Hey Arnold no me pertenece.
Ángel navideño
Era 24 de diciembre y muchas personas en la ciudad aún estaban terminando con sus compras navideñas. Por suerte, Arnold ya las había concluido y ahora solo quedaba ayudar a sus padres y abuelos con la cena navideña.
Casualmente vio salir de una tienda departamental al señor Bayle. No lo había visto desde hacía tiempo, pero no estaba muy seguro si saludarlo o no, pero fue el mismo señor Bayle quien lo vio a la distancia y se acercó a hablar con él.
—Hola, niño.
—Hola señor Bayle, ¿compras navideñas?
—Lamentablemente, pero dime niño, ¿no necesitas que busque a alguien por ti para que compres mis cosas?
—¿Le recuerdo que no encontré las botas de Nancy Spumoni y por eso no aceptó ayudarme?
—Lo sé, pero al final de cuentas lo hice, eso es lo que vale ¿no?
—¿Qué? —preguntó Arnold intrigado—¿sí fue usted quien encontró a la hija del señor Hyun?
—Claro, ¿quién más?
—Pero ¿por qué cambió de opinión?
—¿Acaso no lo sabes? Fue tu amiguita de listón rosa, ella llegó con las botas y diciendo que un niño iba a dejar de creer en la humanidad por mi culpa.
—¿Helga? —con el listón rosa, era obvio que era ella.
—No me dijo su nombre, pero ella logró dar con la chica y la llevó a un lugar llamado Sunset Arms, me dijo que la persona que la buscaba, vivía allí.
—No lo puedo creer—sonrió el niño.
—¿Así que en verdad no lo sabías?
—No, ella no me lo dijo.
—Entonces, debe quererte mucho para hacer algo así—le dijo guiñando un ojo.
—Lo sé, ahora lo sé, muchas gracias por decirme y feliz Navidad.
—En realidad, no sé por qué me sorprendo—se dijo a sí mismo, mientras comenzaba a correr—no es la primera vez que me entero de lo que ella hizo por mí a escondidas, supongo que las botas eran de ella y Olga o su mamá se las regalaron, eso quiere decir que por mi causa, se quedó sin regalo ese año.
—Buenas tardes—saludó al entrar a una tienda—antes de que se burle, solo dígame, ¿tiene botas de Nancy Spumoni?
—Niño, esas botas hace años que están descontinuadas.
Arnold se sintió en un desagradable dejavú. Estaba casi seguro de que su búsqueda sería en vano.
Esa noche, llegó tarde a su casa para ayudar con la cena navideña, pero al contarles a sus padres la razón, estuvieron más que dispuestos a ayudarlo.
—¿No crees que las botas ya no son necesarias, hijo? —le dijo Stella- bien podrías darle un regalo mucho mejor que solo tú podrías darle.
Esa era la primera Navidad que pasaba con sus padres y con novia y aunque amaba muchísimo a su abuela, era la primera vez que recibía ese tipo de consejos.
—¡Tienes razón, mamá!
Pocas horas después, Helga llegó a pasar la noche con ellos y Gerald fue de visita un rato.
Arnold puso su plan en marcha.
—Oye Gerald, ¿recuerdas cuánto tuvimos que pasar para conseguir las botas de Nancy Spumoni y al final no las encontramos?
—Lo recuerdo viejo, fue tan desagradable, recorrimos todas las tiendas de la ciudad en vano.
—Y, sin embargo, algún desconocido me ayudó a encontrar a la hija del señor Hyun.
—Sí, te lo repito, en verdad tienes un ángel navideño.
Arnold agradecía que Gerald le siguiera el juego sin saberlo, pero su misión era ver las reacciones de Helga.
—Sí, quisiera saber quién fue.
La niña se movía incómoda en su asiento, ese tema no le convenía. Había muchas cosas que aún no le había dicho a Arnold y esa era una de ellas.
Un rato después, cuando Gerald ya había regresado a su casa, Arnold siguió con su plan.
—¿Por qué no me habías dicho?
—¿Decirte qué? —preguntó ella nerviosa.
—Por favor, Helga, no intentes ocultarlo más, lo sé todo, el señor Bayle me lo dijo.
—Es un bocón, le dije que no se lo contara a nadie y tenía que decírtelo precisamente a ti.
—¿Las botas eran tuyas?
—¿De quién más, cabezón?
—Entonces, ¿te quedaste sin regalo?
—¿Qué querías que hiciera? ¿Pedirle otras a Miriam y decirle que, por ti, regalé las mías?
—¿Cómo supiste lo que yo necesitaba?
—Te seguí y escuché cuando hablabas con Gerald y precisamente ese era mi regalo, así que fui a convencer a ese soplón.
—Y le dijiste que no querías que dejara de creer en la humanidad.
—Eres demasiado amable, ¿lo sabías?
—Pero, así te gusto.
Helga no puso ninguna objeción. Odiaba que usara esa carta que tanto poder le daba. Aunque se preocupó al ver la cara sombría que el chico ponía.
—¿Y ahora, qué pasa?
—Intenté buscar las botas para regalártelas, pero ya no las venden.
—Ya están discontinuadas.
—Lo siento mucho, Helga, todo fue por mí.
—¿En serio te estás disculpando por algo así? Déjame decirte una cosa y escúchame bien porque no pienso repetirlo jamás, ¿entiendes? Arnold, esta es la primera Navidad que realmente celebro, nunca había estado en una cena como la de hace un rato en donde me trataron como familia, aunque no lo soy realmente. Tienes unos padres, abuelos e incluso amigos maravillosos. Con todo lo que he vivido solo esta noche, compensa por mucho esas botas.
Arnold sonrió. Helga casi nunca hablaba acerca de los problemas con su familia, por lo menos no de forma tan clara. Él sabía que tenía problemas con ellos y entre ellos, y realmente se alegraba de poder darle una vida distinta. ¿A eso se refería su mamá?
—Helga, tú ya eres parte de mi familia, eres mi novia—para Helga fue bastante obvio el tono de orgullo que usó el cabeza de balón.
—Entonces, digamos que estamos a mano—le dijo intentando no sonrojarse.
—Ok, pero te prometo darte esta y muchas Navidades felices más.
—Lo esperaré con ansias, Arnoldo.
La plática llegó a su final con un pequeño beso.
