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Bella
Rose chifla por lo bajo cuando detiene su camioneta y luego lanza un suspiro.
—De acuerdo, Bella, terminemos con esto—alcanza su bolso y me tiende un paquete de mentitas. Lo tomo.
—¿Tu apartamento después?
—Ugh, si—suspira otra vez y pronto hay una gran sonrisa en su cara—. ¡Verán mis vestidos!
Le sonrío de vuelta.
—¿Son lindos? —pregunto, echándome las mentitas a la boca.
Ella jadea, ofendida.
—¡Por supuesto que lo son! Estás hablando conmigo y de mis vestidos, ¿qué te crees?
Me río y abro la puerta, bajando de la camioneta.
Rose está tremendamente nerviosa y ansiosa. La boda es en exactamente un mes y ella está comenzando a trepar por las paredes. Y decidió tener dos vestidos. Uno para la sesión de fotos y otro para el gran día. Dice que es El Vestido. Veremos por qué tanto alboroto.
Avanzamos hasta el negocio de los de catering y mientras Rose habla con la mujer rubia y hace los últimos pagos, tomo asiento y me entretengo con mi teléfono.
Tengo un mensaje de Edward.
Edward: Dile a Rosalie que todo está listo.
Y sí. Mañana tendrán su sesión de fotos. Ella despertará tremendamente temprano para ir al salón de belleza, a su primera prueba de maquillaje. Entonces nos encontraremos con ella y Emmett en la antigua granja de Forks (reciente adquisición de los Swan). Estamos cruzando los dedos para que no llueva, aunque el hombre del clima dijo que no esperáramos lluvia este fin de semana.
Y si llueve, Rosalie tendrá que aceptar el hecho de que su vestido se mojará… al igual que su cabello prolijamente peinado.
Bella: Bien. Se lo haré saber.
Un minuto después, su respuesta llega.
Edward: ¿Cómo estás? ¿Tuviste un buen día?
Aprieto los labios.
Edward y yo seguimos "peleando." Principalmente porque él no se ha disculpado por su nefasta actitud del martes por la noche. He estado dándole vueltas al asunto y no puedo ver mi error. Simplemente el bar y Lauren me dan mala espina. ¿Qué esperaba que pensara luego de su mentira y de su omisión de información? Ahora todo el tiempo estoy imaginando que ella anda por ahí.
No puedo ser la única que se molesta por eso. No puedo estar equivocada… ¿cierto?
No lo sé, pero esta noche les contaré a las chicas. Necesito un consejo.
Y como Edward no se ha disculpado, nuestros encuentros han sido breves. Como nunca antes lo habían sido.
Sólo estoy herida, ¿sí? Pasé mucho tiempo pensando en si debería confrontarlo, hasta que decidí hacerlo y salió como la mierda.
¿Lo ven? ¿Entienden por qué tengo problemas de confianza?
Entonces él ha estado aprovechando cada oportunidad que tiene para intentar ampliar la conversación.
Si tan sólo se disculpara…
Bella: Bien. Fue bueno.
Bella: ¿Tú?, añado, porque soy débil y lo extraño tanto. Soy estúpida. No debí haberlo confrontado.
Edward: Bien. ¿Mi bebé? ¿Cómo está?
Bella: Hambriento.
Edward: Hablo de Charlie, no de ti.
No puedo evitar sonreír. Ese bastardo. Y amo que lo llame Charlie todo el tiempo. Ya no duele tanto. El único Charlie en mi vida comienza a convertirse en dos personas diferentes.
Bella: Hambriento, no hambrienta.
Edward: ¿Estás en casa de Rose?
Bella: Con los de catering. Su casa es la siguiente.
Edward: Bien. Estoy en camino al bar. Hazme saber cuándo estés ahí.
Bella: Bien.
Edward: Diviértete.
Edward: Te amo.
¡Bastardo! ¿Por qué eres así, Edward?
Bella: Yo también te amo.
Edward: ¿Lo haces?
Bella: Claro.
Edward: Porque parece que lo dejaste de hacer desde el martes.
Ugh.
Bella: Detente.
Edward: Bella.
Bella: Edward.
Edward: ¿Lo haces?
Bella: Tú iniciaste.
Edward: Luego hablamos de eso. Tengo que irme. Te amo, otra vez.
Sonrío y me acerco a Rose cuando me llama.
Bella: Te amo también, otra vez.
xxx
Jessica es la última en llegar a casa de Rosalie. El resto de nosotras la esperamos sentadas en los taburetes, alrededor de la isla de la cocina de Rose mientras atacamos nuestras charolas de sushi.
Ella nos hace una mala cara al llegar y se apresura a arrojar su bolso al sofá. Se lava las manos rápidamente en el fregadero mientras reclama sobre por qué no la esperamos.
—Siempre llegas tarde y teníamos hambre—la corta Ángela.
—Lo siento—Jess alcanza su primer rollito entre sus dedos—. Estaba lidiando con un tipo molesto.
—¿Qué tipo molesto? —pregunto.
Ella rueda los ojos y le resta importancia con su mano.
—Un tipo al que casi olvido cancelarle. Se suponía que íbamos a ir a los bolos.
—¿Y? ¿Por qué no lo hiciste? —Rose cuestiona con un puchero en su boca—. Pásame la salsa.
Jessica coloca la salsa de soya en su palma y muerde su rollo empanizado.
—Tenía que venir aquí. Y antes de eso descubrí que tiene novia.
Jadeamos. Ella asiente.
—¡Lo sé! Es loco, ¿verdad? Ese bastardo. Y heme aquí. Esto está bueno—musita, saboreando su bocado.
—Tienes muy mala suerte con ellos—se ríe Ángela.
—La tengo—Jessica acepta—. Vayamos mañana a One Eyed. Volveré a probar suerte con Paul.
—Demasiado tarde—respondo—. Está saliendo con alguien.
—¿Qué mierda? ¡Él no lo está haciendo! —Jessica chilla—. Es emocionalmente no disponible, ¿qué carajos?
—Pues ni tanto—Rose murmura—. Es la bonita que usaba un vestido plateado en la fiesta, ¿verdad?
Asiento.
—Me gustaron sus zapatos—añade Ángela.
Jessica observa el intercambio con rostro crispado.
—Uff, ¿viste su trasero? —Rosalie hace la seña de excelente con sus dedos—. Ese trasero puede quitarle lo "emocionalmente no disponible" a cualquiera—mira a Jessica, quien rueda los ojos.
—Maldición. ¡Te odio, Paul! —ella alza el puño.
—Intenta otra vez con Mike—ofrece Ángela.
—No, gracias. Lo intentaré cuando quiera un mensaje de buenos días todas las jodidas mañanas.
—Eres demasiado cruel, Jessica—Rose sacude la cabeza—. Debes calentar tu corazón.
—Nah, lo calentaré después—Jess agita su mano y, finalmente, se sienta en un taburete—. Cuando esté lista para arruinar mi vida con matrimonio e hijos—nos señala a Rosalie y a mí, respectivamente.
—Suficiente con el chiste de arruinar tu vida. No necesito más nervios, gracias—Rosalie entierra sus manos en su cabello—. Hablando de eso, mañana tengo mi primera prueba de maquillaje.
—Recuérdame por qué necesitas dos pruebas—Jessica ladea la cabeza, fingiendo curiosidad.
—Mañana tienen su sesión de fotos—le responde Ángela—. ¿Qué clase de organizadora de bodas eres si ni siquiera sabes eso? —reprocha.
—Meh. Es Rosalie—Jess se ríe y alcanza otro rollo.
—¿Y acaso no importo?
—Sólo sé que no irías con mi jefa a quejarte de mí. A ti puedo mandarte a la mierda. A las otras novias no. Al parecer, suelen enojarse.
Sacudo la cabeza con una risa. Ay Jess.
—Recuérdame otra vez por qué mierda te contraté—Rose inquiere, repitiendo sus palabras.
—¡Porque me amas! —Jessica chilla feliz y de paso le lanza un puñito de arroz.
—Y porque estabas tan desesperada que no buscaste otras opciones—intercedo.
—Jódete, Bella—Jess me ladra—. Por cierto, ¿cómo estás? ¿todo bien?
—Algo así. El bebé sí. Yo, no tanto.
—Aww—Ángela hace un puchero, sosteniendo su rollito entre sus dientes—, ¿por qué no, nena?
—Se va a caer tu camarón—Rose le señala.
—Déjame adivinar…—Jessica me detiene antes de hablar—tus tetas siguen doliendo.
—Eso y Edward.
—¿Edward te sigue doliendo? —Ángela se ríe.
—Ese bastardo—Rose entrecierra los ojos y golpea su puño contra la mesa—, ¿qué mierda hizo ahora?
—No van a juzgarme, ¿verdad?
—Chica, por decir eso ya te estoy juzgando—comenta Jessica. Le ruedo los ojos.
—¿Sobre qué? ¿Estás peleando con él? —Ángela parece demasiado interesada, incluso se inclina.
—Si… estuve debatiéndome sobre enfrentarlo o no… lo hice y salió mal.
Ángela abre la boca para hablar, pero la cierra. Entonces lo intenta otra vez.
—Por favor dime que no es sobre lo que estoy pensando.
Le doy una mirada apenada.
—¿Qué? ¿De qué me estoy perdiendo? —Jessica nos mira a ambas, esperando una respuesta.
—¡Bella! —Ángela gime.
—¿Qué pasa? —Rose me sacude por el brazo.
—En la fiesta de aniversario… su ex estaba ahí y…
—Y Bella perdió el control y se puso a hacer berrinche y terminamos escondidas en la oficina del bar y le tuve que decir a Paul que se sentía mal y luego Edward fue ahí y al final de la noche todos creían que Bella estaba a punto de desmayarse—Ángela explica, con voz cansada.
—Gracias a ti, perra—pellizco su brazo y ella lo saca, quejándose.
—Diablos, debí saltarme la boda de esa noche—musita en voz baja Jessica—. Me hubiera gustado ver eso.
—¿Y lo enfrentaste por eso? —Rose frunce el ceño.
—Si, sólo porque en el camino a casa hablábamos de algo relacionado. Vimos el momento exacto en que él la vio ahí y mintió, diciéndome que no lo había hecho.
—Bella…—Ángela intenta interrumpirme.
La detengo con mi mano.
—Y cuando fuimos a Seattle, Seth subió algunas historias al Instagram del bar y ella estaba ahí y él ni siquiera me lo dijo. Le dije que sabía que ella había estado ahí y él sólo se puso a la defensiva. Tengo la gran corazonada de que ella anda por ahí seguido. ¡Incluso peleó con Quil y Embry por ella!
—Woah, woah, detente ahí—Rose abre los ojos enormemente—, ¿cómo que peleó con Quil y Embry?
—Si—digo, derrotada—. Quil le tocó el trasero a Lauren. Paul se le fue encima y Edward intercedió y…—sacudo la cabeza—ya estábamos saliendo en ese entonces. ¡Y me lo ocultó! Dijo que sólo trató de detener una pelea, lo cual hizo, pero no me habló al respecto sino hasta la fiesta de Eleazar. ¡Donde nos encontramos con Jake! Mi punto es que sólo lo acepta cuando está acorralado.
—Mierda—Jess murmura y golpea sus palillos entre ellos.
—¿Qué? —pregunto.
—Eso está jodido.
—Jess, no—Ángela la detiene—. No es momento de ser sarcástica.
—No estoy siendo sarcástica. ¡La chica ya notó el patrón, Angie!
Gimo, lanzando mis brazos al aire y mi cabeza hacia atrás.
—¿Y entonces qué pasó? —Rose me frota el hombro.
—Lo enfrenté. Le dije que parecía que me ocultaba cosas respecto a ella. Dijo que no estaba ocultándome nada, que ya había dicho la verdad. Apagó la luz a mitad de la conversación y me dejó ahí, hablando sola. ¡Y luego me tropecé!
Jess lanza una risita entre dientes y se cubre la boca rápidamente cuando Ángela la mira mal.
—Lo siento, lo siento—dice.
—Estás dándole demasiada importancia a Lauren—resuelve Ángela.
—Es exactamente lo que él dijo. Cállate—le lanzo una miga.
—Es justo lo que estás haciendo—se encoge de hombros.
—¿Estás enamorada de Edward? —Rose la enfrenta—. Siempre lo defiendes. Cuidado, Bella. Va a quitártelo.
Me río entre dientes.
—¿Por eso sólo te reíste cuando él dijo que nos estábamos poniendo cómodos en la oficina? —le entrecierro los ojos.
Ángela boquea.
—¿Qué? ¡Claro que no! No estoy enamorada de él. Cierra la boca, Rosalie.
Rose se carcajea y sacude la cabeza.
—¡Alto! Ayúdenme con esto—imploro.
—Yo no creo que le estés dando demasiada importancia—inicia Jessica—. Dios sabe que yo estaría igual de paranoica que tú, pero sólo porque tengo tendencias algo tóxicas. Y soy demasiado celosa.
—Creí que no eras celosa—Rose me dice.
—Si, yo también creí eso—la corto.
—Tal vez él está diciendo la verdad, Bella—comenta Rose—. No creo que estén pasando el rato cuando ella anda por ahí. Seamos un poco realistas, cada vez que hemos ido, él y Paul están demasiado ocupados en la barra. Van de aquí para allá.
—Si, dudo que se haga un espacio en su apretada rutina para intercambiar miraditas y compartir pajillas en una piña colada con Lauren—Ángela rueda los ojos.
—No pongas esa imagen en mi mente, Weber—la detengo.
Ella se escuda con sus manos.
—Aunque si es algo jodido que sólo te lo cuente cuando no ve una salida—finaliza Rosalie.
—Es porque no es importante—presiona Ángela—. No hay razón para decírtelo. Apuesto a que estarías peor que ahora si te lo dijera. Tus celos hubieran incendiado la habitación.
—Concuerdo—Jess la señala.
—Y ni siquiera hay razón por la cual él tenga que decirlo—Rose asiente.
—Me están haciendo sentir como una estúpida.
¿En verdad soy demasiado loca?
—Culpo al embarazo—me defiendo antes de que puedan responder algo.
Ellas ríen levemente.
—Olvídalo, Bella—soluciona Rosalie—. Pero él debería de disculparse por haberte hecho tropezar.
Ante esto, ellas se carcajean.
—Váyanse a la mierda—ladro—. Me largo de aquí.
—No sin antes ver mis vestidos—me detiene Rose por el brazo—. Sólo espera a que les enseñe como atar El Vestido y luego podrás irte.
Esa pequeña basura.
Terminamos con nuestra cena y pronto me convierto en la burla, así que no puedo evitar enojarme un poco.
No es hasta cuando la emoción de Rosalie por sus vestidos llega a mí que comienzo a sonreír de vuelta.
—Sólo recuerden que nuestra prueba de peinado y maquillaje es en dos semanas—murmura cuando caminamos tras ella rumbo a su habitación.
—Uuhh, estoy emocionada por eso—dice Ángela—. Y por nuestra manicura y pedicura.
Rose se coloca el primer vestido en el baño.
Es precioso y sutil. Es vaporoso, con mangas y encaje en los puños. No tiene espalda y tiene un gran escote en V.
—Usaré este mañana—anuncia con una sonrisa—. Sólo tiene un par de botones atrás.
—Me encanta. Mira esto—Jessica alcanza la falda y frota el encaje entre sus dedos—. Es tan mágico.
—Y tan práctico, Rose—añade Ángela—. Oh, es precioso.
—Me das el ramo, Bella—ordena, así que se lo paso.
Ella lo sostiene entre sus manos y le sonríe a su reflejo en el espejo. Nos dedicamos a acomodar la falda a su alrededor y la observamos.
Pero nada se compara a nuestras reacciones al ver el segundo vestido. En verdad es El Vestido.
Es increíblemente hermoso y pomposo. Es muy Rosalie. Por supuesto que ella iba a usar algo así.
Mi piel se eriza al verla salir del baño cargando con la falda. Ángela jadea y se cubre la boca con las manos.
—¡Rose, no lo hiciste! —Jessica grita, saltando en su lugar.
Sus hombros esbeltos están a la vista, ya que el vestido no tiene tirantes. Su corsé está lleno de dobleces, que lo hacen ver fruncido, pero lo maravilloso está en su falda. La parte frontal es lisa y vaporosa y el resto está lleno de flores, colocadas concienzudamente una sobre la otra, formando una falda de ensueño y elegante, que termina en una cola de aproximadamente metro y medio.
—Rose… por dios, Rose—me acerco a ella, tocando los detalles.
—¿Esto? ¿Están hechas a mano? —pregunta Ángela, maravillada.
—Si—ella asiente, orgullosa, pasando las manos por encima, aplacando—. Perdí la cuenta luego de la 1000.
—¡Jodida puta madre! —Jess se cubre la boca—. Rosalie, eres… ¡eres maravillosa! ¿cómo pudiste hacer esto? Santo dios.
—De acuerdo, de acuerdo. Ahora tengo que mostrarles cómo sujetar esto—ella sonríe y se gira.
Pacientemente, ella explica cómo los listones tienen que trenzarse.
—Tendrás que volver a explicarnos ese día—resuelve Jessica—. Mi memoria a largo plazo no es muy buena.
Rose le rueda los ojos.
—¿Entendieron? —nos mira a Ángela y a mí.
—Claro—ella asiente, demasiado segura—. Todo está aquí—se golpea la sien con su dedo.
—Miren esto—Rosalie dice, sonriéndole a su reflejo en el espejo—. En verdad hice esto. Conté el tiempo e hice anotaciones. 1,200 horas en esto, ¿pueden creerlo?
—¿Qué mierda? ¿1,200?
—Y en términos más sencillos. Pasé seis meses y medio haciendo esto.
—Imposible que seis meses y medio sean 1,200 horas—dice Jessica—. Hasta yo sé eso.
Rose le rueda los ojos.
—1,200 horas distribuidas en seis meses y medio, imbécil—Ángela la golpea en la cabeza.
—Gracias, Ang—dice Rose.
Acomodamos también este vestido, disfrutando de la sensación de su falda floreada.
—Mierda—Jessica carraspea—. En verdad te estás casando, Rosalie.
Ella inhala profundamente y su barbilla tiembla.
—Si, lo estoy haciendo—responde, con voz quebrada.
—Aww, ¿es hora de llorar? —Ángela la abraza por detrás. Rose se ríe, con ojos llorosos—. Lloremos entonces.
—No antes de las fotos—Jess las detiene, agitando su celular—. Digan "¡Rose va a casarse!"—chilla, colocándose para una selfie.
—¡Rose va a casarse! —gritamos.
—Oh sí, perra—ella resuelve antes de sacar la lengua y hacerle un signo de paz a la cámara.
Pasamos el rato tomando fotografías estúpidas. Incluso hay una de Ángela ocultándose en la falda de Rosalie mientras ella se sienta en su espalda y finge sostener un sombrero, estilo vaquero. También hay otra de ellas señalando mi panza con caras confundidas mientras alzo mis manos en plan de "no lo sé."
Y parece que Rose en verdad sólo esperaba las fotos para permitirse llorar después.
La sigo y ellas me tienden un pañuelo.
—Debe ser el embarazo—resuelvo.
xxx
Al día siguiente, al medio día, Edward y yo estamos en camino a la vieja granja de Forks para la sesión fotográfica de Rosalie y Emmett. Ella ha estado muy nerviosa toda la mañana y me ha enviado infinidad de mensajes sobre todas las cosas que pueden salir mal. He tratado de tranquilizarla, pero todo parece indicar que nada la hará cambiar de opinión.
Y ahora sus mensajes son sobre el clima.
—Rosalie está como loca—murmuro, tecleando una respuesta para ella en donde le digo que no lloverá, como si yo pudiera saberlo con certeza. Es Forks, por el amor de dios.
—¿Ahora por qué? —pregunta Edward, girando en una esquina.
—Ahora es por la lluvia.
Él frunce los labios y echa un vistazo por la ventanilla del auto.
—Pues el cielo está demasiado cerrado—comenta—. Tal vez si nos damos prisa…
—Será horrible si llueve.
—Si, lo será—él acepta.
Cuando llegamos, ellos aún no están ahí y Edward y yo paseamos alrededor, sintiendo la brisa fresca. Juego con una ramita entre mis dedos.
—¿Entonces esto ya es suyo? —él pregunta.
—Así es. Quieren ampliar los sembradíos—él asiente distraídamente, mirando el horizonte y luego resopla una risa.
—¿Qué? —inquiero.
—Nada…—sacude la cabeza, todavía con una sonrisa ladeada en el rostro. Sus manos están en sus bolsillos y mira al suelo mientras su pie lo rasca.
—¿Qué? —presiono, jalando su brazo.
Edward suspira y regresa su mirada al horizonte. Pasa un buen rato antes de que hable. Por un momento creo que no responderá, así que camino de arriba abajo, tamborileando mis dedos en mi barriga.
—Comienzo a creer que mi dinero sólo alcanzará para comprarle un biberón—dice, con voz pesada. Traga y no me mira ni cuando me detengo frente a él.
La luz del día lo hace ver pálido, pero sus ojos se ven increíblemente verdes y su cabello se agita con la brisa. Una mariposa vuela a nuestro alrededor.
—Es tu hijo también—murmuro, queriendo darle la importancia que él merece.
—Lo sé—se apresura a responder, aún sin mirarme—, creo que… lo peor es que si sólo fuera tuyo, no habría mucha diferencia.
—¿De qué hablas? —pregunto con mi pecho congestionándose.
—De eso mismo—suspira y sus hombros se hunden—. No lo sé… sólo espero no ser demasiado intrascendental.
Le frunzo el ceño y escuchamos los sonidos de los neumáticos acercándose. Por el rabillo del ojo, veo la camioneta de Emmett.
—Ser un buen padre no depende solamente del dinero.
—Lo sé, pero… humm…—resopla, arrugando la frente—creo que eso será demasiado importante en su vida.
—Al igual que lo que tú hagas.
Emmett detiene la camioneta a unos cuantos metros. Edward se encoge de hombros ante mis palabras. Comienzo a enojarme. ¿Cómo puede creer eso? Será tan importante en la vida de Charlie como yo.
—Luego hablamos de eso—resuelvo en un murmullo cuando la puerta de Emmett se abre.
—Al parecer tenemos que hablar de muchas cosas—Edward contesta, refiriéndose al asunto de la discusión que sigue colgando sobre nuestras cabezas.
—Edward—lo corto con voz dura.
Él ya no dice nada y avanzo hasta la camioneta, sonriéndole a un Emmett guapo que usa esmoquin.
—¿Por qué tan elegante, Emmett? —pico su abdomen y él camina a mi lado, para abrir la puerta de Rose y ayudarla a bajar.
—¿Qué hay? ¿Cómo estás?
—Bien. Muy bien—miento, mirando sobre mi hombro.
Edward ya está ajustando su cámara, ignorándonos. Su rostro continúa serio y fruncido.
—Rose…—le sonrío—mírate nada más, qué linda estás.
—Lo sé, ¿verdad? —sonríe, ladeando la cabeza y tomando la mano de Emmett.
Ella lleva el cabello suelto ondulado, con una media trenza y un tocado. Su vestido vaporoso se agita con el viento y afino los detalles de su apariencia cuando estamos listos para iniciar con las fotos.
Ella y Emmett se desenvuelven muy bien frente al lente. Noto a Edward algo tenso y pensativo y su humor apático no tarda en pegarse a mí, así que me mantengo alejada y sólo atendiendo sus direcciones sobre acomodar las ropas de ellos o sostener la cola del vestido de Rose al aire.
De igual manera, no hay mucho qué hacer.
Rosalie comienza a impacientarse y no deja de mirar al cielo. Emmett sólo le dice que se relaje, que no importa si llueve, pero él no entiende que ella no quiere mojar su vestido.
—Siempre puedes tener una foto con una sombrilla—ofrezco.
Ella gruñe.
—Cierra la boca y mejor acomoda mi cabello.
Pasamos un buen rato ahí. La naturaleza hace un excelente contraste con el estilo de las fotografías y Edward toma algunas de ellos por separado.
La lluvia finalmente llega cuando hemos terminado y Rose suspira, aliviada, llevándose las manos al pecho.
—Gracias, enserio gracias—le dice a Edward—. Yo me voy.
Es una lluvia ligera y avanzamos hacia la camioneta de Emmett para continuar hablando de las fotos. Rose está sana y salva, resguardada de los elementos, sentada en el asiento del copiloto mientras nosotros nos quedamos afuera, hablando por la ventanilla.
La brisa fresca es deliciosa y la disfruto colándose por mi cuello y por la falda de mi vestido veraniego.
Edward continúa callado -al menos conmigo-, pero toma mi mano cuando avanzamos hacia su auto, luego de despedirnos.
Le doy un apretón, intentando llamar su atención, pero no lo logro.
xxx
Por el resto del día, Edward permanece callado y abstraído. Incluso come algo, antes de ir al bar, frente al televisor cuando yo me quedo en el desayunador, picando la comida china.
Aunque regresa temprano, cuando me estoy quedando dormida.
Escucho el garaje de su casa abrirse y cerrarse, luego la puerta y finalmente sus pasos en el pasillo.
Me cree dormida así que se mueve en silencio por la habitación y por el baño. Escucho la regadera por un rato y me quedo dormida sin darme cuenta. Abro los ojos cuando él entra a la cama lentamente.
—Es temprano—murmuro.
Sus movimientos se detienen y suspira.
—¿Te desperté?
—No, estaba quedándome dormida—miento—. Es temprano—repito, girándome sobre mi espalda.
Él apaga la luz de su lámpara y se acomoda en su almohada, exhalando.
—Si. Laurent y Kate lo tenían bajo control.
—¿Se van a hacer cargo?
—Creo que si—resuelve.
Estiro mi mano para tantearlo en la oscuridad. El silencio es pesado y quiero hacerlo sentir mejor, aunque él tampoco me haya tenido muy contenta durante la semana.
—Es raro estar aquí un sábado por la noche—agrega.
—¿Estás cansado?
—Algo—él responde con voz pastosa.
No hemos estado juntos por más de una semana y se me ocurre que puede ser una buena idea para comenzar a arreglar las cosas.
Tal vez él deje de estar tan cabizbajo, podrá despejar su mente y tal vez la tensión entre los dos se disipe para así volver a la normalidad y exasperarnos hasta el cansancio.
Encuentro su abdomen y lo froto. Me deslizo hasta estar cerca y dejo un beso en su hombro desnudo.
—¿Quieres hacer el amor? —le pregunto en un susurro, tallando mi boca contra su piel.
Él tarda unos segundos en responder y sé que nada cambiará esta noche.
Edward encuentra mi mano -la que descansa en su abdomen- y le da una palmada.
—Sólo quiero dormir—contesta.
—Bien—dejo un último beso y él se desliza, hasta dejar su cabeza frente a mi pecho.
Subo mi pierna a las suyas, para abrazarlo, y rasco su cabello.
No pasa mucho tiempo para que su respiración se acompase y su brazo a mi alrededor se relaje.
El domingo Edward parece más tranquilo. Despertamos temprano -o más bien, él despierta y el ruido que hace me despierta a mí- y lo encuentro haciendo el desayuno.
Me siento en un taburete y robo las tiras de tocino que él está cocinando. Me entrecierra los ojos cuando me descubre y le doy una sonrisa inocente.
—Deja de robar mi tocino.
—¿No hay para mí?
Él ladea la cabeza y me señala con la espátula.
—Si mal no recuerdo, dijiste que te estabas poniendo gorda y que a partir de ahora sólo comerías ensaladas.
—Ensaladas con tocino—comento, dándole otra mordida a la tira antes de pegar un salto y bajar del taburete—, ¿quieres café?
—Ya lo tengo—señala su taza con la barbilla.
—Mmm—gimo—. Supongo que tendré que tomar jugo.
—Así es.
Le ruedo los ojos a su espalda y él se gira a verme de nueva cuenta.
—¿Cómo te sientes? ¿Está Charlie bien?
—Seh. Tal vez él sigue dormido… porque a él el ruido no lo despierta—lo miro mal y Edward me da una sonrisa de disculpa.
—Lo lamento. Iba a seguir con su habitación, pero luego me dio hambre.
—Está bien—respondo, disfrutando de sus sonrisas fáciles. ¿Está sintiéndose mejor? ¿Está todo olvidado? Espero que sí. Estoy cansada de la seriedad. Esta casa no está hecha para la seriedad. Está hecha para los gritos de irritación, los brazos alzados al aire y las risas.
Desayunamos en relativo silencio, con Edward deslizando su dedo por la pantalla de su teléfono mientras yo leo un artículo sobre jardinería en una Le Monde.
El silencio nos sigue hasta un par de horas después, cuando estamos en la habitación de Charlie. Edward continúa pintando las paredes luego de nuestra larga pausa mientras yo pinto los bordes en el piso.
Las playlists de Edward se reproducen en voz baja y cuando el viento comienza a arreciar, decidimos abrir las ventanas para hacer que la pintura seque más rápido. No pasa mucho tiempo para que comience la lluvia, pero afortunadamente llueve en sentido contrario y nada de agua se cuela.
Mientras Edward termina con una pared, voy al centro de la habitación y comienzo a armar la mecedora que habíamos comprado.
Edward se deja caer a mi lado sin gracia alguna y con un suspiro.
—¿Estás cansado?
—Algo—dice, alcanzando el destornillador. Él juega con él mientras intento descifrar el siguiente paso—. Eh, Bella…—inicia en voz baja—lamento lo de la otra noche. Sé que has estado esperando una disculpa.
Lo miro. Sus cejas están bajas y mantiene sus ojos pegados a sus manos.
—¿Te disculpas porque es lo que esperaba de ti?
—No, si… creo—tartamudea—. No lo sé. Lamento haber sido grosero y lamento que te hayas enfadado y lamento que toda esta semana haya sido del asco.
—Bien…
—Pero más lamento que ella siga siendo relevante aquí. Porque no lo es, sigo creyendo que le estás dando mucha importancia. No te he ocultado cosas sobre ella. Tal vez antes… antes de Halloween, ella estuvo ahí y si, la vi en la fiesta y cuando fuiste a Seattle también, por supuesto que la vi, pero creo que ahora está saliendo con ese tipo… no lo sé. No me interesa.
Inhalo y dejo los herramentales en el piso.
—De acuerdo.
—Y honestamente no quiero volver a hablar de ella. Mucho menos arruinarnos por ella, porque no tiene sentido ni importancia… ¿sí? —finalmente me mira.
—Sabía que no querías hablar de ella, lo noté desde el principio, pero, otra vez, que no me dijeras que ella andaba por ahí me hizo pensar cosas.
—Y lo entiendo—asegura, incluso asiente con su cabeza. Sus cejas están arqueadas—. Entiendo que pensaras eso o que tuvieras ese tipo de miedos al inicio, pero ahora… ¿después de todo este tiempo?
No digo nada. Sólo me miro las manos y alcanzo otra pieza de la mecedora. No lo digas, no lo digas, imploro en mi mente.
—¿Acaso no confías en mí? —y por supuesto que él tiene que decirlo.
—Lo hago—le aseguro—. Si lo hago, pero en ella no. No la conozco—resuelvo, encogiéndome de hombros.
Edward parece pensar sus siguientes palabras, sigue jugando con el desarmador en sus manos.
—Bueno, no le estoy dando crédito ni nada…—advierte—pero no es ese tipo de chica.
—Está bien—mascullo.
—Pero ya todo está resuelto. Ya no irá al bar.
—¿Hablaste con ella? ¿Le dijiste que ya no fuera? —mi corazón empieza a acelerarse.
—No—dice rápidamente—. Hablé con Seth. Le pedí que ya no la invitara y él dijo que estaba bien, que, de todas formas, ella ya no quería ir.
Le frunzo el ceño sin pensarlo.
—Ya sabe del bebé.
Mi interior se retuerce. Si Lauren ya no quiere ir al bar luego de enterarse del bebé quiere decir que aun le importa Edward, que está odiándolo en este momento, que está dolida y triste y con el corazón roto.
Por supuesto que no lo ha superado. Vagamente me recuerdo pensando en que Edward es el tipo de chico al que no superas, al que intentas encontrar en los demás.
—Además ya no iré al bar tampoco. No siempre al menos, ya con Laurent y Kate…
Relajo mi ceño fruncido e intento darle una sonrisa, pero no puedo. Soy una chiquilla molesta y celosa, demándenme.
—Ajá—es lo mejor que puedo darle—. Lamento ser muy molesta…
—Si, lo eres—sonríe ligera y torcidamente—, pero ¿qué le vamos a hacer?
—Estaba celosa, no voy a disculparme por eso. No controlo mis celos.
Él frunce el ceño y puedo seguir viendo la burla en su mirada.
—Vagamente te recuerdo diciendo que no eras celosa.
—No sabía que era celosa—le digo en un tono de pena—. Me haces hacer cosas locas.
—Mmm, claro—resuelve. Edward estira sus piernas frente a él y se apoya en los talones de sus manos.
Le ruedo los ojos y aprieto su rodilla.
—Gracias por disculparte.
Él me da una sonrisa sin mostrar los dientes.
—Y por, finalmente, hablar de ella conmigo. Ya estamos en la misma página.
—De acuerdo.
—Pero ahora tienes otra cosa por la cual disculparte—le alzo las cejas.
—¿Cuál?
—Tu tonto comentario de ayer.
Sus ojos se apagan y vuelve a llevar sus manos a su regazo.
—Ah, eso.
—Si, eso.
—No fue un comentario tonto—se defiende—. Es lo que siento. ¿Estás diciendo que mis sentimientos son tontos?
Le entorno los ojos.
—No me irrites, Edward. Sabes de lo que hablo.
—Sólo siento que es difícil competir con eso, ¿sabes? Es… atemorizante.
—Desde que comenzamos a salir, has estado diciendo eso. Creí que se iría… ¿el dinero va a ser un problema? —inquiero.
—No lo sé, tú dime—se encoje de hombros.
Le doy una mala mirada.
—¿Estás hablando enserio?
—Tan enserio como puedo—asiente y comienza a tronarse los dedos en un gesto nervioso. Coloco mi mano sobre las suyas, deteniéndolo.
—No, Edward. No va a ser un problema. Eres y seguirás siendo su padre de todas las formas posibles. Y serás demasiado importante para él, ya lo verás.
—Bien—se encoje de hombros—. Es sólo que a veces tengo pensamientos locos. Y dan miedo.
—Eres tu peor enemigo, ¿sabías eso?
—Me lo habían dicho antes—acepta con la boca curveada hacia abajo—. Mi mamá—resopla una ligera risa y lo imito.
—Esme tiene razón.
—Meh.
Aprieto su pierna y la agito.
—Y tenemos que estar juntos.
Él asiente, mirando mi barriga.
—Porque estoy enamorada de ti—murmuro, sintiendo mi interior relajarse y llenarse de una sensación cálida ante el prospecto de que estamos dejando la amargura atrás.
—Yo también estoy enamorado de ti.
—Bien—asiento, satisfecha—. Y porque después de Emmett y Rose seguimos nosotros—finalizo con una palmada y regreso a mi tarea de construcción.
—¿Qué? Claro que no—reniega.
—¿No quieres casarte conmigo? —lo miro horrorizada y herida. Su ceño se frunce, previendo la rabieta usual al estilo Bella Swan.
—Dijiste que estabas bien con cualquier cosa—me entrecierra los ojos.
—Era novia o el amor de tu vida—le recuerdo.
—No veo esposa en ningún lado.
—Bien—trago, fingiendo dolor—, supongo que en algún punto llegara alguien que si desee verme con un vestido de novia.
—Mierda, no—él se levanta rápidamente—. No llegará putamente nadie—finaliza, yendo hasta la puerta.
—¡Entonces tendrás que ser tú! —le grito a sus espaldas—. ¡Hey, tráeme un vaso de agua!
Él no responde y escucho sus pasos en las escaleras.
—¡Edward! —grito.
Edward lanza un gruñido.
—¡Ya que! —grita de regreso.
¿Ven? Esto fue para lo que esta casa fue hecha.
Más tarde, mucho más tarde, Edward y yo cenamos frente al televisor, luego de haber tomado una ducha y luego de dejar las paredes de la habitación de nuestro bebé completamente pintadas y listas.
—Hora de irme—masculla, limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Vas a salir o a hacer algo?
—Sólo voy a buscar muebles en línea.
—Bien.
—¿Regresarás temprano? —le pregunto cuando él está calzándose sus tenis en la puerta principal.
—Probablemente sí. Kate y Laurent… ya sabes.
—Genial—le doy una sonrisa—. ¿Eso quiere decir que las eternas noches de bar se terminaron?
—Tal vez—lo considera.
Con un beso en mi boca y un beso a mi barriga, se despide, prometiendo no tardar.
—Te espero despierta.
—De preferencia desnuda—me guiña antes de cerrar la puerta tras él.
Oh, Edward, no sabes lo que te espera.
¡Y finalmente hablaron de lo que tenían que hablar! Y al parecer Edward si hizo algo al respecto.
Me encantó la parte de la reunión de Bella y sus amigas, ¡son muy graciosas!
Pobre Lauren. Ella sólo estaba enamorada... a pesar de todo. Y aunque sepas que ya no tienes oportunidad, algunas veces ver a las personas avanzar, duele.
¡Nos seguimos leyendo!
Les mando un abrazo.
