EP 29: Revancha
La habitación sagrada de Brunhilde se hallaba alumbrada escuetamente por dos velas de llamas azules que estaban frente a las imágenes de Mata Hari y Barbanegra. Ahora, una nueva vela se encendida debajo de la imagen de Cleopatra.
La valquiria contempló con pesar su monumento a los caídos en este torneo y dejo escapar un leve gemido de tristeza, pero rápidamente recuperó su habitual temple robusto.
En ese momento, la pequeña Göll entraba a la estancia con su rostro compungido.
—H...hermana, ...Cleopatra ha...
—Murió como una de las más grandes mujeres de la historia, y no la deshonraremos con nuestro llanto banal.
Göll arrugó su rostro para tratar de contener sus lágrimas lográndolo con cierta dificultad.
—Dime... ¿Juana está bien?
—La doctora Nightingale dijo que aún seguía en peligro, pero sus runas la estaban empezando a estabilizarla poco a poco y la negrura de su piel estaba retrocediendo lentamente.
—Ya veo, no esperaba menos de ambas.
Göll titubeo un poco y luego habló.
—Hermana ¿de verdad crees que podamos ganar?
Brunhilde escrutó el rostro de su hermana con serenidad.
—Si no lo creyera, no pondría en peligro innecesario a mis Vernichter.
—Estos últimos oponentes han utilizado poderes oscuros que ningún dios ha visto antes. —replicó Göll con angustia. —Temo por nuestra propia integridad ahora.
—Admito que estos poderes me han traído algo de inquietud. Pero los tres humanos restantes no son cualquier cosa ¿lo recuerdas?
La pequeña Valquiria observó la pared en donde estaban los tres peleadores restantes: El mago Merlín, Erik el Rojo y Espartaco.
—Zeus jamás lo admitirá abiertamente, pero él se opuso enérgicamente a que estos tres participaran en el torneo del Ragnarok pasado. El vejete alegó una serie de tecnicismos baratos y sin sentido, pero yo supe el verdadero motivo. Tenía miedo de que estos tres aseguraran una victoria contra los dioses cada uno.
Göll abrió grandemente sus ojos en señal de sorpresa.
—¡¿QUE?!
—En efecto mi querida Göll, estos tres son mis cartas ganadoras. Venga quien venga, mis estrellas no caerán.
—¡Esplendido! —dijo Mefistófeles entre aplausos mientras se materializaba en la habitación por medio de un humo negro. —Siempre logras emocionar mi inexistente corazón, querida.
La valquiria fulminó al demonio con la mirada, increpándole su irrupción en la habitación.
—¡Te he dicho un millón de veces que no te metas a mi habitación!
—P…pero si la puerta estaba abierta querida —mintió el demonio mientras esquivaba sin problemas una estocada de Brunhilde. —¿así me agradeces el haber venido a advertirte?
—¿De qué rayos hablas? —preguntó la esbelta valquiria mientras apaciguaba su endeble ataque.
—Tu confianza en tus humanos es admirable, casi me conmueves a mí. Sin embargo, olvidas algo importante.
Brunhilde arqueó una ceja.
—Si tienes algo que decir, ¡DILO AHORA!
—Los tres titanes que faltan son los más peligrosos de la Titanomaquia. —dijo mientras materializaba tres imágenes antropomórficas en el aire — Tenemos al padre de los dioses, Cronos; el misterioso titán oscuro que desarrolló un poder extraño que desconocemos, Astreo; y finalmente, el asesino de dioses nórdicos, Ymir...las cosas no pintan bien para tus humanos.
—¿A eso has venido? ¿a regodearte de que no tenemos salvación?
Mefistófeles fingió una mueca de dolor mezclada con falsa decepción.
—He venido a ayudarte con tu decisión. Sé que eres sensata y eliges de acuerdo a las habilidades de tus humanos, pero es necesario que mi elegido se enfrente a este titán. —pidió el demonio mientras señalaba a uno de los tres titanes restantes, lo que provocó que Brunhilde adoptara una postura de seriedad.
—¿Por qué quieres que Merlín se enfrente a "él"?
—Porque es el único humano que puede.
Brunhilde sabía perfectamente que al príncipe demoniaco le daba igual la victoria de los humanos y ciertamente eso la hacía sospechar sobre sus intenciones. Sin embargo, debía admitir que el bastardo infernal tenia razón. Merlín era el candidato idóneo para hacerle frente a ese titán.
—Así será —aceptó Brunhilde y rápidamente se giró para encender la pantalla que conectaba al mundo humano. Al instante, el artefacto se inundó de imágenes sobre reportajes humanos acerca de una masiva horda de deshielos en la Antártida y sobre como nuevas plantas comenzaban a florecer en la superficie del continente frio, alertando a las mentes más brillantes de la humanidad.
—Oh vaya, parece ser que mi chico aun no peleara —dijo Mefistófeles con seriedad.
—¿Sabes de que quien se trata? —preguntó Brunhilde con curiosidad
—Por supuesto que sí, y me extraña que tú, entre todos los habitantes del Valhalla, no lo sepa. —y tras decir esto, se marchó de la estancia dejando a una iracunda Brunhilde.
Los investigadores no daban crédito a lo que sus ojos veían en la base de Investigación Científica Estadounidense apostada en la Antártida. El habitual paisaje desértico invernal había desaparecido para dar paso a una extraña vegetación que poco a poco comenzaba a descongelarse.
Pero lo que más aterraba a los científicos era la abominable visión que se erguía en el horizonte. Un gigantesco y escuálido ser de piel blanca se había alzado del permafrost absorbiendo todo el hielo en su cuerpo, y sin que pudieran reaccionar, el ser agitó uno de sus brazos y todos los humanos junto con las bases quedaron congelados hasta morir petrificados.
—¡Apreciados regentes de la creación, nos acercamos a la recta final de este nuevo torneo! —rugió Heimdall con fuerza en el Valhalla —¡y que mejor forma de entrar a esta fase, que con este fiero combate!
Una algarabía recorrió el palco de los dioses tras aquellas palabras.
—En esta ocasión, por parte de los titanes ha surgido una figura oscura para la historia de los dioses. Un tema tabú, que su sola mención es causal de pena de muerte aquí en el olimpo. El titán que se ganó el título de verdugo de dioses...¡YMIIIIIIIIIIRRRRRRR!
En las pantallas del Valhalla apareció la imagen escuálida del titán de hielo. Su cuerpo estaba cubierto de una espesa capa blanca de nieve que lo volvían virtualmente invulnerable. En su ojo carmesí izquierdo, llevaba una profunda cicatriz blanca que cubría casi todo su rostro, el cual era enmarcado por una barba hecha de afilados picos de hielo, pero lo más llamativo era su tamaño. El gigante media diez metros de altura, convirtiéndolo así, en el titán más grande del torneo.
Göll sintió como el terror se apoderaba de ella al contemplar al gigantesco oponente de la humanidad, pero rápidamente recordó la hipótesis de Mefistófeles. Entre más pequeño sea al titán, más poderoso será, así que se relajó al instante. Sin embargo, su hermana Brunhilde mordía su labio inferior con cierto nerviosismo.
—H…hermana ¿Qué sucede? ¿acaso no recuerdas lo que dijo Mefistófeles? Entre más pequeño sea el titán, más poderoso será. Esta batalla será fácil.
—Precisamente eso me preocupa, Göll. —respondió la valquiria con brusquedad —Ymir era un titán colosal que abarcaba el tamaño de un continente entero, así que, en escala, lo que estamos viendo, es su forma "pequeña".
La valquiria menor cayó al suelo de la impresión, tras escuchar aquello.
Pero en ese momento, Brunhilde recuperó su sonrisa.
—Esto será interesante para nuestro amigo, después de todo, esta pelea es una revancha.
—Del lado de la humanidad —continuó Heimdall —surge este mítico guerrero y explorador de los mares. Su tenacidad fue legendaria entre su pueblo hasta el punto de ser capaz de conquistar continentes. Incluso entre la estirpe de elite de los vikingos, su nombre sobresale como uno de los fieros y mortales hombres que haya pisado la tierra. Un hombre que, en el pasado, ya había enfrentado a este titán con sus propias manos...con ustedes ¡EEERIIIIIIKKK EEEEL ROOOOOJOOOOOOOO!
En la Antártida, Ymir se hallaba destruyendo una base científica rusa, pero al instante, se detuvo y giró su cabeza para contemplar en el horizonte, la aparición de una figura muy conocida para él.
El corpulento humano iba cubierto de gruesos abrigos de pieles de osos que él mismo había matado con sus manos. Su melena y prominentes barbas rojas ondeaban como llamas iracundas en la nieve, y en su mano derecha llevaba una gigantesca y esplendida hacha platinada adornaba con runas nórdicas. En el mango del hacha se podía ver una insignia de un martillo hacia abajo adornado con figuras extrañas: el símbolo del dios Thor.
—Parece que te has encogido un poco ¿no? —dijo Erik en tono burlesco mientras caminaba con paso firme hacia el titán.
—¡TU! —dijo Ymir con ira tras haber reconocido a su oponente.
Erik soltó una sonora carcajada que resonó por todo el desierto congelado a su alrededor.
—Veo que la cicatriz de tu cara aun no me ha olvidado. Pero no te preocupes, que yo tampoco te he olvidado a ti —dijo mientras descubría su pecho peludo cubierto de horrendas cicatrices, sobresaliendo particularmente, una hendidura en lado de su corazón. —Te puedo asegurar, que el resultado de esta batalla será muy diferente a nuestro anterior encuentro.
Esta vez fue Ymir quien soltó una sonora carcajada que provocó avalanchas en las montañas aledañas.
—Quisiera ver que lo intentes.
Y en ese instante, ambos sujetos se abalanzaron el uno contra el otro dando inicio al antepenúltimo combate del torneo de la Titanomaquia.
