Aviso: Este capítulo contiene una escena sexual censurada para cumplir con la normativa de esta plataforma. FanFiction no acepta contenido explícito, Clasificación de ficción: MA. El incumplimiento de las reglas del sitio resultará en la eliminación de historias y / o la suspensión de la cuenta. Lo siento mucho, no hay ningún dato relevante en ella, además es la primera escena de esas características que hago (a pesar de que tuve una lectora beta de wattpad JK_SNAPE) y a lo mejor no es muy buena. La parte que falta está marcada (*) si les interesa leerla pueden pasarse por AO3 o en wattpad, estoy como Galaxia010 en las dos. Yo creo que donde más fácil es de encontrarme es en AO3 por el sistema de etiquetas busquen la relación Remus/Severus y filtren por idioma Español, allí les aparecerá. No hace falta que feliciten, ni hagan nada, esto es más un engorró para ustedes que tendrán que buscar la historia en dos sitios, yo entiendo que cada lector tiene sus plataformas en las que se siente más cómodo y disfruta de las historias que quieran leer. De nuevo disculpen las molestias.
Bueno fuera del aviso siento mucho la tardanza y muchas gracias por seguir leyendo.
AnaM1707: Bueno de venganza tengo que admitir que algo tengo pensado, espero poder llevarlo acabo. Muchas gracias por tu comentario.
Moonlight: Muchas gracias por tu comentario, siento mucho la larga espera, espero que el capítulo cumpla con las expectativas.
Jaen Wen Comunista: Muchas gracias por tu comentario, me alegra mucho que hayas vuelto a encontrar la historia, la verdad es que tiene un nombre bastante común y si se busca por él salen cientos de historias. Me alegra mucho que te este gustando la historia, gracias por leer.
Fio Gonzlz: Muchas gracias por tu comentario y por leer.
No soy dueña de Harry Potter toda su autoría a J.K Rowling.
Piezas:
El ataque de Yaxley a Lupin le dejó incapaz de mover el brazo izquierdo sin sentir dolor, así como una desagradable sensación de hormigueo en toda la extremidad. Ese cerdo no lo había agredido con una simple descarga con la varita, estaba seguro de que se había ensañado con Remus y había utilizado algún encantamiento o maldición no verbal. Por lo menos había reaccionado a tiempo y lo había detenido en el hombro de haberle pillado el corazón o incluso un pulmón habría podido ser fatal.
Lo único rescatable de todo ese incidente era que le serviría para evaluar los daños que podía sufrir su cuerpo y cómo podía intentar tratarlos. Fue desalentador descubrir que ninguno de los encantamientos sanadores que conocía ni ninguna poción curativa que se suministró fueran capaces de calmar el dolor. Tal vez fuese porque él no había sido el que había recibido el ataque, sino quien había absorbido el daño.
Fue sencillo ocultar el problema en sus clases, la mayoría de ellas constaban de vigilar a sus alumnos mientras realizaban pociones y las que no lo eran consistían en clases teóricas en las que los alumnos tomaban nota de lo que decía. Ocultárselo a su familia fue muchísimo más complicado al grado de que se pasaba todos los días en su despacho hasta la una de la madrugada.
Tuvieron que pasar 11 días después de la agresión para que empezase a desaparecer el dolor y pudiera volver a mover el brazo, pero a medida que el dolor se había disipado la piel del brazo y de la mano se le había amoratado como si hubiera sufrido un fuerte golpe. Lo ocultó usando guantes junto a sus túnicas de manga larga.
La sensación de hormigueo todavía persistió cuatro días más hasta el miércoles 6 de octubre, a seis días de tener que ponerse con el Wolfsbane. Por lo menos tener el brazo y la mano amoratados no le supondrían ningún contratiempo en su elaboración.
Fue agotador terminar las clases y encontrarse en su habitación la mesa y los sofás cubiertos con las sábanas, las mantas y la colcha de la cama de Teddy queriendo imitar una tienda de campaña. Otro día más donde estaba seguro que el mocoso no habría hecho las dos hojas de caligrafía.
Desde que había tenido el problema con el brazo apenas había pasado unos minutos con Teddy los miércoles y los viernes hasta que llegaba Remus, después se excusaba alegando que tenía mucho trabajo y se dirigía a su despacho. Y aún por encima ese poco tiempo que le había dedicado había sido para pelear por otro día más que no había hecho la caligrafía.
— Teddy. — lo llamó, pero el pequeño no salió de debajo de la mesa. — ¡Teddy!
Levantó la sábana que cubría el frente de la mesa como si fuese una puerta, pero allí debajo no encontró a nadie.
Se detuvo en seco. Él acababa de desbloquear la puerta, era imposible que alguien hubiese entrado y se lo hubiese llevado. Teddy tenía que estar jugando al escondite, seguramente queriendo ganar tiempo hasta que llegase Remus para que no le riñese por no haber hecho sus cuatro carillas de hoy.
Miró debajo de la cama, pero tampoco lo encontró. Las puertas del armario continuaban todas cerradas con llave, así que era imposible que se hubiese escondido dentro.
Por último miró en el baño en la bañera casi tan grande en superficie como la del baño de Prefectos, pero tampoco lo encontró allí.
Volvió de nuevo a la habitación y repasó de nuevo todos los lugares en los que era posible que se hubiera escondido. Tenía que haber alguno que se le estaba pasando por alto.
— ¡Buuuuu! — Lo asaltó alguien por detrás abrazándosele a la pierna. — ¿Asustete?
— ¿Dónde estabas?
— Tumbado en el sofá, quería darte un susto.
Volvió a mirar la tienda improvisada de campaña, entre el respaldo de los sofás y la mesa las mantas hacían un pequeño espacio en el que un niño como Teddy podía esconderse.
— ¿Has hecho la caligrafía?
— Hoy papá no mandó.
— ¿Hoy papá no mandó? ¿No me estarás mintiendo?
— ¡Es verdad!— contestó Teddy de mal humor. — Hoy no quería venir a Hogwarts y para venir papá me prometió que hoy no haría caligrafía.
— ¿Por qué no querías venir a Hogwarts?
— Porque estaba fuera de casa buscando tréboles, lleva todo octubre lloviendo y no me dejan salir porque póngome malito.
— Solo llevamos seis días de octubre…
— ¡Es mucho tiempo! Y el abuelo dice que no puede hacer nada para que vuelva el Sol ni para que deje de llover.
— Es cierto, es imposible cambiar el clima. Es una de las limitaciones que tiene la magia.
—¡No es justo! — exclamó Teddy poniéndose de morros. — Odio la lluvia con todo mi corazón. — continúo. — La abuela dice que la lluvia es buena porque da de beber a las plantas y llena las presas para que podamos tener agua en casa, pero con tanta agua las plantas van morir y las presas tienen que estar tan llenas que tienen que estar a echar la agua por fuera. Además la lluvia llevose todo lo bueno: el Sol, el calor, los saltamontes, las flores y los dientes de león… ¡Ya no tengo dientes de león para desear que se vaya la lluvia!
— ¡Menuda desgracia! — dijo con ironía.
— Sí, lo es. Es algo muy serio, pero la abuela díjome que a los arcoíris también se les puede pedir deseos, pero hay un problema muy grande con ellos. Para tenerlos necesitase el Sol y las nubes se lo tragaron y yo quiero usar mi deseo para que me lo devuelvan… Por eso estoy buscando tréboles de cuatro hojas porque dan suerte y yo necesito mucha suerte para que el Sol pueda liberarse un poquito y pueda ver un arcoíris… ¡Pero todavía no encontré ninguno!
Miró a Teddy con atención. En algún momento, cuando tuviera unos años más, tendría que decirle que ni los dientes de león ni los arcoíris podían cumplir deseos, eso eran simples supersticiones muggle y que la suerte de los tréboles de cuatro hojas residía en encontrarlos.
— ¡Vaya, que raro que vosotros dos no estéis discutiendo! — escuchó la voz de Remus a sus espaldas. — Tengo que quitarte la caligrafía más a menudo para tener momentos como este.
— Es justo lo que necesita que le des libertad para no hacer sus tareas. Lo estás malcriando.
— ¡Papá! — chilló Teddy antes de correr hacia él.
Lupin levantó a Teddy del suelo y lo abrazó.
— Está haciendo caligrafía de sobra con sus abuelos y conmigo. No te preocupes por eso. ¿Hoy también trabajas hasta tarde?
— Sí…Necesito adelantar tareas de la próxima semana por el Wolfsbane. — se excusó. — Os lo compensaré…
— Está bien. —dijo Remus con tranquilidad. —Entiendo que tenías mucho trabajo acumulado estas últimas semanas y ahora que empezamos otra vez con el Wolfsbane de nuevo se te va a acumular. Si te ves muy sobrecargado puedes pedirme ayuda, sé que pociones no es mi punto fuerte, pero hasta el nivel de tercero puedo defenderme.
Le dio dos rápidos besos en la mejilla a Teddy y a Remus antes de abandonar la habitación y dirigirse hacia su despacho.
La tranquilidad con la que Lupin se estaba tomando su ausencia durante los últimos 15 días lo inquietaba. Remus debería discutir con él. Habían discutido por mucho menos en agosto cuando se había encerrado en su sala de trabajo intentando hacer el amuleto donde como mucho habrían sido seis horas lo que se ausentaba, está vez eran apenas seis horas lo que estaba con él y era para dormir. Además está vez tampoco se había quejado por cargar con el peso de darle el Wolfsbane a Teddy él solo los seis días restantes que le habían quedado. No era un comportamiento normal en Remus.
El jueves por la tarde, poco después de haber terminado las clases, Lupin llamó a la puerta de su despacho.
Lo dejó entrar y cerró la puerta detrás de él.
— ¿Ha ocurrido algo? ¿Teddy está bien?
— Teddy está bien. Solo quería verte para darte esto. — dijo sacando un pequeño paquete de su túnica. — Hace mucho tiempo que no te regalo nada.
Desenvolvió el paquete para encontrarse con unos guantes de piel de dragón color verde botella.
— Son muy bonitos, pero no tenías porqué. Yo también hace mucho que no te regalo nada.
— Eso no es verdad, me regalaste este anillo en septiembre. — Comentó Lupin quitándose brevemente el amuleto del dedo para volver a ponérselo.
— ¿Y tenías cargo de conciencia por eso? — se burló.
— No, simplemente los vi y me gustaron para ti. Además como andas con esos guantes viejos negros de lana me parecieron un buen regalo. — dijo Lupin sentándose en una de las sillas enfrente a su escritorio. De pronto se veía cansado. — Hoy también trabajas hasta tarde, ¿Verdad? — preguntó echándole un vistazo a las pilas de pergaminos que tenía sobre la mesa.
Asintió mientras volvía la atención hacia los guantes nuevos que le había regalado Lupin. En estas últimas semanas había estado cargando a sus alumnos con el doble de tareas de lo normal para que la excusa de estar ocupado fuera real.
— ¿Mañana serías capaz de tener la noche libre? Minerva quiere quedar para tomar algo con algunos profesores en Las tres escobas. Me ha invitado a mí y a ti si soy capaz de convencerte para ir.
— ¿Y quién se quedará con Teddy? ¿Tus padres?
— No, Mitt se encargará. Es lo que hice el anterior viernes.
La respuesta lo dejó helado.
— ¿Qué? ¿Quién?
— La elfina doméstica que se encarga de llevarme la comida a mi despacho. Sé que no te gusta demasiado la idea de que Teddy se quede con un elfo, pero estabas tan ocupado últimamente que no quería molestarte.
— ¡¿Lo has dejado con esa cría?! Esa elfina no puede tener más de diez años.
— Solo es por cuatro horas como mucho y solo se encarga de que no se haga daño y de acostarlo. Además ella ya está acostumbrada a cuidar junto con otro elfo a todos los elfos pequeños que hay en Hogwarts.
— ¿Cuánto tiempo lo has dejado solo ya con esa elfina?
— El último viernes como ya te dije, por tres horas y media y no pasó nada. Ya lo has visto, Teddy está perfectamente. ¿Te apuntas o no?
Miró las pilas de pergaminos que tenía sobre su escritorio: entre lo que hiciese esa tarde, el fin de semana y el lunes podría tenerlas para el martes por la mañana sin ningún problema. Pero prefería dedicar la tarde-noche del viernes a enseñarle pociones a Teddy que salir a socializar con sus compañeros, además llevaba tanto tiempo sin enseñarle nada que estaba seguro que lo poco que había aprendido se le habría olvidado.
— No tienes porque pasarte las cuatro horas si no quieres, pueden ser una o dos. Todos saben que tienes un niño, así que nadie se extrañaría si tienes que marcharte para acostarlo, además voy a estar allí…
— ¡Lupin, por Merlín, he sobrevivido a cientos de reuniones de los mortífagos! Una conversación incómoda de tres horas no me matará, simplemente no me apetece sufrirla. Ya es suficiente con la fiesta de fin de curso que hacen y la de Navidad.
Lupin se rió tomándolo de improvisto.
— ¿Qué he dicho que ha sido tan divertido?
— Nada. — dijo Lupin levantándose de la silla para abrazarlo. — Solo estaba pensando en que decía yo para convencerte de que quedáramos al principio… No recordaba que tus habilidades sociales no son mucho mejores que las de una piedra.
— ¡Ja,ja! ¡Qué gracioso, Lupin! Era diferente nos escribíamos sobretodo por carta.
— Y los dos meses de verano ayudaban cuando no tenías donde quedarte y acababas en mi casa... Acercarme a ti fue muchísimo más sencillo que tomar el valor para besarte.
— Yo fui quién dio el primer beso...
— Pero porque yo te dejé lo más complicado hecho: Darnos cuenta de que ambos nos gustábamos.
No había notado lo mucho que había extrañado a Remus en esos últimos quince días hasta que empezaron a besarse. Una vez que comenzaron fue incapaz de detenerse.
Sintió a Lupin subirle los bajos de la túnica hasta la cintura.
— Deberíamos ir a la habitación, está a unos metros de tu despacho y tener sexo en la cama será mucho más cómodo que tenerlo en una silla o en el suelo. — Comentó Lupin cuando estaba a punto de bajarle los calzoncillos.
— ¡No! Aquí estamos bien.
Si iban a la habitación estaba seguro de que Remus trataría de desnudarlo por completo y una vez que le viera el brazo amoratado se cambiaría su oportunidad de tener sexo por un molesto interrogatorio que no tenía ganas de contestar. Además en el despacho no tenía porque preocuparse de insonorizar la habitación.
— Bien, lo haremos aquí. — dijo Lupin quitándose su túnica para quedarse con unos pantalones vaqueros puestos y una camisa blanca. —¿Tienes algún pergamino que no necesites?
— En el tercer cajón del escritorio. — dijo apoyando los guantes verdes que le acababa de regalar Remus sobre la mesa. Se quitó los zapatos y se remangó la túnica hasta la cintura dejando a la vista sus calzoncillos negros.
Lupin recuperó con tranquilidad su varita del interior de su túnica y transfiguró el pergamino en una gran alfombra mullida que extendió por el suelo.
— Creo que lo más cómodo será hacerlo en el suelo. ¿No te vas a quitar la túnica? — preguntó Remus con una sonrisa pícara en los labios, mientras se sacaba un pequeño bote de lubricante del pantalón. — No te veo a cuatro patas tratando de sujetarte la túnica. Tendremos que hacer la postura del misionero, aunque nunca has sido un gran fan de esa postura. — comentó mientras se quitaba los zapatos con calma.
Si no tuviera tantas ganas de follar lo echaría en ese instante de su despacho de una patada en el culo. Snape se metió los dedos por la manga de la túnica para tantear la longitud de la camiseta interior que se había puesto esta mañana. Le llegaba casi hasta la muñeca, entre los guantes y la camiseta tenía margen para quitarse la túnica y que no se le viera en ningún momento el brazo, así que se la quitó.
Lupin se desabrochó lentamente la camisa para dejar al descubierto su torso plagado de cicatrices. La que más llamaba la atención eran los semicírculos que le habían quedado en el abdomen y en la espalda donde el hombre lobo que le había infectado de pequeño lo había mordido.
Snape se acercó para ayudarle a terminar de desvestirse. Iban a tardar siglos al ritmo que iba Lupin, así que le bajó los calzoncillos junto al pantalón. A Lupin se le escapó un pequeño gemido ante el inesperado contacto de sus partes íntimas con el aire frío.
— Alguien tiene prisa.
— No es prisa, tú estás tardando una eternidad.
(*) Terminaron haciéndolo sobre la alfombra, una vez que terminaron se abrazaron desnudos y comenzaron a besarse de nuevo.
— Como sigamos así nos va a coger el frío. — Comentó Lupin separándose de él. — Debería transfigurar algo en una manta... ¿O quieres que me vaya ya?
— No, quédate un rato más.
— Bien, tú mandas.
Remus se levantó para recoger su varita de donde la había dejado. Agarró otro pergamino del cajón de su escritorio que transfiguró en una manta y cogió dos dados del bolsillo interior de su túnica que transfiguró en dos almohadas.
Una vez que Remus montó la improvisada cama volvieron a abrazarse.
— Te hemos echado mucho de menos en casa en estás últimas semanas. — comentó Lupin mientras le metía la mano por el interior de la camiseta y comenzaba a acariciarle la espalda. — Teddy incluso creía que habíamos peleado por eso no pasabas por casa. No desechó esa idea hasta que le prometí que no habíamos brigado. — Hizo una pequeña pausa. — Mis padres están preocupados porque llevas mucho tiempo ocupado y dentro de nada ya tienes que empezar con la poción…
— Eso no me impedirá ponerme a hacer el Wolfsbane el martes…
— ¡Severus, no es por eso, Merlín! No quieren que te sobreesfuerces. Te has pasado todos los putos días de las últimas semanas acostándote sobre la una y levantándote sobre las siete y el resto de horas las has pasado repartidas entre tu despacho y tus clases y ahora te vas a meter a hacer el Wolfsbane que es una poción que dura ocho días y es complicadísima.
— El octavo es prácticamente dejarla reposar. — Trató de defenderse. — Puedo hacerlo, no tenéis que preocuparos por encargárselo a ninguna tienda de ingredientes y pociones. Además entre lo caro que es el acónito purpura y lo difícil que es de realizar saldrá carísima en una de esas tiendas.
—Severus, ahora trabajo, tenemos dinero, en caso de que te pongas enfermo o no puedas hacerla por cualquier motivo podemos permitírnosla. No quiero que te sientas presionado a hacerla si no puedes.
— Lupin, puedo hacerla este mes perfectamente.
— Está bien, si dices que puedes hacerla confío en ti.
Podía hacer el Wolfsbane perfectamente. Tenía tiempo de sobra para dejar todos los trabajos corregidos para el lunes por la noche y podía mover su brazo izquierdo sin ningún problema. Por ese mes nada le impedía realizar la poción.
— Este mes la supervisora será Amelia Bones. — la mano de Lupin dejó de moverse sobre su espalda. — La crítica de Yaxley fue tan desfavorable que en el Ministerio no hubo nadie en contra de que viniera la mismísima jefa del departamento de seguridad mágica para comprobar que no soy un peligro para los estudiantes. Dumbledore dice que es una mujer estricta, pero justa. Me ha asegurado que con ella no tendré ningún problema.
— ¿Qué es lo que te preocupa?
Lupin tomó una respiración profunda y luego soltó el aire.
— Esa mujer si que tiene poder para considerarme una amenaza. Hoy me ha enviado una carta hablándome de todo el protocolo que tengo que seguir, quiere que tenga claro todo lo que está cambiando. Desconocer algo no me exenta de no cumplirlo. Me ha hecho comprar unos guantes de piel de dragón para evitar que tenga problemas con las uñas y dañe a alguien por accidente.
—Un momento, ¿Por eso me compraste los guantes? ¿Por qué fuiste a ver guantes?
— Sí, vi esos y me gustaron para ti. Los míos son más rústicos y de color marrón. Además los únicos guantes que tienes son esos viejos de lana y esos guantes de piel de dragón para hacer pociones que te cubren hasta los codos.
Snape se subió encima de él y comenzó a besarlo.
— Estoy seguro de que Bones no puede ser mucho peor que Yaxley o que Umbridge.
— Eso espero.
Lupin soltó un gemido cuando le mordió en la unión del cuello con la clavícula.
— ¿Preparado para una segunda ronda? — preguntó Severus y tal y como se estaba endureciendo no dudaba de que sí.
Las clases del viernes se le hicieron eternas. Los viernes los alumnos siempre estaban muy dispersos y sobretodo las clases de la tarde se hacían insufribles.
Para mejorar el día una vez más cuando regresó a su habitación Teddy no había hecho la caligrafía. Está vez se había distraído haciendo barcos y aviones de papel, pero por lo menos la única carilla hecha estaba decente.
— Debería comenzar a castigarte fregando calderos cada vez que no hagas las hojas de caligrafía que te mande. Es lo que hago con los alumnos de primero que se olvidan la tarea, friegan calderos toda una semana y nunca más vuelven a olvidarse.
— ¿Toda una semana?
— Toda una semana por la tarde.
— Entonces no habrá tiempo para pociones.
— Habrá tiempo para todo. Ahora mismo nos pondremos con la caligrafía, después con pociones y luego te haré lavar un caldero.
—¡No es justo! ¡Eres malo!
— Y tú eres un pequeño animal salvaje al que hay que domesticar.
— ¡No lo voy a hacer! — dijo Teddy sentándose en el suelo y cruzándose de brazos. — ¡Ni la caligrafía, ni pociones y menos lavar un caldero!
— No lo hagas, pero te quitaré el postre, se acabaron los cuentos antes de dormir y … — Miró el lobo gris de peluche que Teddy había dejado tirado sobre el sofá y lo agarró. — Te quitaré también a Gris.
— ¡ A Gris no! ¡Eso no es justo! ¡No voy poder dormir sin él!
— Dormías perfectamente sin él antes de que te lo regalarán.
— ¿Otro viernes más discutiendo por culpa de la caligrafía? — preguntó Lupin cansado desde la puerta.
— ¡Papá! — chilló Teddy dirigiéndose hacia Remus.
Otro viernes más Teddy comenzó a darle sus quejas sobre él.
— Severus, eres demasiado estricto. — dijo Remus cogiendo en brazos al pequeño y meciéndolo. — Tiene cuatro años, así que con algo que haga de caligrafía, unas pocas cuentas y algo de pociones le llega. Tampoco puedes esperar que con su edad vaya a estudiar sin que estés tú encima. Ya te lo he dicho, si quieres que haga algo tienes que hacerlo con él. Además llevas más de dos semanas sin hacerte cargo de él, ¿Qué esperas conseguir presionándolo ahora? No vas a poder recuperar todo ese tiempo en un par de horas. Y por Merlín, Severus, no le apliques castigos de niños de once años a uno de cuatro.
— ¡No voy lavar un caldero! — gritó Teddy enfadado.
— Está bien. — Terminó cediendo a regañadientes.
— ¿Lo prometes? — preguntó Teddy. —¿Prometes que no me vas hacer lavar un caldero?
— Lo prometo. — dijo Snape y con esas palabras Teddy se quedó más tranquilo. — Solo haremos la caligrafía y miraremos algo de pociones después.
— Severus, con todo lo que quieres hacer ¿Al final vas a tener tiempo para quedar en Las tres escobas o no tienes pensado ir?
— No tenía pensado, os lo pasaréis todos mejor si yo no aparezco. Socializar no es mi punto fuerte y tampoco me apetece ir.
— Está bien, si no quieres ir no te obligaré, pero alguna noche estaría bien que vinieras. — dijo Remus. — Iré a avisar a Mitt de que está noche no queda con Teddy.
— Tampoco me convence que dejes a Teddy con esa elfina, aunque sea solo de vez en cuando.
— ¿Por qué? ¿Por si se entera de que somos pareja? Lo tengo cubierto. Lo cuida en la habitación que yo tengo come profesor y Teddy, ¿Qué me prometiste que no podías contarle a Mitt?
— Son dos secretos: no puedo decir que soy un lobo, aunque Mitt sepa que papá es un lobo, no puedo decirle que yo también lo soy… Y tampoco puedo decirle que pai trabaja en Hogwarts…
— ¡Vaya, Lupin, ya me quedó más tranquilo! — dijo con ironía.
Lupin dejó a Teddy en el suelo.
— Mitt ya sabe que el otro padre de Teddy es un hombre... Le he dicho que tengo una relación con un hombre.
— ¡¿Qué?! ¿Has perdido la cabeza o qué te pasa?
— No sabe que eres tú, por eso le he hecho prometer a Teddy que no diga donde trabajas. ¡Teddy todavía no entiende muy bien porque no puede decirle a la gente que es un hombre lobo como para aún decirle que no puede decirle a nadie que tiene dos padres! Pensé que sería más sencillo hacerle omitir un dato a hacerle mentir sobre una familia que no tiene sin que entienda todavía la razón.
Snape se pasó los dedos por el cabello y miró a Teddy que los miraba a ambos como si les hubieran crecido dos cabezas.
— Seguiremos hablando de esto por la noche. Ahora no es el momento.
— Iré a avisarla.
Lupin abandonó la habitación dejándolo solo con Teddy.
— Pai, Mitt es muy buena. — comentó Teddy como si eso fuese a zanjar el asunto. — Es amable y…
— Me alegra escuchar eso. — lo cortó. —Ahora pongámonos con las hojas de caligrafía que deberías haber hecho.
Teddy avanzó con calma por los renglones de la caligrafía, apenas llevaba la mitad de una de las tres carillas que tenía que hacer cuando Remus regresó.
A la mitad de la tarea Remus lo paró para merendar y cuando por fin terminó la caligrafía se pusieron a jugar al dominó hasta que fue la hora de cenar.
Cenaron con tranquilidad algo de comida que Snape trajo de las cocinas. Terminada la cena Lupin se despidió de ellos para irse a Las tres escobas.
— No lo presiones demasiado en pociones. — Le aconsejó Lupin antes de marcharse. — Recuerda que hace más de dos semanas que no le enseñas ni has repasado con él.
Trató de mantener su consejo en mente mientras le hizo preguntas a Teddy sobre la materia. Era un verdadero desastre: todavía no sabía todavía de que plantas estaba hecha la base del Wolfsbane, se quedaba en blanco cuando le preguntaba sobre ciertas pociones y a veces incluso terminaba confundiéndolas con otras. No fue capaz de responder a ninguna de sus preguntas de forma correcta.
Era una completa pérdida de tiempo tratar de enseñarle algo, así que decidió que por el momento puliría sus destrezas prácticas.
— ¡Prometiste que no lavaría ningún caldero! ¡Lo prometiste! — gritó el pequeño por el pasillo mientras lo arrastraba hacia su despacho.
— No vas a lavar ningún caldero. Vas a preparar una poción. Ya que lo que se te dice te entra por un oído y te sale por el otro por lo menos me voy a asegurar que cuando entres a Hogwarts sepas hacer pociones básicas.
Le puso a hacer una poción que calma el dolor de estómago, una poción muy sencilla donde lo único que tenía que hacer era seguir las instrucciones de añadir ingredientes al pie de la letra, pero ni eso pudo cumplir: se saltaba pasos y se perdía contando al añadir.
— Deja de distraerte. La última vez te pasó igual.
Teddy era incapaz de mantener su atención por mucho tiempo en el caldero, pues toda ella se desviaba a las estanterías que cubrían casi por completo toda la estancia.
— ¡Edward! — le llamó la atención cuando revolvió de más por estar distraído observando los tarros de colores llenos de animales y plantas que tenía en uno de los estantes.
Se detuvo de golpe dejando una poción de un color verde turbio en lugar de azul cristalino.
Snape sacó su varita.
— Evanesco. — dijo haciendo desaparecer la poción. — Vuelve a empezar y está vez hazlo bien.
— ¡Eso no es justo! — chilló Teddy. — ¡Además eso es trampa! ¡Tú siempre dices que en pociones no debería usarse las varitas para nada!
— Vaya, de todas las cosas que tienes que te enseñado tu cabeza hueca solo ha podido retener eso. — dijo haciendo que Teddy hinchará sus mejillas como un pez globo. — Vuelve a empezar, es una poción sencilla no te llevará más de quince minutos y está vez trata de prestar atención o la volverás a hacer de nuevo hasta que la hagas bien.
Mantuvo la concentración durante los tres primeros pasos, luego volvió a distraerse y a perderse al añadir ingredientes. El resultado final fue una poción de color naranja.
— ¿De que color debería ser el resultado final? ¿Te acuerdas o no has sido capaz de retener ese simple dato en tu cabeza por unos minutos?
Teddy miró al interior del caldero y luego lo volvió a mirar a él. Teddy se mantuvo callado.
— No te he pegado la lengua al paladar, así que puedes responderme.
El pequeño se mantuvo callado.
— Debería ser azul y es naranja. — comentó mientras sacaba de nuevo su varita causando que Teddy temblará de rabia. — Tendrás que repetirlo otra vez.
— ¡Eso no es justo! — chilló golpeando con fuerza el fondo del caldero con el palo de madera haciendo que el caldero se partiese.
La poción se derramó por el suelo.
— ¡¿Cuántas veces te he dicho tengas cuidado con el fondo del caldero al revolver?! Y vas y lo golpeas como un estúpido. ¿Cuántas? ¿Cuántas veces te he dicho que bajo las llamas se debilita?
Esperaba otro arrebató de ira por parte de Teddy, pero en lugar de eso Teddy se cubrió la cara y se echó a llorar.
Su reacción lo dejó desconcertó. Lo levantó rápidamente del suelo y lo sentó sobre la mesa de su despacho. No debería haberse quemado, había tenido cuidado de escoger una poción con poca llama para que aunque al revolver golpeará por accidente el fondo no se rompiese.
Le quitó los zapatos y los calcetines y le cortó los bajos de los pantalones donde la poción le había salpicado.
No tenía ninguna quemadura, pero Teddy le pateó con fuerza en cuanto le tocó los pies.
— ¿Te duele?
— ¡No quiero que me toques!¡Te odio! — chilló entre lágrimas empujándolo.
Teddy saltó al suelo y se escondió en el hueco de su escritorio.
Se quedó quieto mientras lo escuchaba llorar. No tenía ni idea de como calmarlo, ni de que hacer.
— Teddy, sal de ahí.
— ¡No! ¡No voy salir hasta que venga mi papá!
— Teddy, estás descalzo. Sal de ahí, te va a coger el frío.
Trató de sacarlo a la fuerza arrastrándole de las piernas, pero solo consiguió que el pequeño pataleará y amenazará con morderlo.
— Trata de morderme y te pondré un bozal. No creo que papá se tome nada bien que vayas mordiendo a la gente cuando estés enfadado.
Teddy explotó de nuevo en llanto y se escondió la cara entre las piernas. Aunque está vez no puso resistencia cuando comenzó a arrastrarle por las piernas decidió dejarlo allí hasta que se tranquilizase.
Salió de su despacho hacia la habitación para coger unas zapatillas y una manta para Teddy. El reloj de la mesilla de noche marcaba las nueve de la noche y Lupin no estaría de vuelta hasta las once. Teddy se quedaría dormido mucho antes de que regresase.
Se detuvo al ver a Gris sobre el sofá. Decidió llevárselo a Teddy, pues estaba seguro de que ese lobo de peluche sería capaz de consolarlo más que él.
Logró que Teddy se pusiera sus zapatillas y que se sentará sobre la manta en lugar de estar en el frío suelo. Teddy abrazó y enterró la cara en Gris en cuanto se lo dio.
Lo dejó allí mientras limpiaba la poción del suelo. Cuando terminó de arreglar el desastre decidió que continuaría corrigiendo la pila de trabajos que todavía tenía sobre la mesa.
Se puso con uno sobre venenos, pero fue incapaz de pasar de las tres primeras líneas. No podía concentrarse con el gimoteo de Teddy. Lo intentó un par de veces más hasta darse por vencido.
— Teddy, sal de ahí.
Teddy no se movió de donde estaba. No soportaba verlo así.
— Teddy… Lo siento… — Trató de disculparse. — Tu padre tiene razón… No debería presionarte tanto. ¡Lo siento! Te prometo que trataré de tener más paciencia.
Teddy se enjugó las lágrimas y salió por fin de debajo del escritorio.
— Pai, yo no quería romper el caldero… — gimoteó.— Estaba tan enfadado.
Lo abrazó.
— No te preocupes por el caldero, tú estás bien que es lo importante. Es mucho más grave que tratarás de morderme. No puedes hacérselo a nadie por muy enfadado que estés.
— ¿Vas decírselo a papá?
— No, no voy a decírselo. Se pondría como loco si se entera y con motivos. Jamás muerdas o arañes a alguien, aunque estés muy enfadado, ¿Me lo prometes?
— Lo prometo.
Enseñarle a controlar sus emociones iba a ser mucho más complicado que enseñarle pociones y pociones ya lo consideraba un caso perdido. No sabía cómo enseñarle.
Esa noche Teddy se quedó dormido a mitad del cuento en su cama. No se molestó en moverlo y se acurrucó junto a él.
Lupin todavía tardaría un rato más en llegar y lo que menos le apetecía en esa noche era discutir con él por culpa de un elfo doméstico.
No le gustaban los elfos domésticos porque tendían a malcriar a los niños y más los de Hogwarts. Además los elfos domésticos de Hogwarts le era completamente fiel al director y después de que Dumbledore le ofreciese el puesto maldito a Remus sin importarle no quería nada de él
Pero tampoco podía ni quería discutir con Remus por dejar a Teddy un rato en esas últimas dos semanas con un elfo doméstico, que más o menos conocía, para salir un poco con los demás profesores y más después de la semana de mierda que le había dado Yaxley.
Teddy tenía razón, lo único que tenía que preocuparle sobre ese tema es que Mitt había sido buena con él.
El fin de semana y el lunes se los pasó encerrado en el despacho corrigiendo trabajos y el martes comenzó con el Wolfsbane.
Continuó dedicándole a Teddy solo unos minutos los miércoles y los viernes hasta que llegaba Remus. Está vez no discutía con él por no hacer la caligrafía. No tenía caso, discutir con él solo era una pérdida de tiempo, pero eso no arreglaba el problema de que no tenía idea de cómo enseñarle. Solo estaba evitándolo.
El sábado se levantó temprano para ponerse con la poción y se detuvo sobre las nueve porque tenía que dejarla reposar.
Salió de su sala de trabajo para encontrarse a Hope en la cocina tomando una taza de café mientras vigilaba a Teddy por la ventana.
— ¡Buenos días, Severus! — lo saludó Hope. — ¿Quieres que te haga un té o prefieres que te sirva un café?
— Buenos días. Prefiero un té, pero ya me lo hago yo. ¿Ha llegado ya el periódico?
— Todavía no, pero la lechuza ya debe de estar a llegar, siempre suele llegar sobre está hora los fines de semana.
Puso la tetera a calentar y miró por la ventana. Teddy estaba acuclillado en el suelo buscando seguramente tréboles de cuatro hojas. Si se concentrará en estudiar pociones la mitad de lo que ponía atención en sus tonterías estaba seguro de que conseguiría convertirlo en un brillante pocionista.
— ¿Teddy ha desayunado ya? — preguntó vertiendo el agua de la tetera sobre una taza con una bolsita de té clásico.
— Sí, sí, ya le he dado de desayunar. Lo he dejado salir afuera porque para la una dan lluvias y como no salga un rato después en casa no hay Dios que lo aguante.
— ¿Os está dando problemas?
— Remus a su edad reventaba todo el cristal y el vidrio que se le pusiera por delante como se enfadase. Teddy se lleva bien. Chilla, patalea y a veces ha llegado a golpear la puerta, pero nada más.
— ¿No ha sido... agresivo?
Hope dejó de mirar a Teddy para mirarlo a él.
— ¿Te refieres a si ha tratado de mordernos o arañarnos durante los berrinches? No, nunca. ¿Os lo ha hecho a vosotros? — preguntó alarmada.
— No. — mintió. — Pero tiene un carácter horrible cuando se enfada y no sabe como controlarlo. Puede hacer cosas sin pensar de las que después se arrepiente.
— De momento no ha mostrado ser agresivo, pero en el momento que lo haga trataremos de corregirlo. No te preocupes. Podremos con eso, aunque Remus nos trate como si estuviéramos hechos de papel no significa que de verdad lo estemos.
— Remus no quiere que carguéis de nuevo con el peso de cuidar a un hombre lobo.
—Entonces que Dios me perdone, pero que no lo hubiera adoptado. — dijo enfadada. — No puede esperar formar una familia y que nosotros no podamos estar cerca de ella. Aunque hubiese adoptado un niño sano y hubiese acabado convertido por un accidente como el que nos pasó a nosotros. ¡Alejarse no es la solución!
Una lechuza con una bolsa golpeó con el pico contra la ventana. Traía el periódico.
— Te dejo leer el periódico tranquilo. Seguro que tienes que ponerte en breve con la poción y en cuanto Lyall y Remus se despierten no creo que puedas volver a tocarlo hasta la tarde. — dijo Hope antes de abandonar la cocina.
Lyall y Remus leían el periódico entero, Lyall incluso se pasaba largo rato leyendo las esquelas. Severus solo leía los artículos que le interesaban.
De los artículos que se anunciaban en la portada como exclusiva solo le intereso el que hablaba del adelantó de la nueva normativa de los hombres lobos para el ocho de marzo, dos días antes del cumpleaños de Remus.
No tenía duda de que ese cambio tenía que ser obra de Yaxley como una especie de venganza por el enfrentamiento que se había atrevido a hacerle.
Se dirigió a la página del artículo y comenzó a leerlo. El artículo en sí no decía nada importante más allá de hablar de la seguridad que traería esa nueva normativa a la comunidad mágica.
En la misma página habían añadido una entrevista a Umbridge que dio mucha más información como clarificar los objetivos que se perseguían y hablar los resultados que se esperaban obtener.
Se quedó helado cuando leyó que uno de los decretos que le ayudaría a encontrar más hombres lobos era hacer controles a sus familiares más cercanos.
"No es raro que en una familia con un hombre lobo haya más casos." — decía en la entrevista — "Normalmente porque suelen pasar las transformaciones en la misma vivienda y los hechizos de contención no son suficientemente fuertes y el lobo suele escapar y atacarlos. También buscaremos en los familiares que parezcan no infectados rastros de arañazos o mordiscos que los hombres lobo puedan hacer. Esta medida nos ayudará a localizar a los hombres lobo más peligrosos y agresivos, sus familiares tienen que entender que no les hacen ningún bien protegiéndolos."
Al terminar volvió a leer la entrevista. Ese decreto iba a arruinarles la vida si descubrían que Teddy era un hombre lobo y culpaban a Remus de haberlo infectado. Podían incluso considerar a Remus una amenaza y matarlo.
Trató de tranquilizarse, ese decreto comenzarían a aplicarlo junto al resto que estuvieran haciendo en marzo, aún tenía tiempo para solucionarlo.
¿Había alguna forma de ocultar que Teddy era un hombre lobo?
Los controles los harían la noche de la luna llena eso descartaba el uso de la poción multijugos. Una vez que comenzase a salir la luna la persona que hubiese tomado la poción se convertiría en un híbrido entre persona y lobo, lo mismo que si se hubiese tomado la poción con un pelo de animal.
Eso los delataría fácilmente.
Tenían también la opción de la transfiguración, pero eso era muchísimo más complicada de realizar. Aunque no sería imposible con Remus y Minerva, estaba seguro de que ellos dos juntos serían capaces de darle el aspecto de Teddy a un elfo doméstico de Hogwarts, pero todo ese trabajo se podía desvanecer en un segundo si a los que hiciesen el control se les ocurría aplicar un simple Finite incantatem o haciéndoles beber una poción reveladora.
No había forma de que pudieran ocultarlo. Era muy probable que terminaran descubriendo que Teddy era un hombre lobo y si lo hacían ¿Podía demostrar que Remus no había sido el que lo había mordido?
Se pasó los dedos enguantados por su cabello. Pensar en el origen de Teddy le daba dolor de cabeza. Era como un rompecabezas que no conseguía montar porque solo tenía algunas piezas sueltas.
Lo peor era que lo poco que sabía solo le causaba más preguntas. La culpa era suya, tendría que haber insistido en saber que era lo que le había pasado aquella noche que había tratado de ver sus recuerdos. Tendría que haber vuelto a intentarlo cuando lo había expulsado de su mente recurriendo a aquel recuerdo de Remus. Lo único útil que había obtenido aquella vez era aquel recuerdo que le había dado miedo de aquel hombre con características lobunas hablando con aquella mujer regordeta. Ni siquiera en aquel momento había podido verle el rostro con claridad, si se ponía a buscar ahora entre los recuerdos lo único que encontrarían serían unos escasos vestigios, como los que le habían quedado de su lengua natal, que le harían más daño a Teddy de lo que le ayudarían a él.
Descubrir por palabras sueltas que su lengua natal era el portugués también había sido un golpe duro. Tenía un pequeño licántropo luso que nadie había buscado y que no sabía de dónde había salido.
Lo peor de todo era no poder contar con Lupin, mientras él seguía plagado de dudas acerca del origen de Teddy a Remus lo único que le había importado era localizar a los padres. Preocupación que se desvaneció por completo después de dos meses sin ninguna noticia y después de haber adoptado a Teddy. Para Remus era un simple niño que sus padres habían abandonado por ser un hombre lobo.
Lo que más le dolía era que no quería oír todas las dudas que lo atormentaban y lo estaban volviendo loco. Si hubiera podido Lupin se habría pasado toda la vida afirmando que podía ser un hombre lobo por genética, pero lo había detenido encontrarle a Teddy marcas de dientes alrededor del tobillo izquierdo.
Era un mordisco muy diferente al que presentaba Lupin, parecía estar hecho a conciencia. Era imposible que no lo hubiera hecho un hombre lobo en pleno uso de sus facultades. Donde el lobo que había atacado a Remus de pequeño lo había atenazado y no le importaba si hubiera podido llegar a matarlo, el de Teddy se había preocupado de morder hasta desgarrar la piel del niño e infectarlo, quería mantenerlo con vida. Además estaba hecho de tal forma que había tenido que meterse el pie del pequeño en la boca, un lobo sin Wolfsbane era imposible que no se lo hubiese arrancado. Pero eso no había bastado para persuadir a Lupin para aceptar que el hombre que había visto en sus recuerdos y que tanto miedo le había dado le había mordido. Nunca lo había visto morderlo, la única prueba definitiva de que alguien era un hombre lobo seguía siendo verlo transformarse en luna llena y a raíz de ese argumento podía inventarle decenas de excusas. Y por mucho que le jodiese está vez tenía razón, de nada le servían sus suposiciones en un juicio si no tenía ninguna prueba.
En un juicio verían todas sus teorías como excusas de un hombre profundamente enamorado que no querían que matasen a un hombre lobo que era un potencial peligro para la sociedad, pues había sido capaz de morder a su propio hijo en un ataque de ira.
Estaban tan jodidos.
— ¿Y esa cara? — la pregunta de Lyall lo sacó de su nebulosa de pensamientos. — ¿Quién se ha muerto? ¿Albus Dumbledore?
Severus vació todo su rostro de emoción, en ese momento no podía dejar que sus sentimientos lo gobernasen. Debía mantener la cabeza despejada si quería encontrar una solución a ese problema.
— No, Umbridge ha adelantado la nueva normativa para los hombres lobos para marzo y ha desvelado otro decreto para los hombres lobo.
— ¡Uff! Esa noticia es igual de horrible que si se hubiese muerto Albus Dumbledore. — comentó Lyall sirviéndose una taza de café al que le echó un buen chorro de whisky de fuego. — ¿De qué se trata está vez? ¿Va a obligar a los hombres lobos a llevar alguna especie de colgante para identificarlos fácilmente?
— Es mejor que lo leas por ti mismo. — dijo pasándole el periódico abierto justo por la noticia.
El rostro de Lyall se mantuvo sereno mientras leía el artículo hasta que llegó a la entrevista de Umbridge.
— ¡Dios! — soltó. — ¡Joder! — dijo arrugando el periódico entre sus manos. — ¡Joder! ¡¿Qué vamos a hacer?!
— Todavía no lo sé.
Lyall dio vueltas nervioso por la cocina.
—"Todas los familiares más cercanos a un hombre lobo estarían obligados cada tres meses a hacerse controles para demostrar que ellos no lo eran." — citó Lyall las palabras de Umbrigde. — ¡Qué hija de puta! Eso tendría que ser ilegal como lo es actualmente pedir los antecesores directos mágicos.
— Si lo ha anunciado es porque le han dado permiso para poder aplicarlo. No creo que sea tan estúpida como para anunciar algo que tiene prohibido hacer.
Ver a Lyall dando vueltas lo estaba poniendo de los nervios.
— ¿No hay nada que podamos hacer para esconderlo? — preguntó Lyall tratando no tirarse de los pelos. — ¿La poción multijugos… ?
— Yo descartaría por completo la poción no es viable en este caso, lo más fiable sería la transfiguración y todo el esfuerzo se vendría abajo si se les ocurre aplicar una poción reveladora o Finite incantate. El riesgo es muy grande y no creo que merezca la pena. Si fallamos el control por eso inmediatamente pensaran que hemos tratado de ocultar que Remus ha mordido a Teddy.
Lyall se paró de golpe, estaba totalmente consternado.
— Tenemos que hablar con Albus Dumbledore, él es el único que puede ayudarnos en esta situación.
Un sentimiento de ira afloró en el pecho de Snape. Trató de apagarlo, lo que menos necesitaba era pelearse con su suegro en ese momento. A Albus Dumbledore no le importaba nada Remus, de lo contrario no le hubiera ofrecido un puesto maldito.
— A menos que Dumbledore se haya escondido durante todos estos años que puede curar la licantropía, no veo la forma en la que pueda ayudarnos. — escupió en un tono mordaz que fue incapaz de contener.
Lyall lo miró sorprendido.
— ¡Severus, por Merlín! — dijo Lyall. — Si Dumbledore es incapaz de ayudarnos nadie más podrá.
Apretó los dientes y trató de aguantarse las ganas de contestarle.
— ¡Abuela! — escuchó a Teddy quejarse desde el salón-comedor. — ¡No es justo! ¡Casi no está lloviendo, puedo estar fuera!
— Cariño, está lloviznando. — Escuchó a Hope. — Aunque te parezca que caen cuatro gotas si te quedas debajo de ella acabarás empapado.
— ¡Solo cinco vueltas de reloj más, abuela, por favor!
Salió de la cocina para encontrarse a Hope tratando de quitar a Teddy de donde se había agarrado al marco de la puerta de fuera.
— Teddy, hazle caso a tu abuela. Tiene razón, lo último que necesitamos es que te pongas enfermo.
— ¡Pero no es justo, no terminé de buscar tréboles de cuatro hojas! — dijo Teddy enfurruñado.
— No ibas a terminar nunca de buscar. — lo enfrentó. — Entra ya en casa o no te dejaré salir hasta navidad. — Teddy se soltó del marco de la puerta y dejó que su abuela la cerrará.— Es increíble que tengamos que discutir hasta por las cosas más estúpidas.
— ¡No son estúpidas! Iba parar cuando encontrase el segundo. — dijo sacando de uno de los bolsillos de su impermeable azul oscuro un trébol de cuatro hojas. — Es el primero que encuentro.
— Pues volverás a salir de tarde después de hacer algo de caligrafía.
— ¡Eso no es justo!
— Teddy, cariño. — le dijo Hope. — Algo tienes que estudiar o te terminarán saliendo orejas de burro como a Pinocho.
Teddy se llevó las manos a las orejas y miró tanto a Hope como a Snape con recelo.
— Yo no quiero que me salgan orejas de burro.
— Pues ya sabes lo que tienes que hacer, tienes que estudiar un poco todos los días. — comentó Hope.
— Está bien, pero no voy a hacer cuatro carillas. Solo dos.
Snape apretó los dientes, parecía que lo decía para provocarlo.
— Dos carillas y un par de cuentas para que puedes salir afuera. — dijo Hope.
— Bien, prometido. — dijo el pequeño.
— ¿Por qué estáis montando tanto jaleo a estas horas? — escuchó la voz de Remus.
A Snape se le encogió el estómago cuando lo vio salir de la tienda de campaña con el cabello despeinado y con una sonrisa estúpida en los labios. El nuevo decreto de Umbridge lo iba a destrozar.
— ¡Papá! ¡Mira! Encontré un trébol de cuatro hojas.
Remus levantó a Teddy del suelo.
— ¡Qué bien, cachorro! Ahora seguro que empieza a llover menos y logras ver un arcoíris.
La sonrisa desapareció de los labios de Remus cuando vio a su padre salir de la cocina con el periódico bajo el brazo y una botella de Whisky de fuego en la mano.
— Papá, ¿Qué pasa?
— No me encuentro bien. — le respondió antes de encerrarse en su habitación.
— ¡Lyall! — lo llamó Hope. — ¡Lyall!
Remus dejó a Teddy en el suelo.
—Voy a hablar con él a ver qué demonios le pasa, para ponerse así ha debido de ser algo grave.
Lo detuvo antes de que fuese hacia la habitación a por su padre.
—Sé porque es. Tenemos que hablar en privado.
Arrastró a Remus hasta la habitación de Teddy, cerró la puerta y lanzó un rápido Muffliato.
Se lo contó todo desde el cambio de fecha del lanzamiento de los nuevos decretos hasta toda la información que revelaba Umbridge en su entrevista.
Lupin se sentó en la cama de Teddy.
—Es todo culpa mía, no debería haberme enfrentado a Yaxley. Ese cabron se está vengando ahora de mí utilizándoos a vosotros.
—¡No digas tonterías, Lupin! Hiciste bien en enfrentarlo...
— ¿Para qué sirvió? Ese cerdo tenía pensado seguir manoseandote como si no le hubiera dicho nada y aún por encima ahora ha sacado esto.
—¡Lupin, ese decreto debía llevar ya meses pensado! Es mejor descubrirlo ahora que no enterarnos por sorpresa un mes antes de que acepten el cumplimiento de la nueva normativa... Nos da margen para pensar en que podemos hacer...
—¡¿Y qué podemos hacer?! — le gritó Lupin encolerizado.— ¡Nada, no podemos hacer nada! ¡ Es como luchar contra una denuncia de hombre lobo, no se puede hacer nada!
Remus ocultó el rostro entre sus manos y comenzó a llorar. A él también comenzaban a picarle los ojos.
Lo abrazó porque no sabía que más hacer para tratar de consolarlo.
Se quedaron así un buen rato hasta que Lupin dejó de llorar.
—Debería dejar de hacerte perder el tiempo, seguro que tienes que ponerte con la poción.
—A las doce, pero todavía no son ni las once y media. — dijo mirando el despertador en la mesilla de noche de Teddy.
—Voy a salir un rato para despejarme. —le dijo Lupin.— Tal vez tengas razón y buscando encuentre una solución. Tú encargate de la poción, es lo más importante ahora.
El día se le pasó agonizantemente lento. Odiaba tener que ponerse con la poción en ese momento, requería de su total concentración y si se perdía estaba jodido.
No podía hacer una poción de nuevo de 8 días en 3 días que le quedaban para la primera dosis y si se equivocaba mínimamente en las cantidades Remus y Teddy sufrirían las consecuencias que podían desde un simple dolor de cabeza hasta matarlos.
Los escasos minutos que tenía entre añadir un ingrediente y otro los dedicaba a seguir pensando en cómo demostrar que Remus no había mordido a Teddy.
Había muchas dudas que le acechaban sobre su origen, pero la que más le atormentaba era si habría más niños como Teddy. ¿Sería eso posible? ¿Habría más niños que hubiesen conseguido escapar de dónde los tuvieran?
Ya había buscado noticias en todos los periódicos de Reino Unido cercanos a la fecha de cuando habían encontrado a Teddy y en ninguno se había denunciado la misteriosa aparición de ningún niño ni adolescente.
En uno de sus recuerdos había visto más niños de diferentes edades hasta los 10. La habitación le había dado la sensación de no ser de un orfanato, el recuerdo de la cuna aún podía ser que sí, pero el de esa habitación le daba mala espina.
Pero por más que lo pensaba se le hacía imposible creer que si hubiera llegado a haber una fuga de licántropos y más en luna llena como había sido no se hubieran enterado en el Ministerio de Magia.
Tampoco era algo descaballado pensar que el Ministerio hubiese tratado de ocultar un incidente así. Por experiencia sabía que durante la primera guerra mágica habían tratado de hacer todo lo posible por ocultar los primeros ataques de mortifagos para no alarmar a la población de magos y brujas.
Ahora en tiempos de paz tampoco le interesaría a Fudge levantar las sospechas de un posible golpe de Estado por parte de los hombres lobos con niños que han estado infectando. Y más aún cuando llevan más de una década sin haber atrapado todavía a Greyback.
Si trataban por todos los medios de silenciar esas sospechas tampoco le ayudaría en nada a demostrar que Remus no había mordido a Teddy.
Terminó con la poción por ese día sobre las cuatro de la tarde. Tendría que volver a ponerse a las dos de la madrugada.
Salió de su sala de trabajo para encontrarse a Hope haciendo punto de cruz sobre una camiseta de Teddy.
Hope se detuvo en cuanto lo vio y se quitó las gafas que llavaba puestas para mirar de cerca.
—Hope, ni se te ocurra levantarme para servirme.
—Es que solo tengo hecho sopa y algo de pollo cocido...
—Pues tomaré eso... ¿Ha regresado Remus?
— Todavía no.
—¿Y Teddy? ¿Se está portando bien?
—Sí, está con Lyall leyéndole un cuento. Teddy cree que está enfermo.
—¿Teddy leyendo un cuento por si solo? Habrá terminado al revés... ¿Cómo sigue Lyall?
Hope miró hacia la camiseta.
—He conseguido que deje la botella, pero no quiere salir de la cama. Ni siquiera hoy que es el día en el que suele quedar con sus amigos por la noche.
—¿Te lo ha contado? ¿Lo del nuevo decreto?
Hope asintió.
—Es algo terrible lo que les están haciendo. Entiendo que les tengan miedo porque antes eran incapaces de controlar su transformación y llegaron a matar e infectar a mucha gente, pero por Dios no tenían control. Son solo personas que están enfermas, deberían tratar de ayudarlas.
—Para la sociedad mágica no son personas. Cuando no están transformados son seres y cuando lo están son bestias.
—¡Qué horrible!
Agradeció que Hope lo dejase comer tranquilo sin hablar más del tema que los llevaba amargando a él y a su familia todo el día.
No había encontrado todavía la forma ni de esconder que Teddy era un hombre lobo ni de demostrar que Remus no lo había mordido.
Si ni él ni Remus daban con una solución tal vez debería plantearse dejar su terquedad de lado y hacer caso a Lyall sobre pedirle ayuda a Albus Dumbledore. Por mucho que aún le doliese que le hubiese ofrecido el puesto maldito a Remus sin pensar en las consecuencias y más sabiendo lo mucho que lo quería.
Al final lo único que podía pensar es que a Albus no le importaban lo más mínimo ninguno de los dos.
El hombre había movido cielo y tierra para que a Remus y a él le diesen la oportunidad de adoptar a un niño y al final ¿Para qué era? ¿Para asegurarse de que ambos estuvieran en su bando en el momento que estallase la segunda guerra mágica?
Ahora que estaba tan enfadado con el director no podía evitar dudar de aquel inmenso favor que les había hecho.
— ¡Pai! — escuchó la chillona voz de Teddy a sus espaldas. — ¡Pai! El abuelo está muy malito de la tripa. ¡Tú siempre tienes una poción cuando yo póngome malito! ¿Tienes una para el abuelo?
Teddy tenía los ojos llorosos. Por mucho que se lo pidiese no podía administrarle a un hombre una poción para un dolor que no tenía.
—No me queda ninguna, últimamente he estado tan ocupado que no me ha dado a tiempo a reponer...
—Pero dijiste que la poción para el dolor de estómago era fácil... ¡Era la que hicimos cuando rompí el caldero!
—Teddy, cariño, tu abuelo es una persona mayor, no debe tomar pociones a menos que sea estrictamente necesario.— trató de persuadirlo Hope. — Tu pai ha tenido hoy un día muy duro...
—¡Yo la haré! — chilló Teddy con seguridad.
— ¿Tú la harás? — preguntó Snape con tranquilidad.
— Sí, puedo hacerlo. Está vez harela bien.
Lo miró, por una vez que era Teddy quién tenía la iniciativa para estudiar pociones no iba a persuadirlo de lo contrario.
—Iremos a Hogwarts, tengo todos los ingredientes allí. Hope, no te preocupes, regresaremos en una hora.
Viajaron utilizando los polvos flu a través de la chimenea a su habitación de Hogwarts y posteriormente se desplazaron por el pasillo hasta su despacho.
Lo observó preparar la poción sin ninguna expectativa.
Teddy estuvo algo más centrado que la primera vez que le había puesto a hacer la poción, pero eso no evitó que se perdiera y añadiera dos veces el hinojo y se olvidará de las púas de erizo.
El resultado fue una poción de color amarillo huevo.
—¿Está bien? — le preguntó.
—Está mucho mejor que la anterior vez, pero sigue sin estar bien. Sí tuviera que valorarla como profesor estaría aprobada, pero nunca podría suministrársela a nadie... Y esas tú intención, dársela de beber a tu abuelo... ¿ Verdad?
— Sí, ¿Por qué no puedo dársela?
Teddy le estaba recordando lo mucho que no le gustaba enseñar pociones a pesar de lo mucho que adoraba la materia. En el primer año que había dado la asignatura por primera vez había suspendido a más del 80% de sus alumnos porque las pociones no eran suministrables con seguridad, Albus Dumbledore le había hecho volver a calificar todo con un punto de vista más abierto y mucho menos estricto.
— La poción que deberías haber hecho sin ningún error curará el dolor de estómago, la que has hecho no se sabe si lo hará ni que efectos secundarios puede conllevar. Podrías dársela con toda la buena intención del mundo para calmar el dolor, pero el resultado podría ser que le abriese un agujero en el estómago.
En pociones o se sabía de forma clara lo que se hacía o de lo contrario las consecuencias podían ser catastróficas.
—Yo no quiero hacerle un agujero en el estómago al abuelo.
—Lo sé, Teddy, lo sé.
Hizo desaparecer la poción que había hecho Teddy y se puso él a hacerla. Si se la hacía repetir a Teddy lo único que conseguiría sería desperdiciar ingredientes.
En cinco minutos la tuvo lista.
— ¡Qué rápido! — dijo Teddy sorprendido.
— Ya te he dicho que es una poción muy sencilla.
Guardó la poción en frascos bajo la atenta mirada de Teddy, aunque no la fuese a usar con Lyall siempre terminaba utilizándolos los días que Teddy llegaba a devolver por comer demasiado rápido. Además a diferencia del Wolfsbane que tardaba ocho días en caducar, esta poción podía durar dos años.
— Cuando sea mayor gustaríame hacer pociones como tú. — comentó Teddy haciendo que Snape lo mirase. — Pero a mí lo único que se me da bien es sumar. Yo nunca seré capaz de curar a nadie.
Ese comentario le hizo pensar en el inútil de Neville Longbottom y en cómo había logrado hacer, por primera vez en su vida, una poción suministrable gracias a tener a la sabelotodo de Hermione Granger diciéndole al oído todo lo que tenía que hacer.
— Evanesco. — murmuró haciendo desaparecer la poción del caldero. — Hazla de nuevo. Eres perfectamente capaz de hacerla.
Teddy lo miró con desconfianza.
— Prometes que no te enfadarás si la hago mal.
— Lo prometo.
Teddy comenzó a hacer la poción de nuevo. Está vez Severus lo detuvo cada vez que se perdía o se liaba y se encargó de recordarle lo que ya había añadido.
Está vez la poción quedó del color correcto.
— ¿Está bien?
Snape echó un poco de la poción en el frasco y lo agitó.
— Está perfecta.
Teddy dio un chillido y lo abrazó tomándolo por sorpresa. Era la primera vez que veía a Teddy feliz después de una de sus lecciones de pociones.
— ¿El abuelo podría tomársela sin que le dañase? ¿Podría ponerse bien?
— Sí.
Tendría que llenar el frasco que le diese a Lyall de agua.
Remus ya estaba en casa para cuando volvieron de Hogwarts. Lo abrazó nada más verlo.
— Creo que ya sé como solucionar este gran problema. — le susurró Lupin al oído. — Dice que les harán controles a los familiares más cercanos a un hombre lobo, así que solo tenéis que dejar de serlo. Tienes que quitarme la patria potestad de Teddy.
El capítulo está lo suficientemente largo 10.000 palabras, es una locura y solo del punto de Snape lo que se hará pesado, estaba empeñada en hacer aquí la discusión para que Lupin defiéndase su punto y Snape se lo rebatiese, pero va a ser aún más largo y a mi me gustan los capítulos de entre 3.000 y 5.000, así que espero traer pronto la discusión solamente... Espero. En este me he sobrepasado demasiado. Además en este capítulo asiento las bases de la trama de la historia y creo que ya es lo suficientemente pesado. Sí tengo muy pensado es la cena de la discusión, tengo todos los puntos que quiero tratar, pero espero que al tratar de escribirla no parezca que la estoy vomitando.
Muchas gracias por continuar leyendo, de verdad.
