La mejor forma de que te rompan el corazón…
…es fingir que no tienes uno
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Capitulo 2
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Nerima. Tokio.
1 de marzo de 1994 – 9 p.m.
—¡ Akane, Akane, Akane, Akane!
—¡Eres la mejor! ¡ Akane, Akane, Akane, Akane!
Era tarde, pero unos vítores resonaban a través de los espacios abiertos que permitían los puestos de festival. El centro neurálgico se encontraba casi cerca del parque en el centro de Nerima y tanto el murmullo de la gente como el olor a comida se desvanecían de poco en poco dando paso a una quietud creciente.
Mientras, y no muy lejos de allí, Ranma buscaba a Akane. Ella había desaparecido hacía varias horas abandonando a Ranma a su suerte mientras tenía que arreglárselas para deshacerse de un conjunto de fatídicos y oportunos sucesos desencadenados por sus otras prometidas. Como era de esperar, habían acudido en sinergia, e incluso pareciéndoles un inconveniente el hecho de que Ranma quisiera disfrutar del festival en su forma femenina. De modo que la persecución teteras en mano había sido en vano para ellas y fructífera para Ranma a pesar de que su yukata, de un fondo negro y bordados sencillos florales, había sufrido alguna que otra consecuencia. El calor y el mal humor le acompañaban en su búsqueda y por primera vez se sintió agradecido por llevar su forma femenina: le ayudaban a soportar mejor tanto una cosa como la otra.
—¡Akane!
La encontró un poco retirada de los puestos y cerca de un pequeño estanque del parque donde se organizaba todos los años el festival de primavera en Nerima. Ella se encontraba sentada sobre el borde del estanque junto a su amiga Yuka, ambas rodeadas por todos los chicos del club de kempo. Reían en un tono infantil y festivo mientras esbozos de rubor desaparecían de sus rostros. Por fortuna Kuno no se encontraba allí, por lo que Ranma suspiró aliviado. Se dirigió hacia su prometida y la enfrentó ignorando por completo al resto.
—¿Se puede saber qué demonios haces, Akane?
La muchacha miró al suelo avergonzada. Sus compañeros de equipo parecieron repentinamente desilusionados.
—Saotome, ¡no vengas a estropearnos la diversión!
—¡Eso, Saotome! no sólo no te conformas con una sola prometida ¡sino que encima no nos dejas ni hablar con Akane!
Ranma observó al que había hablado de manera acusatoria.
—¿A quién le importa con quién hable Akane?—Contestó con desgana. Observó a su alrededor dándose cuenta de que había varias tazas pequeñas y botellas de servir sake—¿Qué pretendéis hacer con eso?
—Ranma…—Contestó Akane algo intimidada—No es nada, sólo nos estaban invitando a participar en la ritual de los estudiantes del club de kempo que entran a cursar el último año.
—¡Ahh!—Suspiró entre aburrido y desinteresado—Y, ¿para qué demonios son las botellas?
—Bueno…—Ella sonrojó de repente—Inscribimos nuestros nombres en la tabla del gimnasio del Furinkan y…
—Y luego se brinda con sake caliente mientras se cantan canciones—Yuka ayudó a terminar.
Ranma las miró incrédulo.
—¿Sake?, ¿estáis chaladas?, qué queréis, ¿qué os expulsen del colegio?
—Normalmente las chicas no participan—Continuó explicando Yuka, ignorándolo—Pero en el caso de Akane, al haber vencido a todos los integrantes del equipo de su promoción, le han pedido que participe como uno más.
—Vaya. Desde luego que ningún marimacho como ella.
Ranma la observó perturbado sin parecer importarle que fueran el centro de atención de los presentes. Akane apretó los puños con rabia y aventó el contenido del recipiente dentro de su boca mientras intentaba ignorar el insulto.
—¡Eso es sake! ¿Estás loca?
Su prometida se volteó hacia otro lado indignada. Después lo retó con la mirada.
—¿Tienes algún problema con ello, Ranma?
—Nada—La pelirroja se encogió de hombros, intentando esconder su furia—Sólo es que el alcohol te sienta fatal y no me apetece cargar contigo hasta el dojo.
—¿Qué insinúas? ¿Por un trago de sake?
—En realidad era por tu peso—Se burló y esquivó hábilmente un vaso que iba enfilado hacia su rostro.
—Ranma. tú quieres morir, ¿verdad?
—Déjalo Yuka—Contestó Akane—, no me importa nada de lo que diga.
Los muchachos del equipo comenzaron a abandonar el parque acompañados de lamentos y resoplidos. Habían perdido el interés. Akane se levantó rápidamente y, embargada por una furia que crecía de forma paulatina, se disculpó con Yuka y se despidió comentando que se marchaba a casa. Empezó a andar con presura dirección la residencia Tendo.
—Ey, ¡espérame Akane!
—¡Déjame en paz!
—Pe… pero ¿se puede saber por qué estás tan enfadada?
—¿Hace falta que te lo explique? ¡Piérdete!
—Pues…
La que parecía una muchacha pelirroja olvidó conjugar palabras por un momento y se mantuvo siguiendo a la muchacha de cabellos cortos. Akane andaba pisando con fuerza el suelo y con los puños apretados. Vestía un yukata de verano rosa con flores azules y un obi azul a juego. Un kanzashi con forma de mariposa sujetaba parte de su cabello oscuro a un lado de su cabeza. Ranma se adelantó para caminar a su lado y evitó mirarla directamente. Por un momento estuvieron callados y de vez en cuando Rama le lanzaba furtivas contemplaciones. De pronto Akane rompió el silencio.
—Mira que llegas a ser celoso, Ranma.
—¿Y yo por qué iba a estar celoso?
—¡Reconócelo!
—¡Ni hablar! Esos babosos del equipo de kempo tienen un gusto horrible. Era el sake lo que…
—Está bien, está bien—Lo interrumpió Akane caminando con una sonrisa capciosa—. Pero eres tú quien no aguanta el alcohol… ¿No recuerdas lo que ocurrió el día de la función de «Romeo y Julieta»?
—¿Qué intentas decir?
—Que no aguantas un simple trago de sake y te molesta que yo sí.
—¡¿Cómo qué no?! Aguanto perfectamente—Se envalentonó—. He bebido sake mil veces antes que tú, pedazo de boba.
Akane se detuvo y le observó desafiante.
—Yo no lo vi. La única vez que te vi beber sake besabas el suelo y a Kuno de paso. Pervertido.
Akane se empezó a burlar y una pizca de indignación apareció en el rostro de Ranma.
—¿Quieres que te lo demuestre, vaca burra?
—¿Qué me has llamado? ¿A qué no te atreves a repetirlo?
Akane le lanzó una patada que Ranma esquivó con facilidad. Le sacó la lengua desde el aire, con las rodillas encogidas en el salto y Akane miró hacia el piso cansada volteándose. Siguió caminando con una falsa actitud desenfadada. Permanecieron así en silencio, ella caminando delante y él ligeramente por detrás hasta que Akane volvió a romper el silencio.
—¿Serías capaz?
—Sabes perfectamente de lo que soy capaz—. Contestó Ranma con altivez.
Se retaron con la mirada en silencio hasta llegar a la residencia Tendo. Ranma caminaba con las piernas muy abiertas, los puños apretados y oleadas de decisión destilando de sus pasos. El viento de la noche revolvía su pelo de fuego. Las mariposas revolvían su estómago.
Cuando llegaron, Ranma cogió la muñeca de su prometida y entre las sombras dos muchachas se adentraron a hurtadillas a través del camino de piedra que dividía el jardín. Todas las luces de la casa parecían apagadas y el único ruido que se percibía a través de la noche era el golpe seco de la canaleta del estanque caer con el peso del agua. Tanteando en la vaporosa penumbra, Ranma condujo a Akane a través del genkan —donde se descalzaron— hacia la sala donde se hallaba la botella que guardaban sus padres y el maestro. A la botella le quedaba algo de líquido; por lo que en aquel momento lo que parecían dos muchachas —una pelirroja y otra morena— se dedicaron una a la otra una sonrisa de complicidad y el brillo de sus sonrisas se alzó entre la oscuridad de la noche. Salieron de puntillas través del shogi que daba al jardín y se dirigieron al dojo, encendieron la luz y se sentaron frente a frente.
Ranma se llevó el borde del vidrio a los labios, inclinó el recipiente y se detuvo antes de que el líquido se vertiera en su boca. Los segundos transcurrieron despacio abrigados por el silencio de la noche.
—¿Y bien?
—Estaba pensando tal vez estaría bien que nos jugásemos algo.
Akane sonrió entre traviesa y expectante.
—¿Algo como qué? ¿Pierde el que se emborrache primero?
—Ni hablar, tú no vas a beber—Akane intentó protestar, pero su prometido le puso la palma de la mano para que le dejara terminar—. Algo como, si me bebo lo que queda de la botella sin emborracharme harás mi tarea toda la semana, corregirás tus modales de marimacho y tu coordinación de gorila.
Ranma recibió un codazo en las costillas y una mueca con sorna.
—¿Por qué no quieres que beba, Ranma? ¿Te da miedo de verdad que una chica aguante más el alcohol que un hombre como tú?
—Para empezar, tú no eres una chica—Refunfuñó Ranma—. Además, el reto no consistía en quién de los dos aguanta más la bebida sino en si la aguantaba yo.
—Eres un engreído, Ranma. Pero… dados tus antecedentes acepto los términos y si pierdes harás lo que yo diga durante una semana.
—Oye tú… –Ranma entrecerró los ojos y contestó con recelo—Harás lo que yo diga una semana entera porque no pienso perder.
—Pues beberé yo también… ¡debemos tener las mismas probabilidades de ganar!
—¡Ni hablar! No vas a beber más. Y no me voy a arriesgar a la posibilidad de estar bajo tus caprichos una semana entera—Lo siguiente lo dijo en voz baja aunque Akane lo escuchó perfectamente—. No quiero saber el infierno que me esperaría.
El codo ahora se incrustó en su coronilla.
—¡Oye!
—Eso te pasa por bocazas, ¿qué tanto te asusta que te pueda pedir?
—¿Morir por intoxicación te parece poco? Estoy seguro de que me obligarías a comer más de uno de tus mortales venenos.
Ranma sacó la lengua en una mueca de asco y Akane enrojeció de rabia. Cuando su acompañante se percató de su rubor le hundió su dedo índice en la mejilla.
De pronto escucharon un sonido y se volvieron a la vez hacia la entrada del dojo Tendo. Ranma puso una mano sobre la boca de Akane mientras la condujo de un movimiento rápido y preciso a los vestuarios. Se agacharon a un lado de la puerta corredera mientras el sonido de unos pasos se hacía de poco en poco más fuerte hasta que finalmente se dibujaba la figura de Kasumi a la entrada. La hermana mayor de Akane se asomó al interior, comprobó que no había nadie en él y, con una expresión de extrañeza en su rostro, apagó las luces. De este modo la estancia se sumergió en la más profunda penumbra.
—¡MnmfgRambmaaaa!
Ranma quitó la mano de la boca de su prometida. Parecían estar a medio camino entre la sorpresa por lo inesperado y el alivio de haber evitado ser encontrados a esas horas y con aquella botella entre manos. Sus ojos empezaron a acomodar a la silenciosa penumbra.
Solos. A oscuras. En Silencio.
Se sostuvieron la mirada por más de un instante y descubrieron que, como siempre que su instinto lo requería, estaban aferrados. No era necesario pero sus manos se deslizaron sorprendidas por el contacto. Qué simple y qué casual parecía aquello; se veía como respirar, comer o caminar. Simplemente cuando alguna desagradable sorpresa se avecinaba el instinto los convocaba, el uno al otro y el otro al uno. Se buscaban, se tomaban, se aferraban, en silencio se deseaban.
En ese momento mientras sus respiraciones se aceleraban al darse cuenta en la comprometida situación en la que se encontraban, se distanciaron unos centímetros y soltaron su agarre.
—Ranma…
—Akane…
—Esto…
—Yo…—Hablaron al unísono. Ranma sintió que su mano se había movido sola hasta la mejilla de Akane. Una mano que adivinó demasiado pequeña. Poco varonil.
A Akane no parecía importarle lo más mínimo la forma que asumía su prometido en aquel instante. Alzó su propia mano hasta apoyarla en el dorso de la mano de Ranma. Estaba fría. Los ojos azules y fríos como un iceberg la escrutaban. Estaba asustada.
La pelirroja tomó a Akane de las muñecas y miró el iris castaño con un halo de determinación. Se separó de ella un metro y se empezó a deshacer del yukata hasta presentar un atuendo más informal y familiar, una camiseta blanca interior y bóxer amarillos con las palabra de «boy», en inglés enmarcada bajo la goma. El busto de Ranma se movió con un cierto retraso cuando él se dirigió hacia uno de los platos de ducha. Giró el pomo hasta el agua caliente y a la vez que el vaho formaba una nube el agua se deslizó por su cuerpo. Akane se mantuvo entre la sorpresa y la expectación sin perder cada detalle de la transformación. En medio del vapor, los hombros de Ranma se ensancharon, la estatura, el diámetro de sus brazos y manos aumentó, su pecho voluptuoso se aplanó y en la espalda y hombros se esbozaron los trazos de múltiples fibras.
Ranma giró el cierre del agua y comenzó a caminar hacia Akane con paso lento pero seguro. Se detuvo. Sus ojos la observaron, como lidiando contra algo invisible y se acercó hacia ella a través de la penumbra, salvando la distancia que les separaba lentamente. El pelo caía pegado a su rostro mojado, la camiseta estaba arrugaba pegada a su torso. Finas gotas resbalaban de cada mechón negro, de su ropa, por sus brazos y rociaban el suelo formando una mancha oscura a sus pies descalzos.
Dio un paso. Dos más hasta alcanzarla. Akane levantó la barbilla y Ranma puso una mano tibia en su mejilla blanca. Akane parpadeó una vez y luego sus párpados descendieron como si estuvieran cargados de sueños mientras los dos se acercaban como pocas veces se habían acercado. Su nariz apenas rozó la mejilla de ella cuando sonó el estruendo.
CRASH
Un golpe de seco seguido de unos pasos se escuchó demasiado cercano. El instinto que en ciertos momentos les unía, en ese instante rompió el momento y les separó como dos imanes del mismo polo.
—¿Qué ha sido eso?
—Parece que procede del jardín—Contestó ella, consternada.
Ranma se dirigió a la salida y Akane le siguió confundida a sus espaldas. Salieron del dojo y vieron quién se encontraba a pie del estanque. Por aquel entonces ellos no lo podían adivinar.
No lo sabían.
No imaginaban que a partir de aquel momento todas sus peores pesadillas se harían realidad.
Nueva York-Manhattan
7 de febrero de 2003 – 2 a.m.
En el hotel Ranma Saotome no podía conciliar el sueño. Tras la cena con Tagawa se había fugado prácticamente como un cobarde patético del restaurante, se había encerrado en la habitación del hotel y, envuelto en una fina capa de sudor, había dado más vueltas que una peonza sobre el colchón. No podía dejar de pensar en lo ocurrido aquella noche. Necesitaba descansar para el día duro que le esperaba tras la noche, pero le estaba resultando una tarea prácticamente imposible.
En medio de su soledad su cabeza solo representaba un vívido rostro, una imagen. Se repetía, la repetía, la visualizaba, desaparecía y volvía una y otra vez. Se aferraba a ello como una garrapata. Consciente e inconscientemente aquello se repetía como la cinta de una bobina vieja hasta que se desdibujaba y se volvía a dibujar entre sueños, en duerme vela, en vigilia, en pesadillas.
Cuando no pudo más se puso en pie sudando a mares, a pesar de las bajas temperaturas de la ciudad. Su habitación era de un tamaño excesivo para una sola persona, pero era la clase de hoteles en los que se hospedaban la gente de su entorno; de grandes dimensiones y divisiones en varios espacios. La descomunal cama se encontraba frente a una panorámica desde las alturas del cruce Broodway con la Sexta. Desde su ventana se atisbaban millones de puntos de luz bajo un cielo negro; tal como si las estrellas se hubieran invertido y descansaran bajo un inmenso océano oscuro. Un pasillo a la izquierda le conducía a un baño con jacuzzi, sauna y grandes espejos. Ranma tomó un vaso de cristal de la repisa del lavabo y rellenándolo con agua del grifo calmó las grietas de su boca seca. Se contempló al espejo distinguiendo sus ojeras, los ojos duros, grises e inexpresivos, abandonados por el color.
Te he encontrado Akane.
¿La había encontrado? Quizás, como respuesta al cansancio y a la diferencia horaria, su cerebro le había jugado una mala pasada ¿Era realmente Akane? Sin embargo, ese rostro le era inconfundible. El iris color chocolate. El olor a primavera. Esa piel pálida. ¿Había realmente, sin proponérselo, encontrado a Akane?
Te he encontrado sin querer buscarte.
No, nunca, jamás la había buscado. Pese a que en su adolescencia lo hubiera hecho y lo había hecho a ojos vendados después nunca la volvió a buscar. Desde hacía tiempo se empeñaba en pensar que había dejado de existir para él. No quería beber más agua de la tragedia, pero después de lo que pasó así era como debían ser las cosas. No podía permitir que nada atravesase esa capa que minuciosamente había tejido a su alrededor. El daño, la debilidad, eran sensaciones que hace ya tiempo había desechado. No. No podía permitir que ella atravesase de nuevo su pecho, esa vía imperfecta hacia su corazón. Aunque ni si quiera podía decirse que realmente quedara corazón. Si no había, nada podía dañarle.
Pero en el fondo yo... lo deseaba tanto... Yo deseaba verte.
Pero, inconscientemente, la deseaba en silencio. Deseaba verla por una vez más desde hacía muchos años. Había soñado con ello miles de veces, lo había imaginado en secreto y en silencio. Permanecían en su mente muchas de sus imágenes y había fantaseado más de una vez con ello. Claro que lo había deseado, hablar con ella, exigirle cosas que no tenía derecho a exigir y por encima de todas las cosas preguntarle por qué.
¿Por qué, Akane?
Porque a pesar de todo finalmente Akane, la muchacha que había sido su prometida, le había abandonado.
NA: Gracias por leer.
