Una vida conducida al deber.
Como niño elegido, o un adulto elegido... ¿Qué será? Hace tiempo que ha dejado de sustentar un título particular. Parece que las nuevas generaciones se han vuelto las que sustentan el mundo y las consecuencias de actos que incluso con ellos no tienen nada que ver.
Aunque quiera, ya le es imposible luchar. Agumon se ha marchado, el digivice que lleva consigo a pesar de su estado impuro lo demuestra. Incluso en sus horas laborales revisa en ocasiones buscando una señal de reparo, algo que le diga que su amigo puede volver o no se ha ido del todo.
Inútil, lo es. Como él se considera cada vez que comete un error en la contabilidad de sus labores, o falla al aprender alguna de las leyes que en el bufete donde hace sus prácticas; a veces se siente tan descolocado ante aquellos compañeros quienes le ven, le sonríen con ánimos y a su manera, tratan de apoyarle en cada día. Es luz, justo en su mirada, como la que aspira a tener.
¿Alguna vez su mirada contó con semejante resplandor? En ocasiones se descubre viendo esa foto del pasado, aquella que se tomaría junto al grupo de elegidos frente al viejo tren que usarían para volver al mundo real después de la primera aventura. Ensoñación, justo lo que permitía construir los sueños en ese entonces, lo que con seguridad se apaga al crecer y darte cuenta de que tu realidad no es lo que es. Lo que esperabas.
Su viejo balón se ha ido, los amigos de ayer son los conocidos de hoy. Ya hace meses que no contacta con nadie e incluso las conversaciones con su hermana se fueron apagando hasta ser una especie de confirmación de vida. A veces siente que refleja demasiado el temor de que se haya marchado.
No tiene que preocuparse, piensa el mayor de los Yagami. Incluso si algo le pasara, encontraría la forma de protegerla. O eso se dice al revisar esa mañana junto a algunos de sus compañeros pasantes un caso que ha tenido a más de uno despierto los últimos días. El aroma a café tan intenso haría percibir a cualquiera que entrase que ahí se respira todo menos tranquilidad, también algo de nicotina.
No es que sea un fumador compulsivo, tampoco ha empezado a consumir aquello, pero ante el aroma constante y las pocas ganas de decirles a otros que se retiren ante la peste, se ha ido acostumbrando de a poco a la fragancia que le recorre.
— Revisemos de nuevo los hechos. Todo a partir de las 17:13 horas. —susurra el asesor.
Hay un resoplo en general. Parece que algo sigue sin cuadrar, aunque la atención de Taichi es mínima.
A veces siente que la vida se le apaga. Es... Extraño, porque juraría que incluso su corazón se percibe más. Como si la vida le diese una prueba, o un reto según se viese, una fuerte punzada surge, arde en su pecho. Es un fuego intenso que le lleva a tomárselo con la diestra, presionando como si quisiera salírsele.
"Aguanta... Maldita sea" Se dice en el interior. No sabe qué pasa, pero el rostro compungido de los que le rodean le alerta de que no es bueno. Quizás luce mal.
— P-Permiso. Creo que necesito un poco de aire.
Alcanza a escuchar la pregunta por parte de Himura sobre si está bien. Taichi le asegura que no es nada. Aquel es un buen chico, con aspiraciones y alguien esperándole en casa. No ve sentido a preocupar de más a otro por algo que podría ser sólo una punzada. Les pedirá la próxima vez que se alejen un poco, debe ser el humo del cigarro que le hace daño o tal vez, le cause una alergia.
Con trabajo llegó al baño, recargó la espalda en la puerta del cubículo y trata de sentirse mejor, como si cada respiración calmase el dolor. O al menos eso parece en las películas. Sin embargo, algo pasa que no funciona, y sus sentidos se ven fallando. Cada vez parece más torpe y piensa en susurrar algo, un nombre.
Vacío en sus palabras.
Jamás llamó a su madre, tampoco a su padre. A quién pedirle ayuda cuando no estás acostumbrado. ¿A su hermana? Jamás, él debe protegerla, más de lo que lo hizo cuando niños por su torpeza propia. Recuerda la bofetada de su madre, el regaño y trata de forzar sus rodillas a no doblarse. Presiona su pecho con tal fuerza que sus dedos se hunden en la piel.
Un nombre. Necesita un nombre. ¿Sora? Tiene a Yamato. ¿Mimi? Tal vez esté ocupada, es una mujer bastante capaz. Quizás terminó saliendo con Koushiro, o Joe. Se ha alejado tanto del grupo que corta de inmediato cualquier nexo, cualquier molestia que pueda generarle. ¿Su madre? No, es demasiado mayor. ¿Y por qué sólo acude a las mujeres? Piensa en sus amigos, pero quizás no lo han sido, no puede hacerles esto.
La punzada se ha transformado en quemazón. La zurda alcanza un pequeño frasco de calmantes que lleva consigo ante el dolor muscular que atribuye al cansancio. Lo ha empezado a experimentar más, y dos pastillas van a su boca, tratando de tragar y usar su saliva como lubricante para no ahogarse. Tose, ha pasado una, luego la otra y se siente en el suelo esperando su efecto.
La luz se apaga. Y el primer acto del fin ha dado inicio.
