Advertencia:

El siguiente capitulo puede tener contenido

inapropiado para menores de edad, tales como violencia y/o violación.

Contenido 18

Se recomienda discreción.

ooooooooooooooooooooooo

El resplandor de su cosmos iba desvaneciéndose con lentitud, a la vez que sus largos cabellos descendían revoloteando pacíficamente como hojas secas, hasta quedar completamente inertes sobres sus hombros caídos.

Lentamente sus ojos iban abriéndose, vislumbrando las clara paredes de piedra caliza que se mostraban, alzándose con su habitual aire sobrio y altivo delante suyo, con sus parpados más que evidentemente rojizos e hinchados.

Aspirando con fuerza, el aire entraba por sus fosas nasales, llevándolo a sus pulmones, entre tanto, sus orbes se fijaban con cierta cautela, cada roca de los fuertes muros, que mantenían la habitación llena de un silencio ensordecedor, cuando un ligero temblor en su aún gélido intentando recuperar su calor perdido en le Cocitos.

Un sonoro suspiro se escaba de sus pálidos labios, intentando pasar saliva por su seca garganta, percibiendo como el nudo en ella no se disolvía, sintiéndolo cada vez más molesto.

En su mente, la frívola imagen de Hades se incrustaba con fuerza en su cerebro. Esos ojos refulgentes como un par de carbones ardientes recién sacado del fuego. Contrastando con severidad la blanquizca piel y sus oscuros e hipnotizantes cabellos negros. Horas atrás, había sido lo contrario.

A pesar de eso, podía seguir sintiendo la sedosa sensación de su piel, el sabor de sus labios, el temblor de su cuerpo siendo a penas rozado con las yemas de sus dedos, el peso de su cuerpo, mientras en un vaivén, entraba y salía del abrasador calor de su interior; el inolvidable estremecimiento de su propio cuerpo al sentir como él se aferraba con fuerza a su espalda o a su cuello, escuchando los eróticos gemidos en sus oídos.

Aunque eran dos dioses totalmente opuestos, se fundían para formar un solo ser divino. Había probado como cada parte de su ser se unía con su cuerpo, a pesar de los momentos en que ambos se ahogan y perdían en el éxtasis de la lujuria, se sentía completo en su compañía, su simple presencia era una cálida bienvenida a un sobre acogedor hogar, a la vez que embriagaba cada uno de sus sentidos y su propia mente con su con su aroma, y lo que parecía ser una profunda luz, que nunca había visto en las llamas de su mirada.

Lleno de una extraña calma, una de sus manos, acercándose a sus labios entreabiertos, recordando la cálida y suave tacto de sus labios entreabiertos; así recorriendo las líneas de su delgado y lívido cuerpo, temblando bajo las puntas de sus dedos indiscretos, así como las extasiadas miradas que le entregaba a cambio de cada caricia.

La diferencia entre esas miradas y la misma que la había dado durante su enfrentamiento en el Cocitos era abismal, comprendía que toda esa furia que brillaba desde su interior no era más que el mismo odio que siempre le había profesado, sin embargo, ¿cómo había sido capaz de entregarse voluntariamente a él?

Sentía que, de algún modo, había logrado subestimarlo; o quizás, él mismo se había engañado todo el tiempo.

Estaba preparado para manejar cada reacción de su parte durante su estancia en el Inframundo, e incluso actuando conforme las circunstancias se presentarán.

Siempre pensando que hacer cuando el momento de volverlo su compañero llegaba.

¿Como encararía a sus caballeros, diciéndoles que se había unido a su peor pesadilla? ¿Cómo explicar que la sangre derramada de inocentes y de sus compañeros, había sido derramada en vano?

En su atiborrada mente, cada una de las excusas que se había planteado continuaban golpeándole la cara.

Ahora las circunstancias eran diferentes, y tal y como le había prometido a Hades, tenía algo más que hacer. Sabía que lo que había hecho en el Inframundo, también le traería problemas.

Un crujido se deshacía del silencio de la estadía, sobresaltándose parpadeaba rápidamente, virando su cabeza con rapidez podía mirar como la puerta de su alcoba se abría con una peculiar demora, al mismo tiempo, unos largos y lacios cabellos se asomaban tambaleantes con una tímida lentitud.

La blanquecina piel de la diosa se dejaba ver que, asomando sus hermosos ojos verdes, acentuando con indecisión parecida a la apariencia de un ciervo asustadizo; el chillido de la pesada puerta delante de ella continuaba con su presencia hasta que, esta se abría completamente, dejando ver la menuda apariencia de Artemisa.

—Artemisa... —con una voz quebradiza, se deshacía del silencio de la estancia, casi al momento carraspeaba tratando de aclarar su voz.

Con lentos pasos le ayudaban a adentrase en sus silenciosos aposentos, acercándose con una exagerada tranquilidad.

Deteniendo sus pasos, cerraba la puerta a sus espaldas con un ligero golpe, miraba cómo los ojos de su hermana se agachaban, alcanzando a ver el rojizo rubor en sus mejillas.

—Veo que realmente viniste —con un tono dulce en su voz, la diosa se adentraba en la habitación con un contoneo delicado, para luego cerrar la puerta detrás suya—, estaba a punto de reunirme con nuestro padre, pero también estaba muy ansiosa por volver a verte.

—No debiste —olfateando el aire a sus pulmones, trataba de relajar sus músculos faciales—, nuestro padre debe estar esperándote; recién llegué, además pronto regresaré a la Tierra, en cuanto hable con él.

—Nuestro padre está ocupado en estos momentos —Con pasos apresurados estrechaba el espacio entre ambos, extendiendo con delicadeza sus delgaduchos brazos hacia su torso—. Sin embargo, la Guerra Santa ya terminó, no hay motivo para que te vayas, sólo debes recuperar tu cuerpo...

—Yo...

Un par de cálidos brazos se enredaban alrededor en su cavidad torácica, cerrándose ejerciendo presión contra su pecho armado, sumergiendo su delicado rostro sobre su pecho.

Ligeros sollozos, comenzaba a escucharse casi ahogadamente, sintiendo que sus ropajes poco a poco se humedecían.

—¡Estaba muy preocupada! —sin levantar su rostro, la joven diosa restregaba su rostro sobre las ropas oscuras del dios—. ¡¿Qué pensabas en ir al Inframundo?! ¡No podía estar tranquila sabiendo que estabas con Hades!

Abriendo sus ojos, y de un movimiento lento y casi involuntario, Satoru bajaba su cabeza, para ver la mata de cabello temblorosa, casi de inmediato, la diosa levantando la mirada, dejando ver sus ojos rojizos con sus mejillas completamente tiernamente coloradas y empapadas.

—…Artemisa...

—¡Por favor, conviérteme en tu compañera! —Sus palabras salían en gimoteos con el cálido llanto, mirándolo con ojos suplicantes—. ¡Sé que es impulsivo, pero estoy segura de que podemos ser felices!

—Artemisa... lo siento, pero no puedo, y nunca lo haré —el nudo en su garganta se sentía cada vez más grande, tomando de sus brazos con firmeza, empujaba con una extrema delicadeza su pequeño cuerpo, poniendo distancia entre su cuerpo y el suyo—, no puedo hacerte algo tan cruel.

Sin consideración sus ojos se fijaban sobre los de ella; frunciendo el ceño con el intento infructuoso de contener aquella retorcida sensación, de dolor, amargura, apretujando aún más su corazón, en medio de su vacío pecho.

Los decibeles de sus lloriqueos comenzaban a ascender, al mismo tiempo que los ríos de lágrimas aumentaba considerablemente, sintiendo como la presión en torno a su cuerpo iba cediendo gradualmente, con un inevitable temblor.

"¡Soy despreciable...!"

Deslizándose abruptamente recorriendo su ser débilmente con sus manos, un golpe sordo y metálico se escuchaba en el interior de su alcoba. Sin previo aviso, la joven diosa se encontraba inesperadamente en el suelo, la cabeza pegada a las frías losas de piedra caliza, cada uno de los mechones de su hermoso cabello, se encontraba bellamente desordenado y disperso en el piso.

—¡Artemisa...! —Gritando con todo el aire de sus pulmones, el dios se inclinaba livianamente hacia ella, extendiendo su mano cautelosamente, sin embargo, a mitad del camino, se detenía para simplemente cerrarla en un puño, que, con fuerza, era estrechado con una impresionante, resistencia de su parte.

Olfateando repentinamente, cada fibra de su cansado cuerpo parecía paralizarse.

Un penetrante y dulzón a flores entraban con furia por su nariz, en ese instante, un extraño escalofrío recorría con furia cada centímetro de su espina, cada célula de su cuerpo, en cada recoveco de su piel, sintiendo como la rigidez era cada vez más intensa. Su respiración comenzaba a agitarse, cada aspiración y exhalación iban volviéndose cada vez más superficiales y urgentes, convirtiéndose con rapidez en respiraciones jadeantes.

Ignorando el aún presente frío de su piel, podía percibir como un abrumador calor iba creciendo en su interior, sintiendo a su vez los latidos de su corazón acelerarse a cada palpitación.

"¡Mierda!"

—T-tú... estas... en celo...

Inconscientemente su entumida mano reanudaba su camino, hacia la diosa, inclinándose a su vez para en un movimiento inesperado, se encontraba tomando con fuerza el mentón de ella, levantándole su cabeza vacilante, las mejillas completamente sonrojadas del delicado rostro, que justo con el olor de sus feromonas se intensificaba, nublando su mente sin piedad.

El peculiar calor de su interior estallaba a la vez que, con una increíble voracidad que iba dispersándose con una vertiginosa rapidez, quemando cada parte de su cuerpo; inclusive el amargo y angustioso dolor y vacío de su pecho, era afectado, haciendo que esa herida quemara al punto de ser definitivamente tortuoso, a su vez que únicamente pudiera respirar superficialmente con calientes jadeos.

La expresión asustadiza de la diosa, lo hipnotizaba, con su juicio comenzaba a nublarse, mirando como los trémulos labios de ella se abrían más, estirando su cuello intentando desparecer la distancia entre ambos, sus llorosos ojos miraban con suplica por una forzada cercanía.

Con un rápido movimiento, una de sus manos, tomaba su hombro cubierto, y con toda la fuerza de sus tensas extremidades y un golpe sordo, Satoru dejaba a la diosa completamente sometida en el suelo, colocándose hábilmente sobre el mismo.

Abriendo los ojos enteramente abiertos, clavando su sollozante mirada en la de él. Respirando ruidosamente el aroma de ella, Satoru se acercaba en un movimiento brusco al cuello de Artemisa, dejando que su mente se nublara con la esencia que confundía su cordura.

Hábilmente moviendo una de sus piernas, logrando enredarse entre los muslos de la diosa, un torpe movimiento de su parte podía sentir como la sensación, idéntica a la seda de la piel de sus piernas lo estremecía, haciendo sentir desde el fondo de su pecho, que una carga de aire saliera, atravesando su ronca garganta, un suspiro que sonaba similar a un jadeante rugido, tan profundo y bestial, en el mismo instante en el que de la boca de ella, un gemido asustadizo salía peligrosamente.

"¡Mi cuerpo... no me responde!"

Alzando la mirada los ojos de ella se podía mirar como el fuego ya encendido en su interior no se extinguiría, y lo único que lentamente provocaba era incitarlo a mancillar la nívea piel de esa seductora omega.

Cada segundo que pasaba su instinto mientras con sus rudas manos expertas comenzaban a deslizarse con fuerza desde sus piernas, amasando indiscriminadamente; al mismo tiempo que se acercaban peligrosamente a la zona intima de ella, con solo acercar sus dedos, podía sentir el calor que emanaba esa deliciosa zona.

"¡No, no quiero esto!"

—¡A-Atheno...! —Los jadeos calientes sobre su piel, le cosquilleaban entretanto seguían sacudiendo su piel, colocándose acercándose cada vez más a ese ardiente cuerpo—. ¡Márcame!

Sintiendo la suave textura de la tela de los ropajes de Artemisa, bajo estas, con su mente nublada en satisfacer ese malicioso e indeseado deseo, el sonido de ropas desgarrándose se podía escuchar en cada rincón de la habitación.

Así como entre la tersa y caliente piel de la diosa, escurriéndose hacia arriba, acercándose, en medio de ambas piernas. Un jadeo sobresaltado se escapaba de entre los labios que inspiraban y expulsaban con su abrasador aliento sobre su piel, también ardiendo.

Cada uno de sus sentidos, se encontraba perdido, mientras poco a poco un molesto cosquilleo en sus dientes iba apareciendo, aumentando la intensidad del mismo, sus perdidos ojos, se enfocaban con una sangrienta sed al cuello aún protegido.

El estruendoso golpe imprevisto arrastraba su atención, y desde el fondo de su garganta un rugido se estrellaba saliendo amenazante hacia el intruso que entraba a toda prisa.

Una descarga eléctrica violácea atravesaba de improviso la estancia.

Y sin más, todo iba volviéndose de negro.


Solamente podía mirar la silueta de su hijo, recostada en el kline, con su respiración que subía y bajaba con un ritmo cadente, sin alteración alguna. El color rojizo de sus mejillas poco a poco se desvanecía dejando un rastro de piel pálida.

Lentamente, perlando sus largas pestañas, lágrimas iban escurriéndose entre los pliegues de los párpados aun cerrados, dando una apariencia completamente vacía.

Un suspiro se escapaba entre sus labios al mirar el estado precario de su hijo.

No habían pasado más de dos días desde que él había desaparecido, con la excusa de regresar a la Tierra; solamente para ver como regresaba en esas condiciones. Sin saber que había sucedido, sentía como algo en su pecho se encogía, y se agitaba sin remedio alguno.

Tenuemente, un quejido se escapaba de entre sus lívidos labios que temblaban ligeramente. Enderezando su espalda, inhalando aire relajando cada facción de su rostro, intentando de mostrarse sereno.

Con un inconstante movimiento sus brazos, se acercaban a su cabeza, rozando con las yemas de sus dedos, posándose en la coronilla cerca de las sienes, cerrando sus ojos con más fuerza. Uno de los brazos se recostaba a su costado, él simplemente miraba fijamente como los músculos de sus brazos se tensaban y estiraban por el aparente esfuerzo, al recostar su peso sobre el mismo.

—Me alegro de que hayas despertado —con la voz notablemente calmada, se deshacía del silencio, el cuerpo de su hijo se sobresaltaba en un movimiento excesivamente rápido abriendo casi de inmediato los ojos como platos, cada movimiento que hacía era meticulosamente vigilado, sintiendo como todo su divino ser se estremecía—. No es necesario que te levantes.

El joven dios escuchaba atento a sus palabras, casi en seguida, sus ojos se entrecerraban, volviendo en completo silencio hacia la pared blanquizca.

—Padre... —musitando comenzaba a flexionando sus rodillas, acercándolas a su cuerpo vestido de negras túnicas, sin aventurarse a intentar algo.

Poco a poco, su cabeza iba inclinándose, dejando que sus largos cabellos violetas montaran una hermosa cortina de cabellos alborotados.

—Atheno...

—Artemisa... —frenando sus palabras con un tono afónico, carraspeaba ruidosamente—, ¿cómo esta?

—Se encuentra bien —contestando en una frase apresurada y completamente sin rastro de emociones—, ahora se encuentra en el Templo Lunar.

Zeus no permitía que sus ojos ni, cada movimiento que Atheno hiciera, frunciendo el entrecejo, aunque había sido una fracción de segundo no podía sacarse esa expresión de la cabeza.

De repente levantando la cabeza, el joven dios comenzaba a virarla en su dirección, dejando caer las lánguidas extremidades a en una caída en seco, a cada costado, mostrando lo que suponía.

Tenía razón, ahí estaba.

El brillo de su mirada había desparecido, sustituidos por una deslustrosa sombra sobre sus ojos azules, enmarcado de ojos inyectados en sangre y unos parpados con sus bordes completamente rojos e hinchados. Algo que no sólo podía mirar en sus ojos, de igual manera sus hombros, las comisuras de sus ojos decaídos.

Dolor, ira, culpa, eran las únicas cosas que podía mirar en lo que habían sido los bellos ojos de su hijo.

—… No... me refiero a eso...

—Atheno... —interrumpiendo sus palabras comenzaba a sacudir con movimientos ligeros su cabeza para mirarlo firmemente—, no lo hagas.

—¡Yo... la ataqué...!

—Fue un desafortunado incidente —discontinuando sus palabras, comenzaba a levantarse con lentitud y el sonido metálico con pasos pesados disminuía el especio entre ellos—, estoy seguro de que nunca tuviste las intenciones de lastimarla. Lograron intervenir a tiempo, eso debería bastarte.

—Pero... ¿cómo... sucedió? Yo...

—Eso ya no importa —soltando un suspiro, Zeus afirmaba con una profundo voz, que, aunque no había elevado el volumen de su voz, sin más giraba la mirada hacia el frente—, Artemisa está bien, no abusaste de ella, ni la marcaste. Estará bien.

—Yo...

—Déjalo atrás —El hielo de su voz comenzaba a crecer, poco a poco, alzando la barbilla mostraba una mirada sin emociones—. Lo que realmente, me gustaría saber ahora, es ¿por qué mentiste para descender al Inframundo.

Sacudiendo su cuerpo, volviendo la cabeza hacia él que se mantenía firme a pocos pasos de él, arrugando el ceño, mostrando claramente sus abrumados ojos. Los bordes completamente rojizos acentuados por un par de ligeras sombras negras.

A través de sus labios una ligera risa se escapaba airosamente con un pobre eco en las gruesas paredes.

—Lo siento... pero, no logro entender qué más puedo decir—contestando entre risas, el joven dios movía sus largas piernas para posarlas directamente sobre la frialdad del piso, encarándolo directamente—. Porque parece que ya te han informado de eso.

—No sé de qué me hablas, Atheno.

—Sabes, tenía mis sospechas —con una sonrisa completamente fría sus labios y mirarlo directamente —, sin embargo, era evidente, lo fue desde el principio.

—Deberías hablar más claro, Atheno —Con la voz contenida el regente supremo intentaba mantenerse sereno, con su cuerpo tensando cada musculo, y sus manos cerrándose como puños, aumentando la fuerza entre ellos—. Sin contar que, en estos momentos estas siendo completamente irracional.

—¿Lo estoy siendo, padre? —Elevando su voz enfocando sus ojos en su rostro, mirando con una apariencia completamente distinta a lo que habitualmente tenía—. Siempre he creído que diste la orden de notificar a Thantos e Hypnos de la ubicación de Hades.

Irguiendo su espalda, levantando a su vez su mentón con una mirada glacial hacia la cara fruncida de su hijo.

—Ahora lo confirmaste, no había manera que tú supieras de mi descenso al Inframundo, a menos que alguien te informara, y ni creo que Hades fuera capaz de informártelo.

—¡Son asuntos que no te incumben!

—Entonces, hablemos de lo que sí me incumbe —Con un tono mordaz en su voz, el joven dios se inclinaba hacia su padre, acercando su rostro hacia el suyo, mirándolo con los ojos aún inyectados en sangre, y cada centímetro de su cuerpo temblando— ¿Porque no mejor me hablas de Metis, padre?

Palideciendo, su par de ojos se abrían ante las palabras de Atheno, para luego adornar feamente con un ceño completamente fruncido.

—Dices tonterías, Atheno.

—¡Hablo de la titánide que te ayudó a liberar a tus hermanos! —Contestando al mismo que comenzaba a elevar el tono de su voz—. ¡La misma que encerraste, tal y como Cronos los encerró a ellos!

Podía sentir por sus venas, como la sangre se congelaba en sus venas, corriendo a una velocidad anormal, que, junto con los latidos de su corazón, no podía evitar sentirse descubierto.

—¿Quieres respuestas? ¡Las tendrás! —Replicando sus preguntas Zeus, manteniendo su postura ante él—. No sin que antes me respondas, ¿por qué regresaste al Inframundo?

—Hades —respondiendo casi de inmediato, por un segundo, Atheno agachaba su mirada para luego, en un lento movimiento de su cabeza, la alzaba sin soberbia, con un notable vacío en los dos orbes—, pero no tienes de que preocuparte.

—…

—Comprendí que Hades y yo no seremos más que enemigos mortales—un sonido quebradizo en su voz se hacía notar lastimosamente; el dios solamente podía mirar como rápidamente sus ojos se ponían vidriosos, a la vez que sus labios se curvaban hacia arriba—; me equivoqué... él n-no es mi destinado...

—Entiendo —Inmediatamente Zeus giraba su cuerpo, dando la espalda, mirando fijamente al joven dios, colocando sus dos manos detrás de su espalda, tomando un con la otra—. Sabes que no puedo pasar por alto lo que hiciste, Atheno.

La expresión fría de Atheno parecía quebrarse. Alzando levemente sus cejas, para regresarlas a su lugar, con un movimiento sutil y fluido, las mantas eran arrojadas lejos de él. Apoyándose en piernas, el joven Dios de la Guerra intentaba levantarse, un ligero tambaleo en sus pasos le hacía inclinarse hacia un costado, interponiendo una de sus manos, apoyándose en ella.

Con el ceño fruncido Zeus miraba cada acción de su hijo, el temblor de sus extremidades era demasiado evidente, así como el esfuerzo de cada miembro de su cuerpo por recuperar su fuerza, intentando erguir su postura.

Inclinando su cuerpo hacia adelante, una de sus rodillas, iba descendiendo hasta tocar el piso friolento, movilizando su otra extremidad, imitando a la otra.

Estando completamente de rodillas sus fatigados ojos, se cerraban lenta y pesadamente, para continuar inclinando su cabeza, dejando caer de sus fastidiados hombros, unos cuantos mechones de cabello, en una casi imperceptible cortina.

—Estoy listo para recibir mi castigo, padre.

—Serás exiliado a la Tierra, sin tener contacto con ningún dios, o ángel —Tras un sonoro suspiro, el regente de los dioses deshacía el silencio, sin dejar de mirar coronilla de la cabeza del dios—. A excepción de Aquiles y Ganimedes que te supervisaran de cerca y me informaran que eso suceda. En la Tierra, deberás solucionar todo el desastre que ocasionaste por revivir a tus caballeros, además de lo que tu ausencia ha provocado en el Santuario.

—Entonces, cuanto termine —casi como un susurro, la voz de Atheno se deshacía del silencio del lugar, sin dejar de desviar su mirada del piso—, ¿debo regresar de inmediato?

—Te haré saber cuándo podrás regresar —la voz de Zeus se escuchaba fuerte y clara, sin inmutarse—. Y acatarás la orden, sin justificación alguna. Sin más, a tu regreso, vivirás enclaustrado, aquí, en tu templo, hasta nuevo aviso, ¡¿entendido?!

—… Entendido, padre.

Girando sobre sus pies, el dios comenzaba a moverse rápidamente con dirección a la gran puerta de madera, con sonoros pasos sin señal de detenerse. De repente sus pasos iban perdiendo velocidad a unos pasos de la puerta.

—En cuanto a Metis... ella es tu madre—decía sin dejar de mirar la colosal entrada enfrente de él—, hablaremos de ella cuando regreses aquí. Y creo que no está demás decir, que si no tienes la intención de convertir a Artemisa en tu compañera, aléjate definitivamente de ella.

Acercando su mano a la enorme puerta, el dios la abría con un fuerte crujido para atravesarla y cerrarla con un golpe fuerte detrás suyo.

"Espero entiendas porque hago esto, hijo..."

。oo。..。oo。..。oo。..oo。..。oo

Holis, y, ¿qué les pareció?

*Bueno este capítulo me costó un poco por la escena de Artemisa, y mis intentos de describir a un alfa en celo.

Escribir relaciones hetero no es lo mío...

*Además de eso, comencé una nueva serie.

*Estoy releyendo mangas para referencias así como algunos de omegaverse para lo que viene.

*Viendo mis primeros animes yaoi... me emocioné como la primera vez... ㄟ()ㄏ

*Avísenme si hay errores, luego al revisar datos, me encuentro con errores y corrijo de los capítulos ya publicados.

*Noticia de último minuto:

La trama para el siguiente fanfic sobre los dioses gemelos. ya se está armando y ya tenemos portada :3

*Díganme que les pareció, además de que creen que suceda, ya que estamos a nada de entrar en los últimos capítulos...

*Bueno es todo por hoy,

de verdad espero les haya gustado.

*Bye Bye (‿)