N/A: Holis, aquí la actualización de mi historia. En este capítulo le di algo de contexto a las reglas del santuario. Las vi mencionadas en manga y anime, pero dado que este es el santuario de la era mitológica quise poner cómo según yo se idearon las mismas
Cap 20: Las reglas del santuario
Sísifo quiso protestar cuando la diosa se lo llevó del comedor teletransportándolo hasta su recámara privada. "En el nombre de los infiernos que recorrí tengo más hambre que los espíritus condenados por gula". Se quejó mentalmente. Había cenado poco y el desayuno todavía brillaba por su ausencia. A este paso moriría de inanición antes de poner a entrenar a los nuevos aspirantes. Iba a quejarse a gritos cuando notó a la diosa sentada cubriéndose el rostro con una de sus manos mientras sujetaba con la otra su báculo. Era raro ver a una orgullosa diosa como ella cabizbaja sin gritarle que se pusiera a formular reglas que luego le transmitiría a los demás como su portavoz.
Con precaución se acercó lentamente notando un ligero hipeo de su parte. Eso lo asustó al imaginar a la diosa llorando. ¡Llorando! Como si los dioses pudieran hacer cosa semejante como mostrar emociones, y en caso de hacerlo debía ser algo grave como estar maldito. Sólo así Apolo derramó lágrimas por su amor perdido, pero en circunstancias normales era inimaginable. Cuando logró verle el rostro suspiró aliviado al darse cuenta que no estaba llorando, pero tenía apariencia de no faltarle mucho para hacerlo.
―Ya dilo de una vez ―pidió Atena con la voz algo quebrada y molesta―. Y no intentes hacerte el tonto lo que sucedió ayer no debió pasar y pudo haberse evitado.
La diosa de la sabiduría había reflexionado seriamente sobre lo sucedido sintiéndose apenada por su falta de juicio a la hora de ignorar las recomendaciones de sus santos. Ella había nacido literalmente lista para la guerra siendo adulta portando su armadura divina desde el inicio. No entendía de esas tonterías de la diferencia de edad. Al menos no hasta que León y Adonis le explicaron que los seres humanos, ―al igual que muchas criaturas―, nacían indefensas y necesitadas de protección para crecer y formarse sea como hombres o guerreros. Todos requerían de su tiempo. Cuando sus santos le hablaron sobre las etapas del ciclo humano meditó en su trato hacia Sísifo.
Cuando lo sacó del inframundo resucitó como un niño. Uno que ni siquiera podía caminar por su cuenta y no le tomó atención hasta cumplido el año de dejarlo en ese templo. De no ser por León seguramente no habría sobrevivido. Comprendía un poco la preocupación de los santos hacia el menor de ellos. Era casi un instinto voltear a vigilarlo por su apariencia y comportamiento infantil. Por un momento ella misma se preguntó ¿dónde estaría en estos momentos si sagitario hubiera perecido en su templo? ¿Cómo se sentiría si en vez de desconocidos los que eran cruelmente masacrados fueran esos santos con los que convivió durante meses?
"¿Cómo sería la vida en este lugar si un día dejan de estar? Sin las sonrisas amables de Adonis, sin el trato paternal de León ante mis fallos y aciertos, sin los consejos sabios de Ganímedes y sin las travesuras de Sísifo". Algo dentro del pecho de la diosa se había fracturado. Sentía una especie de herida invisible al pensar en verlos muertos. Empero, ella era una diosa conocida por su prudencia. ¿Merecía ser reconocida por esa virtud cuando demostró lo contrario?
―Lo sé y lo siento ―aceptó el infante soltando un suspiro mientras desviaba la mirada―. Debí actuar con mayor madurez y evitar lo sucedido.
Luego de su charla con Ganímedes la noche anterior, había comprendido y aceptado su responsabilidad. Él podía odiar mucho su apodo de esclavo, pero para los enemigos y fieles de Atena, era una especie de cargo. Uno que lo colocaba como el segundo al mando del santuario y consejero de confianza de la diosa. "Entiendo tus motivos y estoy dispuesto a dar todo de mí por hacer fuertes a los santos. Ninguno de ellos morirá fácilmente". Había prometido Sísifo con solemnidad cuando hizo su tregua con ella. Ahora sentía haber faltado a su palabra por aquella masacre. Estar dormido no era excusa, sólo era algo que aumentaba su molestia contra sí mismo. De estar despierto pudo tomar cualquiera de las opciones que cruzaron por su mente mientras era regañado por acuario. No tenía perdón por lo sucedido y jamás podría conseguir redimirse con aquellas almas perdidas. La diosa por su lado alzó la cabeza sorprendida por la disculpa. Esperaba regaños de parte de su santo sabiéndolo con la razón. Motivos para gritarle no le faltaban.
―¿Por qué dices eso? ―interrogó Atena viéndolo con desconfianza por si era alguna de sus raras tretas.
―Debí permanecer a tu lado y apoyarte. Eso prometí cuando hice mi tregua contigo ―respondió sagitario viéndola arrepentido por su fallo.
―Yo prometí y, no cumplí, con no desperdiciar vidas inútilmente ―suspiró la diosa de la guerra con gran pesar―. Es tal y como dijiste, comprendí que yo me debo a mi pueblo, así como ustedes se deben a mí.
―No me incluyas, yo aun no me arrodillo ante ti ―le recordó vagamente el menor mientras desviaba la mirada, pensativo.
Tal vez debería hacerle caso a Ganímedes y ceder ante Atena. Quizás no era la mejor de las diosas, pero era un mal conocido. Alguien con quién sabía lidiar y era capaz de negociar algunos pequeños caprichos a su favor siempre que cediera algo de igual valor. Tenía sus dudas sobre comprometerse a fondo con la diosa de la guerra, agachar la cabeza y jurarle lealtad era un acto de entrega que le quitaría su libertad para siempre. Sin embargo, había meditado las interrogantes planteadas por el santo de acuario. Si se iba podría lastimar a León y Adonis. No deseaba abandonarlos en el santuario como si sólo hubieran sido juguetes para pasar el rato. También le aquejaba la culpa de lo que sucedería con los creyentes de Atena. ¿Qué sería de los mortales si el ángel de Atena desaparecía repentinamente? Odiaba ese apodo desde lo profundo de su ser, pero daba esperanzas a las personas. Era algo bueno ver a los humanos depender de otros humanos, sin condiciones, en vez de rogar a los dioses sólo para que se aprovecharían de su desesperación.
―Entiendo que te he dado más motivos para negarte ―aceptó Atena cabeceando un poco de acuerdo con ello―. No sé cómo remediar lo que sucedió.
Sagitario sintió compasión por el rostro mortificado de la diosa. Jamás la había visto con una expresión semejante y bien sabía las expresiones que podía poner al plantarle cara a varios dioses, mortales y otros seres. Siempre altiva, orgullosa y sobre todo siempre una digna guerrera. Se acercó con calma hasta ella y le sujetó una de sus manos. Era irrespetuoso semejante atrevimiento, pero le daba igual.
―No podemos hacer nada por las vidas que se perdieron, es doloroso y una culpa que cargaremos ―dijo apretando suavemente la mano de la deidad―. Juntos. Fue nuestra culpa y lo haremos mejor para no volver a tener estos arrepentimientos ―aseguró Sísifo viéndola con determinación ante los ojos sorprendidos de su diosa quien le regaló una tenue sonrisa―. Y ya no pongas cara de que vas a llorar, te ves más fea de lo normal ―dijo desviando la mirada avergonzada.
―Aun estás demasiado pequeño para apreciar mi belleza ―replicó ella frunciendo el ceño―. Cuando al fin ese cuerpo comience a funcionar apuesto a que tendrás pensamientos impuros nada más verme como cualquier otro hombre ―presumió con su sonrisa vanidosa normal.
―Sigue soñando ―respondió Sísifo con burla antes de soltarla finalmente.
Se sentía asquerosamente cursi por las palabras que había soltado antes además de haberle dado la mano de manera demasiado gentil, así que necesitaba equilibrar un poco las cosas insultándola. Al menos sentía que ese asunto estaba levemente zanjado. No podían revivir a los caídos, al menos no sin recurrir a Hades o Zeus. Ellos tenían el poder de hacerlo, mas eso significaba que pedirían algo a cambio. Mientras menos dependieran de los tratos con otros seres divinos mejor. Se ahorraban muchos problemas solucionando sus asuntos entre ellos. De momento, no quedaba más que evitar que esos problemas se volvieran a repetir. Por lo mismo, Sísifo se sentó en el suelo con las piernas cruzadas delante de ella.
―Pondremos reglas en este santuario que se deberán acatar. La primera es que quedan prohibidas las armas ―mencionó Atena siendo lo primero que quería negar.
―¿La armadura de libra no tiene diversas armas? ―interrogó sagitario habiendo visto aquella vestidura cuando trajo los ocho ropajes dorados que completaban la orden zodiacal.
―La constelación de libra simboliza la justicia. El caballero que sea elegido por ella deberá tener un juicio moral impecable, imparcial y justo. Seguro sabrá cuándo y dónde hacer uso de sus armas.
―Bien, entonces quedan prohibidas las armas ―aceptó sagitario enumerando con sus dedos―. Segundo, las mujeres deben quedar prohibidas en este sitio.
―Creo que imagino la razón ―mencionó ella más o menos entendiendo por donde iban los tiros.
―Ya oíste a tu medio hermano. Algunos vienen buscando mujeres lo que sería un problema para todos ―bufó Sísifo por lo ridículos que se podían volver los hombres por culpa de la lujuria―. Ellas podrían ser violadas en el peor de los casos y en el mejor, tendrían a un montón de machos en celo peleándose entre ellos para cortejarlas.
―Eso me lleva a la siguiente regla: Nada de peleas de índole personal ―advirtió la diosa con severidad―. Sólo se permitirán los combates de entrenamiento, exhibición o rituales de uno contra uno.
―¿Es por lo de esta mañana? ―interrogó sagitario viéndola con el ceño fruncido―. Bien, lo acepto sólo porque hubo muchas personas en peligro de muerte.
―Incluyéndote a ti.
―¿Disculpa? ―preguntó el guardián del noveno templo visiblemente indignado―. Ese estúpido semidios ni siquiera pudo darme un sólo golpe ―presumió altaneramente antes de soltar quejidos de dolor al sentir el báculo de Atena tocándole el abdomen.
―Deberías hacerte revisar esas heridas ―señaló Atena a sabiendas de que apenas si lo había rozado y se quejaba bastante.
―¡No tengo heridas! Sólo tengo hambre ―protestó Sísifo cruzándose de brazos mirando hacia otro sitio.
Había sentido ligeras molestias al moverse o doblarse en ciertas direcciones, pero nada complicado o de cuidado. Mas, la diosa no era tonta. Sabía que era imposible que Sísifo se librara de manera tan perfectamente efectiva de los ataques de un ser dotado con cosmos divino. Juzgando rápidamente por los lugares donde se había sujetado sagitario tras su toque con Nike, podía confirmar el motivo de no verle heridas. Justamente no se veían a simple vista por la tela de su túnica. "Este idiota es lento hasta para sentir su propio dolor". Pensó la deidad rodando los ojos por lo testarudo y orgulloso que podía llegar a ser en ocasiones.
―Y una cosa más, queda prohibido que abandonen el santuario una vez que se nos unen. El castigo en caso de huir será la muerte ―sentenció sin titubeos.
―Lo acepto, si les enseñamos el uso del cosmos a las personas equivocadas saldrán a causar problemas ―razonó Sísifo tras comprobar que había aspirantes que no merecían ser santos―. Quienes fallen en convertirse en santos podríamos dejarlos como soldados rasos o sirvientes ―meditó sagitario―. Digo, no por fallar en conseguir una armadura deberíamos matarlos. Sería otra masacre y pueden ayudarnos de otras maneras. Necesitamos gente que se encargue de la limpieza, la comida, la guardia, atender a los heridos, entre otras cosas ―explicó de manera calmada.
―Estoy de acuerdo, ahora mi ejército es mucho más grande y necesitaré gente atendiendo las necesidades de mis guerreros ―admitió Atena.
Si pensaba en sus guerreros como mascotas era más comprensible para ella visualizar sus necesidades. Necesitaban comida, descanso y que atendieran sus heridas en caso de accidentarse. Generalmente, cuando alguno de los santos salía lastimado Ganímedes y Adonis se hacían cargo, pero eso era porque sólo eran cuatro. La tarea con un número de personas tan reducido era sencilla, pero comprobó a las malas que el santo de piscis ni con su gran manejo del cosmos podía atender solo a decenas de heridos. Incluso si Ganímedes hubiera estado despierto para ayudarlo en su tarea, sólo habría conseguido tener a dos de santos completamente exhaustos. Actualmente el bello joven estaba durmiendo para reponer sus fuerzas. O al menos lo estaría si no fuera por la pelea en el comedor. Aquel despliegue de cosmos seguramente causó que despertara alterado y listo para intervenir si era necesario.
―¿Alguna otra regla que deberíamos poner? ―preguntó el niño haciendo memoria de algún problema más que debieran resolver.
―De momento creo que estaremos bien iniciando con estas, si se diera el caso agregaremos algunas más. ¿Te parece? ―interrogó la diosa por si tenía alguna regla más que se debiera agregar.
―Estoy de acuerdo contigo ―aceptó el azabache de buena manera mientras se mostraba satisfecho.
―Entonces ve a comer algo de una vez ―ordenó Atena apuntándole con su báculo―. Y nada de tonterías de las tuyas sobre comer dulces nada más.
―Ni que fuera un niño ―protestó el infante sacándole la lengua antes de retirarse de los aposentos de la diosa.
La deidad puso muecas de interrogación ante el gesto del mocoso maleducado. Se decía así mismo adulto, pero contrario a lo que se esperaría de él, mostraba poca sabiduría o madurez. A veces no entendía cómo era posible que vivir tantos años no le había forjado un carácter como el de Ganímedes o León, más sensatos, prudentes y maduros. En cambio, tenía a un pequeño engendro al que, si no se le recordaba que no podía comer dulces todo el día, intentaba sobrevivir a base de puras golosinas. Soltó un suspiro, algo cansada, pero estaba conforme con lo resuelto con su santo. Él se encargaría después de comunicar las reglas con las que se regirían todos a partir de entonces. De esa manera esperaba asegurar una sana convivencia entre compañeros. Quisieran o no, tendrían que confiar los unos en los otros cuando se desataran las batallas. Pero era optimista. Tenía buenos santos al mando de los demás.
"Volveré a creer en tu promesa de crear un ejército poderoso para mí, Sísifo. A cambio yo cumpliré con ser una diosa que merezca ser regente de la Tierra, una que incluso tú debas reconocer".
Mientras tanto, sagitario iba bajando rumbo a los templos mientras blasfemaba para variar. Ese maldito camino era largo y en su berrinche olvidó pedirle a la diosa que lo teletransporté al comedor o lo que quedaba del mismo. La recamara vacía que separaba los aposentos de Atena de la casa de piscis no era un gran problema, pero el campo de rosas entre ambos sí que lo era.
Adonis había comenzado a plantar esas cosas desde hacía meses y si no se pasaba con cuidado podías terminar inconsciente. Era una suerte que pudiera manejar el cosmos de viento aun sin su armadura de manera tal que podía dispersar el veneno a su alrededor. El problema era el gasto de cosmos y ya se sentía al límite. Además, le estaba doliendo mucho el vientre. Tal vez aquel pollito mimado sí había logrado golpearlo, pero si ese era el caso no dejaría que nadie lo supiera. Se vería realmente mal que un aspirante lograra alcanzar a su superior sin experiencia ni entrenamiento, ni por muy semidios que fuera. No, al contrario, precisamente por ser un semidios no debía hacer que su ego creciera. Esto se quedaría como una lección de humildad para el polluelo.
―Maldito sea Zeus y su descendencia ―gruñó mientras iba entrando a piscis con el estómago rugiendo por el hambre.
―Buenos días, Sísifo ―saludó el custodio de dicha casa con una sonrisa amable―. ¿Mala mañana?
―¡Adonis! ―exclamó el menor corriendo hacia él hasta quedar justo en frente notándolo pálido y ojeroso―. ¡¿Y a ti qué te pasó?! Te ves horrible ―señaló preocupado.
―Gracias ―respondió con sarcasmo cruzándose de brazos por el comentario antes de bostezar con cansancio―. Estuve atendiendo heridos durante toda la tarde de ayer y parte de la noche. Me la pasé estando atento a los cambios en los heridos ―explicó antes de hacer una pausa y desviar la mirada―. Algunos no lo lograron ―declaró con culpa.
―Hiciste todo lo que estuvo en tu mano por poder ayudarlos ―intentó animar el niño con el impulso de tocarle la mano como hizo con la diosa.
El rubio al darse cuenta de las intenciones de Sísifo de tocarlo se apresuró a retroceder sin dejarle cumplir su cometido. Cuando reparó en sus propias acciones, el niño retiró la mano y se alejó unos cuantos pasos. Aun solía olvidarse de vez en cuando que no debía tocar a piscis directamente. Si ahora podían al menos hablar unos momentos era por las rosas blancas que habían sido colocadas estratégicamente para purificar el aire y anular el veneno para dejar pasar a sus compañeros. Ganimedes le había llevado el desayuno hacia un rato, por lo cual limpió el aire temporalmente para él. Su compañero le comentó que Sísifo estaría con Atena en sus aposentos privados. Avisado de ese hecho se acercó para asegurarse de que cruzara su casa a salvo.
―Sentí una fuerte pelea de cosmos en el comedor ―mencionó Adonis viéndolo fijamente―. Ganímedes me contó que un semidios casi te mata ―regañó viéndolo severamente.
―¡Es un mentiroso! ―exclamó el menor completamente indignado―. Un polluelo de Zeus se sentía la gran cosa y le di su merecido ―presumió orgulloso mientras alzaba el puño.
―No deberías provocar peleas con tus futuros compañeros. Serás su maestro, luego compañero de armas y algún día tal vez más.
―¡Él empezó! ―se quejó Sísifo haciendo un puchero mientras inflaba las mejillas―. Él y sus seguidores estaban siendo crueles y egoístas con los demás. Yo sólo le enseñé un poco de humildad con el cuerpo y la fuerza. Método infalible.
―Deberías tomarlo con calma. Podrían hasta volverse buenos amigos si lo intentas ―aconsejó el mayor viéndolo de manera cariñosa.
―¡Já! No creo que suceda ―protestó el menor cruzándose de brazos―. Zeus es mi más grande archienemigo y su descendencia apenas si la puedo tolerar.
―Pero si te llevas bien con Atena, Apolo y Artemisa ―rebatió Adonis meditando esas palabras.
―Atena y yo vivimos peleando y discutiendo, Apolo no deja de querer seducir a León y Artemisa sólo me enseñó sobre arquería porque le gané la apuesta a su gemelo. Nos relacionamos por puros intereses mutuos ―aclaró de manera contundente―. No está en mi destino llevarme bien con nadie que lleve la sangre del desgraciado de Zeus ―expresó con rencor.
El santo de piscis lo veía preocupado, algo que pasó desapercibido por el menor quien comenzó a blasfemar apasionadamente. El blondo desoyó aquellas frases conociéndolas casi de memoria. Su mente estaba demasiado preocupada por la maldición de Eros. Sabía bien que el niño había olvidado casi por completo que su corazón estaba en las manos del hijo de Afrodita y su miedo no hacía más que crecer cuando lo oía blasfemando.
"Su propia arrogancia los llevará a rendirse frente a su enemigo natural, ¿qué harán cuando lo que desprecian se vuelva su deseo? Su debilidad más grande será aquello que deseen con más fuerzas negar. Y en la cúspide de su efímera felicidad, la tragedia será el único destino que puedan esperar".
Adonis temía que esa maldición siguiera latente, peor aún que todavía no se hubiera manifestado. Si algo sabía de Atena y Sísifo es que ambos negaban apreciar al otro. Actuaban cómplices contra un enemigo común fuera quien fuera, pero al tratarse de ellos solos, actuaban casi con odio. Por otro lado, era verdad que Apolo y Artemisa entrenaron a sagitario como parte de un trato, pero también sabía que en ocasiones cazaban juntos. Según decía el azabache, ellos coincidían por casualidad y le invitaban a unirse a ellos con el objetivo de humillarlo en la arquería y por orgullo se negaba a rehuirle al reto. Su espíritu de competencia era tal, que aprendió a tocar la lira sólo por darle pelea al dios del sol en la música. Lo cual era curioso porque él era quien le corregía a base de burlas y risas. Siendo acompañados por Artemisa en ocasiones, quien se quedaba a dar comentarios mordaces sobre la interpretación del menor.
El rubio sabía bien que el niño practicaba con la lira tanto como con el arco y la flecha para que al reunirse con los dioses les pudiera demostrar cuanto mejoró en sus especialidades. Eran competencias. Debía tomarlas como simples rivalidades, pero la emoción con la que el menor relataba esos encuentros le hacían notar lo mucho que los disfrutaba y le divertían. Era preciso ver a los dioses en persona para saber si tenían algún cambio en sus personalidades, pero el hecho de que convivieran de cerca con un mortal era cuando menos raro.
"Espero que esas flechas no los hayan hecho enamorarse de manera inmediata, porque siendo tres de ellos hermanos no se les puede llamar enemigos naturales. Y eso deja sólo una opción. Quiero creer que no están enamorados, pero niegan tan vehemente apreciarse como si fuera un secreto que pudiera matarlos. Parte de la maldición lo mencionaba: Su debilidad más grande será aquello que deseen con más fuerzas negar. ¡No seas ridículo, Adonis! Si alguno de los dioses estuviera interesado en Sísifo ya lo habría hecho suyo. Creo que estoy sobre pensando las cosas. Tienen una rara amistad y nada más. El verdadero peligro es Zeus. Él sí es un enemigo declarado y Sísifo no lo ha vuelto a ver desde hace siglos. Temo que la maldición de Eros se active si se reencuentran. Quién sabe cómo actuarían ambos. Aunque los aspirantes aún me provocan desconfianza. No debo cerrar mis sospechas sólo en los dioses".
―¡Adonis! ¡Adonis! ―llamó Sísifo sacándolo de sus pensamientos―. Si estás cansado deberías regresar a la cama. Parece como si te hubieras quedado dormido de pie como las gallinas.
―No, no es nada para preocuparse ―dijo llevándose una mano a la frente masajeándose las sienes con frustración―. Sólo es un poco de dolor de cabeza.
―¿Lo ves? Te encuentras mal por la falta de sueño y comida.
―Ganímedes ya me trajo el desayuno ―aclaró Adonis.
―Entonces te falta dormir más ―sentenció sagitario señalándolo con el dedo índice de manera acusadora―. Yo iré a desayunar y en unas horas voy a compartirles a todos las reglas que la pequeña bruja y yo decidimos para todos. Así que no te preocupes, puedes descansar todo lo que necesites ―explicó sonriéndole amablemente―. No debes forzarte tanto en hacer todo por todos. Nos haremos cargo, te lo prometo.
―De acuerdo, pero deja de pelearte con los hijos de Zeus ―pidió el de piscis con las manos en la cintura―. Hasta aquí sentí el despliegue de tu cosmos y el de ese semidios.
―Ese polluelo se la buscó ―replicó el azabache frunciendo el ceño―. Se creía la gran cosa por ser el hijo de Zeus, pero ya lo puse en su lugar ―celebró mientras comenzaba a trotar apresurado por el hambre que lo invadía―. Nos vemos después ―despidió con un gesto de la mano mientras se alejaba corriendo.
No es que quisiera partir abruptamente dejando a su amigo con la palabra en la boca. Bueno sí, en parte no quería que le soltara otro discurso sobre llevarse bien con todos y mostrarse amable y complaciente. ¡Al demonio con eso! Él siempre tuvo muchos enemigos y como allegado de Atena no era diferente, pero por alguna razón que escapaba a su entendimiento, piscis siempre buscaba que le cayera bien a todos y viceversa. ¿Por qué? Era imposible cosa semejante, siempre habría personas que lo odiarían a él y viceversa. Era como si temiera que se hiciera de enemigos. Un poco tarde para eso, ya estaba peleado con casi todo mundo. Sólo que algunos no le reconocían, sino tendrían largas filas de ex inmortales queriendo su cabeza. Y sin la diosa Atena seguro tendría varios dioses encima suyos también. Qué lo odiaran cuanto les placiera, él se reiría en sus caras al ver su impotencia. Ninguno de ellos podía hacerle nada y estaba feliz con eso. Seguiría mejorando sus habilidades y cuando vinieran por él los humillaría con su propio poder.
―¡Soy intocable! ―celebró alzando la vista al cielo antes de dar un salto mientras cruzaba la escalinata entre piscis y acuario antes de doblarse de dolor―. Maldición, el hambre sí que duele ―mintió para sí mismo negándose a aceptar estar herido.
Ahí estaba el otro motivo por el que apresurarse a partir de la casa de piscis. El hambre ya le estaba provocando dolor de cabeza y mareo. Si seguía posponiendo esa necesidad pronto comenzaría a tambalearse por la fatiga. Todo por andar luchando y gastando su cosmos en esos idiotas. Además del veneno propio de la casa de Adonis era peligroso. Incluso con sus rosas blancas no bastaba para una estancia demasiado prolongada o los efectos comenzaban a sentirse.
Soltó un suspiro extrañando abrazar a su amigo. Cortas visitas de tan sólo unos minutos cara a cara no bastaban, pero se consolaba con haber encontrado otras formas de hacerle compañía. Se apresuró a bajar el resto de las escaleras y tras un arduo recorrido al fin logró atravesar la casa de aries. Ocultó su cosmos y se acercó al comedor medio destruido. Notó que había varios de los aspirantes removiendo los restos de lo que fue destruido y otros ocupados en traer material para repararlo. Se sorprendió de ver a algunos armando nuevas mesas mientras otros traían troncos recién cortados. Sonrió al ver una buena oportunidad de escabullirse y revisó en uno de los estantes medio oculto consiguiendo una bolsita llena de golosinas que dejó allí la noche anterior.
―Al fin es la hora de comer ―susurró mientras reía por lo bajo y se ocultaba debajo de una de las mesas. Se llevó algunas a la boca y comenzó a degustarlas con gozo.
―La gula es un pecado ―dijo alguien detrás suyo sorprendiéndolo y provocando que se atragantara con las golosinas.
―¡En el nombre de los idiotas Olímpicos, ¿querías matarme?! ―interrogó a gritos Sísifo queriendo pararse provocando que se golpeara la cabeza con la mesa.
―Matar también es pecado, así como la violencia. Medita sobre tus acciones y arrepiéntete de tus pecados ―ordenó Shanti saliendo de debajo de la mesa con las palmas de las manos juntas.
―No voy a arrepentirme de desayunar ―negó con un puchero antes de sonreír traviesamente―. Si me dejas comer en paz te daré de estos dulces, pero debes ser buen niño y guardar el secreto.
―Ayunar nos acerca a los dioses ―afirmó el extranjero con solemnidad y aquel tono de devoto religioso que sacaba de quicio al otro niño.
―Mayor motivo para comer hasta reventar, no quiero acercarme a ellos ―aseguró sagitario con desdén hacia los seres divinos.
―Por eso es que estás condenado al infierno, mientras yo soy el más cercano a Dios ―afirmó el invidente sin ninguna duda.
―¿A cuál de todos? ―interrogó confundido por lo demente que sonaba―. Bueno, no es mi problema, pero yo no quiero acercarme a la arrogancia de esos idiotas. Estoy más allá de eso.
―Lo que estás es castigado, jovencito ―dictaminó León viéndose serio al momento de arrebatarle la bolsita―. ¿No habíamos quedado en que nada de dulces entre comidas?
La discusión entre Shanti y Sísifo había sido tan escandalosa que atrajo rápidamente la atención de varios, entre ellos, León. El niño ciego sonrió imperceptiblemente. Él había sentido la presencia del otro a pesar de estarse escondiendo. Al acercarse y comprobar lo que hacía dedujo que estaba haciendo travesuras, sino ¿cómo explicaría que estaba oculto debajo de una mesa comiendo dulces? Él mismo sabía que los niños buenos no comían dulces sino era para un postre tras la comida o un regalo por algo bien hecho. Como fuera, a su entender el otro estaba portándose mal y eso no podía ser. Se supone que se trataba del ángel de Atena, cuyo comportamiento debería ser más recto y puro que el propio. Tal vez por eso los dioses le indicaron ir a ese santuario. Su misión en la vida era llevar la palabra de los dioses a los pobres mortales y guiarles a la iluminación. De él dependía reformar ese sitio y conseguir una utopía de guerreros al servicio de la divinidad suprema.
―Pero tenía hambre… ―protestó sagitario chasqueando la lengua.
―Te guardé una ración para que desayunes ―afirmó León viéndolo comprensivo―. La próxima vez que tengas hambre sólo dímelo y no recurras a rebuscar los dulces escondidos.
―Está bien ―suspiró el azabache admitiendo la derrota.
El santo de Leo lo guio hacia afuera del comedor y le indicó donde podía quedarse para su desayuno mientras terminaban de limpiar y ordenar el lugar. Se lo llevó a la sombra de un árbol donde le dejó leche, pan y queso para que comiera a gusto y tranquilo. El castaño no se fiaba del todo del semidios, quien, para su fortuna, estaba lejos cortando troncos para hacer reemplazos de los muebles que destruyó.
Había regresado poco después de que Ganímedes fuera a curarlo y su actitud estaba extrañamente dócil. Hablaba de manera educada y calmada ofreciéndose a ayudar a reparar lo dañado. Lo habría juzgado como una persona justa y responsable de sus errores si no fuera por su actitud anterior cuando se mostró exigente y presumido. No podía dejar de sentir falsas sus palabras y que sus acciones sólo eran consecuencia de descubrir que ellos eran santos dorados de Atena. Le daba desconfianza su radical cambio de actitud, pero optó por darle el beneficio de la duda y simplemente mantenerlo vigilado para evitar algún arranque de ira como el anterior vivido.
―¿Terminaste de hablar con la diosa Atena? ―interrogó León viendo a su niño sentado correctamente comiendo como debería haber hecho hace horas. Era pasado mediodía y recién iba por su primera comida.
―Sí, más tarde les debo anunciar a todos las reglas que decidimos ―asintió tragando deprisa lo que tenía en la boca para hablar.
―Por ahora quédate aquí mientras terminamos con los destrozos, ¿sí? ―preguntó mientras le despeinaba cariñosamente.
―De acuerdo, pero cuando terminé de comer iré a ayudarles ―avisó el menor correspondiendo a la sonrisa del mayor.
El adulto se alejó dándole la espalda para regresar donde los demás. Su rostro estaba serio y se debía a la preocupación. Las palabras de advertencia de Adonis acerca de la maldición de Eros lo habían puesto algo paranoico y ver a aspirantes de tan baja calaña pretendiendo asesinar niños, sólo alimentaba su lado sobreprotector temiendo que Sísifo se enamorara de alguno de ellos. A veces deseaba tener a su hijo recluido en el santuario junto a Atena, tenerlos juntos haría más fácil protegerlos y siendo sagitario el ángel de la diosa, era incluso lógico que siempre estuviera a su lado. Entonces todo se resumía en: la diosa custodiada en el santuario, Sísifo a su lado como su custodio y ambos lejos de los peligros del mundo.
Sonaba hasta cierto punto idílico, pero imposible. Ninguno de esos dos era capaz de permanecer quietos en un solo lugar y ya comprobó que su niño era capaz de meterse en problemas incluso antes de desayunar. Ahora sabiendo que el corazón de su hijo podría caer en las garras de un trágico romance, le hacía identificarse con los padres de doncellas. Por primera vez en su vida comprendió a la perfección lo que se sentía proteger la honra de su retoño.
―¿Sísifo está por aquí? ―preguntó acuario mientras caminaba en dirección contraria a la de León.
―Lo dejé desayunando más allá ―respondió el adulto señalando el árbol donde estaba el menor―. ¿Lo buscabas para algo?
―Sólo quería revisar que no tuviera alguna herida ―respondió escuetamente―. El enano suele hacerse el tonto con eso y más cuando es en algún lugar donde no se llega a curar solo.
―Gracias, Ganímedes. Siempre eres tan confiable y responsable ―agradeció el mayor despeinando su cabello como un padre orgullo.
Le señaló el sitio donde podría encontrarlo, y luego se retiró al oír su nombre a gritos. Le estaban llamando para pedir indicaciones y eso era justamente lo que debía hacer. El santo de acuario volvió a acomodarse sus oscuros cabellos y se encaminó hacia su compañero. Lo encontró con sus alimentos casi terminados. Sin decirle nada se sentó a su lado recibiendo una mirada interrogante.
―Vine a curarte ―dijo dando respuesta a la muda pregunta formulada en la cabeza del otro.
―No lo necesito. Estoy perfectamente ―respondió Sísifo viéndolo caprichosamente―. No andes diciendo mentiras sobre ese pollito poniendo en peligro mi vida. Está a años luz de poder vencerme ―reclamó señalándolo con su dedo índice.
―Pudiste haber muerto ―contraatacó Ganímedes viéndolo seriamente―. No conoces lo aterrador que es el poder de Zeus cuando se enoja. No olvides que se trata del Olímpico que venció a los titanes, el rey de los cielos y soberano de dioses y mortales.
―En primera, el pollito ni siquiera es Zeus, sólo algo que se salió de sus bolas ―habló de la manera más vulgar y explicita posible sólo para remarcar su disgusto y oposición hacia todos los títulos mencionados por su compañero―. En segunda, no le tengo miedo a ese idiota de Zeus. Por mí mejor si viene en persona a quejarse para poder darle un puño en la cara ―afirmó haciendo un gesto con la mano.
―Absurdo ―declaró el mayor de los azabaches viéndolo como si estuviera loco―. Los mortales jamás podremos tocar a los dioses, su poder es demasiado grande.
―Tú le cortaste el rostro a Afrodita ―le recordó Sísifo con una sonrisa entre traviesa y orgullosa―. Eres un pecador muy poderoso entonces. Uno tan malo como yo o incluso peor.
―Eso fue para proteger a Adonis ―defendió el mayor viéndolo claramente molesto―. Terminé casi muerto por mi osadía. Entiéndelo de una buena vez, no puedes ir por ahí desafiando a todo el mundo.
―Yo no fui el que lo desafió ―protestó sagitario con un puchero.
―Él estaba sentado comiendo cuando le gritaste que tenía un cosmos desagradable ―afirmó Ganímedes de manera contundente―. No te hizo ni dijo nada y tú lo atacaste primero, al menos verbalmente. ―Al ver que abría la boca para protestar decidió agregar―. Te burlaste de sus padres y de su nacimiento. ¿No te parece lógico su enojo?
―Pero… ―intentó decir el niño quedándose en blanco al repasar los hechos cayendo en cuenta de que sí era cierto que los insultos los comenzó él.
―Cualquiera atacaría para defenderse si lo están agrediendo, ¿o tú no lo harías si alguien se burlara de tus padres biológicos o de León? Incluso te enojaste cuando Artemisa insultó a Adonis, ¿recuerdas? ―cuestionó para obligarlo a rememorar lo sucedido cuando piscis fue secuestrado―. Encuentro lógica la reacción de Pólux contra ti.
―¡Yo tenía buenos motivos para insultarlo! Sus seguidores estaban atacando a los demás aspirantes por su culpa ―argumentó Sísifo con seriedad cruzándose de brazos creyéndose ganador.
―¿Y es su culpa lo que otros hagan en su nombre cuando no se los ha ordenado? ―interrogó acuario de manera retórica sin quitarle la vista de encima―. Medita bien tu respuesta si sabes a lo que me refiero.
Sagitario gruñó por lo bajo al sentirse nuevamente acorralado. Si culpaba al semidios del actuar de sus seguidores cuando no oyó orden alguna de que se comportaran de esa manera, estaría inculpando a un inocente sin pruebas. Si intentaba justificar que pensaba que era un problema por sus orígenes, sería un hipócrita. Se supone que dijeron a los aspirantes que no importaba sus orígenes. Prometieron no permitir que el futuro de esos guerreros se viera truncado por el pasado. Ellos mismos habían dejado en buena medida sus historias de origen atrás al volverse santos de Atena. Actuó injustamente y sólo conseguía alimentar el pensamiento de Ganímedes sobre parecerse a Zeus. Cosa que despreciaba a más no poder. Y acuario lo sabía. Era perfectamente consciente de que el odio profesado entre el rey del Olimpo y sagitario los hacía manipulables. Hera utilizó el nombre de Sísifo para conseguir expulsar a Ganimedes del Olimpo y él usaba el nombre de Zeus para manipular a Sísifo. Sin importar cuanto se odiarán, los parecidos entre ellos eran una debilidad bastante aprovechable.
―No me disculparé con el polluelo ―advirtió el niño enfurruñado por no poder hacer nada contra los argumentos de acuario.
―No vine a pedirte unas disculpas para él. Vine a curarte ya te lo dije ―afirmó apoyando su mano en el vientre del menor quien soltó un pequeño grito por la sorpresa y el dolor―. Yo vi el combate atentamente y me di cuenta de los golpes que no lograste esquivar ―explicó aplicando su cosmos aun por sobre la ropa para calmar el dolor en la zona posiblemente amoratada―. No subestimes el poder divino, Sísifo. Realmente podría haberte matado. Estas heridas no las sentiste al instante por la emoción del combate, pero de haber tenido una segunda ronda habrías sentido el dolor durante el mismo y seguramente perdido.
―No me agrada que sea tan vanidoso y quejumbroso sobre ser pariente de dioses ―protestó haciendo un puchero mientras cerraba uno de sus ojos aguantándose el dolor―. Además, es fruto de la infidelidad de Zeus hacia ti.
―No es su culpa haber nacido de una de las tantas aventuras de su padre. Además, a mí no me molesta. Zeus podía tener miles de amantes, pero yo era a quien amaba ―aseguró el santo de acuario.
―¡Eso no es amor! ―reclamó el niño viéndolo de mala manera antes de hacer una mueca de dolor cuando Ganímedes en desquite por su comentario presionó demás su herida.
―Insolente ―se quejó el mayor de los azabaches mirándolo de mala manera―. Rezaré a todos los dioses por verte enamorado para poder burlarme de ti cuando hagas tonterías por esa persona.
―No pasará porque…
―Sí, sí, le guardas respeto a tu esposa ―completó la frase Ganímedes con hartazgo por lo repetitivo que era con eso. Como si Anticlea fuera la única mujer existente en el mundo―. Como sea, dejando de lado a nuestras personas amadas, te aconsejo dejar tranquilo a Pólux.
―Yo no le hice nada ―dijo Sísifo con un puchero.
―Escucha, cuando haya que entrenar a los aspirantes yo me encargaré de enseñarle a él y me aseguraré de que lo veas lo menos posible. De esa manera sólo debes ignorarlo y divertirte con tus amigos, ¿qué te parece? ―preguntó Ganímedes.
―¡Perfecto! ¡A veces hasta pareces alguien inteligente! ―celebró sagitario.
Él estaba feliz de poder enseñar a Talos, Giles y quizás molestar a Shanti. Además, tenía curiosidad por algunos otros aspirantes que parecían ser del tipo de personas con las que podría congeniar. Si acuario se hacía cargo de mantener a ese semidios idiota lejos suyo, él podría mantenerse centrado en divertirse. Ganímedes ni siquiera se molestó en rebatir aquella frase de su compañero, demasiado ocupado celebrando internamente que había logrado su objetivo. Sagitario y Géminis estarían distanciados ignorándose mutuamente manteniendo así la paz asegurada en el santuario y de paso podría sacarle información sobre Zeus al semidios. Sísifo era muy cercano a Atena, pero él podía volverse cercano a Pólux y llegar a su objetivo a través de él. Todo era perfecto.
CONTINUARÁ….
N/A: Hasta aquí el nuevo capítulo. Si alguien conoce a personas que les pueda interesar esta historia agradecería que se las compartieran. No estoy en grupos de saint seiya porque he oído que son algo intolerantes con las shipps yaoi, así que no me animo a promocionarlas por esos sitios, pero me harían un gran favor :3
