Sí que me ha costado sacar este capítulo, espero que el próximo salga para mediados de agosto. No sé que hice todos estos meses .-. Parte del tiempo me lo pasé bloqueada por una conversación entre Albus, Severus y Remus que no hice y tendré que hacer para el siguiente capítulo porque primero pensaba Ey, Snape está ocupado haciendo la poción, después Lupin estaba ocupado con todo el asunto de supervisión y por último, estoy segura de que Albus para hacer algo tan serio como eso necesitaría investigar el resto de decretos.
Espero que para el próximo capítulo no me dé otro bloqueo la conversación.
Bueno, de todas formas, siento mucho la tardanza.
Muchas gracias por continuar leyendo esta historia, aunque tarde siglos en actualizar.
Moonlight: Muchas gracias por tu comentario :D.
N.A: No soy dueña de Harry Potter toda su autoría a J.K Rowling.
El hombre lobo fugitivo:
El miércoles de la primera dosis llegó inevitablemente. Ese mes tendría que aguantar la presencia de un supervisor durante cuatro días (pues la luna llena caía entre semana) y esta vez sería Amelia Bones.
Aquella mañana Snape lo despertó más temprano de lo normal para tomarse la poción.
Severus lo observó en silencio beberse la poción en el comedor desde el umbral de la cocina con las manos alrededor de una taza de café. Se veía mucho más cansado que los días de elaboración del Wolfsbane.
Todavía no habían conseguido llegar a un acuerdo sobre lo que harían con Teddy. Snape se negaba por completo a quitarle la custodia y él jamás dejaría que registrasen a su hijo.
— Necesito también para Bones una muestra de la poción como la que le diste a Yaxley el mes pasado. — comentó al terminar de beberse el Wolfsbane.
Snape se dirigió a su sala de trabajo y tardó unos segundos en salir con un frasco que dejó con un fuerte golpe sobre la mesa en frente de Lupin.
Remus lo recogió y se lo guardó en la túnica antes de irse a Hogwarts.
A diferencia de Yaxley, Bones no prohibió la ocupación de los primeros asientos, ni hizo aparecer un cristal que lo separase de los alumnos. La única precaución que le había impuesto había sido utilizar guantes de piel de dragón para evitar hacerle daño a sus estudiantes con las uñas.
Sin embargo, lo que más le inquietó de Bones fue que permaneciese callada sentada al fondo del aula, observándolo y tomando notas de vez en cuando.
Así se había pasado las clases de la mañana.
— ¿Han sido de su agrado las clases, señora Bones? — le preguntó con la boca pastosa por los nervios una vez que terminaron. — ¿O han sido tan terribles como afirma el señor Yaxley?
— Aún le quedan muchas clases por dar, profesor Lupin, por el momento no creo que sean tan horribles. — comentó Bones quitándose el monóculo. — Aunque ciertamente me esperaba que fuera diferente.
El corazón se le aceleró de golpe, le dolía como si fuera a darle un infarto y las piernas le comenzaron a temblar.
— ¿Diferente?
— Sí, se ha pasado toda la mañana dando clases de pizarra. Había escuchado que sus clases eran mucho más dinámicas: Que traía todo tipo de criaturas y que hacía bastante práctica de encantamientos de ataque y de defensa.
Remus la miró atónito.
— ¿Dumbledore le ha dicho eso?
— No, mi sobrina Susan Bones es una de sus alumnas. — Remus tragó saliva, la conocía era una hufflepuff de tercero y había venido a todas sus clases. — Su clase favorita fue cuando los hizo enfrentarse uno a uno a un boggart que había en un armario. — continuó Bones. — Mi hermano se puso de los nervios cuando se enteró que había un hombre lobo dando clases en Hogwarts, quiso quitar incluso a Susan del colegio. Para tranquilizarlo le pedí a Susan que todos los días me escribiese una carta y le prometí que en caso de algún comportamiento agresivo actuaría expulsándolo.
Amelia Bones terminó de recoger sus cosas del pupitre.
— No tengo nada en contra de usted. No me importa que sea profesor siempre y cuando no dañe a nadie, consuma la poción y permanezca en un lugar seguro apartado de Hogwarts durante las noches de luna llena. — comentó cruzándose la bandolera sobre el pecho. — Dicho esto, a mí no me importaría que en estos cuatro días que tenemos que aguantarnos se le ocurriese hacer una de esas clases que tanto le gustan a mi sobrina.
El corazón todavía le latía con fuerza cuando entró en su despacho y se encontró allí a Mitt esperando para que le dijera que iba a comer ese día.
No pudo evitar sentirse algo apenado de que esa vez Severus no se hubiese presentado por sorpresa para comer con él como había hecho el mes pasado. Aunque su relación no estaba en el mejor momento y se hubiesen pasado toda la comida en silencio o discutiendo, habría agradecido que le hiciese compañía en un día como ese. Bones había resultado ser mucho mejor que Yaxley (como le había asegurado Dumbledore), pero eso no quitaba que su sola presencia lo estresase.
Tal vez era lo mejor que Severus no apareciese, cuanto más se alejasen mejor les iría a todos. En cuanto pasase la luna llena recogería todas sus cosas de la habitación de Snape en Hogwarts y las cambiaría al cuarto que le habían asignado como profesor.
También hablaría con Dumbledore para que tratase de encontrar un nuevo profesor de defensa contra las artes oscuras, pues renunciaría al puesto durante las vacaciones de navidad.
— ¿Qué tal ha ido con Bones?
Remus dio un pequeño salto en su silla y apartó la vista de su plato a medio comer para observar a Snape justo delante de la chimenea.
— Mucho mejor que con Yaxley... ¿Qué haces aquí? ¿Quieres quedarte a comer?
— Ya he comido, solo venía a darte esto para Bones. — dijo sacándose de la túnica un pergamino y dejándolo sobre su escritorio. — Supongo que ella, como pasó con Yaxley, también necesitará comprobar que la versión que hago del Wolfsbane es viable.
Lupin se le quedó mirando.
— No me lo ha pedido.
— Tampoco Yaxley te lo había pedido en un principio y después amenazó con encerrarte en Azkaban si no se lo entregabas.
Y dicho aquello Snape se marchó por la chimenea utilizando los polvos flu.
Remus observó el pergamino, antes de guardarlo en uno de los cajones de su escritorio. En el momento en el que Bones se lo pidiera se lo daría.
Para la clase de la tarde siguió el consejo de Bones y decidió practicar con el grupo de quinto de Hufflepuffs y Ravenclaws encantamientos de ataque y de defensa.
Bones prestó especial atención cuando comenzaron a practicar Patronus.
— Esto sí que se parece más a lo que me describía mi sobrina. — comentó Bones bastante más animada al finalizar la clase.
Observó a Bones alejarse por el pasillo. Se quitó los guantes, ya solo le quedaban tres días y para finalizar este solo la tortura de darle la poción a su hijo.
Cuando llegó a casa ya había un vaso de Wolfsbane sobre la mesa del comedor y Teddy estaba sentado en frente de él mirándolo malhumorado. Snape estaba sentado justo a su lado.
Suspiró con cansancio al ver que sus padres también estaban sentados alrededor de la mesa.
— ¡Venga, cariño! — le dijo Lyall. — ¡Si te bebes la poción te enseñaré al callejón Diagon y te llevaré a la tienda de animales que hay!
A Teddy le tembló el labio inferior y miró con ojos llorosos a Snape.
— ¡Yo no quiero ir al callejón Diagon! ¡Yo quiero, lo que quiero!
— Y lo que quieres no es posible. No en este momento. — le dijo Snape acariciándole el cabello.
Teddy lo miró a los ojos.
— ¡Papá! — Dijo Teddy y se echó a llorar.
— Mamá, papá... —dijo Remus.—¿Por qué no vais a dar una vuelta mientras Severus y yo nos encargamos de esto?
Su madre y su padre compartieron una rápida mirada, antes de que su padre agarrase a su madre por la mano y tirase de ella hacia la chimenea.
— Vamos, mujer, me apetece una copa, ¿A ti no? — comentó su padre.
Desaparecieron entre las llamas verdes sin que su madre llegase a responder.
Severus había cogido a Teddy en su regazo y le acariciaba la espalda tratando de calmarlo.
— ¡Ey! ¿Qué le pasa a mi cachorro? ¿Por qué llora? — le preguntó Remus mientras ocupaba la misma silla que antes había ocupado Teddy.
Teddy se secó las lágrimas con la manga derecha de su jersey.
— Quiero que pai y tú volváis a dormir juntos.
Remus tragó saliva.
— Eso es un poco complicado ahora, Teddy.
— ¡No lo es! — chilló Teddy. — Pedíos perdón, dejad de brigar y volved a dormir juntos.
— No tenemos que pedirnos perdón por nada, Teddy... Solo no estamos de acuerdo en algo.
— ¿En qué?
Remus miró a Severus quién le negó con la cabeza.
— ¿En qué no estáis de acuerdo? — Volvió a preguntar Teddy.
— Son cosas de adultos, aún eres muy pequeño para entenderlo. — le contestó Snape.
— Yo ya soy mayor, puedo entenderlo.
— Hemos estado pensando en mudarnos. — dijo Remus. — Esta casa se hace pequeña y pai tiene una más grande en Cokeworth, un pequeño pueblo de Inglaterra.
— Es algo más grande, pero no es mucho mejor que esta casa. —le rebatió Snape.—El baño todavía hay que cambiarlo y el resto de habitaciones están sin amueblar.
Snape lo miraba como si quisiera matarlo. Mejor, cuanto más lo odiase al final más fácil sería que se alejase de él.
— Nada que no podamos solucionar en un par de meses.
— A mí me gusta esta casa. — Interrumpió Teddy. — Aunque sea una casa pequeña, a mí me gusta incluso más que la casa de los abuelos que es más grande. Aquí tengo mucho sitio donde jugar y voy extrañar mucho mis árboles si nos vamos.
Remus abrió la boca y casi al instante la volvió a cerrar. La casa de Snape era imposible hacer que le gustase a Teddy por el exterior, pues tenía un patio trasero minúsculo y estaba situada en el barrio más pobre del pueblo cerca de una fábrica abandonada y de un río contaminado.
— ¿Por qué queréis mudaros? ¿Voy tener un hermano?
No pudo evitar reírse ante la tranquilidad y la naturalidad con la que Teddy hizo esa pregunta.
— Pero, ¿De dónde sacas esa idea?
— El abuelo siempre dice que en esta casa no entra nadie más.
— No, no vas a tener ningún hermano. — dijo Snape, aunque Lupin pudo ver que la pregunta le había sonrojado hasta las puntas de las orejas. —Ya me cuesta aguantar a un animal salvaje como tú, no me quiero imaginar con dos. Lo de mudarnos es solo una tonta idea que se le ha ocurrido a tu padre porque está cansado de dormir en una tienda de campaña.
Le entraron ganas de preguntarle allí mismo a Severus si alguna vez se le había pasado por la cabeza tener otro hijo con él, pero no lo hizo. No estaban para tener otro hijo con todo lo que estaba sucediendo, aunque a Remus si le hubiese gustado tener otro.
— ¿Vas a tomar de una vez ya la poción? Ya la bebes lo suficientemente despacio como para tardar más. — dijo Snape pasándose los dedos por el cabello.
— ¿Vais volver a dormir juntos? Ya hemos solucionado que no nos vamos a mudar.
— Eso todavía no lo hemos decidido... ¿Seguro que no quieres ninguna otra cosa ni que juguemos a algo?
Teddy negó con la cabeza y Snape soltó un suspiro exasperado.
— Voy a acabar dándotela con biberón como cuando eras un bebé. — dijo Snape.
— Pues romperételo.
— Es una pena que no quieras nada más. — Dijo Remus antes de que Severus y Teddy comenzarán a discutir. — La próxima semana pensaba capturar un Grindylow para enseñar en mis clases.
— ¿Qué es un grindylow?
— Es un demonio acuático que habita en los lagos de Reino Unido e Irlanda, pero si no quieres verlo...
— ¿También podré ver el boggart?
— El boggart no. — dijo Snape. — Eres un niño muy emocional y podría salirse de control.
— Pero estaremos ahí para vigilarlo...—Trató de persuadirlo Remus. — ¿Qué es lo que más miedo te da Teddy?
— ¿Lo que más miedo me da? — preguntó Teddy pensativo.
— Arañas, payasos... El boggart puede tomar la forma de cualquier cosa que te dé miedo. Tuve hasta un alumno que estuvo a punto de ser pai, tuve que convencerlo de que pensase en otra cosa. — dijo Remus mientras recordaba lo sucedido con Neville Longbottom.
— Pai da mucho miedo cuando se enfada. — Estuvo Teddy de acuerdo.
— Si de verdad diese tanto miedo te habrías bebido la poción hace más de media hora.
— Papá da mucho más miedo cuando se enfada.
Remus se rió.
— Y aún así sigues sin haberte tomado la poción. — dijo Remus.
— No te enfadaste.
— ¿Tengo que enfadarme para que te la bebas?
— No, aún así otras cosas dan más miedo como... como que no vuelva a salir el Sol nunca más porque las nubes se lo coman.
— Sí, sin duda eso da mucho más miedo. — dijo Snape con ironía mientras le revolvía el cabello. — Sea cual sea tú mayor miedo no te enfrentarás a él, no sabemos que sorpresas guarda esa cabecita loca que tienes.
— Si no veo el boggart no me beberé la poción.
— Vas a perderte el resto de criaturas que voy a tener en mi despacho solo por una. — dijo Remus ya cansado. — Además de eso te llevaremos a ver el partido de quidditch de Gryffindor contra Slytherin que será dentro de unas semanas.
— Sigo queriendo ver el boggart.
— Esa es la última oferta, si no la quieres yo mismo te voy a dar la poción con el biberón y entonces sí que no conseguirás nada.
Teddy hinchó sus mejillas como un pez globo.
— Bien, pero también quiero ir acariciar el perro negro del señor muy grande.
— Teddy. — lo avisó.
— Solo eso más.
— ¿Solo eso más? — preguntó Remus mirando hacia Snape.
— Puede ir a acariciar ese chucho todas las veces que quiera después de hacer la caligrafía y de estudiar pociones, pero solo al perro negro de Hagrid. Ni se te ocurra ir detrás de otro perro negro diferente.
— ¡Bien! — dijo Teddy contento.
Para cuando regresaron sus padres Teddy todavía seguía bebiéndose la poción sorbito a sorbito.
Amelia Bones se pasó los tres días que le quedaban como se lo había pasado el miércoles, sentada en el fondo del aula observándolo en silencio.
Le tomó por sorpresa que no apareciese el lunes por la tarde para la última clase y al terminarla se dirigió al despacho de Dumbledore.
— ¡Es una vergüenza lo que están haciendo! — escuchó la voz de Bones cuando estuvo justo en frente de la puerta. El corazón se le aceleró y le latió con fuerza contra su pecho.— ¡Haciéndome perder el tiempo de esta forma! ¡Es una pena que yo no pueda hacer las leyes para los hombres lobos y solo tenga que ceñirme a que las cumplan!
Dio dos golpes en la puerta y la abrió.
Bones, que estaba de pie frente al escritorio de Dumbledore con el rostro enrojecido por la rabia, se giró para mirarlo, mientras Albus la observa preocupado desde su silla con Fawkes sobre su hombro.
—¡Ah! Perdone, profesor Lupin, no es que me haya olvidado de usted. Me surgió un asunto mucho más urgente. Han visto esta tarde a Greyback merodeando en los alrededores de Hogsmeade.
— Y está mañana se ha dejado ver en el callejón Diagon. — le informó Dumbledore.
Era la primera vez en más de once años que Greyback se dejaba ver en el mundo mágico.
— ¿Hay alguien herido?
— No lo hay, pero que se le haya ocurrido aparecer justo ahora y siendo mañana luna llena no promete nada bueno. — dijo Bones. — Desde el ministerio ya han movilizado varios aurores para vigilar las dos ubicaciones.
— Sin duda es alarmante. — comentó Dumbledore. — Hay mucho descontento entre los hombres lobos con toda esta nueva normativa y si decidiese atacar para lanzar algún tipo de mensaje podría llegar a ser bien recibido de nuevo.
— Se supone que la nueva normativa ayudaría a capturar a hombres lobos peligrosos como Greyback. — dijo Bones dejándose caer en una de las sillas enfrente de Dumbledore. — Pero en lugar de eso nos tienen perdiendo el tiempo molestando a hombres lobos que solo están trabajando honestamente.
— O molestar a sus familias haciéndoles controles cada tres meses. — dijo Dumbledore.
Bones se pellizcó el puente de la nariz.
— No sé como van a llegar a aplicar eso, pero solo de pensarlo me da dolor de cabeza. Ocuparan esos días de forma inútil celdas en Azkaban que es lo que saben hacer. Yo cambiaría otras cosas, habilitaría un lugar o incluso utilizaría Azkaban durante las noches de luna llena para los hombres lobos que no pueden permitirse el Wolfsbane y no tienen un sitio seguro donde transformarse. Se evitarían así muchos de los casos de infección que suceden todos los años. — Bones hizo una pequeña pausa. — Y con respecto a los controles que quieren hacer yo los realizaría en otro tipo de personas, las que están infectadas parcialmente con la maldición, en vez de a los familiares de un hombre lobo solo por ser familiares. Así me evitaría que todos los meses estén denunciando anónimamente y que lo estén encarcelando en luna llena por ello. Hay un caso de esos de un hombre infectado por un arañazo.
— Deberían haberla puesto a usted a hacer la nueva normativa, señora Bones, en lugar de a Umbridge y a Yaxley. — le dijo Remus.
— Pero no lo han hecho y todo lo que puede hacer es dar mi opinión y tratar de que se cumpla lo más justo posible, aunque no este de acuerdo con ello.
— ¿Hay algún decreto que le guste en la nueva normativa que están haciendo? — bromeó Remus.
— De hecho hay dos. Uno ya lo conoce, que es el que se molesten en revisar por profesionales si el Wolfsbane que consumen los hombres lobos está bien elaborado, tal vez es un poco excesivo encarcelarlos en Azkaban si no es apta la poción. El otro supongo que lo avisarán por enero o febrero, que es controlar la venta del principal ingrediente de la poción: el acónito púrpura. El Wolfsbane ha sido un gran avance para los hombres lobos, pero en manos como las de Greyback puede causar verdaderas catástrofes.
Lupin se quedó paralizado.
— ¿Van a controlarlo? ¿Cómo?
— No es un ingrediente que se utilice mucho en otras pociones y de utilizarse solo se utiliza una muy pequeña cantidad comparada con la que se usa para el Wolfsbane. Para poder comprar esa cantidad será necesaria una cartilla asignada por el ministerio a todos los hombres lobos que estén registrados.
— Es... estupendo. — dijo con un hilo de voz.
Remus miró a Albus Dumbledore que no se veía en lo más mínimo sorprendido.
Ni siquiera había resuelto todavía la situación de evitar que Teddy pasase por los controles y ahora tenían un problema nuevo.
Se le encogió el corazón. No podía dejar que Snape corriese con la misma suerte que habían corrido sus padres al tener que contener en una habitación a un hombre lobo sin Wolfsbane. A él también le destrozaría la vida.
— ¿Qué opina sobre tener al profesor Lupin en Hogwarts? — cambió Dumbledore de tema. — ¿Es una amenaza como afirmó el señor Yaxley?
— No le habría dejado enseñar a mi sobrina si de verdad fuese una amenaza. De hecho es una pena que en mi tiempo en Hogwarts no hubiese profesores como él.
Se sonrojó ante su comentario.
— Para el señor Yaxley todo hombre lobo por el hecho de serlo ya es una amenaza y para Umbridge también. — dijo Bones. — Yo no tomaría demasiado en cuenta su opinión.
Albus se levantó para estrecharle la mano.
— Siempre es un placer tenerte por aquí, Amelia.
— Me alegra escuchar eso porque me quedaré un día más hasta después de la luna llena.
Esperó a que Amelia Bones se fuera. Lo único que tenía claro era que necesitaba la ayuda de Dumbledore para todo lo que se avecinaba, sin embargo una vez que se quedaron solos el viejo mago le puso una mano sobre el hombre y le dijo:
— Vete a descansar, Remus. Hablaremos de la nueva normativa y de Teddy después de la luna llena.
Se fue a su casa cabizbajo.
Allí en el comedor Teddy todavía seguía bebiendo su vaso de Wolfsbane poco a poco, ya iba por la mitad. De nuevo a su alrededor estaban sus padres y Severus.
— Remus, ¿Estás bien? — le preguntó Snape.
— Sí, solo estoy cansado. Voy a irme ya a la cama. — Y dicho aquello se metió en la tienda de campaña.
Se quitó los zapatos y la túnica y se puso el pijama. No tenía sueño, lo único que quería era estar solo.
— Remus. — Escuchó la voz de Severus. — ¿Ha pasado algo con Bones?
Negó con la cabeza. Severus lo detuvo antes de que se metiera en la cama. Le ahuecó la cara con las manos, por primera vez en semanas se había quitado los guantes y Lupin no pudo evitar tocarlas.
Snape bajó las manos y Lupin aprovechó para abrazarlo y enterrar la cara en su cuello.
...
Llevaba días durmiendo muy pocas horas entre la incomodidad del sofá y que todavía trataba de buscar una mejor solución para su problema, pero seguía sin encontrar nada mejor que fingir un ataque de un hombre lobo.
Se había pasado las últimas noches estudiando la posibilidad de que lo mejor que podían hacer era irse a vivir a otro país angloparlante, pero la mejor opción que había encontrado había sido Canadá.
Al resto siempre le encontraba algún problema: las leyes contra los hombres lobos eran peores, no permitían la adopción a parejas homosexuales, incluso había llegado a encontrar uno donde todavía esas relaciones estaban prohibidas.
En su búsqueda había descartado desde el comienzo a Irlanda, pues sería el próximo en comenzar a aplicar una normativa parecida para los hombres lobos si tenía éxito la de Reino Unido. De hecho no tardaría mucho en pasar por otros países europeos como si fuese una plaga, como había sucedido cuando se creó el Registro de Hombres Lobos en 1947.
Lo que menos le entusiasmaba de mudarse a Canadá es que tendrían que empezar de cero con el dinero que tenían ahorrado y lo que todavía lo retenía a hacer aquello la mejor opción era Harry Potter.
Se revolvió nervioso en el sofá. Si de los dos últimos años había llegado a sacar algo en claro es que el señor Tenebroso iba a regresar y cuando lo hiciese iba a hacer todo lo posible para matar a Harry Potter. No podía permitirse que muriese asesinado, por mucho que odiase a ese mocoso por el parecido que tenía con su padre. Si lo hacía el sacrificio de Lily, que había tenido que hacerlo por su culpa, habría sido en vano.
Tenía que arreglar todos los errores que había cometido en el pasado y la única forma de hacerlo era acabando para siempre con el que no debe ser nombrado.
Una luz proveniente de la tienda de campaña lo hizo cerrar los ojos. Escuchó a Lupin salir de la tienda.
Primer día en todo el curso que se levantaba temprano por sí solo y no tenía que ir a trabajar, aunque no era de extrañar debido a que ayer se había acostado muy temprano.
Al final no había sido capaz de sonsacarle porque estaba tan consternado.
Remus caminó con pasos pequeños y suaves hasta la cocina donde lo escuchó trastear para hacerse algo de desayunar.
Abrió los ojos, la luz se filtraba por la puerta entreabierta de la cocina iluminado el salón-comedor.
Decidió levantarse, por mucho tiempo que le quedase hasta que sonase el despertador iba a ser incapaz de usarlo para dormir.
— ¿Te he despertado? — le preguntó Lupin al verlo entrar en la cocina.
Snape negó con la cabeza y se dirigió a la cafetera para servirse una taza de café.
— He estado pensando que hoy podría ir a echar un vistazo a tu casa de Spinner's End. — Dijo Remus. — Aprovecharé que me dan el día libre por miedo a que... No sé... Comience a devorar a mis alumnos. Haré una lista de los muebles que necesitan ser comprados y con lo que todavía hay que reparar.
— Sé todo lo que queda por hacer en esa casa, Lupin. — dijo Severus. — No te preocupes en terminar la reforma, antes estaba mucho peor y vivía en ella.
— Pasaré de todas formas, llevas mucho tiempo sin poner un pie en ella.
Y seguiría por más tiempo si pudiese hacerlo.
— Deja de actuar como si hubiese aceptado quitarte la patria potestad porque no lo he hecho. Ni lo voy a hacer.
— ¿Qué otra cosa hago? ¿Ponerme a planear cómo fingir un ataque de hombre lobo? ¿Cómo voy a explicarle a mi hijo que tiene que dejarse morder por un animal y por qué tiene que hacerlo?¿Vas a hacer que lo olvide todo después?
Snape se pasó los dedos por el grasiento cabello engrásandolo aún más.
— Vete a la mierda, Lupin.
Lo agarró por el brazo cuando estaba a punto de salir enfadado de la cocina.
— Albus Dumbledore quiere reunirse con nosotros después de luna llena, tal vez él sea capaz de decirnos cual es mejor solución.
Se rió.
— Dumbledore escogerá la solución que más le convenga a él, no la mejor para Teddy.
Se liberó del agarre de Lupin y salió de la cocina.
Abrió la red flu de la chimenea y le echó leños para avivar el fuego.
— No brigéis.
Lupin encendió la luz del salón-comedor y ambos pudieron ver a Teddy en el umbral de su habitación. Estaba descalzo y sujetaba con fuerza su lobo de peluche.
Él había sido igual cuando era pequeño. Odiaba las constantes peleas entre sus padres y había tratado de detenerlas sin ningún éxito. A la edad de Teddy siempre había terminado llorando sin que nadie se molestase en consolarlo.
Remus se acercó a Teddy y lo levantó del suelo en un abrazo.
— Ya paramos. A papá hoy le han dado el día libre para pasarlo contigo. — Le mintió.
El rostro de Teddy se iluminó.
— ¿De verdad? ¿Podemos bajar al pueblo e ir a jugar al parque? Por fa, papá, como hacíamos antes.
— En realidad había planeado que podríamos ir a Cokeworth ver la casa de pai.
— ¿Allí también hay parques con columpios y toboganes?
— Por supuesto que lo hay.
— ¿Pai, también vas venir?
Tardó un momento en darse cuenta de que hablaba con él.
— ¡Pai!
— No, a mí no me han dado el día libre.
Agarró un puñado de polvos flu de la repisa de la chimenea y los arrojó a las llamas volviéndolas verdes. Se metió en ellas y desapareció en dirección hacia su habitación en Hogwarts.
Estaba temblando de rabia cuando llegó allí. Odiaba que Lupin actuase como si estuviese más que claro que lo mejor que podían hacer era romper su relación y alejarse de ellos.
Y él no era capaz de pararlo.
Tiró al suelo todas las pilas de libros que había sobre la mesa y que había estado consultando en los últimos días.
Un libro sobre el mundo mágico en Canadá quedó abierto en el suelo por la mitad. Incluso aquella era una solución temporal. Aunque a Teddy le diese tiempo a asistir a Ilvermorny antes de que el señor tenebroso regresase, continuaría teniendo que esconder durante toda su vida que era un hombre lobo. Eso era imposible.
El reloj de su habitación sonó. Era hora de vestirse y de desayunar algo más que una taza de café para comenzar las clases.
Ya en el Gran Comedor fue recibido por un ambiente bullicioso. Se sentó en la esquina de la mesa al lado de Hagrid que hablaba animado con Pomona Sprout.
Se sirvió otra taza de café, iba a necesitarlo si quería aguantar todo el día en pie y cogió un par de tostadas a las que untó mantequilla.
Una lechuza dejó El profeta sobre el plato de Hagrid.
Se detuvo en medio de morder una tostada cuando un horrible rostro familiar le devolvió la mirada desde el periódico. Allí estaba en primera página una foto de Greyback con muchas más arrugas y canas que la última vez que lo vio hace más de once años. Miraba con confianza a la cámara y mostró una sonrisa que dejaba ver sus afilados dientes. En el fondo de la imagen podía verse Gringotts.
— Hagrid, ¿Puedo un momento ver una cosa? — le preguntó señalando el periódico.
Hagrid asintió.
Abrió el periódico por la página de la noticia. El titular era: El hombre lobo más buscado es visto en Hogsmeade y en el callejón Diagon.
Le devolvió El profeta a Hagrid en cuanto terminó de leerla. Se centraba sobretodo en los crímenes de guerra que había cometido y en ensalzar la nueva normativa de Umbridge no permitiría sucesos como ese. Por el momento le aconsejaban a la gente que esa noche de luna llena permaneciese encerrada en sus casas.
Observó un rato más la foto de Greyback mientras Hagrid leía el periódico. Se temía que atacase esa noche de luna llena, pero esa no era su forma de actuar. Greyback jamás avisaba antes de un ataque. Si de verdad hubiese querido hacer daño habría aparecido hoy al anochecer y no ayer dándoles la oportunidad de reforzar la seguridad con aurores y de prevenirlo.
Esa aparición tan próxima a la luna llena significaba otra cosa y cuanto más miraba la foto más lo entendía. Era un mensaje: Todavía estaba allí. Podría haberse pasado los últimos once años escondido, pero aún tenía fuerzas para oponerse y luchar contra los nuevos decretos de los hombres lobos.
No le gustaba Greyback, había tenido que convivir con él durante la primera guerra mágica más de lo que le hubiese agradado, pues había sido una de las alianzas más importantes.
Greyback había comenzado a colaborar con el señor Tenebroso tres años antes de que él se uniera, pues le había prometido que los hombres lobos no tendrían que seguir escondiéndose, que les daría una mejor vida y que incluso cuando el gobernase en el Ministerio les asignaría allí puestos de trabajo.
A la gran mayoría de mortífagos no les gustaba que un mago híbrido como Greyback trabajase con ellos y mucho menos lo que le habían prometido si ganaban.
Incluso Lucius Malfoy, quién por aquella época era su mano izquierda, tenía sus dudas sobre trabajar con los hombres lobos.
— Mi señor, entre sus seguidores hay cierta inquietud sobre trabajar con los hombres lobos. Solo basta con mirar a Greyback para ver que es más bestias que personas. — había dicho Lucius en una de sus reuniones. — ¿De verdad vamos a cumplir nuestra parte del trato cuando usted gobierne?
— Por supuesto. — Había respondido causando un fuerte resoplido en la sala. — Cuando gobierne voy a seguir necesitando quién haga el trabajo sucio de perseguir y matar a los que se opongan a mí. ¿Qué otro puesto podría darle a un hombre lobo? — dijo con una sonrisa. — Nadie puede negar lo extremadamente útil que ha resultado ser Greyback cazando fugitivos y amenazando familias, pero de eso a ser uno de nosotros... ¿Por qué creéis que todavía no le puesto la marca? Y nunca lo haré, sigue siendo un ser inferior y siempre lo será.
Hubo una aprobación colectiva ante aquellas palabras, nadie que hubiese tenido que trabajar con Greyback podía negar que ese era el puesto ideal para él.
La maldición que corría por sus venas lo había hecho un ser mucho más rápido, más fuerte y más resistente que un humano normal. Sus uñas y sus dientes eran tan afilados que sin convertirse había sido capaz de matar a una persona desgarrándole la yugular y la carótida. Además era extremadamente sensible, siempre era el primero en cazar fugitivos gracias a su olfato y a su oído.
El estómago se le revolvió al recordar todo aquello. Por el momento todo lo que conocía de pasado de Teddy coincidía con la forma de pensar de Greyback, pero todavía había algo que seguía sin encajarle. Greyback jamás habría sido capaz de llevar a cabo por sí mismo un plan así.
