Cuando Kyle fichó a la salida y miró el móvil por primera vez en todo el día, se encontró con que había quince llamadas perdidas de Wendy y otras tantas de Stan. Así supo que había pasado algo. Devolvió de inmediato la llamada a su amigo.

— ¡Tío! ¡Ya iba siendo hora! ¡Es Ike! ¡Le han doxeado! ¡Han descubierto que él es Barbaarce!

Kyle se detuvo en seco. Si alguien le hubiera visto en ese momento, habría visto que su cara perdió todo el color.

— ¿Qué...? ¿Quién?

— ¡Hemos intentado llamarle, pero no coge el teléfono? ...¿Qué...? Espera, Wendy quiere decirte algo.

— Kyle, soy yo, Wendy. Voy a meterme en su micrófono para que puedas oír lo mismo que él.

Un par de segundos de silencio y Kyle lo oyó. La voz de su madre.

Seguro que no sólo su piel, sino probablemente su pelo también se puso blanco al oírla.

— ¡Mierda...Oh, mierda!

Corrió hacia el coche tan rápido como pudo. Tenía su traje de Cometa Humana en el maletero. En cuanto se lo puso, salió volando con la velocidad de un misil.


De vuelta de patrullar junto con el señor Garrison, Randy, Stuart y Roger, Gerald se encontró a Ike sentado en el sofá y a Sheila impidiéndole cualquier salida con su orondo cuerpo en jarras.

— ¿Qué hacéis?—preguntó, aunque ya había intruido por esa pose que su hijo se había metido en líos.

— Eso le deberías preguntar a tu hijo—respondió Sheila, lanzando una mirada severa a Ike desde el rabillo del ojo y confirmando la sospecha de Gerald—. Parece ser que tiene otro nombre: Barbaarce Contrabandista, rey de los piratas.

— ...Espera...¿No es ese...?

Sheila asintió y Ike evitó mirar a su padre.

— ¡Pero Ike! ¿Cómo has podido?—exclamó Gerald, con la mandíbula tocando el suelo.

— Ha tenido suerte de que yo lo descubriera primero—dijo Sheila. Lo cual tenía gracia, porque Ike no se sentía afortunado en absoluto...

— ¿Así que todo este tiempo has sido su amigo, les has dado bombo, has...? ¡No puedo creerlo!—exclamó Gerald.

Ike nunca se había sentido tan avergonzado, intimidado ni le habían dado tanto miedo sus padres en toda su vida. Su madre parecía lista para destruirlo en el mismo instante en que le diera una respuesta errónea a sus preguntas, y su padre tenía cara de estar al borde de un infarto.

— ¿Lo sabe alguien más?—preguntó Gerald a Sheila. Fue corriendo hacia la ventana para cerrar las persianas y ver si había alguien husmeando.

— Los niños PC.

— ¡Hostias! ¡Ahora todo Internet...!

— No. Les he convencido de que quede entre nosotros y no lo hagan público nunca.

— Sí, sí, nadie debe saberlo...Los chicos están muy cabreados...Thomas ha jurado matar a Tweek Maravilla...Podrían hacerle daño para que hable...

— Con una condición—añadió Sheila—. Esa, precisamente: debe decirnos lo que sabe.

Ambos volvieron la mirada hacia Ike, y él agachó la cabeza para fijar sus ojos en su propio regazo.

— ¿Dónde conociste a esa panda?—Ike no respondió, Sheila le forzó a mirarla—. ¿Son amigos tuyos? ¿Compañeros de clase? ¿Los conociste en Internet? ¿Quiénes son?

— ...No os lo puedo decir...—murmuró por fin Ike, aún negándose a mirarles.

— Puedes. Y lo harás—respondió Sheila—. Ahora tienes dieciocho años, ¿sabes lo que eso significa? Significa que puedes ir a la cárcel por colaborar con criminales...Eres mi hijo y no quiero que eches a perder tu vida tan joven.

— ¡No puedo deciros quiénes son! ¡Les haréis daño!—dijo Ike.

— ¡Se lo han buscado! ¡Son gente repugnante!

— ¡No, no lo son! ¡Sólo han cometido algunos errores y vosotros lo habéis sacado de madre y lo habéis empeorado todo! ¡Vosotros sois los que dais asco! ¡Vosotros sois quienes los tratáis como si fueran alimañas!

— Por favor, Ike. Escúchame—Gerald hincó una rodilla frente a él y posó una mano sobre su hombro—. No tienes por qué sentarte en el banquillo. Te cubriremos las espaldas. Nadie sabrá que has tenido algo que ver con los Colegas de la Libertad. Y si llega a salir este cuarto...Si...de alguna forma alguien se entera, o los Colegas de la Libertad te delatan...Diremos que te obligaron a que cooperaras con ellos. Necesitabas dinero o...querías fama...Tu sangre canadiense, ya está: tienes el mal juicio moral en los genes. Les contaré la primera milonga que se me ocurra. Nadie te pondrá la mano encima. Nadie te reprochará nada. Lo prometo. Pero tienes que ayudarnos a capturarlos, ¿comprendes? Tienes que ayudarnos...

Ike se quedó callado unos momentos, y después sacudió la cabeza enérgicamente.

— Ya está bien, jovencito, me estoy cansando—intervino Sheila—. ¡Dinos quiénes son o...!

— ¿O qué?—Ike se puso en pie—. ¡Tú lo has dicho: tengo dieciocho años! ¡Ya soy un adulto! ¡No puedes seguir mangoneándome!

— ¡Ike! ¡Cómo puedes a hablarme así! ¡Hago esto porque eres mi hijo y quiero que estés a salvo!—Sheila sonaba tan dolida...Pero Ike no cayó. De hecho, aquello sólo consiguió enfadarle.

— ¿Cómo? ¿Controlando todo lo que hago? ¿Pensando que siempre que hago algo que a ti no te gusta es porque me han sorbido el cerebro? ¿Espiándome?—el chico se puso en pie para gritarle a la cara a Sheila, lo cual la dejó estupefacta—. ¡Si esa es tu idea de querer, prefiero que no me quieras! ¡Por eso Kyle está siempre fuera de casa y yo en el ordenador todo el día! ¡Eres insoportable!

Y salió corriendo hacia la puerta.

— ¿¡QUÉ HAS...!? ¡IKE! ¡VUELVE AQUÍ!—chilló Sheila. Corrió tan rápido como pudo, pero Ike era mucho más veloz, y para cuando llegó hasta la puerta, Ike ya se había esfumado—. ¡Gerald!

— Ay, cielos...—fue todo lo que él pudo musitar, y salió rápidamente a buscar a su hijo.

Ambos tenían tanta prisa que no se percataron de la presencia de aquel joven de negro que emergió de las sombras detrás de su garaje.

— ¿Ese?—preguntó Mike.

— Sí—otra figura, tan sólo que no a plena luz; una mano con labios y ojos pintados.

— Siempre he tenido curiosidad por ver a qué sabe la sangre canadiense...—los colmillos de Mike refulgieron cuando sonrió antes de dar comienzo a la cacería.


Era hombre muerto. Uno no contestaba a Mamá y vivía para contarlo. Aunque le había sentado de miedo y por mucho que le hubiera dado el valor para esquivar todas aquellas preguntas y huir, Ike comenzó a arrepentirse de todo. Si le encontraban, tendría que pagar por ello.

Y ¿adónde ir? Sus pies le llevaban por inercia hacia la base, pero se detuvo, considerando que quizás no fuera una buena idea. No sabía cuán cerca estaban de él, si la Patrulla Ciudadana se había unido en su búsqueda. No quería que nadie encontrara la base, donde hallarían multitud de huellas y otros restos que les llevarían a descubrir la identidad secreta de Kyle y de los demás.

Sin esa opción, no sabía qué más hacer...Quizás podría tomar aquel caminito en el bosque que conducía a Canadá y esconderse allí durante un tiempo, camuflado entre los de su raza...

Entonces sonó su teléfono. Lo agarró pensando que debía deshacerse de él, teniendo en cuenta que le habían encontrado gracias a sus aparatos, pero vio que era Kyle. Esperaba de veras que no estuvieran usándole como cebo para dar con él...Respondió, porque si en algún momento había necesitado a su hermano, era entonces.

— ¡Ike!

— ¡Kyle! ¡Mamá ha..!

— ¡Lo sé! ¡Voy para allá! ¿Dónde estás?

— Estoy...—Ike tuvo que pararse y mirar a su alrededor. Apenas podía distinguir la silueta de un sembrado o...¿Qué era eso? Olfateó el aire. El olor en el aire...¡María!—. ¡La granja Tegridad! ¡Estoy en la granja de Tegridad o muy cerca de allí! ¡Blregh, huele igual que mi profe de Plástica!

— Vale, vale, no te muevas de allí. ¡Estaré allí enseguida! ¡Stan dice que puedes esconderte en su casa hasta que se aclare todo! Espérame, ¿vale? ¡Quédate donde estás!

Colgó y todo lo que podía hacer ahora, supuso Ike, era esperar...Vio coches que pasaban por ahí para comprar algo de hierba, así que se adentró en el campo un poco, para esconderse encogido entre las plantas, pero no por completo. Esperaba que ni el señor Marsh ni Toallín le encontraran allí...Se lo contarían a su madre y sería su fin...

Se consoló diciéndose que todo iba bien. Kyle volaba muy rápido. Estaría allí en un santiamén.

Un crujido a sus espaldas le hizo ponerse en pie y mirar a su alrededor, ahogando un grito.

La luna se escondía tras las montañas. No podía ver si había algo moviéndose entre los arbustos. La brisa los mecía suavemente.

Quizás fuera un animal, como...un tejón o un conejo...Lo habría visto, de haber sido humano: las plantas de marihuana no eran tan altas...

Estaba a punto de volver a sentarse cuando oyó otra vez algo que le hizo detenerse en mitad del gesto. Otro crujido...Pasos.

Por un segundo, casi deseó que fuera el señor Marsh cosechando Tegridad por la noche para aprovechar las propiedades que la luna le confería a la maría o una cosa así...

En una fracción de segundo, algo le derribó.


— ¡Hola, Gerald y Sheila!—dijo el Gran Gay Al a Sheila y Gerald cuando los vio pasar por su casa, justo cuando salía a tirar la basura.

— ¡Al! ¿Has visto a Ike?—Gerald le agarró y le sacudió.

— ¿Qu...?

— ¡¿Le has visto?!

— S-Sí, le he visto correr en esa dirección...—respondió el Gran Gay Al, señalando en dirección sur.

Gerald y Sheila retomaron su carrera en esa dirección.

— ¡Ey! ¿Ha pasado algo?—gritó el Gran Gay Al, pero no le respondieron.


Mamá llamó. Le costó entender lo que decía, con sus jadeos. Le dijo que su hermano se había ido de casa corriendo; no mencionó por qué. Ya que tenía el coche, tenía que dar una vuelta y ver si lo encontraba...¡Seguro que a él le escucharía!

Según la información que le había mandado Wendy, tomada de los dispositivos de geolocalización del teléfono de Ike, tenía que estar por allí...Pero Kyle no le veía...Sólo veía arbustos de marihuana y la casa de los Marsh a lo lejos, la única luz en kilómetros a la redonda. Descendió un poco, esperando verle así, pero nada...No había rastro de él...

— ¡Ike!—le llamó, a riesgo de que le pillaran.

No hubo respuesta. Kyle terminó aterrizando y peinando el campo él mismo. Siguió mirando la pantalla de su móvil. Ike tenía que estar allí...Pero...¿por qué no le veía?

Su pie se tropezó con algo duro. Usando la luz de su móvil para ver, se encontró con que era el de Ike.

— ¿Ike?

Silencio. Bajo la luz de la linterna, echó un vistazo por todo el campo de Tegridad, asfixiándose con ese olor tan asqueroso.

Gracias a la luz, pudo ver unas motas en algunas de las plantas que llamaron su atención. Salpicaduras. Tocó una de las hojas con la punta de los dedos y la miró de cerca para estudiar su consistencia.

Sangre.

— ¿Ike?—llamó otra vez, más alto, sintiendo una mala sensación en el pecho.

Algo emergió del suelo, atrayendo su atención. Una mano manchada de sangre.

— ¡Ike!


Había mucha gente en el parque. Liane tenía una mano sobre el pecho y estaba hablando con la Patrulla Ciudadana. En cuanto los vio, salió corriendo a su encuentro.

— ¡Sheila! ¡Gerald! ...¡Es Ike!

— ¿Qué? ¿Le ha visto?—preguntó Sheila como pudo, sin aliento.

— ¡La señora Cartman nos estaba diciendo que acaba de ver a la Cometa Humana persiguiéndole!—dijo el señor McArthur.

Sheila y Gerald dejaron escapar un grito al unísono.

— ¡Parecía que se dirigía hacia la granja de Tegridad!—añadió Liane, señalando en esa dirección.

— ¡Que alguien llame a Randy!—gritó Gerald, y volvió a echar a correr.

Sheila ni siquiera esperó para decir algo, y corrió más rápido que antes.

— ¡Ike! ¡Ike!

— ¡Venga, vamos!—ordenó el señor Mackey a la Patrulla, y todos los hombres les siguieron.


Era su hermano, en el suelo. Apenas tuvo un segundo para ver toda la sangre en su cuello antes de que el teléfono se le cayera de las manos.

— ¡IKE!—Kyle cayó de rodillas y le sostuvo con cuidado, porque no sabía en qué condiciones se encontraba.

— Ky...Ky...—Ike intentó hablar, pero su voz sonaba tan débil que Kyle se asustó.

— T-Tranquilo, Ike, estoy aquí, estoy aquí, hermanito...—balbuceó Kyle.

El móvil, necesitaba luz...Lo recogió y volvió a usar la linterna para ver cuán graves eran las heridas...Vio que Ike había sido atacado por algo con garras y colmillos...Algo grande...Se había defendido como un tigre, porque vio señales de una pelea. Probablemente eso le había salvado la vida. Pero no estaba fuera de peligro. Había sangre por todas partes. Su camiseta verde estaba teñida de rojo. Vio un tajo particularmente grande en su cuello que no le gustó en absoluto, porque parecía profundo. Le daba la sensación de que la cosa había tratado de morderle en el cuello y Ike se había zafado de él, pero el colmillo le había desgarrado la piel. Kyle temía que hubiera dañado una vena importante. Estaba sangrando mucho...

Miró en derredor. Aunque volara tan rápido como pudiera, lo cual no parecía convenir a Ike en el estado en que se encontraba, podría desangrarse por el camino...

— Ike, escúchame...Voy a cauterizar la herida...Va a doler...

Ike tan sólo le miró jadeante. Kyle no podía esperar a que le dijera que estaba listo. No podía malgastar ni un segundo.

Usó sus rayos láser sin pensar demasiado él mismo. Ike dejó escapar un alarido que retumbó por el campo.

Sharon desvió la vista del plato.

— ...¿Has oído eso, Randy?—preguntó.

Randy volvió la cabeza hacia el campo con el ceño fruncido. Fue entonces cuando recibió la llamada.

Sheila agarró a Gerald.

— ¡Espera! ¡He oído un grito! ¡Por allí!

Y cambió de rumbo, alejándose de la casa de los Marsh y metiéndose por la plantación.

Sonaba como su niño...El corazón de Sheila martilleaba su pecho. Esperaba que fueran imaginaciones suyas, una impresión equivocada, porque si Ike estaba chillando eso significaba que su bebé estaba en peligro, que los Colegas de la Libertad ciertamente no querían dejar cabos sueltos...Corrió más rápido que en toda su vida, entre los arbustos, sin que le importara lo más mínimo arruinar cosechas o allanar la propiedad privada.

— ¡Ike!—gritaba Gerald detrás de ella.

Hubo un fogonazo de luz delante de ellos, algo que no pudieron identificar...Sheila fue hacia ello.

Y entonces lo vio. ¡A Ike, apenas consciente, totalmente blanco debido a que estaba regando el campo con su sangre, en brazos de la Cometa Humana, quien le estaba atacando con sus láseres!

Soltó un grito desgarrador que hizo que los Marsh salieran corriendo de la casa y que la Patrulla Ciudadana diera con ellos.

— ¡IKE!—gritó Gerald, y corrió a defender a su hijo con los puños.

Kyle soltó una exclamación y, sintiéndolo mucho, soltó a Ike para salir volando antes de que pudieran capturarlo. Su padre casi le agarró de un pie.

— ¡Ike! ¡Ike! ¿Me oyes? ¡Ike, hijo mío!—Gerald se olvidó enseguida de la Cometa Humana y sostuvo a Ike y le tocó la cara en un intento de arrancarle una reacción.

Randy vio volar sobre ellos a la Cometa Humana cuando él y Sharon se acercaron linternas en mano, pero no había forma de cogerlo. Todo lo que Randy pudo hacer fue insultarle.

— ¡Allá va!—Gran Mesquite Murph señaló al superhéroe que huía y a su voz le siguió una descarga de disparos de sus compañeros. Sin embargo, ninguno alcanzó a la Cometa Humana. Tan sólo un perdigón llegó a rozarle el zapato.

— ¿Gerald?—Randy saltó sobre sus arbustos para llegar hasta los Broflovski.

— ¡Randy! ¡Llama a una ambulancia, rápido!—gritó su amigo.

— ¡Oh, Dios mío!—Sharon se tapó la boca cuando vio a Ike lleno de sangre.

Sheila lloraba. Quería tocarle el pelo a su hijo, pero el estado en que se encontraba la asustaba tanto que se contuvo. Apretó los puños y alzó la mirada hacia la figura que se desvanecía en la distancia para gritar tan fuerte como le permitieron sus pulmones:

¡TE ENCONTRARÉ, COMETA HUMANA! ¡OS VOY A DAR CAZA COMO LOS ANIMALES QUE SOIS! ¡NO DESCANSARÉ HASTA QUE OS VEA A TODOS EN EL CORREDOR DE LA MUERTE! ¡PERO A TI...A TI TE MATARÉ YO MISMA! ¡TE MATARÉ CON MIS PROPIAS MANOS! ¡¿ME HAS OÍDO?! ¡TE ENCONTRARÉ Y TE MATARÉ!