Llamada

Digimon © Toei Animation

Sinopsis: Todo se movía y vibraba, como si el factor de la muerte estuviera dominando. Aun así, una llamada podría cambiar el panorama, brindando un rayo de esperanza.


Llamada


Yamato revisó las cosas que llevaba consigo mientras avanzaba con precaución por el pasillo. No podía presionar al rescatista para que se apurara, ya que un paso en falso los condenaría. No quería morir en ese momento, y tampoco deseaba que la persona delante de él muriera.

A su alrededor, reinaba un extraño silencio. Sin embargo, la ausencia de ruido no lo reconfortaba, sobre todo porque solo podía oír el sonido del agua a lo lejos. Su impaciencia aumentaba, a pesar de que no quería sentirse así.

Los pensamientos de Yamato estaban confusos cuando sintió el aliento cálido de la muerte acercándose a su cuello.

El terremoto fue el más fuerte experimentado en Japón hasta la fecha, y el cuarto más potente en el mundo en los últimos quinientos años. Yamato estaba ocupado con sus asuntos cuando ocurrió el choque de placas, sacudiendo todo alrededor de las tres de la tarde. Experimentó una extraña sensación bajo sus pies, un violento azote y luego todo quedó en la oscuridad.

Estuvo inconsciente durante unos quince minutos.

La primera reacción que tuvo fue intentar llamar a su padre o hermano, pero no respondieron. Sospechó que, debido al terremoto, no podría moverse del edificio en caso de réplicas. Estaba atrapado. Insistir en las líneas no tendría sentido; solamente podía arrastrarse para juntar lo necesario para huir.

Recordando los eventos, se suponía que eso iba a suceder. El 9 de marzo, dos días antes, a 40 kilómetros de distancia, había ocurrido un terremoto de 7,2 grados en la escala de Richter, y se emitió una alerta. Nadie lo tomó demasiado en serio; Japón era un país preparado. Sin embargo, la incertidumbre ya se apoderaba de otros, que, según creía Yamato, ahora estaban en un estado de pánico.

Eso le hizo pensar que sería conveniente encender algún dispositivo para ver las noticias. Avanzando como pudo, llegó hasta su televisor y lo encendió.

—Alerta de tsunami. Tras el reciente terremoto registrado con una magnitud de 9,1 toda la costa del Pacífico debe estar alerta —se escuchó a la reportera—. Mantengan atención a esta emisión y obedezcan las medidas.

—Mierda —exclamó Yamato al darse cuenta de que la situación era más seria de lo que pensaba. Se emitió un comunicado instando a prestar atención a las indicaciones de las autoridades del distrito. No le quedaba más opción que esperar—. Solo espero que…

Su teléfono sonó y lo hizo sobresaltarse. No miró quién llamaba y simplemente contestó.

—¿Papá?

—Ah, no —sintió un titubeo. Hizo una mueca de extrañeza—. Eres Yamato Ishida, ¿verdad? Eres hermano de Takeru Takaishi.

Yamato apretó su nariz, tratando de recordar quién era el amigo occidental de Takeru.

—¿Wallace? —preguntó, intentando adivinar.

Desde el otro lado, se escuchó una risa ligera.

—Sí, soy yo —respondió con calma—. Lamento la llamada. Takeru nos informó sobre el terremoto y las líneas se volvieron locas. Creo que confundí tu número y llamé sin querer. Lo siento.

Yamato estaba por preguntarle cómo tenía su teléfono hasta qué recordó que Takeru administraba el sitio de los Niños Elegidos. Supuso que ese dato estaba a merced de todos.

—No te disculpes. Supongo que es oportuna tu llamada —le confesó. Sintió el suelo moverse bajo sus pies, inestable. Eso apenas estaba empezando—. Mi padre ni Takeru no me contestaron y… —tragó saliva—, oír a alguien me hace sentir que estoy vivo.

No resultaba sencillo aceptar que tenía miedo de los desastres naturales, teniendo en cuenta lo que había experimentado en su infancia. Aunque le costaba admitirlo, algo dentro de él estaba siendo afectado por el miedo, y Wallace parecía haber llamado en el momento justo.

—Yamato —susurró Wallace, su voz llegando a su oído de manera tranquilizadora y extraña—. ¿Qué opinas de venir a Estados Unidos? Hay muchas naves espaciales. Takeru mencionó tu sueño.

—Supongo que tengo algo que hacer una vez salga de esto —decidió Yamato mientras ajustaba el teléfono contra su oreja y caminaba por el pasillo hacia su habitación—. Por cierto, ¿por qué Takeru mencionó mi idea de ser astronauta?

—No fue algo que él dijera explícitamente, si te soy sincero. Estábamos en conversación sobre metas futuras —comentó el otro joven—. Fue entonces cuando dije que Estados Unidos tiene una de las áreas más importantes en temas espaciales, y Takeru dijo que te lo iba a contar.

—Sí, recuerdo eso, pero…—Yamato se detuvo cuando el suelo volvió a temblar bajo sus pies—. Lo siento, parece que hubo otro temblor. Sigue hablando.

Wallace aclaró su garganta.

—¿No deberías intentar llamar a tu papá o a tu hermano? Tienes señal ahora.

—No. No tiene sentido, podría perder nuestra llamada —dijo de manera sencilla. El chico al otro lado de la línea jadeó—. ¿Qué te sorprende?

—Nada —saltó rápidamente Wallace. Después, hubo un incómodo silencio donde nadie supo qué decir—. ¿Entonces vendrás a Estados Unidos por las naves espaciales?

A Yamato le pareció un tanto ridículo que Wallace volviera a mencionar algo que ya había confirmado. Sin embargo, sintió que era una forma de continuar una conversación que había empezado de manera extraña y en la que ya había revelado suficiente de lo que sentía.

—Es por eso y otra cosa —musitó. Su instinto lo llevó hacia el armario, sosteniendo una chaqueta de cuero con ilusión—. Me apetece recorrer en motocicleta las carreteras. Ir del Pacífico al Atlántico.

Sintió a Wallace sonreír a través del teléfono.

—Serías como Forrest Gump, pero en motocicleta —comentó. Ambos compartieron una sonrisa que no podían verse, pero era perceptible—. Astronauta y motociclista, ¿eh? Son pasiones que juntas suenan muy extrañas. Y creo recordar que también eres músico.

—Era. Eso ya no es tan importante en mi vida. Pasaron cosas y…—se detuvo. Prefería omitir esa parte, al menos por el momento. No consideraba que fuera apropiado para una charla telefónica—. Creo que será para otra ocasión.

—¿Tendremos otra ocasión? —preguntó Wallace.

Yamato soltó un bufido de asombro ante la pregunta.

—Sí, la tendremos —le contestó. No estaba seguro de si su respuesta sería suficiente; su mente estaba revuelta. De repente, la puerta sonó—. Me tengo que ir. Parece que ya vinieron los rescatistas porque hay alerta de tsunami y van a evacuar el área.

—Oh, entiendo —soltó Wallace y su tono de decepción no se disimuló, pero no era tan ingenuo como para ignorar que debía cortar por razones importantes—. Mucha suerte, Yamato.

El aludido se tomó un segundo para responder.

—Gracias.

La llamada se cortó; sin embargo, Yamato juró que el espíritu reconfortante de Wallace estuvo con él durante varias semanas después del terremoto. Cuando las cosas se estabilizaron, le envió una foto de su motocicleta en Japón, y la respuesta que tuvo fueron de las mejores rutas para recorrer en su país.

Había una certeza de que habría otra ocasión después de esa llamada.


Nota de la autora: Digimon es algo que me llevaba a una etapa de experimentación constante cuando escribía activamente. Esto es un ejemplo.

Ojalá que la historia les haya resultado interesante.

Ciao.