Esta historia también me vino en un sueño, o mejor dicho pesadilla, la cual no quiero repetir ni de chiste.
Las Tortugas Ninja no son mías, ahora pertenecen a Nickelodeon.
Adoro a Leonardo.
Espero que les guste esta obra.
Decir que las cosas habían vuelto a ser como antes sería igual que decir que la Tierra era plana.
Los cuatro habían empezado la construcción del altar en el cuarto de Splinter, con el más absoluto sigilo que sus habilidades les permitían. La guadaña había sido guardada en el armario del patriarca, el arma estaba limpia y afilada gracias a las hábiles manos de Hamato Yoshi.
Actualmente, era el quelonio menor quien vigilaba el cuarto desde el exterior, al igual que lo haría Raph al día siguiente y luego Donnie. Los tres se turnaban para ayudar con la construcción del altar, pero uno de ellos era asignado al deber de asegurarse que Leo no se acerque, ni por accidente, a la habitación de su padre. April y Casey se comprometieron a mantener distraído al de añil tanto como pudieran para que no los atraparan en el acto.
El problema, en realidad, era que la tarea era demasiado sencilla e incluso carecía de sentido puesto que no había posibilidad de ser descubiertos.
Porque Leonardo no quería estar cerca de ellos.
Al igual que muchas cosas, el cambio comenzó con algo pequeño, una excusa aquí y una pequeña mentira allá. Una sonrisa fingida mientras declinaba suavemente la invitación del menor para ver su serie favorita porque debía meditar en su habitación, una mentira ligera acerca de estar cansado cuando el de rojo le preguntaba si quería entrenar, un aparente revisión médica previa ya hecha por Leatherhead cuando el de morado proponía hacerlo en su laboratorio, o la excusa de tener el estómago lleno ante la invitación de su padre a una taza de té y una conversación.
Fue pequeño, sin embargo, no por ello fue menos evidente que él los estaba evitando.
La situación escaló lentamente como una pequeña célula mutada que crece y se esparce hasta convertirse en cáncer. Porque eso era, algo que inició sin ser notado, algo que afectó cosas que parecían minúsculas y fue descartado como normal, hasta que se hizo tan grande que el daño fue imposible de ignorar y el diagnóstico es sombrío al igual que el tratamiento se vuelve incierto y el resultado, impredecible.
Los días pasaban, las excusas y mentiras empezaron a variar, a veces eran forzadas y en ocasiones débiles. Leonardo empezó a salir cada vez más de la guarida asegurando que iba a hacer una carrera rápida por las alcantarillas, otros días permanecía recluido en su habitación y no salía más que para comer y entrenar.
Eventualmente, el de azul dejó de tratar de explicar lo que hacía y sólo se marchó en silencio. Ni siquiera le importó que alguien viera cuando April le entregaba una nueva caja de ropa para arreglar.
Donnie trató de regalarle una máquina de coser para facilitar su trabajo y su hermano la recibió con una sombra de lo que alguna vez fue una sonrisa junto a una mirada vacía. En la tarde, el sonido de algo pesado golpeando violentamente con la pared los había hecho correr a la habitación del ex-líder quien había abierto apenas la puerta y con una sonrisa nerviosa había dicho que no era nada.
-Sólo tropecé y choqué con uno de los libreros -antes de que cerrara la puerta, Donatello pudo ver una de las piezas de la máquina en el suelo
La experiencia para Raphael fue distinta y, a la vez, similar. Una noche en lo que bajaba para beber un poco de agua vio a Leo entrar a la guarida completamente empapado de pies a cabeza, aunque las katanas estaban firmemente atadas a su caparazón, su cuerpo estaba libre de protecciones y de la máscara. El temperamental se quedó estático en su lugar mientras el mayor subía en silencio, sus miradas chocaron unos segundos apenas antes de que la tortuga de ojos azules siguiera el camino directo a su habitación sin decir nada.
El dueño de las sais permaneció en su lugar por unos cuantos minutos más, inquieto por la mirada vacía que había visto. Raphael había buscado con esmero en esos segundos algún indicio de miedo por ser descubierto o nervios por ser delatado, pero no había nada.
La anécdota de Miguel Ángel sucedió forma fugaz, el travieso quelonio se dirigió al cuarto del de azul con dos mandos en su mano y la intención de jugar varias partidas seguidas con Leo de uno de los juegos que les gustaban a ambos. Mikey detuvo sus pasos al escuchar algo de ajetreo en la habitación a la que pretendía entrar, así que se acercó de puntillas a la puerta apenas abierta, tratando de ver lo que pasaba a través de la pequeña rendija. Los ojos de la tortuga más pequeña se abrieron con horror ante la vista de su hermano arrojando cada cosa relacionada con Space Heroes a las cajas abiertas en el piso. Era como si su hermano estuviera en medio de un pequeño y violento frenesí, el de naranja se tapó la boca cuando Leonardo arrancó uno de los pósters de la pared con tanta fuerza que terminó desgarrándose por la mitad. El de naranja contempló en silencio al quelonio que apretaba y soltaba el papel en sus manos con los ojos cargados de lágrimas no derramadas antes de lanzarlo al piso y continuar con la actividad anterior.
Miguel Ángel se retiró sin ser notado, sus esperanzas de una tarde divertida fueron completamente derrumbadas. Mientras guardaba los mandos y la consola, creyó finalmente entender las dudas de April sobre reparar su relación familiar con Leo. Sentándose en el sofá y dejando su cabeza descansar sobre sus manos, los pensamientos corrieron en su mente a una velocidad vertiginosa. Mikey sabía que no era brillante de la misma forma que Donnie, sin embargo contaba con otro tipo de inteligencia, uno que le permitía entender que el problema iba más allá de la relación entre ellos y el de añil. Eso era algo que dudaba que incluso el propio Leonardo hubiera aceptado que está pasando.
El nuevo contratiempo, en opinión del menor, era que no sabía cómo iban a solucionar eso o si había alguna solución real para empezar. Todos eran conscientes de que el altar que querían darle a Leo fungía como punto de partida para rehacer el puente de piedra que los conectaba con él.
Mikey suspiró y se mordió los labios porque ahora, no estaba seguro de si ese puente en verdad estaba hecho de piedra y solo se había roto un tramo del mismo que podían volver a construir, o si el puente había estado hecho de vidrio todo el tiempo y ellos habían caminado a ciegas sobre él, sin notar las grietas que se formaron hasta que toda la estructura se hizo pedazos.
Splinter, a diferencia de sus hijos, tuvo el privilegio de ver como su primogénito estaba cayendo en espiral desde primera fila. Realizar un altar no era sencillo y es aún más difícil cuando no se conoce nada de la persona a la que estaba destinado, además de la planificación y construcción, Yoshi necesitó investigar en sus libros y recuerdos todo lo que sabía de la mujer. Además, tuvo que armar listas de insumos, preparativos, rituales y varios menesteres relacionados para dar un adecuado lugar de respeto para un ser querido.
Todo aquello había tomado más de dos meses y en ese tiempo pudo ver cómo uno de sus hijos iba cayendo rápidamente en su propia oscuridad. Llegó al punto en que a partir de una madrugada en la que el maestro ninja iba a tomar su acostumbrada taza de té, notó la luz de la sala de entrenamiento encendida en la que los sonidos que delataban a alguien en medio de un entrenamiento a medida que se acercaba. El roedor mutante sintió su pelaje erizarse levemente al sentir la ira cruda que emanaba a través de la puerta y supo quién estaba dentro incluso antes de abrir la puerta.
Aunque parecieran distintos, Splinter reconocía que había muchas similitudes entre sus hijos incluso si ellos no podían verlas. Entre las más notorias estaban la emoción que sentían los cuatro ante cosas nuevas e impresionantes, el nivel de dedicación profundo al que podían llegar Donatello y Miguel Ángel por los temas que les apasionaban, también la gran sensibilidad emocional que el menor y Raphael podían llegar a sentir, así como el gran interés por la mecánica entre el de carmín y el de morado, la calma fría al actuar de Donatello y Leonardo, al igual que la similar determinación entre el de añil y el de naranja frente a un objetivo, o el gran sentido de protección que podían mostrar Raphael y el ex-líder por sus seres queridos.
Sin embargo, así como podían ser iguales en lo positivo también podían serlo en lo negativo, como los ataques de ira explosiva que alcanzaban Donatello y Raphael, o lo distraídos que llegaban a ser el genio y el travieso.
De hecho, muchos de sus conocidos creían que la ira de su hijo mayor era igual a la del quelonio de ojos verdes, Yoshi, por supuesto, sabía que esa idea era completamente errónea. La ira que la mayoría de veces mostraba Leonardo en el campo de batalla podría parecer similar a la ira más profunda de su segundo hijo, y esa era la diferencia. En el de añil ese nivel de ira apenas y era la punta del iceberg de lo que en realidad podía alcanzar a ser. Splinter era consciente de eso, no porque Leonardo alguna vez lo haya demostrado, sino porque en ese aspecto padre e hijo se parecían y era algo que le había preocupado de la tortuga de ojos azules durante su crecimiento, por tanto, le había enseñado a ser como él.
Le enseñó a ser calmado y tranquilo, a reprimir las emociones negativas. De la misma manera en que Yoshi aprendió de su padre y su padre de su abuelo.
Por ese motivo, mientras veía a su hijo desgastarse en repetidas katas con sus movimientos y ojos cargados tanto de ira como de dolor, tan perdido en sus emociones que no se había dado cuenta de su presencia, no puedo evitar verse reflejado en él. Leonardo dio una última, certera y letal patada al saco de boxeo que aterrizó duramente en la duela antes de inhalar y exhalar repetidas veces con los ojos cerrados. Al girar, sus ojos se abrieron al ver a la rata en la puerta antes de desviar la mirada cargada de vergüenza, miedo y, lo que sorprendió al padre, resentimiento. El portador de las katanas hizo una rápida y rígida reverencia antes de salir y subir al baño.
Esa rutina se repitió en los días posteriores, la única diferencia era que el maestro se quedaba detrás de la puerta esperando a que acabara, las ojeras se hicieron presentes en el rostro de Leonardo conforme la duración de esos entrenamientos aumentaba. Hamato Yoshi estaba preocupado porque no sabía cómo ayudar a su hijo y temía, en lo más profundo de su cabeza y a pesar de que se negara a aceptar la posibilidad, perder a otro ser querido nuevamente. Leonardo era fuerte, el padre estaba seguro de que su hijo podría resistir y salir de esa oscuridad con la ayuda de su familia.
Slash tenía varios recuerdos de su tiempo como la mascota de Raphael, él podía decir con exactitud cuán inseguro era su amigo y como todo ser viviente, odió con cada fibra de su ser a todos aquellos que hicieron sentir mal a un ser querido. La tortuga de las sais solía descargar con él toda su frustración, tristeza, miedo, felicidad y los secretos más íntimos de su corazón.
Fue por eso que cuando fue mutado, todo lo que quería era una retribución para su mejor amigo, sobre todo de la persona que más quejas, tristeza, miedo y rabia había protagonizado, Leonardo. Slash no pudo entender la razón por la que Raphael, de pronto, estuvo tan desesperado por detener el ataque a los hermanos que le habían hecho daño, no entendió el motivo para querer protegerlos, así que se marchó.
El sentimiento de traición que provocó Raphael duró demasiado tiempo, tiempo en el que Slash hizo cosas de las que no estaba orgulloso pero que lo hicieron recapacitar y, sobre todo, lo hicieron reencontrarse con su viejo amigo, logrando recuperar ese lazo tan importante para él.
En su camino se encontró a un cocodrilo, Leatherhead y formaron un equipo. En cierta forma, LH lo ayudó a madurar y además, le permitió seguir teniendo contacto con la familia de quelonios. El cocodrilo le enseñó a tener paciencia, a su vez que Slash le ayudó a mejorar en su estilo de pelea, y juntos se mejoran mutuamente.
Con el tiempo, Slash pudo mejorar su relación con la familia y amigos de Raphael.
Con el tiempo, Slash aprendió que las historias rara vez tenían una sola versión.
Leatherhead le confesó una vez su preocupación por Miguel Ángel, la tortuga más cercana a él. Aquella conversación se convirtió en una discusión porque sus versiones no coincidían, la víctima no coincidía para ser exactos. Entonces, ambos decidieron observar juntos y en silencio a los cuatro hermanos en sus patrullajes desde la distancia.
De esa observación, obtuvieron dos conclusiones. La primera, que ambas versiones eran correctas y, a la vez, no. La segunda, que ellos ahora tenían una versión diferente que incluía a más personajes que en ocasiones eran los villanos y otras veces eran las víctimas.
Una noche, el número de personas que conviven con ellos aumentó en dos, April y Casey. El último ya conocía Slash y tuvieron un comienzo áspero que curiosamente fue fácil de limar. April se comportó con ellos igual que lo hacía con la familia Hamato y no tardaron en hacerse cercanos.
Los cuatro compartieron sus puntos de vista en privado, la inseguridad de Raphael, la necesidad de ser útil de Donnie y el complejo de inferioridad escondido de Miguel Ángel. Ellos intentaron solucionarlo a su manera, funcionando como soporte para sus amigos adolescentes en sus peores momentos.
Slash nunca imaginó que Leonardo también necesitaba ayuda, Raphael siempre lo había descrito como insoportablemente perfecto y después de su mutación, el de azul siempre pareció estar bien, un líder calmado y sereno. Alguien que no necesitaba de un confidente especial, que no tenía nada que ocultar a sus seres queridos.
Eso fue lo que salió en una de las tantas charlas, impresiones similares salieron de boca de los tres restantes en una pequeña habitación que se llenó de un silencio inquietante antes de que los cuatro se miraran con la certeza de que había algo mal en esa historia para después caer en cuenta de que ellos no conocían tanto a Leonardo como creían. Conocían cosas superficiales como que se tomaba muy enserio su papel de líder o que era el más aplicado en su entrenamiento pero nada más allá de eso, Leonardo era demasiado cerrado sobre sí mismo, incluso más que sus hermanos.
April había tomado la decisión de investigar por sí misma al líder con ayuda de Casey. Fue un proceso lento y delicado, aún así los dos humanos lograron atravesar algunas capas del quelonio mayor, ganando la confianza suficiente para que les permitiera conocer aspectos muy reservados. De hecho, la pelirroja le había propuesto trabajar arreglando prendas bajo pedido cuando se dio cuenta de lo bueno que era su amigo en eso, él había aceptado reacio y sólo después de que Casey usase chantaje emocional para convencerlo de que con lo que ganara podría ayudar a su familia si lo necesitaban, la única condición fue mantener todo en secreto de sus hermanos y su padre.
El pelinegro, después de mucho esfuerzo, había convencido a Leo de usar sus ahorros en sí mismo, para comprar figuras de acción que tanto él como la pelirroja sabían que quería.
Fue una horrible coincidencia, que ese pequeño logro sucedió al mismo tiempo en que empezó el infierno del líder de las tortugas. Una semana llena de mala suerte y malentendidos, los humanos pudieron ver cómo su amigo estaba más estresado de lo normal, sus ojos decaídos mientras se culpaba por ser tan descuidado y haber hecho daño a su familia.
Luego, todo se fue a la "mierda" rápidamente, como dijo Casey un día.
La pelirroja trató de entender lo que estaba pasando en lo que ayudaba a Leonardo a limpiar sus heridas una noche, ambos en un silencio tenso después de que ella descubriera que esos cortes no habían sido producto de una pelea contra criminales, sino de su entrenamiento. Ella sabía que la tortuga de añil sólo le había pedido ayuda porque tenía heridas moderadamente graves que no podía tratar por sí mismo.
Noches así fueron siendo más frecuentes, April podía darse cuenta de que la situación estaba empeorando por cada herida que vendaba, ella dejó salir la pregunta en su mente que había rondado desde el inicio.
-Leo… ¿Por qué no estás yendo con Donnie para tratar todo esto?
Su amigo se había puesto tenso y apretado los labios, la mujer no apartó su mirada, decidida a conseguir una respuesta.
-Ah… Yo no… ¿Quería molestarlo? -la pelirroja alzó una ceja sin creerle
-Entonces, para no molestar a Donnie decidiste que era mejor idea venir a la media noche a mi casa para que pueda ayudarte a tratar tus heridas -cuestionó dejando en claro lo ridícula que sonaba la respuesta
Él desvió la mirada, avergonzado. Ella suspiró y lo miró con frustración.
-¿Te mataría decirme la verdad? -April observó la mirada conflictiva de Leonardo antes de que este se rindiera con cansancio evidente en su expresión
-¿Puedes prometer que si te digo no pelearás con Don? -ella admitía que la pregunta la tomó con la guardia baja y terminó asintiendo- No pienses mal de lo que te diré, yo sí le pedí a Donnie que me ayudara pero tenía… cosas más importantes que hacer. De todos modos, dijo que mis heridas no eran tan malas y podía cuidarlas por mí mismo -al ver la expresión incrédula de la mujer, añadió algo en defensa de su hermano genio- Debe estar en medio de uno de sus experimentos más importantes, tal vez el estrés hizo que diagnosticara mal mi estado…
Sobra decir que April terminó rompiendo su promesa al día siguiente. Ella no había ido a la guarida después del incidente en el que le quitaron el liderazgo a la tortuga de ojos azules, pero en ese momento ella ingresó a la guarida con furia e indignación en sus rasgos. Detrás de la puerta del laboratorio se escucharon claramente los gritos que culminaron cuando April salió cerrando la puerta de golpe, internamente dio gracias porque Leo no estuviera en ese momento en casa.
No debió confiarse porque esa misma noche sería en la que Donatello le diera las pastillas de Lyrica a Leonardo.
El primero en enterarse fue Casey debido a una llamada en la que Raphael se quejó de lo cobarde que era su hermano mayor por haber intentado suicidarse. La sangre se le había congelado en esos segundos en que su cerebro trataba de comprender por qué su mejor amigo estaba hablando de algo tan serio como si se tratara de una simple molestia, como alguien que se queja de la mascota de su vecino. Casey le gritó a Raphael a través del celular que con esos temas no se bromeaba, para después colgar el teléfono con furia.
La sensación de inquietud lo llenó y durante su carrera hacia la guarida, rezó a quien fuera que lo escuchara que su mejor amigo solo hubiera adquirido un humor retorcido en su ausencia. Había entrado jadeando de cansancio por la carrera, abriendo bruscamente la puerta de la sala de entrenamiento al no encontrar a nadie en la sala. Miró a las personas en la habitación que lo observaban con extrañeza, y al no encontrar a quien quería ver su preocupación se multiplicó. Subió las escaleras de dos en dos, tratando de llegar lo más pronto posible a su destino, al abrir la puerta un olor ácido y desagradable lo golpeó en la nariz. La vista fue suficiente para hacerlo palidecer y llamar a April con urgencia en tanto trataba de despertar a la tortuga inconsciente colgada al borde de la cama con un charco de vómito mezclado con sangre en el piso.
Las semanas siguientes fueron un calvario personal, April no se apartó de la cama de Leo mientras le administraba los medicamentos que había podido obtener y había investigado que podían ayudar, en ocasiones llamaba a Leatherhead para obtener alguna guía. Casey, en cambio, se aseguraba de mantener alejados a los otros habitantes de la casa y traía alimentos de afuera ya que no confiaba en nada que les dieran.
Una tarde, al regresar, encontró a April llorando acurrucada en un rincón. Su mirada viajó rápidamente al quelonio en la cama para asegurarse de que estuviera como lo había dejado antes de irse a comprar la comida, dio un suspiro de alivio al ver el leve subir y bajar de las mantas en su pecho.
-Hey, Rojita. Traje tus favoritos -Casey se sentó a su lado, dejando la bolsa frente a ellos
La pelirroja dejó caer su cabeza en el hombro del pelinegro, su llanto no paró hasta mucho tiempo después.
-Tuvo otra convulsión -susurró ya calmada- Yo no soy médico, Casey. Apenas sé un poco más que primeros auxilios básicos. Dios… estoy improvisando con la vida de uno de mis amigos
-Estás haciendo todo lo que está a tu alcance, April
-¿Y si no es suficiente?
-Lo será -aseguró con firmeza- Leo está mejorando, ahora ya puede retener mejor la comida y está más lúcido que antes
Casey siguió enumerando todos los signos de mejora que habían conseguido para apaciguar a su amiga. Sabía lo estresada que estaba April al tener la responsabilidad de una vida sobre sus hombros, el pelinegro deseó poder ayudar más.
La felicidad que sintieron cuando Leonardo finalmente pudo pasar tiempo fuera de la cama sin cansarse tan rápido, se vio empañada por la exigencia de Splinter porque volviera al entrenamiento si ya había aprendido de su error. Por primera vez, April y Casey se pararon frente a la rata dispuestos a gritarle, Leonardo los detuvo al levantarse y darles una expresión que pretendía ser tranquilizadora antes de seguir a su padre. April apretó los puños tratando de contener el impulso de jalar a su amigo y atrincherarse junto con Casey en la habitación.
El entrenamiento retrasó radicalmente la recuperación de la tortuga. Casey intentó por todos los medios hacer entrar en razón a Raphael cuando anunció que Leonardo debía unirse a ellos en el patrullaje, el mayor de los hermanos estaba al borde de una recaída y no podía pelear en esa condición.
Por supuesto, su pedido y el de April fueron completamente ignorados.
El par de humanos frustrados se reunieron en la guarida de sus otros amigos mutantes, estaban en medio de una de sus sesiones de desahogo cuando el teléfono de April sonó y la voz apenas calmada de Donatello cruzó la línea solicitando refuerzos. Los cuatro se dirigieron a la batalla incluso antes de que la llamada se cortase.
Mientras Leatherhead ayudaba a Miguel Ángel con sus enemigos, las preguntas rondaban en su cabeza, siendo la principal el cómo habían llegado a la situación actual, con uno de los suyos muriendo lentamente y un ser aparecido de la nada que se enfrentaba con la más pura ira y odio a Destructor.
El grito de Leonardo fue una de las cosas que LH creía que nunca podría olvidar en su vida, ese era un grito visceral, el grito de alguien a quien le estás arrancando una parte de sí mismo. Observando la escena en la que la criatura desconocida daba lo poco que quedaba de su vida por el ex-líder, se dio cuenta de que tanto él como Slash, April y Casey se habían equivocado porque Leonardo sí tenía a alguien cercano, alguien que lo conocía lo suficiente como para romper la máscara del adolescente tranquilo y sereno. Sin poder despegar sus ojos del chico que lloraba tratando de abrazar las luces que se alejaban antes de rendirse y abrazarse a sí mismo entre sollozos, dedujo que ese ser había sido mucho más que la confidente del portador de las katanas.
Slash y Leatherhead se ofrecieron a hacer las rondas de las tortugas para que tuvieran su tiempo de duelo, en los más de dos meses que pasaron apenas habían logrado ver a sus amigos fuera de las alcantarillas. Miguel Ángel les había revelado un poco de la situación cuando había llamado a LH para comentarle sus temores acerca de ello.
Debido a la delicada situación en la que se encontraban sus amigos, no se atrevieron a contarles sobre el nuevo "problema" que había aparecido en la ciudad y les aseguraron que todo estaba normal. Con Destructor derrotado, el Clan del Pie estaba neutralizado por el momento así que mantenían su vigilancia sobre el Kraang y los criminales comunes.
El "problema" apareció la semana siguiente a la muerte de Destructor, una noche en que investigaban a los Dragones Púrpura durante un asalto a un banco, el par de mutantes frustraron los planes del grupo de delincuentes y se encargaron de ellos con facilidad, persiguiendo a los pocos que habían logrado escabullirse de la pelea principal. En lo que se acercaban a la ubicación que marcaba el rastreador, el cocodrilo fue jalado detrás de una antena de televisión, Slash le hizo una señal para que guardara silencio y viera discretamente hacia uno de los tejados.
Ambos mutantes observaron la pelea cerca de ellos, las sombras mantenían ocultas las identidades sin embargo el rastreador les dejó saber que la mayoría a excepción de una, pertenecían a los criminales que estaban siguiendo. La situación se tornó extraña cuando las sombras que peleaban ahora trataban de huir de la sombra más corpulenta y grande que fácilmente los atrapó y empezó a golpearlos con fuerza, los humanos empezaron a gritar pidiendo misericordia para luego ser callados por uno o dos de los golpes de la criatura.
Slash hizo una mueca ante un golpe particularmente fuerte que quizás rompió más de una costilla. Ni siquiera él en su peor día había llegado a ser tan violento como lo era la sombra que descargaba su ira con una precisión y letalidad abrumadora, no vaciló cuando se escuchó el chasquido de huesos romperse.
Slash no solía ser de los que se quedaban escondidos frente a un enemigo, un rasgo adquirido de Raphael, pero en ese momento sus instintos de supervivencia lo obligaron a mantenerse en su lugar, lejos de la vista de lo que sea que tenía al frente. Cuando la sombra finalmente se fue, la pareja de mutantes se acercó a la desagradable escena de los delincuentes con rostros y extremidades rotas o sangrando. El cocodrilo llamó a la policía solicitando una ambulancia, ambos se retiraron cuando los paramédicos y policías ingresaron a la terraza.
El "problema" siguió apareciendo en las noches de forma aleatoria y sin dejar un patrón lógico que le permitiera deducir a LH el día en que aparecería. A veces aparecía una vez por semana, otras ocasiones aparecía dos días en la misma semana, o había semanas en las que no hacía acto de presencia.
Decidieron intentar descubrir su identidad por su cuenta mediante trampas y emboscadas, la criatura había logrado evadirlos con facilidad como si pudiera predecir lo que estaban haciendo. Sus movimientos y estilo de pelea, aunque violento y rápido, le generaba una sensación de familiaridad que inquietó a Slash.
Cuando habló con Raphael y le contó sobre las salidas nocturnas de su hermano mayor, Slash conectó todos los puntos asustando a Raphael cuando su rostro palideció de pronto antes de dar una excusa rápida y marcharse.
Era Leonardo. El "problema", la criatura violenta y aterradora que tanto Slash como Leatherhead habían estado tratando de atrapar, era Leonardo.
Continuará…
Vaya, han pasado tres o cuatro años desde la última vez que actualicé ¿no? Lo siento, pero ya les expliqué lo mucho que esta historia significa para mí. En realidad, escribí una nota enorme explicando todo pero se volvió tan personal que no pude publicarla. En fin, en estos últimos capítulos (solo falta para terminar) entenderán todo lo que les dije en los años de hiatus y les advierto que para algunos va a llegar a afectar en cierto grado emocional.
Si notan un cambio en mi forma de escribir es por los años que han pasado, aún así espero que les guste este final del camino. Tengo el presentimiento, de que la mayoría de los que leen esto van a encontrar inquietante y desagradablemente familiar las siguientes descripciones y lo siento, porque sé lo que es identificarse en una lectura cuya temática buscaste en primer lugar, seguir leyendo sabiendo el camino que está tomando y tener miedo de lo que pase al final porque conoces demasiado bien ese cuento como para imaginar algo distinto. Les advertí que esto no tenía un final feliz de cuento de hadas, lo único que puedo prometer es que no lo convertiré en tragedia porque Leonardo se merece más que eso y muchos de nosotros también.
Ya saben que los reviews, floreros tomates, entre otros son bienvenidos.
Cuídense
Miko Eiko
