Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de tenneyshoes y los personajes son de Masashi Kishimoto, yo únicamente traduzco.
Capítulo 7
A Naruto nunca le habían gustado los hospitales. Para empezar, realmente no les veía el sentido. Su cuerpo siempre había sanado a un ritmo excepcional y los límites sobreprotectores a los que lo limitaban Sakura y Tsunade cada vez que estaba en el hospital lo volvían loco. La idea de que otras personas estuvieran allí porque estaban al borde de la muerte también lo desalentaba.
Sentado ahora en el pequeño despacho de Sakura, Naruto añadió un nuevo artículo a su lista de razones para odiar los hospitales. Todavía no tenían ni idea de qué le pasaba.
Hinata estaba sentada en una silla al lado de la suya, mirando desde el otro lado del escritorio a Sakura, Tsunade e Ino, y prestando atención mientras debatían las posibilidades.
—No nos va a hacer ningún bien meternos en la mente de Naruto. Incluso sin tener en cuenta a Kurama, su mente es como un laberinto —volvió a quejarse Ino. Llevaban casi una hora y media en esta reunión, hablando en círculos mientras trataban de aportar ideas en busca de una forma de curar a Naruto—. Incluso si pudiera entrar, ¿cómo voy a examinar recuerdos que no están ahí? Si Naruto ni siquiera puede encontrarlos, yo no voy a poder encontrarlos. Mirar sus recuerdos faltantes para ver qué hizo que desaparecieran en un principio es imposible.
Tsunade suspiró, sus dedos con la manicura hecha se enterraron en su frente mientras intentaba mantener a raya la migraña.
—Hinata, estás segura de que no pudo haber pasado nad…
—¡Dijo que no pasó nada, abuela! —El temperamento de Naruto al fin se había librado de su correa. La charla inútil lo había estado molestando desde el principio de la reunión y la insistencia de Tsunade con que Hinata debía haber pasado algo por alto lo irritó. Hinata era inteligente y siempre había sido buena para los detalles, y la duda constante de Tsunade lo alteraba. Una mano tranquilizadora aterrizó en su antebrazo y miró a los brillantes ojos de Hinata, su temperamento se calmó al instante. Tras una mirada significativa que le dijo que agradecía su confianza en ella y su defensa, se giró para centrarse en la Hokage.
—No, señora Tsunade. He repasado todo una y otra vez, pero no se me ocurre nada. No hay ninguna razón por la que debería ser incapaz de recordar. —Su voz era tranquila y profesional, y Naruto intentó imitar su naturaleza pacífica, domando violentamente su temperamento.
Naruto vio que Tsunade se mordía la lengua pensativamente, repasando cada posibilidad una y otra vez.
—¿Y no ha surgido nada en la última semana? ¿No se ha activado nada? —Hinata negó con la cabeza.
Tsunade suspiró de nuevo antes de negar con la cabeza.
—Hemos hecho todo lo que podemos por nuestra parte. Seguiremos buscando, pero puede que tengamos que hacernos a la idea de que no hay explicación. Todavía se desconoce mucho sobre la mente y el cerebro humanos, y cabe la posibilidad de que nunca vayamos a saber o a comprender qué te ha ocurrido, Naruto. Puede que tu memoria no regrese nunca.
Sus palabras fueron como mazazos, cada una mellando la anterior un poco más hondo. Sintió una pequeña y cálida mano rodeando la suya y levantó la mirada para ver la siempre presente sonrisa de ánimo de Hinata, prometiéndole que no pasaba nada si no recuperaba nunca la memoria.
—¿Eso es todo? —preguntó con hosquedad, volviéndose hacia Tsunade.
La Hokage asintió, derrotada.
—Por ahora, sí. Seguiremos buscando y te enterarás en cuanto encontremos algo. Intenta permanecer optimista, ¿vale?
En cuanto estuvo fuera del hospital, Naruto levantó el rostro para empaparse de la luz del sol. El calor opacó un poco su decepción y la alejó de su mente. Sintió que Hinata le tiraba de la mano y la miró, apreciando la forma en que la brillante luz del sol resaltaba su piel y hacía que brillara su pelo oscuro.
—¿Por qué no nos pasamos por la zona de compras? —propuso—. Creo que te vendría bien animarte un poco y no hay nada que te ponga más contento que el equipo nuevo. Todavía tenemos un poco de tiempo antes de cuando le dije a Hanabi que volveríamos a buscar a Jiraiya.
Naruto no pudo ocultar su sonrisa mientras rodeaba a Hinata con los brazos y la abrazaba con fuerza. Pareció sorprendida, pero se derritió contra él con facilidad, correspondiendo a su abrazo con el mismo afecto y entusiasmo.
—¿Qué haría yo sin ti, Hinata? —preguntó, sonriendo contra su pelo.
Ella se rio un poco y masculló contra su cuello:
—Estar mucho menos confundido en estos momentos, imagino.
Naruto se encogió de hombros mientras se apartaba lo suficiente para verle la cara.
—Quizás —admitió con sinceridad—. Pero mucho menos feliz. ¡Vamos!
Empezó a tirar de ella con entusiasmo hacia la zona de compras, decidido a mantener un humor ligero.
—¡Quiero ver cuánto ha mejorado el equipo en los últimos cinco años!
Al contrario de lo que se solía creer, Hinata Hyuga no era la encarnación humana de la ingenuidad y la inocencia. A pesar de que sentía que no tenía ninguna habilidad en absoluto para ligar, podía reconocer fácilmente cuándo lo hacían otras mujeres. Había observado a Ino y a Sakura durante años, esperando que un día fuera capaz de imitarlas y llamar la atención de Naruto. Huelga decir que no había dado mucho resultado y que Naruto finalmente la había visto por razones completamente distintas, pero incluso tras tener una relación seria, segura y alentadora con él durante casi cinco años, Hinata todavía se consideraba una fracasada lamentable y sabía que, sin importar cuánto lo intentara, nunca sería capaz de lograr el nivel de profesionalismo que aquel espécimen perfecto estaba ejemplificando al otro lado del mercado con su propio marido. Por una vez, Hinata le dio gracias a Kami por la amplia ignorancia de Naruto hacia los avances femeninos.
Cuando los dos habían llegado al distrito de compras, habían deambulado de escaparate a puesto y a escaparate, explorando la selección antes de que algo llamara la atención de Hinata. Se había quedado a examinarlo y Naruto había visto algo interesante un poco más lejos en aquella calle. Con la bendición de Hinata, había recorrido corriendo la calle para ir a mirar una selección de kunai personalizados, la perfecta imagen de un niño en una tienda de golosinas. Cuando Hinata había terminado con lo suyo, se había girado y se había encontrado a una mujer haciendo avances sobre su marido.
Hinata observó desde la distancia mientras la rubia delgada de piernas largas se atusaba el pelo y se reía, descansando una mano un momento en el brazo de Naruto. A pesar de que sus instintos le gritaban que marchara hacia allí y enviara a aquella mujerzuela a volar, Hinata tenía curiosidad por ver qué haría Naruto. A pesar de su promesa de no dejarla, Hinata era intensamente consciente de que Naruto no recordaba cómo la amaba. Que te digan que amas a alguien y sentir de verdad la emoción circulando por tus venas eran dos cosas muy distintas, reflexionó mientras la rubia desplazaba su peso, moviendo la cadera a un lado y sonriendo encantadoramente.
Cuando la mujer fingió tropezar y cayó contra el pecho de Naruto, Hinata decidió que había visto suficiente. No comprendía por qué una mujer fingiría una torpeza que rivalizaba con su propia propensión natural en un intento por atraer a hombres, y Hinata se deslizó rápidamente a través de la multitud de asistentes al mercado para ponerle fin.
Un pequeño frunce adornó el rostro de Hinata, la mujer lo estaba adulando demasiado, decidió. Naruto acababa de lograr estabilizarla cuando Hinata los alcanzó y él sonrió ampliamente mientras la saludaba.
—¡Hola, 'Nata! Me estaba preguntando adónde te habías ido —dijo, usando su muy extrañado apodo mientras pasaba un brazo despreocupadamente sobre sus hombros. Hinata estaba en un noventa y ocho por ciento segura de que él ni siquiera se había dado cuenta de que lo estaba haciendo, pero desde que le había contado lo de su embarazo aquella mañana y desde que él había declarado que no se iba a ir a ninguna parte, había intensificado su afecto físico hasta casi el mismo nivel de antes de aquella horrible mañana de camino a casa de la Cascada, al parecer dándole la bienvenida a la idea de que ella era, de hecho, su esposa desde hacía cuatro años. Tenía una leve sospecha de que era una de aquellas cosas que su cuerpo recordaba, pero su cerebro no, y había decidido no darle importancia, sino sencillamente disfrutar de la calidez de su creciente (o con suerte retornado) afecto.
Le rodeó la cintura con un brazo, acomodándose con facilidad bajo su brazo y desvió su atención hacia la mujer alta que estaba ante ellos. Intentó no sonar a la defensiva cuando preguntó con educación:
—¿Quién es?
—¡Es Katei! —anunció Naruto con una floritura de su mano en dirección a la mujer. No se había dado cuenta de la agria expresión que revoloteó brevemente por el rostro de la mujer, ni la forma en que se había tensado cuando había pasado el brazo alrededor de Hinata, pero ella sí. Hinata tenía la mirada aguda y no se había perdido ni un solo matiz de la sorpresa, irritación, ira y celos que habían pasado rápidamente por el rostro de la otra mujer. Hinata presionó los dedos brevemente contra el costado de Naruto con un poco más de firmeza mientras pisoteaba la ola de celosa posesividad que brotó dentro de ella y el brazo alrededor de sus hombros se apretó un poco en respuesta mientras él hacía ahora una floritura en su dirección—. Katei, esta es mi esposa, Hinata.
—Encantada de conocerte —dijo Hinata educadamente, ofreciendo su mano. Katei vaciló un poco demasiado antes de darle la mano. Se la estrechó una vez y luego la apartó de golpe a su costado con rigidez.
—Katei está en la aldea intentando establecer un contrato de comercio entre nosotros y su pequeña aldea del país del Arroz. Estaba preguntando si yo conocía buenos sitios donde poner una tienda, pero no soy de mucha ayuda, con todo lo que está pasando —continuó Naruto con timidez, frotándose la nuca, dichosamente inconsciente del tenso ambiente entre las mujeres.
La atención de Katei volvió de golpe a Naruto e ignoró intencionadamente a Hinata mientras volvía a atusarse el pelo, esbozando aquella sonrisa encantadora.
—Hablando de eso, será mejor que me vaya. Hay mucho trabajo que hacer si esperamos llegar a algún lado. Adiós, Naru. —Movió los dedos en un melindroso ademán y guiñó un ojo por encima del hombro mientras se giraba y desaparecía entre la multitud. Naruto se despidió con la mano, todavía increíblemente ciego ante el dominante afecto y dirigió toda su atención hacia Hinata.
—¿Ya has terminado aquí? Deberíamos volver al Complejo y recoger a Jiraiya. ¡Apuesto a que está volviendo loca a tu hermana! ¿Estás bien? —Sus ojos se nublaron de preocupación cuando notó su expresión fruncida y le apretó gentilmente los hombros.
Hinata no quiso parecer ruin y celosa, así que negó con la cabeza y lo eludió.
—Solo tengo un poco de náuseas, es todo, nada de lo que preocuparse.
Naruto hizo una mueca compasiva.
—Tío, este bebé sí que te lo está haciendo pasar mal, ¿no? Quizás deberíamos volver al hospital y hacer que la abuela te examine.
Hinata vio su oportunidad y la aprovechó. Si él iba a usar al bebé como excusa, a ella le parecía bien. Negando con la cabeza, le dirigió una pequeña sonrisa y respondió:
—No, estaré bien. Esto no es nada comparado con cuando estaba embarazada de Jiraiya. —No era una mentira exactamente. Realmente no se podían comparar las náuseas matutinas con ver a una mujerzuela tirándose sobre tu marido amnésico, razonó Hinata. El hecho de que Naruto no tuviera ni idea de que ella se estaba refiriendo a dos cosas completamente distintas no venía al caso—. He terminado. Podemos ir al Complejo. —Naruto aceptó su excusa sin pensárselo dos veces y, por una vez, Hinata le dio gracias al hecho de que sin su memoria ya no pudiera leerla como un a un libro abierto mientras la encaminaba en dirección al Complejo.
—¡¿Qué demonios ha sido eso?! —gritó Katei, una vena palpitaba en su frente mientras empujaba a Rei a través de la puerta de su habitación—. ¿Por qué demonios estaba todavía con ella? ¡Se suponía que tenías que borrarla! —Esta era la primera vez que habían localizado a Naruto en la aldea y Katei no estaba complacida con cómo había resultado su encuentro con él. Que los interrumpiera su esposa no había sido una sorpresa placentera y a Rei le había preocupado que Katei fuera a hacer algo que las desenmascarara con la impresión.
Aun así, ahora fue el temperamento de Rei el que se desató.
—¡Hice todo lo que pude! Es un milagro que borrase tanto como borré. Te dije que mi jutsu no funcionaría. Es para sellar cosas pequeñas, como cuando se filtra información. Se diseñó para encerrar pequeñas secciones, unos pocos minutos, unas pocas horas como mucho. ¡Tú me pediste que encerrase años! ¡Que le hiciera olvidar a toda una persona! —Katei no se echó atrás ante la ira de Rei.
—¡Quería que ella desapareciera! ¡Que saliera de su vida! ¿Por qué no funcionó tu jutsu? —chilló con un brillo de locura en sus oscuros ojos verdes.
—No lo sé. Que el jutsu no haya funcionado como queríamos puede haber sido por multitud de razones. —Rei intentó recuperar una fachada de calma, no quería contrariar más a Katei, pero este problema técnico no era culpa suya—. A lo mejor es porque él es un jinchuriki y tiene un demonio dentro de su cabeza. A lo mejor es porque es él. No es precisamente un shinobi normal. ¡A lo mejor no funcionó porque nunca se me dio demasiado bien usarlo, como te he dicho desde el principio, o a lo mejor no funcionó porque el jutsu no estaba diseñado para hacer eso!
—¡Arréglalo! —gimió Katei, dando un pisotón.
—No. Es. ¡Posible! —gritó Rei en respuesta—. Me pediste que usase un jutsu para algo completamente distinto de aquello para lo que estaba diseñado, casi sin la suficiente preparación, desde la distancia, sin que me detectase el shinobi más poderoso de nuestra época y su esposa del tipo sensorial. El hecho de que funcionase en absoluto y que no hayan descubierto el sello todavía es increíble. —No por vez primera, Rei se maldijo por relacionarse con esta mujer radicalmente maníaca. Pero no había tenido elección. Había necesitado el dinero y Katei había hecho que el trabajo pareciese fácil e inocente. Ahora, no obstante, había más en juego y ya no valía la pena.
Al levantar la mirada de la mesa retorcida, Rei miró a Katei a sus ojos verdes.
—Se acabó. El jutsu no funcionó y, si nos descubren, podrían ejecutarnos por traición. Naruto Uzumaki es el héroe del mundo entero y molestarlo está tan fuera de mi alcance que ni siquiera he considerado nunca que llegarías tan lejos. Ya no debería haber probado el jutsu desde un principio. Ya no vale la pena y me marcho. —Rei se puso de pie y fue a coger su bolsa antes de caminar hacia la puerta.
La silenciosa amenaza de Katei la detuvo en seco.
—Si no arreglas esto, venderé yo misma a tu hermana.
Rei sintió como si le hubieran vertido encima un cubo de agua helada. Miró lentamente por encima de su hombro para encontrar la mirada de Katei, esperando que hubiera conseguido ocultar su miedo.
—¿De qué estás hablando?
—Me imaginé que podrías intentar desvincularte de mí en algún punto. Me procuré una red de seguridad. Tu hermana está en la aldea, en el Arroz, bajo la cuidadosa vigilancia de mis hombres. A la primera señal, puede estar en un barco hacia el oeste. He oído que hay mucha demanda de putas del este por su aspecto exótico, o algo así.
Rei observó la expresión engreída de Katei sin molestarse siquiera en ocultar ya su miedo. No podía irse ahora, con su hermana pequeña arrastrada a este lío. Katei supo que había ganado antes de que Rei hubiera soltado siquiera su bolsa.
Hanabi estaba cuidando de Jiraiya en el jardín cuando llegaron Hinata y Naruto. El niño estaba profundamente dormido en una manta junto al estanque y las sombras del árbol de sakura jugueteaban sobre su rostro mientras dormía.
—¿Hubo suerte? —preguntó Hanabi, poniéndose de pie y atravesando las flores hacia ellos.
Hinata sintió que Naruto hundía los hombros a su lado y ella le apretó suavemente la mano mientras respondía a su hermana.
—No, por desgracia, no. La señora Tsunade dijo que puede que tengamos que empezar a pensar en aceptar la posibilidad de que los recuerdos de Naruto pueden no volver nunca. —Compuso una expresión valiente para su hermana pequeña, pero por dentro Hinata estaba dividida sobre cómo se sentía en realidad. Por un lado, no era culpa de Naruto y no le echaba la culpa de modo alguno. Sabía que se había estado esforzando por recordar su vida juntos y por lidiar con los desafíos que les lanzaban, y lo amaba aún más por su perseverancia.
Por otro lado, los últimos cinco años de su vida habían sido fácilmente los mejores que había vivido nunca. Cuando era más pequeña, siempre había soñado despierta con cómo sería una vida con Naruto. Ni sus más fantásticas fantasías estaban a la altura de lo completamente perfecta que era la realidad. Dolía que ahora fuera la única, y que quizás siempre fuera a ser la única, que recordase esa época.
Eso solo la hace más especial, reflexionó.
—¿Oye, Hanabi? —Las hermanas Hyuga se giraron al unísono hacia Naruto. Había hablado en voz baja, un contraste directo con sus habituales niveles escandalosos. Ambas habían aprendido a prestar atención cuando Naruto estaba de uno de esos humores extraños.
—Mmm, ¿sí?
—¿Estás ocupada durante las próximas horas? —La pregunta fue inesperada y Hinata vio la sorpresa pasando por el rostro de su hermana antes de que negara con la cabeza—. ¿Crees que podrías cuidar por nosotros a Jiraiya unas horas más?
Hanabi alzó una ceja y miró a su hermana, preguntando qué quería decir Naruto. Hinata simplemente se encogió de hombros, tan confusa como Hanabi.
—Eh, sí, supongo. ¿Por qué? ¿Tenéis que volver al hospital, o algo así?
Naruto negó con la cabeza y una sonrisa cruzó su rostro.
—¡No, quiero tener una cita con Hinata! —Le rodeó los hombros con el brazo mientras lo decía y la atrajo firmemente contra su costado.
—¿Una qué? —dijo con un grito de asombro. Sabía que debía de tener los ojos como platos, pero eso era lo último que se había esperado que dijese.
—Una cita —repitió y a Hinata no se le pasó por alto la burla de su voz—. Venga, Hinata, sabes lo que es una cita, ¿no? He tenido citas contigo, ¿no?
—B-Bueno, sí, claro —balbuceó, intentando alcanzarlo. ¿A qué venía esto?—. Pero no pensé que fueras a querer tener una ahora.
—¿Por qué no? ¡Quiero alardear de mi linda mujer embarazada! —exclamó, pasando su otro brazo alrededor de ella y abrazándola con fuerza.
—¡¿Tu qué?! —Hinata dio un brinco ante el arrebato. ¡Se había olvidado por completo de que Hanabi estaba allí!—. ¿Estás embarazada otra vez? —Los pálidos ojos de Hanabi estaban a punto de salírsele de las órbitas y Hinata sintió el sonrojo encendiéndose en sus mejillas.
—¡Ah, sí! Hanabi, ¿sabes qué? —Naruto evidentemente no tenía ninguna intención de esperar a que Hanabi contestase, porque siguió adelante sin un ápice de pausa—. ¡Hinata va a tener otro bebé! ¡Voy a ser padre!
—¿Cuándo pasó esto? —Hanabi apenas le había dirigido una mirada a Naruto, toda su concentración se centraba en su hermana como si la estuviera viendo por primera vez. Hinata resistió la necesidad de moverse con nerviosismo bajo la mirada penetrante de su hermana. El brazo de Naruto todavía estaba alrededor de ella y extrajo consuelo del pesado peso sobre sus hombros.
—¿Hace un par de meses? —ofreció con timidez—. No lo supe hasta que regresamos a la aldea y no quería que se supiera.
Hanabi todavía parecía impresionada, pero recogió la mandíbula de la hierba e intentó valientemente tomarse las noticias con calma, con una justa cantidad de éxito.
—Felicidades —les dijo, todavía claramente desconcertada.
Naruto no pareció comprender del todo la pura magnitud de lo que acababa de revelar y sonrió ampliamente.
—¡Gracias, Hanabi! Bueno, ¿crees que puedes cuidar de Jiraiya un poco más?
Hanabi finalmente consiguió apartar los ojos de su hermana. Se sacudió un poco y luego respondió:
—Sí, sí, no hay problema. Si surge algo, puedo dejarlo con papá.
—¡Gracias! ¡Eres la mejor! —cacareó Naruto y luego sacó expertamente a Hinata del jardín.
El brazo de Naruto permaneció firmemente alrededor de los hombros de Hinata mientras la conducía por la aldea y Hinata realmente no sabía qué otra cosa hacer más que seguirlo. Parecía más contento de lo que lo había estado en toda la semana y, si tener una cita con ella era lo que hacía falta para hacerle feliz, Hinata no iba a quejarse. Pero sentía curiosidad por saber a dónde estaban yendo.
—Naruto, ¿qué tienes en mente exactamente? —preguntó y se sorprendió, y se preocupó un poco, cuando su ritmo saleroso flaqueó un poco. Pero él se recuperó rápidamente y se frotó la nuca con su mano libre mientras le sonreía tímidamente.
—Estaba pensando que podíamos comer en el Ichiraku. Sé que es penoso, pero de verdad que quería hacer esto, y nunca he tenido una cita con una chica y de verdad que quería salir contigo, y es lo único que se me ocurrió sin haberlo planearlo mucho. —Su voz se hizo más baja cuanto más hablaba hasta que finalmente se apagó y Hinata le rodeó la cintura con el brazo y le dio un fuerte apretón.
—¡Es perfecto! —Hizo que se detuviese un momento y se puso de puntillas para depositar un beso en su mejilla. Se contuvo apenas de soltar una risita cuando todo su cuerpo se tensó un momento y se quedó boquiabierto, una expresión vaga y deslumbrada inundó su rostro con una sonrisa bobalicona. Volvió en sí un momento más tarde y le sonrió con optimismo.
—¿De verdad? ¿Te parece bien? —Estaba ansioso, lo notaba, muy parecido a como lo había estado en su segunda cita. No había sabido lo suficiente en la primera como para estar ansioso.
Ella se rio y asintió, tirando de él por la calle para continuar hacia el puesto de ramen.
—Claro que sí, Naruto. Será igual que nuestra primera cita otra vez. —Un momento después de que lo dijera, se quedó paralizada y levantó la mirada hacia él como si esperase que fuese a gritarle—. No podía decirte eso.
Naruto saltó con entusiasmo ante la poca información.
—¡Espera! ¿Quieres decir que te llevé al Ichiraku en nuestra primera cita? —Sus anteriores preocupaciones de que fuera a molestarse porque no hubiera hecho algo más grande quedaron olvidadas en su emoción por descubrir algo nuevo sobre su relación. Hinata no respondió, pareciendo todavía como si acabara de cometer un crimen terrible y Naruto suspiró, mirándola con seriedad.
—No pasa nada, Hinata. Sé que la abuela dijo que no debías contarme cosas por si recupero la memoria, pero también dijo que puede que no fuera a recuperarla nunca. Quiero recordarnos. Quiero saber cómo empezamos y adónde fuimos y qué hicimos y si te gustaron los regalos de cumpleaños que te hice… Te hice regalos de cumpleaños, ¿verdad? —Ella asintió con vacilación y su sonrisa regresó—. Quiero saberlo todo. ¿Te gustó ir al Ichiraku?
Ella aún vaciló y Naruto cogió sus manos entre las suyas, girándose para mirarla.
—Hinata. Venga. Esto va a ser mucho más difícil si siempre estás andando con pies de plomo intentando no revelar nada.
Se mordió el labio un momento más antes de responderle.
—Me gustó nuestra primera cita. El lugar realmente no importó, simplemente estaba emocionada porque me hubieras pedido ir.
Él esbozó aquella adorable sonrisa aniñada y dio un paso infinitesimal para acercarse a ella.
—¿De verdad?
Su entusiasmo alivió su ansiedad y se relajó, correspondiendo a su sonrisa. Volvió a asentir y se rio un poco ante el recuerdo.
—De verdad. Sakura, Ino y TenTen estaban menos impresionadas.
Naruto frunció ahora el ceño.
—¿Por qué demonios les importó? ¡No se lo pedí a ellas!
Hinata se rio y tiró de la mano de Naruto, comenzando de nuevo su caminata hacia el Ichiraku. Se puso a su ritmo detrás de ella y entrelazó sus dedos.
—Llevaban años esperando que saliéramos juntos. Creo que éramos algo así como su… cuento de hadas de la vida real. No estuvieron muy contentas con que me hubieras llevado a un «puesto cutre de ramen» para la cita por la que yo había estado «esperando toda mi vida». Creo que debían de estar muy molestas contigo, porque te pasaste casi tres semanas planeando el pícnic al que me llevaste en nuestra segunda cita. Y estabas mucho más nervioso por si estropeabas algo la segunda vez. —Hinata volvió a reírse para sí, recordando a Naruto moviéndose ansiosamente cada cinco segundos y tropezando consigo mismo y con sus palabras mientras intentaba hablar.
Cuando al fin llegaron al Ichiraku y ocuparon sus asientos, Teuchi los saludó con cariño.
—¡Hola, niños! Me preguntaba cuándo ibais a pasaros por aquí. ¿Qué tal vuestro aniversario? —El hombre le sonrió ampliamente a la pareja y ambos se miraron sin saber qué decir. Naruto balbuceó un momento antes de que Hinata consiguiera encubrirlos.
—Fue maravilloso. Siempre me ha encantado la Cascada y Naruto planeó un viaje maravilloso. Fue agradable relajarse un tiempo —dijo Hinata con facilidad. Teuchi y su hija Ayame habían llegado a caerle muy bien, y dijo la verdad, el viaje había sido maravilloso. Era muy consciente de que Naruto la estaba observando atentamente, empapándose de los pequeños fragmentos de su pasado.
—Pero siempre es bueno volver a estar en casa, ¿verdad? —preguntó Teuchi, sonriéndoles ampliamente a sus clientes favoritos. Hinata sonrió en respuesta y Teuchi se puso manos a la obra, dando una palmada—. Bueno, ¿lo de siempre?
El puesto de ramen estaba más lleno de lo que Naruto recordaba haberlo visto nunca. Tras la invasión de Pein, Teuchi había aprovechado la oportunidad de expandirse de una pequeña barra a un lugar ligeramente más grande. Todavía estaba la barra, era algo así como una tradición, pero se había expandido y se habían dispuesto mesitas delante de la barra, de modo que los comensales podían disfrutar de su comida bajo el cálido cielo de Konoha. Como Teuchi y Ayame tenían otros clientes de los que ocuparse, a Naruto y Hinata se les concedió un poco de privacidad.
—Así que te gusta mucho la Cascada, ¿eh? —preguntó Naruto tras sorber unos fideos. Hinata tragó su propio bocado antes de responder y Naruto se recordó que tenía que cuidar sus modales.
—Sí, me encanta el sitio. No sé si te acuerdas, pero tengo afinidad a la naturaleza de agua y la Cascada es como un mundo completamente distinto. Sé que es una tontería, pero es una sensación diferente estar así de rodeada de la naturaleza de mi chakra. Me llevaste allí en nuestra luna de miel. —Naruto observó, encantado por la forma en que a Hinata se le iluminaron los ojos cuando habló. No había sabido que su naturaleza afín era el agua, pero tenía sentido. Se mostraba en su naturaleza calmada y fluida. Tampoco se le pasó por alto el pequeño pedazo de su pasado y lo clasificó con cuidado.
La anterior insistencia de Naruto de que Hinata no podía seguir moviéndose con pies de plomo temiendo que se le escapara algo parecía haber hecho maravillas. Mientras comían, hizo toda pregunta que se le ocurrió y Hinata respondió sin reparos. Cuando terminaron, Naruto pidió la cuenta, pero Teuchi lo rechazó.
—¡Invita la casa! —anunció, limpiándose las manos en un trapo. Cuando Naruto empezó a protestar, Teuchi negó firmemente con la cabeza—. Consideradlo un regalo de aniversario —sugirió y luego se dio la vuelta para hacer más ramen. Naruto miró a Hinata, que lo estaba observando con las cejas alzadas, y se encogió de hombros. Le ofreció la mano, que ella aceptó de inmediato, y salieron juntos al brillante sol vespertino. Empezaron a deambular por la calle principal de regreso al Complejo, con sus manos oscilando ligeramente entre ellos, cuando Naruto percibió un destello familiar de pelo blanco.
Kakashi, acompañado de Yamato y Sai, caminaba en dirección contraria, desde la torre de la Hokage, y le sonrió a la pareja a través de su máscara y saludó con la mano.
—Hola, chicos —saludó animadamente, su único ojo visible les sonreía. Yamato y Sai parecían molestos por algo, pero los modales tranquilos de Kakashi no parecieron afectados por ellos—. ¿Habéis vuelto de vuestro viaje?
—Sí, ¿vosotros acabáis de volver de vuestra misión? —preguntó Naruto, mirando su equipo de ANBU.
—Así es, Naruto. Acabamos de terminar de informar a la señora Tsunade, de hecho. Iba a solicitar la ayuda de Hinata para una misión de seguimiento, pero me informaron de que estabas de baja. —El humor de Kakashi permaneció ligero y tranquilo mientras le dirigía la pregunta a Hinata, pero había un tono subyacente que implicaba que sabía más de lo que decían sus palabras.
Hinata se sonrojó un poco ante su indirecta franqueza, pero asintió.
—Sí, me han dado la baja por maternidad…
—¡Ah, sí! ¡Sabes qué, Kakashi-sensei! —interrumpió Naruto emocionado—. ¡Hinata va a tener un hijo! ¡Un hijo mío!
—También me informaron de que tú no podías ocupar su lugar en la misión porque tenías problemas propios. —La respuesta de Kakashi fue suave y fluida, pero llevaba peso, y la emoción de Naruto flaqueó al instante.
—¿Te contó eso? —preguntó en voz baja y Hinata le apretó la mano, todavía entrelazada con la de ella, y se apoyó en su brazo en gesto de apoyo.
—Sí —confirmó Kakashi, su sonrisa ahora había desaparecido mientras observaba a Naruto atentamente. Esperó un momento a que Naruto lo mirase al ojo, pero como el más joven no lo hizo, Kakashi volvió a intervenir, esta vez con voz más suave—. ¿Estás bien? —La pregunta era más que una simple indagación por el bienestar de Naruto. Kakashi estaba preguntando si Naruto estaba consiguiendo mantenerse al día con todas las sorpresas que volaban hacia él. ¿Cómo lo estaba llevando todo?
Naruto levantó la mirada a su maestro de confianza y una pequeña sonrisa, una de sus sonrisas reales y sinceras que aun así conseguían mostrar el dolor del que se estaba ocupando, levantó la comisura de su boca.
—Sí —respondió, girándose hacia Hinata y pasando un brazo por su hombro—. Sí, lo estoy. Tengo a Hinata aquí.
Hinata le sonrió con cariño, rodeando a cambio su cintura fuertemente con su brazo antes de que la pareja volviera a mirar a Kakashi, Yamato y Sai.
—Entonces lo dejaré así —dijo Kakashi, su sonrisa regresó.
—Espera, ¿no tienes alguna especie de jutsu que ayude? —preguntó Naruto ansiosamente.
Kakashi negó con la cabeza, con las manos enterradas en los bolsillos.
—Me temo que no. Los jutsu que he copiado han estado casi estrictamente orientados al combate. Siempre les dejé los juegos mentales a hombres como Ibiki e Inoichi. —Cuando Naruto se giró hacia Yamato y Sai, ambos todavía de pie pacientemente un paso por detrás de Kakashi, el Jonin lo detuvo—. Yamato y Sai tampoco van a ser de mucha ayuda. Ambos han tenido sus propios problemas con recuerdos fuera de control. Lo siento, Naruto, pero en esto, tu equipo no va a ser de mucha ayuda.
Naruto hundió los hombros, pero asintió con comprensión. Yamato se adelantó y colocó una mano en su hombro alentadoramente.
—Puede que no tengamos las respuestas que necesitas, pero estaremos ahí si hay algo que podamos hacer, Naruto. —La mirada de Naruto encontró la de Yamato y le sonrió en gesto de agradecimiento.
—Sí. Lo sé. Gracias, Yamato.
Quizás sintiendo la necesidad de ofrecer personalmente su propio apoyo, Sai se adelantó también, con una de sus sonrisas practicadas en su sitio.
—Sí, Naruto. Si descubres que eres incapaz de lograr las cosas para las que tu yo olvidado ha hecho los preparativos, estaremos aquí para ayudar. Consideraría un gran honor ayudar a un amigo que lo necesita, si decides que no puedes cuidar adecuadamente de tu esposa o de tu hijo… —Yamato estampó la mano sobre la boca de Sai y puso una excusa rápidamente.
—Creo que Sai está un poco cansado de la misión, ¡voy a llevarlo a casa! —anunció antes de llevarse al joven shinobi.
Naruto había apretado el brazo alrededor del hombro de Hinata ante las palabras de Sai y se quedó mirando con furia al par que desaparecía rápidamente por la calle.
—Veo que ha cambiado más o menos tanto como Sasuke —masculló con sarcasmo.
—Tiene buena intención —contestó Kakashi—. Felicidades, Hinata, por tu embarazo. Os deseo todo lo mejor. Ahora, si no os importa, voy a seguir el consejo de Yamato y voy a irme a casa. Hasta luego. —Y con un alegre ademán, Kakashi desapareció de la vista con un puf.
Hinata esperó un momento, observando mientras Naruto miraba fijamente el lugar en el que había estado Kakashi, y apretó el brazo alrededor de su cintura.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Con un suspiro, Naruto la miró a los ojos y esbozó de nuevo aquella pequeña sonrisa.
—Sí, estoy bien. Sé que no debería sorprenderme, pero tenía algo de esperanza de que Kakashi tuviese una respuesta para todo esto cuando llegase a casa. Es que sabe tanto que pensaba que seguro que tendría algo… Deberíamos volver, Jiraiya se estará preguntando adónde nos fuimos. —Hizo ademán de continuar por la calle y Hinata lo siguió, permitiéndole su silencio hasta que casi habían llegado al Complejo. Justo antes de que doblaran la esquina, tiró de él hacia un lado y se detuvo.
Naruto bajó la mirada hacia ella, confuso, pero Hinata no dio explicaciones. Lentamente, asegurándose de no sobresaltarlo, y quizás para darle tiempo a negarse, Hinata colocó las manos en sus mejillas, acunando su rostro suavemente y alzándose de puntillas para depositar un beso en sus labios. Por su parte, Naruto se quedó muy, muy quieto un momento, como si tuviera miedo de que fuera a parar si reaccionaba, pero no pudo contenerse y correspondió a su beso. Al igual que en la cocina, el cuerpo de Naruto recordó qué hacer y tomó el control de su cerebro.
Llevó las manos a su cintura, atrayéndola contra él y levantando un poco de su peso de la punta de sus pies para que no tuviera que estirarse tanto. Si también lo hizo porque quería tenerla más cerca, ¿qué importaba?
El beso fue más suave que el de la cocina, que había estado alimentado por la sorpresa por parte de Hinata y una desesperación por la de Naruto, y que había sido interrumpido más drásticamente de lo que ninguno hubiera preferido por parte de su hijo. Este beso fue lento, pausado, mientras Naruto disfrutaba de la sensación de los labios de Hinata trabajando contra los suyos insistentemente y prestó mucha atención a lo que estaba haciendo ella, intentando copiarlo. Sus dedos jugueteaban con el pelo de él y canturreó en voz baja contra los labios de ella ante los ligeros tirones. Ella se apartó primero, dejándolo en un ligero aturdimiento mientras la miraba fijamente.
—Gracias. Hoy me lo he pasado maravillosamente bien —dijo con los brazos rodeándole cómodamente el cuello. Su pecho se infló con orgullo masculino y volvió a dejarla sobre sus pies, aunque no la soltó. Y no planeaba soltarla si podía evitarlo.
Esa misma noche, Naruto estaba sentado en el sofá, con Jiraiya hecho un ovillo contra su pecho mientras le leía un libro para niños. Hinata estaba preparando una cena temprana en la cocina cuando la pacífica tarde se vio interrumpida por unos fuertes golpes en la puerta de la entrada. Antes de que ni Hinata ni Naruto pudieran moverse para abrirla, la puerta de la entrada se abrió de golpe y Kiba Inuzuka entró triunfal en el pequeño apartamento, seguido de Shino, Shikamaru, Choji, Sasuke, Sai y Lee.
—¡Eh, Naruto! —bramó Kiba. Alborotó el pelo rubio de Jiraiya tras darle a Naruto una brusca palmada en el hombro.
—¿Tienes que hacer tanto maldito ruido, Kiba? —se quejó Naruto, apartando la mano del hombre-perro. Para este momento, Hinata había salido de la cocina, secándose las manos con un paño.
—Ese vocabulario, Naruto —riñó suavemente, recordándole con una mirada que Jiraiya estaba presente antes de mirar a la asamblea de su salón—. ¿Qué ocurre, Kiba? —preguntó con curiosidad.
—¡Estamos aquí para recoger a tu marido! —anunció Kiba, pasando un brazo por los hombros de ella en un abrazo fraternal.
—¿Recoger? —repitió Naruto, pareciendo irritado mientras Jiraiya se movía en sus brazos, sobresaltado ante la inesperada multitud.
—Es nuestra «noche de hombres» y, en vista de que te perdiste nuestra reunión de la semana pasada, sentimos que lo correcto es que nos aseguremos de que asistes esta noche, Sin Pene —ofreció Sai amablemente. Naruto se preguntó vagamente si era una bendición o una maldición que Sai no hubiera cambiado.
Naruto se burló del viejo apodo, resistiendo la necesidad de pegarle al artista en la cara.
—Creía que habías dejado de llamarme eso después de que Hinata se quedase embarazada de Jiraiya —se quejó. Le había hecho preguntas a Hinata durante la mayor parte de la tarde, en concreto sobre sus relaciones con cada uno de sus amigos, centrando mucha atención en sus compañeros de equipo.
Sai le sonrió en respuesta y asintió.
—Sí, así es. Pero me imaginé que el nombre encajaba otra vez, ya que no recuerdas haber concebid… —Unos cuatro puños diferentes se estamparon contra Sai con brusquedad y una mano se deslizó sobre su boca antes de que pudiera terminar la frase, todos los hombres miraron a Hinata con cautela.
Un ligero sonrojo coloreaba sus mejillas, pero respiró hondo y se lo tomó con filosofía, decidiendo no hacer comentarios sobre los detalles de su vida sexual y la de Naruto delante de los hombres que conocía desde la infancia.
—Ranita, ¿puedes ir a jugar un rato a tu habitación? —preguntó. El niño asintió y, después de que Naruto lo bajara al suelo, se despidió de todos sus tíos con la mano y corrió a su habitación. Ella cambió con tacto de tema para volver al asunto en cuestión—. ¿Queréis llevarlo de bares? —dirigió su pregunta a los hombres más sensatos: Shikamaru, Shino y Sasuke.
Shikamaru fue quien respondió, negando con la cabeza.
—No, decidimos que empezaríamos con algo un poco más fácil. Vamos a ir al apartamento de Kiba y solo vamos a jugar a las cartas, beber un poco y hablar.
Hinata pareció escéptica y Kiba se apresuró a mantenerse firme.
—Venga, Hinata. Tsunade dijo que debería hacer todas las cosas normales y la noche de juegos es normal. ¡Incluso estamos todos en la aldea! Eso no pasa tan a menudo.
—Eh, para empezar, ¿quién dijo que yo quisiera ir a jugar a las tontas cartas con vosotros? —exigió Naruto, levantándose del sofá y yendo a ponerse al lado de Hinata.
—No, creo que deberías ir —dijo mientras él le pasaba el brazo por el hombro. La miró boquiabierto un momento y ella volvió a mirar a los hombres que se amontonaban en su pequeño apartamento—. Chicos, ¿podéis darnos un minuto? —preguntó con dulzura y, sin decir una palabra, los hombres asintieron y salieron por la puerta. Al volverse hacia Naruto, Hinata lo miró a los ojos—. Creo que es buena idea.
Le lanzó una mirada de escepticismo y estaba a punto de dar su réplica, pero Hinata sostuvo su mano en alto y se le adelantó.
—Justo esta tarde decías que desearías no tener que depender de mí para todo. No me importa, pero si quieres parar de depender de mí, vas a tener que salir tú solo. Creo que te vendría bien pasar tiempo con todos los chicos como grupo. Puede que te recuerde algo.
Naruto hizo una mueca. Había estado esperando con ganas una noche tranquila en casa con Hinata y Jiraiya. Había decidido que iba a empezar de cero con su relación. Iba a intentar enamorarse de ella de nuevo y el siguiente paso después de su cita de ese mismo día, en su mente, era pasar una noche en casa con ella. No tendría que preocuparse por decir algo estúpido porque no recordara algo, o fingir que sus recuerdos todavía desaparecidos en combate no le molestaban. Simplemente podía envolverse alrededor de Hinata y ver una película o algo. Al mismo tiempo, la idea de pasar tiempo con los chicos era un poco tentadora, y razonó que quizás podía sacarles información sobre su relación y sobre Hinata en general. La última vez que había pasado tiempo con todos ellos había sido en un campo de batalla fulminando a Madara con la mirada. Que tú recuerdes, se recordó con pesimismo.
—¿Estás segura? —volvió a preguntar, esperando que cambiase de opinión—. Le prometí a Jiraiya que jugaría con él.
Hinata asintió con confianza.
—Yo lo distraeré. Esto será bueno. Ve. —Apoyó una mano en su pecho tranquilizadoramente y Naruto vaciló un momento antes de bajar tímidamente su cabeza hacia la de ella. Rozó los labios ligeramente contra los suyos, un entusiasmo lo recorrió cuando ella le correspondió.
—Vale, si estás segura —probó una última vez. Cuando ella asintió, aceptó sombríamente su destino—. Voy a despedirme de Jiraiya.
No había sido muy tarde cuando Naruto se había ido del apartamento con los chicos, acompañado de vítores entusiasmados y palmaditas en la espalda. Todavía quedaba un rato antes de que se pusiera el sol y, para distraer a Jiraiya de la repentina ausencia de su padre, Hinata se había ofrecido a llevarlo al parque. El niño había aceptado con entusiasmo, arrastrando a su madre hasta la puerta y poniéndose los zapatos.
Hinata mantuvo vigilado a Jiraiya mientras él correteaba por el parque infantil, pero no pudo evitar que su mente fuera en dirección a Naruto. Esperaba que los chicos no estuvieran siendo demasiado bruscos con él. Solo había pasado poco más de una semana desde que había desaparecido su memoria, pero Hinata sabía que los hombres de los Doce de Konoha iban a tenerle poca simpatía. Solo esperaba que le devolvieran a su marido de una pieza.
—¡Ayuda, por favor! ¡Necesito tu ayuda! ¡Es mi hermana! —El cansado grito la sacó de sus pensamientos.
Hinata no pudo ocultar la sorpresa en su rostro mientras una joven salía de repente del bosque y corría a toda velocidad hacia ella y todos los pensamientos sobre Naruto se alejaron de su mente. En un instante, Hinata asimiló los detalles y vio que la mujer era quizás solamente unos años mayor que ella misma. Tenía el pelo cobrizo recogido en un moño en la parte de atrás de la cabeza y era de estatura mediana. Hinata no la había visto nunca, pero era indudable el pánico en sus ojos castaños.
—¡Por favor! —La mujer la alcanzó y tomó a Hinata firmemente por los hombros—. ¡Por favor, es mi hermana, está herida y no sé qué hacer!
La conducta calmada de shinobi de Hinata hizo efecto. Hablando con voz tranquilizadora, apartó suavemente las manos de la histérica mujer de sus hombros.
—Cálmate y explícame qué pasa. Soy shinobi, puedo ayudar, pero necesito que permanezcas tranquila y que me cuentes qué pasó. —Hinata se movió, poniéndose entre la joven y su hijo mientras el niño miraba desde los columpios. No creía que esta desconocida supusiera mucha amenaza, pero nunca venía mal ser cauta.
—Estábamos jugando en el bosque. Estaba trepando árboles y se cayó. Gritó y después se desmayó. No me atreví a moverla. Creo que le ha pasado algo en la espalda. ¡Por favor! ¡Por favor, ayúdame! —rogó, las lágrimas brillaban en sus ojos.
—Vale, todo va a ir bien. Sé un poco de jutsu médico. Si me llevas con ella, puedo ayudar y después la llevaremos al hospital, ¿vale? —La mujer asintió frenéticamente y después empezó a tirar de Hinata hacia los árboles.
Hinata se resistió y llamó a Jiraiya.
—Ranita, ven aquí. —El niño apartó sus amplios ojos azules de la mujer y corrió hasta su madre lo más rápido que pudo. La rodeó con los brazos con fuerza cuando ella lo levantó contra su cadera.
—Mamá, ¿qué le pasa? —preguntó en voz baja, pareciendo asustado.
—Su hermanita está herida y está preocupada. Vamos a ir a ayudar, ¿vale? —le dijo Hinata, alisando su alborotado pelo rubio en un esfuerzo por consolarlo mientras seguía a la todavía frenética mujer a paso rápido—. Todo va a ir bien —le prometió mientras él enterraba la cara en su hombro, temblando solo un poco. Hinata contuvo la necesidad protectora que brotó dentro de ella. Odiaba preocupar a su hijo, pero no había nada que hacer. Alguien necesitaba ayuda y Hinata no tenía tiempo de hacer que otra persona cuidase de él.
La ansiosa mujer condujo a Hinata rápidamente a través de los árboles, impulsando su ritmo a un trote en algunas zonas y, cuando el cielo empezó a oscurecer más en lo alto, el desasosiego empezó a acumularse dentro de ella. Iba a preguntarle a la mujer cómo de lejos habían estado «jugando» su hermana y ella en el bosque cuando los árboles de repente se abrieron a un claro. Al otro lado, respaldada por más árboles, había una desvencijada casucha.
Los instintos de Hinata le gritaron que corriese y su Byakugan cobró vida, buscando en el claro a una chica herida mientras sujetaba a Jiraiya con un poco más de fuerza.
—¿Qué ocurre? —preguntó en voz baja. La guía de Hinata se había detenido, todavía le daba la espalda a Hinata y se encogió ante la pregunta. Cuando se dio la vuelta, la expresión de frenético pánico en sus ojos se había visto reemplazada por arrepentimiento, pena y una disculpa.
—Mi hermana está de verdad en apuros —dijo, le temblaba ligeramente la voz—. Y la única forma en que puedo salvarla es trayéndote aquí. Lo siento.
El Byakugan de Hinata captó un destello desde detrás de ella justo antes de que una flecha impactara en la parte de atrás de su hombro y la oscuridad tomase el control.
Nota de la traductora: ¡Mil perdones por la tardanza en traer otro capítulo más! Parece que últimamente me cuesta encontrar ratos para traducir, pero solo faltan tres capítulos para terminar, así que espero no retrasarme mucho con las actualizaciones.
¡Felices fiestas!
