Hola, lamento la tardanza, investigué cosas y procastiné mientras escribía este capítulo. Espero demorar menos con el siguiente. ¡Gracias por leer!
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Liam se fue a dormir en cuanto el cielo comenzó a clarear. La suite y el dormitorio contaban con dos juegos de cortinas; unas delgadas y transparentes, ideales para filtrar los rayos del sol de la tarde, y otro par más, pesadas y de color negro. Al extender aquellas últimas la estancia se sumía en una oscuridad completa.
—Dimos instrucciones para que el servicio no venga hasta el atardecer —le contó al tiempo que se acostaba. Solo una de las dos lámparas seguía encendida—. Tendrás que ir tú mismo al restaurante. Mi billetera está dentro de…
—No te preocupes, te dije que puedo arreglármelas —interrumpió, sacudiendo la mano—. Por ahora yo también tomaré una siesta.
Él lucía lo suficientemente cansado para no objetarle. Sherlock se introdujo debajo de las sábanas —las más sedosas que había usado en su vida, tuvo la impresión—, y abrazó su cuerpo casi inerte.
—Sherly —oyó que le llamaba, con un hilo de voz.
—¿Mmm?
—Ten buenas noches.
Levantó su barbilla, pero ya tenía los ojos estaban cerrados. Le besó la frente en medio de una sonrisa que no pudo reprimir.
—Buenas noches a ti, Liam.
Después de eso apagó la última luz e intentó dormir. Debería haber sido fácil, considerando la comodidad y que la luz de la mañana no podía alcanzarlo, pero tuvo grandes dificultades para conciliar el sueño. Ni siquiera el aroma dulce del pelo de Liam, que otrora siempre le resultaba relajante, consiguió facilitarle las cosas.
La conversación con su novio de hacía unas horas le había turbado y ahora no podía dejar de pensar. Estaba convencido de que no le lanzaba tantas advertencias e insinuaciones solo para hacerlo desistir de entremeterse en sus asuntos; él sabría mejor que nadie que eso no funcionaría con Sherlock. Solo le restaba interpretarlo como un montón de pistas dejadas a propósito, alicientes para que persiguiera el hilo y desenmarañara sus misterios.
Bueno, ya estaba en la tierra de los vampiros. Ahora debía llegar hasta el fondo. Tal vez así encontrara una forma de hacerle sentir mejor consigo mismo.
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Alrededor de las 8 de mañana logró sumergirse en un sueño inquieto en que fuerzas desconocidas le pisaban los talones. Una sucesión de sombras confusas lo absorbió, pero lo que en realidad le angustiaba era la sensación de que Liam se alejaba cada vez más de su lado. Aunque no pudiese verlo, lo sentía allí, justo delante de su visión borrosa; por más que avanzara su presencia continuaba fuera de su alcance. Imaginó que tenía la boca cosida con hilo, porque tampoco podía separar los labios y llamarlo. Le pareció que este sueño se repetía en su mente con diferentes variaciones hasta que por fin se despertó, harto de aquello y con la impresión de no haber descansado nada.
Eran las 3 de la tarde, se enteró al encender su celular. Levantó las cejas y volvió a dejarlo sobre el velador mientras salía de la cama.
Antes de pensar en qué hacer a continuación, se volvió hacia un Liam completamente dormido. Le tranquilizó que nada fuese capaz de perturbarlo; acurrucado en la misma posición, no hacía diferencia si no estaba con él. Aun así, le hubiese gustado tumbarse de nuevo de no ser porque le comenzaba a rugir el estómago de hambre. Él se quejaría de nuevo si se descuidaba. Tomó una ducha y después, con cuidado, abrió un poco las cortinas de la sala para dejar entrar algo de luz mientras se secaba el cabello. Tuvo un pensamiento breve acerca de ir a recorrer la ciudad por la tarde, pero lo descartó de inmediato. No se sentía cómodo dejando a Liam solo durante demasiado tiempo, a merced de cualquiera que pudiese entrar.
Luego de eso bajó a comer algo, pero se rehusó a tomar el dinero de su novio. Por mucho que a él no le importase, ya se sentía lo bastante incómodo al estar allí gratis, y era un motivo más para que sus allegados le detestaran.
El hotel estaba conectado con un centro comercial; vagó por los corredores amplios hasta dar con una cafetería que le pareció más económica que el resto de los restaurantes con que se topó. Escogió entre el par de opciones de almuerzo que había y al terminar pidió un café. Al observar a los clientes que deambulaban alrededor de las tiendas, volvió a pensar en lo que sucedería por la noche. Liam se iría a ver a su hermano, sea donde fuese que este se hallara. ¿Qué pasaría con Sherlock entonces? Su única certeza era que no podía regresar a casa. Al menos creía que a esas alturas él ya no iba a oponerse, aunque todavía necesitaba elaborar un plan.
Antes de que fuera a perder la noción del tiempo mientras se hundía en sus reflexiones, decidió volver a la suite. Por si fuera poco, necesitaba un cigarrillo con urgencia y los había olvidado en el dormitorio.
Tuvo la suerte de no encontrarse con el aliado humano de Liam en el pasillo; por el momento no estaba de ánimo para más escenas incómodas. Se dirigió directamente al cuarto a oscuras, y luego de entrar tanteó la pared en busca del interruptor de una de las lámparas. Al encenderla allí estaba él, descansando de la misma manera en que lo dejó, sin moverse ni un centímetro.
Recogió su caja de cigarros de la cómoda y acarició sus cabellos. Hubiese sido genial que aquel fuese un viaje solo de los dos; esperaba que en el futuro tuviesen la oportunidad de hacerlo, aunque necesitaría comenzar a ahorrar dinero otra vez.
Apagó la luz y salió. El resto de la tarde se lo pasó estando tirado fumando; sacó una lata de cerveza del minibar e incluso encendió la televisión. Pero ruido que producía no le dejaba pensar, así que la apagó 2 minutos después. Cuando el sol por fin dio paso a la penumbra, ya tenía almacenada en su teléfono una lista de lugares más baratos en los que hospedarse.
—Buenos días, ¿dormiste bien? —le preguntó en voz alta, nada más oír que la puerta del cuarto se abría.
—No puedo quejarme —dijo él al entrar a la sala de estar. Todavía llevaba puesto el pijama blanco de algodón que solía usar en casa, aunque en absoluto parecía alguien que acabara de despertarse. Su rostro lucía fresco y el pelo dorado resplandecía, como si la luz del sol hubiese quedado atrapada entre sus hebras antes de esfumarse.
Al verle, Sherlock bajó los pies del sofá y apagó la colilla humeante de su cigarro en el cenicero de la mesa.
—¿Quieres desayuno? —ofreció.
—No, gracias. Prefiero que no te desmayes. —Se acercó a Sherlock e, inclinándose hacia él, rozó sus labios en un beso superficial. No alcanzó ni a cerrar los ojos antes de que retrocediera—. Cuando esté listo iré a ver a los demás, pero no demoraré.
—Supongo que es el final de nuestro viaje —dijo, encogiéndose de hombros con resignación—. Pero no pienso aceptar ese beso como uno de despedida.
—Te daré otro mejor después. —Su sonrisa suave le trajo una pizca de dolor; no quería dejar de ver sus expresiones ni esos ojos penetrantes que le traspasaban como a una de aquellas cortinas traslúcidas.
Se sintió impotente y asustado de perderlo, pero no podía arruinar todo; no al menos si quería seguir a su lado. Fue a encerrarse en el baño en cuanto él desapareció de nuevo en el dormitorio. Mojó su rostro con agua fría y encendió un cigarrillo, decidido a someter esas emociones tan caóticas. Después de arreglar los asuntos con su familia, podrían retomar su vida normal. Confiaba en Liam y en su relación.
Mientras él estaba fuera, arregló su equipaje para mantenerse ocupado. Las cosas de su novio, incluidos los regalos que le dio la noche pasada, ya las había empacado de forma diligente, lo que no le sorprendía. Dejó su maleta en la sala, cerca de las de él, para luego sentarse con la mochila al hombro. Tratándose de ellos, presentía que no iban a tardarse mucho tiempo en su pequeña reunión.
No estaba desencaminado; 10 minutos después, su novio abrió la puerta y atrajo su atención.
—Ya terminé, Sherly. Nos vamos —avisó. Sherlock se levantó, y mientras caminaba hacia él, Liam le dijo—: Tú también puedes venir, si eso quieres.
Eso hizo que se detuviera a dos pasos de él con obvia sorpresa.
—No es ningún tipo de trampa.
—Pensé que querías que regresara por donde vine —dijo, observándolo con sospecha—. Sin mencionar que el resto de tu familia no parecía nada feliz de que estuviera contigo.
—¿Y en serio pretendes volver a Londres si te dejo aquí? —inquirió retóricamente, con una sonrisa débil—. Estarás planeando quedarte por los alrededores.
No podía negárselo. Se reacomodó la mochila y respondió, evitando su mirada.
—Tal vez pensaba hacer un poco de turismo.
—No creo que tengas tanto dinero para eso.
—¡Oye! Puedo ganarlo fácilmente si hace falta.
—¿Entonces te quedas en esta ciudad? —Le dio la espalda para ir en busca de sus maletas; Sherlock se giró para seguirlo, ceñudo—. Solo te pido que no hagas cosas imprudentes.
—Voy contigo —sentenció con gravedad. Si él se lo ofrecía, nunca diría que no, sin importar qué estuviera tramando para hacerlo volver a casa.
Partieron entonces hacia el vestíbulo, donde ya se encontrarían Louis y Moran. En el ascensor, quiso saber cuál era específicamente el destino de aquel viaje; antes creyó que se reunirían allí mismo en Cluj-Napoca, tal vez a las afueras, pero algo en la forma en que Liam le preguntó si permanecería en esta ciudad le hizo darse cuenta del error.
—No conozco el camino, solo sé que debemos adentrarnos a la región de Maramures, al norte de aquí —le dijo él, para su sorpresa—. ¿Te preocupa?
—Qué va, es mi sueño viajar a un lugar desconocido en medio de la noche.
Afuera del hotel, les esperaba un vehículo —no un taxi esta vez—, que supuso que era rentado. Delante del volante estaba el único allí que conocía la ruta y el sitio al que se dirigían, Sebastian Moran. Fumaba un cigarrillo mientras les esperaba, y al verlos acercarse lo lanzó por la ventanilla abierta.
A diferencia de la noche anterior, ahora el cielo estaba menos despejado y apenas alcanzaba a ver un destello de la luna por entre las nubles. Hacía más frío también, por lo que Sherlock se ajustó el cuello de su pesada chaqueta forrada.
Liam le hizo un gesto para que le siguiera; guardaron juntos esta vez las maletas en el amplio portaequipajes abierto, y tras un último vistazo a la luminosa fachada del hotel, se subió en el asiento trasero, como era lógico. Entonces tuvo un déjà vu al encontrarse a Louis ahí, con los brazos cruzados y un semblante inexpresivo.
Por supuesto, al ser el líder de aquel grupo tan extraño Liam iría de copiloto.
—Estate preparado, son casi tres horas de viaje —fueron las amables palabras del conductor antes de girar la llave del automóvil.
No había muchos edificios altos en aquella ciudad, reparó al mirar hacia afuera en lugar del rostro de su cuñado. Muchísimo más pequeña que Londres, le hubiese gustado recorrerla junto a Liam. Incluso si no había nada interesante la experiencia de seguro lo valdría estando con él. Ahora, en cambio, se internaban en una autopista. Hacían el camino inverso de la noche anterior, notó más tarde al avistar el aeropuerto a lo lejos. Continuaron hacia el norte hasta que las luces citadinas se desvanecieron en la sombras y el tráfico comenzó a escasear.
Al cabo de un rato sacó teléfono para investigar el mapa del lugar al que iban. Maramures estaba al norte, cerca de la frontera, y se trataba de una región montañosa salpicada de pequeños pueblos cuyos nombres no estaba seguro de cómo pronunciar. Había una ciudad, Baia Mare, sindicada como la capital regional; sin embargo, la ubicación en tiempo real de la ruta que estaban siguiendo indicaba que estaban alejándose de esa urbe en lugar de aproximarse.
De manera que se dirigían hacia alguno de aquellos poblados perdidos, razonó Sherlock, por muy descabellado que pareciera. Nada podía ser normal tratándose de una familia de vampiros, ¿no? Sería aburrido si lo fuera. Guardó el celular y se entregó a aquella aventura desconocida, como hizo desde el primer momento. Hasta ese punto confiaba en Liam.
Se desplazaban en campo abierto por parajes en los que no pululaba ni un alma, pero estaba más preocupado por la tensión que venía notando en la postura de su novio desde que se acomodó en aquel sitio. Estaba inquieto, alerta, como un gato antes de pelearse con otro. Podría ocultarlo hasta de Louis pero no de él.
Tal vez sintiendo su escrutinio, de repente observó que se movía para inclinarse a un lado del asiento. Después se volvió para enfrentarlo.
—¿Quieres agua, Sherly? —le ofreció una botella.
—Solo un poco, no quiero que me den ganas de orinar —dijo al tiempo que la recibía. Le dio un toque suave a sus dedos antes de que retirara la mano.
Él lo premió con una sonrisa mínima, como para tranquilizarlo, y se volteó de nuevo hacia el frente.
—¿Puedo encender un cigarro? —preguntó de pronto— Bajaré la ventanilla.
—Ni se le ocurra. —Le prohibió Louis al instante. Enseguida se dirigió al otro ser humano dentro del vehículo—: ¿Está seguro del camino, señor Moran? Es de noche y los sentidos se pueden confundir.
—Me lo sé de memoria —replicó aquel tras chasquear la lengua—. Es después de Botiza; todavía faltan otros tres.
Al fin conocía el nombre de un lugar de referencia. Pero en vez de fijarse nuevamente en el mapa, volcó la atención hacia la carretera y bebió un trago de agua; la luminaria pública era mínima, pero aguzando la mirada consiguió avistar el pueblo que se extendía sobre una sinuosa franja verde. Era un paisaje que no guardaba parecido alguno con el de Cluj-napoca: cada dos por tres, pequeñas casas de madera surgían del páramo como espectros oscuros, y enormes montones de heno las acompañaban. Además, había algunas bicicletas y carretas estacionadas a la vera del camino, aunque ni rastro de caballos, de seguro debido a la hora.
El aire campestre del entorno le llenó la cabeza de interrogantes. Desde luego, el hermano de Liam no les estaría esperando en una cabaña de esas; si algo era evidente es que a su familia le sobraba el dinero. ¿Por qué habría escogido un sitio como ese para vivir, entonces? Sin más información de la que ya tenía, solo podía deducir que buscaba la privacidad, o más bien, el secretismo.
Tal vez por eso su novio estaba preocupado, aunque llegado a ese punto prefirió detener sus suposiciones. Si por esas casualidades se le ocurría echar un vistazo a su mente era mejor no intranquilizarlo más.
Continuaron atravesando poblados desconocidos cuyos nombres ni siquiera aparecían en letreros. Cuando sacó el teléfono para identificar el de turno, descubrió que el internet ya no estaba funcionando; en algún momento la señal se había vuelto inestable, así que tuvo que resignarse a esperar.
Alrededor de la 1 de la madrugada dejaron atrás el último vestigio de civilización y se adentraron en un camino secundario, más estrecho que la carretera principal. Tupidos árboles se precipitaron sobre la ventana durante un tramo, y después, la luz brumosa. Su fuente era un par de faroles altos de hierro, los cuales iluminaron el mundo nocturno delante de sus ojos. Justo cuando Sherlock estaba procesando lo que veía, el coche frenó.
Se quitó el cinturón de seguridad y empujó la puerta para bajarse. Sin dar la vuelta al vehículo, se detuvo para contemplar el terreno con la cautela propia de un intruso. A varios metros de distancia se alzaba sobre el césped la estructura de ladrillo de una aquellas casas al estilo georgiano que hubiese esperado hallar en Inglaterra. Amplia, con 5 ventanas superiores y otras 4 abajo en perfecta simetría, sin incluir la puerta acristalada entre ellas, era un enorme punto luminoso en medio de las colinas. A la izquierda y un poco más lejos había un cobertizo de aspecto similar.
Echó un rápido vistazo a Liam, que acababa de salir del auto también. Louis le estaba diciendo algo en voz baja, pero comprobó al acercarse que este no le prestaba mucha atención. Tenía los ojos clavados en el imponente edificio.
—Liam —le llamó—. ¿Estás bien?
Él volteó a verlo de inmediato; lucía confuso, como si lo hubiese arrancado de un sueño.
—Lo estoy —dijo tras un instante, levantando las comisuras de la boca. Sherlock sintió el impulso de tomarlo de la mano aunque no causase buena impresión—. No te preocupes, Sherly. Vayamos, después volveremos por nuestras maletas.
Dejó de mirarle y le hizo un gesto de asentimiento a Louis. El otro hombre, Moran, se les adelantó mientras conversaban y caminaba ahora rumbo a la puerta con llave en mano. Sherlock recordó la primera conversación que tuvo con su pareja referente a todo este entuerto, y se preguntó a quién pertenecía la lealtad de aquel tipo. Solo podía estar vinculado con alguien más de esa familia...
No existía una senda pavimentada, solo el pasto corto y verde hasta los escalones de piedra del portal de la entrada. La luz del interior descendía por los cristales, pero hasta ese momento no había visto la sombra de ninguna persona en ellos. Escudriñó una y otra pero no captó movimientos.
De un momento a otro oyó el sonido de la madera al deslizarse. Le siguió una especie de brisa suave, como una exhalación.
—Ha sido mucho tiempo, Will, Louis. —En días anteriores estuvo preguntándose cómo sería el hermano mayor de su novio, pero al verlo debió reconocer que sus conjeturas se equivocaron. No se parecía en nada a ninguno de los dos; tenía el cabello castaño, no rubio, y los ojos de un tono esmeralda que parecía mimetizarse con el entorno rodeado de naturaleza. Sus facciones tampoco guardaban gran similitud.
Al reparar en su persona, alguien que acudía al encuentro de unos vampiros sin ser invitado por el dueño de casa, su mirada traslució curiosidad.
—Lo mismo digo, Albert —contestó Liam a su lado, con extrema cortesía.
—Nos alegra verte luego de tanto —añadió el menor de los tres.
—Eso se los digo yo, Louis. —Entonces le tocó el turno a Sherlock de convertirse en el foco de atención. Sintió que lo analizaba de pies a cabeza con aquellos sentidos tan agudos que poseían los de su especie—. ¿Holmes, cierto? —le preguntó, segundos más tarde—. Supongo que has venido por Will.
—Así es, soy Holmes, Sherlock Holmes —se presentó y extendió la mano con naturalidad, aunque no tenía idea de si había averiguado todo eso leyéndole la mente—. Un gusto, ¿Albert? Creo que haber oído que así te llamabas.
Él se la estrechó al tiempo que asentía; su tacto le supo frío. Al sonreír el par de dientes afilados quedó al descubierto.
—Un gusto, Sherlock. Gracias por acompañar a mis queridos hermanos hasta aquí, y no te preocupes, tú también eres bienvenido.
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Para la casa me basé en esta:
http-:/ - lyndondouglas. -com- /item/ - michelmersh-house/
En esta página hay algunas imágenes de la región de Maramures:
- www- .krispor elmundo maramures- iglesias- rumania/
