Bonus 2
Luego de que Akane le explicó que hay un tiempo prudencial para comunicar la noticia, porque muchos embarazos terminan abruptamente antes de los 3 meses, Genya pareció calmarse.
Pero esas cuatro semanas que lo separaron de la noche en que supo que iba a ser padre hasta la noche en que finalmente pudo exteriorizarlo, fueron particularmente difíciles. Más que nada porque tenía miedo de que algo le suceda a su pequeñísimo y diminuto hijo.
No permitió que Akane haga nada que implique algo de fuerza, ni que camine mucho, y tampoco le hizo mucha gracia que haya decidido continuar con la totalidad de las horas de trabajo en el hospital. Lo cierto es que no sabía muy bien cómo cuidar algo tan pequeño, y aunque entendía que era el cuerpo de Akane el que realizaba todo el trabajo, sentía la necesidad de protegerla y si hubiera sido por él, la hubiese confinado al futon.
Pero Akane era inquieta por naturaleza y cuando él no estaba aprovechaba para realizar las tareas de la casa en tranquilidad. Ella entendía que él lo hacía por precaución, pero Akane simplemente no podía quedarse en un lugar. Además, aunque él ponía toda su voluntad haciendo los quehaceres domésticos, ella últimamente estaba más "detallista" que nunca.
Por lo decir insoportable.
La noche del cumpleaños de Sanemi, Akane de estaba vistiendo, y Genya la observó con detenimiento. Su cuerpo estaba cambiando y eso le pareció fascinante. Desde debajo del ombligo se asomaba una barriga pequeña, que claramente distaba mucho del abdomen que Akane comúnmente tenía. Las caderas parecían más redondas y los pechos habían aumentado levemente su tamaño. Le pareció una obra de arte cuando se soltó el cabello y le cayó delicadamente sobre los hombros, y sintió que se derretía cuando ella volteó a verlo y le sonrió, sus ojos verdes tenían desde hace un tiempo un brillo especial. Quiso decirle algo, pero no supo qué. A veces las palabras correctas eran difíciles de hallar.
Cuando cruzaron a la casa de su hermano, Genya estaba algo ansioso. Llevaba en su mano una canasta pequeña llena de ohagi que había hecho Akane, envuelta en un papel rojo y una botella de buen vino para regalar.
- Estás nervioso, verdad?-
Él asintió pero sonrió. Miró a Akane y le dijo.
- Esto es algo que jamás pensé que iba a hacer en mí vida.-
Ella estrechó su mano y le besó la mejilla.
A veces ese hombre lleno de cicatrices y de mirada dura, le derretía el alma con las palabras más simples.
Sanemi los recibió y los hizo entrar rápidamente, el frío de la noche les había coloreado la punta de la nariz de rojo y eso que solamente habían estado afuera un instante.
- Lo mejor de este frío es que nadie viene a joder. Sólo ustedes porque viven enfrente.-
Bromeó, frotándose las manos para calentarlas.- Sin ofender.
-Yo también me alegro de verte, Sanemi.- Sonrió Akane levantando una ceja. Se quitó el abrigo, el calzado y siguió a los hombres al interior.
- ¿Dónde te habías metido? Hace varios días que no te veo- le pregunto Sanemi a Akane, a medida que se sentaban en el comedor, alrededor de la mesita baja, y se cubrían con la manta pesada y cálida.
- Hay mucho trabajo en el Hospital y cuando no trabajo, duermo. Estoy agotada últimamente.- explicó Akane, acomodándose.
Sanemi no dijo nada, colocó el regalo sobre la pequeña mesa del comedor y olisqueo el aire.
-Ah ¿hiciste Ohagi para mí? Que tierna, eres la mejor cuñada que tengo.- sonrió él, y se apresuró a desenvolver el obsequio.
- Hasta dónde sé soy la única.- Dijo Akane.
- Gracias a Dios, no podría manejar dos de ustedes.- contestó Sanemi, mientras sus manos deshacían el papel del envoltorio.
Y sobre los dulces, había una tarjeta. Sanemi la tomó con la mano y leyó la dedicatoria, para si.
"Que los dulces sean de tu agrado. Que este año seas feliz. Te deseamos Genya, Akane y Semillita."
Sanemi releyó, ella pudo ver cómo frunció el ceño repasando las palabras, intentando descifrar si era correcto lo que entendía, gesto que le arrancó a Akane una sonrisa muy grande.
Y luego alzó la vista, buscó a su hermano.
- Si es un chiste…-le dijo, cauteloso, señalandolo con la tarjeta, y una mano apoyada en la mesa.
- No lo es.- le dijo Genya, y en su rostro se dibujó la sonrisa más amplia y brillante que Sanemi le había visto jamás.
El hermano mayor sintió un nudo en la garganta. Cómo si algo se estuviera desesperado dentro de él para salir. Y quiso gritar y reír como un desquiciado porque hace años no estaba tan feliz.
En cambio, en lugar de eso se cubrió el rostro un momento, e intentando recobrar la compostura, respiró profundo.
Pero lo que burbujeaba en su interior era demasiado fuerte, así que se levantó de un salto y prácticamente se arrojó sobre su hermano, riendo.
-¡Felicitaciones hermanito! -le dijo entre risas, revolviendole el cabello de una forma que Akane pensó que hasta se veía dolorosa.- ¡¡Eres todo un hombre ya, que orgulloso estoy de ti!.-
Genya reía, lloraba y trataba de respirar bajo el peso de su hermano, agradeciendo sus palabras. Lo abrazó, casi como un niño, y ambos se quedaron en silencio…un sollozó cortó el aire, pequeño, casi como un fantasma que pasó fugaz. Akane no supo de quién salió…ambos hermanos estaban enredados uno con el otro, ambos rostros ocultos.
Entonces se reincorporaron y Sanemi miró a Akane.
Tomó su mano con una suavidad que Akane no pensó que Sanemi podría tener, y le depositó un beso, cerca de los nudillos.
-Felicitaciones, Akane.- le dijo, y ella vio el brillo enrojecido de los ojos emocionados.- Gracias por darme el mejor regalo este año.-
Akane se cubrió la boca con la mano libre y lloró.
Era la primera vez en…bueno, prácticamente desde que se conocieron que la llamaba por su nombre. Siempre le decía niña, pequeña, mini Kocho.
Y ese gesto, simple e insignificante para otro, caló profundo en Akane, así que, sensible como estaba, se arrojó sobre él, y lo abrazó llorando.
