Venus
Capítulo 6: Homewrecker
TW: Drogas, alcohol, insinuaciones sexuales.
Bueno esto si que fue… algo…Pensó Buttercup para sus adentros, en cuanto el auto acabó de temblar.
Con aburrimiento, intento hallarle forma a los garabatos que se formaban en el felpudo gris del techo. Era fácil dibujar encima con los dedos de las manos, o en este caso de los pies.
Se entretuvo por unos segundos hasta que por fin, Mitch encontró fuerzas para quitarse de encima suyo, o más bien de su interior. Hacía un calor infernal y en una noche tan húmeda y a la intemperie como esa convertían la anticuada herencia de su padre en un horno.
Su frente estaba empapada de sudor pero su pobre novio se encontraba muchísimo peor, luchando por encontrar aliento y tomando de una botellita de agua que sacó del asiento delantero.
Buttercup no pudo evitar impacientarse con el tiempo que Mitch necesitaba para recobrarse y tirar el preservativo usado. Las nalgas comenzaban a dolerle debido al roce con el cuero del asiento y no podía esperar a poder ponerse sus pantalones de vuelta.
Una vez se alejó lo suficiente de ella, no hesito en acomodarse las bragas y los shorts de mezclilla que había dejado en el asiento delantero, suspirando de alivio al por fin terminar con la velada.
– ¿ Qué estás haciendo?– preguntó Mitch con dificultad, despegando por un segundo los labios de la boquilla del agua.
¿Qué crees que hago? – Ya sobrepasé mi hora de llegada Mitch, y se supone que estoy castigada. – resopló la morena, mientras se ponía los calcetines de vuelta.
– ¿Pero no vamos a abrazarnos un rato o algo? – preguntó un aún desnudo Mitch a su costado.
Buttercup hizo una mueca que intentó disimular mientras se disponía a pasarle su ropa de vuelta. A pesar de que no era la primera vez que lo hacían, aún sentía cierta aversión a la desnudez masculina de su novio y sus colgantes atributos. – No esta vez bebé. Tenemos escuela mañana.
Mitch resopló con sorna, pero aceptó la camiseta que tenía entre las manos. – Eres toda una niña buena, amor. ¿Realmente quieres irte temprano en una noche tan hermosa y con una vista tan espectacular como esta? Podríamos pasar la noche juntos.
– Dirás una noche tan sudorosa. Seamos honestos Mitch, apenas y cabemos ambos juntos en el auto…– replicó la superheroína. Y en cuanto a la vista… no tenía mucho que comentar. Eran los acantilados cercanos a la entrada al bosque profundo de Townsville, a unos considerables kilómetros lejos de la casa de Peludito, para su suerte.
Un lugar donde las parejas sin presupuesto se reunían para encontrarse, sin la molesta supervisión paternal o el alcance de la ley.
Buttercup se dispusó a pasar al asiento delantero desde atrás, pero una mano la detuvo antes.
– ¿Por qué actúas de esta forma? Creí que la estábamos pasando bien pero parece que tuvieras prisa por irte… – remató el castaño con gesto acusatorio.
– TENGO prisa por irme bebé. – Contestó Buttercup, un poco exasperada esta vez. –Te juro que no eres tú, soy yo. Hay normas que debo cumplir en casa.
– ¿Esto es por tu hermana de nuevo? Bc, dijiste que después de haber pasado una noche fuera no tenía derecho a recriminarte por nada.
– No lo entiendes, mi padre está en la ciudad por hoy. Puede que lo noté por sí mismo y estaré en problemas, por favor compréndeme…
Se mordió la lengua con arrepentimiento por haberle comentado lo de Blossom. Sabía que la forma en que se expresaba a veces la hacía quedar como una especie de monstruo, pero ahora le había dado un arma con la cual arremeter contra ella.
Como supuso, Mitch siguió mostrándose descontento con su decisión.
– ¡Estuvimos juntos menos de media hora, y ya tienes ganas de irte! ¡Es como si no te gustara estar conmigo! – replicó el chico mientras apartaba la mirada con amargura.
La expresión de indecisión de Buttercup se derritió hasta convertirse en una mueca de disgusto. Otra vez con sus mentiras…
– Eso no es justo amor, he estado pasando tiempo contigo toda la semana durante y después de clases… Pasamos tanto tiempo juntos que hasta los gemelos están asqueados de nosotros.
– Sí, pero no a solas, Buttercup. – arremetió Mitch sin mirarla a los ojos, mirando de forma perdida hacia el resto de coches cerca al acantilado. – Es como si me evitarás…
Buttercup se mordió el interior de las mejillas mientras buscaba una respuesta sensible y coherente, lo cual era difícil conforme avanzaba la conversación hacia áreas difíciles de tratar. Especialmente con su carácter.
Inhaló profundamente antes de dibujar una sonrisa apaciguante en su rostro. – Eso no es… No estás siendo justo Mitch. – Y estás siendo un manipulador de mierda. – Hemos pasado todo el día juntos, no necesitas que te apapachen de más…Ahora, si me permites… –
Se inclinó hacia delante, colocando la pierna hacia el asiento delantero.
– ¿Podrías decirme si al menos te gusto? – preguntó Mitch, sujetándola de la muñeca y sorprendiéndola en medio del intercambio de asientos.
Su rodilla golpeó contra el anticuado freno de manos, provocando que este se moviera de lugar con un chirrido. Malditas articulaciones superpoderosas.
– ¡MITCH! – se las arregló para gritar furiosa, pero era demasiado tarde. El auto cedió ante el cambio y avanzó peligrosamente hacia la cúspide del acantilado.
Afortunadamente para ambos Buttercup fue lo suficientemente rápida como reaccionar y sostener el auto y al despistado de su novio en calzoncillos, levitando a unos cuantos metros encima del abismo.
Está de más decir que lo mandó de paseo y de regreso a la mierda.
Y ahora debían ser las 4 de la mañana, sin poder pegar un ojo, rogando por alguna especie de milagro.
En medio de la impenetrable oscuridad, un ligero ronroneo junto con el inconfundible sonido mecánico de la entrada de un garaje, alertó a la muchacha del hecho de que debía por fin levantarse.
Tenía que estar despierta antes que el resto, antes que incluso la más maniática de sus hermanas para poder ser la primera en irse temprano de casa, optando por la poco ortodoxa idea de esperar escondida en el asiento trasero de su auto. El profesor acababa de irse a trabajar, seguramente después de haberles dejado un desayuno contundente en la mesa del comedor.
¿Y qué hacía allí exactamente? ¿Escuchando vídeos con sus audífonos puestos a escondidas como si de un ladrón se tratara? La respuesta era tan embarazosa como problemática de contar en voz alta, en resumen, su bebé pasaba por un momento difícil.
La velada de hacía unas horas había acabado por enterrar a su pobre coche. Se las había arreglado para recibir algo de daño en lo que se preocupaba por rescatar también a Mitch: ambos faros reventados y el área del parachoques abollado como un acordeón.
Chequeo la hora en su celular, apenas iban a ser las cuatro y diez.
Faltaba una hora para que Blossom despertará así que tenía algo de tiempo de sobra para seguir perdiendo el tiempo. Se trasladó hacia el asiento del chofer mientras bostezaba y recorría la lista de recomendados de la página de streaming que se encontraba viendo.
Un nombre familiar en un clip de una transmisión vieja llamó su atención. Gruñó entre dientes al darse cuenta de quién se trataba, sin embargo presionó el enlace con el pulgar.
A través de sus audífonos el ruido de un escenario de disparos e intercambios de diálogos a través de un walkie talkie. Estaba jugando un tonto juego de guerra, Call of Duty si no le fallaba la memoria.
Frunció el ceño mientras examinaba el rostro aburrido y familiar de su contraparte. Solo se quedó allí sin mostrar expresión por unos buenos veinte segundos, hasta terminar acribillado por una ráfaga de balas y la pantalla de su muerte se volvió roja. Fue entonces que se dignó en hablar.
— Juro que es la última vez que juego con ustedes, mojones. Ustedes son los niños más…
Y comenzó a proferir la mayor cantidad de insultos obscenos, grotescos y cancelables que alguna vez Buttercup hubiera tenido la oportunidad de escuchar. Sus ojos se abrieron de par en par, y a pesar de que en el fondo estuviera horrorizada por lo funable que era, no pudo evitar aguantar una carcajada ante su arrebato.
— … Osea, estoy al borde de una embolia de jugar con tanto amateur. No saben ni plantar una bomba bien. — Exclamó con una ceja levantada mientras tomaba un sorbo de su botella de agua mientras a un costado de la pantalla se acumulaban comentarios y emoticones de risa de sus seguidores. "Niños." pensó Buttercup. No podrían tener más de quince años si el contenido de Butch les hacía gracia.
Una voz robótica se reprodujo en el fondo.
— Timmy2012: ¿Por qué juegas con un personaje mujer? ¿No te alcanza para otro héroe? Parece rarito, saludos bro, equisde dededede
— Porque me gusta ver la animación de su espalda, ¿Por qué más? Raro tú que te gusta ver hombres mamados cuando juegas 24/7. A veces uno necesita descansar de ver puro vato en esteroides…Pero hey, yo no juzgo. — se encogió de hombros, mientras continuaba dándole disparos a la cabeza y corriendo alrededor del mapa.
Buttercup siguió viendo la transmisión cuando de pronto, desde el rabillo del ojo pudo ver como la puerta de la habitación se abría a espaldas de Butch. La audiencia tampoco pareció percatarse de lo mismo pues comenzaron a llover comentarios.
— XxBerserkerxX dice: ¿Quién es la rubia del fondo?
— ¿Rubia? —preguntó Butch mientras se quitaba uno de los cascos que tenía puestos, mientras se volteaba para encontrarse con Boomer en el fondo, quien a su vez le devolvió la mirada, parecía que estaba buscando algo dentro de su cuarto. — Oh. — Butch sonrió con malicia mientras intercambiaba miradas con su hermano y su audiencia. — ¡RUBIA! ¡Ven a saludar! — ordenó, mientras se levantaba para tomar a su hermano del cuello y arrastrarlo hacia la cámara.
— Butch, ¡basta! — exclamó un desaliñado Boomer en pijamas, intentando zafarse del agarre de hierro de su hermano. — Solo quería un vaso limpio. ¡Ya!
No se necesitaba ser un genio para darse cuenta que el chico no disfrutaba el tener que ser humillado por su hermano más corpulento, y si no fuera porque se trataba de Boomer, Buttercup habría sentido algo de lástima por el muchacho. Un montón de comentarios se sumaron a la burla hacia el muchacho; mandando emoticones de besos y emascularlo sin piedad al referirse a él como a una chica guapa.
Buttercup suspiró con cansancio mientras cerraba el clip de la transmisión, sintiendo que había visto suficiente.
— Pero que idiota… — musitó en voz alta mientras abandonaba la cabina del auto y se dirigía al exterior de este.
— ¿Quién?
Buttercup pegó un grito debido al susto que fue imitado al mismo tiempo por la persona que acababa de formular la pregunta. Al reconocer el rostro de su hermana pequeña, la morena se inclinó para sostenerse el pecho con una de sus manos.
— ¡Bubbles lo juro por dios! Casi me da un infarto. — exclamó mientras recuperaba el aliento y su ritmo cardiáco se regularizaba.
— Me pareció oír un murmullo que venía desde la cochera. Pensé que se trataba del profesor. — admitió, mientras sonreía apenada por haber causado un susto. — ¿Qué se supone que haces aquí de todas formas?
Buttercup sopesó por un minuto la excusa con la que podría salir ilesa, pero tenía que cederle el hecho de que de sus dos hermanas, Bubbles era tanto la que mejor guardaba secretos y la que menos la regañaría por un error como el que acababa de cometer.
— Mi bebé se accidentó — admitió, con expresión lastimera mientras recostaba el cuerpo contra la cabina del coche.
Casi se le salían las lágrimas cuando levantó la manta con la que cubría el Avanti. Bubbles contuvo el aliento al ver senda abolladura en el capot, el acabado como el de una lata de refresco aplastada. La rubia no era ninguna experta en coches, pero sabía que un auto tan viejo estaba hecho para someterse a golpes y terminar como si nada. El choque que sufrió debió haber sido innecesariamente fuerte.
— A la mierda BC. — exclamó horrorizada, mientras pasaba la mano sobre la huella y los rasguños en el acabado del coche. — ¿Estabas borracha o algo así?
— ¡Claro que no! — replicó la morena con irritación. — Estaba con Mitch en el acantilado y entonces…yo solo intentaba… — pero la forma en que se sintió ruborizar la detuvo antes de continuar, incapaz de mirar a su hermana a los ojos. — AY ¿Por qué fui tan tonta de seguirle el juego? — se castigó, roja como un tomate y aún incapaz de mirar a su hermana a los ojos. Hizo una moción extraña de jalar con el puño y la repetía mientras musitaba insultos y maldiciones entrecortadas.
Bubbles levantó ambas cejas con incredulidad, pero se las arregló para adivinar lo que quería decir entre titubeos, por la que la detuvo antes de que continuara.
— Pero que idiota… — farfulló, mientras cerraba los ojos de forma meditabunda. — ¿Y cómo piensas pagar el daño? — preguntó mientras se cruzaba de brazos.
Su hermana gimió lastimosamente. — ¡No lo sé! Mitch sugirió llevar el auto hasta Daytona, en donde su padre tiene un taller; pero yo no estoy segura de que nos lo deje gratis. Y no pienso forzar el auto hasta tan lejos en este estado.
— ¿Tienes dinero?
— ¡Estoy en quiebra! — volvió a gimotear la morena, quien como nunca parecía a punto de patear el suelo en una especie de berrinche.
— ¿Por qué no le pediste dinero al profesor antes de que se fuera? — preguntó Bubbles con incredulidad.
— ¡Porque si lo hiciera, se llevaría mis llaves con él! — admitió, con expresión derrotada. — ¡Le prometí que no sería descuidada! Y es un maldito auto de coleccionista, me costaría un riñón.
— Rayos…
— No tendrás algo de efectivo que te sobre ¿verdad?
Bubbles sonrió con lástima — Estoy tan quebrada como tú. Creo que me alcanza para un chicle y una cartilla del raspa y gana.
Buttercup soltó un gruñido a modo de queja.
— ¿Y qué hay de la reina del hielo?
— Oh buena suerte con eso. Me gustaría ver la cara que pone cuando se lo preguntes. — admitió con una risita la powerpuff girl azul.
Buttercup se mordió la piel del dedo pulgar de forma ansiosa. Bubbles estaba en lo correcto, Blossom no sería partidaria en ayudar a reparar su travesura. La razón principal por la que había decidido levantarse tan temprano era justamente para asegurarse de que ni el profesor ni Blossom tuvieran tiempo de notar el daño a su auto.
Ya podía ver su rostro, con el ceño fruncido y muecas de desagrado en su precioso rostro de muñeca victoriana. En ese sentido, era peor que su progenitor a la hora de repartir castigos, ni siquiera quería enfrentar el interrogatorio que se le vendría encima. Bueno, bien y podría decir que arrolló a Mojo con él o algo parecido.
— ¿Qué tal el taller de mecánica de la escuela? Oí que no es más barato que otros talleres ya que todos son estudiantes, y puede que te hagan un descuento por ser parte del plantel. — sugirió Bubbles como una idea al aire.
Buttercup se quedó paralizada un minuto, procesando la sugerencia de su hermana. Bien podría ser una buena idea, digo podría sacar algo de dinero de sus ahorros si la reparación costaba menos de 500 dólares. Tomó a su hermana del cuello y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
— ¡Ew! — exclamó la rubia intentando liberarse del agarre de su hermana.
— ¡Bubbles, eres la rubia más lista del mundo! — proclamó, mientras se apresuraba a meterse dentro de la cabina del coche y comenzar a ponerlo en marcha para dirigirse velozmente. No tenía tiempo que perder, considerando lo madrugadora de su hermana pelirroja.
— ¡Hey, eso suena a un insulto para mí! — Bubbles infló las mejillas mientras veía como se levantaba la puerta del garaje. — ¿A dónde vas?
— A la escuela ¿a dónde más? — se expresó, mientras rezaba por que el motor de su coche no hiciese tanto ruido como para despertar a su líder de su sueño profundo.
— Pero el taller no abre hasta después de clases. — comentó Bubbles mientras se acercaba a la ventana del piloto
— Lo-SÉ, Bubbles. Voy a aparcar cerca antes de que Blossom pueda verlo, pregúntale a Robin a ver sí puede llevarlas. — instó, mientras salía hacia el pavimento del silencioso suburbio. — Sí ella pregunta, solo dile que estoy con Mitch o algo, es lo que siempre cree de todas formas.
Y se alejó a toda velocidad sin mirar atrás.
Un par de horas y una llamada después se encontraban Bubbles y una extrañamente silenciosa Blossom en el descapotable de su amiga.
Para su alivio, la rubia no tuvo que preocuparse porque su líder preguntará por la ausencia de Buttercup. Estaba demasiado ocupada mirando pasar a los autos en el clásico embotellamiento matutino de Townsville. Bubbles la examinó desde el espejo retrovisor, notando el cambio en el aura, usualmente neurótica de la líder rosa.
— ¿Alguien va a hablar o le subo el volumen a la radio? Están demasiado calladas para la hora que es. — refunfuñó Robin mientras apoyaba las manos sobre el timón del vehículo, esta atmósfera le ponía los pelos de punta. — ¿Por qué nunca llegaste a la fiesta? — dirigió su atención a la pelirroja en cuanto alcanzaron una luz roja.
Blossom pareció despertar de su entumecimiento para luego solo encogerse de hombros con un suspiro. — Es una larga historia… — musitó la chica entre dientes. — Básicamente me dieron la dirección equivocada. — zanjó con un dejo de desdén.
Robin entrecerró los ojos con sospecha mientras recordaba el diabólico rostro de Princesa. — Oh esa perra… ¿Y por qué no llamaste o algo? No has contestado ninguna de mis llamadas el fin de semana.
— Yo podría decir lo mismo, — se cruzó de brazos la líder powerpuff mientras intercambiaba miradas acusatorias hacia su amiga castaña y su hermana, quién solo atinó a encogerse en su asiento. — Perdí mi teléfono, es otra larga historia. — musitó de mal humor mientras se cruzaba de piernas.
— ¡Yo también perdí el mío! — exclamó Robin igual de acongojada. — Tuve que ir el sábado a recogerlo de los vestidores. Lo siento…
— Bueno, como sea. — contestó Blossom con la misma expresión cómicamente estoica. No quería compartir las ocurrencias de ese viernes debido a la vergüenza y lo ridículo que sonaba la historia. — Fue una aventura interesante de todas formas, no creo haberme perdido demasiado. Princesa pagará de alguna forma eventualmente, ¿Qué tal estuvo?
— Oh te perdiste bas-tan-te. — Robin le dirigió una sospechosa mirada acusatoria hacia su copiloto que no pasó desapercibida por Blossom.
La piel de Bubbles se erizó y dirigió su mirada hacia otro lado de la ventana, tratando de evadir la mirada inquisitiva de su hermana mayor. Fingió estar fascinada por los autos que pasaban a su lado pero no pudo evitar que la sangre se le suba a las mejillas.
Esto alarmó a la pelirroja: — ¿Qué pasó?
La powerpuff azul sonrió con nerviosismo: — Nada de qué preocuparse fue solo…
— Se besó con el sujeto equivocado — interrumpió Robin con tono serio.
—¡Robin! — la rubia la fulminó con la mirada, a lo que la castaña se encogió de hombros con aire de indignación.
Blossom no podía creer lo que estaba escuchando, enrojeciendo por su cuenta. — ¿De qué está hablando? ¿Tomaste de más?
El tono entrometido de su hermana la irritó ligeramente, pero logró controlarse lo suficiente inhalando aire con tranquilidad.
Bubbles suspiró con exasperación. — No es nada de eso, lo prometo. Déjame explicarte…
— Espera un segundo. ¿Alguien más te vio? — la interrumpió Blossom inclinándose hacia delante para quedar a la par con la fila de adelante del coche.
Bubbles se encogió en su asiento, y con aire inocente murmuró — Como, unas 5 personas aproximadamente pero…
— ¡Esto debe ser una broma! ¿Y si te fotografiaron? ¿Qué crees que dirán acerca de nosotras? — la líder de las powerpuff se restregó las manos sobre el rostro, con el dibujo imaginario del beso apasionado que seguramente compartieron. — Oh por Dios, dime que no fue con Butch… — ahora comenzaba a sentirse enferma.
Ahora era el turno de Bubbles de indignarse. — ¡Claro que no! Dame un poco de crédito, por favor…
— ¡Eso no me hace sentir mejor Bubbles!
— ¡Bueno nadie me fotografió! — aclaró la rubia mientras se cruzaba de brazos en su asiento y volvía a dirigirle una mirada asesina a su amiga castaña. — Ahora déjame contarte lo que realmente pasó.
De vuelta al eventual viernes de terror
Bubbles dirigió una mirada hacia el reloj de su muñeca, marcando exactamente las diez de la noche así que suspiró. Se la habían pasado fuera alrededor de una hora esperando a una hermana que aparentemente nunca llegaría, y considerando que su horario de llegada era a las 12 am, más le valdría intentar divertirse un poco antes de regresar.
Miró en dirección de su amiga, quien fumaba relajada unos cigarrillos con aroma a canela sin importarle el tener que matar el tiempo juntas.
— Regresemos. — exclamó Bubbles, mientras se incorporaba sobre sus plataformas azul clarito. Le costó un poco el movimiento debido a lo terriblemente ajustado de su vestido, pero se las arregló para acomodarse el escote. — No vendrá, y mucho menos tan tarde. Vamos a tomarnos un trago y cantar un par de canciones, como para no dar la noche por perdida.
Robin le dirigió una mirada de incredulidad, pero al final decidió que era lo más sensato después de haberse tomado tantas molestias. No pudo ocultar su decepción al momento de apagar su cigarrillo contra el suelo y lanzarlo hacía el basurero más cercano.
Resignadas y protegiéndose del frío, regresaron dentro del lujoso club de karaoke. Las volvió a envolver el ambiente cálido con aroma a cerveza del local. No había más que unos cuantos rezagados bebiendo en unos sillones del bar exterior. El resto de la fiesta se dividió dentro de las cabinas privadas de karaoke.
Bubbles ubicó a su grupo de amigas animadoras en una de estas e indicó a Robin que la acompañara hacia la misma dirección. En cuanto se aproximaron, se oyó un estallido de risas estruendosas que le provocaron una mueca de incomodidad a Robin. Bubbles solo tocó la puerta con los nudillos y alcanzó a ver por la ventanilla a Princesa junto a un selecto grupo de animadoras y jugadores del equipo de football de T High.
A pesar de la insistencia de sus toques, la única que pareció darse cuenta de su presencia fue Princesa, a quien la sonrisa de complicidad la reemplazó una fea mueca de disgusto.
Bubbles oyó el clac clac de sus tacones antes de abrirles la puerta.
— Lo siento, capacidad limitada. Tendríamos que echar a alguien para poder dejarlas entrar.
Con una tonadita de falso acongojamiento, la Princesa Morebucks se apoyó contra el mural de la puerta, a modo de obstáculo para que no pudiera ingresar o conversar con nadie dentro de la cabina.
La powerpuff puso los ojos en blanco y por un momento batalló intentando ingresar, más Princesa era demasiado vehemente y determinada en no dejarla pasar o conversar con nadie más. Robin se mantuvo a la altura, evaluando la situación con los brazos cruzados.
— Estoy tratando de respetar la normativa de seguridad del local, espero que puedas comprender. Estamos a tope. — argumentó de nuevo la millonaria.
— Dejame hablar con las chicas. — volvió a insistir Bubbles, esta vez ejerciendo fácilmente fuerza sobre la puerta hermética, más otro coro de risas y alaridos desde el interior de la puerta la aturdió lo suficiente como para que Princesa consiguiera que se apartara.
— Como ves, la estamos pasando bastante bien. — exclamó la castaña con malicia, soltando una nube de humo morado de su vaporizador contra el rostro de la powerpuff girl azul. — ¿Por qué no intentas divertirte de la misma manera afuera? Disfruta la fiesta.
Y aprovechando el aturdimiento de la powerpuff, empujó con el pie su resistencia contra la puerta para poder volver a cerrarla herméticamente.
Bubbles dió un paso hacia atrás en shock, mientras veía como las chicas de su propio grupo de amigas le seguían el juego a Princesa y continuaban cantando éxitos radiales a todo pulmón, aun cuando probablemente supieran que ella se había quedado fuera adrede.
— ¡No puedo creer que dejen que me hagan esto a mí! — exclamó con indignación la rubia, mientras intercambiaba una mirada de incredulidad con su amiga castaña.
— ¿No puedes? — preguntó en voz alta la muchacha humana.
Robin nunca había sido fanática de las amigas animadoras de Bubbles, las consideraba hipócritas y falsas la mayor parte del tiempo. Y esta era solo una de miles demostraciones de la falta de lealtad que tenían hacia su propio grupo de amigas, considerando lo fácil que fue para Princesa el comprar su amistad. Además de eso, ni siquiera lo pensaron dos veces el dejar esperando sola a Bubbles, siendo Robin la única con el interés suficiente de hacerle compañía aunque eso signifique sacrificar la velada.
Bubbles reconoció el dejo de ironía de su amiga, pero no hizo ningún ademán de darle la razón, en su lugar se movió incómodamente en el lugar donde estaba parada. Dios, este vestido la tenía loca, se le subía encima de los muslos y le apretaba tanto el torso que sentía que estaba a un sánguche de reventar. Había sido la elección de outfit recomendado por sus amigas, las mismas que a pesar de que estaba segura la habían escuchado afuera de la puerta no movieron un dedo para incorporarlas al grupo.
— Intentemos encontrar otra cabina donde integrarnos Ro… — sonrió nerviosamente mientras tomaba de las manos a su amiga, quien parecía la estaba pasando peor que ella.
Caminaron e intercambiaron palabras con la gente de las cabinas de karaoke una por una sin suerte, o estaban demasiado amotinadas o las personas que se encontraban adentro las ignoraban por completo, ensimismadas en su propio jolgorio.
Comenzaron a perder la esperanza de integrarse cuando un grupo de muchachos atletas parecieron estar bastante dispuestos a dejarlas pasar en un grupo en su mayoría conformado por hombres, pero las muecas de disgusto de las muchachas que los acompañaban las hicieron sentir aún menos que bienvenidas, prefiriendo seguir su camino a tener que soportar una actitud como esa.
Por último estaba una cabina solitaria donde solo se encontraban unas 5 personas, que no parecían divertirse en lo particular. Bubbles revisó por la ventanita con las manos y un rostro familiar pareció reconocerla dentro del grupo que se encontraban sentados.
Para su suerte, les abrieron la puerta.
— Hola. — las saludó amistosamente el rowdyruff azul, con una sonrisa un tanto nerviosa, como si no entendiera la razón por la que se dirigieran hacia él.
Vestía una sencilla camiseta de algún grupo indie sobre la cual llevaba una camisa de mezclilla y pantalones vaqueros. A simple vista algo informal para un evento de la clase que Princesa había organizado.
Detrás suyo, las chicas reconocieron a los gemelos Floydjoyson, del grupo de amigos de Buttercup; y a Travis, otro chico que paraba con Mitch junto a su novia, a la cual ninguna podía recordar su nombre.
Bubbles no volteo en dirección de su amiga, pero podía sentir los ojos de Robin firmemente clavados sobre su nuca. Este grupo de personas no era exactamente su grupo social ideal. No habían intercambiado más de un par de palabras de vez en cuando en la escuela y no tenían la misma clase de intereses que ellas además de tener a Buttercup como una especie de punto de referencia. Ellas eran niñas bien extrovertidas, y ellos básicamente, el grupo de los marihuanos.
Y aun así se encontraban ahí.
— ¿Podemos quedarnos? — se dejó de rodeos la castaña, antes de que Bubbles pudiera formular alguna petición suplicante.
La rubia la miró alarmada, casi preparada para el rechazo inmediato del rowdyruff boy, pero sorprendentemente pareció aflojar ligeramente el agarre contra la puerta hermética.
— ¿Están seguras? — exclamó el rubio con desconfianza. — No la estamos pasando exactamente bien, hay una clase de error entre el sistema y el televisor así que no podemos poner nada. Nos dijeron que vendrían a solucionar el problema pero… — solo atinó a encogerse de hombros en su sitio. Al parecer no eran las únicas que se encontraban en la lista negra de Princesa.
Ambas amigas intercambiaron miradas no verbales. Definitivamente, no era la clase velada ideal que se habían imaginado; pero era matar el tiempo y aclimatarse de alguna forma a la compañía o regresar a casa sintiéndose como un montón de perdedoras.
— ¡Nos encantaría! — declaró Bubbles con una sonrisa nerviosa y ojos de cachorrito, habiendo conseguido que Boomer bajará la guardia lo suficiente como para permitirles la entrada al espacio.
Las miradas hacia su persona no pasaron desapercibidas, y aunque saludó cordialmente a las personas sentadas no pudo evitar sentirse incómoda al verse rodeada de desconocidos que eran más amigos se su hermana que suyos. Comenzó a sentir algo de calor dentro de un espacio tan reducido, y la luz azul de la pantalla del televisor solo contribuían a lo sofocante de la situación.
Robin escaneó con la vista la habitación, en definitiva uno de los cuartos más anticuados y con más necesidad de mantenimiento que el resto del local. La ventilación no parecía ser muy buena, notando la ligera capa de sudor en las sienes de los asistentes, el sistema de karaoke deficiente y la alfombra con manchas viejas en el suelo. Casi se sentía como si Princesa les hubiera dejado adrede el peor sitio del lugar.
Los gemelos parecían estar ensimismados en sus celulares, sin compartir nada más que un hola y una mirada lasciva en su dirección. La parejita las saludó de la misma forma, pero mientras Travis, el muchacho de gorra de camionero las saludó con entusiasmo, la muchacha las ignoró completamente después de haber intercambiado miradas por un segundo.
A un costado de Bubbles, el muchacho rubio batallaba con el control remoto que se conectaba a la TV. Intentando explorar opciones que le permitieran lograr que la máquina de karaoke funcione por su cuenta.
Tanto trabajo para esto. Pensó Robin en su cabeza, incapaz de entablar conversación con nadie dentro del cuarto por su cuenta.
Pasadas unas cuantas pantallas Boomer se rindió de intentar que funcionará con un suspiro.
— Esta fiesta es un bodrio. — exclamó Boomer con amargura, dejando a un lado el control remoto.
— ¿Han estado aquí todo este tiempo? — preguntó Bubbles con cortesía, en un intento de entablar conversación con su ex-enemigo. Robin se limitó a observar.
— Oh no, se supone que tocaríamos unas cuantas canciones afuera. Tenía todos los instrumentos preparados para la tocada, pero al final la dueña de la fiesta decidió que éramos innecesarios y canceló nuestro número. Me pasé como media hora volviendo a desensamblar todo así que, ni como para decir que tuve tiempo para divertirme. — admitió con desgano el muchacho ojiazul, hundiéndose en su asiento mientras desviaba la mirada hacia otro lado.
— Oh, eso es una lástima. — exclamó Bubbles con genuina pena, recordando la conversación que habían compartido antes hacía menos de una semana. — Me hubiera gustado verte tocando. ¿Era un tributo a The Strokes no es cierto?
— Tengo un repertorio más grande que una sencilla banda tributo ¿recuerdas? — sonrió Boomer de lado, mientras apoyaba la cabeza contra una de sus manos. — Además, no importa. Me van a pagar de todas formas.
— ¡Pero realmente quería verte tocar en vivo! — Bubbles depositó una de sus manos en el hombro del chico, a modo de apoyo y para sorpresa de su amiga. — ¡Mi amiga Rose dijo que cantas muy bien en persona! Quería comprobar que los videos estuvieran haciéndote justicia.
Robin miró anonadada el intercambio de familiaridad entre ambos rubios con la boca semiabierta. ¿Cuándo se habían vuelto tan amigables el uno con el otro? En su cabeza el término "enemigos acérrimos" tenía un significado completamente diferente.
Tendría que hablar al respecto con Bubbles después de esto.
Las mejillas de Boomer se colorearon un poco mientras se cruzaba de brazos sobre su pecho.
— Realmente no soy un cantante tan bueno como dices, es más yo…
— Él canta como si se hubiera tragado el juguete de un perro. No tienes porque mentirle, bebé.
La puerta hermética volvió a abrirse una vez más, dejando entrar una corriente de aire a la atmósfera caliente de la cabina. Las chicas miraron sorprendidas al umbral de la puerta para encontrarse con un personaje que normalmente identificarían como hostil.
Butch Him les devolvió una mirada divertida que más bien pareció una escaneada de rayos X sobre la existencia de ambas muchachas, haciéndolas sentir más desnudas que nunca. Ambas cubrieron sus cuerpos con sus manos y sopesaron la posibilidad de dejar el cuarto en cuanto entró, sin embargo Butch adivinó sus intenciones antes de que pudieran hacer algo.
— Oh no, no se molesten chicas, pueden quedarse si quieren. No tengo nada en contra de ninguna por si quieren divertirse. — añadió con una sonrisa burlona, mientras ocupaba el asiento del sofá a un costado de Robin, provocando que se sobresaltara ligeramente.
Marcando la distribución de la sala en los gemelos, Travis y su novia a la izquierda; y Boomer, Bubbles, Robin y Butch a la derecha. Con solo la separación de una mesita de café de por medio.
Butch volteó su atención de vuelta al bolsillo interior de su chaqueta. A diferencia de su hermano, este vino con una camisa verde abierta a la altura del pecho y pantalones de vestir negros. Parecía que genuinamente había hecho el esfuerzo de vestirse guapo. El aroma de su colonia le llegó a las narices de ambas muchachas y sí ignorabas los expansores de sus orejas y las "snake bites" en su mentón casi y parecía un muchacho rico más.
— Barra libre mis huevos... — murmuró Butch, mientras depositaba una botella cuadrada de José Cuervo en la mesita de café junto a una serie de vasitos de shots en la mesa.
Ambas chicas estaban completamente seguras que había tomado todas esas cosas sin permiso del staff o de Princesa. A su vez sacó una penca de aluminio que sacó del otro extremo de su chaqueta y comenzó a servir cada uno de los vasos de los comensales mientras prendía un cigarrillo entre sus dientes.
— No creó que se suponga que fumemos adentro, bro. — mencionó Boomer con aburrimiento, su expresión de timidez siendo rápidamente reemplazada por una de estoicismo.
Butch solo atinó a clavarle una mirada vacía. — ¿Te parece que me importa una mierda? Esa perra ya nos aguó la fiesta. Pueden irse al carajo ella y el local.
A pesar del inicial shock de las muchachas, al otro extremo de los asientos, el resto de asistentes pareció despertar con la presencia de Butch y el aroma a licor en la mesa. Parecía que la fiesta bien acababa de comenzar, en lo que Butch repartía los vasos para cada uno de ellos.
— ¿Esta es la mierda más fuerte que encontraste, bro? — preguntó Floyd, o Lloyd para lo que les importaba, mientras depositaban rápidamente el líquido por sus gargantas como si se tratara de agua.
— ¿Pueden dejar de romperme las bolas? — replicó Butch mientras ponía los ojos en blanco. — La próxima vez que les parece si ustedes van a conseguir el trago, putos. Tengo whisky en la penca si tanto lo quieren. — Les pasó la cantimplora de aluminio con molestia mientras regresaba a su tarea de servir el licor en los vasos.
Cuando llegó el turno de Bubbles, la expresión de fastidio del chico se tornó a una sonrisa desconocida para ambas muchachas.
— ¿Quieren? — preguntó el rowdyruff verde con falsa cortesía.
Robin miró la botella, a su amiga, al muchacho y a la botella nuevamente para aceptar que no había forma de sobrevivir este tipo de aventura sobria. Asintiendo y agradeciendo tímidamente el vaso de puro alcohol que pudiera llevarse a la boca. Dio gracias al cielo que por lo menos el trago era suave, rico y lo suficientemente frío como para beberlo tranquilamente.
Butch volvió su atención de vuelta a la powerpuff azul, quien le devolvió la mirada con algo de desconfianza.
Era en esta clase de situaciones que Bubbles se arrepentía de haber venido vestido de una forma tan vulnerable como había sido un vestido ceñido de esa forma a su, de por sí curvilíneo, cuerpo.
Hacía más fácil llamar la atención de los muchachos, y que te desvistieran con la mirada… pero también abría la posibilidad de que idiotas como Butch Him pensarán una idea errónea de tí. Porque una chica que bebía alcohol puro y se vestía fácil, se desvestía igual de fácil a sus ojos, y era eso lo que percibía en ese tonito tan molesto. Sintió como se le comenzaba a calentar la cabeza al sobreanalizar la situación.
Con amargura se fijó en el chico sentado a su costado y se fijó que Boomer sostenía casualmente un shot de tequila en las manos sin prestar particular atención en lo que sea que Bubbles estaba pasando.
Sumándole a eso el hecho de que todo el cuarto, incluida su propia amiga habían aceptado el trago de Butch, que Bubbles no podía evitar la presión social de hacer lo mismo que el resto.
Aceptó el vaso con cautela, y pudo ver por el rabillo del ojo la risita casi imperceptible que se le escapaba al moreno, alimentando su desconfianza.
Robin hizo una mueca mientras tomaba el primer sorbo de su amarga bebida, sabor perfume. Dentro de su cabeza deseo que por lo menos hubiera habido un refresco o jarabe que la ayudara a sobrellevar el alcohol puro. Se sorprendió al notar como Bubbles tomaba sorbos casuales sin inmutarse o hacer mueca alguna. Debía ser cuestión de acostumbrarse, aparentemente.
Los amigos de Buttercup y Boomer se juntaron para intentar una vez más lograr que el aparato de karaoke se conectase adecuadamente al televisor en vano. Boomer chasqueó los dientes con frustración, Butch se limitó a tomar una calada de su cigarrillo con expresión impasible.
— Déjalo, nos dieron la peor sala del puto club. No puedo decir que me sorprenda, pero ya vine preparado para este tipo de cosas. — empezó a buscar dentro de sus bolsillos mientras Boomer lo fulminaba con la mirada.
— ¿Así que todo esto es culpa tuya? — preguntó el rubio levantando una ceja y visiblemente fastidiado.
— Hey, a estas alturas ya debió haberlo superado, sino para que rayos me invitó. — El chico de cabello azabache sacó un fajo de cartas color morado que depositó en la mesa. El mazo logró captar la atención de Robin, quién parecía a punto de morir del aburrimiento. Bubbles estudió la conversación de los hermanos con interés, pero no volvieron a tocar el tema después de ese intercambio.
— ¿Quieren jugar? — les preguntó Butch con sospechosa amabilidad, mientras barajeaba las cartas en sus manos. No necesito preguntar dos veces, casi todos anhelaban el tan ansiado entretenimiento. — Es un juego para tomar que recibí de un seguidor por correspondencia. Apuesto a que tienes experiencia con esta clase de cosas ¿no es cierto? — añadió, mirando en dirección de la powerpuff azul con expresión de sabelotodo.
Bubbles se limitó a mirar al vacío mientras meditaba, con los brazos cerrados a la altura del pecho. — No realmente, mi audiencia no es tan grande como parece, y en su mayoría son niñas pequeñas las que me siguen; aunque no lo creas. — añadió, sabiendo a ciencia cierta los rumores acerca de sus transmisiones.
— Claro, por supuesto… — Butch le dirigió una sonrisita de complicidad a su hermano, quien solo se limitó a mirarlo confundido, sin entender realmente de lo que estaban hablando. Por alguna razón, Bubbles no pudo evitar sentirse algo avergonzada y sintió de nuevo como el calor se apoderaba de sus mejillas. — El objetivo de este juego es cumplir los retos en las cartas o beber de sus vasos si se niegan, el que logre acumular más cartas al final del juego, gana. — anunció, mientras ponía boca abajo el contenido de las cartas.
Uno de los gemelos le dirigió una mirada ofendida. — Viejo, pudiste haberlo dicho antes, ¡ya me terminé todo el vaso! — admitió, perdiendo la ventaja al estar ya ligeramente alcoholizado.
Butch se limitó a poner los ojos en blanco. — Tu retraso mental no es culpa mía, Lloyd (o Floyd o como sea). Nunca dije que se tomarán todo el puto vaso de golpe. — Resignado, volvió a servirle otro vaso de whisky puro a su vasito de plástico. Los demás chicos se acomodaron alrededor de la pequeña mesa de café para formar parte de la partida con emoción.
Bubbles buscó la opinión de su amiga con la mirada, quién de la misma forma parecía preguntarle silenciosamente si es que era buena idea echar una partida de tragos con estas personas. Ya habían desperdiciado demasiado tiempo de todas formas y reclamaban diversión a gritos, pero la inseguridad que sentía al lado de gente con una reputación tan dudosa como la de Butch añadía una sensación de peligro al juego.
Robin insistió con un gesto, dejando a decisión de Bubbles el hecho de retirarse o no. La rubia analizó con la mirada a Butch fumando; a los grotescos gemelos ligeramente ebrios; a la pareja de desconocidos que actuaban como si no existieran; y finalmente a Boomer, con la mirada igual de perdida que la suya, como si se sintiera tan desubicado como ella en estos momentos.
Bubbles se mordió el interior de los labios meditando por unos segundos, para finalmente disimular la forma en que se encogía de hombros con dirección a Robin. Abandonando la posición tensa en la que se encontraban para poder participar en el dichoso juego de Butch.
— Tomaremos las cartas en sentido horario. — anunció Butch mientras indicaba con el dedo la primera de la baraja. — ¿Las damas primero? — preguntó, mirando en dirección de las tres únicas chicas que se encontraban en la sala, para posarse finalmente en la castaña que se encontraba a su derecha.
Robin lo miró por unos segundos antes de desencajar la mandíbula con leve fastidio. — Al diablo, como sea. — extendió la mano para tomar la primera carta de la ronda. — Verdad: ¿Alguna vez has experimentado con una persona mayor? Toma dos tragos si pasas. — leyó en voz alta, centrando la atención del cuarto sobre ella.
Después de unos segundos de silencio meditabundo, alguien preguntó. — Bueno, ¿lo hiciste?
La cara de Robin se coloreó de un leve tono carmín, forzándola a mirarse los pies con vergüenza. — Si te refieres a pedófilos en omegle y chatrooms, supongo que podría decirse que sí… —admitió, esquivando la mirada de los presentes.
Bubbles la miró boquiabierta, pero nadie más que ella pareció sorprendido ante la respuesta, es más, parecían incluso decepcionados de una experiencia tan corriente.
Robin no sabía si sentirse aliviada o no por no haber conseguido las reacciones que esperaba con su respuesta. — ¿Entonces bebo o…?
— Nah, respondiste, así que de todas formas cuenta. — admitió Butch con un tono algo aburrido. Rápidamente tomó otra carta para sí mismo, al ser la persona sentada al costado de Robin. — Reto: Muestra la quinta foto de tu galería a la persona sentada frente a tí. Bebe tres veces si te niegas.
Miró a la persona que se encontraba frente a él y sonrió burlonamente al darse cuenta que se trataba de un muy emocionado Floyd (o Lloyd, para lo que le importaba). Se sacó el teléfono con la luna reventada del bolsillo y se lo aventó sin pensarlo dos veces. — Disfrútalo…
— ¡Qué bien! — exclamó el chico mientras su hermano se apegaba a su cabeza para poder observar bien el contenido del celular de Butch, esperando cualquier contenido explícito de tetas o culos que pudiesen conseguir de alguien tan dañado como el rowdyruff verde. En su lugar se encontraron con fotografías de Corvettes y motocicletas e imágenes de bob esponja cholo. — ¿Qué carajos es esto? — decir que estaban decepcionados era poco. Se les había caído un ídolo.
— Un Maserati, ignorantes. — Butch sonrió arrebatándoles el celular de las manos a los gemelos, que se sintieron francamente engañados y no dudaron en comunicárselo con la mirada. — ¿Qué? ¿A lo mejor esperaban porno? Ustedes son tan estúpidos, eso está en la calculadora imbéciles...
Bubbles no pudo evitar aguantarse una risita al ver a los gemelos discutir con Butch acerca de la publicidad engañosa y preguntar cual es el punto de tener tantas fotos de personajes de dibujos animados con edits gangsta. En fin, al final Butch los obligó a tomar cada uno una carta y seguir con sus turnos en el juego.
En resumen a todos los retos, Floyd tuvo que hacer como un perro con parásitos y rascarse contra el suelo y Lloyd hizo el striptease más desagradable al que tuvieron la desgracia de ver. La otra chica del grupo, (Natalie, ¿creo que se llamaba?) ni siquiera hizo el esfuerzo de leer su carta en voz alta; optando en beber los shots requeridos sin pensarlo dos veces. Y luego Travis tuvo que contar una historia de su infancia acerca de cómo al ser extremadamente delgado, había intentado hacerse una autofelación, porque leyó en algún lado que para Marilyn Manson era posible.
Cuando llegó el turno de Boomer, Bubbles lo observó tímidamente leer su carta mientras se rascaba la nuca con nerviosismo.
— Haz 30 sentadillas o toma… mierda. — maldijo silenciosamente, mientras se disponía a a reclinarse sobre sus muslos sin pensarlo dos veces y con expresión fastidiada.
— Puedes dar por hecho que las voy a contar, así que más te vale hacerlas bien. — amenazó Butch, mientras clavaba los ojos encima de su pobre hermano.
Bubbles lo vió realizar el ejercicio sin detenerse ni una sola vez, aunque el rowdyruff verde cada cierto tiempo lo obligaba a repetir el reto cada vez que le parecía que estaba haciéndolo mal. Humillando nuevamente al rubio, quien solo atinaba a obedecer a regañadientes.
Cuando fue el turno de Bubbles de tomar una carta le tocó leer en voz alta: "Quítate una prenda y permanece de esa forma por el resto de la partida."
— Oh sí, ahora eso es de lo que estaba hablando… — dijo uno de los gemelos compartiendo una sonrisa maliciosa junto con su hermano.
— Ahora esto se está poniendo interesante… — murmuró Butch en voz alta, mientras prestaba especial atención al ajustado vestido que Bubbles llevaba puesto.
Asustada, Robin volteó a ver a su amiga con preocupación, pero Bubbles no parecía darle demasiada importancia al reto en cuestión, además de fulminar a Butch con la mirada.
Natalie golpeó a Travis en el brazo al notarlo de repente interesado en el reto que le tocaba a la rubia.
Incluso Boomer se inclinó con curiosidad preguntándose si verdaderamente la powerpuff cumpliría con el reto. Inconscientemente dejando que sus ojos divaguen por sus curvas pronunciadas y sus piernas blancas como la leche.
De repente el cuarto se sintió aún más caliente y pequeño, con 7 pares de ojos atentos a cualquier movimiento de la powerpuff azul.
Más temprano que tarde, Bubbles hizo un ademán de inclinarse hacia adelante, para luego quitarse las sandalias de plataforma que llevaba puestas.
Un número de gemidos de frustración y protesta se apoderaron de la sala. Y Boomer dejó salir el aire contenido dentro de su pecho. Bubbles devolvió a todo el mundo una sonrisita de suficiencia y reproche mientras depositaba a un lado sus zapatos y se cruzaba de piernas, dejando ver sus uñas pintadas de un brillante turquesa.
— Oh, hombre eso no es suficiente para mí… Acabas de matar algo en mi interior — gimió Floyd, mientras se hundía en su asiento con tristeza.
— Habla por tí hermano… — bromeó Travis con una sonrisa misteriosa que hizo dudar a su novia de la falsedad de su broma. Natalie le dirigió otra mirada asesina desde la pantalla de su celular que se negaba a abandonar.
— ¿Sabes? Podrías hacer bastante dinero de eso. — cambió de tema Butch, superando su decepción y de repente interesado en la forma de sus pies. — Hay bastantes páginas de amantes de los patas como Travis que pagarían bien por fotos.
— Seguro, con eso terminaré de pagar mis préstamos universitarios… — le siguió el chiste con ironía, mientras regresaban su atención a la partida, reiniciando las rondas con Robin.
Alrededor de unas horas pasaron bajo la luz azul de la pantalla averiada del televisor de la sala. Fueron varias rondas de cartas ganadas, retos cumplidos y shots bebidos.
Bubbles se sintió afortunada de que el alcohol por sí mismo, no fuera suficientemente efectivo en su adolescente cuerpo de superheroína. Aunque no pudo evitar sentirse algo culpable al notar como su amiga, comenzaba a caer rendida ligeramente embriagada con los vasos de ron que había bebido. Uno de los gemelos yacía dormido con la boca abierta después de haberse negado a cumplir con la mayoría de retos humillantes que le habían tocado hacer.
Tanto Bubbles cómo Butch estaban cabeza a cabeza a la hora de ganar el juego,siendo ambos los que más retos habían cumplido y menos trago habían bebido; contando anécdotas, realizando esfuerzo físico y repitiendo trabalenguas sin equivocarse.
No fue hasta que fue el turno de Travis de nuevo que el estupor de la atmósfera del juego se quebró en su totalidad. Le había tocado enseñar las conversaciones de su celular a Robin, a quien le cedió el teléfono con algo de nerviosismo.
Robin leyó los chats con vehemencia hasta llegar a uno en específico que la hizo fruncir el ceño. — Eh ¿quién es Harriet? — preguntó en voz alta al analizar el contenido sugerente que no se atrevió a repetir.
Un silencio sepulcral se apoderó de la sala, mientras una expresión de pánico se dibujaba en el rostro del muchacho. De repente, Natalie se levantó como una fiera de su asiento mientras fulminaba con la mirada a su novio.
— ¡Me dijiste que no le volverías a escribir jamás! — gritó enfurecida, con el rostro carmesí como un tomate, aventándole su chamarra en el rostro para después abandonar a zancadas la sala de karaoke.
La powerpuff azul la miró sorprendida, siendo lo máximo de palabras que la había escuchado pronunciar durante toda la noche.
Travis le siguió el paso, suplicante, abandonando rápidamente junto con ella la sala sin mirar a nadie más en la habitación.
Una vez que se fueron, el silencio se apoderó de la sala junto con la incomodidad de lo que acababa de pasar. Robin, especialmente, se sintió culpable y estupefacta al sentir que fue ella la que había generado todo este desmadre. Butch sin embargo, permaneció inmutable en su asiento, más interesado en su celular que el conflicto de pareja.
— Eso no es nada, confíen en mí. Se reconciliarán más pronto de lo que tardamos en terminar el juego. Sigamos. — hizo un ademán en dirección a su hermano, quién obedeció algo hesitante.
Leyó en voz alta: — "Tómate un shot con las personas con el mismo color de cabello que tú. Sí eres el único, tomate dos shots." — incómodamente, su mirada vaciló en dirección hacia la powerpuff girl azul, que no se encontraba prestando particular atención a lo que hacían. Como no respondía, Boomer carraspeó ligeramente. — Uhm…¿deberíamos?.
Al percatarse de que se dirigía directamente hacia ella, parpadeó ligeramente. — ¿Yo? Oh… ehm… — intentó verbalizar lo que quería decir, pero el intercambio la tomó por sorpresa.
— Solo háganlo, pedazo de rubios. — exclamó Butch con molestia, mientras servía a cada uno su respectivo vaso de tequila.
Después de recibir cada uno la bebida, Boomer la levantó en su dirección con una sonrisa ligera. — A tu salud. — le deseó, antes de beberlo rápidamente.
— Nerd. — susurró Butch.
Bubbles, le devolvió el deseo con una sonrisa tímida, siguiéndole la corriente. El licor le ardió la garganta con su sabor perfumado más de cierta forma reconfortante.
A comparación del resto de personas en la sala. Ambos sabían que era puro espectáculo, al ser en su mayor parte, invulnerables a los efectos del alcohol. No podía decir lo mismo de Robin, quién ya se encontraba ligeramente avispada.
No estaba segura de cómo sentirse con el hecho de hacer migas con dos de sus antiguos archirrivales. Mucho menos de comó casi y se sentía a gusto con la compañía de su contraparte, parecía agradable en su mayor parte, incluso tierno.
Le costó unos cuantos minutos en percatarse que el resto de personas en la habitación, bueno al menos las que aún estaban conscientes, los contemplaban con distintas emociones dibujadas en sus rostros. Robin se veía claramente confundida, con la ceja levantada y una mueca de ligera desaprobación; por otro lado, Butch era casi imposible de descifrar: aunque su rostro no demostraba ninguna clase de emoción parecía de cierta forma, satisfecho.
Bubbles tosió ligeramente para disimular el estupor del momento mientras redirigía su atención al mazo de cartas. Solo un reto más y me retiro, pensó, admitiendo que había sido suficiente. Robin estaba quedándose dormida y después de la salida dramática de la parejita, el ambiente acababa de ponerse extremadamente tenso.
Leyó su carta en voz alta sin pensar demasiado en cumplir o no el reto.
— Faja con la persona a tu derecha por un minuto. Tres shots si te niegas o no cumples con el tiempo.
La sonrisa juguetona de Bubbles se congeló por un segundo, en lo que su corazón daba un vuelco de pánico. Intercambió la vista con el resto de presentes, quienes la miraban con una mezcla de nervios, decepción y diversión. Por último, espió por el rabillo del ojo al sujeto en cuestión con quien se suponía debería intercambiar una sesión de apasionados besos.
La rubia no era el tipo de persona que obligaría a alguien a hacer algo que no quiere, ni siquiera insistiría en someterlo a la presión social del juego. Si es que Boomer daba alguna señal de estar en contra de lo que decía la carta, se tomaría esos tres shots con dignidad.
Pero el rostro del muchacho era difícil de descifrar.
Estaba obviamente nervioso, la cara se le había empezado a poner roja y tenía la mandíbula inferior ligeramente desencajada hacia adelante. Intercambió miradas con su hermano moreno en una conversación silenciosa, y sin voltear en dirección a Butch vió de reojo como este solo sonreía despreocupadamente mientras levantaba una de sus cejas.
No necesitaba ser una genio para descifrar que estaba buscando alguna especie de negativa de su parte, la cual no recibió.
Bubbles se mordió el labio con nerviosismo, y por la esquina del codo sintió como Robin la pellizcaba disimuladamente el antebrazo, intentando comunicar lo peligroso que se sentía todo este tema.
— Bueno… — fue Boomer el primero en dignarse en hablar, en un tono casi solemne. — ¿Deberíamos…?
Su pregunta la tomó por sorpresa. A pesar de tener la palabra miedo, dibujada en el rostro; el rowdyruff se esforzaba en aparentar indiferencia ante el insignificante reto, dejando a Bubbles en una situación difícil.
Siempre podía ser la mejor persona y rendirse ante la obvia desconfianza que el chico sentía hacia besarse con su ex(?) archienemiga? archirival? ¿Podían seguir llamándose así?
¿Alguna vez lo fueron realmente? ¿Siquiera y eran amigos ahora?. Definitivamente no se conocían lo suficiente como para serlo.
Pero había algo en la expresión burlona de Butch que la sacaba de quicio. Sabía que si se negaba a besarlo, sería humillante para el rubio. Era una especie de implícita prueba de hombría para un chico aparentemente inexperto. No era secreto el hecho de que Boomer había evadido a las mujeres una gran parte de la secundaria. No recordaba haberlo visto jamás con alguna novia o amiga.
— El tiempo corre rubia… — habló el rowdyruff verde con una sonrisa arrogante. — ¿Vas a darle un beso al nene o qué?
Bubbles le arrugó la nariz con descontento. No entendía cómo alguien podía disfrutar torturando a su pobre hermano pequeño.
Examinó por última vez el rostro de su contraparte masculina, quien a pesar de la tensión, permanecía impasible ante su decisión. El ceño ligeramente fruncido no combinaba con las pequeñas pecas de su nariz, parecía una especie de niño haciéndose el valiente. Y eso fue suficiente para enternecer una vez más el suave corazón de la chica.
Con un suspiro, Bubbles intentó imaginar que eran las únicas personas en la habitación, de forma que fuese más sencillo. Tomó a Boomer del hombro con una mano, y con la otra acercó su rostro hacia el de ella.
Cualquier desconocido podría calificarla como una especie de veterana en el arte de besar, y más en contraste con un completo principiante como lo era el rubio. Pero era sorprendentemente, no desagradable…
Todo lo contrario.
Sus labios rozaron los suyos, y en lugar de forzar o aplicar la dominancia que algunos hombres inexpertos intentaban a la hora de besar, se dejó llevar por la experiencia de su propia boca.
Se sintió suave, casi como la boca de una chica. Labios de chica… pensó Bubbles para sus adentros, mientras continuaba besándolo con delicadeza.
Probablemente debió darse cuenta antes de dejarse llevar, pero la costumbre la movió a abrir su boca lo suficiente como para que su lengua rocé ligeramente la boca del muchacho. Sintió como este se estremeció ante el acto y se preguntó con vergüenza si acaso había sido demasiado atrevida.
No obstante, él respondió tomándola suavemente de los antebrazos, de forma que pudiera profundizar el beso de forma más cómoda. Ella aceptó gustosa y más dispuesta a seguir arriesgándose.
Boomer comenzaba a agarrar la onda del beso francés. No era tanto como una pelea de lenguas sino más bien, un baile sincronizado, en el que de vez en cuando sus lenguas tímidamente se encontraban entre beso y beso, ocasionando cosquillas en el bajo vientre y provocando que sus pantalones se sintieran cada vez más apretados.
Bubbles no se quedaba atrás en cuanto a emociones encontradas. Con cada segundo que pasaba, el impulso de profundizar más el beso se volvía más intenso. Había veces que incluso se le escapaba algún suspiro silencioso que no pasaba desapercibido por el rubio.
Ambos se encontraban tan concentrados en el momento que la interrupción de Butch los tomó por sorpresa a ambos.
— Ya pasaron más de tres minutos chicos… — habló en voz alta, obligándolos a separarse abruptamente. — Lamento interrumpir pero después de un rato se puso aburrido, comiendo rico frente a los que tienen hambre ¿eh?
Bubbles se abanicó el cuello con vergüenza y en un desesperado intento de disimular la calentura por genuino calor. Boomer no se quedó atrás, se limpió los rastros de labial y saliva con el dorso de la mano mientras miraba a otro lado, rojo como un tomate.
— Mirate actuando como todo un hombre. Me enorgulleces hermanito. — comentó el moreno con expresión solemne. — Pero realmente debes trabajar en tu autocontrol, desde acá puedo verte el paquete.
Cuatro pares de ojos se fijaron en la entrepierna del rubio, y efectivamente, para su propia humillación, la erección era increíblemente evidente. Bubbles aguantó la respiración presa del pánico.
Boomer se levantó abruptamente del asiento, y apartó la mesa con los pies mientras se cubría la entrepierna con una chamarra y escapaba del cuarto. — Vete a la mierda, Butch. Se alcanzó a oír, en lo que azotaba la puerta violentamente.
Butch no dejó que el berrinche de su hermano pequeño le arruinará la velada de todas formas, ignorando la forma en que Bubbles lo fulminaba con la mirada.
— ¿Qué? Solo está haciendo drama. Todos lo vieron de todas formas, yo solo me tomé la molestia de comunicárselo. — extendió la mano con despreocupación, para luego entregarle una carta a Robin y que sea ella quién le leyera el reto. — Probablemente se emocionó porque es la primera vez que besa a una chica. Tienen que comprender que es como un bebé dando sus primeros pasos…
Hizo un ademán con la mano para continuar con el juego.
Una expresión sombría se apoderó del rostro de Bubbles mientras tomaba en cuenta lo que acababa de hacer. No solo había cobrado el primer beso de su archienemigo, indirectamente había sido partícipe de una gran humillación por parte de su hermano.
Lo había disfrutado, y lo que era peor: el rostro de Rose le cruzó por la cabeza después de haber consumado la traición. Sabía perfectamente que su amiga gustaba de él, y fue tan estúpida que lo olvido todo en cuanto se presentó ese estúpido reto. Si es que acaso se enteraba…
Aún algo aturdida por todo lo que acababa de presenciar, la castaña leyó con voz ronca su reto: — Llama al sexto contacto de tu teléfono. Si no lo haces bebe dos tragos.
Butch deslizó los dedos en la pantalla de su celular hasta verificar su agenda de contactos. Solo le tomó unos segundos hasta que la sonrisa de su rostro se derritió para dar paso a una expresión de disgusto.
— ¿Qué pasa? — preguntó Robin, intentando ver por encima de su brazo la pantalla de su celular. Butch solo suspiró profundamente con los ojos cerrados.
— Supongo que ganaste el juego rubia, felicidades. — la felicitó secamente, apartando su celular a un lado de la mesa, mientras se cruzaba de brazos. — No hay forma de que hablé con ese imbécil ni aunque me pagarán…
Farfulló algo más entre dientes con gélida amargura. A Bubbles se le hizo raro el súbito cambio de energía, y por curiosidad utilizó su visión a detalle para ver quien era el imbécil en cuestión. Alcanzó a leer el nombre de Brick.
Bubbles celebró la amarga victoria levantándose junto con su amiga, quién la veía aún como si fuera alguna especie de desequilibrada mental.
— Fue divertido, gracias. — musitó educada y fríamente al anfitrión del juego. Aún lo despreciaba por la forma en que se había burlado de ella. Se acomodó los zapatos que se encontraban a un lado rápidamente.
— Cuando quieras preciosa. — le contestó burlonamente el moreno, regresando a su ánimo anterior, alzándole un vaso en gesto de brindis.
De repente ya no importaba Princesa, ni sus amigas abandónicas o ninguna estúpida fiesta. La mente de Bubbles era un lío e intentaba hacer sinapsis de todo lo que acababa de experimentar, mientras sus tacones hacían clac clac clac sobre el abandonado pasillo que daba a la entrada del club. Robin la seguía con dificultad, hasta que por fin atravesaron la puerta y sintieron la brisa nocturna golpear sus rostros.
Ya iban a ser las dos… La castaña se inclinó en su dirección, en lo que se le pasaba gradualmente la borrachera.
— ¿Pero qué carajos fue eso?
Bubbles inhaló un sorbo de aire mientras procesaba todo lo que había pasado y lo traducía de forma que sea digerible para su hermana.
— Fuimos a la fiesta de Princesa, nos aisló a propósito, nos encontramos con Boomer en una cabina dañada, Butch nos dejo quedarnos, jugamos un juego de retos, bebimos y tuve que besar a Boomer, Butch fue un imbécil, Boomer se enfadó y yo gané el juego. — Terminó de narrar de la forma más rápida que le era posible.
— ¿Qué? — exclamó Blossom con insultante incredulidad — ¿Besaste a Boomer Him? ¿Has perdido la cabeza?
— Hey, al menos no explotó en mil pedazos… — contestó la rubia inocentemente, mientras apartaba la mirada de su hermana desde el asiento delantero.
Blossom profirió una especie de gruñido de frustración mientras se pellizcaba el entrecejo con exasperación. Mil escenarios corrieron por su mente acerca de cómo se desarrolló el acto, y otros mil escenarios acerca de las repercusiones que traería a su reputación si es que alguien se enteraba. Ya era suficiente con la imagen con la que cargaba Bubbles.
— Mira, si te hace sentir mejor, dos de las personas que lo vieron estaban semi inconscientes, Butch no tiene credibilidad y Robin no dirá nada. — replicó Bubbles en un intento de apaciguar las aguas de su hermana mayor. Luego miró en dirección a la conductora del coche, quién no había estado prestando atención hasta qué mencionaron su nombre. — ¿No lo harías, cierto?
— ¿Qué? No, por supuesto que no. ¿Por qué lo haría? — preguntó la castaña un poco dolida con la duda de su mejor amiga sin mirar en su dirección. Ya habían arribado a la escuela y estaba buscando distraídamente un lugar donde estacionarse.
— ¿Qué hay del mismo Boomer? — arremetió Blossom, cruzándose de brazos y mirando a Bubbles con mucha seriedad.
— ¡No lo haría! ¡Es demasiado bueno!. — replicó la ojiazul con un dejo de pánico, aunque su hermana no se vió muy convencida. — Además… — añadió, mientras se ruborizaba un poquito. — No creo que haya sido una experiencia agradable de contar para él…
Aunque la powerpuff rosa sintió su frente arder por el estrés de tener que explicarle a su hermana que un rowdyruff no era completamente de fiar, un recuerdo cercano le vino a la mente, obligándola a considerar mejor sus palabras antes de abrir la boca.
— Más vale que sea como dices, Bubbles. — finalizó Blossom con severidad mientras abría la puerta del coche dispuesta a salir. La powerpuff azul solo se encogió cuando escuchó el azote de la puerta.
Se mordió el labio con lago de mortificación si es que el chisme se esparcía a voces entre los asistentes del colegio. Incluso se tomó unos segundos de observar el bullero de adolescentes que caminaban juntos en dirección a clases, buscando alguien que le señalase con el dedo o susurrará a sus espaldas.
Podían irse al diablo junto con su reputación, para lo que realmente le importaba. A diferencia de su hermana, ella no era una persona dependiente al qué dirán. Había superado esa fase hacía mucho tiempo.
Era el hecho de que sus amigas se enteraran, más específicamente Rose. Ya era una amiga terrible por besar al interés amoroso de una de sus mejores amigas y no tener intención ninguna de decírselo; peor sería que se enterará de la boca de terceros. Pensarían que es una archi mega zorra…
Bubbles agachó la cabeza con un suspiro, mientras Robin la contemplaba dudando si consolarla u obligarla a bajar del auto. Solo le faltaba llegar tarde a clase de cálculo avanzado…
Buttercup sentía que había matado el tiempo lo suficiente, se limpió el sudor de la frente.
Tenía algo de 20 minutos de sobra hasta su práctica del equipo de soccer. Su cafetera rodante hizo una especie de lamento en cuanto la puso en marcha desde su lugar de aparcamiento hasta el taller de mecánica que se encontraba atrás del gimnasio.
Lo sé, bebé. Se lamentó por la agonía de su coche, con mudos sollozos. Aunque fue debido a su poderosa rodilla que se encontraba en este estado, no podía evitar depositar toda la responsabilidad en Mitch. Maldito sea.
Estaba tan molesta que no le hablo en todo el día y silenció su teléfono para no tener que leer sus incesantes mensajes. Había tenido suficiente de él por un tiempo.
El sol estaba a punto de ponerse, bañando de un color carmesí el paisaje cotidiano del asfalto gris y los edificios pintados de crema del plantel.
El taller de mecánica era un garaje rudimentario, casi al aire libre, 6 columnas sosteniendo un techo de polipropileno; con tan solo dos espacios dedicados para los autos a arreglar. Un grupo de malandrines hacían hora subidos a una pila de llantas automotrices abandonadas El hedor de la hierba golpeó su nariz en cuanto salió del auto en su dirección.
El taller de mecánica era una implementación reciente gracias a los esfuerzos de la señorita Keane, formando parte de un programa implementado en las escuelas de Townsville con el objetivo de reducir el ocio y el pandillaje en los jóvenes ofreciendo en su lugar un oficio y fuente de ingresos a medio tiempo para los asistentes del taller.
Y aunque en papel sonaba como una buena idea, en el mundo real era un lugar que reunía a la chusma de la secundaria Townsville.
Sonoras carcajadas masculinas la hicieron reconsiderar si era una buena idea dejar su coche a manos de simios en overol. Chicos de primer año con el cabello rapado, cubiertos de tatuajes ilegales para su edad, piercings y apestando a la lechuga del diablo mataban el tiempo viendo vídeos en su celular y riéndose como estúpidos. Los gemidos que venían de uno de los celulares la disuadió de acercarse a alguno de los pequeños delincuentes.
Por el rabillo del ojo buscó a alguien competente que pudiera ayudarla, un profesor o instructor de algún tipo…
Un hombre con una panza sobresaliente, el cual llevaba un uniforme que apestaba a gasolina y a alguien que no tomaba una ducha en días, se encontraba roncando en una esquina sin realmente importarle que se encontrará recibiendo visitas. Buttercup se acercó hacia él con las manos dentro de sus bolsillos.
— Hey, señor.— pateó levemente uno de los costados de la silla, aún sin lograr respuesta alguna. — Tenemos una emergencia aquí señor, un caso grave. Por favor despierte.—
— Tienes que llenar el formulario de allí si es que quieras que atendamos tu coche...—
Una cabeza emergió de un gran rectángulo subterráneo en el piso, sobresaltando a la ojiverde.
Un chico de cabello engominado, piercings, y grandes ojos verdes de mapache las contemplaba con expresión aburrida mientras se enderezaba saliendo de su agujero.
Butch Him llevaba puesto uno de los uniformes de práctica tan solo de cintura para abajo,su torso estaba descubierto con el overol negro atado a la cadera, lo que puso los nervios de punta a la powerpuff verde; un escalofrío de vergüenza le recorrió el cuerpo.
— ¿¡Qué demonios se supone que estás haciendo aquí!?— bramó la muchacha, apretando los puños y con las mejillas coloradas de sangre. Casi la mata de un susto
El chico la chitó. — ¿No puedes acaso, ir a gritar a otro lado o algo así Butt? Hay gente que intenta dormir por si no te has dado cuenta…— señaló con el pulgar en dirección al anciano del asiento. — Trabajo aquí en las tardes, genia. Creí habértelo mencionado en mi tarjeta. Más bien, ¿tú, qué estás haciendo aquí?
Buttercup se cruzó de brazos a la altura del pecho, incapaz de admitir la necesidad que tenía por ayuda.
Butch barrió con la mirada a la hermana de la chica y luego se giró para verla también a ella con una expresión curiosa en el rostro, pasando varios segundos de silenciosa contemplación mutua sin que ninguno se atreviera a decir nada.
Al final, no le quedó de otra que resignarse, echándose para atrás y señalando la superficie abollada de su coche.
El rowdyruff dejó salir un largo silbido, seguido por un tenue 'auch' mientras se acercaba para examinar mejor el daño, rascándose la barbilla.
— Siquiera y qué hiciste con el pobre; Butterbutt. ¿Te sentaste encima?— la chica pudo sentir como una superficial venilla le comenzaba a palpitar en la sien. Ahora verdaderamente buscaba una excusa para ser golpeado. —Odio ser quien te lo diga nena, pero tu auto está hecho mierda, y escatimando costos yo diría que te costaría repararlo en… al menos ...— Sus pupilas rodaron hacia el cielo, haciendo cuentas mentalmente. — Quinientos grandes.—
— ¿¡Quinientos dólares!?— si Buttercup hubiera estado bebiendo algo en ese momento, posiblemente ya lo habría escupido al suelo. En cambio, había gritado tan fuerte, que por un segundo, el adormilado mecánico en jefe pareció sobresaltarse y despertar...solo para volver a quedarse profundamente dormido en su asiento.
El muchacho de ojos verdes río plácidamente, sin ser necesariamente burlón. — Calma… eso te cobrarían en un taller corriente; en uno más lujoso quizá hasta te cobren el doble…— La chica pareció haberse quedado fría en donde se encontraba parada. —Aquí podemos dejártelo en 200.—
Sin mirarla, jalo un banco de madera en donde pudiera sentarse, mientras pulía algunas herramientas cubiertas de grasa con un pañuelo que parecía igual de grasiento. Levantó la mirada en dirección de la chica con una sonrisa juguetona.
La powerpuff verde adoptó una expresión derrotada —Ni siquiera puedo llegar a los cien. — se resignó Buttercup con un sonoro suspiro. Estaba frita. — Mira, puedo pagarte los doscientos, pero te pagaría en cuotas de 50 por cuatro meses. —
—Tú estás mal de la cabeza, niña.— le replicó el muchacho, mientras colocaba las herramientas a un lado y estiraba las piernas. —Son doscientos en dos semanas y es todo lo que puedo hacer por tí.— Metió las manos dentro de los bolsillos del mono de trabajo.
La morena comenzó a morderse la uña del dedo índice. —¿Qué tal treinta por cuatro semanas? —
Butch dejó salir una sonora carcajada. —¿Acaso ciento ochenta suena más económico?—
De repente la powerpuff rubia irrumpió dentro de la negociación. —Puedes vivir con ciento sesenta.—
— No me jodas. — le repuso Butch. —Ciento sesenta y una noche con la pelirroja de tu hermana.—
A este punto, la idea le pareció tentadora a Buttercup, mordisqueandose la uña del pulgar. — ¿Qué tal ciento veinte y la dejó amordazada en la puerta de tu casa? —
Butch pegó tremenda risotada.
— Debes estar verdaderamente desesperada. — admitió el muchacho, enjugándose una lágrima a costa de las carcajadas. —De acuerdo, ¿Qué tal ciento cuarenta y vamos por setenta en dos semanas?—
Mierda, sí. Buttercup celebró una victoria silenciosa dentro de su cabeza.
—...Con una condición —
Puta mierda. Sabía que era demasiado bueno para ser cierto.
— ¿Qué? — exclamó derrotada la morena, pensando en cuál podría ser la humillante condición que le dejaría a cambio de una reparada tan económica.
— No lo sé. — evitó el chico con una sonrisa que no dejaba entrever nada bueno. — Un favor posiblemente, cuando se me ocurra algo que pueda obtener a cambio de tí…
Aunque no podía evitar detectar un ligero subtexto sombrío en sus palabras, Buttercup se mordió las uñas pensando en si valdría la pena vender su alma al diablo a cambio de reparar su coche.
— ¿Qué tan… rápido puedes arreglarlo? — preguntó, algo titubeante.
— Lo tendrías listo … máximo hasta el viernes. — contestó el chico, cruzándose de brazos contra el marcado pecho desnudo. Buttercup apartó la mirada con incomodidad mientras meditaba lo que acababa de decir, eran tres días de trabajo. — Si yo fuera tú, aceptaría mi oferta sin pensarlo dos veces Butterbutt. Considerando tu presupuesto… — admitió al aire, con expresión inocente.
Buttercup enrojeció levemente, admitiendo para sí misma que no tenía a nadie más en quien confiar, y aunque su contraparte le desagradaba con creces; no podía negar la reputación que le precedía a voces. Aparentemente, Butch era el mejor mecánico junior del taller, siendo el favorito de los profesores a la hora de sacarlos de embrollos con sus autos que apenas podían pagar con sus salarios.
En el fondo, le hacía rechinar los dientes de rabia reconocer que el muchacho tenía talento; tanto como personalidad de internet, como de mecánico. Pero debía admitir que no tenía de otra.
— Tú ganas… — suspiró, mientras le temblaba la mano a la hora de entregar sus llaves con un llavero de pelusa verde. Butch se las arrebató de las manos con ímpetu.
Butch se permitió a sí mismo formar una socarrona sonrisa de dientes afilados. Pasando una de sus manos sobre su cabello para poder levantar los mechones que le caían sobre la frente, de forma parecida a la de su contraparte.
— Entonces es un maldito trato. — exclamó, mientras le extendía una de sus manos.
Electricidad le recorrió los brazos a la joven ojiverde al momento de intercambiar un apretón con el rowdyruff, como si de una premonición maligna se tratase. Verde esmeralda y verde oliva se encontraron, desafiantes ante cualquier indicio de echarse para atrás.
A un costado, una figura obesa se movió en su lugar con un quejido, dirigiéndose al grupito de adolescentes al fondo del taller con aprehensión.
— ¡Podrían ustedes, montón de mequetrefes, cerrar la boca de una maldita vez! ¿¡Qué no ven que estoy tratando de dormir!? —
¿A qué no se lo esperaban? Lamento mucho el año de hiatus, no tengo otra excusa más que la vida adulta y un bloqueo de escritor imposible de sacudir. En realidad, este es un rewrite, ya que consideré el anterior boceto como algo mediocre; después considere que todo el fic lo era y me desanimé de tocarlo, luego releí el fanfic seis meses después y dije, hey no estaba tan mal, puedo trabajar con esto. Y así fue como retome el fic.
La verdad este cap fue un bache creativo, supongo que por la cantidad de personajes, tenía en un principio más claro la fluidez entre los rojos que no tenía con los verdes y azules. Pero ahora cada cosa va cayendo en su lugar y se me es más fácil comprender lo que quiero hacer con ellos.
Creo que al final fue mala idea hacer capítulos solamente dedicados a cada pareja ya que siento que de vez en cuando es sofocante. Así que por ahora trataré que la historia fluya como un 70% reds y ocasional 15% o 30% blues o greens. Prometo que haré un esfuerzo en no abandonar la historia pero necesito algo de paciencia con las actualizaciones y mucho apoyo para no deprimirme de nuevo hahahaha (no es obligatorio pero agradezco que aún mantengan interés en lo que escribo).
Si me tardó demasiado en escribir para el siguiente capítulo: ¡Feliz navidad! y si me demoró MUCHO más: ¡Feliz año nuevo!
El título del capítulo es una canción de Marina, y bueno alude a la forma en que se siente Bubbles al final del capítulo, y el rol que tomará Butch próximamente. Les mando un abrazo 3.
