbol hueco, y se acurrucó allí, abrazando su pequeña muñeca de trapo, intentando ahogar el llanto. Por un momento no escuchó nada, solo la tormenta, y pensó en salir. Pero entonces, un extraño sonido, una especie de croar gigantesco, la hizo tensar de vuelta.

- Sé que estás aquí niñita...- la cosa esa habló, muy cerca.- Te llevaré con tu papi.- gritó el monstruo.

Akane se aferró a su muñeca, contuvo el aire, y se quedó inmóvil.

Entonces una lengua gigante, babosa, gruesa y horriblemente fuerte la rodeó, y la sacó de su escondite. La alzó en el aire, llevándola justo a la enorme boca abierta que aguardaba como un agujero negro y pestilente debajo de ella. Akane cerró los ojos y gritó.

Pero de repente se sintió caer. La lengua había sido cortada. Cuando golpeó el piso y abrió los ojos pudo ver un hombre frente a ella.

Un haori blanco que parecía hecho de llamas. Una espada de fuego. Un grito gutural y profundo del monstruo.

Y luego nada. Todo desapareció, incluso la lengua que la envolvía.

-¿Estas bien? ¿Niña?- el hombre se volvió a verla. Se arrodilló a su lado, y tocó su cabeza. El cabello negro, lacio y corto por los hombros estaba empapado, sucio de lodo y hojas. Su piel era blanca, y parecía más blanca aún, claramente estaba aterrada y en shock.

Pero Akane no respondió, estaba inmóvil. Bajo la lluvia y la noche encapotada, parecía una pequeña estatua de piedra, un pequeño Daruma en medio del bosque. Sus ojos verdes, dos pequeñas olivas, estaban fijos en el piso. Sus labios, apretados, solo eran una línea en su rostro. Estaba cubierta de barro.

Temblaba. De miedo. De frío. De dolor. Sus dedos se aferraban a lo único que le quedaba de su vida antes de esa noche fatal: su muñeca.

El hombre del haori se lo quitó, lo puso sobre la cabeza de Akane, y la cargó en brazos, con una pierna de cada lado de su cadera y la cabeza sobre el hombro.

Akane no lloró. No protestó. No emitió sonido.

Porque un monstruo se acababa de comer a su papá. Y ya no había nadie en este mundo que cuide de ella.

Caminaron mucho. Mucho de verdad. Pero él la llevó cargada en brazos todo el tiempo. Akane podía escuchar el sonido de su corazón, calmado y rítmico. La lluvia no daba tregua pero él no cesó su ritmo. Akane notó que su cuerpo era cálido, quizá mas cálido que lo que ella consideraba normal. Envuelta en el haori, apoyada en su hombro y rodeando su cuello con una mano, Akane se durmió.

-Shinjuro...-

- Oyakata...el demonio fue eliminado.-

- Buen trabajo, como siempre. ¿Y esta pequeña?-

-Es la hija de la víctima, no pude dejarla ahí, sola. Es muy pequeña, debe tener 4 o 5 años.-

- Entiendo.-

- No sé nada de ella, no logré que hable. Por lo que vi, el demonio devoró a su padre y no me percaté de ninguna otra persona en su cabaña...-

- Oh...entiendo...Cuidaremos de ella estos días, y enviaremos un cuervo a inspeccionar el lugar. Si hay más familia, volverá con ellos una vez esté recuperada del shock. Los Kakushis se harán cargo ahora.-

Akane escuchó todo entre sueños, las voces eran armónicas y calmadas. Una suavidad que pensó que se había esfumado de este mundo para ella.

Una mano gentil acarició su cabeza, Akane abrió los ojos, y se encontró en brazos del hombre aún, pero mirando de frente a una muchacha de ojos negros que parecieron sonreírle.

Y eso fue todo lo que vio. Porque una especie de tela cubría su cabeza y su rostro, sólo dejando ver esos ojos.

Se aferró al hombre como una garrapata, todo su pequeño cuerpo de tensó con fuerza.

"¿Quién es ella? ¿Donde estoy?" Akane miró a su alrededor erráticamente. Estaba en una casa muy elegante. Tenía hermosos fusumas* decorados con bellísimos paisajes, piso de madera lustrada. Un furin* colgaba de una gran ventana, y se mecía con una delicadeza casi fantasmal, tintineando suavemente. Todo estaba limpio, ordenado. Cálido, un suave aroma a flores danzó en su nariz embarrada y Akane grabó ese aroma en su cerebro para siempre.

-Niña.- Dijo el hombre, e intentó bajarla al piso. Akane no aflojó su agarre. Este hombre era su piedra firme.- Niña...no tengas miedo. Estás a salvo.-

-No.-

-Si, lo estás. Te lo prometo.-

Akane negó enérgicamente con la cabeza. Se aferró más. El hombre suspiró lenta y sostenidamente.

- Preciosa...¿cómo te llamas?- preguntó la muchacha, ladeando su cabeza. Pero no obtuvo más respuesta que una enérgica negativa de cabeza.

- Yo soy Azumi.- Dijo entonces la mujer de los ojos negros, que ahora parecieron sonreír.-¿Tienes hambre? Estás helada por la lluvia...puedo darte un baño caliente, y luego conseguir algo que te guste mucho comer. ¿Que dices? ¿Vienes conmigo?-

Bueno...eso no sonaba mal, realmente tenía hambre. Akane asintió, aflojó su agarre y se bajó. Azumi le tendió la mano, y Akane la tomó suavemente. Caminaron unos pasos, entonces la niña se detuvo y volvió corriendo al hombre.

- Gracias. - dijo, y le hizo una reverencia, antes de ponerse de pie y correr a tomar la mano de Azumi otra vez.

Shinjuro, el Pilar de la Llama, sonrió levemente, volvió a colocarse su haori, y se marchó.

Akane no habló hasta varios días después, y se pegó a Azumi como un caracol. Le contó entonces que su mamá había muerto cuando ella era un bebé, y su papá había cuidado de ella. Dijo que eran campesinos, que su papá cortaba bambú para hacer cestas para vender, aunque a veces no había mucha comida, y su papá siempre le servía más a ella que a si mismo.

Y que a veces papá lloraba cuando creía que ella dormía. Pero lo que más recordaba Akane era lo fuerte que eran los abrazos de su papá, y lo cálida que era su sonrisa.

Era. Porque un demonio parecido a un sapo se lo había comido.

Y ya.

De ese día pasaron 10 años.

Podría decirse que Akane pasó a ser parte del Cuerpo de Cazadores a la tierna edad de 5 años.

Porque cuando Oyakata mandó el cuervo al día siguiente de su llegada, constataron que no había familia a quien retornar a la niña. Efectivamente había quedado sola en el mundo.

Y su nueva familia pasó a ser la Organización.

Akane creció y vio ir y venir mucha gente. Vio Pilares llegar, los vio retirarse. Los vio morir.

Estudió, porque la familia Ubuyashiki siempre le dejó en claro que su educación era primordial, ellos como sus responsables la instaron a educarse. Aprendió a leer y escribir y también aprendió sobre los demonios. Y entrenó. Quiso ser una cazadora, pero no pudo, nunca pudo usar los alientos, y si bien era buena con la katana nunca logró la excelencia de un Cazador. Entonces cambió su rumbo y se volvió una Kakushi, dedicó todo su esfuerzo a ser la mejor. No dejó de entrenar, asi aprendió que a veces no es que la materia prima es mala... simplemente está siendo usada para un propósito incorrecto.

Con el tiempo, la Señorita Kanae Kocho la tomó bajo su tutela y en la Finca Mariposa aprendió medicina y farmacéutica.

Akane cumplía su trabajo con eficiencia y discreción. Todos en la Organización la conocían cómo "la niña de la tormenta", y todos (o la gran mayoría, a decir verdad) eran amables con ella. Sabían que esto era lo único que tenía y que daba lo mejor de si para ellos.

El Cuerpo de Cazadores era su familia. Las hermanas Kocho, sus hermanas. La Finca, su hogar.

Akane era todo lo feliz que se podía ser en un mundo acechado por demonios.


Pequeño Glosario.

Fusuma: Puertas correderas interiores. A menudo los fusuma se decoran con dibujos geométricos o pinturas de temas diversos.

Furin: Campanilla de viento hecha de cristal que se cuelga ventanillas de las casas al empezar el verano japonés. Se dice que prevenienen y ahuyentan a los malos espíritus.