EP 1: La Propuesta del Demonio
El Palacio Dorado se erguía orgulloso como la edificación más imponente en todo el Olimpo. En este lugar moraban los principales dioses mayores de cada religión, y algún otro dios que se hubiera ganado el respeto y el derecho a conseguir una habitación en este esplendido lugar.
Desde los origines del tiempo, ningún ser había ganado el privilegio de morar en este palacio, salvo Brunhilde; a la cual se le otorgó la llave de la creación, una llave de platino que le daba el derecho a reclamar una habitación en el Palacio Dorado junto a los dioses mayores.
La Valquiria se había granjeado el respeto de los dioses tras el resultado del Ragnarok. Habían pasado cien años desde que la humanidad peleó por el derecho a seguir existiendo, y a pesar del resultado, los dioses decidieron perdonar a la raza humana y les permitieron continuar con vida. No obstante, Brunhilde cayó en un profundo estado de depresión y desesperación, puesto que había perdido a más de la mitad de sus hermanas. Y esto fue la razón principal para que la Valquiria se auto recluyera en la habitación del Palacio Dorado, para nunca más volver a salir de ahí.
Brunhilde se encontraba postrada en su cama, oculta en la asfixiante oscuridad que reinaba en la habitación. La Valquiria tenía una tez completamente pálida debido a la ausencia de luz solar. Su cabellera había crecido de manera desmedida hasta la altura de sus tobillos, y múltiples mechones de cabello, ocultaban casi a la totalidad su hermoso, pero demacrado rostro. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de su apariencia, eran sus ojos, los cuales estaban inyectados de sangre debido al incesante brote de lágrimas silenciosas. Ella no gemía ni emitía ningún tipo de sonido, tan solo emitía cascadas de lágrimas sin parar.
La Valquiria había logrado su cometido de salvaguardar a la especie humana, pero el costo que había pagado era excesivamente alto. Y para colmo de males, la humanidad había desperdiciado la oportunidad de los dioses y se entregaron al desenfreno y la destrucción total entre ellos. En otras palabras, el sacrificio de Brunhilde había sido en vano y eso la carcomía el alma y su conciencia.
Mientras daba una vuelta en su cama (por quincuagésima vez en el día), un olor putrefacto a azufre inundó la habitación oscura de Brunhilde, lo que provocó que la valquiria se levantara de la cama (por primera vez en cientos de días) y encendiera la lámpara de su habitación. En cuanto la luz emitió su brilló por la estancia, Brunhilde soltó un pequeño alarido producto del dolor en sus ojos, pues estos, no habían recibido iluminación en décadas, lo que hizo que la chica cayera al suelo cubriendo sus cuencas oculares con sus manos.
—Vaya que si estas hecha un desastre. No queda ni un rastro de la mujer hermosa que me cautivó—exclamó una voz masculina que hizo que Brunhilde tuviera un recorrido de escalofríos en todo su cuerpo.
—¿Q…Quién eres? —preguntó la Valquiria con dificultad mientras intentaba abrir sus dañados ojos con desesperación.
—Esa pregunta me duele querida mía ¿acaso ya te olvidaste de la voz de tu más grande pretendiente? —respondió el hombre con tranquilidad.
Ante aquella pregunta, Brunhilde se incorporó de inmediato, y abriendo sus ojos rojos a pesar de su dolor, apretó sus dientes en señal de furia y gritó:
—¡SAL DE MI HABITACIÓN, MEFISTÓFELES!
El hombre se infló su pecho de orgullo tras escuchar su nombre.
—Tan dulce y cariñosa como siempre, mi dulce Brunhilde. —respondió el demonio con una profunda reverencia.
No obstante, La valquiria tanteo el respaldar de una espléndida silla dorada hasta alcanzar una fina y delgada espada de mango plateado, para empuñarla ofensivamente contra el demonio.
—Vamos cariño, no debes comportarte así, soy yo, tu querido "Mef"—replicó el demonio mientras esquivaba sin problemas los estoques de la chica.
—¡Largate de aquí! ¡dejame en paz! ¡no tengo nada de qué hablar contigo! —dijo la valquiria mientras lanzaba ataques ciegos hacia el demonio, pero este, simplemente la miraba con diversión.
—¿Estas completamente segura que no tienes nada que decirme? —replicó Mefistófeles—¿Ni siquiera me darás las condolencias por lo que le paso a mi "hermanito"?
En ese instante, Brunhilde se paralizo por completo y bajo su espada de inmediato, sintiendo un malestar en el corazón producto de un leve remordimiento por lo sucedido a Belcebú en el torneo del Ragnarok pasado.
—Yo…lo s…siento…
Entonces, Mefistófeles soltó una sonora carcajada impregnada de burla y malicia.
—¡Vaya que si eres ingenua! ¡¿de verdad crees que me importa lo que le paso a ese patético perdedor?! ¡Fue culpa de él por haber subestimado a ese humano maniático!
Brunhilde frunció su ceño y atizó al demonio con la mirada.
—Tienes razón, no sé en qué pensaba al disculparme con alguien que tiene el corazón podrido.
—Oh para ya, no me halagues tanto que me enamorare mas de ti—dijo el demonio mientras fingía un gesto de bochorno.
Brunhilde se rascó sus ojos con ambas manos, y examinó al demonio. Mefistófeles era alto y delgado. Llevaba un elegante traje de gala de estilo victoriano de un penetrante color negro, como si la oscuridad misma lo vistiera. Su rostro de piel pálida y mandíbula puntiaguda le dotaba de mas distinción. Sus ojos de pupilas reptilianas blancas con un fondo de esclerótica negra hacían que su apariencia fuera brutalmente siniestra. Y sus cuernos rojizos de cabra sobresalían orgullosos sobre la melena azabache que caía como cascada sobre la espala del demonio. La valquiria, en otros tiempos, había admitido que este príncipe del infierno era bastante atractivo.
—¿Qué es lo quieres? —espetó Brunhilde con acritud—supongo que no has esperado un siglo para reclamarme sobre lo de tu hermano.
—Claro que no, querida mía. —respondió Mefistófeles con una reverencia—He venido a revivir algo que se murió dentro de ti desde hace más de un siglo.
La valquiria arqueó una ceja en señal de incertidumbre.
—Y exactamente, según tu ¿Qué fue lo que se me murió?
—La esperanza.
—¿Esperanza sobre qué? —refutó irritada la chica
—De ver a tus hermanas de nuevo, claro está. —respondió el demonio con una tranquila y amplia sonrisa. Pero ese comentario, había hecho que la ira acumulada durante siglos de luto se condensara en la mano derecha de Brunhilde provocando que asestara un letal y limpio corte con su espada, decapitando al demonio en el acto.
Pasaron unos segundos antes de que la Valquiria reaccionara ante lo que había hecho.
—Yo…Y..Yo…
—Esa reacción no la vi venir—admitió la cabeza cercenada de Mefistófeles mientras soltaba una sonora carcajada. Acto seguido, se transformó en decenas de grotescos insectos ponzoñosos que recorrieron el cuerpo tendido del demonio, para volver a reagruparse nuevamente como la cabeza del príncipe infernal.
—Creí que te alegraría mi noticia—dijo Mefistófeles mientras acomodaba su cuello con un grotesco gesto.
—¿Me crees tan estúpida? ¡Una vez que el alma muere ya no hay vuelta atrás, todos saben eso!
—Ah pequeña Brunhilde, tu ignorancia hace que mi corazón podrido se alborote por ti aún más, pero tu solamente sabes lo que nosotros los dioses hemos querido.
Por primera vez en decenas de siglos de existencia, la Valquiria quedó perpleja ante las palabras de aquel demonio.
—¿Qué estas tratando de decir?
—Oh vamos cariño te creía mas perspicaz en estos temas—respondió el demonio con sorna—¿De verdad crees que algo tan banal y terrenal como la muerte puede cegar una existencia tan superior y basta como la nuestra?
Brunhilde abrió sus ojos en señal de sorpresa.
—Simplemente no queremos que la sobrepoblación de almas se salga de control, o algo así dijo el vejete de Zeus—añadió Mefistófeles encogiendo los hombros—y es por eso que, en la primera cumbre celeste de hace eones de años, se decidió de manera unánime que los dioses no resucitaríamos almas de ningún ser.
—E…eso es imposible
—Se que no me crees dada mi reputación—dijo el demonio con una mirada afable—es por eso que te lo demostrare. —a continuación, colocó sus manos juntas haciendo unas extrañas señas con sus dedos al mismo tiempo que recitaba unas palabras que Brunhilde no entendía, y en segundos, una energía verdosa se adueñó de las manos del demonio.
—¿Qué estas…? —empezaba a preguntarse la Valquiria cuando Mefistófeles, extendió sus manos haciendo que la energía se condensara en una columna de luz frente a ellos.
—¡Contempla el poder de los dioses, Brunhilde! —y a continuación, la columna de luz adquirió una forma humana que, al disiparse, reveló un cuerpo de una pequeña niña de cabellera rosada que Brunhilde reconoció al instante abalanzándose sobre ella con lágrimas de gozo.
—¡GÖLL! —Dijo la Valquiria mayor mientras se fundía en un poderoso abrazo con su hermana menor.
—¡H…H…Hermana Brunhilde! —replicó la pequeña chica de cabellera rosada con dificultad mientras intentaba reponer su respiración—¿Q…que ha pasado? Yo estaba muert…—pero Brunhilde acalló sus palabras con su dedo sobre la boca de Göll.
—No digas nada ¡Lo que importa es que te tengo de nuevo en mis brazos! —y nuevamente volvió a estrujar a su hermana en un fuerte abrazo que casi cortaba la circulación de ambas Valquirias.
—Si tuviera un corazón seguramente estaría conmovido—dijo Mefistófeles con una sonrisa maliciosa, lo que hizo que Brunhilde se apartara de su hermana para postrarse inmediatamente a los pies del demonio.
—¡MUCHAS GRACIAS! —Gritó la valquiria mientras derramaba lágrimas de alegría—¡Nunca pensé que estaría agradecida contigo de esta manera!
El demonio sonrió revelando sus colmillos blanquecinos.
—Esto es muy embriagante. Tener a una valquiria adorándome es una experiencia nueva para mi—dijo el enviado del infierno con un tono casi lascivo—pero me temo que no hay nada gratis en esta vida, y supongo que lo sabes ¿cierto, querida Brunhilde?
La Valquiria levantó su cabeza. Sus ojos habían cesado de lagrimear y en su lugar volvieron a adquirir su antiguo brillo aguerrido que tanto la caracterizaba.
—Hare cualquier cosa que me pidas—dijo la chica con solemnidad.
—¡Excelente! ¡no esperaba menos de la líder de las Valquirias! —exclamó Mefistófeles con algarabía—Porque lo que voy a requerir de ti es que vuelvas a repetir la hazaña que hiciste hace cien años.
—¿D…de que hablas?
—Anoche, las puertas del tártaro se rompieron tras eones de años. Los titanes han sido liberados y están sedientos de sangre divina para recuperar su lugar en la cima de la creación. Pero esta vez, los dioses no pelearan contra ellos. Por eso, reúne un equipo de humanos para que luchen contra los titanes en el torneo de TITANOMAQUIA.
