Siento mucho la tardanza, según yo me daba tiempo a publicarlo como muy tarde a principios de Diciembre, pero no pasó. Después vinieron los exámenes y ya sí que no se pudo. El capítulo de hoy es el doble que uno normal para compensar.
AnaM1707:Muchas gracias por tu comentario. ¡Oh!, pues el final de este capítulo si que te va hacer enfadar, o eso espero causar.
Moonlight:Muchas gracias por tu comentario. ¡Qué linda! Tu comentario me hizo muy feliz.
N.A:No soy dueña de Harry Potter, toda su autoría a J.K Rowling
Protocolo:
Antes de la llegada del supervisor a Hogwarts ya había calculado cuantos días tendría que aguantarlo a lo largo del curso.
Cincuenta días había sido el resultado inicial haciendo un simple cálculo (Un curso escolar tenía casi diez meses, de esos meses estaría una semana por cada uno y en cada una serían cinco días), pero al revisar el calendario descartó la semana de diciembre porque caía en las vacaciones de Navidad y también, para su suerte, descartó siete días más donde la luna llena caía entre semana.
38 días había sido el resultado final.
38 días repartidos en diez meses había pensado que podría soportarlo hasta que vivió el primero.
El lunes por la mañana ya lo estaba esperando dentro su aula junto con algunos alumnos. No había duda de que no había perdido el tiempo, pues los pupitres de las dos primeras filas se encontraban marcados con las palabras "No ocupar".
— El profesor Lupin ¿O me equivoco? — preguntó dándole una fría visual de arriba abajo. — Aunque sería imposible equivocarse viendo todas esas cicatrices.
Cicatrices, dientes y uñas afilados, mucho vello corporal y en con la proximidad de la luna llena una palidez enfermiza y fuertes dolores musculares y de cabeza. La presencia de cualquiera de aquellas características podían dar una ligera pista de que tal vez una persona era un hombre lobo, pero la única prueba definitiva seguía siendo verlo transformarse en lobo durante la luna llena.
— No, no se equivoca, ese soy yo. Supongo que usted debe de ser el supervisor que han mandado para comprobar que no soy un peligro para los alumnos.
— Exactamente, Corban Yaxley, jefe del departamento de Control y Regulación de criaturas mágicas. Es usted un hombre afortunado dada su situación tiene toda mi atención — dijo con una sonrisa. —Tampoco es que sepa de más hombres lobos que se encuentren trabajando.
Yaxley ocupó un asiento al final de su aula y sacó de su túnica un pergamino, un tintero y una pluma. Trató de no prestarle atención y se concentró en dar la clase sobre gorros rojos al grupo de tercero de Ravenclaw y Hufflepuff. Le habría encantado poder traer uno para hacer la explicación mucho más dinámica y entretenida, pero no quería arriesgarse a que el supervisor también calificase sus métodos de enseñanza como riesgosos.
Lo desconcertó que a mitad de la clase Yaxley se levantase de su asiento para lanzar cerca de sus pies un encantamiento que levantó una pared de cristal entre los estudiantes y él.
Los alumnos intercambiaron entre sí miradas de confusión.
— Se estaba acercando demasiado a las mesas y dada su condición me pareció un acto peligroso, un simple arañazo con sus zarpas a un alumno le ocasionaría una "contaminación" indeseable. — se explicó Yaxley antes de volver a sentarse para anotar algo en su pergamino.
Sus mejillas se pusieron rojas como si acabara de abofetearlo, apenas estaba a dos pares de pasos de las mesas que Yaxley había prohibido ocupar, en realidad no había ninguna amenaza.
— Señor Lupin, por favor, continúe con la clase.
La interrupción de Yaxley solo había servido para perderlo en medio de la explicación y tuvo que echar una rápida visual a las anotaciones que había hecho en la pizarra para recordar cuales había comentado ya y cuales le faltaban. Los fríos ojos de Yaxley sobre él solo lo ayudaron a ponerse aún más nervioso.
Tardó casi un minuto y medio en volver a situarse y tres más en volver a lograr que los alumnos le presentasen atención.
Le temblaban las piernas cuando terminó la primera clase, decidió sentarse en su silla de su escritorio para tratar de calmarse. En diez minutos entraría el grupo de primero de Slytherin y Gryffindor.
Miró a Yaxley para encontrárselo todavía realizando anotaciones en su pergamino. Estaba seguro que lo único bueno que encontraría de él en sus escritos era que no había atacado a ningún alumno. Sus mejillas se volvieron a enrojecer al recordar el accidente de la creación de la pared de cristal. Había sido un acto injusto y ni siquiera podía encontrar las palabras adecuadas para quejarse de ello.
Ocho niños entraron: cinco de Gryffindor y tres de Slytherin. Esa era toda la clase que tenía desde que se sabía que era un hombre lobo. Una vez que estuvieron sentados, Yaxley se levantó de su asiento y se dirigió hacia ellos con un brillo en su mirada.
— ¿Alguno de vosotros sabe que encantamientos y maldiciones se utilizan para matar a un hombre lobo?
Lupin apretó los dientes, no había pregunta peor para realizarle a los niños de primero, era el único grupo en el que no había ahondado demasiado en ese tema.
Una de las niñas que había de Slytherin, April Lee, levantó la mano.
— Con la maldición asesina. — contestó.
— ¿Solamente?
— No, pero es la más efectiva en caso de que un hombre lobo decida atacarnos. — continuo April Lee. — El profesor Lupin nos dio toda una lista de encantamientos, pero hay que atacarlos más de una vez con ellos para lograr herirlos de gravedad y matarlos.
La niña sacó de entre el desorden de papeles de pergaminos que tenía entre las páginas de su libro una hoja que le tendió a Yaxley.
— Veo. — dijo Yaxley sin prestar demasiada atención a la lista que le mostraba April. — ¿Y os ha enseñado a realizar alguno?
April dudó.
— No, pero les he enseñado a realizar Lumos maxima. — interrumpió Lupin. Le temblaba la voz.
Yaxley soltó una sonora carcajada.
— ¿Lumos maxima? — se burló Yaxley — Eso es como dispararle a un hombre lobo con un chorro de agua.
— Es un encantamiento que si se hace bien provoca un brillo cegador que sirve para espantar a un hombre lobo. — se defendió Lupin. — Son niños de primero y no llevan ni un mes de clase, todavía no tienen la destreza necesaria para aprender encantamientos tan complejos… y la maldición asesina legalmente no puedo ni enseñársela a los de séptimo curso…
— Y yo que esperaba que les hubiera enseñado a los de primero algo más… útil. — lo cortó, todavía continuaba observándolo con sus fríos ojos azules. — Y más teniendo en cuenta que aún entran en el rango de víctimas del hombre lobo Greyback, uno de nuestros criminales de guerra más buscados actualmente.
— No lo sería si el Ministerio hiciese bien su trabajo. — le soltó en tono mordaz.
— Y eso tratamos, ¿Por qué cree que la subsecretaria Umbridge y yo estamos trabajando tan duramente por sacar unos nuevos decretos para los hombres lobos? De momento solo han salido algunos como información en El Profeta y solo estamos aplicando unos pocos con usted, pero tan pronto como estén terminados y sean, por fin, aprobados le aseguro Profesor Lupin que no tardaremos en atrapar y registrar a un montón de hombres lobo y estoy seguro de que alguno de ellos nos dará el paradero de Greyback.
Comenzó a dar puntapiés con el pie derecho contra el suelo. Diez decretos eran los que habían salido como información de la nueva normativa y ya por si solos eran horribles, no quería pensar en que más macabros decretos podrían salir de la cabeza de Umbridge y de la de Yaxley.
— Supongo que a vosotros no os habrán hablado mucho de Greyback,— dijo Yaxley dirigiéndose a sus alumnos. —Aunque conociendo un poco a los Gryffindor seguro que habéis venido a esta clase por insensatez. Sin embargo, hay que admitir que desde que terminó la guerra ya casi no se habla de las cosas que hizo.
Y Yaxley comenzó a hablar de los ataques que Greyback en un inicio destinados a los hijos de los magos que le habían ofendido y posteriormente, cuando se unió a Voldemort, contra los hijos de los magos que habían rechazado convertirse en mortífagos.
Lo detuvo en el momento en el que comenzó a hablar de niños muertos a base de mordiscos:
— Ya es suficiente. No necesitan saber nada más de él.
— ¿Por qué, señor Lupin? Tienen que saber que no todas las víctimas de Greyback eran tan afortunadas de sobrevivir para pasar el resto de sus vidas convertidas en hombres lobos, muchos de los niños que atacó fueron encontrados medio devorados. — Dijo con tranquilidad. — Bueno, profesor, me parece que ya le he robado suficiente tiempo de su clase. Le dejo continuar con ella.
Los niños salieron temblando del aula, ninguno había prestado mucha atención a su clase y sus caóticos apuntes en la pizarra tampoco habían ayudado a que lo hiciesen.
Miró de nuevo a Yaxley está vez no anotaba, tenía la vista fija puesta en la puerta. Su presencia tenía los mismos efectos que la de un dementor.
Hubo un ligero ambiente bullicioso en el pasillo. Los ojos de Yaxley brillaron en cuanto vio a los siguientes alumnos entrar. Se trataba del otro grupo de primero, eran siete alumnos: cinco de Hufflepuff y dos de Ravenclaw.
Yaxley aguardó pacientemente a que los niños se sentaran y cuando lo hicieron clavó sus ojos en él.
— Habrá que tratar que los dos grupos vayan más o menos igual.
Y volvió a hablar de Greyback.
Su última clase de la mañana eran dos horas con el grupo de séptimo curso. Era la primera clase en la que tenía más alumnos que en la semana pasada, cinco personas más de lo usual.
Perdió más de diez minutos con Yaxley haciendo preguntas que los alumnos se esforzaban en contestar con la respuesta más estúpida, sobretodo respondían tres chicos de Slytherin que nunca antes había visto en su clase.
Terminó por deprimirse a cada minuto que pasaba. Parecía un juego: Yaxley hacía preguntas y anotaba en su pergamino las respuestas que le parecían más disparatadas.
— Señor Yaxley. — decidió interrumpir. — ¿No cree que ya ha hecho suficientes preguntas? A este paso no me quedará tiempo para dar la clase.
El hombre miró el pergamino que tenía entre sus manos. Parecía satisfecho.
— Bien, continué con la clase.
Y lo intentó. Había decidido que las semanas que estuviera presente el supervisor haría un repaso de criaturas mágicas, mientras que el resto las dedicaría al repaso práctico de maldiciones, magia no verbal y encantamientos de duelo, entre otros temas más prácticos.
— Oiga, señor Yaxley. — interrumpió uno de sus alumnos de Hufflepuff, Alex Thatcher — ¿Es estrictamente necesario que tenga esa mier… pantalla,cristal, como se llame delante? Porque no sé en las clases de antes, pero ahora refleja un huevo y no se mira nada, y lo de escuchar tampoco es que sea una maravilla. Yo desde aquí me entero de la mitad de las cosas.
Las palabras de Alex Thatcher causaron que se le revolviera el estómago de los nervios, ya iba ajustado en el programa de clases sobretodo para quinto y séptimo año y gracias a Lockhart en esos cursos había tenido que dar por explicadas muchas cosas que debería haber dado él. Las clases con Yaxley iban a suponer un retraso con el que no había contado.
— Es simple protocolo para mantener su seguridad. — respondió Yaxley.
— Ya, pero somos alumnos de séptimo. — continúo Thatcher. — Será útil para los cursos menores, pero la mayoría de nosotros sabemos defendernos en caso de que el profesor Lupin se vuelva loco. Fue una de las primeras clases que tuvimos con él.
— Le repito que es simple protocolo y además, según todo lo que he observado hoy permíteme dudar de lo que os habrá enseñado el señor Lupin.
— Pues si asistiese a las clases de Lockhart el año pasado fliparía. — Hubo una carcajada generalizada por parte del resto de alumnos. — El profesor Lupin explica muy bien y además casi todas las preguntas que has hecho para evaluarnos se las han respondido Flint, Silver y Burke que yo nunca los he visto en clase…
— Sí estás tan descontento con los procedimientos de seguridad puedes marcharte e ir a quejarte al director Dumbledore. — lo cortó Yaxley. — Desde luego yo no voy a exponer a ninguno de los alumnos a que sean contaminados y atacados por un hombre lobo.
Y así lo hizo, Alex Thatcher recogió sus cosas y se fue. Lo siguieron los otros cuatro Hufflepuffs que había y Oliver Wood.
— Señor Lupin, continúe con la clase.
Se desmoronó en el momento en el que entró en su despacho tras finalizar el turno de la mañana.
Había sido un completo desastre y estaba seguro de que no iba a mejorar en las dos horas que le quedaban de la tarde con el único grupo de sexto curso que tenía, ni tampoco en los cuatros días restantes que le quedaban en ese mes con Yaxley.
— Remus. — la voz de Severus lo tomó por sorpresa.
Trató de recomponerse, no quería que lo viera así.
— Severus, ¿Qué haces aquí?
— ¿Qué te parece que hago aquí? Ver cómo estás.
La preocupación que Severus mostraba por él y que se quedará a comer con él le confortó.
Casi había olvidado a Yaxley hasta que Snape le preguntó qué tal le había ido con él. Le comentó por encima sus clases, sin entrar en demasiados detalles.
Le amargó aún más el día cuando le contó que Yaxley era todo un experto en realizar la maldición Imperius, pero cuando hablaron del amuleto se tranquilizó. Con todo lo que había pasado en las últimas semanas se había olvidado por completo del anillo. Por lo menos no estaba tan desprotegido, el sentimiento de alivio y felicidad lo impulsó a besar a Snape.
Le habría quitado los calzoncillos, habría apartado de un manotazo todo lo que tenía sobre la mesa de su despacho y le habría hecho el amor allí mismo sino hubieran llamado a la puerta. El calentón se le pasó de golpe. El único que se le ocurría que podía interrumpirlo cuando todavía no había acabado la hora de comer era Yaxley.
Se despidieron rápidamente y procedió a abrir la puerta.
— Estoy buscando a Severus, no lo he visto por el Gran Comedor. — Le pilló desprevenido que preguntará por él y además con una cercanía que Lupin estaba seguro que no tenía.
— Aquí no está.
—Puedo verlo, parece que ya se ha marchado. — dijo mirando por encima de su cabeza hacia su mesa donde todavía estaban los dos platos. — Espero que a ninguno de los dos se os haya olvidado que necesito comprobar que la poción de Wolfsbane está hecha correctamente. De no ser así tendría que encerrarle en Azkaban hasta después de la luna llena por ser un peligro potencial. — dijo con una sonrisa.
La clase de la tarde era de dos horas con el único grupo de sexto curso y de nuevo volvió a perder casi diez minutos con Yaxley preguntando a alumnos de Slytherin que hasta ese momento no había visto nunca en su clase.
Está vez nadie protestó por la dinámica de las clases. A diferencia de los séptimo los de sexto gozaban de la tranquilidad de haber superado los TIMO y con la lejana preocupación de que harían frente a los EXTASIS el próximo año.
Terminó la clase sintiéndose miserable.
Trató de animarse mientras bajaba con Yaxley hacia las mazmorras pensando que ya solo le quedaban cuatro días más aguantándolo hasta el siguiente mes, pero nada funcionó mejor para borrar el sentimiento de infelicidad de su cuerpo que ver a Yaxley abrazar a Snape y darle dos besos. Rechinó los dientes ante aquel inesperado contacto y encendió en él una chispa de furia que el propio Yaxley se encargó de alimentar al hablar de su hijo y de su padre. A él podía hacerle lo que quisiese, pero a su familia que ni se le ocurriera tocarla.
Debió de hacer algún gesto amenazante porque Yaxley sacó su varita y Severus se metió entre ellos antes de que lo maldijera.
— Una muestra de la poción te llegará —Snape sacó un pequeño frasco vacío de su túnica. — Está cantidad es la que utilizó para valorar las pociones de mis alumnos, no necesito más.
— Servirá. — comentó Yaxley guardando su varita.
Le tendió el frasco y le dio instrucciones de como entrar en su sala de trabajo.
— Pero… — No quería dejarlo solo con Yaxley y menos después de aquel abrazo y aquellos besos que le había visto darle. Ese hombre no hacía nada sin una razón detrás.
— ¡Lupin! — Los ojos negros de Snape ardieron como el carbón. — Vete a buscarla.
Yaxley le sonreía detrás de Severus, lo que menos quería en ese momento era darle la satisfacción de verlos discutir. Así que de mala gana cogió el frasco.
Agarró un puñado de polvos flu y se metió entre las llamas: Sería rápido y Severus sabría defenderse en caso de que Yaxley intentase hacerle algo.
— ¡Papá! ¡Papá! — la animosa y chillona voz de Teddy lo recibió nada más salir de la chimenea. — ¡Papá! ¡Mira! Los abuelos enseñaronme a sumar.
— Teddy, dame cinco minutos y enseguida te dedico todo el tiempo que quieras.
Abrió la puerta de la sala de trabajo de Snape y llenó el frasco con Wolfsbane.
Se dirigió de vuelta hacia la chimenea y antes de lanzar los polvos flu, se detuvo y buscó a Teddy con la mirada. Lo encontró escribiendo en la mesa sentado sobre el regazo de su padre. No había peligro de que se agarrase a su túnica y viajase con él a Hogwarts. Si podía evitarlo jamás dejaría que Teddy y Yaxley se conociesen.
Arrojó los polvos al fuego y volvió de nuevo a la escuela. Yaxley se largó en cuanto le dio el frasco.
Severus se veía molesto.
— ¿Estás bien?
— Yo estoy bien. — contestó como si acabará de hacerle la pregunta más estúpida del mundo. — ¿Y tú?
— Estaré mejor el viernes por la noche… ¿Qué más sabes sobre Yaxley?
— Es un buen amigo de Lucius siempre lo ha invitado a todas las fiestas y reuniones que ha hecho posteriores a la guerra. — Severus clavó la mirada sobre la puerta pensativo. — No es un mago hábil en duelos, si se diera uno entre vosotros ganarías con facilidad y lo que ya te dije, el Señor Tenebroso siempre le encargaba a las personas que más necesitaba controlar y nunca fallaba. — Hizo una pausa.— Eso es todo. Tu padre tiene que saber mucho más de él, deben ser más o menos de la misma edad y trabajaron los dos en el mismo departamento. — murmuró antes de volverse hacia la chimenea. — Deberíamos darnos prisa en volver a casa todavía tenemos que pasar por el infierno de darle la poción a Teddy.
Sin duda no había peor forma de acabar aquel lunes que con aquella tortura.
La primera clase del martes era de dos horas con el grupo de quinto de Hufflepuff y Ravenclaw. Yaxley llegó veinte minutos tarde y lo primero que hizo fue hacer aparecer de nuevo el cristal. Parecía horrorizado ante el hecho de que estuviera enseñando a los alumnos sin el puesto, pero por el resto de la clase se mantuvo tranquilo.
La siguiente clase fue una hora con el grupo de cuarto, también de Ravenclaw y Hufflepuff. Hizo unas pocas preguntas de las que fueron respondidas la mitad correctamente y por el resto de la clase también estuvo tranquilo.
La última clase fue dos horas con el grupo de sexto, Yaxley estuvo callado durante toda ella. Tampoco fue necesaria su intervención para hacerla desastrosa: estaba muy dispersa ya nada más empezar, los alumnos hablaban en voz baja continuamente y no había visto a ninguno mirar en su dirección.
Recordó la intervención de Thatcher ayer, a esa hora no se miraba nada por la luz del Sol que entraba desde las ventanas y reflejaba y su clase escuchada detrás de ese cristal no debía ser fácil de seguir. En pocas palabras estaba perdiendo el tiempo.
Cuando la clase de sexto terminó, Yaxley comenzó a hacer anotaciones sobre su pergamino.
Lupin lo observó, el día anterior había sido el propio Yaxley quien había deshecho el encantamiento del cristal para dejarlo salir cuando consideraba que ya había desaparecido del piso la multitud de alumnos para los que era un peligro.
Está vez parecía que quería tenerlo esperando más tiempo que ayer.
— Traje lo que me pediste. — la fría voz de Snape lo sorprendió. Traía enrollado en las manos un pergamino que dejó sobre la primera mesa que vio. — ¿Ya puedo irme o necesitas que desperdicie más de mi valioso tiempo en tareas inútiles?
— ¡Ah, Severus! — el hombre levantó la vista de su pergamino y lo miró. Tenía un brillo malicioso en sus ojos que no le gustó. — No, espera. Necesito anotar todos los cambios que le has hecho al Wolfsbane y la razón de ellos. Cuanto antes terminemos, antes podre enviarlos al comité de expertos del ministerio para que los evalúen y decidan si tu versión de la poción es apta o no. Comprenderás que si no es apta tendremos que encerrar a Lupin en Azkaban por seguridad.
— Lo comprendo, pero quiero que les comuniques que si no fuera apta no estarías ahora mismo hablando conmigo.
Yaxley sonrío ante su comentario.
— Severus, ¿Crees que no se lo he comentado ya? — dijo con voz melosa. — Si no lo hubiera hecho habrían invalidado ayer ya tu poción y hoy habrían encarcelado a Lupin. Con esto te estoy haciendo un favor, no solemos ser tan permisivos con las versiones con todos los problemas que nos han dado las que se vendían en el mercado negro: pociones que enloquecían a los hombres lobos, otras no funcionaban y en el mejor de los casos era puro veneno que los mataba. En los últimos tres años parece que por fin han aprendido a venden una versión decente y podemos dejar de desperdiciar valiosos recursos del Ministerio en ellos.
Severus agarró el pergamino de donde lo había dejado y se fue hacia donde estaba Yaxley.
— ¡Ah, profesor Lupin! Me había olvidado por completo de usted. — Hizo desaparecer el cristal frente a él. — Ya puede irse.
Lupin se quedó quieto donde estaba como si lo hubieran clavado al piso. Debería haber contado con aquello, desde que Severus había comenzado a hacer la poción nunca había seguido al pie de la letra la receta de Damocles Belby. No era muy diferente a la de su inventor, pero si había hecho sutiles cambios, sobretodo en hierbas, que cambiaban el efecto del sueño de la original por un efecto analgésico que funcionaba muy bien contra los dolores de cabeza, musculares y óseos propios de la licantropía.
— Yaxley, ¿No sabes qué es el espacio personal?
El comentario de Snape hizo que les volviera a prestar atención, Yaxley lo había rodeado con el brazo a la altura del costado y tenía la cara tan cerca a la de Snape que ambos debían estar compartiendo el aliento.
— Claro, lo siento. — se separó para al segundo siguiente volver a repetir la misma posición de la que Severus se había quejado, solo que está vez movía de arriba a abajo la mano a lo largo de su costado.
Estaba pidiendo a gritos que le diera un puñetazo en la cara.
La siguiente vez fue el mismo Snape quién se quitó con brusquedad la mano de Yaxley de encima y se apartó de él.
Lupin apretó los dientes cuando Yaxley volvió a repetir la misma postura incómoda.
Está vez le cogió la mano izquierda a Severus con la que iba a volver a apartarse la mano de Yaxley del costado de nuevo, solo la separó de ese sitio para agarrarle la mano derecha a Snape e inmovilizarlo. Lupin se dirigió corriendo hacia donde estaban para separarlos.
— Yaxley, voy a acabar por amputarte las manos como no me sueltes. — Lo amenazó, aunque tal y como lo estaba agarrando le iba a ser complicado sacar su varita de debajo de la manga.
Lupin los agarró por el hombro, pero en el momento en que los tocó Yaxley soltó a Snape y le clavó la varita en la mano izquierda con la que lo había agarrado.
Un hormigueo le recorrió todo el brazo y se detuvo cuando la varita de Yaxley saltó de sus manos.
Yaxley se giró para ver donde había caído y Snape aprovechó para incrustarle su varita, que echaba chispas verdes, en el medio del pecho. Corban dio un gemido de dolor.
Severus tenía los ojos llorosos, presentaba una palidez enfermiza y respiraba como si acabará de llegar corriendo desde las mazmorras.
— ¿Qué demonios, Yaxley?
— Lo has visto Severus, solo me estaba defendiendo del ataque de esa bestia.
— Si quieres que mantenga mis manos alejadas de ti mantén tú las tuyas alejadas de mi pareja.
El pensamiento de que tal vez debería apartar la varita de Snape de Yaxley pasó por su cabeza, pero no hizo nada para ejecutar la acción.
— Severus. — habló Yaxley tratando de ocultar el dolor. — ¿Piensas atacar a un funcionario del Ministerio mientras está haciendo su trabajo?
Las chispas cesaron inmediatamente de la varita de Snape y su rostro se liberó de emoción dejándolo ilegible para saber en qué estaba pensando.
Bajó el brazo, pero no guardó la varita.
— Eso pensaba.
Yaxley buscó con la mirada su varita y la encontró encima de una de las mesas del principio. La recogió y volvió hacia donde estaban para con un toque de varita incinerar el pergamino que le había traído Severus.
Iba a terminar arrancándole el cuello de un mordisco.
— Hazlo de nuevo, lo recogeré después de las clases y si no está hecho yo mismo encerraré hoy en Azkaban a Lupin. — comentó Yaxley antes de marcharse.
— Podía haberlo manejado, no necesitaba que te metieras. — fue lo primero que le recriminó Snape cuando se quedaron solos.
— Ya me he pasado suficiente tiempo mirando como para no hacer nada ahora que eres mi pareja, ¿No crees?
— No necesitabas probarme nada…
— No fue por probarte nada, ¿Qué querías que hiciese? ¿Qué me quedará quieto mientras ese cerdo te manoseaba?
— Lupin, lo único que buscaba era que te metieses en medio.
Iba a responder, pero se quedó callado al escuchar pasos en el pasillo. ¿Había acabado ya tan rápido la hora de comer?
Alex Thatcher se asomó a la puerta de su clase. Parecía ser que sí, su clase de la tarde era dos horas con el curso de séptimo, pero después de su salida ayer era al último que esperaba ver de nuevo en su aula esa semana.
— ¡Veis, está aquí! — gritó hacia el pasillo.
— ¡Había una posibilidad de entre un millón de que estuviera ahí a esta hora! — le contestó otra voz desde el pasillo, era la de una de sus estudiantes de Slytherin de séptimo, Maya Thunder.
— La suerte está de nuestra parte personas de poca fe. — respondió Thatcher con una sonrisa. — Perdonen, profesores, ¿Estoy en medio de algo?
— Nada importante. — dijo Snape. — Debería irme ya a preparar lo que me ha pedido Yaxley.
— Pásate por la cocina para tomar algo. — le comentó antes de que abandonará el aula.
Y por la enfermería también debería pasarse, pero ese comentario no lo recibiría bien ni aunque estuvieran ellos dos solos.
Alex Thatcher entró en su clase, seguido de Maya Thunder, de Slytherin, Percy Weasley, de Gryffindor y Penélope Clearwater, de Ravenclaw. Los cuatro eran alumnos asiduos de sus clases y los cuatro eran prefectos.
Cada uno venía a representar al resto de estudiantes de su casa, que asistían a su clase, en la decisión de cambiar el horario de sus clases de las semanas de la luna llena. Esa era la única solución que Dumbledore le había propuesto a Thatcher: que se pusiera de acuerdo con todos los alumnos interesados y que si el profesor aceptaba moverían las clases a la próxima semana, ya fuese para el sábado, el domingo o entre semana después del horario normal.
No les llevó demasiado tiempo ponerse de acuerdo en la decisión, después del desastroso año pasado con Lockhart, ninguno tenía tiempo para estudiar por si mismos dos cursos en uno de su asignatura y necesitaban aprovechar sus clases si querían sacar buena nota en los EXTASIS.
Remus aceptó sin problema cambiar las clases, aunque tuviera que darlas el domingo por la noche. No iba a desperdiciar aquella oportunidad de librarse de Yaxley y se encargó de darle la noticia con satisfacción cuando se lo encontró por el pasillo dirigiéndose a su aula.
No se detuvo a ver la expresión de Yaxley, no le importaba lo más mínimo.
Gastó media hora comiendo en la cocina de Hogwarts. El resto del tiempo lo dedicó a reorganizar su horario y a leer un libro sobre maldiciones que encontró interesante entre la colección de Snape.
— ¿Y Yaxley? — la pregunta de Snape lo sacó de su lectura.
— No lo sé, los de séptimo han cambiado la clase para la próxima semana y solamente me crucé con él en el pasillo para comunicárselo. No te preocupes, aparecerá pronto, ese hombre no se perdería por nada del mundo la oportunidad de encerrarme en Azkaban.
— Todavía me falta un trozo. — comentó Severus sentándose justo en frente de él.
Sacó de su túnica con la mano derecha un pergamino y volvió a rebuscar con la misma mano en sus bolsillos para sacar una pluma y un tintero.
Snape estaba mucho más pálido de lo que había estado la última vez que lo vio.
— ¿Te ocurre algo?
— Nada importante, solo tengo algo de malestar por culpa del estrés.
La atención de Lupin recayó sobre la mano izquierda de Snape que estaba apoyada en el sofá. Siempre que estaba estresado se pasaba los dedos por su grasiento cabello engransándolo aún más.
Analizó su postura, tampoco era algo usual verlo escribir con una sola mano sin usar la otra para sujetar el papel.
Hubo un fuerte golpeteo en la puerta, Severus se detuvo en seco.
— Me queda un párrafo.
— Yo me encargo.
Lupin le abrió la puerta.
— ¡Ah, Severus! Espero que hayas terminado… — El portazo que dio Remus al cerrar la puerta fue tan fuerte que debió de escucharse en toda la mazmorra.
Yaxley se dio la vuelta para encontrarse a Lupin apuntándolo con la varita en ristre. Trató de sacar su varita, pero en cuanto le puso los dedos encima Remus lo desarmó.
— ¡Accio varita! — la convocó Remus a sus manos antes de que cayese al suelo, cuando la tuvo se guardó la varita de Yaxley en su túnica. — Voy a ser claro si no te maldije antes fue porque estabas tan pegado a mi pareja que temía hacerle daño.
Yaxley estaba blanco como el papel.
— Devuélveme mi varita o te consideraré una amenaza y esta noche te haré cruzar por el velo.
—Te la devolveré, no te preocupes, no pienso quedármela. Solo quiero que me escuches: el único hombre lobo de mi familia soy yo, al que tienes que amargar la vida es a mí, así que no metas ni a mi madre, ni a mi padre, ni a mi hijo y si vas a mencionarlos ¡Lávate la boca primero! Y a mi pareja la respetas: no la tocas, no la besas y si te pide que te apartes, porque te estás acercando mucho y lo molestas, lo haces. Todos tus problemas son conmigo, no necesitas arrastrar a mi familia, ¿Me he explicado bien?
Severus se levantó de donde estaba sentado, sacó su varita y duplicó el pergamino que acababa de hacer. Se guardó la copia enrollada en la túnica y le entregó el original a Yaxley, que despegó un momento sus fríos ojos de Lupin para mirar a Snape.
— Está tal y como lo querías esta mañana, tiene todos los cambios señalados y explicados.
— Bien. — comentó Yaxley agarrando el pergamino y guardándoselo en la túnica. — Ahora, Señor Lupin, ¿Me devuelve mi varita?
— Todavía no me has respondido, ¿Me he explicado bien?
Yaxley rechinó los dientes y miró con odio a Lupin.
— Perfectamente.
Le devolvió su varita. Severus se puso parcialmente en medio de ellos, temiendo que tal vez Yaxley tomará represalias por lo que acababa de hacerle, pero Yaxley guardó su varita.
Fue solo cuando estuvo a punto de cerrar la puerta detrás de él que comentó:
— Si el comité considerá apta esta versión del Wolfsbane a partir de mañana, tanto al señor Lupin como a ti, Severus, os quiero media hora antes de que empiecen las clases en su aula para cerciorarme de que el profesor Lupin está consumiendo la poción. Si solo aparece el señor Lupin, espero que hayas hecho más Wolfsbane que la dosis que necesita para este mes porque me encargaré de tirar todas y cada una de las copas hasta que no estéis los dos presentes.
Y cerró la puerta.
— ¡Será hijo de puta! — habría ido tras él si Snape no le hubiera agarrado la túnica con fuerza con la mano derecha.
— ¡Déjalo estar! Lo único que conseguirás yendo detrás de él ahora es que te mate.
El miércoles fue Teddy quien lo despertó de la cama. Casi pegó un grito cuando vio la hora, las siete y diez de la mañana, en veinte minutos tenía que estar en su aula tomándose su poción para satisfacer a Yaxley ¿Cómo demonios Severus le había dejado dormir tanto?
Se vistió rápidamente su túnica y salió de la tienda de campaña en busca de Snape.
Se sorprendió al ver a sus padres desayunando a esa hora en la mesa del salón-comedor, sobretodo a su padre que al igual que él no era una criatura de madrugar.
— Cariño, te he hecho un café y te he preparado algo para que te tomes después de la poción. — dijo su madre.
— Gracias, ¿Habéis visto a Severus?
Teddy se sentó en la mesa, frente a su tazón de leche con cola-cao y cereales.
— Ya se marchó hace un rato con tu dosis de hoy, dijo que ya sabías tú dónde encontrarlo. — respondió Hope. — Hoy tiene un día muy ocupado y nos ha pedido que nos hagamos cargo de Teddy durante todo el día. También nos ha comentado que tu viernes por la tarde libre tampoco está mejor que su miércoles.
Estaba claro que Severus no quería que Teddy pisará Hogwarts mientras Yaxley estuviera rondando por el castillo y él, por primera vez en su vida, también prefería cargárselo a sus padres cinco días seguidos y además cerca de la luna llena que enviarlo a Hogwarts donde tendría la remota posibilidad de toparse con ese ser.
— La verdad es que sí… ¿No os importaría cuidarlo el viernes también?
— ¿A nuestro único nieto? ¿El mismo que tu madre y yo pensábamos que no íbamos a tener nunca? Para nada.
— Papá, no digas esas cosas.
— Es la verdad.
Se tomó el café a prisa, hizo una rápida visita al baño, se guardó en la túnica las tostadas que le había envuelto en papel de aluminio su madre y viajó rápidamente por los polvos flu hasta su despacho donde si corría llegaría a su aula a y media.
Yaxley ya estaba allí esperándolo, no había ni rastro de Snape. No lo había arrestado todavía, ni parecía tener intención de hacerlo, así que supuso que habían dado por apta su versión de la poción.
— ¿Y Severus?
Mantuvo sus ojos puestos en él, después de lo que le había hecho ayer tenía claro que iba a devolvérsela.
— Hoy tiene un día muy ocupado, seguramente llegará tarde.
La copa de Wolfsbane llegó puntual, pero no la traía Severus sino Minerva McGonagall.
— ¿Y el profesor Snape?
— En un asunto más importante, sino estaría aquí ¿No le parece?
— ¿Más importante que garantizar la seguridad de la escuela?
— No se altere, señor Yaxley, me imagino que lo que aportase el profesor Snape en está tarea seré capaz de suplirlo perfectamente.
Yaxley no se atrevió a tirarle la copa con Minerva McGonagall presente y él no se terminó la copa hasta que comenzaron a entrar en la clase los primeros estudiantes.
Yaxley estaba ardiendo de rabia cuando se marchó Minerva.
La primera clase del miércoles fue con el grupo de tercero de Gryffindor y Slytherin. Se sorprendió al ver que era la primera clase dónde tenía al completo a todos los estudiantes que debía tener de Slytherin. Hasta el momento solo había tenido a dos Slytherin: Theodore Nott y Blaise Zabini, aunque Zabini se había pasado la mayoría de sus clases soñando despierto.
Yaxley decidió comenzar la clase con una ronda de preguntas que fueron contestadas todas por los nuevos Slytherins que respondían absurdez tras absurdez. Blaise y Nott se mantuvieron al margen de responder, pero ambos se reían de las respuestas de sus compañeros.
Hermione Granger mantuvo levantada la mano durante todas sus preguntas, pero Yaxley no se giró ni una sola vez para mirar a los cuatro Gryffindors que tenía a sus espaldas.
Harry Potter y Ron Weasley mantenían los dientes apretados, mientras observaban a Malfoy, todavía con el brazo en cabestrillo a casi un mes después del ataque que había sufrido.
Neville Longbottom, por su parte mantuvo la mirada fija en su pupitre.
Está vez no lo interrumpió, lo dejó preguntar hasta que se cansó. Todavía lo miraba con furia cuando terminó y Remus no podía dejar de disfrutar esa mirada. Estaba tratando de devolverle el golpe que Lupin le había dado ayer y estaba fracasando. No podía soporta haber quedado por debajo de él.
Repitió lo mismo durante las siguientes clases del día, solo descansó en la hora del grupo de primero Slytherin y Gryffindor porque no se presentó nadie.
El jueves y el viernes fue Minerva de nuevo quién se presentó con la poción. Yaxley no ocultó su frustración al verla.
El jueves se lo pasó igual que el miércoles, solo que fue más llevadero. A cuarta hora por la mañana tenía con el otro grupo de primero dónde no se volvió a presentar nadie y la quinta era la única hora libre que tenía en su horario escolar. Está vez aprovechó ese tiempo para estar con Teddy y volvió para las clases de la tarde.
El viernes se mantuvo tranquilo en las clases, Lupin no le quitó la vista de encima cada vez que se quedaban solos. Tal y como estaba Yaxley de humor con él estaba seguro de que en cuanto bajase la guardia lo atacaría. Ahora la pared de cristal que había puesto en sus clases se había convertido en su más fiel aliado, por lo menos siempre que la tuviera delante si Yaxley pretendía atacarlo tendría que romperla o deshacerse de ella.
Se comenzó a guardar el anillo que le había dado Snape en los bolsillos siempre que no estaba delante. Intuía que no era tan maravilloso como le había querido hacer creer. Desde el ataque del martes apenas había visto a Severus, se había pasado los últimos días excusándose en que tenía mucho trabajo: llegaba casi a las once de la noche a casa, se acostaba y se iba súper temprano en la mañana.
En todas las veces que lo había visto no había ningún momento en el que hubiera movido ni la mano ni el brazo izquierdo.
Una vez terminadas las clases del viernes fueron al despacho de Dumbledore y fue por fin allí dónde Yaxley sacó todo el veneno sobre él que se había estado guardando: lo desastrosas que eran sus clases, los contenidos que enseñaba no estaban todos aprobados por el Ministerio, los pocos conocimientos que tenían sus alumnos.
Dumbledore lo escuchó con tranquilidad, mientras él había fijado toda su atención en Fawkes, su fénix.
— Debería despedirlo ahora mismo, su presencia en Hogwarts es peligrosa y aún por encima no trae ningún beneficio. — escupió con odio Yaxley.
— Eso no es lo mismo que opinan la procesión de estudiantes del profesor Lupin que he tenido a lo largo de esta semana quejándose de usted. — comentó Dumbledore.
— Son todos niños, ¿Qué sabrán ellos?
— Me fío más de su opinión que de la suya, pero por si acaso para no equivocarme si quiere le escribiré una carta a Amelia Bones, la jefa del departamento de Seguridad y control de la ley mágica para que el próximo mes confirme su opinión. Estoy seguro de que si tiene razón ella se la dará.
— Bien, hágalo si quiere. — Yaxley sacó su varita del bolsillo interior de su túnica, pero Dumbledore lo detuvo.
— Ya me encargaré yo de hacerle el encantamiento para que no pueda estar en Hogwarts este fin de semana. Necesito discutir a solas con el profesor Lupin un problema que tengo con los gryndylows del lago Negro.
— Bien, pero si me entero que este híbrido de mala sangre anda rondando por aquí en luna llena lo denunciaré a él y a usted director.
— No lo dudo, señor Yaxley.
Yaxley salió del despacho y Lupin se relajó en la silla, esa noche dormiría hasta la tarde del sábado.
— ¿Qué problema tienes que los gryndylows? Me encargaré el lunes en cuanto tenga un rato libre.
— No tengo ningún problema con los gryndylows. — hizo una pequeña pausa. — ¿Te has dado cuenta?
La pregunta lo pilló desprevenido.
— ¿De qué?
— De cómo funciona el anillo.
Lupin se puso rígido en la silla. No lo lleva puesto en ese momento, ni sabía que Dumbledore conocía su existencia.
— Bueno, de algo me he dado cuenta, parece que lo que me hagan a mí le afecta a Severus de alguna manera.
— Eso es lo más importante que tienes que saber.
— Un objecto así es peligroso. ¿Qué pasa si cae en otras manos? ¿Qué pasa si se rompe? ¿Le afectará de alguna forma a él?
— En las únicas manos que funciona es en las tuyas y puede que en las de Teddy y no, no le pasará nada si decidieras romperlo siempre y cuando no lo toques con tu piel. Pero, yo podría cambiarle su actual uso por uno más útil si me lo dejas. El lunes te lo devolvería.
Lupin se sacó el anillo de la túnica y vacilando se lo entregó a Dumbledore.
Dumbledore lo duplicó y le dio la copia.
— Para que Severus no note su ausencia.
Se despidieron y viajó desde la chimenea del despacho de Dumbledore hasta su casa donde Teddy lo recibió con un animoso chillido.
Yaxley le devolvió por fin el golpe a mediados de octubre cuando en El profeta se anunció que la nueva normativa de los hombres lobos se adelantaría para marzo, con una fecha estimada de salida del ocho de marzo, dos días antes de su cumpleaños. En la misma noticia habían añadido una entrevista a Umbridge donde desvelaba un nuevo decreto: Todas los familiares más cercanos a un hombre lobo estarían obligados cada tres meses a hacerse controles para demostrar que ellos no lo eran.
