Advertencia:
*Contenido explicito, apto para 18
*Menores de edad ya se la saben...
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El ligero traqueteo del automóvil comenzaba a molestarlo, podía sentir como su cuerpo estaba llegando inminentemente al límite, cuando si ni siquiera podía tener la posibilidad de mantener los ojos cerrados.
Sabiendo que lo único que deseaba era cerrar los ojos, y dejarse llevar por la efímera oscuridad de un profundo sueño, donde todo el conflicto y caos de su mente se mantenía raya por un limitado tiempo.
Ver con vida a cada uno de sus caballeros, que, vistiendo con un claro orgullo sus armaduras de oro, lograba adormecer el dolor en su interior. A su vez podía mirar con claridad el recuerdo de las almas de ellos, aprisionadas en el hielo del Cocitos.
Había tomado una decisión, había elegido. Y no podía retractarse, de ahora en más tenía que continuar, tenía que cumplir con su deber.
—Joven Satoru... —la repentina voz le hacía volver la mirada hacia el frente, viendo superficialmente la nunca del calvo sirviente—, ¿se encuentra bien?
Un sonoro suspiro se escapaba de sus labios, girando sus ojos nuevamente hacia el translucido cristal de la ventana, mirando las infinitas hileras de árboles que pasaban rápidamente ante sus ojos en una majestuosa cortina verde, que se entremezclaba parcialmente la oscura reja marcando los límites de la propiedad.
—…Sí —inhalando y exhalando tratando de mantener tranquila su respiración—, debemos organizarnos con la agenda de la Fundación, para poder atender este problema del Santuario.
—… Como ordene, joven Sato... —con un fuerte rechinido de los neumáticos se escuchaba a la vez que se detenía el auto con una fuerza, jalándolo y empujándolo contra su asiento.
—¿Qué sucede, Tatsumi? —el joven dios giraba la mirada al frente, mirando como el mayordomo salía del automóvil.
Sin pensarlo en un movimiento rápido desabrochando el cinturón de seguridad, para abrir la puerta del vehículo.
Bajando rápidamente del vehículo, girando su mirada hacia la misma dirección que Tatsumi, en un instante, que le parecía congelarse ante su mirada, sobresaltándose, su corazón, comenzaba a latir acelerando su intranquilo ritmo cardiaco. Con los ojos casi desorbitados, sentía en cada parte de su cuerpo tensando y paralizándose.
Con cada inhalación y exhalación tomando un ritmo cada vez más rápido, únicamente podía mirara a lo largo y lo ancho de la vieja mansión, la herida en su pecho comenzaba a acentuar el dolor.
Brutalmente adornado con una zanja que empezaba débilmente marcada cercana a la entrada de la propiedad, que conforme avanzaba iba ganando a ganar profundidad hasta que precisamente en el centro de la Mansión Kido un descomunal hueco, sus pies se mostraba diversos pedazos de diversas y deformes dimensiones de roca quedando completamente dispersos en todo lo que había sido el jardín.
Los bordes de las paredes blanquecinas severamente negruzcos bañados en un notablemente impregnado hollín, pedazos de roca íntegramente carbonizados, revueltos con los restos de retorcidos e inservibles pedazos de metal.
Un paso a la vez se adentraba en medio de la lamentable escena.
—¡¿Qué sucedió aquí?! —Los gritos estridentes del sirviente, provocando un sobresalto su cuerpo, Satoru únicamente se limitaba a mirar fijamente en cada una de las deplorables ruinas—. ¡La mansión del señor Mitsumasa! ¡¿Qué le han hecho?!
Paso a paso se adentraba en la propiedad, con la mirada perdida en el desastroso escenario, con sus ojos oscilando entre cada estructura fragmentada, que uno a uno, se atravesaba en su camino, hermosos pétalos de corles esparcidos entre los calcinados pastos, algunos pisoteados, empolvados por el oscuro polvo del hollín; así como algunos reducidos a más que miseras cenizas.
Paredes de verdes y frondosos arboles llenos de vida, ahora se encontraban derribados de las maneras increíblemente lamentables. Arrancados de raíz, cortados por la mitad sin piedad en el centro de su grueso tronco y cada uno de ellos, en el polvoso suelo dejando ver como el causante de todo ese desastre había atacado con una sola intención destructiva.
Aquél que, tan solo poco tiempo, había sido considerado el jardín más bello de todo Japón.
Cubriendo su rostro con la palma de su mano, comenzaba, lentamente dejando que su cabeza fuera descendiendo con lentitud, cerrando los ojos con fuerza.
De un momento a otro, su mano dejaba su rostro, entretanto, girando su cuerpo iba con lentitud alejándose de los escombros, acortando su distancia del vehículo.
—¡Tatsumi! —Elevando su voz cuando simultáneamente disminuía la velocidad de sus pasos—. ¡Vámonos de aquí
—¡¿P-pero joven Satoru, la mansión de su abuelo...?!
—¡Estando aquí no lograremos nada! —Deteniendo sus palabras, aspiraba un poco del aire, intentando calmar toda la agitación que sentía en su interior, colocando sus largos dedos sobre sus irritados ojos, masajeándolos levemente por un momento—. Lo siento... vayamos a la ciudad. Mañana regresaremos para analizar con calma los daños. Hoy... sólo quiero descansar un poco.
—¡Claro joven Satoru! —Con pasos acelerados, Tatsumi se acercaba al vehículo para adentrarse.
El joven dios se adentraba en el automóvil, con la mirada entrecerrada se perdía en la nada, en tanto las palabras del mayordomo parecían lejanas, ajenas. Recreando una y otra vez la trágica escena, donde una vez, por unas breves horas, había logrado ser feliz con él.
"Realmente, todo fue un sueño..."
Un ovillo tirado en el suelo cercano a las elegante y oscuras mantas que lo acompañaban en una pila desordenada justamente a su lado en el suelo, cubierto de túnicas negras que solamente resaltaban la piel de sus mejillas completamente sonrojadas.
—¡N-no puede... ser...! —Sus suplicantes palabras conseguían salir de entre sus delicados labios, sintiendo el sofocante calor que se nacía desde su vientre, y recorría pasivamente en cada rincón de su agitado cuerpo.
Había paso mucho tiempo, desde que esto sucedía Pandora se encargaba de protegerlo, de preparar los tés de hierbas, de hierbas proporcionadas por la misma Nix, como moneda de cambio, tras aceptar a sus dos hijos como consejeros.
Y ahora, empezando de una manera tortuosa, el mismo bochorno que quemaba cada célula de su piel, invadiendo vorazmente su cuerpo deseando, un ya conocido éxtasis.
Aumentando la presión en sus rojizos labios, tratando de mantenerlos cerrados, al mismo tiempo que en el fondo de su garganta un sollozante suspiro amenazaba por salir, únicamente dejando caer su cuerpo a un costado.
"¡Mierda!
Con un notable e inquietante temblor, una de sus pálidas manos se acercaba a su delgado cuello, tomando con las puntas de los dedos, la arrugaba tela de sus túnicas, jalándola con fuerza, en su atormentada y ardiente piel, podía sentir la ligeramente gélida brisa entrando entre sus ropas; un estremecimiento violento lo atravesaba con furia, abriendo sus labios bruscamente, un jadeo lloroso se escapaba sonando con fuerza.
En su mente deambulante un atractivo rostro con par de brillante ojos azules mirándolo fijamente.
Su mente cada vez más desorientada sólo podía percibir los repentinos e incesantes jadeos de su boca, uno más lastimero que el otro. Mientras su mente inundada del rostro de Atheno tan cerca de él.
Revivir las caricias de sus fuertes manos, el roce de sus labios en la piel cuello, los mordiscos amenazando atravesar su piel, a la vez que decoraba lascivamente cada pare de su pálida tez, sabiendo que cada sensación revivida, sólo alimentaba son saña el calor en su interior, ayudando a propagarlo, con mayor avidez, deseando a su vez, que llegase a reclamar ese mismo calor.
Espasmos involuntarios sacudían sus piernas, sobreponiendo una sobre otra, frotando con suavidad sentía como la textura de las mismas se erizaban con esa dominante corriente eléctrica que comenzaba a recorrer poco a poco por su piel, removiendo a su vez diferentes sensaciones en su interior.
Salvajes descargas erizaban cada poro en cada rincón de su cuerpo, Entre sus perfectamente redondeadas nalgas, una casi olvidada sensación resbaladiza, que, sin decencia alguna lubricaba aquel recóndito y lujurioso lugar, que buscaba ser profanado.
Sin vergüenza alguna, aumentaba la fricción entre ambas piernas, que, gracias a su culo, el escurridizo liquido ya comenzaba a chorrear entrometiéndose entre ambas extremidades. Repentinamente, ambas piernas se separaban perezosamente dejando entrar su polla, para repentinamente cerrándolas y dejando cautivo el miembro. Un caliente jadeo, un estremecimiento violento se disparaban en su cuerpo, sintiendo la increíble sensación lisa de la piel, completamente irracional... deliciosamente placentera.
Sus manos inquietas y trémulas tiraban con fuerza hasta que un desgarrador sonido acompañaba desordenadamente los gemidos lujuriosos del dios, y su indómita mirada se nublaba lentamente con pesadas lágrimas que caían por sus mejillas escarlata, parte de su níveo pecho ya descubierto, mostraba la sonrosada piel, tentadoramente brillante, donde el par de pezones erectos y duros, se mostraban desvergonzadamente apetecibles, debajo de marcas rojizas casi invisibles y mordeduras grabados en todo su torso.
Su mano izquierda se acercaba con un ligero temblor, rozando el rosáceo circulo de carne para atraparlo entre dos dedos, presionando con fuerza, un imprevisto dolor agudo recorría como un fuerte espasmo.
De repente un crujido sepulcral atraía su aturdida atención mirando la otra figura vestida de negro.
—¡L-lárgate! —Con un lastimero grito, las palabras de Hades salían parecido a una súplica.
Sin decir una sola palabra el otro dios cerraba la puerta con un claro y sonoro golpe detrás suyo, aislándolo por completo.
—¡L-lárgate! —Un grito lleno de excitantes jadeos se escupían entre los rojizos labios, entre tanto parecía que su débil cuerpo no hacía nada más que temblar.
El consejero en un solo movimiento tomaba la sólida puerta de los aposentos del dios, usando su fuerza empujándola, para que después un retumbante golpe se cerrara detrás de él.
Uno a uno sus pasos acortaban el estrecho vacío entre ambos, sin embargo, sus vidriosos ojos dorados no paraban de mirar la maravillosa escena que exponía sin pudor.
La piel sonrojada mostraba un atractivo inocentemente provocativo, a la vez que la mirada perdida y llorosa de Hades lo incitaba a provocarlo. Deteniendo sus pasos, agachaba su mirada, únicamente para observarlo con una mirada severa, que lentamente comenzaba a suavizarse poco a poco.
Flexionando sus rodillas, acuclillando su figura, acercando cada vez más su cuerpo a la figura que se retorcía incesantemente.
Una de sus manos se extendía con una calma sorprendentemente grande. Sus delgaduchos y cadavéricos dedos tomaban un mechón de cabellos oscuros. El tacto de era increíblemente suave, mirando con detalle cada hebra de su cabellera acercándolo a su rostro.
—Sabes — Aspirando con fuerza sus pulmones podía percibir la intensidad del frío aire provocado por los vientos salvajes por el desierto de hielo, dejando caer cadentemente la melena—, he esperado tanto tiempo por esto.
La mirada perdida de Hades se volvía hacia él, una sonrisa sensual iba dibujándose en el rostro, moviendo sus brazos para apoyarlos, levantando su cuerpo acercándolos al dios. Sin durarlo, Hypnos acercando su rostro al de Hades, podía sentir de cerca el calor de su aliento cosquilleándole el rostro.
Bajando ligeramente la mirada, contemplando los delgados labios de aquella erótica criatura, aceptando la insinuante invitación. Con un movimiento salvaje metía su lengua en entre sus labios, moviéndola y lamiendo el interior de la misma; Hades respondía al mismo tiempo que un gemido explotaba en el fondo de su garganta, dejando que las gruesas lágrimas se escurrieran sobre su piel.
El dios del sueño separándose de él, atrapando su labio inferior entre sus dientes, presionaba con fuerza mordiendo, para tomar con fuerza su rostro entre sus frías manos.
—Siempre te creí mi salvador —Continuaba hablando sin apartar su vacía mirada de la de él—. Cuando Zeus me expulsó del Olimpo, fuiste quien nos recibió a pesar de ser petición de mi madre. Y pude sentir que el vacío que tu hermano había dejado era llenado nuevamente.
Una ligera gota de racionalidad en los ojos de Hades lo miraban sin apartar su mirada de la de él, sus labios temblorosos a la vez que fruncía el ceño.
—Estuviste al tanto que tuve la desgracia de haberme convertido en su amante por mucho tiempo. Soportando como se enredaba con Metis... ¡justamente en mi cara! —Cerrando con fuerza sus labios, Hypnos volvía la mirada al pecho desnudo tomando los ropajes de Hades cubriéndolo simultáneamente—. Tomándome como un amante, un amante, el cual debía ser enteramente clandestino. No me importó en absoluto, yo estaba bien con eso.
"Pero cuando tu hermano se hartó de mí, me expulsó del Olimpo, ¿qué me hace pensar, que no eres igual a él?"
Suspirando pesadamente, una de sus temblorosas manos se acercaba dubitativamente, a la piel de su propia nuca, rozando con las yemas de sus dedos, las cicatrices de las hendiduras profundamente hechas
—Sabes, por un lado, te diría que lamento no ser el alfa quien aliviara tu celo. Verdaderamente, una parte de mí se siente frustrada, pues eras mi salvación. Y aun así en medio de tu celo, no puedo oler tu aroma... ni siquiera mi cuerpo reacciona —frunciendo el ceño no paraba de mirar el excitante panorama frente a él—; confiaste tu alma y vida a un delta [1] como yo. Te serví por siglos, siempre a tu lado. Siempre como tu sombra. Siempre protegiéndote. Sólo para que tus ojos estuvieran encima de ese traidor de los dioses. Que inclusive en este estado... llenas tus pensamientos con su lascivo comportamiento.
Soltando su rostro erguía su cuerpo dejando a Hades paralizado en el suelo, que entre jadeos ardientes continuaba temblando, con los ojos casi desorbitados, y rojizos. Volviéndose y con su usual tranquilidad comenzaba a acercarse poco a poco a la puerta. Su blanquecina mano, cortando la distancia hacia la puerta de madera.
Frenando su avance un ligero temblor sacudía los delgados dedos de su mano. Los sollozantes gemidos de Hades, subían los decibelios haciéndose notar con mayor facilidad. Girando su cuerpo, nuevamente estaba frente a él.
—Lo siento. Fue grosero de mi parte —Una dulzura en su voz se apreciaba claramente, sin rastro de genuina sinceridad. Extendiendo su mano diestra miraba sin alguna emoción al dios, en ese preciso instante, llameantes lenguas violáceas iban tomando forma, en un baile violento y cautivador que removía caóticamente sus largos cabellos, al mismo tiempo que la estrella de cinco picos brillaba aún más con su fulgor fantasmal.
Una esfera de cosmos iba formándose, mientras esta se acumulaba en ella, en tanto retraía su brazo.
—No obstante, hay una manera de detener tu celo, mi señor Hades. ¡Somnolencia eterna!
Lanzando la esfera con fuerza comenzaba a viajar a una velocidad imperceptible. La oscuridad de la habitación se veía bañada por un resplandor violáceo completamente cegador, y entre el desordenado escenario, un grito afónico del dios del Inframundo se escuchaba retumbando en las paredes solitarias. Inesperadamente el inevitable estallido de cosmos estallaba liberando su fuerza y poder, en medio del deslumbrante impacto.
El debilitado cuerpo del regente del Inframundo se encorvaba para caer totalmente inerte. Sus pasos se acercaban nuevamente a él, dejando que el sonido de sus pasos llenara la habitación, junto con los ensordecedores latidos de su corazón en sus oídos.
Hypnos se limitaba a mirar la figura sonrojada completamente inconsciente, que mientras Hades se perdía en un lúgubre sueño. Hypnos veía su única oportunidad de liberarse desvanecerse.
De pie en la entrada del templo de Hades, con los brazos cruzados sobre su pecho, dejaba que las frías ventiscas eternas del Cocitos golpearan su lívido rostro. Los casi imperceptibles parpadeos de su rostro rompían con la imagen del guardián de piedra a los pies de las imponentes escaleras.
El sonido de sus pasos retumbando por los tenebrosos muros, era perceptible.
Thanatos en un movimiento grácil, giraba su cabeza observándolo a la vez que una de las esquinas de sus labios se elevaba más a la otra que le seguía de cerca.
—¿Qué estás haciendo, Hypnos? —Rompiendo el silencio, el gemelo se quedaba en el mismo sito, sin mover su oscura mirada mientras recorría con cautela cada rincón de su cuerpo—. ¿No deberías aprovechar el tiempo con él?
Ignorando las palabras de su hermano, el dios del sueño seguía sus pasos, hasta alcanzar su pacifica posición. Sin mirarlo se continuaba con su andar, adentrándose en el interior del inhóspito desierto de hielo, desacelerando sus pasos, hasta detenerlos, mirando el reluciente blanco del lugar.
—No digas cosas innecesarias. Thanatos —Respondiendo con una voz completamente sin emociones, sin volver la mirada lentamente reanudar sus pasos —. Puedes quedarte si lo deseas. Yo ya no tengo nada que hacer aquí.
—Deberías saber, que estas siendo inusualmente dramático, Hypnos —Los ligeros pasos sobre el denso hielo del gélido pareje se escuchaba crujir lentamente—. Como sea, iré contigo.
Entrecerrando sus ojos el dios mantenía su ritmo, mientras su cabeza divagaba con esa bella imagen.
"El bello rostro dormido de Hades, mantenía la pálida piel sonrojada, y repentinamente un ligero brillo de su piel cubierto por una ligera capa de sudor, resaltando esa inusual cautivadora apariencia. En un solo movimiento, agazapando su cuerpo, tomaba por la espalada y el hueco entre sus rodillas.
"Podía sentir el calor emanando por su cuerpo a través de las delicadas túnicas, empezando a moverse, sus pasos se acercaban unos cuantos pasos al kline. Con la misma delicadeza con la que sujetaría un ramillete de rojizas amapolas colocaba el cuerpo del dios sobre el lecho. Tomando sus lánguidos brazos, iba colocándolos sobre su vientre, para colocar la otra mano, cubriendo su contraria.
"La serenidad de su faz le daba realmente una apariencia angelical. Un ser angelical que había logrado llenar su vacío, únicamente para sustituirla por una de mayor tamaño y profundidad.
"'Despertarás algún día. Cuando eso suceda, apreciarás todo lo que Thanatos y yo hicimos por ti, Hades.'"
Con ese último pensamiento grabado en su mente, Hypnos, fue desapareciendo con lentitud su cuerpo, para desparecer en su totalidad; acompañado siempre de su inseparable hermano.
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[1] Delta: En el omegaverse, los deltas (δ), es un subgénero no muy utilizado en esta temática, esta es una de las versiones LA CUÁL MANEJAREMOS EN ESTA HISTORIA, es:
"Un delta es cuando un alfa (α) es mordido por otro alfa. Como este tipo de uniones no son naturales, por norma general, el alfa mordido pierde su esencia y vive atormentado y avergonzado ya que su 'lobo interior' desaparece, dejando de producir feromonas y no siendo afectado por las feromonas de los omegas. Esta condición se puede revertir, pero son pocos casos en lo que esto ocurre, como el encuentro con el omega destinado." -Sacado de "Pequeña (y sencilla) guía Omegaverse"
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Holis (*)
*Antes que nada, ¿qué les pareció?
*En este capítulo creo que se aclararon algunas cosas que
posiblemente ya se especulaban, así de que tan complicadas
son las cosas con nuestros protagonistas... u.u
*Así como, que hago extremadamente oficial:
¡¡¡Que ya entramos en la recta final de la historia!!!
¡Hagan sus apuestas!
*Creo que ya puse algunas pautas para el fanfic de
Thanatos x Hypnos, lo cual admito elimine algunas
para generar misterio... ¿lo logré?
*Bueno es todo por hoy, los leo en el siguiente capitulo
*Bye, Bye (*-*)
