Disclaimer. Naruto es propiedad de Masashi K.
Shogun. Rey del japon feudal que tiene bajo su mando a jefes militares conocidos como Daimyo o señores feudales.
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Tal vez un amor de ensueño es suficiente
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–Saquen a todos de sus casas y fórmenlos en una línea.
Hinata, temblando, ayudó a un par de ancianos a llegar a la fila. Nadie del pueblo sabía que estaba pasando solo podían esperar a las siguientes órdenes de aquellos samurai en caballo.
Hinata suplicaba internamente no estar en medio de otro enfrentamiento militar entre clanes.
–Ahora todos escuchen. Desde ahora pertenecen al clan Uchiha. Los llevaremos a los terrenos de nuestro Daimyo, Sasuke-sama.
–¿Qué está diciendo? . ¡No podemos irnos y dejar nuestros hogares!. No nos metemos con nadie, ¿por qué el señor Uchiha nos manda a pertenecer a sus tierras? –cuestionó desesperado un campesino.
–Es repentino, pero allá tendrán nuevos hogares, comida y trabajo. Les daremos una hora para que se lleven lo que puedan de sus pertenencias y las dejen en las carretas que llevan nuestros caballos.
–¡Pero…!
–No hay discusión. Hagan lo que se les pide y no tendremos ningún contratiempo.
Todo el pueblo estaba confundido y asustado. Hinata no pudo hacer más que recoger un par de ropas y ayudar a las familias a guardar sus cosas preciadas.
En el transcurso del camino boscoso, la chica notó como unos se esperanzaron y otros se aterrorizaron cada vez más con las promesas dichas por el samurai llamado Suigetsu. Fueron tres días de caminata larga hasta que al final llegaron a unos campos amplios y frescos para poder formar una nueva vida.
Hinata cumplía enseñando a los niños y niñas en una improvisada escuela, sus estudiantes alababan su gentileza y conocimiento que principalmente se debían a una educación noble que había recibido cuando fue princesa del clan Hyuga.
Aun cuando sus gestos y expresión verbal eran gráciles y cultas, ella nunca hizo sentir menos a los campesinos y comerciantes cuyo lenguaje era más bien un tanto brusco y deliberado.
A pesar de que los nuevos pueblos y clanes casi vacíos a los que se les hacían unirse a los Uchiha, llevaban meses trabajando y conviviendo relativamente sin carencias. Nunca habían visto al tal Sasuke-sama, más que a sus vasallos, aún así para muchos era mejor no hacerlo, porque si bajaba a los terrenos del campo, sólo podía significar algo horrible.
No fue hasta una tarde que de camino a su modesto y solitario hogar que Hinata vio un bullicio alterado y a unos samurai custodiando la casa de los Suzume.
Se acercó lo más rápido posible, preocupada. Después de todo esa familia de tres fueron sus vecinos desde aquel pueblo apartado de todo clan. Apartó a varias personas amontonadas y entonces lo vió.
Su daimyo, conocido por el que nunca ha perdonado una traición, estaba con su arma blanca apuntando al padre de familia arrodillado y suplicando por piedad.
–¡Por favor señor, perdóneme! Tuve miedo de que usted y su mandato fueran un peligro para mi esposa y mi hijo.
–¡Se lo suplico Sasuke-sama! Él es un buen hombre –gritó su mujer.
La oji perla fue la primera testigo de cómo la mirada ónix del hombre destilaba una furia contenida que avisaba a la muerte.
–Te di un nuevo hogar, un trabajo de agricultor y mi protección al volverte parte de mi clan –el señor Suzume inclinó su cabeza de arrepentimiento y de previsión a su inescapable destino–. ¿Y cómo me lo pagas?, enviándole planos específicos de mis tierras al clan vecino. Poniendo en riesgo no sólo mis tierras sino a mi propio clan, mi gente.
–Yo no quise… Yo creí que usted era un tirano abominable. Por favor, perdóneme. –Sasuke se quedó callado, rígido. Nada lo haría cambiar de opinión y el pobre señor Suzume supo lo que menos perdonaba ese hombre–. Lo lamento tanto señor… Por favor, no le haga nada ni a mi esposa ni a mi hijo.
–Yo no mato mujeres, mucho menos niños –volteó hacia sus vasallos–. Metanlos en su casa.
–¡No, espere! ¡¡Tenga piedad de mi esposo, por favor!!
–¡Padre!
–¡¡Por favor!!
Ninguno de los presentes se atrevía a decir nada al respecto. Sólo admiraban paralizados el destino de aquel desdichado.
Las lágrimas de Hinata estaban a punto de salir, su corazón dejó de palpitar en cuanto vio al alto y fornido hombre alzar su espada.
Ella nunca se consideró valiente en algún aspecto de su vida, a pesar de sus fuertes ideales sobre el amor y la compasión, sólo los había defendido con palabras y no con hechos.
Le aterraba por sobre todo la figura sanguinaria e inflexible de Sasuke Uchiha que había puesto en su mente a partir de cuchicheos de los aldeanos y anécdotas de sus hombres más fieles.
Aún cuando uno de sus seres queridos como lo era el señor Suzume estaba por morir, su garganta se negó a soltar palabra alguna contra el hombre que representaba todo lo contrario al amor y compasión de su corazón idealista.
–¿Últimas palabras? –preguntó imperturbable.
–Cuide a mi familia, por favor Sasuke-sama.
El hombre entrecerró la mirada.
–Así lo haré –porque era un hombre justo por sobre todo, la mujer y el niño merecían una buena vida a pesar de las acciones del hombre.
Cuando bajó su espada para atravesar su corazón, una pequeña fémina se interpuso manchando todo de sangre con sus manos blancas como la nieve.
Sasuke abrió sus párpados a más no poder, por primera vez desde hace muchos años, impactado por el inexplicable acto de la mujer que terminó por herirse a sí misma.
Todo por un traidor.
–¿Qué…?
–Po-Por favor. Perdone su vida. –Sus delicadas manos aún sostenían el filo de la katana, que por la impresión el daimyo no pensó en quitar.
–¿Por qué? –retiró la espada lentamente, sin buscar hacerle más daño a esa osada, o más bien tonta mujer.
–To-Todos merecemos una segunda oportu-...
–¿Por qué lo hiciste? –aclaró.
–Porque y-yo –su vista se nubló, su cabeza dio vueltas y su conciencia se rindió.
El Uchiha la sostuvo en brazos, notó el motivo de su desvanecimiento en la sangre que escurría por sus manos y su vestimenta sucia por la tierra húmeda. Gruñó por tan imprevisto e innecesario acontecimiento.
Hinata despertó en un enorme futón, totalmente confundida y con las manos vendadas. Una señora entró a la habitación a revisar que estuviera en condiciones para levantarse y darse un baño.
–Sasuke-sama quiere verla en tanto esté lista.
–¿Sasuke-sama? –susurró para sí, luego agregó–, di-disculpe, ¿cuánto tiempo llevo aquí?
–Un día y medio, Hinata-san.
Por eso moría de hambre.
En el despacho del Daimyo, tocó la madera para anunciar su llegada. En cuanto escuchó una afirmación, abrió la puerta de papel, entró y observó de espaldas la alta figura de su señor feudal.
–¿Cómo está tu herida?
Ella se intimidó un poco por la autoridad que proyectaban hasta sus palabras. Seguía sentada frente suyo.
–B-Bien, señor.
Por fin volteó a verla detenidamente.
–Fue una estupidez lo que hiciste. Proteger a un imbécil.
Entonces las alarmas en su cabeza hicieron que se levantara asustada e indignada.
–¿Lo mató?
–¿Y qué si lo hice? –se acercó a ella a pasos firmes, mirándola desde arriba–. ¿Qué harás al respecto?
–¡Usted n-no tenía derecho! ¡Es cruel! –Sus ojos se le cristalizaron de furia. Al final nada de lo que ella hizo pudo evitar la muerte de su vecino que, a pesar de traidor, siempre había actuado cariñosamente con ella–. ¿Qu-Quién se cree usted?
De forma increíble, Sasuke admiró su peculiar fiereza, aún cuando destellara sin quererlo cierta ternura y subestimación. Sus cabellos pegados a su rostro, sus ventanas lunares brillaban como fuegos artificiales, sus labios rojos y fruncidos hicieron que su mirada se detuviera un segundo en ellos. Finalmente alzó sus ojos y dijo:
–Soy Sasuke Uchiha –la mujer tragó saliva–, y el hombre por el que diste tu vida está bien. Le perdoné, ésta vez.
Vio como las mejillas de ella se sonrojaron y apareció en su boca una sonrisa.
–¡¿De verdad, Sasuke-sama?! –él asintió y ella lloró–. Ah, q-que alivio.
Confundido e incómodo, el azabache no se movió a pesar de tener allí vulnerable a la chica que hace unos momentos le reclamaba sin importarle por un momento a quién se dirigía.
¿Qué clase de mujer es esta?, pensó.
–Debo i-irme –se quitó las lágrimas con las vendas de sus manos y habló en cuanto se percató de la escena que le había montado a su señor–, gracias por procurar mis heridas y por perdonar al señor Suzume.
Hizo una inclinación y dio media vuelta.
Sasuke la dejó ir, claro que eso no impidió verla en su mente durante toda la noche. Recordó su actitud, la volatilidad de sus emociones y la determinación hacia sus valores.
A la mañana siguiente fue a la zona en donde vivía la muchacha ante las miradas asustadas de los campesinos. La encontró hablando con un par de samurai a quienes, por lo que alcanzó a escuchar y a ver, parecía llamarles la atención por haber tratado bruscamente a uno de sus estudiantes. Los hombres estaban realmente avergonzados y esperaban callados a que ella terminara su discurso, que aún con aires maternales, expresó siempre molestia.
Cuando terminó su riña, tomó al niño de la mano para adentrarse a una modesta edificación de madera; la escuela.
Se permitió observarla durante sus enseñanzas. Había poesía, matemáticas, sentimientos, valores. Hablaba del amor como la solución de las guerras, para curar el odio, para vivir y alcanzar la verdadera felicidad. Hablaba de historias fantásticas en las que el amor era dueño de todo.
El amor.
–Reverenda tontería –le dijo en cuanto acabaron las lecciones y los niños se fueron.
Ella se sorprendió de su presencia, sin embargo no se amedrentó.
–¿Qué?.
–El amor lo puede todo.
–E-Es verdad.
–No lo es. Lo único que lo puede todo es el poder. El poder hace el orden, el progreso, la paz. –Ella entrecerró la mirada, intentando entenderlo–. El poder de mi nombre, de mis acciones, hacen posible que mis tierras sean seguras, que la gente crezca sin hambre y sin carencias. Por eso, cualquiera que pase sobre mí, sobre el prestigio que tienen mis hombres y mis tierras, significaría el fin del bienestar de mi pueblo. Y yo haré lo posible para que no suceda.
Hinata asintió cuidadosa.
–Es cierto. Todo l-lo que usted dice es cierto. Y… De alguna manera agradezco que, que mi señor se preocupe tanto por su gente. De hecho, me alegra bastante. –Sonrió cohibida. Él la miró intenso–. Pero… El poder aunque mantenga la paz también acerca la guerra tarde o temprano. Y aunque sé que es intrínseco del ser humano, la naturaleza del poder puede mermar un poco con el amor. El amor es… Puede cambiar la perspectiva de las cosas y puede cambiar las condiciones. El amor puede llevar la felicidad a una trágica historia, puede llevar al arrepentimiento de la persona que hizo cosas malas, puede hacerte empatizar con alguien ajeno a ti.
Él percibió el brillo en su mirada, las palabras que salían fluidamente, sin tartamudeo alguno. Sus creencias tan cursis, imposibles y sin lógica material, por alguna razón le acariciaron el corazón.
–El amor –prosiguió la mujer– es lo que sostiene a una verdadera paz, un verdadero bienestar, progreso e igualdad. Por eso, a veces dar una segunda oportunidad es un acto de amor, de rebeldía contra un mundo lleno de odio. Por eso, el verdadero poder está en el amor.
Fijamente permanecieron contra sus ojos en un silencio reflexivo que fue roto por la misma muchacha que justo ahora se encontró increíblemente avergonzada.
–Y-Yo… Apenas m-me percaté que no pidió mi opinión. Y yo estaba hablando sobre lo que sentía y… Di-Disculpe, Sasuke-sama.
Cabizbaja, subió su rostro hasta toparse con el de él que sonreía de lado.
–Ya veo por qué aún no tienes marido.
–¿Cómo dijo? –y antes de soltar indignada que su personalidad no tenía que ajustarse a los deseos de un hombre, él la tomó del hombro.
–Demuestramelo –las perlas de la mujer se agrandaron–. Demuestra que el amor puede mantener al feudo a salvo. Demuéstrame que estoy equivocado, que lo dudo francamente –la tomó de la barbilla y la acercó a él–. Demuéstrame quién eres, Hinata.
Aunque ella moría de ganas por preguntar cómo supo su nombre, pero finalmente le retó:
–Obsérveme.
–¡Y esa fue su historia!.
Naruto lo miró como si estuviera loco.
–¿Tú cómo sabes?, ¿en serio te piensas que voy a creer que estuviste cada momento a lado de Hinata-chan y Sasuke-Teme sin que ellos se percataran?
–En realidad, fue así como pasó –sonrió zorrundo Suigetsu–, claro que los detalles de Hinata-sama antes de que la conociera ella misma me los contó.
–Ajá.
–Y ya no recuerdo muchas cosas, es decir, eso fue hace… ¿cinco o tres años?. Demonios, tengo una memoria de pez.
–Ajá.
Entonces Suigetsu se enfadó.
–No te creas que porque ahora seas su nuevo mejor amigo y guardaespaldas sabes todo de ella.
–Yo nunca dije eso-ttebayo.
–Claro. Lo dices con tu cara de mierda.
–Tú eres pura mierda.
Un carraspeo los hizo voltearse. Enrojecieron al saber escuchadas sus palabrotas delante de la señora del clan Uchiha.
–Este… Debo ir al área médica. Escuché que varios salieron heridos después de luchar contra un batallón del señor Senju –la seguían mirando–, p-por si gustas acompañarme, Naruto-kun.
–Debe acompañarte. Es el único deber de éste inútil.
–¡Cállate, quieres!. Ya lo sé.
Ella rió con suavidad.
–Entonces vamos.
Se dirigió a la salida con una grácil calma y él no tuvo más que seguirla.
Atravesaron los grandes muros del palacio, luego los grandes cultivos de arroz, mientras que cada tanto se detenían por las atenciones y demandas de los agricultores y artesanos que buscaban hablar con ella. Entre sonrisas y buenos deseos, o enfados y preocupaciones que querían ser escuchados:
–Por supuesto, veré que pronto arreglen el pozo lo antes posible –contestó Hinata.
–L-Le agradezco por las hierbas medicinales, es muy amable –una...
–Lo siento, aún no han habido noticias de la reparación del templo del sur. Han habido tantas cosas que atender que ha sido lo menos prioritario. Sobre todo con los demás feudos que han estado movilizándose últimamente –y otra.
–N-No, aún no habrá b-bebé pronto. Gracias por su preocupación –y otra vez.
Parecía más cansada mientras más personas se acercaban. Hubo un momento en que Naruto decidió ponerle fin y ahuyentó a todo quien quisiera hablar con ella argumentando que tenía prisa.
–Eres demasiado buena.
–No lo soy.
–Claro que sí, no te preocupes, para eso estoy yo, dattebayo.
El rubio se quedó absorto por su sonrisa.
–Gracias, Naruto-kun. Debo confesarte que a veces extraño vivir ocupándome sólo de mis asuntos. Estar al pendiente de los demás, aunque satisfactorio, es muy agotador. Sobre todo si son otros adultos.
El Uzumaki carcajeó al verla hacer un puchero, cual niña.
–Deberías darte un descanso.
–No puedo. No ahora que hay tanta incertidumbre. Sasuke-sama dijo que hay rumores de guerra.
–Siempre he dicho que si la comida no está en la panza, entonces no está servida.
Hinata frunció el ceño.
–¿Qué?
Naruto se rascó la mejilla.
–Que los rumores son rumores. No hay que preocuparnos por algo que no existe por ahora.
A ella se le sonrojaron las mejillas.
–Eso es muy sabio –miró al cielo–. ¿Alguna vez te has imaginado si las guerras en vez de armas que cortan el cuerpo sean unas que corten el alma? Cómo que los samurai regalen flores a sus adversarios, o que los Daimyo declaren la guerra con canciones y poemas.
Abrió más sus zafiros.
–¡Eso sería increíble! Nunca lo había pensado antes. ¿Y sabes qué lo complementaría perfecto?. En lugar de sangre y sesos derramados de los vencidos, jugo de durazno para que la derrota al menos sepa dulce.
Ambos se echaron a reír hasta que sus ojos lagrimearon.
–Eso sería genial, Naruto-kun –entonces sonrió tímidamente–, disfruto estar contigo. Es como… Si alguien pensara como yo, pero juntos es mejor. –Él también sonrió con ternura que se tornó seria cuando ella exclamó con cierta tristeza lo siguiente–: Sasuke-sama dice que pensar en lo que puede ser y no en lo que es, sólo me hará más daño. Se enfada cuando me ve llorar. Por eso no entiende por qué hablo de estas cosas.
El hombre frunció las cejas y apretó sus manos. Finalmente mostró sus dientes en cuanto tomó sus manos.
–Hinata, mientras esté contigo podrás hablar de todo lo que te venga en gana.
La muchacha roja como su vestimenta asintió con el corazón palpitar de felicidad.
–Gracias. Eres un gran amigo.
Siguieron de camino a la zona médica, mientras lo hacían Naruto no paró de pensar en los sentimientos que ella le despertaba y que a diario buscaba encerrar en una diminuta e inaccesible caja. Quería olvidar, olvidar los sueños en los que se imaginó a ella como su esposa, olvidar las ilusiones que él mismo alimentó unilateralmente.
Quería olvidar que cada vez que ella lo tocaba él se estremecía. Quería olvidar la envidia que sentía cada vez que la gente le preguntaba por su señor y su futura descendencia. Quería olvidar la ira que le corrió en la sangre cuando supo que Sasuke la hacía sentirse mal consigo misma.
Con sus preciosos ideales, con sus maravillosas ocurrencias, con su amor.
–¿Por qué te casaste con Sasuke?.
Lo pensó y salió de su boca sin quererlo.
Los labios de ella formaron una perfecta "o", sus dedos índice se juntaron e intentó seguir caminando con normalidad.
–P-Porque… –Tragó saliva y fijó sus perlas en él–, lo amo.
Y oírla decir eso no pudo dolerle más a Naruto.
–Uhm.
–T-Tal vez no lo parezca ahora por cómo hablé antes. Pero de verdad lo amo. –No sigas por favor, pensó Naruto– sólo que últimamente hemos tenido… Problemas.
Eso hizo detener al rubio.
–¿Qué clase de problemas?
–Entendernos, creo. Di-Digo, hasta hace poco nuestras diferencias parecían complementarnos –amarró su pelo en una trenza cuando divisó su destino, en cuanto llegaran debía ponerse a trabajar–. Ahora parece que queremos ganar la razón.
–¿La razón, de qué?
Su corazón se torturó cuando la vio morderse los labios.
Llegaron y lo primero que se toparon fue a una mujer con vendas rojas en lo que le quedaba de su brazo. Hinata destapó su contenedor de agua e hizo que la paciente lo bebiera.
–De esto.
Naruto se quedó ensimismado con las muecas adoloridas de la mujer moribunda que parecía resistirse al desmayo. Tanto estuvo ahí que no supo cómo, al levantar su mirada, se encontró en la sala del consejo feudal dentro del palacio. Los consejeros discutían fuertemente, Sasuke permanecía imperturbable hasta que usó su espada para golpear con la punta a la madera bajo sus pies, lo que provocó que los hombres callaran.
–¿Qué tierras feudales nos han atacado?
–Senjugakure, Amegakure, Kusagakure y con sospechas de Takigakure.
–¿El primer ataque?.
–Fue hace seis meses, en la frontera norte, por parte de Amegakure.
Sasuke derribó tres figuras de madera sobre el pergamino que contenía gráficos del reino. Un mapa que hacía lucir aún más inteligente al hombre que encabezaba la mesa de baja altura. Naruto empezaba a creer que las respuestas a esas preguntas él ya las sabía, y que sólo quería poner aprueba a todos los presentes.
–¿Por qué las cuatro nos atacan si todos servimos a Hiruzen?.
–Envidia, ¿señor? –implicó uno.
–¿De qué?.
–De nuestro poder, recursos.
–Tienen los ejércitos más pequeños del reino, saben que los venceríamos fácilmente. ¿Por qué arriesgarse tanto?.
–Aliarse entre ellos les daría más oportunidad de ganar.
–Esos clanes desde hace décadas que tienen conflictos entre ellas. Sobre todo por los ríos, buscaban expropiarlos desde hace años. ¿Por qué unirse ahora que ellos no se aliaron ni siquiera contra el ejército de A?. ¿Por qué ahora quieren pelear cuando mi feudo es el más fuerte no sólo del reino de Hiruzen, sino de todos los reinos?
–Para llegar a la cima todo se vale. Incluso amistarse con alguien que has odiado por décadas –contestó firmemente el más anciano.
–¿Cuál fue la respuesta de Hiruzen ante nuestras advertencias sobre los actos de Amegakure, Senjugakure y Kusagakure?
–Envió un pergamino que decía que no podía hacer nada ante conflictos entre feudos, a menos que afectara directamente la estabilidad del reino.
–Bien –el silencio los envolvió al esperar las siguientes palabras del señor, que parecieron darse después de una eternidad–. Es obvio que el Shogun está detrás de los ataques.
Los consejeros comenzaron a murmurar.
–¡¿Hiruzen-sama?!
–¡¿Por qué lo haría!?
–¡La maldición de los Uchiha, está comenzando de nuevo!.
–¡Deshonor al Shogun!, ¡después de tanto que el clan Uchiha le ha dado ganando sus guerras contra los demás reinos!.
Naruto salió de su sorpresa cuando escuchó nuevamente el estridente sonido de la cobertura de la katana contra el suelo.
–Es obvio que el poder que ha adquirido esta tierra le asusta al viejo hombre. Cree que tengo la fuerza numérica suficiente para destronarlo como Shogun –Sasuke se levantó de su sitio, y se dirigió a la salida del enorme salón–, aunque la manera de hacerlo fue tan estúpida como él. Prepararé a los batallones, los tendremos listos para cuando el momento llegue: tarde o temprano.
Cuando cerró la puerta, los cuchicheos volvieron a oírse. Naruto se levantó, corrió hasta atravesar la puerta y llegar a lado del moreno.
–¿Una guerra?, ¿de verdad lo consideras?
–Nos seguirán atacando si no hacemos algo.
–¿Y por qué no hablas con el Shogun en lugar de ir de una vez por todas a la sangre?.
–Si llegar a un acuerdo fuera la solución, Hiruzen no hubiera creído que lo más oportuno era precisamente llegar a la sangre de mi pueblo.
–¡¿Y sacrificarías a tu pueblo para salvar a tu pueblo?! –su voz hizo eco en el pasillo, por lo que carraspeó y dijo bajo–, creí que eras un Daimyo diferente.
–Pues yo creí que no eras tan tonto como para creer que éstas cosas se disuleven regalando bonitos discursos. Por Kami-sama Naruto, ¡eres un guerrero!, y toda tu vida lo has sido.
–¡Lo sé, y por eso no quiero llegar a una guerra! –lo tomó de su de la prenda, acercandolo a él y a sus palabras–. No ahora que por fin encontré mi hogar, Sasuke. No quiero perderlo.
El ojinegro lo miró perplejo, por primera vez, desde el comienzo de la discusión, directo a sus iris azules.
–¿Crees que yo quiero perderlo?. Hago esto para mantener a salvo al feudo –suspiró con enfado, quitando sus manos de encima, para luego continuar–. El poder lo es todo. Si le demostramos nuestra fuerza a Hiruzen y a los demás feudos, dejarán de atacarnos.
–¿Y para qué mandaste a entrenar a tus vasallos?. Es solo demostrar fuerza ¿no?, eso se puede hacer sin pelear.
–Es mejor prepararlos para lo peor.
–Ah –se quedó sin palabras.
No sabía cómo definir el sentimiento que ahora lo embargaba. Azul oscuro, gris, amargura, incredulidad. Como si al esperar una cena de fideos le entregaran un tazón lleno de verduras, como si construyera una casa en el cielo para que luego la lluvia hiciera desaparecer la nube sobre la que estaba.
Eso era.
Decepción.
Decepción de que su nueva vida siguiera el mismo círculo vicioso que las anteriores. Decepción de haberse creído en un nuevo hogar estable, en haber creído que Sasuke había cambiado a no buscar excusas de volver a llenarse la cara de manchas de muerte.
–¿Y Hinata?.
El hombre se tensó.
–¿Qué sucede con ella?
–Pensé que las decisiones importantes las tomaban ambos. Que eran un equipo. ¿O es que en eso eres igual a los demás? Verla sólo como…
–Las decisiones fácticas me conciernen sólo a mi –refutó con una voz tan profunda que por poco Naruto tuvo la necesidad de sacar la katana de su cintura–. No hagas conclusiones estúpidas.
Y aunque el rubio se sintió un poco culpable, no pudo detener la expresión de su pensamiento, claro que ésta vez lo hizo con más cautela.
–Hinata no estaría de acuerdo.
–Tendrá que estarlo, no hay otra opción.
Sasuke dejó a Naruto en el pasillo, recorrió los grandes jardines del palacio Uchiha hasta encontrarla a ella recostada al lado de un riachuelo, con los ojos cerrados "mirando" al cielo que cada vez se hacía más oscuro. Llegó y se sentó a su lado. Observó sus ojeras, su cabello alborotado y sus ropas de seda arrugadas.
–¿Sa-Sasuke? –soltó en cuanto sus párpados se abrieron.
–Sí.
–Debí quedarme dormida.
–Has hecho muchas cosas en dos semanas. Es normal que estés cansada.
–Eso creo.
Hinata se incorporó. Colocó sus pies desnudos sobre la cavidad de agua. Sasuke la admiró desde su lugar, y fue cuando vislumbró detrás de la espalda de ella dos dientes de león aún con sus semillas colgando. Arrancó uno y lo puso frente al rostro de la mujer.
–Sopla.
Y ella, mirándolo con el corazón en mano porque amó el hecho de que la conociera tanto, lo hizo.
Las semillas volaron por el viento, algunas cayeron en el agua, otras en el pasto, y una que otra permaneció en el cielo.
Hinata había pedido un único deseo. Y lo guardó para sí con la esperanza de que se hiciera realidad en algún futuro cercano.
–Es tan tranquilo aquí.
–Lo es –la tomó de su mano y entrelazó sus dedos contra la tierra–. Todo contigo se siente tranquilo.
Hinata sin quererlo, comenzó a llorar.
–¿Qué te sucede?, ¿por qué lloras? –cuestionó desesperado.
–Sólo… Te extrañaba, Sasuke.
El hombre la miró irritado por la magnitud de sus emociones, por no poder comprender cómo ayudarla.
–Yo también te extrañé. Pero ya detente. No quiero verte así, Hinata –la abrazó contra él–. Sé que… Estos días no han sido los mejores.
–Hemos peleado tanto.
–Sí.
–Ya no quiero pelear.
–Sí.
–Quiero estar contigo.
Comenzó a acariciarle el antebrazo, suave como su piel.
–Y yo contigo.
No pudo decirle que prácticamente había declarado la guerra contra el Shogun. No pudo decirle que no podía detenerla, ni siquiera por ella y por sus principios bondadosos. No pudo decirle que no había otra forma, porque no pretendía cambiar su determinación de proteger a su gente como sólo él sabía hacerlo. Porque sabía que en el momento en que se lo dijera, Hinata se alejaría nuevamente de él.
Esperaría un par de días. O una semana. O hasta iniciar la batalla para decírselo.
Porque necesitaba su calidez y no su frialdad, porque la necesitaba más que nunca a su lado en esos momentos desencadenantes de una tormenta que no podía controlar.
Suspiró inaudible. Observando los últimos rayos del sol con la señora que había le había robado una parte de su alma sedienta de poder y, muy en el fondo, de amor.
Oscureció por completo y Naruto vió las dos figuras rodeadas de luciérnagas alejarse en el horizonte. Se estremecía al recordar cómo sus cuerpos buscaban unirse a toda costa. Tan íntimos. Tan casados. Tan amados.
Y por alguna razón, una sonrisa irregular se asomó por su rostro.
Está bien, está bien. Se dijo.
–Tal vez… Un amor de ensueño es suficiente.
Estaba bien si la amaba en secreto. Si la imaginaba enamorada de él y lo dejaba ser su esposo. Estaba bien que sus hijos vivieran sólo en su cabeza. Si en su mente vivían pacíficamente hasta ser viejos amargados.
Estaba bien.
Era suficiente.
Aún así, no supo por qué una lágrima cayó solitaria hasta empapar un diente de león de entre sus pies.
...
...
..
.
n/a: No sabía si continuar escribiendo la historia. Porque no creía tener el animo de acabarla. además, consideré que el primer capítulo sería un buen principio y fin.
Entonces estoy aquí. Queriendo dar más sin saber como va a terminar la historia. Pero sí busco terminarla. Ésta y todas las historias que empecé.
Años tarde, aún así, agradezco si se encuentran leyendo todavía esto.
Hasta el siguiente capítulo.
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Criisi. Que bueno que te gustó.
holinaruhina. Será naruhina y sasuhina. Tengo un par de finales pensados. No sé cual elegiré. ¿Te gustará o lo detestarás?. No tengo idea.
Azkipi. Buena deducción ;).
Usagi naruhina. Lo sé jeje.
Flackt. :).
FranTargayen. Sin duda Hinata es una perfecta dama japonesa medieval.
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A ver que pasa...
6/12/23
