Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de tenneyshoes y los personajes son de Masashi Kishimoto, yo únicamente traduzco.
El camino que recorremos
Capítulo 1
Lo primero de lo que fue consciente fue de un olor maravilloso y cálido que jugueteaba con su nariz. Tenía un ligero tono especiado y lo sacó del férreo agarre del sueño.
Canela.
Mientras el aroma dulce a especias lo sacaba más del ensueño, sus demás sentidos empezaron a despertar. Sus párpados brillaron de un tono rojo y los cerró con fuerza contra la brillante luz del sol que sabía que lo estaba aguardando. Una suave calidez le recorrió la longitud de su cuerpo desde la barbilla a los tobillos. Su brazo rodeaba lo que fuera que estuviera presionado contra él y algo suave le hizo cosquillas en el cuello y la mandíbula mientras movía el brazo para atraer la cosa lisa y suave hacia sí. Cuando se movió, también lo hizo la cosa, y algo empujó entre sus tobillos y se presionó contra la parte de abajo de su pantorrilla.
El movimiento lo alejó más del sueño y entrecerró los ojos contra la brillante luz que entraba por la ventana. Sus ojos se ajustaron lentamente a la luz dorada y bajó la mirada a sus manos cuando lo que fuera que estaba abrazando se movió otra vez. Tenía la nariz enterrada en lo que solo podía asumir que era una melena de brillante pelo negro enredado que escondía el rostro que tenía apretado contra su pecho desnudo.
Su mente se concentró inmediatamente y solo años de entrenamiento shinobi evitaron que saliera rápidamente y sin elegancia de la cama a causa de la impresión y la sorpresa. Pasó la vista rápidamente por la sala para intentar recopilar información. Localizó una lámpara llamativa situada en una mesilla de noche baja al otro lado de la cama… el de su acompañante. Más allá de eso, la extensión de cielo que podía ver a través de la ventana insinuaba un hermoso día. La ropa yacía esparcida por la habitación, en el suelo, en la silla del rincón y en la cómoda que estaba contra la pared opuesta al pie de la cama, y fue abruptamente consciente de que lo único que llevaba puesto eran una sábana y esta extraña mujer.
Su situación se estaba volviendo cada vez más lúgubre y decidió que sería mejor que saliese apresuradamente y averiguase dónde demonios estaba. Con agonizante cuidado, extrajo lentamente el brazo de debajo de la cabeza de la mujer y sacó su pie de debajo del de ella. Le daba la espalda y sus pies acababan de tocar la alfombra cuando oyó un murmullo detrás de él. Su cuerpo se bloqueó y no pudo moverse.
—¿Naruto? —oyó mientras dedos suaves se presionaban contra su espalda baja.
Como si lo hubieran electrocutado, el hombre salió de un salto de la cama y se giró para mirar a su compañera de cama. Lo que vio y lo que le dijo su cerebro que estaba en el reino de la posibilidad no concordaban. Con su súbita salida de la cama, la mujer había salido de un sobresalto de su relajada posición contra las almohadas. Su espalda estaba recta, su oscuro pelo enredado le llegaba a la cintura de una forma que distraía y tenía una mano apoyada en la cama, donde él acababa de estar, para sostenerse.
Brillantes ojos blancos con el Byakugan lo miraron con preocupación, pero lo único que se registró en su mente fue que tenía el torso denudo y no estaba haciendo intento alguno por taparse.
De nuevo, su cerebro volvió a atender de golpe, como si fuera una goma elástica, y se giró inmediatamente sobre sus talones para preservar un poco de su decencia. Al mismo tiempo, no pudo evitar volver a mirarla, aunque solo fuera para confirmar que de verdad era ella. Al menos, eso fue lo que se dijo.
—¡¿Hinata?! —su voz sonó una octava o dos más alta de lo que debería mientras miraba entre sus dedos, antes de volver a darse la vuelta y estampar una mano sobre sus ojos.
—Naruto… ¿estás bien? —le llegó su suave voz, prácticamente rogándole que se girara para volver a mirarla. Casi lo hizo antes de que la imagen de lo que había a su espalda nadara ante sus ojos y se mordió la mejilla. La mano que tenía sobre los ojos subió por su rostro y hasta su pelo, donde agarró los mechones rubios y tiró con fuerza. Estaba mirando hacia la puerta de lo que solo podía asumir que era una habitación de hotel y justo a la izquierda de la misma vio el lavamanos de un cuarto de baño a través de otra puerta. Se escapó al baño y dio un portazo, ignorando a la mujer que lo llamaba por su nombre tras él.
Sus manos agarraron los bordes del lavamanos y emitió una fuerte exhalación. Sintió las rodillas un poco temblorosas y se agachó, apretando la fría porcelana contra su frente, y siguió regulando su respiración. Tras un momento, se sintió mejor y se alzó en toda su altura para mirarse en el espejo.
Lo primero que notó fue la red de marcas en su pecho. Juntó las cejas mientras las examinaba más de cerca. Había líneas y líneas recorriendo su pecho en grupos de cuatro, como si se hubiera rascado con demasiada fuerza, pero no hubiera roto la piel. Un grupo de líneas desaparecía sobre su hombro y giró la columna para intentar ver su espalda. Encontró el mismo patrón de cuatro líneas entrecruzadas por toda su espalda. No podía verlo bien, pero notaba que había más que las que había en su pecho.
Naruto no se había pasado tres años con uno de los mayores pervertidos del País del Fuego sin aprender conocimientos básicos (y no tan básicos). Al parecer, había pasado una noche increíblemente apasionada con aquella mujer que estaba justo al otro lado de la puerta.
Se devanó los sesos una y otra vez, rebuscando por todas partes, pero no encontró nada. ¡No podía recordar nada! ¿Cómo, por Kami, había terminado él, Naruto Uzumaki, en una habitación de hotel con Hinata Hyuga?
Sus manos volvían a agarrar el lavamanos, con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Levantó la mirada del desagüe para inspeccionar su rostro en el espejo, ¡desesperado por encontrar algo! Unos ojos muy azules le devolvieron la mirada a través de mechones rubios greñudos. De nuevo, juntó las cejas. Había algo… raro. No pudo precisarlo exactamente al principio y sus ojos recorrieron su rostro intentando identificar qué pasaba.
Lentamente, casi sin convicción, empezó a tomar nota de las observaciones. Tenía el pelo largo. No excesivamente largo, pero más largo de lo que lo tenía habitualmente. No era tan largo como había tenido su padre su melena rubia, pero se le acercaba. Su mandíbula estaba ligeramente más definida. Su nariz, ligeramente más prominente. Y aunque cuando relajó la cara desaparecieron, las líneas de expresión alrededor de sus ojos parecían solo un poco más profundas.
Aunque era completamente absurdo, su cerebro seguía empujándolo a la misma conclusión. Parecía más mayor.
Completamente sin invitación, la imagen de Hinata nadó ante sus ojos. Se encogió, retrayéndose ante la idea de mirar a una de sus amigas de la infancia de esa manera, y entonces su cerebro volvió a empezar a mirar los detalles. No había ninguna duda de que era Hinata. Era imposible confundir aquellos grandes ojos blancos y la larga melena oscura. Pero de nuevo, su cerebro empezó a desacreditar cosas, sugiriendo lo imposible.
Se estaba imaginando cosas. De nuevo, captó su reflejo en el espejo y no pudo negar que parecía distinto. Pero extinguió la idea de que Hinata estuviera distinta. Saldría allí, la miraría a la cara y sería la misma vieja Hinata. Parecería una chica de dieciocho años, no más mayor. Asintiendo firmemente para sí, rodeó el pomo con la mano antes de recordar que ella estaba al otro lado de aquella puerta, completamente desnuda. Flaqueó un momento y luego negó con la cabeza, recobrando su determinación de acero.
Entreabrió la puerta y se asomó. Hinata estaba sentada en el otro extremo de la cama, dándole la espalda, pero rebuscando en una pequeña maleta. Armándose de valor de nuevo, la llamó.
—¿H-Hinata? —Levantó la mirada hacia él por encima de su hombro y casi se dio la vuelta, pero Naruto se apartó de la puerta y le dijo que no se moviera. Pudo ver que juntaba las cejas bajo el flequillo, pero obedeció—. Puedes… ¿ponerte algo? —preguntó, maldiciéndose por sonar tan inseguro—. ¿Y traerme unos pantalones? —añadió con timidez.
—Va… Vale. —Ladeó la cabeza, pareciendo confusa, pero asintió. Naruto volvió a esconderse tras la puerta mientras ella se ponía de pie y esperó. Tras un momento, apareció en la puerta y le tendió un par de pantalones oscuros de jonin. Se había tapado con una camiseta que evidentemente no era de ella, porque las mangas estaban enrolladas hasta la mitad de sus antebrazos y el dobladillo conseguía cubrirle la mitad de los muslos. Era obviamente más ancha que su pequeña figura y colgaba de sus hombros y alrededor de sus caderas como un manto. Le arrebató los pantalones a través de la pequeña apertura de la puerta mascullando un rápido agradecimiento y se los puso, intentando ignorar el hecho de que su camiseta era obviamente de él antes de salir cautelosamente del baño.
Hinata lo miró con preocupación y le cogió la mano, retrocediendo para adentrarse en la habitación. Él no pudo pensar en una forma discreta de evitarla, así que la siguió. Ignoró la voz en su cabeza que catalogaba sus ligeramente más maduros (y espectacularmente preciosos) rasgos: antebrazos elegantes, bonitos labios llenos, pómulos sofisticados. Soltando otro aliento ligeramente doloroso, decidió tirarse de cabeza.
—Hinata, ¿dónde estamos? —De nuevo, Hinata ladeó la cabeza un poco y su expresión preocupada se convirtió en una de confusión.
—Estamos en la Posada Ojo del Tigre. Estamos a solo cuatro horas de camino de Konoha. —Su voz era suave y tranquilizadora, pero no pudo contener por completo la preocupación que había en ella—. Naruto, ¿qué pasa?
¿Cómo se suponía que iba a contestar a esa pregunta? ¿Cómo iba a decirle que no tenía ni idea de cómo había llegado aquí o de lo que había pasado antes de que se hubiera despertado esa mañana? Se apartó un paso de ella y frotó las palmas de las manos contra su rostro, intentando pensar. Ella estiró una mano hacia él, no muy segura de cómo ayudar y, como era de esperarse de Naruto, su infame falta de concentración se enfocó en un nuevo detalle. La brillante y cálida luz del sol que se filtraba por la ventana titiló sobre el modesto anillo de diamante y perla de su mano izquierda.
Naruto maldijo violentamente, dándose la vuelta y sobresaltando a Hinata.
—¿Qué demonios pasó? —exigió frenéticamente, girándose para volver a mirarla—. ¿En qué estábamos pensando? Estás casada —se lamentó, más para sí que para ella—. ¿Por qué iba yo a…? No… No puedo… —Estaba empezando a entrar en pánico. El clan Hyuga no iba a tomarse amablemente su aventura con su princesa, ¡y no quería ni pensar en quienquiera que fuese su marido!
Inesperadamente, su atención se detuvo otra vez. Hinata caminó con pasos largos hacia él y agarró firmemente su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarla.
—Naruto, ¿qué pasa? —le preguntó con desesperación.
Se descubrió cayendo en sus hermosos ojos profundos y no supo qué hacer con las manos. Se movieron en el aire, intentando decidir si debían aterrizar en sus caderas, o en sus hombros o simplemente colgar flácidamente a sus costados.
Hinata presionó sus yemas brevemente contra los laterales de su rostro para recuperar su atención antes de preguntar de nuevo:
—Naruto. ¿Qué pasa? ¡Háblame!
—¡No lo sé! —respondió con honestidad y seriedad—. No tengo ni idea de dónde estoy. ¡No sé cómo llegué aquí, o por qué estás tú aquí, o por qué estábamos juntos en la cama, o qué demonios está pasando!
Bajó las manos de su rostro y una ligera expresión de dolor nadó en sus ojos.
—Eso no tiene gracia —le dijo, retrocediendo un paso. La miró con impotencia, negando con la cabeza.
—No pretendía que la tuviera —prometió, no totalmente seguro de si debía apartarse de ella de nuevo o rodearla con sus brazos y abrazarla. Parecía como si le acabaran de decir que acababa de morir su cachorrito.
Ella no dijo nada durante un largo rato. Se limitó a mirarlo con incertidumbre, rodeándose con fuerza con los brazos. Naruto no tenía ni idea de qué hacer, así que esperó. Finalmente, Hinata tomó la palabra.
—¿Sabes quién soy? —La pregunta fue tan inesperada que lo descolocó por un momento. Pero el hecho de que se sintiera seguro de la respuesta ayudó a calmarlo.
—¡Por supuesto! Eres Hinata Hyuga —respondió, una sonrisa se apoderó de su boca. Se atenuó cuando ella siguió mirándolo y se desvaneció por completo cuando ella negó lentamente con la cabeza.
—Naruto… —empezó amablemente, de nuevo aquella preocupación inundó su rostro—. He sido Hinata Uzumaki durante los últimos cuatro años. Solo uso mi apellido de soltera cuando me ocupo de asuntos del clan.
Fue su turno de no decir nada durante un largo rato. ¿Qué podía decir en respuesta a eso? Lentamente, empezó a negar con la cabeza y, por primera vez, notó una suave banda de platino alrededor de su dedo anular centelleando alegremente ante él. ¡Solo tenía dieciocho años! Eso no era posible. Y se lo dijo.
—Hinata, hace cuatro años teníamos catorce años. Ni siquiera estaba en la aldea hace cuatro años. —Se le hundió el estómago hasta los dedos de los pies cuando ella volvió a empezar a negar con la cabeza.
—Hace cuatro años teníamos diecinueve años. ¡Naruto, sé que recuerdas esto! Hemos pasado la última semana celebrando nuestro aniversario. ¡Lo planeaste tú todo! —Parecía desesperada y confusa y muy, muy dolida.
Él negó de nuevo con impotencia con la cabeza.
—No recuerdo nada de eso. Lo siento. —Y así era. Ver la impotencia, la confusión y el miedo jugueteando en su rostro hizo que sus entrañas se retorcieran violentamente. Hinata cerró los ojos con fuerza y se tapó la cara con ambas manos por un momento. Levantó los hombros mientras exhalaba un gran suspiro y lo soltaba lentamente antes de bajar las manos y volver a mirarlo.
—Naruto, necesito hablar ahora mismo con Kurama.
El rostro de Hinata estaba completamente serio y Naruto vaciló por un momento. Odiaba negarle nada a Hinata, especialmente ahora mismo cuando no tenían ni idea de qué estaba pasando, pero esto…
—Hinata… Ha cambiado, mucho, pero aún no es muy sociable… —empezó Naruto antes de que Hinata le interrumpiese.
—Ya le he visto otras veces. —Eso era lo último que Naruto se esperaba oír. Se la quedó mirando boquiabierto, totalmente estupefacto, pero Hinata ignoró su estupor—. ¡Naruto, esto es importante! Si recuerda algo, tal vez pueda averiguar qué te pasó.
Naruto hizo una mueca, intentando pensar una excusa. Kurama y él ahora eran camaradas, amigos, incluso, pero eso no significaba que estuviera cómodo cediendo el control delante de Hinata. Kurama no siempre se sentía inclinado a ser civilizado, incluso con Naruto. La expresión resuelta de Hinata no flaqueó en ningún momento y Naruto aceptó su destino.
—De acuerdo, veré si quiere hablar, pero no prometo nada. —Hinata asintió y esperó, mirándolo atentamente. Respirando hondo, Naruto se retiró a su mente.
Ante él, una enorme masa de pelaje cobrizo se movió ligeramente antes de quedarse quieto. Naruto frunció el ceño y pronunció el nombre de Kurama, pero no obtuvo ninguna respuesta. Volvió a intentarlo con poco éxito.
—¡Eh! ¡Bola de pelo! —gritó Naruto, intentando obtener alguna especie de reacción.
Un profundo gruñido le respondió y un herrumbroso ojo rojo se entreabrió para mirarlo con furia. Se cerró de nuevo y Kurama enterró la nariz en una de sus colas.
—Vete, Naruto. Estoy en medio de una muy merecida siesta.
—¿Merecida? —graznó Naruto—. ¿Qué demonios has hecho recientemente para merecer una siesta?
Kurama volvió a gruñirle.
—Fuiste tú quien me dijo que os diera un poco de privacidad a ti y a tu compañera.
Naruto sintió que le ardían las orejas mientras un sonrojo le encendía las mejillas ante la insinuación de Kurama. Un momento más tarde, se dio cuenta de la ridiculez de avergonzarse delante del demonio sellado en sus entrañas y su carácter titiló un poco.
—Mira, ¿puedes no ser un imbécil durante unos minutos? Necesito tu ayuda. ¿Te acuerdas de Hinata? Recuerdas que es… ¿mi mujer?
Kurama entreabrió el ojo de nuevo, pero no hizo ningún otro movimiento. Naruto suspiró con cansancio y dijo:
—Mira, me desperté hace una media hora al lado de una mujer que afirma ser mi esposa y no recuerdo haber tenido nunca una relación con ella. —Kurama levantó la cabeza y miró directamente a Naruto, se había despertado su interés—. Hinata quiere hablar contigo. Cree que tú puedes ser capaz de averiguar algo. ¿Hablarás con ella?
Una sensación de placer prácticamente rezumó de Kurama ante la perspectiva de una conversación con Hinata, lo que puso tenso a Naruto.
—Nada me gustaría más que charlar con tu compañera —dijo Kurama arrastrando las palabras, una sonrisa perezosa exhibió sus impresionantes colmillos. De nuevo, las alarmas sonaron en el sentido común de Naruto y miró al zorro con sospecha.
Kurama puso los ojos en blanco, equilibrando la barbilla sobre una pata.
—Relájate, no voy a hacerle daño —le aseguró—. No mucho. —Cuando un Rasengan cobró vida en la mano de Naruto, Kurama se enderezó cruzando las patas a la altura de las muñecas—. Estás tenso, niño. ¿Qué te ha puesto de tan mal humor? —Una seriedad se había apoderado ahora de Kurama mientras miraba a su anfitrión—. Ya has confiado otras veces en que esté cerca de ella y nunca le he hecho daño. ¿Qué te ha pasado?
Naruto miró con furia a Kurama durante un momento más antes de dejar que el Rasengan decayera.
—Te lo he dicho —gruñó—, no sé qué demonios está pasando. ¿Te comportarás?
—Impecablemente —contestó Kurama, áspera pero seriamente.
Siempre era algo impresionante cuando unos ojos rojos la miraban desde donde normalmente había azul. Kurama se movió, trasladando su peso de pie en pie y con la cabeza un poco ladeada mientras miraba de arriba abajo a Hinata, asimilando cada detalle. Debería haber sido inquietante que la evaluara un demonio, en especial cuando no llevaba puesto nada más que la camiseta de Naruto, pero Hinata no sintió ninguna malicia por parte de la criatura que residía en su marido.
Kurama hacía esto siempre que hablaba con ella. La revisaba, asegurándose de que estaba físicamente sana y de que estaba, si no contenta, al menos no enfadada. Por razones que nunca había revelado, a Kurama le gustaba Hinata, y albergaba un proteccionismo y una posesividad hacia ella que rivalizaba con los de Naruto. Hinata suponía que tenía algo que ver con verla como parte de su «manada», como lo había descrito Naruto una vez.
Kurama la acechó con una sonrisa de depredador descansando en sus labios que realmente no tenía ninguna malicia, mostrando un juego impresionante de incisivos. Cuando estuvo tan cerca que Hinata tuvo que inclinarse hacia atrás para mirarlo a los ojos, se detuvo, pero aun así se inclinó hacia ella, su nariz le acarició suavemente la oreja.
—Cuánto tiempo, compañera —murmuró en un bajo ronroneo.
De nuevo, donde cualquier otro se habría sentido amenazado, Hinata estaba despreocupada. Kurama era un demonio, pero era un demonio zorro y tenía más de un aspecto de la criatura vulpina entrelazado en su personalidad. Su avance sobre ella y su completa falta de límites personales no iban dirigidos a ser sexuales o amenazantes. Él, al igual que Naruto, simplemente era una criatura increíblemente física y estaba saludando a Hinata de la forma habitual. La llamaba «compañera» simplemente porque era la compañera de su anfitrión y, aparte de él, era lo máximo que Kurama se había acercado a los humanos.
Tras un momento, Kurama apartó la cara de la suya, pero no retrocedió. Habían estado de pie, pecho contra pecho, cuando se había inclinado hacia ella y ahora solo había una pizca de espacio entre ellos. La miró con seriedad e inspeccionó su rostro durante un momento más antes de hablar.
—Naruto dijo que deseabas hablar conmigo. —Alzó una ceja arrogantemente, todavía burlándose un poco de ella.
Hinata ignoró su burla y asintió con la cabeza.
—¿Tienes alguna idea de qué está pasando? ¿Sabes qué podría haberle provocado que pierda la memoria?
Kurama estaba negando con la cabeza antes de que hubiera hecho completamente sus preguntas.
—Ni siquiera era consciente de que hubiera ocurrido nada. Me pidió que os diera un poco de privacidad en vuestro aniversario y he estado echándome la siesta todo el tiempo. ¿Qué pasa?
Hinata hundió los hombros y bajó la cabeza para descansarla contra su clavícula, en parte para ocultar el sonrojo que había encendido sus mejillas ante su mención informal de su vida sexual y en parte porque estaba perdiendo rápidamente la esperanza. Puede que el zorro tuviera el control en ese momento, pero seguía siendo el cuerpo de su marido y extrajo consuelo del pequeño contacto. Tras un momento, Hinata se armó de valor y levantó de nuevo la mirada hacia aquellos ojos del color de la herrumbre.
—Se despertó esta mañana y estaba actuando extraño, pero no le di vueltas en un primer momento. Luego, empezó a hacer preguntas como dónde estábamos y qué hacíamos juntos. —Kurama entrecerró los ojos mientras la escuchaba pacientemente—. Creo que pensó que estábamos teniendo una aventura…
—¿De verdad no te recuerda? —La voz de Kurama salió baja y dura, un gruñido retumbó bajo sus palabras—. ¡¿El chico ha olvidado a su propia compañera?!
Hinata casi se apartó de él, sorprendida ante su ira. Parecía como si una ola de calor física hubiera salido de él y desenfocó los ojos, fijando la mirada en algo que ella no podía ver mientras su mente trabajaba frenéticamente. Kurama le dio la espalda bruscamente, empezando a pasear de un lado para otro.
—¿Y vuestro cachorro? ¿Qué pasa con él? ¿Naruto también le ha olvidado? —preguntó Kurama susceptiblemente, mirando a Hinata con el rostro contraído en una expresión a la que ella no podía darle un nombre.
—Si ni siquiera recuerda nuestro matrimonio, dudo que recuerde a nuestro hijo —razonó Hinata en voz baja.
Kurama detuvo su andar, pero en lugar del movimiento ansioso y vigoroso, ahora se quedó anormalmente quieto, sin que se le moviera ni un solo pelo mientras miraba fijamente una pared. Durante casi tres minutos, no se movió, solo miró fijamente la pared mientras le daba vueltas a las cosas en su cabeza y Hinata empezó a ponerse nerviosa. Nunca antes había visto a Kurama tan alterado.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Kurama se giró lentamente para mirarla con un intenso frunce en su rostro.
—Algo va muy mal —dijo lentamente, sus oscuros ojos encontraron los de Hinata. En lugar de señalar la obviedad de esa afirmación, Hinata escogió quedarse callada y esperar—. Algunos lazos en este mundo son demasiado profundos como para olvidarlos sin más. El hecho de que Naruto os haya olvidado a ti y a vuestro cachorro no puede ser una casualidad aleatoria. Pasó algo que le ha hecho olvidar.
Hinata pudo sentir la conmoción en su rostro. ¿Algo había hecho que ocurriese esto? ¿Algo había ocurrido a propósito para destruir toda su vida?
Kurama siguió reflexionando.
—Vuestro hijo y tú sois más importantes para Naruto que ninguna otra cosa. Ha soñado con una familia desde que entendió lo que era una y tú fuiste quien se la dio finalmente. El lazo que te une a él no puede explicarse con vuestras palabras, o en ningún idioma mortal. Es un lazo a tal nivel, que incluso los de mi especie lo reconocerían y lo honrarían. Una vez te dije que siempre habías estado destinada a estar con él. Él y tú estáis unidos por algo mucho mayor que vuestros endebles contratos matrimoniales, o vuestras palabras, o cualquier otro reconocimiento humano, y el hecho de que eso se haya borrado de su mente no es simplemente una casualidad. —Hinata volvió a enfocar la vista cuando sintió manos en sus hombros y levantó la mirada para encontrar los ojos de Kurama. La obligó suavemente a sentarse en la cama antes de que se desmayara y se arrodilló delante de ella.
—Si eso es verdad —susurró—, que estamos hechos el uno para el otro, entonces ¿cómo me ha olvidado? —Unos abatidos ojos blancos se encontraron con unos rojos intensos.
—Tengo la sensación de que no lo ha hecho por completo. La mente recuerda unas cosas y deja que el cuerpo recuerde otras. Eres una parte tan integral de Naruto que, para poder borrarte totalmente, habría que destruir el recuerdo de su cuerpo al igual que el de la mente. —Los intensos ojos de Kurama parecían intentar expresar consuelo sin saber realmente cómo. Hizo una mueca y volvió a hablar—: Veré qué puedo hacer. Miraré por dentro y veré si puedo encontrar algo. Llevará tiempo y no puedo prometer que encuentre nada, pero lo intentaré. No te rindas ahora con él, Hinata. —Era una de ese puñado de veces en las que Kurama la había llamado por su nombre y Hinata sintió al instante que la recorría una sensación de calma—. Ahora te necesita más que nunca.
Sin decir otra palabra, Kurama cerró los ojos y los abrió, revelando un brillante celeste. Naruto pasó la mirada por su figura al igual que lo había hecho Kurama, comprobando que estaba bien antes de preguntar:
—¿Qué pasó? ¿Sabía algo? —Hinata le dirigió una expresión de extrañeza y Naruto se explicó—: El cabrón me bloqueó. No me dejó oír de qué estabais hablando.
—No tenía ninguna respuesta. Echará un vistazo y verá si ha cambiado algo dentro, pero dijo que va a necesitar tiempo. Tenemos que volver a la aldea —le dijo con confianza—. No sé qué te ha pasado, pero tenemos que llevarte con la señora Tsunade.
No iba a oponerse a eso. Hinata voló por la habitación, recogiendo objetos personales y lanzándolos dentro de las dos maletas que estaban contra la pared y, a los diez minutos, estaban rápidamente en camino hacia Konoha.
Nota de la traductora: ¡Hola a todos!
Es la primera vez en mucho tiempo que traigo una traducción de Naruto, pero es que esta historia se lo merecía. La leí hace años, cuando se publicó originalmente en 2014 (antes de que finalizara el manga, por lo que veréis alguna discrepancia) y he visto que la autora, tenneyshoes, le ha estado haciendo una corrección, así que me lancé a pedirle permiso para traducirla al español y aquí está el primer capítulo.
Espero que os guste mucho y que me contéis qué os ha parecido esta primera entrega.
¡Hasta la próxima!
