¡Buenas noches a todas! Espero que estén pasando un mes muy feliz, lleno de actividades felices e inspiradoras junto a los que aman. Aquí les comparto un capítulo más de esta humilde historia. Como saben es una adaptación de mi autoría, sin fines de lucro y ¡por cariño a nuestro Príncipe de las Rosas y a su Pecosa! Continuamos…

"UNA VISIÓN DE AMOR"

CAPÍTULO XIX

"¿Me acompañas ahora a tomar una breve siesta, pecosa?", le dijo su esposo, tomando su mano, con una leve sonrisa. "Estoy un poco cansado."

"Claro, amor", dijo Candy preocupada por lo pálido que se veía el rubio de pronto. Ahora se arrepentía de haberlo alentado a realizar un pequeño paseo por los jardines antes del almuerzo ese viernes. Ambos se aproximaron a la entrada trasera de la casa Andley, Anthony iba caminando con su bastón, y cuando llegaron al ingreso, el rubio se detuvo de golpe.

"¿Pasa algo, amor?", preguntó la rubia extrañada. Y sin responderle, Anthony buscó recostarse en el marco de la puerta de entrada y luego, cayendo hincado, se derrumbó de bruces frente a ella. "¡Anthony!", gritó aterrorizada la rubia, inclinándose de inmediato a su lado. "¡Anthony!", el muchacho estaba bocabajo, retiró el cabello de su inconsciente rostro, "¡Auxilio! ¡Auxilio, que alguien me ayude, por favor!", gritaba la pecosa. "¡Ayúdenme!", gritó viendo a su alrededor. "¡Por favor!", y volviéndose al rubio, "- ¡Mi amor…! ¡Respóndeme, Anthony! ¡Mi vida...! - le suplicó con angustia. "Respóndeme…"

El rubio escuchó la voz de Candy llamándole a lo lejos… no recordaba por qué no podía moverse, ni contestarle… así que con todas las fuerzas de su corazón intentó responderle… intentó moverse… "Candy…" dijo finalmente con suavidad, tras mover uno de los dedos de su mano derecha.

"¡Anthony…!", la rubia se agachó aún más hacia su rostro, puesto de lado contra el piso de mármol blanco.

Sus ojos azules se abrieron lentamente, "Pecosa…", susurró, con su rostro vuelto hacia ella, enfocando su bello pero compungido rostro frente a él.

"Anthony… mi amor…", le dijo Candy, viéndolo reaccionar, acariciando su cabello en la posición boca abajo en que estaba.

"¡¿Qué sucede, Candy?!", llegaron corriendo Stear y Archie a la salida, y se asustaron de encontrar llorando a Candy junto a su esposo en el suelo. "¡Anthony!", gritaron asustados, al mismo tiempo, acercándose de inmediato a él, agachándose junto a llorosa pecosa.

"¡Anthony! ¿cómo te sientes? ¿Qué pasó?", le preguntó Archie, otras personas llegaron de dentro de la mansión.

"Me maree, creo yo." Respondió el rubio, mientras Candy ya se había puesto de pie y Dorothy trataba de calmarla junto a otra mucama.

"¿Crees que podamos moverte?", preguntó Stear, tomando control de la situación. "¿Te duele algo en especial que impida que te levantemos?"

"Estoy bien, muchachos. Solo ayúdenme a voltearme, por favor", dijo el rubio, intentando incorporarse débilmente. "Aún estoy mareado", reconoció. Stear y Archie se vieron mutuamente y con mucho cuidado lo ayudaron a volverse, para que quedara de espaldas al suelo un momento.

"¿Crees que podrías sentarte, Anthony?", inquirió entonces Archie.

Anthony asintió, cerrando sus ojos un momento. "Sí. Eso creo", dijo, abriéndolos nuevamente, mirándolos.

"Que traigan la silla de ruedas, ¡pronto!", se volvió Stear, diciéndoselo a uno de los mayordomos que salió corriendo de inmediato a traerla.

"Candy…", dijo el rubio entonces.

Candy se apartó de Dorothy y se agachó junto al rubio con lágrimas corriendo por sus mejillas, tomando la mano que le ofrecía, pero tratando de controlar su angustia.

"No llores, por favor, pecosa.", le dijo él gentil. "Solo fue un mareo. No te asustes, ¿sí? Nada más pasó." Candy asintió sin contestarle. "Ten calma. - Por nuestro pequeño -", le dijo, preocupado porque la había asustado.

"Sí, amor." Le sonrió ella, con valentía. "No te preocupes."

"Ya mandamos a traer al doctor Miller, jóvenes Andley", dijo el mayordomo principal, saliendo junto con el muchacho más joven que le había dicho lo sucedido al entrar e ir por la silla, y que ahora la traía con ellos, colocándola junto a los jóvenes Andley.

"¿Listo, Anthony?", preguntó Stear a su primo, quien asintió. Y él y Archie lo ayudaron a sentarse con cuidado en el suelo y luego, entre los dos, lo ayudaron a levantarse para que se sentara en la silla.

"Ah…", se quejó el rubio al sentarse y recostar su espalda.

"¿Te duele mucho, amor?", dijo Candy preocupada, revisándolo con la mirada. "¿Te heriste en alguna parte?"

El joven le sonrió. "Pues… además del orgullo, solo el golpe al caer, pecosa. Creo que tendré moretones en las rodillas más tarde", trató de alivianar las cosas, pero, sin embargo, parecía que temblaba un poco y que sudaba frío también.

"¿Tienes frío, amor?", dijo Candy.

"Un poco.", admitió renuente el rubio. Stear se quitó de inmediato su chaqueta y Candy la colocó sobre él, abrigándolo.

"Gracias", dijo el rubio con una leve sonrisa.

"Vamos rápido a la habitación.", dijo la rubia. Archie asintió, tomando el control de la silla.

"Así podrás descansar mientras llega el doctor.", comentó Stear tratando de no mostrar mucho su angustia por el bien de la pecosa. "Te subiremos un poco de jugo y algo liviano para que coman algo, mientras esperan. Talvez te mareó el no haber comido."

"Talvez.", reconoció el rubio. "Gracias, chicos", dijo Anthony, dejándose conducir dentro de la mansión con cuidado, con una apenada Candy a su lado. "Estoy bien, amor. Tranquilízate." Le dijo a Candy otra vez su esposo, cuando los cuatro subieron al ascensor, tomado él de su mano. Candy solo pudo asentir seria. Lo creería solo cuando el doctor Miller se lo dijera tras revisarlo.

Una hora después…

"Bien," dijo el doctor Miller guardando su estetoscopio en su maletín, tras haber auscultado a su paciente. "Creo que sufriste una baja de presión, Anthony. Estuvo bien que tu esposa te acostara con tus piernas más elevadas antes de que yo llegara. Bien hecho, Candy." Le dijo a la rubia, que preocupada permanecía al pie de la cama, junto a la señora Elroy.

"Es que… por sus síntomas, creí que sería conveniente, doctor."

"Lo leíste en uno de tus libros de enfermería, ¿verdad?", le preguntó con una sonrisa. La preocupada esposa asintió. "Y con el jugo que te dieron al subir, creo que eso te ayudó también." le dijo al joven, que permanecía ahora sentado, recostado en unos almohadones contra la cabecera labrada de cedro de su cama.

"Pero por lo demás, pienso que no hay nada por qué alarmarse", continuó confiado el galeno. "Excepto el golpe en las rodillas por tu caída. Afortunadamente no te lastimaste la cabeza otra vez.", dijo con alivio.

Al escuchar sus palabras, Candy sintió que podía respirar otra vez. Ella y la tía abuela, quien regresara momentos atrás de una salida al pueblo, encontrándose con la noticia de su desmayo, insistió en estar presente en la habitación junto con el doctor, mientras revisaba a su nieto.

"Eso sí, te encuentro un poco deshidratado, Anthony, lo cual creo ocasionó la descompensación. Pediré que te preparen suero bebible para que estés tomando, al menos 4 vasos grandes al día, durante tres días. Y te dejaré en reposo este día completo. Nada de esfuerzos y eso significa literalmente 'nada de esfuerzos'…", reprendió a los dos jóvenes esposos con la mirada, a lo cual los dos asintieron un tanto apenados de escucharlo.

"¿Pero está seguro de que se encuentra bien, doctor Miller?", inquirió por primera vez la matriarca, preocupada, y por única vez no enterada de lo que se dilucidaba en la conversación entre los rubios y el galeno.

"Tranquila, señora Andley." Le sonrió el amable doctor. "Fue solo un pequeño percance. Pero el joven Brower deberá usar más su silla de ruedas para largas distancias. Ya habrá tiempo para pasear como antes, pero los primeros meses es necesario evitar 'los excesos'..." Les dijo de nuevo, con mirada firme y significativa, a los dos callados esposos, haciéndoles sonrojar levemente. "Se los comenté el mes pasado, ¿verdad?" les dijo. Los dos asintieron en silencio.

William entraba intempestivamente en ese momento a la habitación, justo a tiempo para ahorrarles, para su alivio, más regaños indirectos.

"¡Tío!", dijo Anthony aliviado, al verlo detenerse junto a su lecho.

"¡Anthony! ¿Cómo estás?", dijo su tío sin aliento al verlo. Tan pronto se lo habían dicho Stear y Archie al regresar a la mansión, no había parado de correr hasta llegar a su habitación. Y sin esperar a la respuesta de del rubio menor, se volvió hacia el doctor Miller. "Doctor. ¿Cómo está mi sobrino?", inquirió de inmediato viendo al galeno, preocupado, pero aliviado de ver ya despierto a su sobrino, junto a su esposa que acababa de sentarse a su lado, tomando su mano.

"No se preocupe, señor Andley, como le decía aquí a su tía, su sobrino sufrió un desmayo por estar un poco deshidratado." Dijo levantando un poco la ceja otra vez. "Pero en este momento ordenaré le preparen suero para iniciar su tratamiento de rehidratación, cuatro vasos grandes de suero por día, durante tres días." Repitió. "Por lo pronto, hoy deberá guardar reposo. Y a partir de mañana, tomar las cosas con mayor calma, usando más la silla de ruedas para movilizarse, como habíamos dicho."

"Lo que usted diga, doctor, mandaré de inmediato a pedir por el suero a las cocinas."

"Gracias, señor Andley", dijo el doctor, mientras el patriarca salía al pasillo donde el mayordomo principal lo esperaba junto a sus preocupados sobrinos.

"¿Cómo está Anthony, tío?", preguntó preocupado Stear aproximándosele, al verlo salir de la habitación.

William les sonrió a sus dos sobrinos. "Ya se encuentra mejor, muchachos, gracias a Dios parece que fue solo un desmayo por deshidratación. Anthony estará bien.", les contestó, y volviéndose al mayordomo que esperaba también allí, ordenó de inmediato prepararan lo solicitado por el médico.

Dentro de la habitación el médico se despidió de su paciente, y prometió visitarlo en tres días, agradeciéndole ambos esposos otra vez su presencia, con la promesa de seguir las instrucciones al pie de la letra. Y aunque el médico recibió su promesa con total seriedad, al volverse y tomar su maletín, no pudo evitar sonreír levemente - más divertido que molesto en realidad con la enamorada pareja -.

William Albert lo acompañó a la salida y su tía Elroy dejó a sus primos Cornwell entrar para que vieran que ya se encontraba mejor. Luego discretamente todos se retiraron dejando a la pareja a solas, esperando juntos a que les llevaran el suero, para iniciar el tratamiento.

Candy sostenía la mano del muchacho en silencio.

Anthony miraba sus manos unidas pensativo. Ni siquiera podía pronunciar sus sentimientos al respecto de lo sucedido.

Candy intentó sonreír como siempre, para levantarle el ánimo luego de un rato. "Míralo de esta manera, amor." Le dijo. "Falta poco para el 22 de diciembre. Y si hacemos caso ahora, más pronto podremos reanudar-…", ella se sonrojó y calló apenada, bajando su mirada a sus manos entrelazadas nuevamente, sin continuar.

Anthony la miró y sonrió enternecido porque todavía no podía ni mencionarlo ante él. "Tienes razón, Candy.", concedió el joven y luego suspiró resignado. "El tiempo pasará rápido", dijo sin creerlo en realidad. "Al menos tuvimos la oportunidad de practicar un rato", le sonrió con añoranza. "¿No te parece?"

Candy lo miró a los ojos con igual sentimiento, sonriéndole, recordando los momentos maravillosos compartidos durante la última semana.

"Al menos el doctor Miller no me terminó mandando a dormir a otra habitación", comentó la rubia, riendo suavemente, apenada. "Ya es ganancia, ¿no te parece? De ser así, no creo que lo hubiera soportado...", dijo ya más seria al reflexionarlo.

"Te amo, pecosa mía.", le dijo de pronto el apuesto muchacho, mirándola con entrañable amor, haciendo a la rubia contener el aliento al mirarlo.

"Y yo te amo a ti, mi príncipe.", le dijo ella también conmovida.

Los ojos de Candy se llenaron de pronto de lágrimas, mirándole. "Me asusté tanto por ti hoy…", confesó de pronto la bella joven con un sollozo, recordando lo sucedido al regresar de su paseo. "Creí que te perdía esta vez… ¡creí que-" su voz se quebró, comenzando a llorar desconsoladamente, sin poder controlarse. Había tratado de ser valiente para no preocuparlo antes, pero el alivio de saberlo bien ahora había vencido finalmente su entereza.

"¡Candy…!", dijo el joven, incorporándose de inmediato, y abrazándola hacia sí con sentimiento. "¡Lo siento tanto, pecosa!", le dijo, besando su cabello dorado mientras la consolaba contra su pecho, sosteniéndola en sus brazos, acariciando su espalda, mientras ella lloraba. "Perdóname… perdóname, mi amor…", le decía él, al tiempo que su voz sin querer también se quebraba. Anthony también había pasado por un tremendo susto al verse de pronto en el suelo, creyendo por un momento que podría dejar sola a su esposa y a su hijo, sin poder evitarlo. El joven tomó su tierno rostro entre sus manos, luego de un momento. "¡Te prometo que te cuidaré mejor, mi vida!", le dijo su esposo, con dolor. "¡Es que te amo tanto, pecosa…! que por un momento olvidé mis prioridades. ¡Perdóname!", le dijo afectado, viéndola a los ojos, con arrepentimiento.

"No, Anthony…", ella le dijo, secando sus lágrimas con ternura. "No hay nada qué perdonar, mi amor. Fuimos los dos." Le dijo. "Yo también prometo que te cuidaré más. Y a nuestro pequeño también", le dijo, colocando su mano sobre su pequeña pancita.

Anthony la imitó colocando su mano sobre la de ella también, acariciándola. "Lo haremos los dos.", le dijo con convicción. "Juntos. Ahora más que nunca." Le dijo sonriendo otra vez, sintiéndose aliviado de tenerlos a los dos, a salvo, junto a él.

Candy asintió reconfortada también, y buscó al confort de su abrazo. "Los dos", le dijo ella en aceptación, recostada en su atesorado pecho, cerrando sus ojos. Anthony la sentía más suya que nunca, y cerrando sus ojos, sonrió. Quedándose en silencio ambos un largo rato.

"Te amo.", dijeron los dos.

Ambos se sorprendieron, apartándose, y se quedaron mirando mutuamente, y viendo que volvían a hablar juntos como cuando eran novios, ambos rieron divertidos, con sus corazones livianos y, mirándose felices, secaron sus lágrimas uno al otro, con cariño, besando sus labios entre risas, de vez en vez, con castos y tiernos besos, abrazándose nuevamente con adoración.

Los esposos Brower no dijeron más, pero aceptaban con calma que su añorada luna de miel tendría que esperar… un poco más.

"¿Estás seguro de que Anthony se encuentra bien, William?", preguntó la matriarca al tomar asiento frente a él, ante el escritorio, en el despacho. "Tan bien ¿cómo para atender la visita de las familias Brighton y O'Brien si vienen mañana al condado de Lakewood, como confirmaron?

William suspiró, dejando lo que estaba escribiendo para ponerle su total atención a su tía. De hecho, ambas familias habían atrasado su viaje a Lakewood llegando ahora el sábado 18 del mes, una semana antes de la esperada cena del Día de Acción de Gracias.

"En realidad, tía Elroy," le dijo el elegante patriarca, "los señores Britter se encargarán de recibirlos directamente en la estación de Lakewood y de trasladarlos a la residencia Britter. Pero tiene usted razón. Hablaré con el señor Britter y le pediré que posponga la visita de todos a Candy, aquí en la mansión, al menos dos días más luego de su llegada. Estoy seguro de que Anthony querrá recibirlos junto con Candy en la mejor de las condiciones."

"Me parece muy bien también.", dijo la Matriarca. "No quisiera que Candy se sintiera dividida entre atender a sus amigas o a Anthony, al menos durante estos primeros días."

William asintió.

La tía abuela continuó, "Le diré a Stear y a Archie que, debido a lo sucedido, en nombre de nuestra familia, deberán acompañar a los señores Britter a recibirlos en la estación. Después de todo, fue una invitación combinada de ambas familias la que los hizo aceptar acompañarnos. Tú también irías, como cabeza de los Andley, por supuesto, ya que no verán a Candy en la estación. Y por casualidad, le comentaba a Charlotte el otro día, sobre esta visita, y me dijo que su familia estaría muy anuente y feliz de ser anfitriona de las jóvenes y de sus padres también cuando lo creyésemos oportuno. Podría ser que fuera pasado mañana ese día, ¿no lo crees, William? El domingo. Así las visitas no se sentirían desanimadas por la ausencia de Candy. Aunque entiendo que al explicarles lo sucedido, no se ofenderán. Y así aprovecharían a conocer más el lugar y a nuestros amigos más cercanos antes de visitarnos aquí en la mansión."

William la vio con ojos entrecerrados. "¿Sugiere entonces que… junto con Charlotte, los recibamos mañana en la estación?"

"Sería lo más conveniente, ya que Candy no estaría", dijo la tía Elroy con su mejor cara de póker. "Sería más fácil justificar la invitación de la familia de Charlotte a todos, el domingo. Pienso que Frederick estaría de acuerdo si se lo pedimos."

"Por supuesto que lo estaría…", dijo William, mirándole con seriedad. Luego suspiró. "¿Sabe qué, tía Elroy?", dijo entonces el patriarca, mirándole a los ojos, con el ceño fruncido, apoyando sus dos manos frente a sí sobre el escritorio.

"Dime, William", dijo la dama con total estoicidad, mirándole de vuelta sin amedrentarse.

El joven rubio sonrió suavemente, divertido. "También creo que sería una excelente idea invitar a los Stewart a acompañarnos ese día", reconoció. "Hablaré de inmediato con ambas familias.", dijo decidido, tomando de una vez el auricular del teléfono negro de pie sobre su escritorio y pidiendo línea, solicitó a la operadora le comunicara primero con la Mansión Britter, donde tras asegurarles que Anthony estaba bien del percance recién acontecido, la situación demandaba un cambio de planes, por lo que le comentó al suegro de Anthony respecto de los propuestos planes del día siguiente y del día domingo, junto a los Stewart. Tras colgar con el padre de Candy, estando él de acuerdo, pasó a llamar a la Mansión Stewart, donde el servicio pasó la llamada a Charlotte porque no se encontraban ni su padre ni su hermano en la propiedad en ese momento, comenzando los dos jóvenes entonces a platicar respecto de la recepción de ambas familias invitadas al día siguiente, sábado, en la estación, y luego, de la tentativa invitación de parte de su familia a ellos para el día domingo, en apoyo a la familia Andley que no podía recibirlos sino hasta el lunes, por lo sucedido a su sobrino, tranquilizándola de que había sido un pequeño percance nada más, pero que requería de descanso de parte del rubio menor.

La discreta matriarca se levantó de su silla cuando lo oyó reír levemente en su conversación con la joven, y mirando a su sobrino acomodarse mejor en su sillón, volteándose él inconscientemente hacia los ventanales, hablando con Charlotte de algo diferente, la elegante anciana le dejó continuar su llamada en paz, saliendo del recinto con total discreción, sin poder evitar lucir una suave sonrisa de triunfo al cerrar la puerta del despacho tras de sí.

A la mañana siguiente, el tren de las 9:00 de la mañana se aproximaba a la estación del Condado de Lakewood, y la familia Britter, representada por los padres de Candy; la familia Andley, representada por Stear y Archie y su tío William, acompañados de los hermanos Charles y Charlotte, de parte de la familia Stewart, constituían la elegante comitiva de bienvenida que recibiría a la familia Brighton – el señor y señora Brighton y su hija Annie -, y a la familia O'Brien, que para su sorpresa, al final, había enviado a su hija Patricia solo en compañía de la madre de ella, la señora Elizabeth O'Brien, y de su abuela Martha, madre del señor O'Brien, ya que este no había podido asistir por una huelga repentina que surgió en una de las fábricas de la familia, teniendo él que quedarse a solucionar la situación.

"Bienvenidos sean, señores Brighton y querida Annie." Sonrió atento el señor Britter estrechando la mano del señor Michael Brighton, y besando la mano de las damas. Caroline Britter se aproximó de inmediato a saludarles amablemente también.

"Sean ustedes, bienvenidos." Les sonrió la elegante dama de cabello rubio.

"El gusto es nuestro, señor y señora Britter", le sonrió el caballero de cabello entrecano frente a ellos

La madre de Annie, la señora Samantha Brighton, y la joven Annie les sonrieron cordiales, ataviadas en sus elegantes trajes de viaje.

Y luego volviéndose a sus otros invitados, el señor Britter se dirigió a la señora que esperaba junto a la canosa pero bajita señora, "Señora O'Brien, bienvenida a Lakewood." Dijo, saludándola de igual manera. "Señora Martha, un gusto volverle a ver," le dijo a la anciana junto a ella, "y a ti también, Patricia. Sean bienvenidas", les dijo, tras besar su mano con cortesía.

"Muchas gracias, señor Britter. Qué amable de su parte", dijo afable la señora O'Brien. Una refinada mujer castaña, en sus cuarentas. La señora Britter las saludo también, elogiando lo hermosa que estaban las hijas de ambas familias y lo mucho que les agradaba que los visitaran.

"Una gran comitiva en verdad." Dijo de pronto la abuela Martha. "Como que la cosa sí va en serio esta vez, ¿eh, Patty?", comentó complacida la amena señora a su nieta, codeándola.

"¡Mamá!", se apenó la señora O'Brien de escuchar a su suegra, que había interrumpido las palabras de la señora Britter.

"¡Abuela!", dijo Patty también sonrojada.

"Por favor, déjenme presentarles", continuó el señor Britter, tratando de disminuir la pena de la señora O'Brien "Él es el señor William Albert Andley, patriarca del Clan y presidente del Consorcio Andley."

"Señor, Señoras, Señoritas.", saludó el guapo patriarca con una sonrisa y con propiedad a cada uno. "Bienvenidos sean todos."

"Y sus sobrinos, los jóvenes Alistear y Archibald Cornwell.", continuó el sonriente padre de Candy.

"Bienvenidos a Lakewood, señor Brighton y señoras.", sonrió el mayor, de lentes. "Mi hermano y yo les volvemos a dar la bienvenida, con agrado, estimadas Annie y Patty. ¡Es un verdadero gusto tenerlas de nuevo!" Les dijo con una sonrisa. Su expresión cambió al ver la reserva en los ojos de las jóvenes. - "Bueno… no quise decir literalmente tenerlas, en sí," se disculpó. "Sino más bien, ¡su visita! Sí, su visita con nosotros, quise decir, ¡tener su visita! Sí.", dijo, colocando su mano en su negro y perfecto cabello, mostrándose sonrojado.

Archie solo rodó sus ojos, mientras William Albert miraba hacia otra parte para ocultar su sonrisa.

"Es un placer para la familia Andley que estén de vuelta en Lakewood, estimadas señoritas", dijo atento Archie, distrayendo a sus invitadas del error de elección de palabras de su hermano.

Ambas jóvenes le sonrieron complacidas al elegante muchacho. Secretamente se sentían muy ilusionadas de que las recordaran de su última visita. Porque para ese entonces casi no habían podido hablarles mucho.

"Asimismo, permítanme presentarles también, si me lo permiten, a unos amigos muy queridos de ambas familias," continuó el señor Britter. "El joven Charles Stewart y la señorita Charlotte Stewart, quienes solicitaron el honor de invitarnos a todos desde ya, mañana domingo, a una comida de bienvenida en su honor, en su residencia en el condado vecino."

Todos los invitados se impresionaron con lo dicho, y dirigieron su atención a los hermanos, elegantes y sonrientes frente a ellos.

Charles habló entonces.

"En nombre de la familia Stewart, de mi padre - el señor Frederick Stewart -, les damos también la bienvenida a ustedes. Por favor, permítannos ser su anfitrión en la comida de mañana. Mi hermana y yo estaremos encantados junto con mi padre de recibirlos."

"Muchísimas gracias, joven Stewart," dijo sincero el señor Brighton. "Lo apreciamos, y en mi nombre y de mi familia, y si me permite la señora O'Brien", dijo mirándola y consiguiendo un asentimiento de su parte. "De la familia O'Brien, estaremos encantados y agradecidos de asistir, por supuesto." No esperaba una bienvenida tan espléndida de parte de personas tan importantes en su medio.

"Perdone, señor Britter", se oyó entonces una tímida voz, en medio de tanta cordialidad.

El aludido se volvió hacia la joven bella joven de cabello negro hasta los hombros y ojos azul profundo – como los de su madre -, en un elegante traje de viaje. "¿Sí, querida Annie?", preguntó el caballero, gentil.

"¿Veremos a Candy esta mañana?"

El señor Britter volteó a ver a William, que comprendiendo la necesidad de una explicación, habló entonces.

"Me temo que la esposa de mi sobrino no podrá acompañarnos por el momento, señorita Britter - y eso es algo que queríamos explicarles a todos -, ya que mi sobrino Anthony Brower recibió una restricción médica recientemente, y ella deberá atenderlo durante ese tiempo, pero ambos podrán acompañarnos ya el lunes, cuando los recibamos a todos en la mansión Andley para el agasajo oficial que tenemos preparado de nuestra parte", les sonrió educado. "Espero contar con su comprensión."

"¡Por supuesto, señor Andley!, ¡no faltaba más!", dijo el señor Brighton.

"Espero no haya sido algo muy grave." Agregó la señora O'Brien. Sabiendo de lo sucedido en septiembre al rubio.

"¿El joven Brower se encuentra bien, señor Andley?" consultó preocupada también ahora la bella joven de lentes, llamando la atención del joven inventor Cornwell. Eran pocas las jóvenes que él conocía que usaran lentes como él, y que se vieran tan bellas con esa luz de media mañana.

"Fue un desmayo, pero ya se encuentra mejor, señora O'Brien. Y gracias por su preocupación también, señorita O'Brien", sonrió William, complacido por la genuina preocupación de las visitas por su sobrino. "Descuiden. Con un poco de descanso, y cuidados de su esposa, Anthony pronto estará con nosotros para que junto con Candy puedan departir con las familias, como todos deseamos. De hecho, Candy me pidió que les diera la más cordial bienvenida de su parte. Está impaciente de poder darles la bienvenida en la mansión Andley, junto a su esposo, y compartir con ustedes otra vez", agregó el joven patriarca, viendo a ambas jóvenes, que le sonrieron felices en respuesta.

Uno de los empleados del señor Britter se aproximó a él y le habló en voz baja. El caballero asintió y sonrió, volviéndose y hablando a todos. "Me avisan que su equipaje ya está cargado en los diferentes vehículos. Podemos marcharnos cuando ustedes lo deseen", afirmó.

Y con estas palabras, las elegantes familias confirmando estar listas para marcharse, abandonaron la estación junto a sus anfitriones, en medio de charlas cordiales y atentas.

Solo los jóvenes de las familias se quedaron atrás de la elegante comitiva, ofreciendo atentos los dos jóvenes Cornwell el brazo a ambas tímidas muchachas, tras ver a su tío hacer lo mismo con la señorita Stewart, escoltándolas entonces hacia el vehículo donde viajarían - a instancias de la señora Elroy -, las jóvenes irían en el vehículo del joven Cornwell mayor, junto a su hermano, para que los demás invitados pudieran viajar holgadamente con el señor Britter, Charles, y con William mismo, aprovechando este último a invitar a Charlotte a viajar junto a él y a los señores Brighton, a lo que la joven castaña, con el permiso de su hermano, aceptó con afabilidad.

Annie aceptó la mano de Archie para subir al vehículo, sonrojándose por el contacto - estar cerca del impecable muchacho la ponía nerviosa en realidad -. Y el joven Stear hizo lo mismo por la tímida señorita O'Brien, quien le sonrió gentil, compartiendo ambos una sonrisa. Y tras entrar ambas damas en la parte posterior del vehículo, ambos muchachos Cornwell subieron a la parte de adelante y encendiendo Stear el vehículo, siguieron a la curiosa y llamativa comitiva de autos de lujo, dirigiéndose al pueblo cercano, y a la acogedora mansión Britter.

Continuará…

¡Gracias por leer!

Espero les haya agradado el capítulo. ¡Como ven, las amigas de la pecosa ya llegaron a Lakewood! ¡Ji, ji! A ver qué tal les va.

Muchas gracias a todas por sus comentarios al capítulo anterior. Gracias, queridas Julie-Andley-00 (¡Hola, Julie! ¡Ya llegaron! ¡Ji, ji, ji! Ya veremos cómo la pasan todos juntos. ¡Un abrazo, amiga, y ¡Feliz Navidad!), Anguie (Gracias, Anguie, me alegra que te caiga bien Charlotte. ¡Un gran abrazo!), Sharick (Sorry, va a haber que esperar un poquito, amiga. ¡Un abrazo, Sharick!), Guest 1 (¡Gracias por estar pendiente!), Guest 2 (¡Me alegra que te alegre! ¡Bendiciones a ti también!), Guest 3, Guest 4, Guest 5, muchas gracias!, y GeoMtzR (¡Qué bueno que te alegra! Y sí, ¡pobrecitos mis cielos! Pero habrá que esperar otro poquito, como ves. - ¡La salud ante todo! Ni modo. ¡Ji, ji, ji! - ¡Un abrazo, Georgy, y bendiciones también!), gracias a cada una por comentar! Y Mayely león, ¡espero tengas una linda navidad!

¡Y muchas gracias a todas las lectoras silenciosas también! Ojalá les haya gustado.

¡Les deseo a todas y cada una, una Santa Navidad y que el Niño Dios bendiga sus vidas y sus hogares siempre!

¡Un gran abrazo en la distancia a todas! ¡MUY FELIZ NAVIDAD!

¡Bendiciones!

lemh2001

21 de diciembre de 2023

P.D. Intentaré publicar el jueves 28 de diciembre. ¡Un abrazo!