Sus pasos adentrándose en la oscuridad macabra del extenso pasillo, detrás suyo, cada piedra perfectamente colocada, mirando inquisitivamente cada centímetro del traicionero piso, con la misión de evadir cada obstáculo que se le atravesara en su andar.

La temperatura del lugar comenzaba a penetrar cada vez más profundo entre las capas de su blanca piel, ayudando a que la rigidez se apoderada a pasos agigantados, de cada extremidad de su cuerpo; por otro lado, aquel frío abismal no surtía efecto alguno en las llamas de la rabia, que lo consumían, burlonamente de manera lenta y retorcida.

"Dices eso, pero ¿realmente él desea lo mismo?"

Palpitaciones en sus sienes se hacían cada vez más intensas, de un momento a otro, un agudo, empero molesta palpitación en sus sienes, martillaban cruelmente.

No sabía cómo se habían dado las cosas para llegar a ese punto.

Las caricias de deseo que el mismo Hades le había dado se sentían enteramente como una prueba justificable como ambos compartían una inevitable atracción mutua, lo hacían sentirse deseado por él, haciéndole sentir a su alma completa. Cada momento en que habían estado así de cerca, esa misma conexión lo embriagaba nublándole su cordura, haciéndole sentir que, por fin, había encontrado aquel lugar al que verdaderamente pertenecía.

Fuera la Tierra, el Olimpo o el Inframundo, cualquier lugar era perfecto exclusivamente porque estaba él.

Imaginar aquel hermoso rostro sonrojado, su erótico cuerpo desnudo retorciéndose debajo de su cuerpo, mientras sus finos y sensuales labios dejaban escapar sus deliciosos gemidos, era algo que siempre disfrutaba, sin embargo, ver entre esas imágenes con Poseidón o su padre, siendo quien lo viera, quien lo tocara, quien provocara esos sonidos y esas expresiones, provocaban cada fibra de sus extremidades tensarse; inyectando sus ojos en sangre, opacando ligeramente el perfecto color azul.

Pensar en Hades dejando que alguien más fuese quien fuese, se atreviera a tocarlo, siquiera mirar su desnudez, alimentaba una extraña impaciencia, en sus venas la sangre comenzaba a calentarse, sintiendo la novedosa necesidad de tomarlo con sus propias manos, para simplemente reducirlo a no más que polvo.

Por otro lado, se encontraba con el tema de Metis, una titánide de la que nunca había oído ni sabido de su existencia, y que simplemente, incluso con la mención de ella por parte de Hypnos, le inquietaba.

Su padre ya había sido capaz de ocultarle los motivos que le orillaron a dar la orden de silencio, ¿qué le detendría ocultarle lo de su supuesta madre? Sobre todo, ¿por qué se lo ocultarían?

Un ruidoso suspiro se escapaba de sus labios, arrugando el entrecejo, llevaba una mano a su sien, frotándola con firmeza.

Abriendo lentamente los ojos observando como el pasillo se encontraba enteramente despejado, aspirando aire con ímpetu trataba de calmar los enloquecidos latidos de su corazón.

"Debo calmarme..."

Reanudando su camino, buscaba en cada pared que iba aproximando en su avance. Mirando a detalle, entre las sombras de los túneles, algún indicio de la habitación que deseaba encontrar.

Casi sorpresivamente, una ligera luz cercana al helado piso se asomaba débilmente, guiándolo. Lentamente sus pasos comenzaban a ganar velocidad, cada paso lo acercaba peligrosamente cada vez más, a una puerta, custodiaba por un par y pequeñas antorchas, cuyas llamas bailoteaban salvajemente, parpadeando traviesamente.

Llegando a la entrada, una pesada puerta de madera oscura, laboriosamente tallada se interponía, deteniéndose ante ella, mirándola fijamente.

De la nada estirando sus fuertes brazos, colocaba sus manos sobre la lisa pieza, y tensando sus manos, apoyaba su fuerza sobre su obstáculo. Paulatinamente la luz del otro extremo iba saliendo por una apertura que se abría sin disimulo.

El dios del Inframundo se encontraba estático en medio de los escalones hacia su trono, en un solo movimiento, Hades volvía la mirada, en su dirección. Un no amigable fulgor rojizo en sus ojos se manifestaba con ira; clavando su mirada en su rostro, sus delgadas cejas iban juntándose casi tocándose una con otra en un ceño notablemente arrugado, y que a pesar de que lo miraba atentamente, parecía que su mente divagaba absorta en un lejano pensamiento.

Por un breve instante, las arrugas en su entrecejo iban separándose poco a poco, sin embargo, sus labios con un abrupto movimiento iban deformándose hasta mostrar una mueca.

—¡¿Qué haces aquí?! —Las palabras retumbantes de su voz se estrellaban en sus oídos, con un sonoro eco. Paso tras paso, estrechando el espacio que había entre ambos, mientras Satoru cerraba con vigor sus palmas para presionarlas automáticamente—. ¡¿Ahora tú también querrás hacer lo que te plazca?!

Enganchando su mirada sangrienta a sus ojos, el regente del Inframundo levantaba la cabeza tratando de estirar su bello cuello, dejando a la vista unas cuantas pequeñas e irregulares marcas rojizas de sus besos, en su infructuoso intento por llegar a su altura, dejando escasos centímetros de distancia.

—¡Quiero hablar contigo!

—¡No estás en posición de hacer peticiones, Atheno! —Afiladas palabras eras escupidas de sus labios sin dejar de mirarlo sin escrúpulos—. ¡Sabías perfectamente, bajo qué condiciones estarías si venías! ¡Así que no vengas con estupideces!

—¡Hades escucha! —Un fuerte eco retumbaba en las sólidas paredes de la cámara de Hades, el cuerpo del dios iba petrificándose al mismo tiempo que podía mirar un ligero temblor estremeciéndolo visiblemente, alargando sus brazos Satoru acercaba sus manos que se sacudían precipitadamente, deteniéndolos a una considerablemente escasa distancia de su cuerpo—. Entiendo, pero necesito saber algo.

Con un cuerpo totalmente paralizado de pies a cabeza, Hades únicamente mantenía sus parpados abiertos como platos, con una llama de ira inyectando aún más sangre, haciéndole perder de vista, el bello color cian de sus ojos, temblando y con una mueca completamente deformada, tambaleando su manzana de Adán de arriba abajo.

—¡Lárgate! — Con la voz contenida en sus furibundos gestos, lograba gritarle, moviendo su cuerpo con una clara dificultad.

—¡Ahora me escucharas! —Gritando con la misma fuerza, Satoru acercando con confianza sus manos, hacia los brazos inmóviles de Hades, envolviéndolos y comenzando a aumentar la presión sobre las delgadas extremidades del dios; acercando a su vez su mirada con la de él —. ¡Estoy enterado de todo!

—¡No sé de qué idioteces hablas!

—¡¿Por qué permitiste que te trataran mal en el Olimpo?! —Aumentando los decibles de su voz, la misma comenzando a retumbar en las paredes de la cámara con más fuerza—. ¡¿Por qué nunca me dijiste que Poseidón intentó abusar de ti?! ¡Yo no hubiera permitido que alguien te hiciera daño!

Inesperadamente su ceño iba relajándose poco a poco, mientras sus ojos tiñéndose en sangre sus lívidos labios se encontraban separados, con un notorio temblor en su labio inferior.

Casi de inmediato, volviendo a arrugar el ceño con sus labios apretándose desfigurando las hermosas líneas blanquecinas de sus labios, en una línea escasa de encanto.

—¡Como si necesitara de tu protección!

—¡Confío en que eres fuerte! —Paulatinamente la presión de su agarre iba perdiendo fuerza, con un ligero movimiento inconsciente que se acercaba delicadamente a su rostro, inhalando profundamente buscaba la esencia del dios, soltando deliberadamente sus propias feromonas—. ¡En cambio, no puedo estar tranquilo sabiendo que estas cerca de dos alfas! ¡Como omega corres peligro si entraras en celo y alguno de ellos se encontrase cerca!

Los delicados labios del dios comenzaban a temblar, junto con las arrugas en su entrecejo. Repentinamente un fuerte sonido de piel colisionando contra piel, estremecía cada rincón de la habitación.

Su visión se encontraba ligeramente girada hacia un costado, y de un momento a otro comenzaba a escocer, sintiendo a su vez la piel de su mejilla iba calentándose, haciendo aparecer junto consigo una dolorosa sensación punzante. Su mirada abierta como platos, volviendo con un movimiento mecánico la cabeza hacia Hades.

—¡¿Así que todo este tiempo te has estado burlando de mí?! —la voz de Hades estaba superando con creces la autoritaria voz de Satoru, acortando el escaso trecho entre ambos, estirando su delicado cuello, Hades acercaba con los ojos ensangrentados y con un espeluznante brillo rojo suplantando su habitual cian.

—¡No es así! —El tono en su voz parecía que iba perdiendo su volumen ante el fulgor sangriento de sus ojos—. ¡No te subestimo por ser un omega! ¡Sólo quiero ser tu compañero y protegerte!

—¡Y crees que, por ser un maldito alfa, ¿puedes decidir por mí?! —Escupiendo sus palabras a su cara, Hades disminuía considerablemente el espacio entre su rostro y el de él, mostrando en una mueca desfigurada de sus labios—. ¡¿Quién te crees para siquiera pensarlo?!

—¡Soy tu persona destinada! —Las palabras ensordecedoras del dios, iban provocando algo en el fondo de su ser, una sensación de opresión y amargura mezclada en su pecho comenzaba a intensificarse; y a su vez, comenzaba a sentir que parecía sofocarse al mismo tiempo que su alma se agitaba ansiosamente, llevando una de sus manos a su pecho, confirmando el ritmo acelerado de este—. ¡Lo sé porque lo siento aquí, yo no sabía que eras un omega! ¡Y aun así te amé desde la primera vez que te vi!

—¡¿Huh?! ¡¿Personas destinadas?! —La desagradable mueca lentamente iba cambiando, levantando una de las comisuras de sus labios clavando su mirada pesadamente en la de él— ¡Realmente los humanos lograron volverte más estúpido de lo que ya eras!

—… ¡Estoy seguro de que es así!

—¡¿Crees que deseo unirme a ti?! ¡¿Qué pasaría por alto, el hecho de que mancillaste mi cuerpo por una idiotez como esa?!

—Hades...

—¡Esas idioteces del amor y las parejas destinadas, no son más que excusas baratas para que los alfas engañen a los omegas! —Disminuyendo y aparentemente relajando el tono de su voz, Hades se volvía con un cadente movimiento hasta darle la espalda y aumentando la ya acortada distancia entre ambos, girándose nuevamente encarándolo con una nefasta sonrisa maliciosa, que no hacía más que aumentar la opresión en su pecho— ¡Y de ser real, ¿por qué querría ser el destinado del ser que más desprecio en el universo?!

Una fuerte sacudida iba paralizándolo con una velocidad vertiginosa, al mismo tiempo que en su pecho, desde el centro de su corazón sentía como esa sensación de amargura se expandía convirtiéndose en una sensación irracionalmente dolorosa que estremecía con furia a su alma.

Que sin misericordia alguna dejaba ese mismo dolor grabado a su paso, devastando todo a su paso. A su vez lentamente la necesidad de aire en sus pulmones se hacía cada vez más urgente.

Una tenue neblina comenzaba a cubrir sus ojos, con lentitud cuando sin previo aviso, una cálida liviana corriente de agua empezaba a deslizándose por sus ojos, recorriendo precariamente su mejilla.

Volviendo su cuerpo hacia la puerta, sus pies comenzaban a moverse con rapidez acercándose a la gran puerta de la cámara.

Podía percibir como la gélida sensación en su pecho estaba comenzando a crecer desde el mismo centro, aumentando la amargura, el molesto estremecimiento, que, sin compasión; comenzaba a dejar un rastro de dolor que iba desgarrándole el pecho, desde lo más profundo de su corazón.

A su vez en su alma algo extraño la hacía sacudirse fuertemente, sentía como esa incomoda sensación iba royendo a cada paso que avanzaba por su lastimada alma, dejando sin culpa alguna un notable dolor palpitante; con facilidad el aire cada vez no podía permanecer dentro de sus pulmones, y se escapaba con facilidad entre sonoros jadeos, que, con una velocidad notoria, aumentaban.


El ruido de las palabras de Hades en su cabeza no dejaba de oírse en pleno y desordenado tumulto, parecido a un cruel panal de avispas, que aguijoneaban con sadismo cada rincón de su frágil mente, mientras sus pasos seguían avanzando; girándose en pasillos al azar, sin rumbo fijo, internándose cada vez entre el laberinto de pasajes del templo. Su corazón daba cada latido con fuerza y rapidez, acentuando gradualmente el dolor insoportable que parecía cavar un hueco profundamente doloroso donde, este latía con impresionante desesperación.

Un resplandor intenso se asomaba con intensidad a lo profundo de la espesa penumbra del tétrico túnel, con su mente enturbiada había perdido la noción del paso del tiempo; solamente era capaz de percibir la perpetua oscuridad del templo.

Presionando con fuerza sus parpados, percibiendo un escandaloso sonido y el gélido viento que se azotaba directamente en su rostro. Sintiendo como sus oscuras vestiduras se agitaban con fuerza, a ritmo de las descontroladas ráfagas glaciales del desierto helado: mientras amenazaban con despojarse completamente de su cuerpo.

Sin detener su avance extendía con fuerza sus fuertes brazos cruzándolos frente a su rostro, intentando por cubrirse de los salvajes vendavales.

Su cordura lentamente regresaba despaciosamente, cada viento golpeando su mortal cuerpo, le recordaba donde estaba. Ante sus ojos, no había nada más que un pareje completamente tapizado de hielo, desde su posición, hasta la deprimente vista dejaba verse cubierta de frágiles cráneos erosionados por el hielo silbante.

Cada pisada en el hielo lo adentraba engañosamente, en tanto cada paso también hacía que su cuerpo disminuyera continuamente su temperatura, los fieros vientos, azotándose sin piedad, demostrando tal crueldad, que era no más que el reflejo del alma de su amo y señor.

Un entumecimiento comenzaba a calar profundamente en sus huesos, que empezaban a doler provocaban un estremecimiento que debilitaba cada musculo de sus piernas, que ya trémulas, comenzaban a ceder ante el inhóspito páramo. Frenando su avance, únicamente podía mirar a su alrededor, podía mirar como cada horizonte lleno de desolación y desesperanza.

Repentinamente, un movimiento agitado de algo en medio del hielo, hacia que fijara su atención. Algunos cuerpos ondeantes danzaban con un desorden revoltoso. Forzando sus acalambrados pies, continuaba caminando entre los desgastados cráneos grisáceos visiblemente roídos por el paso del tiempo.

De un momento a otro, sentía como la piel descubierta de su cuerpo poco a poco iba perdiendo la sensibilidad, en cada ventarrón que flagelaba cada poro, calando con saña a sus ya doloridos huesos de su débil carne humana. Teniendo su poder sellado, avanzar sin problemas en medio de los indomables vientos era un riesgo, y lo sabía. No obstante, debía buscar una manera de salir de ese sitio y averiguar que eran objetos que sin saberlo lo atraían.

Completamente en contraste sus pensamientos seguían manteniéndose cerca de Hades, y él había sido completamente directo, no sentía lo mismo que él, así como profesar un genuino odio hacia los humanos, los alfas y sobre todo y todos hacia él.

"¿Tan ingenuo fui?"

Deteniendo sus pasos frente aquellos objetos danzantes iban tomando forma con rapidez, sin embargo, un solo paso hacia el frente, un crujido sonoro retumbaba con fuerza en el vacío de los confines álgidos, agitando cada hebra de su cuerpo.

La piel inevitablemente erizada por los mortales vientos que gradualmente entumecían cada miembro de su cuerpo, desde la punta de los pies hasta sus cabellos que, revoloteando se agitaban desordenadamente, nublando ligeramente su visión, se tensaba con demasiada fuerza.

Agachando con lentitud la mirada, podía ver los blanquizcos pedazos solidos debajo de su pie; contrastando con el blanco perfecto de hielo debajo de sus pies, que hacían ver a los pedazos irregulares de hueso destrozado destacar desordenadamente sobre él.

Con un lento y perceptible movimiento, sus ojos se movían enfocando su atención en el rígido terreno. Cráneos desgastados por las fuertes ventiscas, unos tantos completamente cubiertos con más de la mitad de la calavera cubierta, así como el restante con visibles rasguños y marcas ocasionados por el paso de los años y de las furiosas ventiscas de hielo.

El acelerado corazón de Satoru daba un inesperado brincoteo.

Su ya lívida cara, entumecida y sin ningún rastro de color, se petrificaba; delante de él, un mar de cientos y cientos de cráneos en lamentable estado, que inundaban el desierto helado, de aquel desierto helado, mientras no era capaz de vislumbrar con claridad el fin de aquel escabroso escenario, donde parecía crecer a su paso.

Inhalando superficialmente el frío aire, a la vez que sentía su interior congelarse; en medio de aquel terrorífico desierto helado, podía mirar atentamente unos cabellos azules se movían desordenadamente.

El descolorido rostro estaba siendo azotado por el viento, unos cuantos rasguños lacerantes marcadamente dibujados en el cuello y rostro de ese infeliz caballero; separados por varias zancadas de distancia, virando la mirada podía observar que no se encontraba solo. Una maraña de cabellos rubios dispersos por el viento, cubrían parcialmente el rostro del otro dejando ver el Bindi [1] en su frente pálida. No muy lejos de ahí, los cabellos celestes de un hada durmiente, cuya belleza permanecía intacto ente el cruento clima.

Cada uno de sus doce caballeros y entre ellos el solemne rostro de Shion su Patriarca y el austero rostro de Kanon; sus almas de cada uno de sus caballeros dorados, cada caballero de plata y bronce, almas desdichadas que habían encontrado tan infame fin, sólo por el hecho de protegerlo.

Inmóviles, sin emociones, ni un solo soplo de vida, en un sueño tan profundo como lo era la muerte.

Sus ojos completamente desorbitados, Satoru jadeaba con fuerza sintiendo el aire gélido que entraba y salía, quemando cada rincón de sus pulmones.

Temblando, sus piernas cedían con facilidad, cayendo con un sonoro golpe sobre el hielo que cubría las almas de sus caballeros; el ardor en sus parpados hinchados, nublaba sus ojos, la cascada de lágrimas fluían cálidamente, siendo arrastrados sin misericordia.

Una de sus manos se movilizaba con lentitud hacia su pecho, una sensación de desgarro atravesaba cada centímetro del mismo; a la vez que en su garganta se iba formando, sintiendo como sin consideración, sentía que no permitía que el potente dolor en su pecho pudiera dejarle en paz.

Levantando la cabeza hacia el falso cielo del Cocitos, cerrando sus adoloridos parpados con fuerza un grito deplorable, rasgaba su garganta, los vientos de hielo arrastraban sus lágrimas convirtiéndolas en cristales de hielo abandonados en el olvido.

Agachando su cabeza hasta llegar a tocar la cristalina escarcha del suelo helado, sonantes sollozos quejidos salían formando lastimosos jadeos que parecía que no cesarían.

Su cabeza estaba nublada la confusión, el dolor, jugaban con su razón.

—¡Perdónenme! —Las lamentables palabras salían torpemente entre sollozos, sin levantar su tiste rostro—. ¡Ustedes dieron sus vidas por protegerme, y yo...!

Los penosos gimoteos se estrellaban en sus oídos, entre sus delgados dedos iban enredando unos cuantos mechones de sus largos cabellos violetas, jalándolos con vigor. Toda la tortura en su pecho y en su mente, estaba consumiendo despiadadamente su cordura, en una lluvia de imágenes donde miraba a sus caballeros, vivir, pelar y morir; únicamente con el propósito de protegerlo y proteger a lo que él amaba: la Tierra y cada ser en ella.

Y él simplemente, había intentado volverse el compañero de aquél que creía era su destino.

Una tras otra, las excusas se acumulaban en su mente, y de un instante a otro, cada una de ellas se les venían encima frente a sus ojos.

Dioses, humanos, ya sean alfas, betas u omegas, a Hades no le importaba; si se atrevían a desafiarlo, ese sería su castigo.

Lo único que le interesaba era aquello que él protegía.

"Siempre fue así... siempre será así."

Poco a poco, levantando su cabeza, intentando mover cada parte rígida de su cuerpo, moviendo una de sus piernas con dificultad, apoyándose en ella, un ligero tambaleo de sus miembros casi congelados, incorporándose con lentitud.

Mecánicamente abriendo sus ojos, dejando a la vista los parpados hinchados rojizos, que envolvían una mirada que veía sin razón a la nada, inyectada en sangre.

Bajando sus duros brazos dejando a unos de ellos en su cuello, tanteando con los dedos, sentía la lisa textura de las cuentas del collar. Rodeándolo con su mano, comenzando a tirar de él, cuando una electrificante corriente violácea atacaba sádicamente su mano, lastimando a su vez la piel de su cuello; sin embargo, sin soltarlo un nuevo tirón un ruido completamente imperceptible, la cuerda se destrozaba dejando que las peculiares cuentas rodaran cayendo y dispersándose descuidadamente por el hielo.

Con rapidez su cosmos sellado comenzaba a circular con naturalidad, sintiendo como su debilidad iba disminuyendo. Girando su vista hacia el lugar donde se encontraban sus caballeros, un llameante cosmos rodeaba fácilmente su cuerpo.

Los inevitables crujidos del hielo rompían con el casi silencioso desierto, una a una de las almas de los jóvenes caballeros quedaba expuestas.

Y sin previo aviso, un ligero susurro comenzaba a salir de sus labios blanquecinos, sin dejar de mirar las lamentables almas torturadas de los jóvenes caballeros. Como lenguas de fuego, su cosmos iba envolviéndolo, humeantes bailoteaban con elegancia rodeándolo de un dorado, reconfortante y armonioso cosmos.

Cada nota saliendo de sus labios, invadía sin esfuerzo alguno cada centímetro de su alrededor, a la vez que sus ojos, cediendo presa del picor de sus ya lastimados parpados, dejaba que las lágrimas recorrieran nuevamente sus ya sonrojadas mejillas azotadas por el infernal invierno.

Como alfa, se le había inculcado que debía proteger a todos, como dios se le enseñaba y ordenaba que nada ni nadie estaba por encima de sus responsabilidades. Su deber de proteger aquellos a quienes amaba del mal que acechaba; y aun así con la asfixiante opresión y dolor en su pecho, inclusive protegerlos del verdadero mal, protegerlos de Hades.


Sus ojos miraban vagamente los muros del templo de Hades, al mismo tiempo, una figura vestida de negro se acercaba a zancadas en su dirección, con un movimiento cautivantemente salvaje, sus movimientos eran inconfundiblemente sensuales, con sus largas túnicas meciéndose cautivadoramente.

—¡Maldito Atheno! —Expulsando palabras con el rostro deformado, sin dejar de mirarlo—. ¡Has colmado mi paciencia!

Un aura fuertemente violácea, espesa casi negruzca, empezando a aparecerse, las humeantes llamaradas de cosmos maligno serpenteaban sobre el cuerpo de su amo, rodeándolo con un virulento movimiento.

A su vez una mano cadavérica se asomaba, extendiéndola hacia su costado el oscuro poder iba centrándose en la mano del dios, de repente, la espesa niebla comenzaba a tornarse en una cegadora luz violácea, que inesperadamente fue transformándose en una hermosamente letal espada, con aquel grabado tan familiar.

Podía sentir su mirada penetrante sobre su ser, su cuerpo estremeciéndose observando cómo se acercaba con decisión, con una intención asesina en sus ojos.

"Ja, ¡soy un estúpido!"

Extendiendo su brazo derecho, sin aparta ni un segundo sus ojos de la mirada de odio del dios, un resplandor dorado, llenaba con su claro destello cerrando y presionando su mano alrededor del báculo dorado de Nike.

Sus pies se movilizaban hacia el enfrente, mientras tanto, Hades aceleraba sus pasos retrayendo la mano armada.

—¡Morirás Atheno! —Todo lo que podía oír eran las crueles palabras y los casi imperceptibles pasos del dios sobre el duro hielo, a la vez que el dios del Inframundo abanicaba su brazo con la afilada hoja apuntando hacia su cuello.

Un estruendo metálico de ambas armas se escuchaba retumbando en el vasto horizonte congelado, simultáneamente, un cegador resplandor, un estallido de luz iba acaparando cada rincón del horizonte congelado, un notorio eco seguía resonando con fuerza, deslumbrando sus ojos, arrugaba con profundidad su ceño, enfocando su mirada en la figura de Hades.

La fuerza de sus brazos resistía con un ligero temblor, amenazando por ceder al golpe.

Inconscientemente aspirando el aire con fuerza hacia sus fosas nasales, sentía drásticamente como sus brazos, los músculos de su pecho, de sus débiles piernas agitándose debajo de su cuerpo.

En un instante, ambas miradas se cruzaban enganchándose descuidadamente, y casi de inmediato, una corriente eléctrica se encontraba atravesando cada fibra de su ser. Empujando su báculo que, bloqueando el mortífero ataque, logrando separarse ligeramente.

—¡Tú... maldito Atheno, te atreviste a desafiarme! —Los ojos totalmente abiertos se fijaban en su rostro, escuchando una agitada respiración— ¡En mi reino! ¡Asume las consecuencias!

—Eso es lo que haré, Hades —Con casi inaudibles jadeos Satoru erguía a su vez que enderezaba con cuidado a Nike justamente a su costado—. Te lo prometí ese día, ¿lo recuerdas? Intenté convencerte de que tú y yo éramos destinados, aunque realmente fallé.

La inevitable presión y dolor en su pecho comenzaban a resentirse, al momento en que se oprimía, sintiendo como el aire dejaba de entrar en su cuerpo, y sus ojos comenzando a nublarse. Su cosmos empezando a arder vehemente lo envolvía, su mirada incapaz de tolerar la neblina de sus ojos dejaba caer una lágrima que recorría persistentemente el contorno de su enfriada mejilla, lo único cálido que podía sentir en el ese lugar.

—…

—Por esta vez te daré la razón, Hades —respondiendo a una pregunta jamás formulada, entretanto su cosmos lo cubría, iluminando sus largos cabellos dejando ver una apariencia etérea y pura—, el destino nos unirá únicamente como enemigos; y así será.

Cerrando sus afligidos ojos, desapareciendo fugazmente, llevándose consigo un particular recuerdo, trayendo a su mente la última imagen del dios, tan iracundo, soberbio e indiferente.

Con tan provocativa cercanía, sin su aroma, sin ninguna esperanza.

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[1] Bindi:

El bindi (del sánscrito bindu, 'gota' o 'punto') es un elemento decorativo en la frente, utilizado en Asia meridional (principalmente India), y el sudeste asiático. Tradicionalmente, es un punto de color rojo coloreado en la parte central de la frente, cerca de las cejas. Pese a que dicho punto no es exclusivo de las mujeres, usualmente se usa el color rojo para mujeres casadas, y negro, para las solteras.

Desde un punto de vista místico y religioso, el lugar donde se marca este símbolo se llama agñá-chakra y tercer ojo.

El área entre las cejas, donde se coloca el bindi, se considera el sexto chakra, el agñá, el lugar de la sabiduría.

De acuerdo con los seguidores del tantrismo, este chakra es el punto de salida para la energía kundalinī. Se dice que el bindi retiene la energía y fortalece la concentración.

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¡¡¡¡Holaaaaa!!!! ()ノ

*Antes que nada,espero que se la hayan pasado muy bien en estas fiestas decembrinas.

*Por otro lado, lamento haber tardado mucho en actualizar

desde a mediados del mes pasado, pasaron muchas cosas.

-Mas trabajo,

-Horas extras,

-La fiesta de fin de año,

-Y el hecho que desde entonces

he estado enferma, y apenas estoy recuperándome lento,pero ya casi.

-El frío no me ayuda... ಥ_ಥ

*Sin embargo, ya estamos de vuelto y la historia continua.

*No lo parecerá,pero este capítulome duele... (っ Д ;)っ

*Se viene algo más... eso me dolerá más... ~(_。)\

*Bueno espero les haya gustado e inicien su año con todo y les mando buena vibra y bonitos deseos.

*Hasta el próximocapitulo,

Bye, bye q(q)