RED KNIGHT
-Descanso-
…
Se sentía agotada, cansada, pero los movimientos de Zwei eran suficientes para mantenerla alerta.
El largo tiempo que llevaban viajando le estaba pasando factura.
O la herida aun abierta en su pierna.
En la última parada que hicieron para descansar, aprovechó de limpiarse la herida en un claro, y su piel estaba abierta, no era cosa de que se iba a cerrar sola, por el contrario, iba a necesitar que alguien se la cociera, y tampoco tenía los elementos a mano para pedirle ayuda a la princesa. Hizo lo que pudo para tratársela, habiéndose herido antes, pero la única esperanza era que llegasen pronto a Patch, y por lo que sabía, estaban cerca.
Y esperaba que fuese lo suficientemente cerca para no morir desangrada.
Se sintió perder la conciencia por un momento, pero las manos pequeñas de la mujer tras ella se aferraron a su cuerpo, devolviéndola a la realidad.
"T-te vas a desmayar."
Si, lo sabía, en cualquier momento se iba a desmayar.
También necesitaba dormir, apena había dormido ese último tiempo.
Se había entrenado día y noche para estar en las peores condiciones, pero al parecer nunca imaginó que estaría en esa tesitura, y ahora era el peor momento para quedar inconsciente, no cuando sabía que Jaune y sus tropas estaban en Vale, y era cosa de tiempo para que los alcanzaran, por lo mismo debía estar atenta, más atenta que nunca.
Soltó un suspiro pesado, sintiendo su cabeza caer hacia adelante, y fue Zwei quien relinchó, haciéndola, de nuevo, volver a la realidad. Se vio jadeando, dándose cuenta de que había tirado de las riendas de una forma brusca, molestando a su corcel. Había hecho todo ese drama allá atrás para terminar muriendo por una herida, y había tenido muchas más, muchas peores.
Y quizás también era la falta de descanso lo que había empeorado su condición.
Las manos de la princesa volvieron a enterrarse en su ropa, moviéndola, llamando su atención, y con toda la fuerza de voluntad que tenía, logró girarse para mirarla. Esta se veía tan pequeña ahí atrás de ella, tanto que le causó sorpresa, probablemente la pobre no podía ver nada del paisaje con ella tapándose toda la vista.
Oh.
Sus ojos lucían preocupados, demasiado.
"Necesitas descansar."
Su voz sonó como una súplica.
¿Tan mal se veía?
"Dejame ir al frente."
Y eso también sonó a suplica.
¿Por qué querría ir al frente?
Pues claro, para evitar que pudiese matarlas a ambas al desmayarse sujetando las riendas. Pero no, no debía darle ese deber, no, ese era su deber, ella debía estar al frente para proteger a la princesa, para estar alerta, para estar lista para protegerla, para ser su escudo ante cualquier ataque.
Pero notó a la mujer fruncir aún más el ceño en preocupación, sus ojos húmedos, su cuerpo débil, pero se veía determinada, se veía lista para tomar las riendas, literalmente y figurativamente.
Llevaba sintiéndose en pánico desde que salieron de la torre, y ahora más cuando sabía que su padre si la estaba buscando, que este si la quería de vuelta, sin importar el costo, y su miedo se volvía aun mayor a cada momento.
Estaban tan cerca de la libertad, que la princesa no iba a dudar en jugar sus cartas.
Y sentía orgullo de esta.
Había crecido desde que salieron de ese frio continente.
Detuvo a Zwei, y la princesa se bajó rápidamente del caballo, y le ofreció la mano para ayudarla a subirse, no sin antes hacerle un lugar en la montura. Esta se acomodó al frente, y tomó las riendas. Le explicó rápidamente que movimientos hacer para que Zwei siguiese su mando, aunque también si quería, podía decirle a él tal cual lo que quería hacer, era un animal muy inteligente.
La princesa no tembló en esa posición, no tembló como llevaba temblando, se veía más segura, más determinada, y si, ambas podían sentir que estaban cerca.
Zwei comenzó a moverse, al mismo ritmo de antes, un trote ligero para mantener la marcha, y de nuevo sintió su cuerpo adormecerse con los sonidos repetitivos. Se afirmó de la montura, porque si se afirmaba de la princesa, la iba a tener toda nerviosa, y no era la idea. Además, esta no podría soportar su peso, mucho menos su peso inconsciente.
Miró a la princesa, esta sentada recta en su nuevo lugar, sus manos firmes en las riendas, y su rostro debía estar alerta, mirando alrededor, asegurándose de que todo estuviese bien. Sentía que había visto muchas facetas de la princesa, la resignada, la asustada, la triste, la fría, la determinada, y le gustaba verla así, la sentía más libre, permitiéndose ser vulnerable a su lado, pero también permitiéndose ser fuerte.
E iba a apoyarla.
No iba a dejar que nadie le cortase las alas.
Dio un salto.
Se había dormido.
Su cuerpo estaba tirado hacia adelante, chocando contra el de la princesa, y temió que fuese la cercanía la que hizo que la princesa reaccionara, tirando de las riendas, deteniendo a su corcel.
Pero no, no era ella.
Porque veía unas tropas frente a ellas, borrosas, y aun se sentía dormida, desmayada, pero más que eso, era su vista la que estaba distorsionada. No sabía si había dormido mucho o muy poco, pero el sol ya había bajado lo suficiente para que todo estuviese oscuro.
¿Eras las tropas de Mistral?
No lograba distinguirlas, solo eran personas a la distancia, apenas iluminadas por las antorchas.
El cuerpo frente a ella comenzó a temblar, notó sus manos también temblando, sujetando las riendas como si de eso dependiese su vida, sin saber si debía hacer que Zwei corriese o simplemente retrocediera. Honestamente, tampoco sabría qué hacer.
Apretó los ojos, fuerte, intentando recuperar la vista perdida ante el cansancio.
Entonces lo vio, el puesto de avanzada asomándose entre los árboles, las antorchas haciéndolo visible. Y no, no era Mistral, eran las tropas de Patch, siempre dando vueltas por el puesto de avanzada, para garantizar la entrada a la isla, y si, no se había equivocado, ese era el camino correcto. Sus ojos al fin notaron lo verde y lo plateado en sus armaduras, el color de Vale.
Estaban en casa.
"Son mis tropas."
Habló, débil, pero la mujer la escuchó, asintiendo, aun dudando, pero de todas formas movió las manos, haciendo que Zwei retomase el ritmo.
Estaban a una buena distancia, pero cuando se acercaron lo suficiente, escuchó el barullo de las tropas, esa docena de sus compatriotas.
"¡Es el príncipe!"
Escuchó a uno de los hombres gritar, dando el aviso al resto, y escuchó a dos caballos resonar, acercándose, pero ya no estaba mirando, sus ojos de nuevo nublándose, sus ojos insistiendo en cerrarse, y quizás el saber que estaba cerca de sus aliados era suficiente para hacerla descansar con mayor razón.
"Está herido."
Escuchó a la princesa, su voz sonando vacilante, y no sabía si era por su propio cansancio, porque esta hablase con unos totales desconocidos armados, o quizás porque dudó si referirse a ella en masculino o no, y apreciaba que cuidase su secreto.
Solo las personas más confiables sabían su secreto, gran parte de los que trabajaban dentro del castillo, para los demás era un hombre, aunque con el pasar de los años, dudaba que estos lo creyesen aún. Quizás debería empezar a usar una barba falsa o algo así.
Se vio soltando una risa, mientras sus ojos se volvían a cerrar.
Cuando volvió a abrir los ojos de golpe, fue porque ya sus oídos dejaron de escuchar los cascos de Zwei sobre la tierra, no, ahora se escuchaban sobre madera, y se dio cuenta que estaban subiéndose al transbordador que las llevaría la isla.
Recordó cuando entrenaba en Vale, y a veces estaba cansada, con ganas de volver a casa, con su familia, y el sentir el aroma salado y el movimiento del transbordador era suficiente para hacerla sentir en calma, descansada, y ahora no fue diferente. Muchas veces dormía un buen rato hasta que llegaba a la isla, y por lo mismo de inmediato se comenzó a dormir, de nuevo.
Pero ni la princesa ni Zwei se lo permitieron.
Ah, ni tampoco sus tropas.
Sintió a la princesa llamando su atención, a Zwei relinchando, y a dos sujetos moviéndose alrededor de su corcel, uno de estos había puesto la mano en su pierna, viendo si era sangre seca la que tenía o seguía sangrando, y no, no seguía sangrando, o sea, no lo sabía, pero lo que si sabía era que de ser así, no sentiría su pierna, y la sentía. Aún no había perdido suficiente sangre, así que los torniquetes y las vendas habían mantenido viva su pierna.
Aunque sabía que luego ya no la sentiría demasiado, pero tenía esperanzas.
Notó como uno de los hombres iba a ayudar a la princesa a bajarse del caballo, pero esta huyo de su agarre. De inmediato, por inercia, sujetó ella misma la mano de esta, para ser ella quien la ayudaba, y esta aceptó.
"Weiss está bajo mi cuidado."
Intentó sonar imponente, pero dudaba que su voz adormilada y semi inconsciente hubiese tenido el efecto deseado.
Al final, también se bajó, uno de los hombres sujetándola, ayudándola a sentarse en una banca, su pierna aun delicada. Y eran unas horas de viaje, y no quería volver a dormirse sobre el pobre de Zwei que este también necesitaba un descanso.
Los guardias de la frontera les ofrecieron algo para comer, y beber, y sentía que no habían comido mucho, y bueno, con toda la adrenalina, la pérdida de sangre, el apuro de huir, apenas habían pensado en sus necesidades básicas.
Apenas comió, por el cansancio, pero la princesa insistió, para que terminase, para que se llenase lo suficiente, y lo agradeció, porque su estómago se retorcía, y temía desmayarse ahora por hambre. Y si, se sentía a salvo, pero no iba a estar cien por ciento segura hasta estar dentro del castillo, donde nadie podría molestar, donde estarían a salvo.
Miró al cielo, este oscureciéndose ya del todo, las estrellas brillando.
Le gustaba como se veían las estrellas ahí, o quizás era la melancolía de estar en casa. Muchas veces se subió al techo de la cabaña en la que vivía con su madre, acostándose sobre el tejado, mirando hacia el cielo, observando las estrellas. Su madre solía llegar tarde, o a veces tener misiones largas, y a veces esta volvía y al no verla se desesperaba, pero pronto la encontraba ahí arriba. Recordó una vez en particular que su madre volvió de una misión que hizo para la casa Xiao Long, para su padre, y esta volvió agotada, sacándose el casco y soltando un gran suspiro pesado.
Se veía cansada, pero aun así escaló por uno de los árboles para llegar al tejado, para acostarse a su lado, y juntas se quedaron mirando las estrellas, sin decir demasiado. Su madre se relajó, considerando que solo ahí, con ella, podía ser Summer Rose, y no el caballero plateado, y notaba de inmediato el cambio en su postura.
Y era así cuando llegaba al castillo, sintiéndose más ella misma, y no el caballero, aunque por mucho tiempo prefirió ser un caballero que ser ella misma. Era mucho más agradable, la hacía sentir fuerte, capaz, y no ser el príncipe, la hija adoptada, la hermanastra, la huérfana. Era mucho mejor ser alguien más, ser la viva imagen de su madre.
Y ahora que lo pensaba, sentía que todo el tiempo era eso, una imitación de su madre.
Bajó la mirada, notando a la princesa a su lado, esta probablemente no pudiese verla, estando hacia el lado ciego de esta, pero era evidente que observaba el cielo, al igual que ella. No había nubes, no había neblina, no había nada que pudiese evitar que viesen el cielo, y era primera vez que se detenían a mirar al cielo, hubiese sido el caso en el largo viaje que tuvieron a través del mar, pero esta se rehusó a salir al puente, y entendió su decisión.
Mirando a esa mujer, quien se obligó a ser alguien por la culpa de su padre, y quien por la culpa de este también vivía con miedo, le iba a tomar un tiempo el sentirse segura, el sentirse libre de él, de su familia, el buscarse a sí misma, el poder tener su propio ser, y deseaba eso mismo, el tener la determinación de ser alguien bajo la armadura, así como Weiss.
Había aprendido mucho en ese viaje.
Quizás ambas habían cambiado.
Se movió, movió la mano, llevándola hacia una de la princesa, intentando ser cuidadosa, que su cuerpo estaba débil y no respondía como quería. Esta reaccionó, sin miedo, solo con sorpresa. La observó, y le sonrió, y esta giró el rostro para mirarla de vuelta. Notó una leve sonrisa en esta, aun notaba la incertidumbre en sus ojos, el posible miedo de que algo saliese mal, que las atrapasen, y sabía que la misma mirada estaba en sus plateados.
Pero no iba a permitir que nada le ocurriese.
Iba a hacer todo lo que estuviese a su alcance.
Cuando volvió a recobrar la conciencia, sintió el sol pegándole de frente, el brillo cegándola, eso, y el sonido del trasbordador deteniendo su movimiento.
Podía sentir el calor en su brazo derecho, y notó a la princesa recostada a su lado, durmiendo en su hombro, y una vez más se recriminó a si misma por hacer que esta se apoyase en lo duro de su armadura. Al menos esta no parecía incómoda, lo cual era bueno.
Miró alrededor, y notó a dos de los guardias fronterizos dándole una mirada de reojo, saludándola respetuosamente mientras le avisaban que habían llegado a Patch, y era un alivio.
Se quedó quieta, porque no quería despertar a la princesa, y agradeció que esta hubiese despertado con las voces, sus sentidos siempre en alerta. Esta miró alrededor, frunciendo el ceño mientras se tapaba el rostro ante lo fuerte del sol. Si, ahí en Vale era bastante intenso el sol, no como en Atlas. Se alegraba de que su lugar seguro fuese ahí, en Vale en vez de en Vacuo, porque dudaba que la princesa pudiese soportar el calor abrumador de un día para otro.
Los ojos bicolores la observaron, luego de notar que el transbordador se había detenido y que ahora estaban en el puerto. Desde ahí se podían ver los muros del castillo, en medio de lo grande del pueblo, y estuvo debatiéndose entre sí seguir preocupándose o relajarse al fin, pero no quería, su honor no se lo permitiría. Un caballero debía proteger, siempre, hasta el final, e iba a hacerlo.
Se levantó, ofreciéndole una mano a la princesa, quien la tomó de inmediato, y la ayudó a levantarse.
"¿Cómo está tu pierna?"
La mujer la observó, mirando su pantalón aun manchado de sangre, pero seca.
No podía decirle que no sentía la pierna, porque la sentía, pero claramente la tenía adormecida, pero ya no dolía como hace unas horas. El tener un buen descanso y comer algo le hizo reponer energías. No podía bailar, pero si podía avanzar, sin detenerse. Nada las iba a detener.
"Mi pierna ha tenido mejores días, pero descuide, no va a ser un problema."
La princesa pudo debatirle, pero notó como la observó, cuidadosamente, y al parecer no notó la debilidad del día anterior, y no, realmente el peso de la batalla y de la falta de descanso debió verse palpable en su rostro. Lamentaba haberla preocupado, cuando era su trabajo el dar seguridad. Pero lo aceptaba, y esperaba que la mujer también.
Sintió a Zwei acercarse, agitando su cabeza, y él también se veía repuesto.
Necesitaban eso, y ahí, con los guardias cuidando sus espaldas, era sin duda algo que les agradecería incontables veces.
Se giró, mirando hacia los muros, sabiendo que aún tenían camino para recorrer, pero no les tomaría nada en comparación.
Miró a su corcel, y luego miró a Weiss.
"¿Qué les parece si hacemos una carrera?"
La princesa no entendió del todo, pero Zwei si, levantando las patas delanteras, dispuesto a retarse a sí mismo, ya que era él quien haría el mejor trabajo, y probablemente sabía que lo iban a tratar como a un rey apenas entrase en los muros, con comida para suplir todo lo racionado que estuvo. Tuvo el trabajo más difícil, así que le iba a dar un largo tiempo de descanso.
Y sabiendo como estaba su pierna, ella misma iba a tener que tomarse un tiempo antes de volver a sus labores.
Ansiaba el tomarse un largo baño, y estaba segura de que también la princesa.
Ya quería llegar.
